jueves, 6 de octubre de 2011

RELACIONES GENÉTICAS ENTRE LAS POBLACIONES CANARIA Y NORTEAFRICANAS



Francisco García-Talavera C.

INTRODUCCIÓN
Los primeros europeos que llegaron a las Islas Canarias quedaron sorprendidos por las características físicas de sus antiguos habitantes que, a pesar de su aspecto primitivo, en grandes rasgos no se diferenciaban demasiado de las poblaciones blancas del sur mediterráneo.
Desde comienzos de la ciencia antropológica, los investigadores del siglo XIX observaron con extrañeza el parecido de los parámetros antropométricos de gran parte de los guanches (generalizando el término a todos los habitantes preeuropeos de Canarias) con el hombre fósil de Cro-Magnon. Pero es en el siglo pasado cuando se establecen las bases de comparación entre los antiguos canarios y las poblaciones norteafricanas, al resultar evidentes no solamente las similitudes físicas, sino también culturales, especialmente a medida que se avanzaba en el conocimiento de la prehistoria y cultura antigua del archipiélago.
Según Ilse Schwidetzky (1975): "Las islas Canarias ofrecen un campo extraordinario para la investigación antropológica. Primero porque en ellas una población prehistórica dejó en sus cuevas sepulcrales y en sus túmulos un material óseo excepcionalmente abundante (...) y además, la historia de la población de estas islas, en su evolución a partir de la conquista, es suficientemente conocida. Por lo menos desde Wölfel (1930) se sabe documentalmente que los grupos humanos prehispánicos no se extinguieron sino que sobreviven en la población actual, después de un inicial y rápido proceso de cristianización y aculturación".
Pero esta forma de pensar no es nueva, pues ya Glass en el siglo XVIII, Verneau, Berthelot, Chil y Naranjo y Bethencourt Alfonso en el XIX, y en el siglo XX Fischer, Wölfel, Schwidetzky, Weninger, Fusté, Rösing y Camps, entre otros eminentes investigadores, expresaban en sus escritos dichas analogías antropológicas. Este último (Camps, 1984) es muy explícito al respecto cuando dice, refiriéndose a la antigua población mechtoide (cromañoide) norteafricana: "Del tipo Mechta el Arbi subsisten hoy en día algunos raros elementos en la población norteafricana que, en su casi totalidad, pertenece a las diferentes variedades del tipo mediterráneo. Aquellos representan como máximo el 3% de la población actual del Maghreb, pero son mucho más numerosos en las islas Canarias".
En cualquier caso, no hay que centrarse solamente en el mayor o menor grado de pervivencia del tipo Mechta-Afalou en la población canaria actual - que no deja de ser un tema muy interesante desde el punto de vista antropológico, pues en Canarias tenemos un verdadero laboratorio viviente - sino que también debe estudiarse ese alto porcentaje mediterranoide, que es el que más nos acerca a la población norteafricana amazigh actual.
 Ahora son las nuevas técnicas de la genética molecular aplicadas a las poblaciones, las que están propiciando un avance espectacular en el conocimiento de la evolución biológica e histórica de la especie humana. "Una nueva rama de la ciencia emerge con fuerza: la genómica histórica. La comparación de los perfiles genéticos de grupos étnicos permite poner a prueba los postulados históricos, muchas veces basados en deducciones poco objetivas: sin duda, la genómica complementa a la historia clásica" (Arnaiz-Villena, 1999).
En este sentido, con los estudios del DNA mitocondrial en poblaciones autóctonas de todo el mundo llevados a cabo, entre otros, por Cann, Stoneking y Wilson (1987), Ruíz Linares et al.(1995) y sobre todo los de Cavalli-Sforza, Menozzi y Piazza (1994) en 1800 pueblos aborígenes de todo el orbe - sin llegar a ser definitivos, entre otras razones por las limitaciones en la obtención de genes diferenciadores - han quedado esbozadas las afinidades y diferencias genéticas entre los distintos pueblos del mundo y, lo que es más importante, sus relaciones, migraciones y evolución histórica.
 SÍNTESIS PALEOANTROPOLÓGICA E HISTÓRICA DE LA REGIÓN.
La existencia en el Norte de África de poblaciones blancas clasificadas inicialmente como caucasoides, ha dado píe a múltiples hipótesis sobre su origen.
