domingo, 20 de noviembre de 2011

ORIGENES DEL PUEBLO GUANCHE-MAZIGIO




 Eduardo Pedro García Rodríguez

 EPOCAS DEL POSIBLE POBLAMIENTO DE LAS ISLAS: En Canarias, los estamentos científicos que se ocupan en la investigación del pasado histórico de nuestras islas, vienen manteniendo desde hace décadas dos posturas abiertamente enfrentadas, por una parte están los conservadores, investigadores en confortables despachos y asiduos de suntuosos salones donde se degustan generosos saraos, al tiempo que se trepa en pos de inmerecidos reconocimientos y prebendas, como pago de los fieles servicios prestados a la metrópolis, y por otro, los investigadores honestos, que a pesar de depender económicamente, así como de posibles ascensos y de justos reconocimientos en su carrera profesional, del sistema colonial, no dudan en enfrentarse en ocasiones con los fieles servidores del sistema. Muchos de estos servidores de la metrópolis tienen funciones de auténticos comisarios culturales encargados de censurar todos aquellos aspectos de nuestra cultura que puedan de alguna manera influir positivamente en nuestros sentimientos de canariedad, estos comisarios culturales están presentes en todas las instituciones culturales o no, que de alguna manera dependan o estén conexionadas con los centros de poder político y actúan bajo el silogismo de “Comité de Asesores”, y, naturalmente, cobran por ello. Son estos Catedráticos e investigadores bien pagados, quienes se enfrentan abierta y públicamente contra aquellos que más comprometidos con la sociedad Canaria, y con la comunidad científica internacional, no dudan en hacer público aquellos descubrimientos que van aportando luz a algunos pasajes de nuestra historia, que hasta el momento, el sistema colonial ha venido hurtando de la realidad histórica canaria, en un claro y sostenido intento por parte del sistema de hacer creer al pueblo canario, que nuestros ancestros carecían de una sociedad perfectamente estructurada y organizada, dando por sentado que esta llegó a las islas con la llamada civilización europea, es decir, con el (en gran parte) depravado modo de vida europeo, y en nuestro caso concreto con el español.

A pesar de situación de la colonización de la historia y la cultura en Canarias (entre otros aspectos), en las últimas décadas han surgido un grupo de investigadores Canarios (y algunos foráneos que lo son de corazón) que, aunque tímidamente, por las circunstancias de dependencia más arriba indicadas,  han tenido el valor de divulgar públicamente determinados aspecto del estado de la investigación científica en torno a nuestro pasado que, hasta esos momentos, sólo se manejaba en círculos reducidos de intelectuales profundamente comprometidos con el sistema imperante. Este  abrirse a la sociedad por parte de éstos investigadores progresistas no tardó en levantar las iras de los conservadores, éstos no dudaron – ni dudan - en promover intensas campañas de descrédito en torno a las personas que osan cuestionar los fundamentos científicos erróneamente sostenidos por los sanedrines dependientes, cuestionando en ocasiones los propios elementos materiales expuestos a la luz por las excavaciones arqueológicas. No deja de ser sintomático por ejemplo, el hecho de gran parte de la comunidad científica “Canaria” especialmente sectores dependientes de la Universidad de La Laguna, que tenía asumido, no sabemos basado en que, el supuesto hecho de que en las islas de Tenerife y La Gomera no existían grabados rupestres, pues bien cuando un grupo de ciudadanos o algunas asociaciones culturales realmente preocupados por los diferentes aspectos de nuestro pasado, dimos a conocer la existencia de grabados rupestres en la isla de Tenerife, el revuelo que tuvo lugar entre el sector acomodado de los catedráticos y profesores del área afectada de la Universidad de La Laguna, fue digno de mejor causa, la campaña orquestada desde este sector, tuvo tal magnitud que se vieron involucrados todos los medios de comunicación social de las islas, e incluso este grupo de profesores hicieron publicar un comunicado a toda página en un periódico local, y firmado por casi todos ellos, en

el cual a los honestos ciudadanos preocupados por nuestra historia, entre otras cosas se nos tachaba de saqueadores, estos extremos son fácilmente comprobables en cualquier hemeroteca, pues bien, algunos de los firmantes de aquel manifiesto, hoy día no sólo escriben libros sobre los grabados rupestres de Tenerife y del restos de las islas, sino que además dan clases sobre los mismos. Este hecho nos viene a demostrar por lo menos en este caso que el hecho de poseer en esta colonia una patente de corso (léase título universitario) no presupone que se está en posesión de la verdad absoluta, y en todo caso, que los ciudadanos honestos que sienten inquietud por el hecho cultural de la Nación Canaria, deben contar como mínimo, con el respeto del resto de los organismos involucrados en estas cuestiones, naturalmente en el marco de un respeto mutuo y dentro de las leyes que afectan a la cuestión, pero nunca desde una pretendida situación de prepotencia, y mucho menos, cuando quienes pretenden imponer esta supuesta supremacía ni siquiera son Canarios, o en algunos casos siendolo, son totales desconocedores de la realidad histórica de nuestro pueblo.

Como antecedente de estas asonadas intelectuales, tenemos la que protagonizó a finales del siglo XIX, lo más granado del mundillo académico contra D. Manuel de Ossuna y Saviñón y su piedra de Anaga, la verdad es que los detractores de D. Manuel, fueron inmisericordes, entre ellos el ilustre historiador gran Canario D. Agustín Millares Torres.

El origen del pueblo guanche-mazigio es indiscutiblemente norte africano, este es un hecho aceptado más o menos abiertamente desde los inicios de la conquista y colonización de las islas hasta la época moderna. Este hecho ha sido resaltado por parte de los primeros cronistas e historiadores europeos, y posteriormente por algunos criollos canarios, no obstante, y a pesar de la múltiple historiografía que trata sobre el tema, en las últimas décadas han surgido una serie de “investigadores” que han desarrollado un ingente esfuerzo tendente a confundir a la moderna sociedad canaria sobre la procedencia de los primeros habitantes de las Islas Canarias. Para ello, se han elucubrado las más disparatadas teorías sobre nuestros ancestros tendentes a difundir entre las jóvenes generaciones la incertidumbre sobre nuestros orígenes como pueblo diferente y diferenciado.

            Estas campañas más o menos encubiertas y disfrazadas de aportaciones “científicas” están dirigidas desde determinados estamentos del sistema dominante, y desarrolladas por unos personajes poseedores de patentes de corso  en el campo de la enseñanza y medios de comunicación sociales (titulados universitarios), quienes cumplen fielmente sus funciones de Comisarios culturales de la Metrópolis en nuestro país. Así, no faltan voceros que sin el menor pudor pretenden hacer descender al antiguo pueblo canario de: españoles, wikingos, alemanes e incluso ingleses, es decir, de cualquier procedencia menos de la que realmente descendemos que es la mazigia-africana. Esta situación propugnada en pleno siglo XXI, por el sistema imperante en la cultura canaria, no dejaría de ser grotesca e incluso cómica, si no fuese por el apoyo con que cuentan en los medios de comunicación social estos Comisarios culturales, quienes a base de repetirse pretenden convertir en verdad la más burda de las mentiras.

Por ello, creemos oportuno incluir en este trabajo unas breves reseñas sobre parte de la amplia historiografía publicada de eminentes investigadores especializados en antropología, Lingüística y Arqueología que se han ocupado del tema como: George Glass, Sabin Berthelot, René Verneau, Juan Bethencort Alfonso, Fuste, Wölfel, Weninger, Rösing y Camps, Fischer, Ilse Schwdetzky, Juan Álvarez Delgado, Rafael Muñoz Jiménez, Celso Martín de Guzmán.
Rafael González Antón, Francisco García-Talavera,  entre otros.



Así como cronistas e historiadores tales como: Frai Alonso de Espinosa, Antonio Cedeño, Tomás Marín de Cubas, Abreu Galindo, Leonardo Torriani, José de Viera y Clavijo, René Berneau, Juan Benthecourt Alfonso, Manuel de Ossuna y Saviñón, el Doctor Chil y Naranjo, Edmon Scory, Agustín Millares Torres,  Antonio Romeu de Armas y Alejandro Ciuranescu, entre otros, para una mejor compresión por parte los de lectores de los orígenes del pueblo guanche-mazigio de las Islas Canarias.

Es indudable que nuestros ancestros mazigios, cuando poblaron estas islas en sucesivas llegadas migratorias y en diferentes épocas, transportaron consigo su cultura material, costumbres, creencias, religión y ritos, dedicados a la Diosa-Madre, los cuales mantuvieron durante un periodo de unos mil ochocientos años antes de la llegada conquista y colonización de las islas por parte de los bárbaros europeos de la baja edad media. Cuando éstos comenzaron su labor depredadora por las diferentes islas, se encontraron con una cultura en la que los conceptos de ética, moral y justicia tanto social como económica, era con mucho superior a la barbarie europea que portaban aquellos aventureros y así lo dejaron consignado en los escritos realizados por los cronistas de algunas de aquellas nefastas expediciones, pero como convenía según las bárbaras costumbres europeas de la época que los pueblos a depredar fuesen catalogados como salvajes e idolatras, los esclavistas no dudaron en presentar al pueblo mazigio-canario, como unos cavernícolas cubiertos de zaleas que cuidaban rebaños de cabras, cochinos (cerdos)  y ovejas, a los cuales se podían esclavizar impunemente con el beneplácito del todo poderoso papado romano, en la época dueño absoluto de reinos, haciendas y vidas, a quién incluso los imperios y reinos más poderosos debían rendir tributos y vasallaje.

Así los piratas esclavistas cautivaban a los pacíficos habitantes de las islas para su posterior venta en los mercados esclavistas de Sevilla y Barcelona o Lisboa. Del producto de la venta percibían los impuestos correspondientes tanto los Reyes de España como la iglesia católica romana, la cual incluso participaba abiertamente en estas empresas esclavistas.

Con el objeto de que tengamos una visión aproximada de los primeros asentamientos de las islas por pueblos mazigios  (beréberes) procedentes del noroeste de nuestro continente, así como desde Egipto, vamos a seguir a algunos autores como hemos expuesto anteriormente. Para ello, vamos a extractar o transcribir algunos pasajes de los más significados, pero antes, veamos el planteamiento que sobre el estado de la cuestión arqueológica nos planteaba el investigador Canario hace unos años,  (sobre 1997) Celso Martín de Guzmán, la cual lamentablemente continúa vigente en nuestros días:

“De la revisión de la arqueología insular o de las opiniones que de ellas derivan, la primera sensación que se recibe es muy próxima a lo que, con toda justeza, Lévi-Straus llamó la <<orgía de la discontinuidad>>. Esta primera impresión que puede tornarse incomprensión, ante la multiplicidad del Archipiélago, debe ser superada tras el esfuerzo por ordenar lo complejo y complicado de la apariencia motivadora del caos.

El primer paso, para salir del laberinto canario, ha de encaminarse, no a la renovada lamentación sino a la obtención de las herramientas de discriminación y penetración que posibiliten la explicación razonada (o racional) del complejo de afuera y del complejo de adentro. Tras este logro, puramente fenoménico, la opción epistemológica ha de propiciar el desvelamiento de los niveles profundos, más allá incluso de la rutina metodológica capaz de consagrar esquemas preestablecidos y de bloquear la investigación.


Transitar por nuevos estadios sobre la base de un conocimiento profundo de los materiales observados y descritos a nivel arqueográfico; superar la muralla de la apariencia y detectar el núcleo de la realidad: he ahí nuestro empeño. (...) Pero, la cuestión fundamental es:

¿Cuándo se iniciaron estas inmigraciones? ¿Cuándo puso el hombre su pie en las islas? Para contestar a esta cuestión cronológica he recurrido a argumentos tipológicos. A la vista de los elementos arcaizantes de las culturas canarias (picos y concheros), Zeuner no dudó, interpretando la paleofauna y paleoflora del ámbito residual macaronésico (en gran parte terciaria), en postular un poblamiento temprano postpaleolitico en torno al 10.000  a.d.n.e. Fecha tan remota no ha podido hasta el momento, ser documentada por la arqueología. Sin embargo, de cualquier manera interesa apreciar cuales son las cronologías obtenidas en la vecina costa norteafricana para el neolítico de tradición capsience y el neolítico de tradición sahariense. Los últimos estudios han evidenciado la presencia de un marco cultural no sólo complejo en su conformación material, sino de una gran profundidad  temporal. En principio se tuvo la impresión de que el neolítico en el Norte de África no era, en ningún caso, anterior al IV milenio. Así parecían confirmarlo los datos obtenidos en el Kiffen, Marruecos (2.342 B.C.) y Jattcha, Túnez (3050  B.C.), en Colunnata, Argelia (3900 B.C.) Hassi  Mouilah (3.320) e incluso los abrigos rupestres del interior del Sahara, investigados por H. Lothe, en Tassili N’ Ajjer, iban del 3.500 al 2.500. Ello venía a sustentar la tesis de neolítico originado en el área nilótica que luego recorrería el Norte de África, con posterioridad a la fecha matriz dada para El Fayum en 4.441 B.C.

Con los descubrimientos de Mori en Acacus, un depósito de carbón fue fechado en 6.122 B.C., asociado, sin lugar a dudas, a una cerámica impresa de tipo neolítico sudanés. Esta misma tradición tipológica y decorativa la vemos en la isla de La Palma, al igual que sus grabados rupestres, que se pretendieron del Bronce Atlántico cuando los antecedentes podrían estar en esta tradición sudanesa que perdura hasta tiempo muy reciente. En Delebo, una cerámica puntillada dio 5.230 B.C., y en Quan Tabú la misma cerámica de tipo sudanés está confirmada desde el 5.095 B.C. Mucho más sensacional fue el hallazgo de una momia de un niño negroide al pie de una representación de una barca (que evidencia el temprano conocimiento de la navegación) en un paredón. La momia dio 3.945 B.C. En el interior de Sahara, en el mismo Tassili, nuevos datos que remontan al 6.800 B.C., que denuncian la existencia de áreas lacustres en el corazón de lo que hoy es el desierto. Estos datos han llevado a G. Camps a postular un <<hogar neolítico>> anterior e independiente al del Valle del Nilo, y que abría que situar en el interior del Sahara en un momento en que las condiciones climáticas eran completamente distintas a las actuales. Esto pudo generarse en el milenio VII”. (Celso Martín de Guzmán, 1977:11,ss.)

...Una nueva oscilación climática ocurrió hace aproximadamente 4.500 años, volviéndose a la aridez (del Sahara), y es en esa época cuando tendríamos de nuevo una población enfrente con posibilidades de cruzar el charco y presionada por lo rigores climáticos  (Petit-Maire y Dutour, 1987). ¿lo hicieron esta vez?. En mi opinión y en la de tantos otros: Cuscoy, Fusté, Schwidetzky, etc., sí, ya que este pueblo poseedor de la cultura normalmente conocida como neolítico  de tradición capsiense, con cierto grado de conocimiento que le permitiría hacerlo. Además, ya están apareciendo datos que inducen a pensar en ello (Meco et al., 1995). En cualquier caso, es este uno de los puntos que más controversia ha suscitado a lo largo del tiempo y que, presumiblemente, seguirá dando que hablar.



Fue el último milenio antes de nuestra Era, cuando un nuevo periodo húmedo permitió durante siglos el poblamiento del Sahara Central, así como un nuevo avance de los pueblos del África blanca hacia el Sur y Oeste. Es muy probable que por esas fechas poblaciones del litoral sahariano ya hubiesen entrado en contacto con algunas de las grandes culturas mediterráneas (egipcios, fenicios, cartagineses, griegos, etruscos, romanos, etc.) y por lo tanto fueran transportados o incentivados determinados contingentes humanos para su desplazamiento a las <<maravillosas islas>> (Hespérides, Afortunadas, etc.), como les sucedió a las poblaciones beréberes situadas más al Norte (Marruecos, Argelia, Túnez, Libia). Por lo dicho anteriormente, existen posibilidades de que los recién llegados se encontraran con la sorpresa de que las islas, al menos las orientales, ya estaban habitadas. En este caso, una hipótesis a considerar sería la división étnica, seguramente  tras confrontaciones, en territorios separados, como sucedió en la isla de Fuerteventura, (La Pared). Más tarde sobrevino el que sería el definitivo periodo de aridez, con la paulatina desertización de la región, salvo pequeñas oscilaciones como la ocurrida hacia la mitad del primer milenio, o la llamada <<pequeña edad glaciar>> (Siglos XIII al XIX)”. (Francisco García-Talavera Casañas, 1997: 57 y ss.)

Compartimos el supuesto origen ario (por supuesto que sin connotaciones racistas) como efecto Boomerang, que Buenaventura Bonnet da a una o varias de las inmigraciones que desde el continente poblaron las islas, así como las rutas seguidas por parte de muchos de los movimientos migratorios de los diversos pueblos que como afirma éste y otros autores, se producían siempre de Oriente hacía Occidente, rutas seguidas por pueblos que partiendo desde oriente y especialmente desde Egipto y Libia poblaron el noroeste del continente y las Islas Canarias.

