jueves, 15 de septiembre de 2011

MISCELANEA DE HISTORIA DE CANARIAS (X)





NOTAS AL DIARIO DE LAS HERMANAS CASALON (II)



(4)  ALUVION DE 1826




Aluvión del 7 de noviembre de 1826, fue uno de los que se guarda ingrata memoria por los enormes desastres que causó en las islas Canarias. Una de las islas más afectadas fue sin duda alguna la de Tenerife, en ella, las fuerzas incontenibles de la naturaleza descargaron su potencial destructor arrasando tierras de cultivos, destruyendo casas y árboles, cambiando los cauces de los barrancos, cobrándose gran cantidad de vidas humanas e innumerables cantidad de ganados, los habitantes de la isla, especialmente los de la zona norte, creyeron firmemente que aquella aciaga noche el cielo se les desplomaba encima como castigo de sus muchos supuestos pecados.

Las sequías eran  frecuentes en la isla de Tenerife hasta pocos años antes del terrible aluvión. Las gentes achacaban las pocas lluvias al  incontrolado y desmesurado aprovechamiento de los montes, los cuales eran talados para la obtención de maderas, leña, carboneo, además de la nefasta apetencia de nuevas tierras para cultivo por parte de los grandes terratenientes. Como consecuencia de la masiva deforestación de los bosques, el clima comenzó a sufrir visibles variaciones, dándose con alguna frecuencia el fenómeno denominado manguera o bomba, que cayendo en un solo punto una gran tromba de agua, arrasaba sembrados y arrastraba tras de sí las capas de tierras de labor, como sucedió en La Gomera, y en la Orotava en 1815, así como en otros puntos de la isla, causando enormes pérdidas humanas y materiales.

En la isla de Tenerife, una de las comarcas más afectadas por la aluvión del 26, fue el Valle de Taoro. Entre las zonas más castigadas por el huracán estuvo el Puerto de la Orotava,  la oscura noche del 7 al 8 de noviembre, estuvo precedida por intensas e incesantes lluvias acompañadas de fuertes vientos que soplaban del N.O. esta terrible noche quedó registrada en los anales de la historia del Puerto de La Cruz, como una de las más nefastas que tuvieron que soportar sus atribulados habitantes.

Las aguas arrastraron árboles, cultivos, personas y animales, destruyendo los alrededores del pueblo, llenando de escombros la plaza real y saliéndose de madre los barrancos, estando a punto de ser arrastrada al mar la población completa como lo fue la batería de San Carlos con todas las edificaciones de los alrededores, pereciendo  dos de los soldados que estaban de guarnición en la misma, otro consiguió escapar a lomos de una cureña, y otros dos lograron escapar hacía San Telmo, momentos antes de las aguas alcanzaran al reducto. Un derrame del barranco también alcanzó y derribó al fuerte de San Telmo. El ímpetu de las aguas fue tal que, barrancos como el de la montaña del Fraile que tenían 49 metros de ancho, medido  después de la tormenta dio 413 metros, los escombros arrastrados por los barrancos que bordean al pueblo, ganaron al mar 206 metros el de poniente y 255 el del  naciente aproximadamente. En la jurisdicción de la Orotava se formaron doce nuevos barrancos excavados por la violencia de las aguas.

En el puerto de la Cruz fueron arrasadas casas en la Hoya, El Tejal, Toscal, Cabezas y San Antonio, siendo preciso para transitar por la plaza del Charco, el uso de una barca, la fuerza de los torrentes entullaron e inundaron la mayor parte de las viviendas de la población. Esa misma noche, la furia del mar arrojó contra la costa a la altura de la carnicería, a la fragata francesa Joven Grabiela de cuyos tripulantes fallecieron 15, otros tres fueron arrojados por una gran ola al píe del monturrio logrando salvar sus vidas, a otro, una ola lo depositó en el muro de la casa de Pascual Caus, donde fue socorrido por éste y su familia.