La primera evidencia del poblamiento humano de la región la tenemos en los yacimientos de Ternifine, Ain Hanech y Sidi Abder Rahman, con una antigüedad de 200.000 años, que fueron clasificados como Homo erectus (Newman, 1995). Pero es la aparición del Homo sapiens de Jebel Irhoud del Paleolítico Medio (Musteriense) (100.000-200.000 años B.P.) con características neandertaloides atenuadas que preconizan el tipo de Afalou, y del hombre ateriense (sapiens sapiens) de Dar es-Soltan (30.000 años B.P.) que para algunos es el eslabón intermedio entre aquellos y el hombre moderno de Mechta-Afalou, portador de la industria Ibero-Mauritana (19.000-10.000 años B.P.). Este último, junto a los protomediterranoides venidos de oriente con la cultura capsiense (10.000 - 5.000 B.P.), constituyen los dos tipos humanos que han dado origen al pueblo bereber, que esencialmente conforma la mayoría antropológica de la población norteafricana actual.
El hombre de Mechta el Arbi, también conocido como Mechta-Afalou fue equiparado por los antropólogos del siglo pasado al tipo Cro-Magnon europeo, pero más tarde se ha visto que sin dejar de ser vecino o primo de aquel, presenta caracteres diferenciadores en el cráneo y en las dimensiones corporales. Posee, entre otras características físicas, una gran estatura (1,76 m. de media para los hombres), disarmonía entre una cara ancha y un cráneo dolicocéfalo, así como una gran capacidad craneana (1.650 cm3).
Este tipo humano dominante en el Norte de África hasta la aparición de los protomediterranoides capsienses, comienza a disminuir demográficamente y a retroceder geográficamente hacia el oeste, acantonándose en las montañas del litoral occidental mediterráneo y atlántico y en las Islas Canarias, así como en el sudoeste sahariano (Hassi el Abioud) y en el Sudán (Jebel Saba). Su desaparición no fue completa en el Maghreb, pues todavía se encontraba un 8% de población mechtoide en la época protohistórica y púnica, para pasar como ya hemos comentado, a representar solo el 3% de la población norteafricana actual. Por lo tanto, como muy bien apunta G.Camps (1996), el tipo Mechta el Arbi no puede considerarse como el ancestro directo de los imazighen actuales.
Fue hace más de 9.000 años cuando hizo su aparición en la parte oriental del Maghreb un nuevo tipo humano muy parecido a las poblaciones mediterráneas actuales que, al igual que ellas, presenta dos variedades: una robusta y de gran talla (1,75 m. para los hombres) y otra mas grácil que se localiza en las montañas. Este tipo de hombre, según todos los indicios venido de Oriente Próximo, se conoce como Protomediterráneo, término que también se aplica a poblaciones más antiguas de Oriente (natufienses).
A estos protomediterráneos muy bien podríamos llamarles protobereberes (Camps, 1996) por su cultura y sobre todo por su marcada propensión a la decoración con motivos geométricos, que son muy similares a los utilizados en la actualidad en el adorno corporal y en la decoración de la cerámica por sus sucesores bereberes.
Es a comienzos de la época histórica, a finales del calcolítico y durante la edad del hierro, cuando proliferan en el litoral norteafricano túmulos y monumentos megalíticos que albergan restos humanos, casi todos de tipo mediterráneo, y que apenas se pueden distinguir de los bereberes actuales. Esta cultura megalítica parece proceder de los países europeos del Mediterráneo occidental. Sin embargo, su influencia en la antropología física de la región es mucho menor que el pool genético aportado por las poblaciones venidas de oriente. Es también de Oriente desde donde, ya en época protohistótica e histórica, llegan pueblos colonizadores (fenicios, 1.000 A.C.) y conquistadores musulmanes (árabes y beduinos Beni-Hilal, siglos VII y XI) que de alguna manera alteran la genética norteafricana, especialmente estos últimos (Beni Hilal), que, con un contingente de unas 100.000 personas, contribuyeron también a una rápida arabización de gran parte de los pueblos imazighen. Otras invasiones y conquistas por parte de pueblos europeos y del Mediterráneo oriental: Romanos (146 A.C. - 439 D.C.), Vándalos (439 - 533 D.C.), Bizantinos (533 - 647 D.C.) y más tarde otomanos, turcos, portugueses, españoles, franceses e italianos, han contribuido con muy poco peso demográfico y escaso flujo genético a la conformación antropológica de la población norteafricana actual que, en su gran mayoría, es descendiente de los protomediterranoides capsienses, ancestros de los bereberes.
