domingo, 3 de julio de 2011

PEDRO DE VERA

En los primeros años del Renacimiento el semisalvaje Continente Europeo comenzaba a descubrir mediante las traducciones al Latín,  la literatura, ciencia y filosofía griega, árabe y hebrea.
 Durante más de mil años los cristianos en Europa habían vivido en el oscurantismo y robándose unos a otros pero durante este periodo comenzaron a expandir sus mentes hacia las posibilidades de hacerse ricos a costa de otros pueblos. 
Mediante el Tratado de Tordesillas el Papa divide el mundo en dos y manda a los españoles y portugueses a "ganar el mundo para Cristo". Para los Reyes Católicos como así también para la Iglesia, la evangelización era una excusa para justificar  la conquista, que además de un enclave estratégico podría proporcionar esclavos y el oro que llegaría a las arcas del rey y  a los altares de las iglesias. 
Se fijó el meridiano de partición del Océano Atlántico a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo Verde, sin hacer referencia a las Azores. De esta forma, España tendría el dominio del hemisferio occidental y Portugal del oriental. Se había concretado así un verdadero reparto del mundo entre estas dos coronas. Por supuesto, ambas coronas tendrían que responder al poder Papal. Los cronistas de la invasión y conquista de las Isla Canarias por las hordas europeas al ser la mayoría de ellos frailes cristianos se abstuvieron de recoger en sus crónicas los aspectos más sórdidos de las intervenciones militares de los españoles, no obstante, todos los investigadores que han tratado de la historia de la invasión de las Islas, están de acuerdo en apuntar que la guerra de ocupación declarada unilateralmente por España a la Nación Canaria, especialmente en la isla de Tenerife la última en ser sometida, sirvió como campo de experimentación para las posteriores guerras en la colonización del Continente Americano.
Siendo así, podemos deducir que los hechos narrados por el testigo ocular de algunas de las primeras “entradas” de los españoles en aquel continente, Fray Bartolomé de Las Casas, hechos que indudablemente guardan un total paralelismo con los acaecidos en las Islas Canarias, por lo cual la destrucción de la sociedad Guanche se puede sintetizar tomando como referencia los siguientes hechos:. "Entraban los españoles en los poblados y no dejaban niños ni viejos ni mujeres preñadas que no desbarrigaran e hicieran pedazos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría un indio por medio o le cortaba la cabeza de un tajo. Arrancaban a las criaturitas del pecho de sus madres y las lanzaban contra las piedras. A los hombres les cortaban las manos. A otros los amarraban con paja seca y los quemaban vivos. Y les clavaban una estaca en la boca para que no se oyeran los gritos. Para mantener a los perros amaestrados en matar, traían muchos indios en cadenas y los mordían y los destrozaban y tenían carnicería pública de carne humana... Yo soy testigo de todo esto y de otras maneras de crueldad nunca vistas ni oídas". (Fray Bartolomé de Las Casas, Brevísima Relación de la Destrucción de Las Indias
La acción conquistadora y colonizadora de España en Canarias no permitió que la cultura, ni la religión, ni la lengua ni la ancestral estructura social que los antiguos pobladores de Tamarant (Gran Canaria) en particular y para el resto de las islas en general -para los guanches- sobrevivieran íntegramente a la colonización de los europeos una vez Pedro de Vera hubo terminado la invasión y ocupación de la isla de Tamarant en 1483. Como en el resto del Archipiélago las tierras y las aguas usurpadas fueron repartidas entre los mercenarios que participaron en la ocupación y entre quienes financiaron la conquista con la que, por otra parte, no acabaron las pretensiones de otras potencias de la época por hacerse con el control de las mismas, como plataforma logística desde donde controlar el continente, fuente de extracción de oro y esclavos entre otros valiosos recursos naturales, y posteriormente como base de aprovisionamiento de las armadas dirigidas al saqueo y sometimiento de América

Durante la invasión de las islas pulularon recordados siniestros personajes de nefasta memoria, tales como Bethencourt, La Salle, Berneval, Herreras, Bobadilla, Rejón, Vera, Lugo etc., pero quizás el más sanguinario de todos estos fue Pedro de Vera, esclavista y masacrador de pueblos de quienes sus descendientes ideológicos en estas ínsulas, continúan honrando su criminal memoria dándole el nombre de tan diabólico personaje a calles y plazas de nuestras ciudades, situación sólo comprensible en los pueblos colonizados.