De la inusitada violencia de este temporal y de los daños que causó en la isla, nos da idea la siguiente relación:

Puerto de la Cruz, 32 personas muertas, 23 animales, 31 casas destruidas, 6 arruinadas.

Villa de la Orotava, 104 personas muertas, 591 animales, 144 casas destruidas y 75 arruinadas.

Realejo Alto, 25 personas muertas, animales se desconocen el número, casas destruidas 41, arruinadas se desconoce cuantas.

Realejo Bajo, 14 personas muertas, se desconoce el número de animales, casas destruidas 9, arruinadas se desconocen el número.

Guancha, La.  52 personas muertas, animales 344, casas destruidas 72, arruinadas 31.

Rambla, La 10 personas muertas, animales 13, casas destruidas 14,

Icod, 5 personas muertas, animales el número de casas arruinadas y destruidas se desconocen.

 Santa Ursula, personas muertas, 1, animales 38, casas destruidas y arruinadas se desconocen.

El total de los daños conocidos en los pueblos reseñados fueron los siguientes:
   personas muertas 243. Animales 1.009. Casas destruidas 311, arruinadas 112.

Las pérdidas en las superficies cultivables fueron del diez por ciento, según estimaciones de los peritos nombrados al efecto por los respectivos Ayuntamientos de la comarca
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DAÑOS CAUSADOS EN SANTA CRUZ DE TENERIFE


Santa cruz de Tenerife, también sufrió cuantiosos daños como consecuencia del temporal, a pesar de contar con los excelentes desaguaderos naturales compuestos por los barrancos de Tahodio, al norte, de Santos o Araguy en el centro y el del Hierro o Ganigue al sur, además de numerosos barranquillos, entre ellos el del Aceite o Cagalacehite, los de Pino de Oro (Pino de uru), Almeida etc.

Hasta no hace muchas décadas, las lluvias solían ser abundantes y en los inviernos “fuertes”, éstas, hacían “correr” los barrancos, como imponentes torrentes, transportando en sus turbulentas aguas enseres arrancados de las humildes viviendas – casi siempre cuevas naturales situadas en las márgenes de los barrancos – de los pobres moradores. perros, gallinas, cochinos, cabras y vacas, e incluso personas, no era infrecuente verles arrastrados por las ocasionales riadas y flotando en las aguas de la bahía santacrucera, en las proximidades de las desembocaduras de éstos barrancos.

Podemos imaginar la dantesca visión que ofrecía la costa de la ciudad, al amanecer del día 8 de noviembre de 1826. Las aguas teñidas de un color marrón, debido a la gran cantidad de lodos vertido por los barrancos, infinidad de cuerpos de  animales e incluso personas flotando junto a   los objetos más dispares, los mástiles de algunos navíos apenas dejaban ver unos metros sobre la superficie marina, y en la rivera, cascos de naves destrozados mostraban a un cielo de color plomizo sus costillares retorcidos por la furia de las implacables fuerzas de la naturaleza y rodeados por los restos dispersos de  fardos y toneles que el día anterior habían formado parte de  ricos cargamentos con destino a Europa y América. 

Los daños humanos y materiales fueron cuantiosos, 311 casas destruidas y 1.009 las arruinadas. En el Valle de San Andrés (Abikure o Abicore), fueron arrasadas 600 fanegadas de tierras de cultivo, 3.695 varas de paredes destruidas y 5.368 árboles desarraigados. Se arruinaron la iglesia y siete casas, otras tres fueron llevadas por las aguas del barranco, 8 animales desaparecieron. (vacas y mulos)

En Valleseco las pérdidas se cuantificaron en moneda de la época en 5.300 pesos las perdidas sufridas en las casas y  tierras, 46.450 pesos en el Bufadero, 3.700 pesos en Tahodio, 5.390 en los altos de Santa Cruz (Los Campitos, Las Mesas, Pino de Oro, etc.)  y 25.560 en El Cabo ( de ellos 2.000 pesos en el cuartel de San Carlos, y 1.500 en el hospital de los Desamparados, 1.000 en la iglesia de la Concepción, 8.000 en el puente del Cabo y 1.500 en el convento de Santo Domingo;) más 2.230 pesos en las Mesas, encima de Tahodio, 6.200 en el Camino de los Coches, Almeida y Los Campos y 3.459 en el Toscal, elevándose el total de las pérdidas calculadas en Santa Cruz a 1.860.662 maravedís.

