jueves, 15 de septiembre de 2011

DE ESCLAVOS IMAZIGHEN CON NOMBRES Y APELLIDOS EUROPEOS EN TITOREYGATRA (LANZAROTE).




Eduardo Pedro García Rodríguez*

La tarde era calurosa, en el salón de su casa-palacio en Teguise capital de la isla Titoreygatra (Lanzarote) el criollo Agustín de Herrera y Rojas, Marqués de Lanzarote había convocado a colonos y criollos significados a una tertulia la cual tenía por objeto el presentarles al recién adquirido marido –comprado  en Sevilla a cambio de la promesa del señorío de Lanzarote- Gonzalo Argote de Molina para su ilegitima hija segunda Constanza de Herrera y Bethencourt, nacida en 1568 de la relaciones extramatrimoniales del Marqués de Lanzarote y de Bernardina de Cabrera León y Bethencourt, esposa legítima del genovés Teodoro Espelta, comerciante establecido en la isla.

Cuando Constanza de Herrera contrajo matrimonio con Gonzalo Argote de Molina contaba 17 años de edad y éste 49. Constanza era nieta de una esclava morisca de berbería a decir de  del descendiente de judíos conversos Gonzalo de Saavedra “Señor de Fuerteventura”.

También se le atribuía ascendencia judía a Gonzalo Argote de Molina, quien en el transcurso del tiempo llegaría alcanzar cierta notoriedad como poeta, escritor e historiador.

Pero retomemos la amena tertulia del Marqués, éste trataba de cautivar a su forzada audiencia narrándoles sus “heroicas hazañas” al frente de su banda de  forajidos llevadas a cabo en el continente a la captura de esclavos, oro, ganados y todo cuanto pudiesen saquear, fuente de su riqueza obtenida al igual que sus antepasados de la esclavitud y venta de seres humanos, los cuales una vez prácticamente agotadas las posibilidades de las islas bajo su dominio, optaron por obtener estos inhumanos recursos en el continente para mantener sus mercados en la península ibérica.

Lejos estaba  el esclavista Agustín de Herrera de sospechar que muy pronto iba a experimentar en propias carnes la medicina que tanto él como sus antepasados habían prodigado con tanta generosidad en los pueblos imazighen del continente.

Al atardecer del día 30 de julio de 1586, la escuadra de Morato Arráez (capitán Morato), avistaban las costas de Titoreygatra (Lanzarote), en medio del general entusiasmo de las tripulaciones, quienes veían próxima la oportunidad de vengar las innumerables esclavizaciones, vejaciones, ultrajes y saqueos de que venían siendo objeto por parte de los Herreras, al tiempo que esperaban liberar de la esclavitud a muchos de sus compatriotas en poder de los Herrera y demás colonos de la isla.

Según el investigador Rumeu de Armas: “Morato Arráez ordenó amainar velas y estuvieron ocultos a la vista de la isla hasta la noche para no ser descubiertos desde tierra por los naturales.

El desembarco se verificó, ya oscurecido, en la caleta de los Ancones o de los Charcos, eludiendo el pirata el ataque al puerto principal para mantener el sigilo de la operación, cosa que logró plenamente. Al día siguiente, jueves 31 de julio, las tropas turco-argelinas y moras avanzaron por sorpresa sobre la villa capital Teguise con tal éxito que sólo fueron descubiertos cuando se hallaban los asaltantes a media legua de ella.” (En: A. Rumeu de Armas, 1991. T. II:75-76)

Centrémonos ahora en el tema que da titulo a este artículo: los imazghen provocaron un levantamineto casi general de esclavos, entre los que reclutaron sus más destacados colaboradores como conocedores de la tierra para las incursiones a llevar a cabo por la isla. Entre ellos hallábanse el morisco Pedro de Lugo, que en unión de: su mujer e hijos aprovechó la oportunidad para recobrar su libertad y la de su familia uniéndose a los asaltantes. Pedro de Lugo retomó, a partir de entonces, su nombre por el de Audalá y en compañía de su hijo Tomás, rebautizado con el nombre de Solimán colaboró en todas las empresas de los imazighen. Sus otros hijos Melchor, Blas, Tomasa y Catalina pasaron con su madre a las galeras esperando el momento del retorno a Berbería.

La misma conducta siguieron los hermanos Juan y Francisco Escalona, quienes retomaron sus primitivos nombres de Alí y Braen. Igual transformación sufrieron otros dos esclavos moriscos del marqués, los hermanos Pedro y Diego de Berrera, denominados Muza y Hamet) respectivamente, mientras sus hermanas Leonor y Catalina, fieles a su nueva religión y a sus amos, pasaban a las galeras en calidad de rescatadas, así como los esclavos  negros Bartolomé-conocido por Embarca-, Baltasar y Francisco y la morisca Juana, que huyó del cortijo con dos criaturas.

