domingo, 26 de febrero de 2012

UN GUANCHE PRIMER ESCRIBANO DE VILAFLOR

Juan Delgado, escribano de Vilaflor
Poco tiempo después de finalizada la conquista, el Adelantado ordenó crear cuatro oficios de escribanía, que se estimaron suficientes para atender las nece­sidades de la isla. Aunque los escribanos residían en La Laguna, se traslada­ban a cualquier otro lugar donde se les requiriera.
Posteriormente, el número se fue ampliando de acuerdo con el crecimiento de la población.

En un principio, los escribanos eran designados por el Rey, el Adelantado o el Concejo, si bien la aprobación definitiva sólo era atributo del Monarca. La solicitud del nombramiento la realizaba el interesado, argumentando el falle­cimiento del titular. Sin embargo, era frecuente la transmisión del oficio por renuncia de éste, proponiendo el nombre del próximo titular, tras la acredita­ción de que sobrevivía veinte días después de su renuncia. El Cabildo estu­diaba la documentación y, caso de acordar la admisión, se procedía al examen del aspirante para verificar su competencia y, si resultaba apto, éste realizaba el preceptivo juramento. Seguidamente, el Concejo lo tramitaba al Rey para su confirmación dentro del plazo de seis meses.

La necesidad de escribano público en el sector del Sur, donde se encon­traba integrada la villa de Adeje, se hizo cada vez más perentoria. Según rela­tos de testigos, la población iba en aumento en estos lugares", especialmente en Vilaflor, donde vivían alrededor de 1.000 personas. Obviamente, entendemos que se refería a la totalidad del término de Chasna. En esta localidad y en Adeje exis­tía alcalde pedáneo y alguacil, nombrados por el gobernador de la isla.

Los vecinos de Vilaflor, Abona y Adeje acudían a La Orotava, Los Realejos o Garachico para poder legalizar sus asuntos. Los de Vilaflor no tenían más reme­dio que hacer el largo recorrido hasta Los Realejos y La Orotava, bien atrave­sando Las Cañadas del Teide, bien a través del Camino de Carrasco, pasando por Ifonche, para llegar hasta Adeje y tomar el de Aponte, que les conducía has­ta Garachico e Icod. Finalmente, disponían de otra ruta alternativa, cual era la del camino de Garachico que, partiendo de Vilaflor, subía por la montaña de Teresme hasta Tijoco de Arriba y Arguayo, a cuya altura enlazaba con el Camino de Aponte. En cualquier caso, suponía una penosa marcha, alrededor de 45 Kilómetros. En invierno, el trayecto por Las Cañadas se encontraba frecuente­mente interrumpido a consecuencia de la nieve. Los vecinos de Adeje, por su parte, se trasladaban hasta Garachico por el camino de Ponte o Aponte.

En esa época, ejercían en Garachico esta profesión tres escribanos, en La Orotava dos y en Los Realejos otros dos. Cuando, desde estos lugares, algu­no de ellos se veía obligado a dirigirse a las citadas localidades del Sur, los honorarios se incrementaban de manera significativa. Por otra parte, era fre­cuente que no pudieran llegar a tiempo para la ejecución de causas urgentes, como era el caso de los testamentos.

Estos tres factores, incremento de la población, las largas distancias y el encarecimiento de las diligencias notariales, indujeron al gobernador de la isla a dirigirse al Rey, el 14 de julio del año 1564, suplicándole que se nom­brara un escribano público que atendiera los problemas de los territorios de Chasna, Abona y Adeje. En una Real Cédula del 6 de octubre del mismo año, la Corona solicitó información. No sabemos el por qué, pero el hecho es que ésta se verificó veinte años después ante el gobernador y justicia mayor, don Lázaro Moreno de León. Convocó éste a una serie de testigos, vecinos de los citados lugares.

Uno de los testigos fue Francisco de Medrano, quien dijo que tales tér­minos se iban poblando cada vez más, en especial el lugar de Vilaflor, donde se calculaban 200 vecinos y contaba, al igual que el de Adeje, con alcalde y alguacil. Estimaba la distancia a La Orotava y a Los Realejos en cinco leguas.