El Jardín de Megliorini, orgullo de sus propietarios-y de la ciudad- quedó totalmente destruido. En Santa Cruz no ocurrieron desgracias personales, quizás por ser una población habituada a hacer frente a los frecuentes temporales que especialmente en los inviernos azotan sus costas.

Entre los navíos perdidos en tan aciaga noche, tenemos documentados los siguientes: Tenerife, (a) Alerta bergantín de 290 toneladas, de la carrera de América, que fue lanzado a la costa, con pérdida de 15.000 duros; el bergantín Goleta de 57 toneladas, que también dio en la costa; el bergantín Tinerfeño San Juan Bautista (a) Fortuna, con pérdida de 6.000 duros; el bergantín de bandera estadounidense Potomak, de 112 toneladas con pérdida de 12.000 duros, un piloto y dos marineros; El pailebot de la matricula de Tenerife San Antonio, se perdió en la travesía de Santa Cruz a La Palma, perdiéndose con él los 6 marineros de la tripulación. Además se perdieron en la isla 16 puentes, 10 molinos, 8 acueductos y 3 templos.

El Ayuntamiento Santacrucero acordó formar un censo de los daños y pérdidas por cuarteles (distritos), y solicitar del Rey de España el perdón de los atrasos en las contribuciones, solicitud que fue desestimada por la corona.

Un testigo de excepción de la catástrofe, fue el cónsul de Inglaterra en Canarias Mac Gregor, quien impresionado por la magnitud de la misma y conocedor de la extrema pobreza de las clases populares de Santa Cruz y de la isla en general, tuvo la iniciativa de promover una suscripción  entre el comercio de Londres, para ayudar a los habitantes más desprotegidos de Santa Cruz, consiguiendo recaudar 545 libras, que eran 3.720 pesos.

Informado el gobierno español por su embajador en Londres de esta humanitaria iniciativa, impidió que la ayuda se hiciera efectiva, aduciendo que, las desgracias sufridas por las islas, era una cuestión interna de la corona española.

La magnitud de la catástrofe tuvo eco en la prensa europea, pero debido a la ignorancia de los periodistas sobre las islas, y por las deficiencias de los medios de comunicación de la época, se publicaron notas informativas tan peregrinas como la siguiente: <<Se afirma que la tempestad que asoló últimamente la isla de Tenerife no ha dejado indemne al célebre Pico. Las rocas que lo coronan han cedido a la violencia del viento; la cumbre desmoronada ha cambiado de aspecto y el monte parece hoy menos alto de lo que era antes de la tempestad.>> publicado en “Nouvelles Annales des Voyages”, XXXIII (1827), p. 28


PÉRDIDA DE LA IMAGEN DE LA  DIOSA CHAXIRAXI



Antiguo grabado de la Diosa Chaxiraxi.
 
Siendo las pérdidas humanas importantísimas y las materiales muy cuantiosas, éstas, fueron asumidas por el pueblo con la resignación propia del espíritu fatalista que siempre a impregnado los sentimientos de los isleños, quienes –por otra parte-tienen asumido que, el hecho de vivir conlleva todo un cúmulo de desventuras, tanto por la habitual dureza del entorno, como por la continua presión de son objeto por parte de los estamentos sociales dominantes. Pero aún así, sufrieron un gran quebranto espiritual con la pérdida de su venerada imagen  la Virgen de La Candelaria, - nuestra  adorada Chaxiraxi-, llegando a poner en duda la veracidad de las palabras de los predicadores cristianos,  quienes propugnaban que toda catástrofe o desgracia provenía como castigo de Dios por los continuos pecados de los hombres. El pueblo llano se preguntaba ¿cómo era posible que Dios permitiese la destrucción de su Madre, por el tremendo temporal que la arrastró hasta el fondo del mar, perdiéndose para siempre?. ¿Qué pecados podía haber cometido la Virgen para merecer tal castigo?. A los predicadores les llevó mucho tiempo el desterrar estas interrogantes de las mentes de los atribulados fieles.