En Canarias, y de acuerdo con los principales antropólogos que han estudiado la tipología de las poblaciones aborígenes del archipiélago, como son Verneau, Fusté y Schwidetzky, entre otros, aparecen como tipos dominantes los dos mismos componentes prehistóricos del Norte de África: el Mechtoide (cromagnoide), y el Protomediterranoide. El primero, y más primitivo, arribó a las islas y las ocupó todas, según algunos autores, entre el 2500 y el 1000 A.C., y sería el portador de la llamada "cultura de sustrato" (Diego Cuscoy, 1961). Su proporción numérica en algunas islas como Tenerife (34%), Gran Canaria (33%) y Gomera (45%), era superior a la del tipo mediterranoide, lo que hace pensar en una temprana llegada a Canarias desde el continente, cuando aún era dominante en algunas regiones norteafricanas.
Simultáneamente, o con posterioridad, llegaron los protomediterranoides, pero en el caso de Canarias sólo se distingue el tipo robusto, también de gran talla, cara alargada y estrecha, y con un grado variable de extroversión goniaca que le da un contorno facial pentagonal o cuadrangular. Este tipo es asociado, al menos en Gran Canaria, con la "cultura de los túmulos" ya que enterraba a sus muertos en esos monumentos funerarios mientras que los cromañoides lo hacían en cuevas. En los últimos tiempos se ha constatado que no existía una separación racial tan clara como les pareció a los primeros antropólogos.
No obstante, autores como Hooton (1925), Fischer (1931) y Falkenburger (1942), añaden otros tipos raciales, como el negroide, orientaloide, alpino, etc., aunque en mucha menor proporción que los dos anteriores.
Aunque con peculiaridades insulares, el lenguaje y la cultura de los aborígenes canarios era netamente paleobereber, como lo atestigua la arqueología, la toponimia y la antropología.
Salvo contactos esporádicos con pueblos antiguos (fenicios, púnicos, romanos) generalmente con fines comerciales, y más recientemente con árabes y europeos, en campañas esclavistas, la población de Canarias permaneció aislada hasta la conquista (1402 - 1496). En ese momento las islas estaban bastante pobladas, siendo las dos centrales, Gran Canaria (30.000 - 40.000 habitantes) y Tenerife (30.000 - 35.000) las que poseían una mayor densidad demográfica y las que, a su vez, ofrecieron una resistencia tenaz a su conquista.
A pesar del fuerte bajón poblacional a consecuencia de la guerra, esclavitud y enfermedades, la población aborigen canaria quedó en mayoría con respecto a los colonizadores europeos, fundamentalmente ibéricos, como lo atestiguan los registros de la Inquisición española, las datas de repartimiento de tierras y otros muchos documentos.
Según Wölfel (1992), en el siglo XVI al menos la mitad de la población de Gran Canaria (10.000 habitantes) era aborigen, sin contar los mestizos entre canarios y españoles, pues muy pocos traían mujeres. En el caso de Tenerife, según el mismo autor, también se puede afirmar que, en el siglo XVI, tres cuartas partes de la población de Tenerife era de origen guanche. Wölfel llega finalmente a la conclusión de que a pesar de la inmigración europea en siglos posteriores, y de la fuerte emigración canaria a América, entre 2/3 y 3/5 de la población nativa actual lleva sangre aborigen y el resto europea.
GRUPOS SANGUINEOS. SISTEMA AB0
A pesar de los avances de la genética molecular en los últimos años, especialmente en el conocimiento del DNA mitocondrial y nuclear, el estudio de los grupos sanguíneos, entre ellos el sistema AB0, sigue siendo importante y complementario a la hora de abordar análisis genéticos comparativos entre poblaciones. Según R. Beals y H. Hoijer (1965): "los grupos sanguíneos son importantes antropológicamente porque sabemos con exactitud cómo se heredan". Nosotros hemos basado el estudio estadístico de la distribución del sistema AB0 en la isla de Tenerife en los datos de la Tesis de licenciatura de M. Trujillo (1974) y para el resto de las islas en Bravo y de las Casas (1958), Roberts et al. (1966), García-Talavera (1986) y Pinto et al. (1996). Y para la comparación con otros pueblos norteafricanos imazighen, en Kossovitch (1953) para Marruecos y Sahara y Benabadji et al. (1965) para Argelia (Kabylia).