También se autoliberaron esclavos de las aldeas y caseríos como el morisco Juan, propiedad de Marcial de Cabrera, o los negros Pedro y Luís, propiedad, respectivamente, de Bartolomé Cabrera y Juan León. Pedro de Lugo, Juan Descalona, Francisco Descalona. La mujer de Baltasar de Betancor; María Lusarda, esposa de Enrique de Betancor; Antonia Camacha; la mujer y los hijos de Sancho de Herrera León; la esposa de Marcial de Cabrera, la viuda de Peralta, Juan Escalona y su esposa; Leonor y Catalina de Herrera (hermanas de Muza [Pedro] y Hamet [Diego], esclavas del marqués, y Gonzalo, como otros esclavos por imposición convertidos al cristianismo.

El Marques de Lanzarote en su huida por el interior de la isla, en su desconcierto se vió obligado a confiar la seguridad de su esposa  y de su hija a un esclavo morisco, quizás confiando en que los largos años de forzada servidumbre hubiesen ahogado los deseos de libertad del esclavo. Rumeu de Armas nos relata así aquel hecho: “En el éxodo por las montañas de la isla, el marqués de Lanzarote hubo de procurar el mejor acomodo para su familia, con objeto de recuperar la libertad de movimientos necesaria a un jefe militar en la defensa del territorio de su mando. Todas las cuevas de la isla-pese a ser algunas de ellas verdaderas fortalezas naturales-le parecían lugares demasiado conocidos para darles albergue, cuando he aquí que el morisco Sancho de Herrera León, que llevaba largo tiempo avecindado en la isla y gozaba de la confianza del marqués, se ofreció solícito a esconderlas en un paraje desconocido, velando por su seguridad. Don Agustín de Herrera le hizo entrega de su esposa y de su hija Constanza, pues la otra, Juana, ya había encontrado refugio en otro paraje de la isla.”  Y continúa Rumeu: El hecho (de la captura de la esposa e hija del Marqués) ocurrió de la siguiente manera: el martes 12 de agosto, por la mañana, un destacamento de más de cien moros avanzó sobre la cueva de Tesa, cumpliendo instrucciones de Morato Arráez y llevando como "adalides" a Juan de Escalona (Alí) y a Juan Camacho. Llegados a la cueva de Tesa, lugar previsto de acuerdo con la confidencia recibida, los moros se situaron estratégicamente guardando sus alrededores y salidas, mientras una docena de ellos penetraban en su interior. Desperdigados como hurones, los moros recorrieron en todas direcciones el interior de la caverna; mas cegados por los contrastes de luz y poco prácticos en el conocimiento del terreno, fracasaron en su búsqueda. Entonces vino en su ayuda el esclavo del marqués, Juan de Escalona, quien pudo al fin localizar a ambas damas escondidas y resguardadas en las anfractuosidades de las rocas. El traidor Alí señaló a los moros el refugio de sus señoras diciendo: "jAhí están, ahí están! ¡Entrad! jEntrad!", y entonces éstos se abalanzaron sobre ambas tratando de prenderlas. Un moro que llevaba un alfanje desnudo arrastró por los cabellos a doña Constanza de Herrera hacia el exterior, mientras la marquesa, doña Inés, llorosa y compungida, la seguía. Al cruzarse ésta con Francisco de Escalona (Braen) no pudo menos de echarle en cara su miserable comportamiento: "Francisco, ¿que te he hecho yo?-le dijo--; ¿por que me bendiste?", a lo que respondió Braen: "Señora, no soy el que te bendi, que Juan Camacho te vendio".  (En: A. Rumeu de Armas, 1991. T. II: 79-80)

Durante estas jornadas de más que justificada revancha llevadas a cabo en la isla Titoreygatra por las tropas de Morato Arráez, fueron hechos prisioneros como hemos visto entre otros colonos de la isla la esposa de Agustín de Herrera y su hija Constanza, las cuales fueron rescatadas tras vergonzosas capitulaciones por Gonzalo Argote de Molina, a quien por cierto, sus virtudes militares de que tanto le gustaba alardear de nada le sirvieron ante la justicia que animaba a los expedicionarios imazighen.

Marzo de 2008.

* De la Asociación Sociocultural Kebehi Benchomo.

Fuente consultada:
Antonio Rumeu de Armas
Canarias y el Atlántico: Piratería y Ataques Navales
Tomo II, primera parte.
Edición: Gobierno de Canarias-Cabildo Insular de Gran Canaria-Cabildo Insular de Tenerife. Año 1991.











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