El temporal fue inmisericorde con la capilla de la Diosa Chaxiraxi y sus cuatro ancianos cuidadores religiosos Dominicos, quienes pusieron más empeño en salvar el tesoro de la imagen que a ésta. Si bien estos consiguieron refugiarse en la cueva de Achbinico, la que antiguamente había servido como primera parroquia del Valle de Güímar, y posteriormente de morada a los condes de la Gomera, no tuvo igual suerte la imagen, la cual fue arrastrada con la capilla por el torrente del desbordado barranco, cuyas paredes de contención que habían sido mandadas a construir por el Capitán General de la colonia Conde de Eril, no soportó la presión de las aguas.

La coyuntura fue aprovechada por la comunidad religiosa de los dominicos para vender la mayor parte del tesoro de la Diosa Chaxiraxi, pretextando por una parte las necesarias obras de reconstrucción del templo, y por otra, hicieron correr el bulo de que la mayor parte del tesoro había sido arrastrado por las aguas. Entre las piezas vendidas figuraba una celebrada madeja de perlas. Posteriormente una copia de la imagen fue encargada al escultor orotavense F. Estéves,  cuyo costo ascendió a 3000 reales.

La isla de Tenerife ha sufrido otras importantes aluviones catátrosficos durante el transcurso de su historia reciente, recordemos algunos de ellos:  El de 1814; el 6 de mayo de  1821, el temporal destrozó el “martillo”(la punta) del muelle; el 8 de marzo de1837  las aguas del barranco de Santos inundaron la iglesia de la Concepción y, arrastraron dos casas y parte de la huerta del hospital; En al calle del Pilar quedaron destrozadas varias casas y huertas, teniendo que ser evacuada la cárcel, el 6 de diciembre de 1853, la aluvión inutilizó el camino a San Andrés, así como el que comunicaba con Los Campos; las casas del Modista fueron inundadas y el agua se estancó en la muralla de la Marina, que la cual tuvo que ser desbaratada parcialmente para permitir el desagüe; el 11 de diciembre de 1859 hubo una terrible aluvión causó grandes destrozos en la plaza del Hospital Militar, perdiendo la vida varias personas en la casa del Modista. El temporal de acaecido el 3 de enero de 1868, arruinó la torre de la casa de Francisco García: después de examinada por el arquitecto municipal, <<resulta probado científicamente la necesidad de derribarla>>. Las lluvias torrenciales del 19 y 20 de diciembre de 1879 desbaratan el puente del Cabo y ocasionan varios destrozos en el barranco del aceite; (Cagalacehite) del 22 al 24 de  diciembre de 1879 la iglesia de la concepción quedó inundada y el Diario de Tenerife no pudo acudir a su cita habitual con los lectores, pues su maquinaria e instalaciones quedaron estropeadas por las aguas del barranco.

