BUENAVENTURA BONNET Y REVERÓN: Buenaventura Bonnet, en su extenso y documentado trabajo publicado en varios números de la Revista de Historia, (Universidad de La Laguna) nos expone su hipótesis sobre el poblamiento de las islas, después de hacer un amplio recorrido en torno a los orígenes de algunas de las primeras poblaciones protohistóricas de origen ario que poblaron el noroeste de nuestro continente nos dice refiriéndose a una de las diversas oleadas migratorias que partieron desde el continente hacia nuestras islas, empezaremos por las arribadas a Fuerteventura y Lanzarote, así nos dice: “... Esto dicho, sigamos estudiando el movimiento de estos hombres. Descendiendo por los valles del Sus y del Draa hasta las orillas del Atlántico, continuando su avance por la costa africana hasta el Cabo Juby actual, punto quizás, el más meridional de sus exploraciones.

Desde las costas occidentales del África los arios se lanzaron al mar, obedeciendo a su fuerza expansiva, en busca de aventuras, o empujados por las guerras intestinas sostenidas por la posesión de los ricos valles de la Mauritania.

Desde   ese momento preparase la expedición para reconocerlas y asentarse en las tierras recién descubiertas. Desde luego. Nuestro conocimiento acerca de la forma y ocasión en que se verificó el establecimiento de los arios en nuestro archipiélago, no lo podemos precisar, pero en líneas generales podemos deducir que por los años 1.150 al 1.110 antes de Jesucristo debió efectuarse.

Es indudable que las tribus arias al penetrar en las Canarias encontraron en el Archipiélago una población troglodita perteneciente a la raza Cro-Magnón con la que tuvo


que luchar, hasta que se fusionaron en parte, o celebraron pactos respetando el territorio que ocupaban y su mutua independencia.

De las tribus que se arriesgaron a la empresa, la principal o directora del movimiento sería la de los Mahu-haria que antes de ahora hemos nombrado. La expedición partió de cabo Nun donde mueren las últimas estribaciones del Anti-Atlas y desemboca en el Draa, puntos geográficos bien señalados para indicar una nueva ruta a los pueblos emigrantes. Los invasores arribaron en las costas orientales de Fuerteventura por algunos de sus puertos, tales como los de Las Lajas, Tegurame o el de Tuineje.

Desde la costa los arias se desparramaron por todo el país construyendo ciudades o fortificaciones desde las que se defendieron no sólo de los habitantes de las islas, sino también de las sucesivas oleadas de emigrantes que el África arrojaba sobre ellos. La muralla que separaba a  Jandía del resto de la isla, tendría igual objeto que las fortificaciones ya nombradas, o sea el defenderse de sus enemigos. Estas construcciones estaban formadas de grandes piedras muy bien trabajadas, perteneciendo al tipo ciclópeo o pelásgico análogo al usado en Micenas y Argos, pregonando esto el origen ario de ambas.

De esta muralla dice el P. Abreu Galindo en su Historia, libro 1º capítulo XI, página 33, edición de 1848, lo siguiente:

<<Estaba dividida esta isla de Fuerteventura en dos reinos, uno desde donde está la villa hasta Jandía, y la pared de ella; y el rey desta parte se llamó Ayoze, y el otro desde la villa hasta Corralejo, y este se llamó y <<partía estos dos señoríos una pared de piedra que va de mar a mar cuatro leguas>>.

Del nombre de la tribu Mahu-haría se derivó el de los Majoreros. Abreu Galindo escribe Mahoreros; de suerte que la corrupción de esta palabra es evidente y su origen y derivación sin genero de duda.

A la vez el prefijo de la voz Mahu-haría, Mahu, tiene su origen en el vocablo Tamahu o T’ mahu, con el cual los egipcios designaron algunos ramales pelásgicos de ojos azules y cabellos rubios que invadieron el Delta, o que en general significaba gentes del Norte porque dada la situación geográfica del Egipto y la del Asia Menor, esos pueblos invasores llegaban del Septentrión.

De la unión de ese apelativo con la raíz, formó el de Mahu-haria y por aspiración y debilitación de vocales, el de majoreros actual, que demuestra su filiación con los arios o pelasgos, llamados también pre-helénicos.

La proximidad de Fuerteventura a la costa africana, nos induce a afirmar que las primeras invasiones se efectuaron por esa isla. Robustece nuestra opinión, el siguiente dístico o estribillo cantado a mediados del siglo XVII por sus habitantes, según la respetable autoridad del escritor canario don Isaac Viera:

<<De Tuineje a Berbería
            se va y se viene en un día>>.

Que claramente denota la cercanía de la costa africana, visible desde Fuerteventura en los días que la atmósfera está límpida, cosa que no ocurre desde Lanzarote.

Por consiguiente, debemos aceptar que la invasión de esta isla se efectuó desde la de Fuerteventura atravesando el estrecho de la Bocaína que las separa unos 11 kilómetros, alcanzando tierra por el sur de Lanzarote, en la punta de Matagorda o en la de Pechiguera.

La distancia entre ambas islas se acorta por existir entre ellas un islote o peñón llamado isla de Lobos de tres kilómetros y medio de extensión, que toma su nombre de los muchos lobos marinos en otra época salían a la orilla a gozar del sol, de cuyas pieles se confeccionaban cintas para curar ciertas enfermedades; también este islote nido de refugio de piratas.

El paso se facilitaba de una isla a otra mediante el peñón ya indicado, si bien no negamos que también llegaron directamente de África tribus arias, pero la afirmación de Abreu Galindo, al decir: <<Los naturales destas dos islas Lanzarote y Fuerteventura se llaman Mahoreros...>> (libro 1º, capítulo IX, página 29) confirma nuestro aserto de que los Mahus-harias poblaron ambas islas.” (Buenaventura Bonnet, 1924: 99-104)

“El gráfico adjunto representa la parte noroeste de África, región desde la cual se verificó la emigración de los arios o pre-helénicos, mezclados en parte con grupos de proto-semitas, hacia las Islas Canarias, confirmándose de esta suerte una ley constante de la humanidad, a saber: que las emigraciones siempre se han efectuado de Oriente a Occidente.
 También en el gráfico se señala la Argelia, última región en donde las tribus ya nombradas permanecieron unidas antes de la dispersión, entrando después en los valles de la Mauritania en partidas que marchaban por los pasillos que iban ensanchándose hasta el Atlántico, al norte y sur del Alto-Atlas. Desde esta última región, o sea la Mauritania, las tribus arias, divididas en distintos ramales, aportaron a las Canarias en oleadas sucesivas.”

“Instalados los mahu-arias en las islas de Fuerteventura y Lanzarote, ellos vivieron con sus rencillas y guerras, sin que emprendieran nuevas expediciones por el Archipiélago. La llegada de nuevas tribus invasoras y el debilitamiento ocasionado por internas discordias, impidieron su expansión. De la costa africana partieron otros grupos o tribus que cayeron sobre las Canarias, saliendo del cabo Juby en vez de efectuarlo por el de Non, punto aquel, el más meridional a que llegaron los arias en  sus correrías.

Esas tribus eran las de los Chahun harias, las cuales Plinio describe como sigue, hablando del Atlas: <<Los que habitan los más cercanos montes llenos de elefantes y fieras y de todo género de serpientes, se llaman Canarios, porque el sustento de los perros es el mismo que el suyo y comparten con ellos las carnes de la fieras.>> Aún cuando no opinemos de igual modo que el escritor latino acerca de la existencia en el Atlas de esos hombres es de gran valor para nosotros.

Desde aquellos montes, los Chahun-harias o Kahun-harias se fueron acercando a las costas de la Mauritania, hecho que acredita el geógrafo Ptolomeo al afirmar que existe en África un cabo llamado Chahun-haria extrema, o sea la última Canaria, cabo que corresponde exactamente con el actual Juby, que debe su nuevo nombre al rey Juba; siendo este punto el más meridional de las excursiones arias, según hemos indicado, y confirma Plinio, al decir en el mismo capítulo citado: <<Es cierto está junto a estos (los Canarios), la gente de los etíopes que llaman Perorsos ...>>, las denominaciones Mahu-haría y Chahun-haría, designarían agrupaciones de tribus clasificadas por las posiciones geográficas que tenían en el territorio africano.

Sabemos que el prefijo Mahu o T’ mahu de la voz Mahu-haria según los egipcios, significaba gente del Norte, en tanto que la voz Chahun-haria contiene así mismo un prefijo Cha o Ka que asimismo significa, lo más inferior, lo extremo, denominación que en el caso que estudiamos expresa claramente del Sur o Meridional, como efectivamente los Chahun-harías con respecto a los Mahu-harias.

El P. Abreu Galindo, con un fino espíritu de observación, saca la consecuencia de lo expuesto por nosotros, como puede verse en el capítulo primero de su libro segundo, página 87, que dice así: <<En las faldas del monte Atlas, en África, hay unos pueblos que llaman los naturales de aquella región Canarios, y podría ser que el primero que descubrió esta isla (Canaria) fuese de aquellos pueblos, y a contemplación de su tierra la llamase Canaria, como al presente en nuestros días lo han hecho los descubridores y pobladores de las partes de las Indias...>>”

“...Desde el sur de Fuerteventura, los Chahun-harias aportaron a la isla de Gran Canaria invadiéndola por la parte oriental y por el sur. La ruta que hemos indicado es la más natural, porque sabido es que desde la costa africana se ve en días claros la parte sur de la isla de Fuerteventura, así como desde el punto extremo de Jandía se distinguen las costas de Gran Canaria, y desde esta última isla aquélla península, como afirma el doctor Chil en sus Estudios, diciendo así: <<Por el año de 1847, encontrándome en Telde, recuerdo haber visto la isla de Fuerteventura, tan inmediata al parecer a Canaria, que aún observando atentamente la distancia creeríase poderse atravesar el largo espacio que las separa en un bote, en menos de una hora... >> Indudablemente los Chahun-harias serían tribus de gran poder y muy numerosas, pero nunca de tanta importancia como para dar nombre a todo el Archipiélago, según estiman algunos escritores. Opinamos que el haber bautizado a estas islas con el nombre de Canarias no tuvo otro origen sino el mismo por el cual se apellidó América al continente descubierto por Cristóbal Colón. Algún geógrafo, al conocer el nombre de esa isla lo aplicó en el mapa o portulano que dibujara a todo el Archipiélago y la costumbre lo sancionó.” (Buenaventura Bonnet, 1925:137)

En un estudio más reciente, el Ilustre Catedrático de Estudios Árabes e Islámicos, de la Universidad de La Laguna, y Doctor en Filología Semítica por la Complutense de Madrid, D. Rafael Muñoz Jiménez, cuyo fallecimiento supuso una gravísima pérdida para la cultura Canaria y Universal, en su libro “ La Piedra Zanata y el mundo mágico de los Guanches,” obra que sería la última que publicara en vida, nos expone su documentada y acertada visión sobre la formación de los pueblos proto-bereberes o mazigios. Refiriéndose a los Canarii nos dice: “Plinio, Historia Naturalis V 115 Desanges,112; Rachet,50.

En la época de la expedición de Suetonio Paulinus se encuentran al otro lado del Atlas marroquí. Después se habrían instalado en las pendientes meridionales del alto Atlas marroquí.

Hay una denominación que parece común para los que habitan esa franja del continente africano. Los makai, los maclies y los maxies y después los mazigies parecen ser grupos de un mismo pueblo: el protobereber. Inclusive se puede llegar a decir que esos vocablos registran pronunciaciones locales de una misma palabra, cuyo sonido k se permuta con j, z y h, con arreglo al fenómeno estudiado por Prasse. Según esta ley la palabra temehu sería una variante de las anteriores, a la que se le añade el prefijo beréber t. La palabra maxyes daría lugar a la voz canaria prehispánica magos, mahos, a la beréber amazig, amahak y a la árabe mayis y mayus .

LOS GUANCHES:  “Según afirman los geógrafos Vidal de la Blanche y C. de Almeida, así como el historiador César Cantú en su <<Historia Universal>>, veinte leguas al sur del cabo Tenez, en Argelia, al norte de Orleansville, existe una cadena de montañas llamada Gebel Guanxeris o Guancheris; del nombre de esas montañas tomaron nombre las tribus que viven sus alrededores, cuya analogía con la voz guanche que designaba al habitante de Tenerife y al de La Palma es evidente. Analizando las voces Gebel-Guan-xeris, tendremos que Gebel significa <<monte>>; guan, en el lenguaje de aquellos aborígenes quería decir <<hombre>>, palabra que entraba en la composición de otras, así guan-arteme, estaba formada de Guan y Artemi o sea <<hombre descendiente de Artemi Semidán>>, <<hijo de Artemi>>; y también guan-oth, compuesto de guan, <<hombre>>, y oth, <<el que ampara>>, era <<el hombre que amparaba>>, y lo mismo sucedía en las localidades guan-tecira y el pueblo de la guan cha que existe en esta isla, como recuerdo de la raza vencida. La terminación Cha, significa lugar; por eso Chasna significa <<las bandas del sur>>.

Nos resta estudiar el subfijo xeris, cheris o seris. La voz egipcia shaíf o sheíf, expresaba la tierra del lago cerca de Moeris, donde residieron antes de que los griegos fundaran crocodripolis, tribus arias en tiempos de Ranses 3º,  como ya hemos probado.

 Luego, el verdadero nombre sería: Gebel Guan-sheít y su traducción <<monte de los hombres de la tierra del lago>>. Los guanches que residieron en Egipto en tiempos anteriores al año 1300 antes de Jesucristo pasaron luego a Argelia, bautizando las montañas donde vivieron con la denominación ya indicada, emigrando más tarde parte de esa población a las Canarias.

Sabido es que en berbería las montañas toman en general su nombre de las tribus que las pueblan, y esta costumbre nos ha facilitado de esos ramales arios. El monte Wan-nasch reese (el Guanseris de Samson y el Gauser de Duval), está a ocho leguas al S.E. de Sinab, sirviendo de guía y dirección a los marinos, elevándose mucho por encima de las montañas del país. Véanse Suis y Schaw. Los geógrafos antiguos y los escritores posteriores al siglo XV, hablan de los Guanxeris. Edrisi los llama Wanschrys, incluyendo entre esas tribus a los Haouarythe habitantes de la isla de La Palma.

Del espíritu guerrero de los Guanches da fe León Africano, cuando dice: <<Las tribus que habitan esta alta montaña (Guanxeris), han sostenido la guerra contra el rey de Tlemencen durante más de sesenta años... Cuentan con 20.000 peones y 2.500 soldados de a caballo.>> Luis de Mármol cita también a los Guanxeris como una población del desierto de Zuenziga, si bien reduce el número de sus combatientes. Por último, en su común hablar según Abreu Galindo, los guanches llamaban a la isla de Tenerife, Chineche. De la unión de esta voz con el prefijo guan, resulta Guan-chineche, que vendría a ser <<hombre de la tierra>>, etimología que nos parece demasiado artificiosa, tanto más cuanto que este historiador, como los que le siguieron, desconocían por completo la filología y los descubrimientos efectuados hace poco de etnografía. Otros se inclinan a afirmar que de guan y de Chinerfe nació la palabra Guanche, pero esto es tan artificioso como lo anterior.” (Buenaventura Bonnet. 1925: 137-139)

RAFAEL MUÑOZ JIMÉNEZ: Sobre el tema que nos ocupa, insertamos algunos pasajes del estudio que sobre el mismo realizó D. Rafael Muñoz, en el libro citado y del cual extraemos lo siguiente: “...Restitución. En esta etapa no trato ya de las variantes de cada vocablo en el contexto de quienes los citaban in actu exercito, sino de los investigadores posteriores que in actu reflexo han tratado la cuestión lingüística y antropológicamente. Para esta etapa acudimos a la lengua beréber y, en su caso, a otros hechos lingüísticos. Porque para sostener una tesis hay que partir de hipótesis. Y esta hipótesis que es una “débil” afirmación sobre algo, se convierte en una tesis verdadera en una afirmación rotunda, cuando se van atando los cabos y viendo que  las cosas acaban teniendo sentido. La hipótesis del carácter beréber de los canarios prehispánicos ha sido sostenida casi siempre. Y digo “casi siempre” porque no todos lo han visto así.

Aquí no hablamos si antes de la oleada berérber hacia las islas hubo otros pueblos que habitaron el Archipiélago, pues el punto desde el que miro es el lexicográfico. Ni siquiera si hubo colonias de otros pueblos, como parece deducirse de lo que hemos dicho en el Capítulo 2 (pp. 25-41); Es precisamente, el léxico que ha llegado hasta nosotros el que nos habla de una presencia beréber. Y por eso digo que lo que en un comienzo latía en mi mente como una hipótesis se ha convertido en certeza: el pueblo prehispánico es beréber.