Se ha especulado mucho en torno a la invasión Española de las islas Canarias, naturalmente vista esta desde la óptica de los vencedores y sus comisarios culturales quienes han mitificando este hecho cruel y sangriento cubriéndolo además de una capa de barniz espiritual y supuestamente evangelizador, nada más lejos de la realidad, ya que durante la guerra  los frailes de la iglesia católica cortaron tantas cabezas y esclavizaron a tantos guanches como los propios mercenarios seglares.

Quizás uno de los planteamientos más objetivos en torno a invasión de Canarias sea el expuesto por la investigadora española Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de Medinacidonia, de quien copiamos los siguientes párrafos: “Muerto Enrique IV en diciembre de 1474, Isabel declaró tierra de su conquista las islas de África y Guinea, en agosto de 1475. Al esgrimir la debilidad de Enrique IV, como causa de que el rey de Portugal, se hubiese apoderado del predio, hizo confeccionar albalá, que lo probase. Se conserva entre los papeles de Esteban Pérez Cabitos, en forma de copia autorizada de carta original, "escripta en pergamino de cuero", supuestamente sacada por Herrera, a 6 de marzo de 1470, en oficio de notario jerezano, eclesiástico por más señas. Olvidando pasado inmediato, el falsario la fechó en Plasencia, a 6 de abril de 1468, cuando el rey estaba privado de autoridad, como prisionero de su hermano, Alfonso XII. Declara que sometido a la "subjestión e gran ynportunidad", de los condes portugueses de Tuguia y Villarreal, cometió la injusticia de darles las islas de Gran Canaria, Tenerife y La Palma, "en las mis mares de España", despojando a Diego de Herrera, al que trata de "noble caballero", sin haber merecido siquiera el "don". Las devolvió con todas las Canarias e islas adyacentes, como a "verdadero señor" de la "Mar Menor, en las partes de Bebería". Complicando la cuestión, el rey metió en danza al Papa, pidiendo el rey que "revoque e anule qualesquier letras e bullas, que en contrario de esta revocación sean", sin caer en que no tocaba pito en el entierro.[1]

No estando "acabada" la conquista, por persistir los canarios en su "rebeldía", los Católicos buscaron capitán experimentado, encontrando a Pedro de Vera, caballero 24 de Jerez y disciplinado. Seguidor de Enrique IV y Juana, estando al servicio de Beltrán de la Cueva y Rodrigo Ponce, cambió de campo con el último, sin un gesto. Suponen los cronistas que Vera fue seleccionado, al encontrarse en las Canarias desterrado, por haber matado a Basurto, alcaide de Medina Sidonia. En verdad, el 4 de febrero de 1480, día en que se extendió el nombramiento, se encontraba en su casa de Jerez. "Acatando como la conquista" de las "Yslas de la Grand Canaria e Tenerife nos pertenesce", para que pudiese llevarla a cabo, sin tropezar con oposición, acumuló los cargos de alcaide de Villa Real de las Palmas, gobernador, capitán mayor y corregidor de Gran Canaria. Pedro de la Algaba [2] o quien la tuviese, le entregaría la fortaleza y los justicias sus varas, siguiendo "ynquisiciones". Descubiertos los culpables de "los escándalos e ruydos e diferencias", que cristalizaron en "divisyones", enfrentando a milites, caballeros y escuderos, los enredadores pararían en la cárcel, siguiendo juicios sumarísimos. Ejecutadas las penas de destierro y muerte, en orden cabildo y milicia, iniciaría la tarea de "sojuzgar" a los naturales de la isla, "a nuestra santa fe católica", "fasta la ganar e vos apoderar" [3], continuando en "Tenerife y la Palma", también en "poder de ynfieles" [4].
“Tras el fracaso de los intentos anteriores, en 1478 una expedición organizada por los Reyes Católicos desembarca el 24 de junio en la playa de la Isleta al mando de Juan Rejón y del deán Juan Bermúdez y establece un campamento denominado el Real de Las Palmas, junto al barranco de Guiniguada. En sus cercanías tuvo lugar el 28 de junio el primer enfrentamiento bélico con los guanches, donde los canarios sufrieron su primera derrota y se replegaron hacia el interior de la Isla.
Sin embargo, pronto surgieron rivalidades entre los invasores Juan  Rejón y el verdadero capitán de la conquista el clérigo Juan Bermúdez, lo que originó el nombramiento de Pedro de Algaba como nuevo gobernador y la posterior detención de Rejón, que sería enviado encadenado a Sevilla. Sin embargo, en 1479, Rejón tras verse libre de cargos gracias a las influencias que tenía en la corrupta Corte castellana regresa a Tamarant (Gran Canaria) donde toma la justicia por su mano al decapitar a Algaba. Ante estas circunstancias los Reyes Católicos designan como capitán de conquista a Pedro de Vera y Mendoza que llega a Gran Canaria en 1480.”
Este engendro de los infiernos con apariencia humana conocido como Pedro de Vera y Mendoza, era natural de Jerez de la Frontera, señor del mayorazgo y casa de Vera, en Jerez, alcaide, alférez, alguacil, comendador de Santiago. Conquistador, gobernador y capitán general de las Islas Canarias por designación de los Reyes Católicos (1480-1489), esclavista y masacrador de canarios y gomeros, asesino, salteador de caminos, ladrón y secuestrador.