(5) LA CASA LERCARO

 Es indudable que en la época en que la hermanas Casalón hacen su “inspección” en la mansión de los Lercaro, esta familia estaba ya inmersa en la decadencia general que asolaba a la ciudad de La Laguna. Las primeras noticias que tenemos sobre la familia Lercaro nos dicen que el primer miembro establecido en las Islas lo hizo en Las Palmas de Gran Canaria en 1550. Fue don Jerónimo Lercaro en compañía de su hijo Ángel, éste casó con Leonor de León, y alcanzó o compró el empleo de teniente de gobernador de la isla. El primogénito de este matrimonio llamado Francisco, se estableció en La Laguna, casando con la también genovesa Catalina Justiniani. Al igual que hiciera su padre compró el cargo de teniente de gobernador, lo ejerció a partir de 1585. La familia Lercaro dedicó sus actividades comerciales orientándolas preferentemente a la exportación y al “mercadeo” en alta mar. En la historiografía canaria hay pocas noticias referentes a las actividades sociales o culturales de esta familia, posiblemente vivieron en un círculo más restringido o encerrados en sí mismos que el resto de burguesía comercial europea establecida en las islas a juzgar por el hecho de que sus varones preferían buscar esposas en  Génova que en las islas particularidad esta que queda recogida en el “Diario”.

             La casona pasó por varias vicisitudes durante las décadas siguientes durante las cuales la casa estuvo destinada a varios usos, entre ellos, fue sede de un destacamento militar, posteriormente albergó la Facultad de Filosofía y Letras, colegio de primera enseñanza, carpintería, zapatería, taller de reparaciones de electrodomésticos...Esta hermosa casona fue mandada a construir a finales del siglo XVI por los Lercaro familia de mercaderes genoveses que se establecieron en la isla años después de la conquista, en los tiempos de mayor auge comercial, los semisótanos de la casa llegaron a albergar en ocasiones a más de trescientos esclavos negros y moriscos los cuales constituían una de las mercancías más valoradas no solo por los propietarios de ingenios azucareros y terratenientes de las islas, sino que con los azucares y los vinos, constituían los productos básicos de las exportaciones canarias hacía Europa y América.

            El edificio fue objeto de varias ampliaciones durante los siglos XVII, XVIII Y XIX,  es digno de destacar que en el patio conocido como “de los esclavos”, en el muro donde se apoya la escalera exterior de acceso a la cocina de las dependencias altas, existen varios petroglifos grabados en las piedras, es posible que estos grabados ya existieran en el yacimiento de donde estas fueron extraídas, o bien pudieron ser ejecutados por algunos de los contingentes de esclavos que por la casa pasaron. Durante el siglo XX tuvo los usos que hemos reseñado más arriba hasta que en la década de los 70 del mismo, fue adquirido por el Cabildo Insular de Tenerife, quien acometió las obras de restauración del inmueble las cuales culminaron en 1993.

             En la actualidad alberga el Museo de Historia de Tenerife en el cual se conserva y exhisibe un interesante legado de la cultura colonial. Como todo buen museo que se precie, no le puede faltar un halo de misterio, por ello sus responsables se esfuerzan en crear una leyenda romántica en torno a una supuesta Catalina, la cual contradiciendo los usos de su época y clase, se negó a contraer matrimonio con el partido que le habían elegido sus parientes, decidiendo arrojarse al pozo de la casa vestida de novia. Naturalmente los promotores de esta romántica leyenda se apoya en la rumorología popular. Es interesante destacar que el brocal que actualmente está en el pozo situado en el patio trasero de la casa procede de la aljibe de la casa del Pirata o casa de los Mesas en el barrio de Machado.

 LOS FORSTALL

El secular abandono y dejación que los diferentes gobiernos españoles mantuvieron a las Islas, cuidando solamente de mantenerlas como estación de suministros de las armadas que se dirigían a las Indias, y como lugar idóneo donde colocar a toda una pléyade de inútiles empleados bien pagados parientes y amigos de los gobernantes de turno, o bien un lugar ideal donde desterrar  a los empleados incómodos para el trono, dio lugar a la creación de una economía basada en la rapiña de los poderosos sobre los más débiles. El gobierno español se limitaba a extraer impuestos de las islas sin preocuparse lo más mínimo del desarrollo de las mismas y dejando que las actividades comerciales y de otra índole fuesen desarrolladas por quien quisiese, aprovechándose éste y sus funcionarios de la recaudación de los impuestos como hemos dicho.