Grupo primero: tipo achinech

  1. Variantes del vocablo

Achinech, achinach, achineche, chinechi, chinec, achinetche, atchimetche, chinet.

  1. El contexto

     Achinech                            A la cual (isla) los antiguos llamaron Nivaria, porque un alto monte que en medio de ella está, llamado Teide, que por su gran altura tiene nieve. Vese este pico de Teide de más de sesenta leguas a la mar, y desde él se divisan todas las demás islas. Concuerda muy bien el nombre antiguo con el que los palmeses le pusieron, que es Tenerife, porque según estoy informado Tener quiere decir nieve, y Fe monte; así que Tenerife dirá monte nevado, que no es lo mismo que Nivaria.
                                                                                                         
Los naturales de esta isla (de Tenerife) que llamamos guanches, en su lenguaje antiguo la llamaron Achinech (Espinosa).

 Chinechi                      Los isleños (de Tenerife), anteriormente a la conquista, le decían chinechi, y los palmeros Tenerife, que en su lengua  significa tanto como “monte de nieve”, como el candor ha dado su nombre al Cáucaso. (Torriani).

 Achineche                              Esta isla de Tenerife fue llamada anteriormente Nivaria, por la nieve que siempre tiene un monte muy alto que en esta isla está, que llaman el pico del Teide, que aparece más sesenta leguas el mar adentro; y los mareantes dicen no han visto cosa más alta. Los naturales de la isla de La Palma le pusieron este nombre, Tenerife, compuesto de dos dicciones: tener, que quiere decir “monte” y ife, que es “blanco”; y así, quiere decir “monte blanco”, porque este monte de esta isla está mirando de frente a La Palma y della se ve claro. Los naturales de la mesma isla de Tenerife, en su propio lenguaje y común hablar, la llaman y nombran el día de hoy Achineche (Abreu Galindo).

Chinechi                     Esta isla tuvo varios nombres assi en la antigüedad como en estos tempos. Nivaria por tener perpetua nieve en el alto monte Teide mui descollado de más de tres leguas de alto, y nueve el pie de su circunferencia, y en lo alto tiene una llanada de más de legua de onde se divisan todas las yslas, y en días claros el África de mas de 40 leguas, así mismo este monte esta humeando por su volcán, y sacase cantidad de piedra azufre, y por eso en los rotros es llamada ysla de Ynfierno: los de Canaria llaman Thenerife porque assi nombran los canarios una punta de tierra que mira al sur donde se descubre esta ysla de Thenerife; de sus mismos naturales unos la llaman Chinechi y otros Binchini y sus moradores guanches derivados termino Gucancha que  significa perro y assi llaman al demonio que se les aparece en esta forma grande y lanudo (Marín y Cubas).




3.Analisis

Las variantes del primer grupo (achinech, achinach, achineche, chinechi, chineche, chinec, achinetche, atchinetche, chinet) son la transcripción de la palabra zanata, tal como la pronunciaban los antiguos habitantes prehispánicos. Hay que tener en cuenta que la palabra zanata no es nada más que la versión gráfica de una palabra que ni siquiera los árabes la pronunciaban así, sino zenete. El arabófono, aún en nuestris días, cuando quiere escribir una palabra que conoce del árabe hablado, la pone en  árabe literal. En lengua árabe la distinción entre lengua clásica y lengua moderna no es pertinente; la única distinción es la que existe entre árabe literal (de littera, carta, escrito) y árabe hablado (la lengua que no se escribe, sino que se habla). Por lo tanto, lo que hacían los árabes respecto a dicho vocablo era traspasar a la grafía árabe, que solamente anota tres vocales largas (a, i, u) y tres breves (a, i, u,) (Poner tildes) una palabra que no era árabe, sino beréber,-o, mejor aún, zanata – a los modos de expresión gráfica árabe.

El gramático árabe conoce el fenómeno de la imala, (añadir tilde, pag. 224)  que consiste en el cambio del timbre vocálico de la a, cuando tiende a pronunciarse e. Pero los gramáticos se refieren a palabras árabes; este no es el caso de nuestro vocablo.

Ahora bien, ya hemos anotado que es Ibn Jaldun quien nos dice que zanata no es árabe; y que la z es un modo de transcribir un sonido que el alfabeto árabe no posee. Ese sonido, intermedio entre s  y y, (p.224) “acompañado de un silbido” (de una aspiración) aparece transcrito en las voces citadas mediante una ch. En este grupo la aspiración no aparece, pero si se muestra en el grupo de tipo heneto, que no es sino la palabra zenete, con la terminación o para castellanizar una palabra terminada en consonante.

Acerca de la t final aunque hoy día se convierte en t hay suficientes documentos de que los guanches palatizaban el fonema, como lo atestigua la trascripción en ch de los cronistas castellanos y en tch los franceses. De esta manera recogieron el vocablo que se debía de pronunciar bzenec.

Esta es la razón de que los que se oponían a la piedra zanata. Se rasgasen las vestiduras y dijeran que mi lectura “no tenía valor científico”. Porque, ingenuamente creían que, si la inscripción de la piedra era zanata, no tendría que aparecer la famosa grafía, sino que debería haberse escrito con arreglo a los siguientes supuestos:

1                    En caracteres líbicos-beréberes
2                    En tifinay modernas
3                    En tifinay antiguas

En el primer caso la piedra exhibiría esta humilde y equivoca inscripción, que nada diría a esos arqueólogos:


 
                       
Es decir, al encontrarse la piedra leerían “menos, partido por, más”. Seguidamente tirarían al barranco el pedrusco. Lo cual sería nefasto porque           + se transcribe z n t y puede vocalizarse, en efecto, zanata. Pero, siempre considerando el desconocimiento de este tipo de escrituras por parte de quien se encontrase el artefacto, dichos signos corrían el riesgo de pasar desapercibidos.

Veamos la segunda hipótesis: que fuera una escritura tifinay modernas:

                                              


La inscripción sería también zanata. Pero la inscripción sería despreciada por ser moderna.. No tendría valor ninguno para ser presentada en público como fue. Quedaría según ellos, una última hipótesis, que el destinatario a quien iba dirigida la piedra, hubiera encontrado la grafía en tifinay antiguas:
















 
                                              

En este caso sería casi correcto, pues pondría znt, es decir, zanata. Pero se corría el riesgo de que esos arqueólogos, desconocedores de la escritura líbico-beréberes, se fueran a su casa, abrieran una tabla alfabética líbica y, en vez de leerlo como tifynay antiguas, las considerasen como propias del corpus de Chabot. Entonces ¿qué ocurría? Pues al ver la tabla de equivalencias de este autor, que transcribe siempre          como S, leyera la palabreja como snt y entonces ¡ay, dolor! Los siempre despistados arqueólogos habrían vocalizado sanata y habrían seguido sin enterarse de nada.

De todas maneras, quien urdió la idea de que la piedra era falsa, no estaba muy versado en este tipo de escrituras; porque la grafía última               +      se encuentra en el
Norte de África, bajo la forma         +           (sntn) dos veces y que se traduce por “el castrense, el que es de los campamentos, el nómada”.

En suma, la palabra zanata jamás podrá ser encontrada bajo esta forma                          








 


en ningún alfabeto líbico beréber, porque esa palabra, pronunciada zanata o zeneta, o znete son formas árabes, no beréberes.

¡No es zanata, sino bzenec! ¡La palabra nunca ha sido pronunciada así por los zanatas! Eran los árabes quienes lo pronunciaban de esa manera” (Rafael Muñoz, 1994:220-226).
“Para estudiar las tribus que poblaron la isla de La Palma, es necesario analizar la vida de los arios desde su asiento en Egipto. Según hemos visto ya los habitantes de Tenerife y los de La Palma tenían como nombre común el de Guanches; como denominación particular, los de esta última isla se llamaban Haouarythes, que según los historiadores en nada o en muy poco diferían de los de Tenerife.


Con objeto de llegar a un conocimiento exacto de donde procedían esas tribus debemos remontarnos a los faraones egipcios de la XIIª dinastía, sobre todo a Amenemhait III. Este monarca, si no fundó la ciudad que más tarde se llamó Crocodripólis, como afirman algunos autores clásicos, por lo menos erigió allí monumentos cuya naturaleza, mal comprendida en la época helénica dio origen a la leyenda del lago Moeris y a la del Laberinto.

Herodoto fue el primero de los historiadores occidentales que habla de tales construcciones, el único que las vio, y de él copiaron los escritores posteriores su descripción, no sin embellecerla con rasgos más o menos fabulosos. Contaba este historiador que un faraón, Moeris, había construido a pocas leguas más arriba de Menfis y al occidente, un depósito inmenso en el cual almacenaba el exceso de aguas de la inundación. Este depósito era el famoso lago Moeris de los clásicos, cerca del Fayma actual, donde la cadena líbica se interrumpe de pronto y descubre la entrada de un valle que, ahogado al principio entre las paredes de las montañas, se ensancha a medida que se interna en dirección al poniente y acaba por abrirse en anfiteatro.

Construido el depósito, Moeris estableció su residencia en las cercanías y se erigió a la vez un palacio y una tumba. El palacio, que vino a ser templo a la muerte del fundador, se llamó el Laberinto, situado al oriente del lago, sobre una pequeña meseta casi pegada al emplazamiento de Crocodripólis. La fachada que daba al lago Moeris era toda ella de piedra caliza, tan blanca que los antiguos suponían que estaba hecha de mármol de Paros; el resto del edificio era de granito de Siena. Una vez dentro del recinto, se sentía uno como perdido en un dédalo de pequeñas cámaras oscuras, cuadradas todas ellas coronadas por un solo bloque de piedra a guisa de techo, comunicándose por pasillos las tres mil cámaras de que constaba el edificio.

Desgraciadamente, según se ha comprobado, esas grandes construcciones no son sino otras tantas leyendas, que no encierran sino una pequeña parte de la verdad. El depósito famoso que regulaba la inundación y aseguraba la fertilidad de Egipto, no ha existido nunca. Lo que Herodoto vio fue la inundación, moiri (de aquí el nombre del faraón Moeris, desconocido en los documentos indígenas) y lo que tomó por dique que constituían el recinto del depósito, eran las calzadas que separan una de otras las cuencas. En la època que este historiador visitó al Egipto, el lago natural que se abría al Este del valle, ocupaba una superficie mucho más considerable que la que tiene en nuestros días, y su nivel más alto.

El Laberinto, que es lo que más nos interesa para nuestro trabajo, no era tampoco el palacio maravilloso que nos describe el padre de la historia, sino la ciudad que Amenemhait III fundó como dependencia de la pirámide, según era costumbre, cuyas ruinas pueden verse aún cerca de la aldea de Haouarah.

La identidad del Laberinto con las ruinas de Haouarah, señaladas por Caristié-Jomard en su <<Description des ruines situées prés de la pyramide d’ Haouarah.>> en la <<Description de l’ Egipte>>, tomo IV, páginas 478-524, y por Lepsius, <<Briefen ans Aegiten>>, página 74 y siguientes, ha sido puesta de duda por Petrie, <<Hawara, Biahum and Arsinoe>>, página 4 y siguientes.

De la primitiva ciudad fundada por Amenemhait III, y más tarde en tiempos de Ramses III, poblada por tribus arias, éstos tomaron el nombre de la ciudad donde residieron.

De Haouarah nació la voz Haouar- ythes, terminación ésta última de origen griego que significa pobladores, descendientes, y también valientes o guerreros, como en hopl-ytes. La traducción será: <<los oriundos o los valientes de Haouarah>>. Unidos con los Guan-shaít <<los hombres de la tierra del lago>>, se corrieron por etapas sucesivas hacía el occidente, hasta la Argelia, invadiendo Marruecos y desde allí a las Canarias y a las islas de Tenerife y La Palma, último punto de su movimiento progresivo.

Algunos objetarán que tan largo trayecto no es posible que fuera recorrido por tribus emigrantes; a esos les contestaremos que mayores fueron los recorridos por los iberos desde el Cáucaso hasta España, los germanos desde el centro del Asia, y los árabes desde su península, atravesando toda África, hasta España y sur de Francia (Buenaventura Bonnet, 1925:137-139)

LA GOMERA: “...Del estudio de los cráneos encontrados en estas islas y de los esqueletos, han deducido los antropólogos la existencia de tres razas, a saber: la de Cro-Magnon, prehistórica, la semita, ya histórica, y otra desconocida.

De esta última dice el doctor Verneau: <<otro tipo, de cráneo corto y narices anchas, y cuya procedencia se ignora, constituía una pequeña minoría de Canaria y Hierro, y abundaba en la Gomera. Era de pequeña estatura, sepultaba sus cadáveres en cuevas, y el núcleo principal residía en la Gomera.>>

<<De donde y cuando vinieron a Canaria, Hierro y principalmente a la isla de la Gomera aquellos hombres de cráneo corto y narices anchas, es un problema que aún está por resolver.>> Verneau
Nosotros sin embargo, procuraremos intentar darle una solución satisfactoria a ese problema.


LA RAZA DE FURFOOZ: Todavía florecientes las tribus de Cro-Magnon, vivían en el occidente  de Europa otras razas, que se distinguían por ser más o menos braquicéfalas. Estas razas estuvieron representadas por escaso número de individuos hasta la dispersión de los cazadores del reno, en que nuevos grupos vinieron a repoblar los lugares que estos dejaron vacantes. Estos nuevos pobladores no desarrollaron su historia sino en el periodo neolítico.

Con este tipo aparece en el occidente de Europa el cráneo redondo, mesocecéfalo. He aquí sus caracteres generales: Frente estrecha, baja deprimida, bóveda poco elevada. Comparada con la Cro-Magnon, su cráneo es más pequeño, los pómulos menos apartados, las órbitas más redondas, las fosas nasales más anchas y las mandíbulas inferiores menos grandes y gruesas. También su estatura es mucho más pequeña; varía entre 1,53 y 1,62, bajando hasta el nivel de los lapones. Los huesos de las extremidades, fémures, tibias, peronés, cúbitos, son exactamente semejantes a los de los actuales habitantes de Europa.

Una particularidad de esta raza era la frecuencia de la perforación olecraniana del húmero, que se encuentra en 25 individuos de cada cien a principio del neolítico. Esta perforación que se interpretó equivocadamente como carácter simio, o por lo menos de inferioridad, es común en mayor o menor grado a casi todas las razas actuales. Sin embargo en las dos primeras razas fósiles, la de Canstad y la Cro-Magnon, no se ha observado dicha perforación, lo cual prueba e induce a creer que fue introducida en Europa por la tercera raza cuaternaria, la de Furfooz.

Esta raza procedía de Oriente. El descubrimiento efectuado el lacs de Regy Sap, cerca de Grau, Hungría, prueba que en pleno periodo del reno existía en el Danubio un pueblo de verdaderos braquicéfalos. No era posible suponer que este valle fuera su  patria primitiva, que debemos buscar más al Oriente, donde hallamos una raza, la turaní, que ocupó vastísimos territorios de Asia y de Europa, mucho antes de que los semitas y arias empezaran su historia, y a la que, por la semejanza de caracteres, no podemos menos de referir las tribus de Furfooz. Aquí se dan la mano por primera vez los descubrimientos prehistóricos y las investigaciones históricas, prestándose mutuamente vivísima luz.

Estos hombres pulimentaban la piedra; vivían en moradas o en cuevas; en estrechas canoas surcaban los lagos y las costas de los mares;  disponían de alimentación abundante y variada: pescado, carne, leche, frutas de todas clases, la mayor parte de nuestros cereales y algunas legumbres; poseían animales domésticos, el perro, el buey, la cabra, la oveja, el cerdo y quizás el caballo; sin dejar de ser cazador y pescador, es principalmente pastor, y se ensayó en los rudimentos de la agricultura; tallaba la piedra con admirable perfección, la pulimentó y supo elaborar una cerámica, si tosca, no desprovista de cierta elegancia.

Con el coral, ámbar y otras materias, trabajó pendientes, collares y brazaletes de formas muy variadas; vivía en sociedades bastantes numerosas, organizadas en clases por la división del trabajo; consideraba a la mujer, a cuyo cargo estaban las faenas de la casa y quizás las del campo; en cuevas naturales entierra a los muertos, cree en la inmortalidad del alma y en la existencia de otra vida, practica la magia y rinde culto a los espíritus, apareciendo así la manifestación más antigua del sentimiento religioso.

De las descripciones anteriores se ve perfectamente que entre los cráneos estudiados por Verneau en la Gomera y los de la raza Furfooz, existe una verdadera conformidad. El cráneo es corto en ambas, las fosas nasales anchas, la estatura pequeña y sepultaban a sus cadáveres en cuevas naturales. La semejanza es tan notable, que no es posible rechazarla. Del

examen verificado por nosotros en el Museo Municipal de húmeros de gomeros auténticos, hemos comprobado con verdadera sastifacción que también tienen perforada la fosa oleocraniana. La identidad es, pues, indiscutible.

