lunes, 21 de mayo de 2012

El éxito del gofio


El éxito del gofio


Victoria Dorta S. *


¡Mi niña!, entre tu hija, tu marido y tú me van a dejar sin gofio, le dije el otro día a mi vecina -en su idioma, claro- cuando me la encontré en el supermercado haciendo la compra y me comentó que ya se le había acabado "la harina milagrosa", que es como ella llama al gofio. Por algo será, ¿verdad?

Todo ocurrió hace unos meses, cuando ofrecí a mi vecina una taza de leche con gofio a la hora del desayuno -más canario imposible-; desde entonces, ella y él se han hecho inseparables. Yo me alegro, pues también es una manera original de dar a conocer nuestras costumbres canarias. Lo del flechazo culinario ocurrió por casualidad; posiblemente ya habrán leído sobre ello en mi artículo titulado "La tele, el gofio y mi vecina"[1], publicado en el periódico de EL DÍA, el pasado mes de mayo. Esta historia de amor con sabor y olor a trigo-millo, de suave tonos tostados y de sabores isleños que dejan huella, hará que muchos de ustedes se sientan identificados; sobre todo, los que como yo, son amantes del gofio.

¿Sabes que el gofio de tu tierra está causando furor en mi casa?, me dijo mi vecina con aire optimista. Modestia aparte -le contesté-, no me sorprende en absoluto, pues en todos estos años he recomendado el gofio a bastante gente en Bélgica y hasta ahora todos han sido comentarios positivos. Quizás sea debido a que primero les explico un poco por encima la historia de nuestro sabroso producto: que era la base de la alimentación de los guanches, que es rico en vitaminas, minerales, fibras y proteínas; que no contiene colorantes ni conservantes, etc. En fin, no sería mala idea promocionarlo entre los turistas que llegan a nuestras islas; poniendo cuidado, eso sí, en no dárselo en polvo para que no se nos ahoguen, digo.

Durante la conversación y como la que no quiere la cosa, intenté explicarle a mi vecina -con diplomacia, faltaría más-, que el gofio restante en mi poder lo tenía como oro en paño y que de compartirlo ni hablar, pues el escaldón del próximo fin de semana en casa de una servidora, estaba ya programado y no podía echarme atrás. En realidad, ahora sólo me queda medio kilo del nutritivo alimento. De los tres paquetes con gofio que traje de Tenerife a finales de agosto, uno se lo regalé a mi vecina; el resto se va integrando poco a poco en el paisaje de mi cocina, ya saben: en la taza de leche con gofio de turno, en los potajes y postres, etc. Como ustedes comprenderán, me encanta que el gofio siga siendo todo un éxito en el país canario y por supuesto, me enorgullece cuando triunfa más allá de nuestras fronteras.

Con el paso del tiempo, el gofio ha ido escalando puestos y hoy ocupa un lugar privilegiado entre nuestros alimentos típicos más queridos. Antiguamente, era considerado como el pan de los pobres; esto originó, entre otras cosas, que fuera rechazado por muchas de las familias pudientes. Hoy en día, el gofio ocupa un lugar entrañable en cualquiera de los hogares canarios.

La tradición y la cultura son indispensables cuando se quiere mantener unido a un pueblo. Creo que todos los canarios debemos valorar y dar más vida a nuestras señas de identidad: gastronomía, folclore, artesanía, deportes autóctonos y todo lo que tenga que ver con nuestras raíces e historia.

Gofio canario del alma, qué viejo son tus caminos, / huella has dejado en las tierras, que el canario ha recorrido.



* DESDE BÉLGICA

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