             Las familias europeas establecidas en la colonia canaria estuvieron siempre muy vinculadas entre sí, no sólo por los  orígenes comunes de las mismas, sino que además les unía determinados  intereses económicos o de grupo, y en algunos casos, sociales o religiosos, como es habitual en cualquier colonia. El comercio importante de las islas ha estado siempre en manos de foráneos y ellos les ha permitido  crear grupos de presión fuertemente constituidos mediante los cuales han gobernado política y económicamente al país, en unas ocasiones directamente, en otras a través de sus inmediatos descendientes ya que muchos de ellos nacieron en canarias, tomando carta de naturaleza pero no renunciando a los postulados de grupo colonizador dominante, enfrentándose en este aspecto a españoles y criollos sobre los cuales ejercían una supremacía cultural y  económica, e incluso política.

             El mayor auge de poder económico y político directo alcanzado en las islas por esta burguesía comercial foránea, fue sin lugar a dudas durante los siglos XVIII Y  XIX.

Ante la progresiva emancipación de las colonias españolas en América, el gobierno español comienza a tomar conciencia de que en el noroeste de África aún le quedan unas posesiones que si bien hasta el momento les habían sido útiles como punto de avituallamiento para sus flotas de Indias, lugar de extracción de impuestos y mano de obra semi-esclava, al perder el resto de las colonias americanas se propone “poner en producción” esta finca que le queda en el atlántico, pero al intentarlo se encuentra con que debido a los continuos subarriendos llevados a cabo por la corona durante los siglos anteriores, los medios de producción de las islas están en manos de foráneos no españoles.

             Ante esta tesitura el gobierno español comienza a desplegar una serie de maniobras tendentes a recuperar el dominio perdido de su finca, para ello dicta normativas encaminadas a fortalecer la posición de un grupo dominante cuyo españolismo es bien contrastado y haciendo uso entre otros medios, de las posibilidades que le ofrecía la ley de desamortización promueve el acceso de este grupo a la propiedad de grandes extensiones de terrenos (en ocasiones tolerando los medios ilícitos de que se valieron algunos de los adjudicatarios) que antes habían sido comunales y en algunos casos de la iglesia católica, situación esta que llegó a crear graves conflictos en el pueblo canario. Nace así una nueva y poderosa clase social opresora del campesinado denominada de caciques. El gobierno español hace uso de este nuevo instrumento a su servicio y lo enfrenta a la burguesía comercial con el ánimo de mermar el poder político y social que esta ostentaba, al mismo tiempo, fomenta el enfrentamiento entre  sí de los diferentes grupos y familias dominantes al objeto de resquebrajar el sentimiento de identidad nacional que estaba resurgiendo en el pueblo y entre determinados grupos influyentes. Como resultado final de las maniobras urdidas por el gobierno español quien, aplicando una ves más el  axioma  divides y vencerás, la nación canaria quedó dividida en dos “provincias” al tiempo que quedaba instaurado el denominado pleito insular, situación mantenida y fomentada aún en nuestros días por el poder central y sus fieles testaferros quienes se autodenominan nacionalistas.

            En este proceso de “reconquista y recolonización” por parte de los españoles, se vieron involucradas varias conocidas familias relevantes de origen europeo y afincadas en canarias,  entre ellas, naturalmente los Forstall, quienes tuvieron siempre un destacado papel en la marcha de sociedad tinerfeña en particular, interviniendo en todos aquellos negocios cuya rentabilidad era segura, no desdeñando el tráfico de esclavos e incluso la recluta y transporte para América de los semi-esclavos blancos canarios como tendremos oportunidad de ver.

