miércoles, 2 de noviembre de 2011

AFRICANIDAD



 Eduardo Pedro García Rodríguez.

Desde los círculos dependentistas y colonialistas desde hace bastante décadas se viene trasmitiendo mediante los diversos medios de comunicación e incluso en determinados foros sociales y académicos, la idea de que la sociedad canaria en su conjunto ha tenido siempre asumido el hecho de considerar que nuestras islas forman parte territorial de  Europa.

Como bien saben los estamentos dominantes y los profesionales de la publicidad y el marketing, la palabra hablada o escrita es un arma considerable dependiendo su virulencia de las intenciones y fines de quienes desean emplearla como tal.

Con demasiada frecuencia los canales de televisión, las emisoras de radio, los medios escritos e incluso en determinados foros, nos bombardean constantemente con expresiones como estas: “en el sur se ha inaugurado el hotel más moderno de Europa” “el grupo roquero Pepe  presenta en Canarias el único concierto que da en España” “el Teide es la montaña más alta de España” “la cadena de grandes superficies Pepe establece en Canarias su única sucursal en España” “ la lluvia en Canarias como en el resto de España han sido intensas” etc. etc. etc. Otro aspecto que cuidan mucho estos “portadores de cultura” es evitar el empleo del término África o africano, los cuales  sustituyen falazmente por el de: “el vecino continente” o “subsahariano”, como si nuestras islas estuviesen situadas ahí, pegaditas a Madrid. Otra falacia del lenguaje lo constituye el uso continuado del término península, cuando alguien me dice: “fulano viajo a la península” la verdad es que me deja en un mar de dudas ¿A dónde viajó fulano? ¿A Portugal? ¿A  Italia? ¿A Kanchaka? O quizás a Bakassi, Cabo Verde, Azuero, Burica, Nicoya, Osa, Baja California, Nuussuaq, Yucatán, Península Balcanica, Crimen, a…, la verdad es que no me aclaro a que península viajó Fulano.

Es de suponer que tanto los estamentos de donde emanan tales mensajes como quienes los redactan, tienen unos mínimos conocimientos de geografía, entonces ¿Por qué este empecinado empeño en situar nuestras islas en el continente europeo? La cuestión está clara, decía un propagandista nazi que una mentira por desproporcionada que esta sea si se repite continuamente acaba siendo asumida como verdad.

Otro aspecto de esta falacia ampliamente difundido por el sistema colonial, es que en Canarias los sentimientos de pertenencia africanista son de reciente implantación y asumidos por un reducido grupo de la población.

No dicen lo mismo los registros históricos, existen varios ejemplos en los que la oligarquía y burguesía criolla dependiente canaria se planteó seriamente la africanidad de Canarias, naturalmente en situaciones en que veían la posibilidad de que sus ingresos económicos o sus privilegios estuviesen en peligro, en estas situaciones los estamentos dominantes no dudaban-ni dudan- en poner en entredicho su tan cacareada “inquebrantable españolidad y europeidad” más o menos como en los tiempos actuales ¡Nada nuevo bajo la Sol!

Como ejemplo de lo dicho, me permito transcribir unos párrafos de un documentado trabajo del investigador Antonio Bethencourt Massieu, titulado Segunda ofensiva diplomática por la africanidad, datado en el años 1750: “  […] Cuando inicia don José de Carvajal los contactos para el logro de un amplio tratado de comercio con Inglaterra, vuelve a tocarse tangencialmente el asunto de los vinos canarios. Incluso por los mismos comerciantes ingleses, multitud de cartas se habían dirigido desde el Archipiélago al embajador en Londres, Ricardo Wall, para que se reconociese su situación africana y, con ello, se lograra la derogación del Acta del año 63 y la rebaja de los derechos de nuestros caldos, equiparándoseles con los de Portugal y Francia.

En igual dirección se mueve Carvajal, desde la Secretaria de Estado, y a las instancias oficiales se unen las gestiones que durante cuatro años lleva adelante en la capital inglesa el abogado católico Mr. Murphy, que actuaba por encargo del comerciante George Commins y con el respaldo de la mayoría de sus compatriotas aquí afincados, hasta que obtiene un dictamen positivo del fiscal Mr. Henley. El representante local, don Félix Abréu, que se excusó de auxiliarle por carecer de órdenes precisas, manifestó sus temores de que, al aceptarse nuestros vinos como productos africanos y darles acceso a las colonias, pretendiese la otra parte una reciprocidad para la trata de negros que desde África mantenía con América, vulnerando así las prohibiciones señaladas en las leyes de Indias y, en suma, rompiendo el monopolio de derecho que España mantenía sobre sus posesiones; hipotético perjuicio que, en última instancia, paraliza coyunturalmente los canales diplomáticos y deja sin fruto alguno el momentáneo éxito de Murphy.

El reconocimiento de la africanidad, pese a todo, se mantiene como primer recurso para la reanimación de las exportaciones vitícolas en el memorial que a nuestro rey presenta, el 16 de septiembre de 1758, don Francisco Xavier Machado Fiesco, llegado a la Corte española con instrucciones del cabildo de Tenerife para, un primer término, presionar en lo referente a la exención de los derechos de entrada; pero a quien obligaron a optar por lo que parecía más sencillo, tanto la agobiante situación canaria, como lo inviable de aquella petición.” (Antonio Bethencourt Massieu, en: Millares Torres, 1997:145-6)

Insisto, nada nuevo bajo la Sol que alumbra a esta colonia de España situada al Noroeste de África.


Fuente consultada:
Antonio Bethencourt Massieu
En: Historia General de las Islas Canarias
De Agustín Millares Torres, T. 4
La Palmas-Santa Cruz de Tenerife 1997.

Ciudad colonial de Eguerew, noviembre de 2007.




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