Falleció en Jerez en 1498. En esta ciudad había casado con Beatriz de Hinojosa, siendo los padres, entre otros, de:

A.- Francisco de Vera Hinojosa, caballero de Santiago. En Jerez de la Frontera, de donde era natural, este casó con Teresa Cabeza de Vaca y Figueroa. Padres, entre otros, de: Alvar Núñez Cabeza de Vaca, natural de Jerez. Conquistador de La Florida, segundo adelantado del Río de la Plata (1541-1544). Quien falleció soltero.

Veamos algunos pormenores de los preparativos para la armada de mercenarios levantada en Sevilla que habrían de acompañar a Pedro de Vera en su aventura en Tamarant, (Gran Canaria) según la Iguala y composición de la capitulación firmada en Toledo en el mes febrero de 1480 por los doctores de Talavera, Villalón, y Lillo del Consejo, quienes firmaron en nombre de los reyes Isabel y Fernando con Alonso Quintanilla, contador mayor de cuentas del Consejo, y Pedro Fernández, capitán de la mar, sobre la armada que éstos preparan para Gran Canaria. El acuerdo mantiene los términos del memorial ya existente, fechado en Toledo el 24 de febrero de 1480, salvo en los 100.000 maravedíes consignados para que un mercader llevase ropa y otras cosas menudas; éstos términos son: 200.000 maravedíes de trigo y cebada, 250.000 maravedíes del flete de los navíos de Pedro Fernández y de otros que se han de mandar, 36.000 maravedíes para el capitán Pedro de Vera, 48.000 maravedíes como sueldo de los veinte caballeros, 120.000 como sueldo de los cien vasallos de monte y 20.000 maravedíes de los gastos hechos por Juan Rejón; estas sumas más las que irán apareciendo antes de la partida hacen 900.000 maravedíes, de los que Alonso de Quintanilla pone 300.000 y Pedro Fernández 600.000, ofreciéndose a Pedro de Vera participar con la mitad de la parte correspondiente a Pedro Fernández, debiendo proveer los beneficiarios las gentes y navíos necesarios en un plazo de 10 años. Se concede que durante 10 años ni el Almirante ni sus lugartenientes lleven derecho algunos sobre las pesquerías y presas hechas en Gran Canaria, renunciando los reyes a los quintos sobre cueros, sebo, esclavos y armazón y sobre las presas hechas en las islas de infieles, salvo en la Mina de Oro, y comprometiéndose a impedir que Diego de Herrera haga presas en Gran Canaria y que concierte paces en Tenerife y La Palma. Como fácilmente se puede deducir, esta no fue una armada netamente “evangelizadora”.