              Don Pedro  se establece en Tenerife sobre las últimas décadas del siglo XVIII, tras el triunfo de la revolución de 1688 en Gran Bretaña.  Natural de Kilannyon o Kilkenny,  Irlanda.  Don Pedro Forstal, (1743- 1787)  fue castellano de la fortaleza de La Rosa, junto a la cual tenía su casa Pedro Forstall fue de  los  seis primeros regidores elegidos por el primer alcalde constitucional de la Villa de Santa Cruz don José Víctor Domínguez, según privilegio de villazgo concedido a la plaza y puerto de Santa Cruz en 1804, por la defensa mantenida durante el ataque del contralmirante inglés Sir Horacio Nelson. Durante la acción estuvo don Pedro al frente de una de las seis “rondas de abastos”, en el ejercicio de cuyo cometido tuvo un ligero enfrentamiento con las tropas inglesas en un almacén, tal como hemos expuesto en otro lugar de esta obra.

            La moral católica de Pedro Bernardo Forstall  no debió ser de muy firmes convicciones (ya que se educó en Inglaterra) según se desprende del incumplimiento de un compromiso matrimonial, del que como consecuencia fue denunciado  en 1750 por la ultrajada María Clementina Macarti, hija de Dionisio Macarti, quien reclama a Pedro Forstall, por no haberle tenido la palabra dada, condenándose a éste pagarle 1.500 ducados, caso de no cumplir. Como resultado de la reclamación se formó proceso matrimonial y se le dio por cárcel la ciudad, que él quebró. Fue condenado a pagar los 1.500 ducados, a los que María Clementina renunció, cediendo 1.000 ducados a la fábrica de la Concepción de La Laguna y 500 al hospital de los Desamparados de Santa Cruz.

             El 13 de septiembre de 1767 es cedido a Pedro Forstall la mitad de la capilla del Huerto, en el convento de San Francisco para enterramiento, por los muchos servicios prestados,  esta capilla había sido cedida por el convento a la orden tercera franciscana y de la cual posiblemente don Pedro era cofrade a juzgar por las aportaciones económicas de la familia Forstall para la terminación de las obras de ampliación, las cuales concluyeron en 1763.

            Casó con María Blanco Russell Strickland, hija también de irlandeses afincados en la isla, procrearon a Juan y Pedro Bernardo, éste último nació en 1804 e hizo estudios en Londres.  

           

Casa de la familia Forstall en la calle de San Francisco.
Foto: Archivo del Autor.
 
Los opulentos comerciantes de Santa Cruz, ante las calamidades públicas acostumbraban hacer notoria su caridad. Una de estas ocasiones fue la epidemia de gripe que asoló la ciudad en 1807, como era natural la parte más afectada de la población fue la de los pobres, victimas más propicias debido tanto a la deficiente alimentación como a las precarias condiciones higiénicas en que vivían. En esta ocasión algunos ricos comerciantes recorrieron las calles acompañados de sus criados portando grandes sacos llenos de pan y provisión de caldo que iban distribuyendo de casa en casa.



Entre estos Samaritanos, se distinguieron don Pedro Forstall y don Enrique Casalón, quienes por su mayor riqueza, costearon cada uno cuarenta camas en el hospital. Debemos destacar que era bastante frecuente el que estos dos ciudadanos costeasen conjuntamente actos públicos, como la inauguración de la Parroquia del Pilar; el ascenso de un comandante e incluso algunos festejos populares.

              La familia Forstall continuaba manteniendo o mejor dicho aumentando su influencia en la sociedad tinerfeña, en 3 de febrero de 1838, encontramos a don Bernardo Forstall, como alcalde de Santa Cruz inaugurando la fuente del barrio del cabo, la que posteriormente pasó a llamarse “Fuente de Morales”, nombre impuesto en agradecimiento del supuesto patronazgo del general.