Los datos sobre la proporción de grupos del sistema ABO en la población guanche los hemos tomado de Swarzfischer y Liebrich (1963) y Schwidetzky (1970), Benabadji y Chamla (1971) para los tuareg del Ahaggar, y Johnson et al. (1963) para los bereberes Ait Haddidu del alto Atlas.
A la vista de las tablas comparativas podemos extraer las siguientes conclusiones:
a) En la población canaria nativa actual, el grupo sanguíneo 0 sigue siendo el de mas alto porcentaje (48.0 %) frente al 39.6 % del grupo A, a pesar del tiempo transcurrido desde la conquista y de que el grupo A es dominante y el 0 recesivo (Schwidetzky, 1970). Sin embargo, el grupo mayoritario en los portugueses es el 47.1 % de A y 40.0 % de 0, (Da Cunha et al.,1963) y en los españoles es muy similar: A, con el 47.2 % frente al 38.6 % de 0 (Hoyos, 1945). Al ser estos dos países europeos los que aportaron la gran mayoría del contingente humano que se estableció en Canarias tras la conquista (conquistadores y colonos), podemos llegar a la conclusión de que la población aborigen canaria, lejos de desaparecer como aseguran algunos, quedó en amplia mayoría después de la colonización.
b) Se aprecian diferencias significativas inter e intra insulares en la distribución de los grupos (García-Talavera, 1993) y (Pinto et al. 1996). No es de sorprender la mayor proporción del grupo A en el Norte de Tenerife, porque fue en esa zona donde principalmente se establecieron los nuevos colonizadores, fundamentalmente portugueses, al recibir las tierras más ricas y fértiles. Tampoco sorprende la alta proporción de 0 en la Gomera (56.0%) pues esta isla no fue conquistada y la población nativa quedó en gran mayoría.
La alta proporción del grupo 0 encontrada por Swarzfischer y Liebrich (1963) en los aborígenes de Tenerife (83.9%) y Gran Canaria (94.7%), a pesar de haber sido obtenida, no por ausencia de A y de B, sino directamente, ha hecho dudar a algunos investigadores. Pero si comparamos estas cifras con las de los Tuareg del Ahaggar (75.4%) y bereberes Ait Haddidu del Atlas (79.7%) vemos que son bastante aproximadas. Y si observamos que en las tres poblaciones el aislamiento es la característica común (islas, altas montañas, desierto) cabe pensar en la actuación en ellas, durante siglos, de la deriva genética, el efecto fundador y la consanguinidad.
Por otra parte, se observa que los porcentajes del sistema AB0 en Canarias se asemejan más a los de los países maghrebies estudiados, que a los europeos ibéricos. También se constata que en Canarias es más patente el dominio del grupo 0 sobre el A, que en Marruecos, Argelia o el Sahara. Esto se debe a que en estas islas el principal aporte sanguíneo del exterior es europeo occidental, mientras que en los países continentales del Maghreb, el principal flujo genético ha venido de Oriente Próximo y, en menor medida, del África subsahariana, regiones en las que el grupo B aparece en un alto porcentaje. En Canarias, las islas orientales Lanzarote y Fuerteventura poseen unos valores elevados de este último grupo (17.5% y 16%) según datos obtenidos por Pinto et al. (1996), que son similares a los de Marruecos y Argelia, lo que, con toda probabilidad, es debido a la entrada masiva en dichas islas de esclavos de la vecina costa africana después de la conquista, en los siglos XV y XVI.
Los estudios de HLA también han contribuido, sobre todo a partir de la década de los 80 del siglo pasado, al conocimiento de las relaciones genéticas entre poblaciones. En el caso de Canarias se ha constatado la existencia de flujo genético de los pueblos norteafricanos e ibéricos hacia las Islas.
EL ADN MITOCONDRIAL
Ya hemos comentado la importancia que en la actualidad están cobrando las investigaciones sobre genética molecular, especialmente del ADN celular. Y en el caso de genética de poblaciones, el ADN mitocondrial es el mas útil, ya que con tan sólo 16.000 pares de bases es mucho más sencillo de analizar en él las secuencias correspondientes, que si lo hacemos con el nuclear.