Hacía hincapié en que, especialmente durante el invierno, los escribanos no podí­an pasar a Vilaflor debido a las nevadas y que los vecinos que les trasportaban habían de recibir salarios elevados. Otro informador fue Mateo Alvarez de Sepúlveda, vecino de Abona, quien corroboró las declaraciones del anterior y dijo que la distancia que separaba Adeje de Los Realejos era de nueve leguas. Intervino también Pedro Soler, vecino de Vilaflor y regidor de la isla. Testificó que Vilaflor disponía de alcalde y alguacil, que en todo este territorio no exis­tía escribano público ni privado y que las dificultades de transporte ocasiona­ba el que muchas personas murieran sin poder hacer testamento.

Sin embargo, no hemos encontrado referencias de que tal concesión se hiciera efectiva hasta cincuenta años después. Existen evidencias de que el primer escribano de Vilaflor fue Diego Martín de Barrios, que ocupó tal car­go en el año 1614 y lo desempeñó hasta 1618. Esta Escribanía abarcó los lugares de Vilaflor, Arico, Granadilla y Adeje, que constituyeron para el futu­ro la jurisdicción territorial de la zona.

En el año 1628 fue nombrado don Andrés Hernández Pinto. El 20 de enero de este año, a propuesta del Ayuntamiento de la isla, fue confirmado por el Rey mediante carta extendida en la ciudad de El Pardo.

El día 3 de mayo de 1647, el capitán don Juan Delgado presentó un escrito dirigido al Ayuntamiento de la isla en el que solicitaba la plaza de escribano público, por renuncia de don Andrés Hernández Pinto. Contaba 30 años de edad cuando el Ayuntamiento le concedió el nombramiento.
Algo después, por Cédula Real del 30 de septiembre, se ratificó y apro­bó su elección como escribano de número. Seguidamente relatamos algu­nos pormenores.

El 23 de junio de 1647 "el capitán Juan Delgado vesino del termino de Adexe desta ysla presento ante Vuess estos recaudos y renunsiasion que mi hiso Andrés Hernández Pinto escribano de Billa Flor, Adexe y La Granadilla del dicho ofisio y testimonio del titulo real".

En el expediente figura el testimonio de una Carta Real de fecha 20 de enero de 1628 que prueba que en tal fecha se dio nombramiento de escriba­no de esta jurisdicción a Andrés Hernández Pinto. La mandó redactar don Sebastián Antonio de Contreras y Mitarte, secretario del Rey, por mandato de éste. Consta también el escrito de renuncia de este escribano, de fecha 1 de marzo de 1647, en favor de la persona de Juan Delgado, por estimar que reunía las condiciones idóneas para desempeñar tal cargo, recabando de la Corona confirmación del nombramiento de éste. Fue extendido por el escri­bano del Realejo de Abajo.

Sigue luego la petición de Juan Delgado, de fecha 13 de mayo de 1647, aduciendo que hace la solicitud motivado por la renuncia de Andrés Hernández Pinto a favor de su persona. Resalta que ha sido "persona de buena vida. Hijo legitimo de legitimo matrimonio de Bartolomé Delgado y Catalina Luzardo nativos los dos desta ysla".

Existe evidencia de las declaraciones verificadas en La Laguna por los testigos Baltasar Suárez, Francisco Ruano Barrera y Antonio Delgado, los dos primeros vecinos de La Laguna y el último "de las partes de Chasna" y pariente del aspirante. Coincidieron con las manifestaciones de Juan Delgado, corroborando que éste contaba con más de treinta años de edad, que era cris­tiano, que no descendía de raza mora ni judía y que su familia jamás había sido condenada por el Santo Oficio. Informaron que Juan Delgado era hijo legítimo del último matrimonio de Bartolomé Delgado y Catalina Luzardo "su última mujer".

Según lo legislado, Juan Delgado tomó posesión dentro de los seis meses siguientes a la citada fecha. Ocupó esta plaza hasta el año 1649. Su sucesor fue Lorenzo Díaz Delgado, que la desempeñó desde 1649 hasta 1674. El últi­mo escribano de Vilaflor fue Domingo Ruiz Mora, del que se conservan docu­mentos datados entre 1826 hasta 1849.


Extraído de: Pedro de las Casas
Introducción a la Historia de Adeje
ACT. Cabildo Insular de Tenerife, 1997.
ISBN.: 84-87340-70-9.


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