RUTA SEGUIDA POR ESTA RAZA: Según las afirmaciones de sabios como Cortailhac, Evans, Lyell, Lenormant y otros, resulta evidente que esta raza salió del centro del Asia, de los montes del Altai, extendiéndose en dos direcciones. Una parte se dirigió al noroeste, estableciéndose en el lago Aral y en los valles del Ural, de donde se corrió a Europa, a donde llegó al final de la época cuaternaria; otros ramales tomaron hacía el suroeste el camino de regiones más fértiles y se establecieron por un lado, en el golfo Pérsico y por otro, en el interior y costas de Asia Menor.

Este derrotero conviene en un todo con las narraciones históricas. Gomer,  fue hijo de Japhet, según la Biblia, progenitor de los cimerianos que se  establecieron al norte del Ponto Euximo (Mar Negro), extendiéndose después por parte de la Grecia, Italia, Alemania y Francia. Parte de la descendencia del  mismo Gomer se estableció en el país que fue de los gálatas, en la Galacia, región de Asia Menor, que en tiempos de los emperadores romanos formó parte de la provincia del Ponto, afirmación que se deduce del hecho de que los pueblos anteriores a los gálatas en la posesión de aquel territorio se llamaban <<Gomares>>, descendientes de Gomer. A estos alude Ezequiel en su profecía, cuando habla de los pueblos de Gog, que se reunían contra Israel.

Del Asia Menor, esos pueblos de espíritu aventurero y expansivo se trasladaron al África. De los <<Gomeres>> del Ponto descienden los <<Gomer>>, una de las cinco antiquísimas tribus que poblaron Berbería, sobre todo en las costas del Mediterráneo, desde los confines de Ceuta hasta el río Muluya, que en otra época dividió Mauritania Tingitana de la Cesariense.

De estas regiones, los Gomer o Gomeros, por etapas sucesivas, aportaron a las Canarias, principalmente a la isla de la Gomera, que de ellos indudablemente tomó nombre, como también Veléz de la Gomera.

Según Antonio de Lebrija, en África existe un belicoso género de hombres que se llaman gomeros, y se suelen asoldar para la guerra, que andan viva quien venza, y estas mismas cualidades se encuentran en nuestros gomeros.

Los primeros historiadores de la Conquista están conformes en que los gomeros eran animosos, ligeros y diestros en ofender y defenderse, grandes tiradores de piedras y dardos. Las batallas de Argodey y los bandos en que estaba dividida la isla, llamados Mulagua, Agana, Ipalan y Orone, corroboraban también nuestro aserto, y en sus cantares recordaban a sus héroes Aguacomoros, Aguanahuche, Amanhuy y Gralhegueya, jefes de tribu que peleaban por sus discusiones con un arrojo sin limites , persistiendo su recuerdo hasta la época de Abreu Galindo. Por último, el alzamiento de los gomeros contra Hernán Peraza demuestra el ánimo esforzado de este pueblo.

De todo lo expuesto deducimos que no es posible sustentar las teorías forjadas por algunos historiadores de que el nombre de la Gomera provenía del hecho de encontrase en la isla con abundancia  Almaciga, goma de lentisco, árboles que según Abreu Galindo, crecían en  gran número y daban mucha copia de goma, y por ello la apellidaron los españoles


Gomera. Los análisis e investigaciones consignados por nosotros en este trabajo nos permite desechar esa etimología.

Viera y Clavijo pretende fundamentar el anterior aserto con las siguientes palabras: <<El legitimo origen de una etimología suele estar oculto y como envuelto en ciertas bagatelas, de la que no se hace caso...>>, pero ésta sacada de la goma del lentisco, a la verdad, no satisface a la crítica y hasta carece de verosimilitud.

Todos los escritores afirman que la isla de Gomera no tuvo nunca otro nombre sino el ya indicado de Gomera, y esto prueba aun más nuestro razonamiento etnográfico, ya que antes de ser conquistada por Bethencourt, se llamaba por su único nombre.

Robustece nuestra opinión desde el punto de vista histórico, la opinión de Leopoldo Buch, a la cual nos adherimos. Afirma este sabio que la isla omitida en las relaciones de Plinio, que sólo menciona seis, pudo ser la Gomera, que por occidente les pareció a los enviados de Juba una prolongación de Tenerife, como efectivamente así ocurre; por esto la denominaron de Juniona mayor o menos tan discutida y que se le atribuye, simplifica la cuestión.” (Buenaventura Bonnet (1925:161-168).

LA ISLA DE HERE: “ De tres derivaciones distintas se ha pretendido deducir el nombre actual de la isla del Hierro.

El P. Maestro Sarmiento indica que una de las afortunadas, según el testimonio de Plinio, se llamaba Juniona Menor, tal vez por haber sido consagradas a la Diosa Juno. Llegó a copiar esta noticia Ptolomeo, y como hacía en griego su traducción no las llamó sino <<Heras Neso>>, esto es, <<las islas de Juno>>, porque esta Diosa se decía en griego <<Hera>>, y en dialecto jónico <<Here>>.

Todos sabemos que la geografía de Ptolomeo era casi la única que manejaban los árabes occidentales, y consiguientemente, los españoles al principio de este milenio,[1] así nada era más regular que el que llamasen a una de las Canarias la isla de <<Hera>> o de <<Here>>.

Viera y Clavijo en sus “Noticias” tiene por cierto que aquel nombre se originó del hierro, metal en que abundaba la isla, que le fue dado por los primeros pobladores europeos, en lo cual sigue en parte a Abreu Galindo, página 46: <<Otros dicen se llamaba “Fero”, fuerte, y como ellos no tenían hierro, ni usaban de él, y vieron que el hierro era cosa fuerte, correspondiente al nombre con que llamaban a su tierra, aplicaron vocablo y nombre de <<Eseró>> al Hierro. Otros dicen se llamaba esta isla <<Fer>>.

Por último, Viana en su poema, (canto 1.º pág. 18, edición 1854), nos asegura que la palabra <<Hero>> significaba fuerte en el idioma del país:

“Capraria o <<Hero>> que ahora llaman Hierro,
Que el nombre de Capraria significa
En su lengua, grandeza, y <<Hero>> “fuerte”,
De lo que dieron título a la isla,
Por la gran maravilla de aquél árbol

Que mana el agua que les da sustento...”

Es digno de tenerse en cuenta que los primitivos habitantes del Hierro llamaban <<heres>> o <<eres>> a las albarcas donde el “Garoé” destilaba su agua como en una especie estanque. Berthelot, se inclina también a esta etimología.

Quedamos agradablemente sorprendidos ante la analogía de esa voz, <<here>>, con la usada en igual sentido en el Sur de esta isla de Tenerife y dada a toda fuente o manantial de agua. En el fondo de los barrancos, principalmente en los de Chajaña y en el de los Colmeneros, Arico, surgen durante los inviernos pequeños manantiales ocasionados por las aguas filtradas a los que se denomina hasta hoy día <<Leres>> o <<Lere>>, contracción de <<El Here>>, siendo común oír esta frase: ¿vamos al “Lere”? En el sentido de traer agua de esas fuentes.

Tal descubrimiento nos demuestra la persistencia del lenguaje primitivo que nos ha permitido establecer una filiación entre herreños y tinerfeños, y asentar firmemente la verdadera etimología de la voz <<here>>, significando la isla del Hierro.

El cambio fonético de <<Hero>> es debido a la disimilación, que todos sabemos es la tendencia que tienen dos sonidos semejantes en una misma palabra a diferenciarse, ejerciéndose frecuentemente de una sílaba a otra. Por disimilación la primera <<o>> de <<sororem>> se cambia en <<e>>, <<seror>>; y en <<here>>, la última <<e>> se cambió en <<o>>; asimilación regresiva.

En el mapa de Jaime el judío se designa esta isla con la descripción de <<Ila del ffero>>, transformando la H en F; despues se dijo <<Fer>>, y más tarde <<Ferro>>, y último <<Hierro>> con que definitivamente se le bautizó, si bien como hemos visto, sin intervenir para nada en su etimología ese metal (Buenaventura Bonnet, 1925:97-98).

Nosotros aunque compartimos los planteamientos del señor Bonnet en cuanto al proceso etimológico de la voz Here, creemos que con anterioridad a que se le designara por este nombre por los colonos romanos, debió ser conocida como isla de Tanit, Diosa principal de los fenicios de Cartago, y al ser sustituidos por los romanos en las colonias y asentamientos que Cartago mantenía en el noroeste de África, y en especial en las Islas Canarias, según se desprende de los numerosos indicios arqueológicos existentes en las Islas, así como los grabados rupestres alfabetiformes de origen libícos- bereber y feno-púnico existentes en la isla del Hierro. Es indudable hoy en día que los romanos mantuvieron la advocación de la isla a la Diosa cambiándole el nombre púnico de Tanit por el romano de Hera, nombre que recibía en el panteón romano la Diosa Tanit, cambiando la vocal final de <<a>> por <<o>> al castellanizarse el nombre y por las razones expuestas por el Señor Bonnet. Esta afirmación la desarrollaremos debidamente en el capítulo correspondiente.

LAS RAZAS DEL HIERRO:  De los estudios antropológicos efectuados en la isla del Hierro puede afirmarse que la poblaron tres razas distintas que aportaron a ella distintas épocas a saber:

Tribus de cráneos dolicocéfalos, de gran estatura, frente ancha, órbitas rectangulares prolongadas en el sentido horizontal y coronadas de fuertes arcadas superciliares; la cara muy ancha en la parte superior y la nariz recta y corta.


Con posterioridad a esta raza invadió la isla otro pueblo: los semitas, de estatura más baja, de cráneo dolicocéfalo y a veces suddolicocéfalo, menos alargado que el de los arios (Guanches), y perfectamente ovalado; con cara alta y estrecha, ojos también altos, redondeados, muy abiertos, con arcadas superciliares poco salientes, nariz larga y estrecha, con escasa depresión en la nariz, pómulos deprimidos, maxilares estrechos y barbilla un poco puntiaguda y saliente.

Si la robustez es la característica de los arios, la finura de la cabeza y de todo el esqueleto puede decirse que es la nota saliente de los semitas.

Por último, un tercer tipo, braquicéfalo, de cráneo corto y narices anchas, estudiado por nosotros en el artículo anterior al tratar de la Gomera, donde formaba la totalidad de la población, se instaló en pequeña minoría en el Hiero y en Gran Canaria.

De estos tres pueblos enumerados, sólo estudiaremos el primero, es decir los guanches, ya que nuestro propósito es analizar separadamente la raza semita. Los braquicéfalos de la Gomera los hemos estudiado con el detenimiento necesario.

LOS BIMBAHES O BIMBACHOS: Viera y Clavijo en su Diccionario, al hablar en el artículo Lapa (Patella) de los concheros de la isla del Hierro, dice: <<Parece que los “Bimbapas”, que eran los primitivos habitantes de aquella tierra, se congregaban en dichos sitios a celebrar sus fiestas, haciendo quizás su principal alimento de las Lapas...>>, En otros pasajes de sus “Noticias”, Viera y Abreu Galido los llaman “Bimbaces” o “Bimbachos”, ya sea por el cambio de la explosiva labial <<p>> en la más suave <<b>>, ya por eufonía, o por ser este el nombre más común.

Opinamos sinceramente que los habitantes arios del Hierro, los Bimbachos, no era un pueblo distinto al de Tenerife, sino al contrario un ramal de aquellos que se trasladó a la isla del Hierro, como hizo antes en La Palma.

Procuremos demostrar tal aserto. Mr. d’ Avezac dice que el nombre de “Bimbachos” provenía de la voz árabe o berebere “Beny` Bachirs” o “Ben Bachirs”, con cuya etimología se conforma Berthelot aún cuando no explica su origen.

Nosotros discrepamos de tal denominación, más para ello hemos  de hacer presente a quien nos lea, que en árabe y en berebere sólo existen tres mociones o signos para expresar los cinco sonidos de nuestras vocales; unos traducen por <<a>> y otros por <<e>>, la primera de dichas mociones, denominada <<fataja>>; la segunda <<quesra>> por la <<e>> o la <<i>>; y la tercera, <<damma>> unas veces por <<o>> y otras por <<u>>.

Siendo esto así, vemos que según Abreu Galindo, pág. 197, los habitantes de la isla de Tenerife habían tomado el nombre de <<Bincheni>>, corrupción según el señor Berthelot de <<Beny’ Cheni>>, transformado en Ben-Cheni>> o Bin-Cheni>>, según opinamos de conformidad en reglas enunciadas. También pudo derivarse esa última palabra de <<Beny` Chinerfe>> o <<Ben-Chenerfe>>, y ésta de <<Tchinerfe>>. Como <<Beny>> o <<Ben>> significa hijo, descendiente o tribu, y <<Chenerfe>> o Tchinerfe>>, Tenerife, la traducción sería <<hijos de Tenerife>>.

De la voz <<Bin-cheni>> nace la de <<Bin-Ben-Cheni>> o <<Bin-Ban-Cheni>> (transformada la <<e>> en <<a>> o sea <<Binbanche>> o <<Binbache>> por pérdida de la

segunda <<n>>, al pasar esa voz al castellano), cuyo primitivo origen fue <<Ben-Ben-Cheni>>, que quiere decir en bereber <<Hijos de los hijos de Tenerife>>; así el nombre de <<Bimbachos>> expresa claramente que un ramal guanche de Tenerife aportó al Hierro.

También debemos tener en cuenta que la palabra <<<<here>> o <<ere>> tenía el mismo significado en Tenerife que en el Hierro y que la voz <<Aceró>> y <<Eseró>> así mismo tenía igual valor en la isla de La Palma que en la que estudiamos, según las leyes morfológicas; dato que confirma Abreu Galindo en su pág. 174: <<El doceno señorío era Aceró que al presente llaman la Caldera  que en lenguaje palmero quiere decir <<lugar fuerte>>, que parece quiere significar <<lo mismo que en lenguaje herreño, “Eseró”.

A nuestro juicio, entre los guanches tinerfeños, palmeros y herreños, existen conexiones marcadísimas desde el punto de vista etnográfico y filológico” (Buenaventura Bonnet, 1925:97-100).

ANTONIO CUBILLO FERREIRA: De todas maneras queda abierta a la investigación la etimología de la voz Bimbache. El abogado e investigador tinerfeño Antonio Cubillo Ferreira, tuvo la amabilidad de dirigirme una líneas en las que me manifiesta su disconformidad con la traducción efectuada por el señor Bonnet de la voz Bimbache, y me expresa su planteamiento en los siguientes términos:

            “...De acuerdo con lo que dice sobre la piedra Zanata y sobre mí estimado amigo el Profesor Muñoz. Noto sin embargo al leer su art. que admite la traducción del Sr. Buenaventura Bonnet para el significado de Bimbache y Bincheni. Aquí el Sr. Bonnet se equivoca en la partícula BEN aunque por otro lado acierta sobre el origen de los Bimbaches. En efecto, Ben significa Hijo de... en las lenguas semitas pero no en el Bereber donde hijo se dice AITU y también AIT. Pero ¿qué ha sucedido con los muchos BEN... que existen en Canarias como antropónimos o como topónimos.? Cuando los castellanos llegaron a Canarias se encontraron con un pueblo y una lengua que tenía la consonante W y en el castellano esta letra no existía. Sin embargo ellos debían traducirla o copiarla tal como la oían, por ello unas veces empleaban la G y otras la B castellana. Publiqué de esto en una publicación hecha hace unos años donde empecé estudiando el castellano del s. XV para ver como los conquistadores oían a los guanches y como lo escribían.

En Canarias existía una variante dialectal donde A se pronunciaba cerrada convirtiéndose en E. Para decir “el de Taiga..” decían los guanches WA-N-TAIGA y los castellanos oían: BENTAIGA y al escribirlo sustituían la W por una B de donde salía una palabra empezando así BEN...

WA-N en bereber significa “el de...” y el plural se dice WIN, es decir “los de.” Aquí se da el mismo fenómeno para el oído de los conquistadores y escribían BIN

En lo de BINCHENI, es fácil de ver de donde viene: WIN-CHINET, es decir los de la isla de Chinet, podría ser una solución. ¿Y como se llega a Bincheni?. Fácil, en guanche si dice WIN-CHINET tiene un efecto eufónico que tiende a transformarse con el tiempo, por evolución natural de la lengua en WINCHENIT, que es más fácil de pronunciar con inversión de la I en E y cuando los conquistadores llegaron ya se había producido la evolución, pero ellos y escribieron BINCHENI, con la caída de la –T-, final.



