viernes, 10 de agosto de 2012

CAPITULO XIII


CAPITULO  XIII

Eduardo Pedro García Rodríguez



En el capitulo anterior dimos un somero repaso al habitat en cuevas de los antiguos awuaras, en la páginas siguientes vamos a tratar de los poblados de casas construidas de piedras secas, técnica que nuestros ancestros dominaban perfectamente no sólo en la construcción de viviendas, sino que además la empleaban en la construcción de paredes para las huertas de cultivos denominadas bancales, algunos de cuyos vestigios han llegado a nuestros días, y que los estudios  arqueológicos existente en la actualidad, sugiere que fue practicada en los momentos más antiguos del poblamiento de la isla, y así parecen demostrarlo, según el investigador E. Martín: “los restos de varias especies vegetales domesticadas, como el trigo (Triticum aestivum/ durum), la cebada (Hordeum vulgare) y las lentejas tipo microesperma (Lens culinaris), y que fueron halladas durante los trabajos de excavación arqueológica de la Cueva del Tendal. De este modo, se confirmaban las hipótesis de algunos investigadores de que los awuaras practicaron una agricultura desde los momentos iniciales del poblamiento para, posteriormente, ser abandonada de manera voluntaria o involuntariamente” (E. Martín Rodríguez, et al. 1988).

Esta técnica constructiva fue continuada por los colonos invasores tanto para la adecuación de los terrenos de labranza intensiva como para la construcción de las primeras viviendas las cuales estaban desprovistas de todo tipo de argamasa. Pero antes de continuar con el tema vamos a dar una breve disgreción en torno a algunos aspectos del estado actual de la arqueología en Benahuare y en el resto de la nación canaria:

Los procesos de antropización de un territorio se desarrollan necesariamente en el tiempo, y este transcurso temporal genera distintos estadios de dominación e interrelación entre la sociedad y la naturaleza que actúa como soportante de las actividades humanas. Toda acción del hombre produce cambios en el ambiente, y esos cambios vuelven a incidir sobre las conductas humanas, condicionando su mantenimiento. Sin caer en el determinismo geográfico, hay una evidente relación mutua entre los recursos naturales, los espacios físicos y las civilizaciones que allí se desarrollan.

Puede resultar útil como esquema teórico pensar los distintos modos de relación sociedad-naturaleza como estilos de desarrollo, conformados por tres elementos básicos: para quién se produce, cómo se produce y con qué elementos naturales se produce.

Luego se pueden analizar la calidad y cantidad de los recursos naturales pasibles de ser explotados, la estructura social existente y el grado de avance de las tecnologías productivas para conformar un panorama particular de las relaciones sociedad/naturaleza en un período.

Los arqueólogos han venido siendo requeridos de forma incesante en Canarias, para que adapten sus estrategias de investigación a los deseos e intereses del  pueblo canario, que no sólo exige la devolución de ciertos objetos y cuerpos mirlados (momificados) así como de restos humanos de nuestros ancestros que han sido profanados en nombre de un cientifismo etnocentrista y que han sido dispersados por diferentes centros y museos en el mundo para volver a ser inhumados dignamente, sino también el respeto de sus valores culturales en las excavaciones que realizan.

La adecuación de las estrategias científicas de investigación a la sensibilidad de la cultura tradicional señala una nueva dirección en la actividad arqueológica y supone un desarrollo que apenas se contemplaba hace unas décadas, cuando se consideraba que la rígida objetividad científica dominaría en breve plazo la arqueología.

Habitat en cabañas


Como hemos apuntado más arriba, nuestros antepasados para la construcción de casas contaban con albañiles y carpinteros. Las paredes se realizaban seleccionando y trabajando piedras que diesen una cara regular, especialmente en cimientos y esquinas, para formar una cara externa y otra interna, rellenándose su interior con piedras pequeñas y tierra que acabarán constituyendo muros de aproximadamente 1-1,50 metros. Los techos se preparaban con listones de madera de tea, sabina o cedro, luego una capa de losas planas  y finalmente una capa de ramas vegetales.
 
La planta interior de las viviendas era variable. La cruciforme facilitaba la sujeción de la techumbre, ya que reducía la distancia entre los laterales de las paredes y el espacio central. (Ignacio Pérez)

Uno de los trabajos más interesantes en torno a las denominadas construcciones de superficie realizados en Benahuare se lo debemos al investigador Martín Rodríguez de quien reproducimos algunos párrafos:

“La utilización de cabañas parece ser un hecho más frecuente en aquellas zonas donde escasean las cuevas, a tenor de la distribución de los hallazgos. A pesar de que se conocen numerosos ejemplos de yacimientos de esta naturaleza, no conocemos con detalle sus características constructivas ni la interrelación existente entre esta modalidad de habitat y la cueva natural, debido a que todavía no se ha realizado ninguna investigación exhaustiva en tomo a ellos.