             Entre los negocios en que participó don Bernardo Forstall, se contaba <<La Sociedad de Tenerife para la pesca del salado>>, constituida en 1838, con un capital de 10.000 pesos, y de la que era Director. Les acompañaban en la empresa Bruce and Hamilton, como tesoreros, como contador Juan Manuel Foronda, y como secretario Pedro Mariano Ramírez. Esta sociedad no tuvo el éxito que se esperaba, pero este fracaso no intimidó el animo emprendedor de don Bernardo, y ante la acuciante necesidad de que la “Provincia” contase con una banca propia local que les liberase de los préstamos de usura, los cuales en ocasiones llegaban al 75% de interés, decide crear el “Banco de Canarias”. El 18 de marzo de 1847 se firman los estatutos de la nueva entidad, en la que intervienen Basilio Fernández Franco, Antonio Auset y Bernardo Forstall. Las pretensiones de la sociedad era la consecución de un capital de 4.000.000 de reales, repartidos en 2.000 acciones. Pero los hados no fueron propicios al proyecto, y este no pudo llevarse a cabo, lo que nos hace pensar que no conviene que en Canarias se cree una banca propia, pues proyectos de creación de la misma intentados en épocas posteriores, han tenido el mismo éxito que el emprendido por Bernardo Forstall y compañía.

             Otra de las facetas comerciales que proporcionaba grandes beneficios si no se tenían demasiados escrúpulos era la emigración de los desgraciados campesinos y braceros canarios a América. Bernardo Forstall era persona que mantenía importantes contacto comerciales en Cuba en la cual residió en diversas ocasiones, (su primer viaje a La Habana lo efectuó en 1826. Volvió con su hermano mayor en y permaneció en Cuba hasta 1839 en que regresó a Tenerife, dejando a su hermano Juan en La Habana suponemos que como representante de sus negocios, apenas de vuelta a la isla, viaja a La Habana (por tercera vez) por tanto, no podía quedar al margen de este negocio que rendía píngüe beneficios económicos, bien remitiendo directamente los contingentes o financiando los mismos. Por ello llegó a ser uno de los principales proveedores de esclavos blancos de Canarias para los hacendados y las obras públicas de la recién independizada  Isla de Cuba. El control de estas exportaciones de seres humanos los ejercía Pedro Bernardo a través de la Compañía González y Forstall, quienes aprovecharon hasta el último peso de los fondos destinados por la junta de fomento de Cuba para el traslado de mano de obra barata.  En este -como en otros negocios- Forstall no debió ser un ejemplo de honestidad a juzgar por las múltiples reclamaciones que recibió de los receptores Cubanos, valga como ejemplo de lo dicho estos párrafos extraídos de un artículo publicado en “Revista de Historia”(nº 176.Año1992), por don Manuel Hernández González, quien nos dice: <<...Los empresarios canarios estaban interesados en sacar la mayor tajada de la explotación de los emigrantes a través de esas contratas abusivas. Pero también se aprovechaban de las ansias y las expectativas de los isleños facilitándoles el viaje, con la falsificación de los documentos, a sabiendas de que no eran la mano de obra joven, barata y óptima que los empresarios cubanos querían para trabajar en las labores agrícolas o en las públicas. Por ejemplo Bernardo Forstall, miembro de una notable familia de la burguesía comercial santacrucera, que era el comisionado encargado por la Junta de Fomento de la población blanca de velar por el cumplimiento de la legalidad es denunciado en 1856 por ésta por dar <<cada vez más nuevas pruebas de inmoralidad en el desempeño de sus funciones>>. Se le acusa, en connivencia con los párrocos, de falsificar las cédulas de bautismo de numerosas familias que de otra forma estaban imposibilitadas legalmente de viajar>>.

             Para concluir estas breves notas sobre la familia Forstall, queremos hacer referencia a los cargos político desempeñado por uno de sus miembros más significados. Don Pedro Bernardo, alcalde electo de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife en los años 1838 y 1843 en esta última legislatura tomó posesión el 1 de enero y cesó el 23 de marzo de 1844. Miembro de la junta gubernativa de canarias en agosto de 1836 por la isla de La Gomera. También fue miembro de la logia los comendadores del Teide con el nombre de Marco Aurelio.

Septiembre de 2011.



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