Lo de Binbache, hasta el momento no sé de donde viene. Desde luego no tiene nada que ver con el nombre de la isla que era HERO. Pudiendo ser que era otro grupo humano venido de otra parte, o que estaban en otra parte de la isla y se diferenciaban de los primeros por otro origen; no se por el momento.

Tengo mis ideas sobre la población del Hierro y los escritos del Hulan, que podríamos discutir personalmente...”.


Creemos que en algún tiempo la isla ostentó el nombre de “isla de Tanit” impuesto por los fenicios y que posteriormente fue sustituido por los romanos por el de Hero o Hera, que es uno de los nombres que los romanos daban a la Diosa fenicia Tanit. Este tema lo trataremos más ampliamente en el capítulo dedicado a la Diosa Tanit en Canarias.

FRAI ALONSO DE ESPINOSA: “...Los naturales guanches viejos dicen que tienen noticias de inmemorable tiempo, que vinieron a esta isla sesenta personas, más no saben de donde, y se juntaron e hicieron su habitación junto a Icod (Tenerife) que es lugar de esta isla, y el lugar de su morada llamaban en su lengua Alzanxiquian abcanahacxerac, que quiere decir: << Lugar del ayuntamiento del hijo del grande>>.

Destas opiniones puede seguir el lector las que le pareciere y más le cuadrare; que la mía es que ellos son africanos y de allá traen su descendencia, así por la vecindad de las tierras, como por lo mucho que frisan en costumbres y lengua, tanto que el contar es el mismo de unos que de otros. Allégase a estos también que los manjares son los mismos, como el gofio, leche, manteca, etc. Sean los que quisieren, desde que hay gente en estas Islas hay memoria de más de mil quinientos y tantos años”.(Espinosa, 1980:33)

El fraile Espinosa, en este apartado como en los otros de su libro es bastante impreciso, dejándonos la impresión de que como en el caso de Abreu Galindo, es mucho más lo que se deja en el tintero que lo que escribió sobre el pueblo Guanche. Esta actitud es comprensible si tenemos en cuenta que fue objeto de persecución por parte de sus correligionarios de confección y componentes del denominado “Santo Tribunal de la Inquisición”, quienes le sumariaron y mantuvieron en prisión en Guiniwada (Las Palmas) En estas circunstancias no era fácil hablar y mucho menos escribir.

FRAI ABREU GALINDO: “...Y que esto sea verdad, que hayan venido de África los primeros pobladores de estas de islas, lo da a entender la proximidad que hay de la tierra firme de África con estas islas; pues entre ella y África y la primera isla, que es Fuerteventura, solamente hay diez y ocho leguas, poco menos. También me da entender que hayan venido de África, ver los muchos vocablos en que se encuentran los naturales destas islas con las tres naciones que había en aquellas partes africanas, que son berberiscos y azanegues y alárabes. Porque Telde,  que es la más antigua población de esta isla de Gran Canaria, y Gomera, y Orotava en Tenerife, son nombres que se hallan en el reino de Fez y Benemarín. Y en Cabo de Aguer están unas huertas que llaman las huertas de Telde, no muchas leguas distante[s] de la ciudad de Tagaste, donde estuvo enterrado el cuerpo de San Agustín; en la cual huerta está una casa pequeña con una puerta chica entre unas tapias, y una parras de almuñecar junto a una acequia de agua, con que se riegan muchas huertas. Y dentro de esta casa, en la pared, está el sepulcro de San Agustín, en la pared frontera como se entra por la puerta, con una loza negra encima. La cual capilla, aunque es poseída de infieles, es por ellos venerada para conservarla y no deshacerla , según me informé de personas que tratan en aquellas partes.


Esta ciudad de Tegaste, está tres leguas  cercanas del mar y cercana a Fuerteventura y junto al monte Atlas, en las faldas dél, por donde desciende muchos ríos y arroyos. Hay unos pueblos que llaman de este nombre Telde, de manera que en los nombres parece conformar, y en muchos vocablos apelativos, los estas islas son los africanos.

Y dello se pueda colegir qué nación haya venido a cada isla, conforme a la consonancia de los vocablos. Atenta la cual, parece que a Lanzarote, Fuerteventura y Canaria arribó la nación de los alárabes, entre los africanos estimadas en más; porque en estas tres islas llamaban los naturales a la leche aho, al puerco ykfe; a la cebada tomosen; y ese mismo nombre tienen los alárabes y berberiscos.( Frai J. De Abreu Galindo,  1977)

LEONARDO TORRIANI: “Si queremos buscar el origen de tanta antigüedad, sobre la cual no nos ha dejado memoria ningún escritor, en ningún idioma, salvo los griegos y los latinos, tenemos que dar vuelta muy atrás, y averiguar cuales fueron, entre los nietos de Noé o, si no fueron los nietos de Noé, quiénes fueron, según otras opiniones, como en su lugar se dirá. Lo que, por las muchas diferencias, no dará sastifacción a todos; pero que cada uno se quede con la opinión que más le gustare, que no tiene mucha importancia ni, por mi parte, tengo preferencia alguna entre todas ellas.

Moisés, en el capítulo X del Génesis, al tratar de la generación de los hijos de Noé, que habían nacido antes del diluvio, dice que Jafet tuvo a Gomero, a Magog, a Madai, a Javan, a Tubal, a Masch y a Tiras; Gomero hubo a Azquenaz, a Rifat y a Teorgoma; javam hubo a Elisa, a Tarsis, a Cethim y a Dodanin, los cuales repartieron  a las gentes en toda su región, y a cada uno dentro de su nación, según su lengua y familia. Beroso Caldeo, en su libro de las antigüedades, pretende que Jafet condujo colonias a África, las cuales, según opinión común de los africanos, fueron hijos de Gomero, su primogénito;  y por ello en nuestros días muchos pueblos de África se llaman gomeros.

También dice Beroso que en la partición hizo Noé entre sus nietos de las partes de la tierra, a Gog le tocó la  feliz Arabia Sabea, con Sabo, su padre; a Tritón la Libia; a Cur, la Etiopía; a Getulo, la Getulia; y a Jafet el viejo, el África atlántica;  y como según Moisés, le tocaron las islas según sus regiones, les habrán tocado también éstas, que están frente al Atlas; y entre ellas, La Gomera, y aquellos pueblos se dijeron gomeros.

Estamos persuadido de ello, porque Gomero dió su nombre a todos los lugares adonde su abuelo Noé había antes enviado colonias formadas por sus hijos. Prueba de ello es que, cuando Noé envió a Asia, en las Indias Orientales a algunos de los hijos de Gomero, Gallo, en la ciudad que ellos edificaron,    fue llamada Comera, y aquellos pueblos se dijeron comeros, como se halla en Tolomeo y en otros geógrafos, aunque, corrompido la palabra y cambiando la “g” en “c”, no dijeron Gomera sino Comera. Bedis, ciudad en la costa del mar Mediterráneo, edificada por los africanos, fue dicha por los españoles Veléz de la Gomera; según Tito Libio, en el libro X de la historia de la fundación de Roma, Clausio, ciudad de Toscana, fue llamada Comersolo y edificada por pueblos comeros. Lo mismo se podría decir de todas las regiones y ciudades del mundo que tomaron,  su nombre de quienes las fundó o restauró.

Además de todo esto, se prueba que las antiguas habitaciones de estas islas fueron hechas por descendientes de Gomero, porque los moradores de las mismas vivían en cuevas bien labradas y abiertas con mucha industria en los montes, debajo de la tierra; por lo cual se puede suponer que observan la ley dada por Noé después del diluvio. Según Beroso, era esta

ley que nadie fabricase casa alta ni ciudad alguna, y que todos tuviesen en carros (o sea tierras portátiles), como lo hacen muchos de los pueblos africanos, y en cuevas, como lo hacen éstos y usan los que moran en el monte Atlas y otros de África; a cuya mucha antigüedad alude Vetruvio Polión, en el segundo libro de su Arquitectura.

Además, por su prohibición de Noé, no podían fabricar más de una sola torre que entre ellos consideraban como metrópoli; y de ellas se ven dos hoy día en estas islas, una muy vieja en la ciudad de Gáldar, en Gran Canaria, y la otra en La Palma, que menciona Plinio; y con él consuenan Dionisio de Halicarnaso, Diodoro y otros más.

Algunos pretenden que estas islas se quedaron después desiertas y casi desconocidas, durante muchos años, y que más tarde las volvieron a descubrir Juba y las pobló con númidas, así como, según Plinio, parece que también halló otras islas, frente a Autolola, provincia de Etiopia en la costa del océano Occidental, en donde había dispuesto que se tiñese la púrpura getúlica.

...Otros, siguiendo por otros rumbos, creen que una de estas islas fue  poblada por cartagineses, por aquello que escribió Aristóteles en su libro De las maravillas del mundo; el cual cuenta que ciertos mercaderes cartagineses, navegando por muchos días más allá de las del estrecho de Hércules, encontraron una isla que hasta entonces no había sido descubierta, habitada solamente por fieras y llena de árboles maravillosos: que parece que es lo mismo que escribió Plinio, donde dice: <<Allí los árboles crecen hasta 140 codos; y las islas están infectadas por las fieras>>. Esta isla dice Aristótoles que es abundante en grandes ríos, y que es fértil y abundosa en toda clase de productos, y muy alejada de la tierra firme de África. Se cree que esta es la Gran Canaria, por la cantidad de agua que tiene, y de árboles maravillosos; y aunque Aristótoles la ponga muy alejada de África, no supo la distancia mejor que los que después de él escribieron.”

Esta es la visión que de los primeros poblamientos de las islas nos ofrece el Ingeniero genovés Leonardo Torriani, en su Descripción de la Islas Canarias. Aunque el autor está imbuido de un etnocristianismo propio de su siglo, donde todo estaba recogido y explicado en la Biblia, por consiguiente los pueblos debían descender todos de Noé. El lector, como bien apunta Torriani, podrá sacar sus propias consecuencias.

JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO: Uno de los historiadores de Canarias más enaltecido por los estamentos oficiales y oficialistas, es el realejero José de Viera y Clavijo. Desde nuestro punto de vista, este autor que indudablemente poseía una notoria capacidad intelectual,  sus planteamientos históricos están grandemente influidos por un etnocentrismo exacerbado, y además por el ambiente social y cultural en que transcurrió su vida, tanto en la metrópolis, como en las Islas. En términos generales, su obra histórica sobre las Islas Canarias, está cimentada en autores anteriores sin que aporte elementos nuevos, fruto de una investigación concienzuda. Quizás el aporte más significativo de D. José a la historiografía Canaria, sea su extensa lista de Obispos y Capitanes Generales, a los cuales además, no duda en maquillar exaltando una serie de supuestas virtudes en los personajes tratados a todas luces  inexistentes en los mismos, extremos estos fácilmente contrastables consultando a otras fuentes.

Veamos la visión que de los primeros pobladores de estas islas nos ofrece el “Fenix” de las letras Canarias según le definen algunos almibarados autores oficiales.

“El verdadero origen de los antiguos habitantes de nuestras islas es tan incierto y está tan cubierto de tinieblas como el de casi todas las naciones del mundo; con todo, si yo fuera

menos sincero y pretendiese publicar sobre mi palabra noticias decisivas, no habría para mis lectores cosa más categórica. Por que yo podría dar dos hijos a Noé, y con nombres de Crano y Crana y, trayéndolos felizmente  a Gran Canaria, los establecería en esta isla en calidad de reyes y pobladores. En igual forma podría yo precisar a su sobrino Gomer, hijo de Japhet, a que, abandonando las comodidades del continente, emprendiese con ellos la misma peregrinación  ultramarina, cuyo considerable servicio por premio la isla de la Gomera, a donde pasaría recibir la investidura, seguido puntualmente de doce mujeres y de doce hombres. No pasaría aquí el rápido engrandecimiento de esta casa, pues para que pudiese contar otra testa coronada, formaría yo de la isla del Hierro otro pequeño estado y le erigiría en reino, para colocar sobre su trono a Hero, uno de los hijos segundos de Gomer.

Pobladas tan ilustremente estas islas por unos personajes los más gloriosos de la estirpe posdiluviana, dejaría yo desiertas las otras, hasta que llegase el tiempo más a apropósito de introducir de introducir en ellas algunas gentes cuya memoria de ningún modo fuese injuriosa a la de sus vecinos; Así, para poblar la de La Palma, me aprovecharía de la terrible sequedad que en el transcurso de veintiséis años padeció toda la península de España, época del fabuloso reinado de Habis o Habides, e inspiraría a muchos españoles el saludable pensamiento de trasmigrar hasta esta isla, como a un asilo donde podrían redimir sus vidas de una muerte indigna del carácter español y establecer en ella una colonia considerable.

Todavía haría por Tenerife mayor fineza. Yo no la cedería a nación menos heroica que la romana, ni concedería el honor de poner primero el pie en ella a otro caudillo de menos mérito y reputación que Quinto Sertorius; pues solamente de este grande hombre me prendaría para que, acompañado de sesenta personas escogidas, desmontase el terreno y echase los primeros fundamentos de la población en las inmediaciones de Icod.

En fin, yo haría justicia a nuestro continente de África, reservando las Islas de Fuerteventura y de Lanzarote para refugio de ciertos africanos, quienes, habiendo perdido los dedos y las lenguas en castigo  de no sé qué rebelión contra los romanos sus opresores, se hallaron en medio del océano a discreción de unas ligeras barcas que, sin timón, remos ni velas, se hicieron el objeto de una providencia especial.

Pero cuando yo escribiese así y apoyase estas importantes noticias con la autoridad de Viana o Núñez de la Peña, ¿me perdonaría alguna persona cordata de este abuso de la razón? Entiendo que nada ha deslucido tanto nuestra historia de las Canarias como la fábula de semejantes pobladores. Crano y Crana, hijos de Noé, establecidos en la isla de Canaria, no es más que una ilustre quimera. Gomer y su hijo, reinando en las de la Gomera y el Hierro es opinión pueril. Los españoles, huyendo hasta La Palma a causa de la obstinada sequedad de su país, es una novela.

...Más aunque estos arbitrios de poblarlas tengan tantos inconvenientes, no hay duda que, si un genio inventor quisiese tomar otros recursos de igual naturaleza, jamás le faltarían, sabiéndose que muchos interpretes y expositores del capítulo 10 del Génesis y del 27 de Ezequiel se inclinaron a que nuestras islas son las mismas que se llaman Elisias en la Sagrada Escritura, cuyo nombre tomaron por haberlas poblado Elisa, hijo de Javan y biznieto de Noé por Jafet. Véanse aquí los términos en que se explica Benedicto Pereira: <<A mi no me parece fútil (dice) la opinión de lo que conjeturan que el mismo Elisa en persona, o sus descendientes, pasado todo el Mediterráneo y llevados más allá del estrecho de Gibraltar, aportasen a las islas afortunadas y que estas tomasen el nombre Elisias de su primer poblador,
lo que daría margen a los poetas para que en sus fábulas dijesen que allí estaba el sitio de los bienaventurados llamándole Campos Elíseos>>.

Es verdad que el profeta Ezequiel, hablando de las islas de Elisa, hace memoria de una circunstancia  que, a lo que parece, no se verifica en las Canarias. Dice, pues, que los fenicios extraían de ellas el jacinto y la púrpura. Pero ¿en donde tenemos hoy esta púrpura y este jacinto? El autor de las Excelencias de nuestras islas, conociendo la dificultad, supone, con los expositores de aquel texto, que por jacinto no se ha de entender piedra preciosa,  sino cierto color hiacintino, purpúreo o violado, procedido de algún pececillo testáceo o de alguna yerba de especial virtud para tinte. Y, aunque no poseemos en nuestras riveras o (por mejor decir) no conocemos las ostras marinas el múrice con que se comunicaba el color a la antigua púrpura, todos saben que tenemos la orchilla, aquella apreciable y famosa yerba que producen casi todos los peñascos de nuestras islas y que hace uno de los principales ramos de su comercio, por la cualidad de comunicar un hermoso color purpúreo o hiacintado a cualquier tejido de seda o de lana. En efecto Plinio coloca nuestras islas cerca de las que llama Purpurarias; y sabemos que las peñas de estas costas del mar Atlántico estuvieron como cubiertas de una prodigiosa cantidad de púrpuras. La púrpura getúlica es famosa en la antigüedad.

...La opinión primera que es de Hornio, tiene a la primera vista un gran carácter de solidez . Nadie ignora que después de la entrada triunfante de los hebreos en las tierras de Canaan, conducidos por Josué, viéndose sus moradores (conocidos por fenicios) sin otras posesiones que las estrechas orillas del mar, volvieron los ojos a la marina y se aplicaron con más ardor que nunca a hacer florecer su comercio. El colmo de fortuna, de riqueza y de poder a que los elevó esta política hará siempre el asombro  de la historia antigua, pues ellos no sólo recorrieron todo el Mediterráneo y sus islas hasta penetrar nuestro océano Atlántico y ser como sus primeros señores, sino que también enviaron colonias al África, a Cádiz, y a otros países, sin hablar de Cartago, del que hicieron una Metrópoli.