La presencia de estas construcciones se ha detectado en diversos puntos de la Isla, tanto asociados a poblados de cuevas –Briesta (Garafia), Cruz de la Reina (Garafia), El Roque (Mazo)- como formando conjuntos aislados en La Zamora (Fuencaliente), Tanausú (El Paso), La Sabina Vieja (Los Llanos), Los Guanches (Garafia) o El Pocito (Mazo). Tanto unos conjuntos como otros presentan una tipología constructiva similar, con plantas de tendencia cuadrangular o circular y muros formados por una doble hilera de piedras, cuyo interior se rellena de cascajo menudo, aunque en ocasiones presentan
características más elementales. Su configuración puede ser muy simple y estar integradas por un solo recinto o presentar mayor complejidad, hasta el punto de integrar un mismo cuerpo varias estructuras de esta naturaleza.

En muchos de los casos señalados los materiales cerámicos que aparecen en estos yacimientos se encuadran en los momentos finales del poblamiento prehistórico, es decir, cerámicas decoradas con impresiones e incisiones similares a las que caracterizan el nivel superior de cuevas de habitación como El Humo y Los Guinchos (Breña Alta), Belmaco o el Roque de la Campana, ambos en Mazo.

Su presencia no se puede utilizar para justificar este tipo de habitat como un elemento tardío ya que en otros yacimientos encontramos materiales más antiguos, pero sí los podemos poner en relación con factores de índole demográfica que llevan a ampliar la superficie de asentamientos existentes o a ocupar nuevos territorios. Podría ser el
caso del bando de Tijarafe al que aluden las fuentes por la mucha gente que tenía y donde aparecen los poblados más extensos como el de Cruz de la Reina que alcanza su apogeo en este último momento y está integrado por más de un centenar de estructuras. “ (Ernesto Martín Rodríguez, 1992:31)


Asociado a las cuevas-viviendas y casas de los antiguos awuaras las prospecciones arqueológicas han puesto al descubierto ricos ajuares domésticos entre los que cabe destacar la cerámica de clara connotaciones culturales con el continente.

La cerámica es fundamental para conocer estas cronologías milenarias en el norte de África y nuestras islas, pues Sabino Berthelot sitúa la cerámica negra de La Palma con las aparecidas en cuevas de Río de Oro y Achacar en el Sahara ex español, ambas de tipo incisa por lo que propone cierta comunidad de origen. Los protoguanches aportarán la cultura de las cuevas del Norte de África, junto a las culturas de enterramiento y momificación así como los tejidos de junco y cerámicas lisas de Tenerife o Fuerte ventura, decoradas con incisiones que datan cronologías superiores a 2500 años antes de la Era actual. También alude a las inscripciones tifinag o fondos de asa de piedra o túmulos de cronologías muy posteriores ya próximas al periodo histórico actual.

Entre ambas oleadas poblacionales pudo haber otras (tal como apunta Buenaventura Bonnet.) Considera que la primera migración camita procedente de Río de Oro motivado por deterioro del medio ambiente será constante hasta el milenio anterior a la Era actual, aportará elementos culturales que a su vez son coincidentes con otras aparecidas en el litoral mediterráneo, como estatuillas o pintaderas que considera inmersas en cronologías superiores a tres milenios antes de la Era actual y por tanto correspondientes a fases últimas del periodo neolítico.

No obstante y a pesar de todo, M. Pellicer recoge en el estudio mencionado aspectos coincidentes cuando cita a Zeuner ponente en el V Congreso Panafricano de Prehistoria celebrado en Santa Cruz de Tenerife (año 1966) cuando afirma que las culturas canarias se originaron por oleadas sucesivas y desde las zonas orientales africanas a partir de 10 mil años antes de la Era actual, (pleno Paleolítico Superior), hasta comienzos de la Era actual, es decir que abarcaría el periodo epipaleolítico y neolítico, aspecto que avala nuestra teoría de un poblamiento más remoto del que científicamente ahora se pretende acuñar.


Establecimiento de los contextos culturales


Una vez fijada la cronología se procede al estudio analítico del contexto cultural y medioambiental, un proceso más complicado cuya finalidad es reconstruir los sistemas culturales y ecológicos. Cada artefacto es considerado, desde este punto de vista, no como un elemento cronológico sino más bien como resultado de la actividad humana en el tiempo en que fue fabricado. La ubicación física de un artefacto puede ser determinada por medios relativamente simples, como una excavación cuidadosa, pero determinar con exactitud qué actividad lo produjo y como esa actividad encaja en la antigua cultura de su hacedor es a veces problemático. La obtención de datos interdisciplinares pueden revelar dónde y en qué parte del ecosistema se localizaron las materias primas del artefacto y, lo que es más importante, pueden establecer una relación entre la cultura y el medio ambiente. Restos de desechos (por ejemplo huesos y restos de plantas) proporcionan información sobre la forma de vida de quién los tiró, sobre los elementos del ecosistema, sobre la estacionalidad de los patrones de asentamiento o sobre las relaciones comerciales. Las formas de enterramiento y los ajuares de las tumbas aportan mucha información sobre el pasado, particularmente en aspectos como la concepción de la realeza, la jerarquía, el rango social o las prácticas religiosas; cada objeto refleja las actividades realizadas en el periodo en que los hombres ocuparon el yacimiento.
Con toda esta información, el arqueólogo intenta sintetizar las cronologías regionales en una secuencia de culturas y ecosistemas de áreas más amplias o de regiones relacionadas entre sí. Esto conlleva idealmente la descripción dinámica de los procesos que pueden ser analizados para determinar las causas del cambio cultural, es decir, no sólo cómo suceden los cambios, sino también por qué se producen.






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