En Canarias, a pesar de que aún no se sabe con certeza la región exacta de procedencia de los aborígenes, el registro arqueológico, lingüístico, antropométrico, serológico, de las impresiones dermopapilares y, sobre todo, las afinidades culturales con el mundo amazigh, apunta hacia el Noroeste de Africa como referencia básica.
En la última década, el avance ha sido espectacular en el conocimiento del genoma humano y de las diferencias genéticas entre poblaciones, destacando en este sentido el monumental trabajo de Cavalli-Sforza, Menozzi y Piazza (1994). Por su parte, en Canarias, Rando et al. (1999) llegan a la conclusión de que la distribución y variación entre las islas de un específico marcador del ADN mitocondrial, de procedencia noroesteafricana, sugiere que hubo un inicial proceso de poblamiento, que afectó a todas las islas, de este a oeste, que concuerda con la hipótesis de la "cultura de sustrato" (Diego Cuscoy, 1963). Indican, a su vez, una cierta afinidad genética de los canarios actuales con los bereberes norteafricanos, que proviene de los guanches mas que de los esclavos capturados en la vecina costa africana. Según estos autores, es mayor el aporte genético de la inmigración europea (60-75%) que el norteafricano (20-30%) y subsahariano (5-10%), porcentajes con los que no estamos de acuerdo, por las razones que ya hemos expuesto y por la escasa significancia de la muestra sanguínea (300 para todas las islas), así como por la indefinición, reconocida por ellos, de los orígenes de los marcadores genéticos que ellos consideran como europeos y que muy bien podían tener su origen en la población mechtoide de cultura Ibero-mauritana. También reconocen dichos autores que gran parte de la población femenina aborigen sobrevivió a la conquista y que la mayoría de las mujeres canarias actuales poseen esas características genéticas. De ahí la idoneidad de llevar a cabo este tipo de estudios en base al ADN mitocondrial, que se transmite por vía matrilineal, en lugar del cromosoma Y nuclear de los varones. No obstante, debemos reconocer que el trabajo de estos investigadores ha dado como fruto la localización de un subtipo dominante en las secuencias estudiadas sobre las 300 muestras de la población canaria autóctona: 163-172-219-311, con una frecuencia del 8%, que nunca ha sido encontrado fuera de las islas Canarias. También encontraron en el haplogrupo U, un "motivo canario" (U6b1) restringido a estas islas y que fue transportado desde el continente africano por los primeros pobladores.
 Pero son los resultados de las investigaciones de Cavalli-Sforza, Menozzi y Piazza (1994) los que por primera vez sitúan a los canarios en su lugar correspondiente con respecto a otras 48 poblaciones autóctonas africanas que albergan un mayor porcentaje de material genético comparativo.
Al analizar el árbol genético de esos 49 pueblos africanos se observa en primer lugar una clara separación en dos grupos: uno mayor, constituido exclusivamente por poblaciones subsaharianas y otro menos numeroso que incluye a los pueblos del Norte y del Este, llamado Nordeste (mediterráneos y saharianos). A su vez, el grupo Nordeste se divide casi exactamente en dos subgrupos, Norte y Este. La única población norteafricana que no se encuentra en el subgrupo septentrional es la argelina, que aparece en el oriental. Por el contrario, el único pueblo del este que no se encuentra en el subgrupo oriental es el somalí, que aparece en el gran grupo subsahariano.
Debemos decir que Cavalli-Sforza et al. Consideraron, algunos de los 49 pueblos como un conjunto de poblaciones, dándoles el nombre de la nación o de la etnia correspondiente cuando se extienden a varios países (Tuareg, Bereberes, Beduinos). En este caso todos los datos de esos pueblos fueron computados juntos y no fueron incluidos en sus países de origen.
En el caso de naciones como Argelia, Marruecos o Túnez, el muestreo se ha hecho en las capitales, donde la población es más heterogénea y representativa, excluyendo de ellas a los Bereberes.
Fig. 2. Árbol filogenético de las 49 poblaciones africanas estudiadas (según Cavalli-Sforza, Menozzi y Piazza, 1996).