Procopio dice que en su tiempo se veían todavía cerca de la ciudad de Tánger, en Numidia, dos columnas de mármol con la inscripción siguiente en lengua fenicia: <<Nosotros somos de aquella gente que, huyendo del insigne salteador Jesús, hijo de Navé, nos pusimos en salvo>>. Y S. Agustín añade que muchos paisanos del África, preguntados de que nación o pueblo descendían, daban por repuesta, en lengua púnica, cananos, esto es, de cananeos. Este establecimiento de los cananeos o fenicios a lo largo de toda la costa africana, que todavía es la opinión de los árabes y de muchos católicos, abrió camino al citado Hornio para hacer venir a algunos a las Islas Canarias y transportarlos a la América. El África, habitada por una nación acostumbrada a poblar nuevos países, por una nación cuyo carácter y pasión dominante era la de las navegaciones más atrevidas, por una nación, en fin, que ciertamente hacía sus visitas con alguna frecuencia a las islas Afortunadas y que hallaba en ellas un terreno muy pingüe y delicioso, ¿había de quedarse sin enviar a ellas algunas colonias? Parece imposible. En efecto el nombre de Canarias y de Gomera, que tenían otros pueblos de las faldas del monte Atlante, pareció a nuestro autor una prueba bastante decisiva del establecimiento de los cananeos en ellas...”.

Creemos que no estaba muy desinformado el autor Hornio, citado por D. José Viera y Clavijo, en cuanto a las vicisitudes del pueblo cananeo, efectivamente,   en el antiguo Testamento, habitantes originales de la tierra de canaan, según el libro de los Jueces, como hemos anotado anteriormente, los israelitas durante el segundo milenio fueron subyugando gradualmente a las ciudades cananeas. Hacia finales del reinado de Salomón, rey de Israel, los
cananeos habían quedado prácticamente asimilados al pueblo hebreo, dentro del cual parecen haber ejercido una influencia religiosa reaccionaria. La propia religión cananea se basaba en la adoración de las divinidades Baal y Astarot (Ashtoret, Astarté, Tanit). E incluso, los especialistas bíblicos modernos creen que el idioma hebreo tiene su origen en fuentes cananeas, y que el fenicio era una forma primitiva de hebreo. Los estudios recientes indican que antes de la conquista del sur de Canaan, cananeos y fenicios constituían un único pueblo, y los que hoy conocemos como fenicios se desarrollaron posteriormente como pueblo diferenciado.

AGUSTÍN MILLARES TORRES: Quizás uno de los planteamientos más originales sobre el poblamiento de las Islas Canarias, nos lo proporciona el insigne historiador canario D. Agustín Millares Torres, en su monumental obra Historia General de las Islas Canarias.

De ella vamos a extraer algunos pasajes referidos al poblamiento de las islas. No deja de ser significativo el hecho de que cada autor al situar la procedencia de sus preferencias a los primitivos Canarios, siempre aluden a una población anterior, en el caso de D. Agustín, esta se componía de una raza miserable de la edad de piedra. Pero en fin, veamos algunos fragmentos del planteamiento que sobre los primeros habitantes nos ofrece nuestro historiador.

“...Pero dejando a un lado esta hipótesis que creemos, sin embargo, muy verosímil y abandonando la casi improbable –geológicamente hablando – de suponer este Archipiélago unido al continente o formando parte de la Atlántida o de un continente terciario sumergido, que la opinión más acertada nos parece es aquella que hace derivar la verdadera colonización de las exploraciones egipcias dos mil años aproximadamente antes de la era vulgar, aún concediendo, como concedemos, que en ellas se encontrara ya establecida la raza miserable de la edad de piedra.

La existencia de un pueblo ocupando el Oeste de Egipto, extensa zona conocida con el nombre de Libia, se halla probada hoy por los anales egipcios 4.000 años antes de J.C. Llamábase  este pueblo tamahou, palabra que aún, dicen, se conserva en la lengua de los kábilas occidentales con las variantes de tamahoug y tamehag, que nos recuerda el tamerán de los canarios.

Sabido es también que aquel pueblo invadió diferentes veces Egipto y suministró tropas mercenarias a algunas de sus dinastías. Antes de esas invasiones, el tipo líbico o bereber estaba ya fijado por la mezcla de la raza autóctona con otra venida del norte, cuyo paso a través de la Europa central y de las islas del Mediterráneo está así mismo demostrado en la historia, siguiendo la línea de construcción de los dólmenes. De esta fusión nació el tipo rubio de que hablan las inscripciones egipcias, tipo que vemos figurar en sus grabados y pinturas y constituye el tomahou invasor y conquistador del reino de los faraones.

Este pueblo, pues, dueño de las costas del Mediterráneo y del Atlántico fue el que extendió sus excusiones hasta las Afortunadas y las colonizó, fundiéndose con la raza primitiva que, en número muy escaso, ocupaba entonces el Archipiélago. En efecto, el lenguaje, los usos, las costumbres, todo acusa un origen líbico-egipcio claramente definido, como más adelante tendremos ocasión de comprobarlo con otros datos, pudiendo remontarnos para fijar aquella época hasta la cuarta, quinta y sexta dinastías y en el momento histórico de una civilización que, aún hoy, es el asombro del mundo ilustrado.

No debe, sin embargo, ser extraña esta colonización a las subsiguientes visitas de los pueblos fenicios, tirios, etruscos y cartagineses que, en sus excursiones sucesivas y a seculares distancias, dejaron sobre el suelo afortunado familias más o menos numerosas que se fundieron luego con el tipo indígena. Confirma esta hipótesis la observación de los cráneos donde se encuentra mezclado el tipo árabe o semita con el líbico-egipcio y el de Cro-Magnon, fusión o mezcla que reúne mayor o menor suma de ejemplares según las islas ofrecieron más o menos fácil acceso a las hordas inmigrantes.

El tipo rubio dominante en las Canarias, al emprenderse su conquista, era el mismo que había invadido Egipto en la época remota antes señalada, pasando primeramente por Sicilia y las numerosas islas del Archipiélago de Grecia, para venir a fundirse con los berebéres y constituir una dinastía poderosa que levantó las pirámides y llevó su avanzada civilización hasta los confines del gran desierto.

Pero, de todos modos, lo que nos parece fuera de toda duda por el estudio y examen comparado de aquellos mismos cráneos es que, sobre la antigua raza autóctona-cuyo parentesco con la de Cros-Magnon se halla científicamente establecido-, se superpuso otra, venida del litoral africano, que nos revela el tipo rubio proveniente de las llanuras asiáticas por el norte de Europa, tribu que, penetrando en el litoral líbico, llevó sus conquistas hasta las últimas estribaciones del Atlas.

Esta inmigración respecto al Archipiélago canario pudo manifestarse en son de conquista, porque en la apartada época en que debió tener lugar ya habían alcanzado los reyes egipcios una dominación extensa, poseyendo una floreciente marina que surcaba el mar Rojo y el Atlántico y dominaba el Mediterráneo, y es de suponer que, dentro de su sistema político, entrara como oportuno y necesario el establecimiento de colonias permanentes para servir de punto de apoyo a su comercio y a la extensión de su poder marítimo.

De esta manera encuentra satisfactoria explicación  el hecho misterioso de esta civilización, por decirlo así, retrograda, que habiendo sido reflejo de la egipcia en los albores de su importación, fue debilitándose paulatinamente con el forzado aislamiento de los indígenas, con su falta de estímulo y talves por hallarse en contacto con otra raza más ruda e ignorante, dueña anterior del suelo.

Las inscripciones jeroglíficas, los embalsamamientos, el sistema agrícola y de irrigación, el lenguaje, las costumbres y los restos de su teogonía, todo nos revela recuerdos de aquellas civilizaciones asiáticas que sólo la falta de movimiento estacionó e hizo más tarde retrogradar, hasta alcanzar la situación excepcional en que la Europa del Renacimiento encontró a estos indígenas.

...Por lo expuesto nos será fácil deducir que con arreglo a los datos suministrados por las ciencias antropológicas y etnográficas, la raza indígena Canaria debió existir en el Archipiélago durante ese desconocido periodo de la edad de Piedra revelado por la Paleontología, siendo probable que su inmigración principiara a verificarse en los cruelísimos rigores de la época glacial, que obligó a una parte de la raza de Cro-Magnon a huir del centro de Europa hacía climas más templados, facilitando la misma superficie helada su trasmigración.

Después, sobre esta raza salvaje y miserable que tal vez no llegó a ocupar toda el área habitable de las siete islas, vino la invasión de los tamahou de Libia en la época de su brillante dominación egipcia, llevando consigo un reflejo de sus usos y costumbres, de sus creencias, lenguaje e industria, a la colonia o colonias que se fundaron en cada una de las mismas islas del grupo.

Olvidada luego esta lejana conquista cuando otras dinastías de diverso origen llegaron a dominar en Egipto, volvió el Archipiélago a ser descubierto y colonizado en parte por los tirios y fenicios, hasta el momento en que después de varios eclipses – señalados en la historia por las alternas civilizaciones de los pueblos comerciantes del Mediterráneo-, Juba alcanzó la gloria de hacer su descripción, legando este importante recuerdo a las edades subsiguientes.”

Indudablemente, es Agustín Millares, con Buenaventura Bonnet, quienes nos proporcionan la visión más acertada sobre los primitivos poblamientos de las islas, y sobre sus primeros moradores, conforme a la luz de los datos que nos van proporcionando las modernas investigaciones arqueológicas, antropológicas, geonómicas, etnográficas y lingüísticas, así como otras ciencias aplicadas a la investigación histórica, como tendremos oportunidad de ver.

JUAN BETHENCOURT ALFONSO: “...Dividido dicho imperio (Imperio Atlántico o ibero-libio) por las columnas de Hércules destacábanse al N. de África el Egipto, de tal antigüedad y lejano progreso que su historia positiva alcanza a más de cuatro mil años antes de Cristo, fecha en que ya conocían según el P. Fidel Fita el arte de la navegación y la escritura sobre papiro. La generalidad de las tribus y demás naciones del extremo del septentrional del continente situadas a su Oeste, a pesar de tener sus desinencias peculiares, por lo que aparece en las inscripciones  hay fundado motivo para creer que los egipcios les daban el nombre genérico de Rebu; pero como en su idioma no existía la l, por lo cual los extranjeros podían leer la r como l pronunciando lebu, de aquí el término de libio que aplicaron los griegos a los moradores de Cirene por ser los que conocieron. Por esto dice el Dr. Meyer  en su interesante <<Historia del antiguo Egipto>>



<<...todas estas tribus, a las cuales pertenecen también los habitantes de los oasis, son estrechamente afines entre sí y forman con los habitantes del Noroeste de África, los númidas y los moros, un gran grupo de pueblos que conocemos con los nombres de libios o moros, o con el más moderno de berberiscos>>.



A parte de la recíproca influencia orgánica de los egipcios y demás pueblos del N. de África, como se deduce del excelente trabajo de Schmidt, <<Del  cráneo del antiguo y del moderno egipcio>>, hay testimonios históricos demostrativos de las relaciones y de la compenetración de dichas razas, entre sí y con otras de la orilla opuesta del Mediterráneo.

En las inscripciones de las tumbas tebanas del tiempo de Tutmosis III, y sucesores, aparece que al Egipto pagaban tributos la Nubia, los oasis libios, los chenus y utentius (también libios) con otros territorios del Oeste, <<las islas del gran mar>> y <<los países que están detrás del gran mar>>; y en los Anales del referido soberano dibujados en las paredes del templo de Karnak, confirmase el pago de estos tributos por <<las islas del gran mar>> <<todos los países ocultos>>, <<todas las islas de los fenchus o Kaft (fenicia), la Nubia,

Punt, los oasis libios, la Marmárica y otros territorios libios, los chenus y utentius, <<los países que están detrás del gran mar y los países de delante>>  <<los habitantes de las arenas>>, <<los bárbaros de la Nubia>>... <<los habitantes del Oeste y Este son vasallos tuyos>>.

El rey Seti I figura realizando una expedición guerrera hacia el Oeste, contra las tribus libias de los tehenus, que probablemente se le rebelaron. Pasa por el primer soberano que introdujo la costumbre de  reforzar el ejército egipcio con mercenarios. Ya bajo el solio de  Ramasces II (Ransés) existían fuerzas permanentes de libios, de negros y de <<hombres vigorosos procedentes de muy lejos por mar>>; pero fueron los libios los que llegaron a constituir casi el ejército nacional. Durante siglos a ellos se debió principalmente la defensa del reino, no ya contra las distintas invasiones que sufrió de las regiones costaneras de Europa, de las islas del Mediterráneo o del Asia, sino de gentes de su propia raza que más de una vez cayeron sobre Egipto. Ramesces III logró rechazar con dichos contingentes una de las tantas irrupciones libias que se había apoderado de las poblaciones de los territorios occidentales del Nilo, ocupando durantes años el distrito de Kanopos. Mas como siguieron aumentando de día en día los mercenarios libios, concluyeron por hacerse dueños del reino el año 939 antes de nuestra era.

Pero, de todos modos, lo que nos parece fuera de toda duda por el estudio y examen comparado de aquellos mismos cráneos es que, sobre la antigua raza autóctona - cuyo parentesco con la de Cros-Magnon se halla científicamente establecido –, se superpuso otra, venida del litoral africano, que nos revela el tipo rubio proveniente de las llanuras asiáticas por el norte de Europa, tribu que, penetrando por el litoral líbico, llevó sus conquistas hasta las últimas estribaciones del Atlas.

Esta inmigración respecto al Archipiélago canario pudo manifestarse en son de conquista, porque en la apartada época en que debió tener lugar ya habían alcanzado los reyes egipcios una dominación extensa, poseyendo una floreciente marina que surcaba el mar Rojo y el Atlántico y dominaba el Mediterráneo, y es de suponer que, dentro de su sistema político, entrara como oportuno y necesario el establecimiento de colonias permanentes para servir de punto de apoyo a su comercio y a la extensión de su poder marítimo.

De esta manera encuentra satisfactoria explicación el hecho misterioso de esta civilización, por decirlo así retrograda, que habiendo sido reflejo de la egipcia en los albores de su importación, fue debilitándose paulatinamente con el forzado aislamiento de los indígenas, con su falta de estímulo tal vez por hallarse en contacto con otra raza más ruda e ignorante, dueña anterior del suelo.

Las inscripciones jeroglíficas, los embasalmamientos, el sistema agrícola y de irrigación, el lenguaje, las costumbres y los restos de su teogonía, todo nos revela recuerdos de aquellas civilizaciones asiáticas que sólo la falta de movimiento estacionó e izo más tarde retrogradar, hasta alcanzar la situación excepcional en que la Europa del renacimiento encontró a éstos indígenas.

...Por lo expuesto nos será fácil deducir que con arreglo a los datos suministrados por las ciencias antropológicas y etnográficas, la raza indígenas Canaria debió existir en el Archipiélago durante ese desconocido periodo de la edad de Piedra revelado por la Paleontología, siendo probable que su inmigración principiara a verificarse en los cruelísimos

rigores de la época glacial, que obligó a una parte de la raza de Cro-Magnon a huir del centro de Europa hacia climas más templados, facilitando la misma superficie helada su trasmigración.

Después, sobre esta raza salvaje y miserable que tal vez no llegó a ocupar a ocupar todo el área habitable de las siete islas, vino la invasión de los tamahou de Libia en la época de su brillante dominación egipcia, llevando consigo un reflujo de sus usos y costumbres, de sus creencias, lenguaje e industria, a la colonia o colonias que se fundaron en cada una de las mismas islas del grupo.

Olvidada luego esta lejana conquista cuando otras dinastías de diverso origen llegaron a dominar en Egipto, volvió el Archipiélago a ser descubierto y colonizado en parte por los tirios y fenicios, hasta el momento en que después de varios eclipses – señalados en la historia por las alternas civilizaciones de los pueblos comerciantes del Mediterráneo -, juba alcanzó la gloria de hacer su descripción, legando este importante recuerdo a las edades subsiguientes.”