El 3 de febrero de 1480 el Consejo de Castilla había emitido orden al Almirante mayor de la mar y al guarda mayor de la saca del pan de la ciudad de Jerez de la Frontera y sus lugartenientes, así como a los del Puerto de Santa María y demás villas del señorío del arzobispado de Sevilla y del obispado de Cádiz, para que permitan al alcaide Pedro de Vera, veinticuatro de Jerez, o a quien su poder tuviere, sacar doscientos cahices de trigo y doscientos de cebada para la gente que va o está ya en la conquista de Gran Canaria y otros treinta cahices de trigo para y veinte de cebada para una fortaleza [el nombre está en blanco], bajo juramento de emplearlo para tal fin. Se ordena que dicha saca tenga prioridad sobre cualquier otra acordada. Con fecha 4 del mismo mes y año, el Consejo emite otra orden dirigida al consejo y vecinos de Sevilla para que levanten en la ciudad y su término cien ballesteros de monte que han de unirse a la gente de Pedro de Vera, gobernador y capitán de Gran Canaria, llevará a la conquista de dicha isla; los menci0onados ballesteros deberían presentarse con sus ballestas y almacén, y para su alimentación durante la campaña se les concede que tengan parte en las presas que consigan hacer en la isla, es decir, podían entrar a saco en la isla. Por esa misma fecha, los reyes católicos que eran pródigos concediendo prebendas siempre que éstas no les costasen dinero, estuvieron muy generosos con el nuevo capitán, especialmente cuando regalaban lo que no les pertenecía, así, mediante Real Cédula conceden a Pedro de Vera la gobernación y capitanía de la isla de Tamarant, “así por tierra como por mar” cuya conquista junto a la de Tenerife decían pertenecer al rey, y de la alcaldía de la fortaleza de la villa real de Las Palmas, recibiendo así mismo el cargo de corregidor, con autoridad para poder disponer de los distintos oficios. Por esta misma carta se ordena a Pedro de La Algaba, alcaide de dicha fortaleza, que entregue ésta al nuevo gobernador y se otorga a éste poder cumplido para que resuelva las diferencias entre los mercenarios de la invasión. En igual fecha por otro documento se autoriza  Pedro de Vera, “como gobernador y capitán” de las islas de Canaria para repartir a las personas que vivan o quieran ir a vivir a Gran Canaria, los ejidos, dehesas y heredamientos de dicha isla, según lo que por sus méritos o estado hubieren menester, y para nombrar los oficios necesarios, ya sean anuales o vitalicios.

Como ejemplo de la corrupción que reinaba entre los altos funcionarios de la corte española, vemos como por un documento extendido por el Consejo de Castilla fechado en Toledo a 4 de febrero de 1480 se concede a un personaje cuyo nombre no figura en dicho documento “Notaría y escribanía de cámara en todos los lugares del reino y en las islas de Gran Canaria y Tenerife, y se ordena a las justicias del reino, y en especial a las de dichas islas, que se le guarden todos sus derechos”, no deja de ser curioso que concedieran una Notaría en la isla de Chinet (Tenerife) doce años antes de ser invadida.

Es sobradamente conocido el interés que siempre mostró la reina católica por dar un buen uso a los criminales convictos utilizándolos como elementos civilizadores y evangelizadores de las islas invadidas, tal como quedó recogido en un poder real expedido en Medina del Campo con fecha 10 de diciembre de 1480 a nombre de Juan de Torres, corregidor de las villas, valles y merindades de Trasmiera, Peña Melera, Valdebeseros, Peña Samago, Peña Rubia y val de los Herreros, para que en nombre de sus Altezas pueda “Prometer palabra y seguridad de perdón a los delincuentes de su jurisdicción y del marquesado de Santillana y tierras del conde de Castañeda, salvo los reos de traición, delito de falsa moneda, falsedad hecha en nombre de los reyes y saca de monedas de oro o plata, que fueran a servir a su costa en la conquista de Gran Canaria por especio de seis meses, contados desde el día en que se presentaren a Pedro de Vera, capitán y gobernador de dicha isla, y de Miguel de Moxica receptor de la misma. Se ordena a las justicias que no actúen contra las personas y bienes de quienes muestren la concordia hecha con Juan de Torres y fe de Pedro de Vera y Miguel de Moxica de haberla cumplido, pudiendo exigir únicamente la restitución de los bienes que hubieren tomado; y se ordena al chanciller y a los notarios que les libren cartas y sobre cartas de perdón que necesitasen, con obligación de ser perdonados por las justicias.”