Los canarios nos encontramos en el "Cluster" Norte a escasa distancia genética de libios y tunecinos, muy próximos entre sí, y a mayor distancia de otro subcluster" en el que se encuentran los beduinos y los nubios y marroquíes (sin bereberes). En este grupo Norte son "outliers" destacados los bereberes, lógicamente por todas las circunstancias antropológicas e históricas que hemos expuesto, y en menor grado los egipcios.
Llama la atención la situación de los Tuareg en el grupo oriental, siendo berberófonos y de cultura amazigh. Es esta una prueba de que no siempre lengua y genética van de la mano, como también apuntan Bosch et al. (1997) y Barbujani et al. (1994) al opinar que la pareja lenguaje-expansión genética para la familia lingüística afroasiática procedente del Levante, tiene poca consistencia estadística y que, por lo tanto, los bereberes deberían tener un origen más antiguo, puesto que se sabe que la difusión del Neolítico desde Oriente no aportó un masivo flujo genético, especialmente en el Noroeste de Africa donde se habla amazigh.
Según Cavalli-Sforza et al.(1994), los Tuareg presentan una clara afinidad genética con los Beja del N. del Sudán que, al igual que ellos, son fundamentalmente pastores nómadas del desierto y hablan una lengua cushítica que también es afro-asiática, aunque de diferente rama.
Teniendo en cuenta la escasa distancia genética entre estos dos pueblos, la explicación que le dan a este hecho es que el no pertenecer los tuareg al grupo genético bereber norteafricano es debido a que tuvieron un origen común hace 5.000 años. Luego se separaron y siguieron caminos distintos. El aislamiento y la deriva genética hicieron lo demás.
El caso de los argelinos es diferente, ya que su extraña posición puede ser debida a la escasa información genética que se tiene de ellos (24 genes), al igual que sucede con los marroquíes, al ser tratado aparte en ambos casos el gran componente bereber de esos países.
Al analizar los componentes principales, se vió que el primero absorbe el 30.4% de la información genética y si nos fijamos en su representación en coordenadas, observamos que se separan claramente los pueblos del Norte y Sahara de los subsaharianos, quedando los etíopes en medio, lo que coincide con la interpretación genética de mezcla entre caucasoides del Norte y negroides subsaharianos. Esta representación no coincide a grandes rasgos con el árbol genético, pero hay que tener en cuenta que es bidimensional y que entre el primero y segundo componentes sólo acumulan el 38.5% de la información genética total. Resulta curiosa la posición de los canarios, en este caso más próximos de los argelinos y marroquíes e incluso de los beja, que de los libios y tunecinos, que son los que figuran como más afines genéticamente de los canarios en el árbol.
 CONCLUSIÓN FINAL
La reflexión final que nos atrevemos a exponer es que, a la vista del abundante registro arqueológico, antropológico y lingüístico, junto al avance en el conocimiento de la prehistoria y la historia norteafricana y, sobre todo, los contundentes resultados de las investigaciones en biología molecular que están saliendo a la luz en los últimos años, es indudable la relación genética de los canarios con los pueblos norteafricanos amazighes.
El hecho de haber vivido separados durante milenios, al haber cruzado el mar y poblar las islas unos, y los otros soportado invasiones, conquistas y colonizaciones - que más tarde sufrirían los insulares - por parte de otros pueblos no africanos, no ha borrado las huellas del origen común.
Los pueblos invasores influyeron culturalmente en los que no se refugiaron en las montañas o en el desierto, pero el flujo genético fue escaso hasta la llegada al continente desde Oriente de los musulmanes Beni-Hilal en el siglo XI, que, aunque no influyeron de manera contundente en el pool genético, si contribuyeron decisivamente a la arabización e islamización del Maghreb. En las islas fueron los ibéricos los que siguieron el mismo guión aunque desde distintas ópticas culturales y religiosas. Estos españolizaron y cristianizaron a la fuerza a los canarios, pero como hemos visto, tampoco alteraron en gran medida la genética insular.
De manera que, a pesar de todos estos avatares, los canarios y los norteafricanos continentales seguimos conservando las características étnicas básicas que nos identifican con una raíz común, que se remonta muchos milenios atrás, cuando unos invasores - curiosamente también venidos de Oriente hace casi 10.000 años, posiblemente a consecuencia del cambio climático postglacial - arrinconaron y sometieron en gran parte a los autóctonos de ese momento.










No hay comentarios:

Publicar un comentario