No creemos necesario reproducir más citas en apoyo de la anunciada compenetración de las razas del N. de África, pero sí vamos a ocuparnos de una de las invasiones de bárbaros más o menos rubios (indudablemente parecidos a otros de antiguo establecidos en el país conocidos por tamahus) que en 1.500 antes de Cristo penetraron por la frontera occidental de Egipto, reinando Menephat I. Tal muchedumbre se extendió por el extremo septentrional llevando a los habitantes yacentes en parte sangre homogénea ibera y en parte de otro elemento étnico; porque a la par realizaron la irrupción pueblos tan distintos por su origen, costumbres e idioma como los turanios y una de las principales ramas de la familia indo-europea como la celta. No fue un hecho histórico inusitado. Según John Campbell:

<<…juntos habitaron iberos y celtas en la antigua Babilonia y Caldea, como Acca y Sumer; en Persia como cimritas y elamitas; en Asia Menor como gálatas, frigios, cimerios y dárdanos o troyanos. Estaban unidos en Ecitia al Norte del Euxino; en las provincias Oeste y Sur del Danubio, tan lejos al Oeste como en Vindelicia y Recia y tan distantes al Sur como en Iliria, Galia Cisalpina y Liguria. El etrusco ibero vivía en contacto con los celtas umbríos en Italia; y en España fue tal fusión que constituyeron el pueblo celtibero de la Península.
En las islas Británicas los cimris, cornualles y galos (Welsmen) con gaelicos, maneses, escoceses e irlandeses gaels era vecinos de los iberos damnonios, siluros, pictos, ottadines y thutha de Danans.”

Aunque no se conoce ni una cita histórica en que fundamentar la presencia de los egipcios en las Canarias,  son tales los indicios que ya a principio del siglo pasado escribía Viera y Clavijo: “En efecto, todo induce a que fueron los primeros pobladores de las Canarias en tiempos muy remotos. Aparte de que las conclusiones osteométricas como hemos visto evidencian el parentesco entre guanches y egipcios, también este vínculo lo pone de manifiesto la etnografía”. El tatuado de brazos y piernas el andar los varones siervos tan sólo cubiertos con el taparrabo de cuero o tejido, los casamientos de los soberanos con sus hermanas (cuando no había otra mujer lo suficientemente noble) y el recaer el cargo de sumo pontífice en individuos de la familia real, fueron costumbres comunes a los dos pueblos. Cuenta Herodoto que los egipcios practicaban la siembra surcando primero la tierra y arrojando luego la semilla para después soterrarla moviendo sobre el campo rebaños de carneros, de cerdo u otros animales, y esto mismo hacían los guanches con sus rebaños de cabras en ciertas localidades.

En materia religiosa mantíenese la identidad, sin embargo de saberse poco de los isleños. Para unos y otros era el sol una de las divinidades más veneradas, así como artículo de fe el culto a los muertos, la creencia en la otra vida, el dogma de la resurrección y la necesidad de la expiación por medio de sacrificios cruentos; y aunque esto de inmolar victimas a los dioses fue práctica de todos los pueblos según Manethon los egipcios lo efectuaron no sólo de animales sino de hombres. En cuanto a los guanches éstos sacrificaban corderos y cabritos hasta la época de la conquista, existiendo más que sospechas de que hubo tiempo en que también inmolaron víctimas humanas.

...Aun sin base seria para calcular la fecha de venida de los egipcios a las Atlánticas, debió ser sin embargo en muy lejana antigüedad, tal vez tres o cuatro mil años antes de nuestra era. Esta opinión fundamos en las siguientes consideraciones:

1º.) Porque las colonias que se establecieron, no encontrando en las islas los materiales en sus sistemas de momificación y embalsamamientos, tuvieron que sustituirlos con productos del país, y el progreso que significa el grado de perfección que alcanzaron exigió probablemente muchos siglos, y
2º.) Porque es de presumir se desarrollara el indicado progreso cuando aún no habían sido conquistados por los iberos, 1.500 años ante de Cristo.”

Son innumerables los autores Canarios y extranjeros, que aceptan el hecho de que establecimientos de los primeros Canarios en las islas, tuvo lugar algunos milenios antes de la era cristiana, el enumerarlos sería harto tedioso para el lector, por ello creemos que con los ejemplos que anteceden, el lector podrá formularse su propio criterio sobre el particular.


ESTADO ACTUAL DE LA CUESTIÓN: No obstante, queremos aportar los puntos de vista y los planteamientos que sobre el poblamiento de las islas nos ofrecen algunos de los investigadores actuales, los cuales como es natural manejan una serie de datos proporcionados por las modernas técnicas y por la ciencia, que no estuvieron a disposición de los anteriores investigadores.

Constituye una obviedad, al menos aparente, afirmar que el conocimiento de los pueblos indígenas del Norte de África, en la antigüedad clásica, interesa a todo aquello que se relaciona con el problema del poblamiento. Primero, y de la posible colonización (egipcio-púnica) posterior de las Islas Canarias. Una de las posibilidades,  entre las que han venido barajando los investigadores, en principio y aplicando la lógica más directa, parece indudable que una de las oleadas migratorias que poblaron el Archipiélago, partió (como hemos anotado) del continente. Este hecho constituye un lugar común; precisamente, las dos síntesis principales acerca de la prehistoria norteafricana tienen una alusión única y singular acerca de la Islas Canarias; en ella se refleja que el Archipiélago se pobló (en parte) por africanos procedentes de la región africana de Tarfaya (Balout, 1955:481; Camps, 1974: 348; igualmente, sobre el poblamiento de los hombres de Mechta el Arbi “hacia el segundo milenio”, Almagro, 1968). (Enrique Gonzalbes Cravioto, 200: 61 ss).

“Es cierto que todavía queda mucho por conocer, como el momento concreto, la modalidad de poblamiento o colonización, incluso la forma de paso (González Antón, Del Arco, De Balbín y Bueno, 1998). Pero todas las tesis abundan en la procedencia africana de

los aborígenes de Canarias. Una presencia humana que, en todo caso, a juzgar por la fechaciones del C-14, debió iniciarse al menos en la primera mitad del primer milenio antes de Cristo. Las evidencias que se van acumulando, además, parecen señalar la existencia de una intensificación de ese poblamiento, incluso con posibles pautas de una colonización, con fechas no posteriores al siglo III a.de C., es decir, en  momentos de dominio cartaginés en el Norte de África (González Antón, De Balbín, Bueno y Del Arco, 1995).

Los nuevos datos que se apuntan parecen indicar una relación de las Canarias con el mundo líbico-púnico, mucho mayor de la que se  había podido sospechar hasta hace bien poco tiempo. En este sentido se apunta una documentación, que es controvertida desde alguna posiciones (Galand, 1997), pero que va tomando la fuerza de los indicios acumulativos. Principalmente debemos mencionar, a este aspecto, la piedra Zanata, con caracteres de escritura líbica (González Antón, Balbín, Bueno y Del Arco,1995), la existencia de imitaciones de ánforas púnicas en Canarias (González Antón, Del Arco, Balbín y Bueno, 1998), los posibles ejemplos de influjo iconográfico de Tanit (mucho más problemático de Baal Hammon) en el Archipiélago ( Del Arco, González Antón Balbín y otros, 2000), o la piedra de Anaga, con texto neo-púnico, descubierta por Manuel de Ossuna en el siglo XIX (Mederos, Escribano y Ruiz,2000).

La dirección de este análisis apunta a una visión de las Canarias menos cerrada, una zona mucho más abierta a las influencias sucesivas de las distintas civilizaciones de la antigüedad clásica, punto de vista que en el plano puramente intuitivo (si bien de forma minoritaria) fue apuntada hace algún tiempo, desde la perspectiva del análisis de las fuentes literaria (Blázquez, 1977). Y por otra parte aceptando como realidad no sólo en influjo sino el poblamiento africano en la antigüedad, queda por definir la procedencia de esos africanos. A este respecto, las propuestas e hipótesis se van multiplicando, de un extremo a otro del Norte de África: los habitantes de Tarfaya, acuciados por el cambio climático; los habitantes del Atlas, que serían unos supuestos Canarii que dieron origen al nombre de las islas; un grupo de gente procedentes del noroeste del Magrib, la zona cercana al corazón de Numidia (Belmonte, Springer y Perera, 1998).” (Enrique Gonzalbe Cravioto, 2002).

En este apartado, estudiaremos algunas de las aportaciones que distinguidos antropólogos han realizado en torno a los primitivos pobladores de nuestro Archipiélago. Uno de los más importantes de estos investigadores por su proyección internacional, lo fue sin duda alguna el francés René Verneau, quien dedicó amplios estudios antropológicos etnográficos a las antiguas poblaciones Canarias.

Este sabio, en un principio se interesó por las razas que habitaron primigeniamente nuestras islas a través de las consultas que le fueron hechas en diversas ocasiones por otros insignes sabios como el también francés radicado en Tenerife, Sabin Berthelot y el no menos ilustre canario Doctor Chil y Naranjo, quienes mantenían entre sí una estrecha correspondencia epistolar sobre temas de Historia, arqueología e etnografía de Canarias. De la inquietud de estos sabios participaron también otros distinguidos próceres canarios, siendo uno de los más destacados el Doctor Don Juan Bethencourt Alfonso, cuya obra cumbre Historia del Pueblo Guanche, estuvo postergada durante casi un siglo, a pesar que durante este tiempo era frecuentemente citada por intelectuales al servicio del sistema, pero éste obstaculizó la publicación de la misma, quizás por considerarla proclive a aumentar los sentimientos de identidad del pueblo canario. Identidad que por otra parte el sistema colonial se ha esforzado por desarraigar en la población Canaria no sólo secuestrando toda seña de identidad, sino tratando de imponernos costumbres y modas europeas, al tiempo que ha venido creando entre la población un sentimiento de rechazo a lo autóctono como sinónimo de atraso cultural, y aumentado nuestra subestima hasta cotas inimaginables en un país supuestamente desarrollado culturalmente, como hemos expuesto en el capítulo correspondiente.

“...De los pueblos que pudieron haberse mezclado forma con el elemento canario antiguo, hoy sólo investigaré la raza sirio-árabe. Se la encuentra con frecuencia en Gran Canaria, El Hierro y La Palma. Incluso en algunos lugares había llegado predominar considerablemente sobre el elemento guanche, que yo considero como el más antiguo. Este hecho demuestra que las migraciones tuvieron que ser numerosas.

“...Ningún descubrimiento nos ha mostrado, hasta ahora, la existencia del elemento sirio-árabe en el norte de Gran Canaria. Pero no ocurre lo mismo cuando uno se dirige hacía el sur. A partir de Agüimes se vuelve común. Hemos estudiado cincuenta y cinco cráneos procedentes del barranco de Guayadeque, situado en esa localidad, y, aparte de algunos-pocos numerosos- que presentan el tipo guanche, los restantes ofrecen huellas de mezcla con un elemento sirio-árabe. Incluso varios se parecen de una manera sorprendente al árabe.

“...De manera general, los cráneos, presentan con relación a la altura, un ancho un poco más considerable. Sin embargo, de los cincuenta y cinco cráneos de Guayadeque que hemos medido, siete son hipsistenocéfalos, es decir, que el diámetro vertical predomina sobre el diámetro transverso y en otros dos los diámetros son iguales.

En una palabra, estos cráneos presentan los rasgos sirio-árabes de una forma tan acusada como los árabes de Argelia. Las diferencias, pocos apreciables, residen en la nariz y en las órbitas. Pero si en lugar de compararlos con los árabes, los hubiéramos comparado con los antiguos egipcios, hubiésemos visto como la analogía se establece hasta en esas partes de la cara. Podemos afirmar, pues, que, aunque en la localidad de la que hablamos se encontraban algunos tipos guanches, el elemento sirio-árabe, para emplear una expresión vaga, le da cien vueltas a éste último.
.
...En una palabra (refiriéndose a los antiguos habitante del Hierro), igual que las cabezas oséas del sur de Gran Canaria, las del Hierro se aproximan de una manera sorprendente a la de los árabes de Argelia, de las que, sin embargo, se distinguen por un poco más de anchura y un poco menos de altura en el cráneo y por una disminución de los diámetros verticales de la cara.

También encontramos los mismos rasgos en los cráneos que he recogido en el barranco de Belmaco, en La Palma; pero aquí el tipo sirio-árabe es aún más acusado que en los precedentes. (René Verneau, 1996)

Para el resto de las islas podemos aplicar en las mismas proporciones las observaciones que tanto René Verneau como otros investigadores han realizado sobre la procedencia de los primeros canarios.

LA PROCEDENCIA DE LOS MAZIGIOS-CANARIOS SEGÚN LA GENÓMICA: Si bien la ascendencia libico-beréber (mazigia), con una considerable aportación egipcia del pueblo Canario, ha sido admitida por los prestigiosos historiadores  e investigadores tal como hemos podido ver en las páginas precedentes, desde los comienzos de la Conquista y colonización, fue a principios del pasado siglo XX, cuando este aserto  fue asumido y defendido por el

Doctor en medicina D. Juan Bethencourt Alfonso, y en las postrimerías del mismo siglo, es otro Doctor, D. Francisco García-Talavera Casañas, quien ahonda en los mismos planteamientos aunque aplicando una disciplina más moderna, el estudio de los genomas humanos los cuales nos enlazan científicamente con nuestros ancestros.

En las páginas que siguen, expondremos algunos de los conceptos científicos que este ilustre Canario ha desarrollado en torno a la ascendencia de nuestros antepasados.

“Desde comienzos de la ciencia antropológica, los investigadores del siglo pasado (S. XIX) observaron con extrañeza el parecido de los parámetros antropométricos de gran parte de los guanches (generalizando el término a todos los habitantes preeuropeos de Canaria) con el hombre fósil de Cro.Magnon. Pero en este siglo (s.XX) cuando se establecen las bases de comparación entre los antiguos canarios y las poblaciones norteafricanas, al resultar evidentes no solamente las similitudes físicas, sino también culturales, especialmente a medida que avanzaba en el conocimiento de la prehistoria y cultura antigua del Archipiélago.

...Ahora son las nuevas técnicas de la genética molecular aplicadas a las poblaciones, las que están produciendo un avance espectacular en el conocimiento de la evolución biológica e histórica de la especie humana. “Una nueva rama de la ciencia emerge con fuerza: la genómica histórica. La comparación de los perfiles genéticos de grupos étnicos permite poner a prueba los postulados históricos, muchas veces basados en deducciones poco objetivas: sin duda, la genómica complementa a la historia clásica” (Arnaiz-Villena, 1999).

En este sentido, con los estudios del ADN mitocondrial en poblaciones autóctonas de todo el mundo llevados a cabo, entre otros, por Cann, Stoneking y Wilson (1987), Ruiz Linares et al. (1995) y sobre todo los de Cavalli-Sforza, Menozzi y Piazza (1994) en 1800 pueblos aborígenes de todo el orbe – sin llegar a ser definitivo, entre otras razones por las limitaciones en la obtención de genes diferenciadores – han quedado esbozadas las afinidades y diferencias genéticas entre los distintos pueblos del mundo y, lo que es más importante, sus relaciones, migraciones y evolución histórica.

La existencia en el Norte de África de poblaciones blancas  clasificadas inicialmente como caucasoides, ha dado píe a múltiples hipótesis sobre su origen.

La primera evidencia del poblamiento humano de la región lo tenemos en los yacimientos de Ternifine, Ain Hanech y Side Abder Rahman, con una antigüedad de 200.000 años, que fueron clasificados como Homo erectus  (Newman, 1995) Pero es la aparición del Homo sapiens de Jebel Irhoud del Paleolítico medio (Musteriense) (100.000-200.000 AÑOS B.P.) con características neandertaloides atenuadas que preconizan el tipo de Afalou, y del hombre ateriense (sapiens sapiens) de Dar es-Soltan (30.000 años B..P.) que para algunos es el eslabón intermedio entre aquellos y el hombre moderno de Mechta-Afalou, portador de la industria Ibero-Mauritana (19.000-10.000 años B.P.). Este último, junto a protomediterranoides venidos de oriente con la cultura capsiense (10.000-5.000 B.P.), que esencialmente conforma la mayoría antropológica de la población actual.

El hombre de Machta el Arbi, también conocido como Mechta-Afalou fue equiparado por los antropólogos del siglo pasado (s.XIX) al tipo de Cro-Magnon europeo, pero más tarde se ha visto que sin dejar de ser vecino o primo de aquel, presenta caracteres diferenciadores en el cráneo y en las dimensiones corporales. Posee, entre otras características físicas, una gran estatura (1,76 m. De media para los hombres), desarmonía entre una cara ancha y un cráneo dolicocéfalo, así como una gran capacidad craneana (1.650 cm3).

Este tipo dominante en el Norte de África hasta la aparición de los protomediterranoides capsienses, comienza a disminuir demográficamente y a retroceder geográficamente hacía el oeste, acantonándose en las montañas del litoral occidental mediterráneo y atlántico y en las Islas Canarias, así como en el sudoeste sahariano (Hassi el Abioud) y en el Sudán (Jebel Saba).

...Fue hace más de 9.000 años cuando hizo su aparición en la parte oriental del Magreb un nuevo tipo humano muy parecido a las poblaciones mediterráneas actuales que, al igual que ellas, presenta dos variedades: una robusta y de gran talla (1.75 m. Para los hombres) y otra más grácil que se localiza en las montañas. Este tipo de hombre, según todos los indicios  venido de Oriente Próximo, se conoce como protomediterranoide, término que también se aplica a poblaciones más antigua de Oriente (natufienses).