Hemos dicho más arriba que Pedro de Vera era un ladrón y secuestrador, y que andaba a sus anchas posiblemente escudado en los servicios que como mercenario  había prestado a la monarquía española en las guerras mantenidas en tierras italianas. El código entre ladrones no ve bien el que unos ladrones sean robados por otros, y cuando esto sucede y no pueden tomar la revancha por su mano suelen acudir a la justicia como honestos ciudadanos agraviados, esto debió sucederle a Pedro de Vera con su expoliado y secuestrado Pedro de Vargas, según se desprende de un Documento del Registro General del Sello extractado por don Eduardo Aznar Vallejo y cuyo texto es el siguiente: “ 1484 Agosto 20. Córdoba. Receptoría para que las justicias de Sevilla y Jerez de la Frontera y las del arzobispado de Sevilla y el obispado de Cádiz reciban los testimonios de los testigos presentados por Pedro de Vargas, alcaide de Gibraltar, los hijos de Bartolomé de Basurto. ya  difunto, y Leonor Núñez, hija de Frey Alonso de Vadespino y de Leonor Núñez, hija del citado Bartolomé de Basurto, en el pleito que siguen ante el Consejo con Pedro de Vera, gobernador de las islas de Canaria, que acusa a Bartolomé de Basurto y Pedro de Vargas de haberle tomado del lugar de Marchinilla, término de Jimena,-villa de la que era alcaide-, en marzo de 1470 cierto número de puercos, bueyes y yeguas, más una recua de asnos cargados de trigo y vino, que tomó Martín Jiménez, alguacil de Medina Sidonia, por orden de Pedro de Vargas, y en julio de dicho año doscientos de trigo y cebada y las ropas de sus pastores, cantidades que les reclama, junto al valor de los partos y postpartos, sumando todo un cuento y ochocientos mil maravedís. Contra demanda García de Medina, procurador de Pedro de Vargas, presentó una información, alegando que sus defendidos habían actuado en caso lícito, que dichos bienes no eran de Pedro de Vera y que en caso de haber tomado algo de su propiedad, éste no podía reclamar por haberse obligado al duque don Juan, padre de don Enrique, duque de Medina Sidonia, a no hacerlo, y acusando a Pedro de Vera y a sus escuderos de haber prendido hace seis años a Pedro de Vargas, cuando se dirigía a la posada de Juan de Luna, por el camino de Asperilla, entre Gibraltar y Sevilla, dando muerte a Andrés de Sanabria y Juan de Grajales y tomando ciertos bienes de Pedro de Vargas y de sus criados Juan de Acenes y Andrés Martínez, bienes qué ha de restituirle junto a los cuatrocientos mil maravedís del rescate .El Consejo concede a ambas partes un plazo de setenta días para presentar sus pruebas. Alfonsus. Antonius. Andréas. Luis del Castillo”.

Es manifiesto el interés mostrado por los historiadores oficiales y oficialistas en ocultar o minimizar el hecho de la captura y esclavización de los  guanches y su posterior venta en los mercados de Valencia, Sevilla, Barcelona y Mallorca, como principal fuente de ingresos económicos para sustentar los gastos de la invasión, tanto de la corona española como de los mercenarios que participaron en la invasión y saqueo de las islas. Esta práctica fue mantenida en las islas desde Jean de Bethencourt hasta Alonso de Lugo, y a la que no fue ajena la iglesia católica quien también se benefició económicamente de esta inhumana actividad, aunque si bien es verdad que en algunos momentos determinados obispos protestaron ante la corono española por la venta de estos desgraciados, no lo hicieron tanto por el inhumano comercio en sí, sino por una cuestión de jurisdicción, cuestión  esta en la que la iglesia siempre ha sido muy celosa, y por otra parte, suponía una pérdida de ingresos seguros pues los guanches supuestamente cristianizados pagaban los diezmos de sus rebaños y cosechas a la iglesia, lo que en el fondo suponía una especie de  seguro ante los demás depredadores. En un próximo artículo contando con el beneplácito de este medio veremos algunos ejemplos de la venta de esclavos gomeros guanches por parte de Pedro de Vera de los que sobrevivieron a la masacre llevada a cabo por éste en la isla de la Gomera como cruel, inhumana y sangrienta represalia con motivo del ajusticiamiento del tirano y verdugo Herrera, tema que por su amplitud y profundidad merece ser tratado aparte.

Bibliografía:
Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de Medinasidonia

África versus América

NOTAS:
(1)   Información de Esteban Pérez Cabitos; Biblioteca de El Escorial. R.A. IV.
(2) Pedro de la Algaba y Juan Rejón Vivían en 1480.
 (3) SRGS. II. 1480. I
(4) SRGS. V. 1486. 194

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