A estos protomediterranoides muy bien podríamos llamarles protobereberes (Camps, 1996) por su cultura y sobre todo por su marcada propensión a la decoración con motivos geométricos, que son muy similares a los utilizados en la actualidad en el adorno corporal y en la decoración de la cerámica por sus sucesores bereberes.

...Simultáneamente, o con posterioridad, llegaron los protomediterranoides, pero en el caso de Canarias sólo se distingue el tipo robusto, también de gran talla, cara alargada y estrecha, y con un grado variable de extroversión goniaca que le da un contorno facial pentagonal o cuadrangular. Este tipo es asociado, al menos en Gran Canaria, con la “cultura de los túmulos” ya que enterraba a sus muertos en esos monumentos funerarios mientras que los cromañoides lo hacia en cuevas. En los últimos tiempos se ha constatado que no existía una separación racial tan clara como les pareció a los primeros antropólogos.

Según Wölfel (1992), en el siglo XVI al menos la mitad de la población de Gran Canaria (10.000 habitantes) era aborigen, sin contar los mestizos entre canarios y españoles, pues muy pocos traían mujeres. En el caso de Tenerife, según el mismo autor, también se puede afirmar que, en el siglo XVI, tres cuartas partes de la población de Tenerife eran de origen guanche. Wölfel llega finalmente a la conclusión de que a pesar de la inmigración europea en siglos posteriores, y de la fuerte emigración canaria a América, entre 2/3 y 3/5 de la población nativa actual lleva sangre aborigen y el resto europea.”

Sobre la pervivencia de la población guanche, y la posterior reasimilación del aporte foráneo especialmente en las zonas rurales (que era casi todo el territorio) de nuestras islas, el Doctor Bethencourt Alfonso, centrándose en este caso a la isla de Tenerife, pero que es aplicable a cualquiera de las otras islas, realizó un interesante estudio, el cual por su indudable interés para el tema que nos ocupa reproducimos a continuación: “...Al celebrarse la paz de Taoro o de los Realejos y hablando en cifras redondas, existían en Tenerife 20.000 guanches de todas las edades y sexos aunque predominando las mujeres y niños, de los cuales unos 5.000 continuaron rebelados en medio de los montes sin querer darse a partido, y los otros 15.000 se mezclaron con un millar entre conquistadores y pobladores formando los núcleos de veinte y tantas de las poblaciones actuales. Cuanto a mujeres europeas, como aconteció en las demás islas, eran contadas.

De los 1.000 entre conquistadores y pobladores que se avecindaron durante los primeros lustros, salvo unos cuantos extranjeros que por su escaso número nada significan, unas pocas docenas eran portugueses, como 200 indígenas isleños en su mayoría de Canaria y el resto de españoles, que siendo casi en la totalidad solteros se casaron con las guanchas. Aparte de que esto era natural, sábese por tradición, por lo que arrojan los archivos y sobre todo por el testimonio nada sospechoso de un comisionado inquisidor de aquella época que hizo un padrón secreto de todas las islas, y sacó a la luz el erudito Sr. Millares.

En lo esencial los hechos expuestos son  exactos y sólo falta aplicarles las conocidas leyes de la herencia y de cruzamiento; con la circunstancia en esta ocasión de hallarse favorecido el coeficiente o grado de afinidad sexual, por estar comprendido en el grupo llamado por Mr. Broca de homogenesia eugenésica o absoluta, puesto que tanto los naturales de las otras islas, portugueses y españoles como los guanches de Tenerife, proceden del mismo manantial ibero-libio.

Siguiendo con el ejemplo de los 1.000 conquistadores y pobladores casados con otras tantas guanchas, pues los pocos que ya lo estaban para el caso es lo mismo porque se amancebaron, resultó:

1º. Hijos mestizos de primera sangre.

2º. Simplificando el ejemplo para más fácil compresión, mestizos de segunda sangre (que es el primer grado de retorno), que comprende a los vástagos del cruzamiento de los mestizos anteriores con guanchas, que eran las que abundaban.

3º. Mestizos de tercera sangre (segundo grado de retorno) o sea los nacidos de los de segunda sangre casados con guanchas de pura raza y así sucesivamente hasta que en el quinto o sexto cruzamiento de retorno, como la población no era alimentada con elementos de fuera sino de la tierra, desapareció por lo general todo vestigio de mesticismo (mestizaje) y reapareció el tipo de la raza de la madre o séase del guanche con todos sus caracteres”.(Juan Bethencourt Alfonso, 1991:78-79)

Continuando con el estudio del Doctor García-Talavera, éste nos dice: “A pesar de los avances de la genética molecular en los últimos años, especialmente en el conocimiento del DNA mitocondrial y nuclear, el estudio de los grupos sanguíneos, entre ellos el sistema ABO, sigue siendo importante y complementario a la hora de abordar análisis genéticos comparativos entre poblaciones. Según R. Beals y H. Hoijer (1965): “los grupos sanguíneos son importantes antropológicamente porque sabemos con exactitud cómo se heredan”. “...La alta proporción del grupo O encontrada por Swazfischer y Liebrich (1963) en los aborígenes de Tenerife (83.90%) y Gran Canaria (94.7%), a pesar de haber sido obtenida, no por ausencia de A y de B, sino directamente, ha hecho dudar a algunos investigadores. Pero si comparamos estas cifras con las de los Tuareg del Ahaggar (75.4%) y beréberes Ait Haddidu del Atlas (79.7%)  vemos que son bastante aproximadas. Y si observamos que en las tres poblaciones el aislamiento es la característica común (islas, altas montañas, desierto) cabe pensar en la actuación en ellas, durante siglos, de la deriva genética, el efecto fundador y la consaguinidad.

Por otra parte, se observa que los porcentajes del sistema ABO en Canarias se asemeja más a los de los países maghebies estudiados, que a los europeos ibéricos. También se constata que en Canarias es más patente el dominio del grupo O sobre el A, que en Marruecos, Argelia o el Sahara. Esto se debe a que en estas islas el principal aporte sanguíneo

del exterior es europeo occidental, mientras que en los países continentales del Magreb, el principal flujo genético ha venido de Oriente próximo y, en menor medida, del África subsahariana, regiones en las que el grupo B aparece en un alto porcentaje. En Canarias, las islas orientales Lanzarote y Fuerteventura poseen unos valores elevados de este último grupo (17.5% y 16,5%) según datos obtenidos por Pinto et al. (1996), que son similares a los de Marruecos y Argelia, lo que, con toda
probabilidad, es debido a la entrada masiva en dichas islas de esclavos de la vecina costa africana después de la conquista, en los siglos XV y XVI.

Los canarios nos encontramos en el “Cluster” Norte a escasa distancia genética de libios y tunecinos, muy próximos entre sí, y a mayor distancia de otro subcluster” en el que se encuentran los beduinos y los nubios y marroquíes (sin beréberes). En este grupo Norte son “outliers” destacados los bereberes, lógicamente por todas las circunstancias antropológicas e históricas que hemos expuesto, y en menor grado los egipcios.

CONCLUSIÓN FINAL: La reflexión final que nos atrevemos a exponer es que, a la vista del abundante registro arqueológico, antropológico y lingüístico, junto al avance en el conocimiento de la prehistoria y la historia norteafricana y, sobre todo, los contundentes resultados de las investigaciones en biología molecular que están saliendo a la luz en los últimos años, es indudable la relación genética de los canarios con los pueblos norteafricanos amazighes.

El hecho de haber vivido separados durante milenios, al haber cruzado el mar y poblar las islas unos, y los otros soportado invasiones, conquistas y colonizaciones – que más tarde sufrirían los insulares –por parte de otros pueblos no africanos, no ha borrado las huellas del origen común.

Los pueblos invasores influyeron culturalmente en los que no se refugiaron en las montañas o en el desierto, pero el flujo genético fue escaso hasta la llegada al continente desde Oriente de los musulmanes Beni-Hilal en el siglo XI, que, aunque no influyeron de manera contundente en el pool genético, si contribuyeron decisivamente a la arabización  e islamización del Maghreb. En las islas fueron los ibéricos los que siguieron el mismo guión aunque desde distintas ópticas culturales y religiosas. Estos españolizaron y cristianizaron a la fuerza a los canarios, pero como hemos visto, tampoco alteraron en gran medida la genética insular.

De manera que, a pesar de todos estos avatares los canarios y los norteafricanos continentales seguimos conservando las características étnicas básicas que nos identifican con una raíz común que se remonta muchos milenios atrás,  cuando unos invasores – curiosamente también venidos de Oriente hace casi 10.000 años, posiblemente a consecuencia del cambio climático postglacial – arrinconaron y sometieron en gran parte a los autóctonos de ese momento.” (Francisco García-Talavera Casañas, 2000)

En cuanto a las relaciones que tanto fenicios, cartagineses e incluso egipcios, mantuvieron con las Islas Canarias en la antigüedad, trataremos de desarrollarlas en las páginas que siguen, soy consiente de que algunos de los planteamientos que expondré, no gustará a los defensores del  sistema imperante, pero al igual que el transcurso del tiempo insobornable arbitro, me  ha dado la razón en anteriores planteamientos de revisión histórica por los cuales en su momento fui denostado, en esta ocasión vuelva a estar de mi parte, que es lo mismo que estarlo de la Historia de Canarias no adulterada ni manipulada por intereses

bastardos. Es gratificante, el no estar sujeto a directrices preconcebidas por muy académicas que estas sean o se consideren, y poder expresar libremente los aspectos de la historia tal como lo entendemos y como nos la muestra las fuentes, sin tener que valorar las posibles reacciones de compañeros segados por el oro del sistema o por su propia incapacidad para analizar los hechos.

Los “especialistas” vienen debatiendo sin que hasta el momento exista un pleno consenso sobre los primeros grupos humanos que poblaron las islas, casi todos ellos parten de la idea preconcebida de que estos poblamientos debieron realizarse con un plan perfectamente elaborado y a gran escala, transportando a grandes masas de población e implantándolas en las Islas en grandes masas, es posible que esto sucediera así con las últimas oleadas y cuya acción fuese desarrollada por los fenicios de Gadir o de Cartago, pero por otra parte no hay que ser un lince para saber que en días claros, las montañas de nuestras Islas son perfectamente visibles desde determinados puntos la costa del continente especialmente desde Tarfaya, esto nos indica que desde tiempos remotos los habitantes del continente pudieron sentirse atraídos por estas Islas que tienen enfrente, y decidieran explorarlas en un primer periodo y colonizarlas después, y no precisamente en una navegación de fortuna o fortuita como apuntan algunos investigadores, sino en expediciones perfectamente organizadas cuya intencionalidad era poblar estas tierras, tal como lo prueba el hecho de que todas las islas estaban  habitadas en un mismos periodo histórico posiblemente desde el neolítico. Casi todos los historiadores cuando se refieren a algún pueblo en concreto que ocupó las islas, coinciden en que, había otro grupo humano anterior que ya las ocupaba, extremo este, ampliamente corroborado por los antropólogos, siendo esto así, ¿cómo y cuando se establecieron esos grupos? Si estos mismos investigadores niegan la navegación de altura para la época ¿cómo se desplazaron hasta las islas? Creo que la explicación es bastante sencilla, en nuestros días lamentablemente, estamos asistiendo a un drama que nos puede ilustrar de cómo se produjeron las primeras arribadas a nuestras islas desde el continente. A diario recalan a las islas de Fuerteventura y Lanzarote (y en algunas ocasiones a Gran Canaria y Tenerife) decenas de inmigrantes a bordo de unos barquitos denominados “Pateras”, estas frágiles embarcaciones miden entre cuatro y seis metros de eslora, y en cada una de ellas vienen veinte o treintas personas, y en los tres años en que se viene practicando este tipo de inmigración ya son varios los miles de ciudadanos continentales que han arribado a nuestras islas, a pesar de los impedimentos que tratan de ponerles las autoridades españolas, naturalmente la aventura no esta exenta de riesgos, pues ya son varias decenas los muertos habidos, pero la necesidad que sufren estos ciudadanos les impele a correr este riego cierto.

Si en tan corto periodo de tiempo han llegado a las islas varios miles de inmigrantes, es fácil deducir que en otra época con expediciones organizadas y sin ningún tipo traba y con embarcaciones de mayor porte aunque estas estuviesen compuestas de foles o balsas de juncos, las arribadas serían más numerosas, pudiendo transportar animales de tamaño mediano, semillas y herramientas, quizás esto explique el porque no había en las islas animales mayores, bacas, asnos, caballos  etc., ya que estos suponían un peso excesivo para este tipo de embarcaciones además de un riesgo cierto para la travesía (aunque indudablemente en Gran Canaria, conocieron los caballos según se desprende de unos grabados existentes en un yacimiento del barranco de Guayadeque, los cuales tienen paralelo en otros localizados en la antigua Nubia egipcia y que están Datados en el 3.800 a.d.n.e).

Posteriormente, se producirían las arribadas dirigidas por egipcios, gaditanos y cartagineses, éstas organizadas con fines económicos y producirían el trasplante de poblaciones norteafricanas, las que compondrían el último extracto racial y cultural que los

investigadores han dado en llamar cultura guanche, la que encontraron los colonizadores europeos en sus primeros contactos con las islas en el siglo XV, y en la cual se ha centrado la mayor parte de los esfuerzos de la investigación oficial, dando por sentado que la cultura del pueblo canario no tuvo más horizontes que los que éstos habían predeterminado. Así, durante centurias la historiografía oficial ha venido sosteniendo que los primeros Canarios, eran unos simples inmersos en una cultura del neolítico en plena edad de piedra, que habitaban en cavernas y que apenas sabían manejar algunos rebaños de cabras. Esta visión de los antiguos canarios, propagada por los colonizadores europeos conviene a sus intereses depredadores, para así poder justificar ante la sociedad y mentalidad de la época, el sangriento comercio de seres humanos de que hicieron víctimas a estas islas, como hemos expuesto en otro lugar. Por el contrario, lo que tuvieron mucho cuidado en ocultar en un principio y después perseguir de manera inmisericorde, hasta casi destruirla, la cultura social, moral y religiosa de era portador el pueblo Canario, la cual fue causa de asombro y admiración de aquellos conquistadores más sensibles, no entendiendo como un pueblo tan parco en su cultura material era con mucho, superior a los europeos en cuanto a la cultura espiritual. Estos colonizadores  no quisieron entender que el pueblo tuvo que adaptarse a los elementos que el medio ambiente les ofrecía para desarrollar su cultura material, y aún así, no dejaron de crear obras de ingeniería, como el túnel horadado en roca de basalto de más de una cuarto de legua, así como las canales para riego en Gran Canaria y Tenerife, las sólidas construcciones de casas de piedra formando poblados existentes en todas las islas, las construcciones sicopleas de Lanzarote o la muralla de Fuerteventura, así como las canales de tea o horadadas en la toba para el riego de los cultivos, y la construcción de bancales aún en uso en el Sur de la isla Tenerife, la construcción de mastabas escalonadas en las islas Tenerife, La Palma y Gran Canaria, relacionadas con observatorios astronómicos, son elementos arquitectónicos y de ingeniería que los primeros colonizadores aprovecharon para uso propio como parte del botín de la conquista, pero que ocultaron como partes de la cultura material de los antiguos Canarios.

Y todos estos logros, fueron realizados sin la ayuda de herramientas de bronce o de hierro, pues si bien fueron conocidas por los primitivos habitantes, el aislamiento sufrido durante centurias o quizás milenios del mundo exterior, posiblemente a partir del derrumbe del imperio romano de occidente al cortarse las comunicaciones e intercambios comerciales les privó de su uso.

Es indudable que este largo periodo de aislamiento, al carecer las islas de los aportes externos, la cultura Canaria, se fuese cerrando sobre sí misma, produciéndose una involución técnica al depender esta exclusivamente de los materiales que ofrecía el entorno, que por lo demás, eran bastantes limitados, consistente en la piedra, la madera, los huesos, las pieles y algunas fibras vegetales, no obstante, la industria de los Canarios supieron sacar el máximo partido a tan burdos materiales siendo la admiración de los colonizadores, la finura de acabado de los objetos elaborados y el fino adobado y posterior manufacturación y fino cosido de la pieles. Este reconocimiento por parte de los colonos no es de extrañar, si tenemos en cuenta que la España rural de la época, los campesinos vestían con toscas arpilleras, esparto o burdos paños, y que las pieles estaban destinadas a la nobleza, para la que  por otra parte, practicar la higiene personal era un pecado capital.

(Extraído del libro inédito del autor: La Diosa Madre en Canarias. Cap. 6)
















      








[1] Naturalmente se refiere al siglo XX.

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