martes, 26 de marzo de 2013

El tercer embate contra el Caciquismo: la II República, 1931-1936 (y 5)




La crisis de 1929, el bloqueo de la emigración y la llegada de la II República propiciaron el tercer y más contundente asalto al edificio caciquil
En vísperas de la II República, nuevos acometidas deterioraron la economía insular. La reducción de las exportaciones de fruta, la disminución considerable del valor de los plátanos, la crisis tabaquera, la paralización de las obras públicas e inviernos secos que provocaron la pérdida de las cosechas de cereales, papas y tabaco se combinaron para incrementar el desempleo y crear una situación "angustiosa" en La Palma. Al cierre de la emigración hacia Cuba, tradicional alivio de las depresiones económicas en el Archipiélago, se agregó el constante regreso de los emigrantes para agravar el problema del paro.
Varios colectivos de la sociedad insular estimaron que la mejor manera de subsistir en una Isla cerdada por la crisis y con las puertas de la emigración cerradas era agruparse en asociaciones de ideología progresista que ampararan sus intereses. Estas agrupaciones se vieron favorecidas por el régimen republicano que se implantó el 14 de abril de 1931.
La II República.- El diseño republicano pretendió establecer un reparto de funciones: por un lado, la gestión política quedaría asignada a los republicanos que se encargarían de los órganos de gobierno insulares y recibirían los votos del movimiento obrero en las convocatorias electorales; por otro lado, el apartado laboral se encomendaría a la Federación de Trabajadores de La Palma que contaría con el respaldo institucional.
Este concierto supuso un duro golpe para el Caciquismo tradicional. En el orden político, con los republicanos rigiendo el Cabildo y los ayuntamientos, el Caciquismo Conservador perdió la facultad de distribuir empleos, favores y subvenciones. El Partido Republicano Palmero venció en las elecciones generales de 1931 y en las municipales de 1933.
En el orden laboral, el soporte que el Gobierno progresista del primer bienio (1931-1933) proporcionó a los sindicatos socialistas constituyó la base sobre la que se apoyó el proceso de sindicación del proletariado palmero. La legislación promovida por el Gobierno concedía personalidad jurídica a las asociaciones obreras y les entregaba poder decisorio en determinados asuntos municipales. Estas medidas aprobadas por el Ejecutivo nacional de republicanos y socialistas pretendían vigorizar los sindicatos para que fueran eficaces en su misión de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, medio previsto por el proyecto republicano para resolver el problema social que desestabilizaba a España, desde principios de siglo.
Pero, además, el desmantelamiento del caciquismo, enraizado en las zonas rurales, era otra meta del programa republicano: los sindicatos debían ser dotados de la fuerza de atracción necesaria para arrebatar al cacique sus clientelas de jornaleros y pequeños campesinos y atraerlas al seno de las organizaciones obreras que aceptaban la República. En la práctica, el apoyo oficial adjudicó a los sindicatos la función de agencias de colocación. En el caso de La Palma, los sindicatos adheridos a la Federación de Trabajadores se erigieron en los principales distribuidores de puestos de trabajo porque, en cada término municipal, después de la entrada en vigor de los convenios, recibían las demandas de trabajadores de los patronos y proporcionaban empleados entre sus afiliados. A partir de este momento, no serán los propietarios quienes repartan los empleos, sino el sindicato, por turno, entre sus militantes.
Esto supuso un vuelco en las relaciones laborales. Los empresarios perdían su supremacía social a marchas forzadas ya que los puestos de trabajo que creaban eran gestionados por los sindicatos. En los meses siguientes a la proclamación de la República, la conversión en agencia de colocación llevó aparejado el esfuerzo para que se cumpliera la jornada laboral de 8 horas, se pagaran los salarios acordados y se respetaran las condiciones de trabajo estipuladas.
Entre 1930 y 1935, republicanos, socialistas y comunistas constituyeron agrupaciones políticas, sindicales y culturales que tuvieron un considerable dinamismo y un creciente respaldo social. En 1930, se fundó la Federación de Trabajadores de La Palma; en 1931, el Partido Republicano Palmero y la Agrupación Socialista; en 1933, se crea el Radio Comunista; unos meses más tarde, se constituirán el Socorro Rojo Internacional y las Juventudes Comunistas; al año siguiente, la Agrupación de Cultura Proletaria Octubre; y, en 1935, Izquierda Republicana.
La ruptura del consenso republicano.- No obstante, aunque republicanos y marxistas habían entrado de la mano en el nuevo régimen, a lo largo del quinquenio democrático, se agrietó este consenso. Un sector importante de la población trabajadora de La Palma, acuciado por la depresión económica, se convenció de que la solución a la crisis no la iba a traer la abortada campaña de obras públicas financiada por la República, ni una Cuba ya muy lejana. Progresivamente, se inclina por la abolición de la propiedad privada y por el reparto de riqueza, inherentes a una revolución obrera, como los mejores remedios para la pobreza del proletariado.
Mientras, el conservadurismo palmero, integrado en la Unión de Derechas, reaccionaba. En las elecciones generales de 1933, venció haciendo acopio de sus mermadas clientelas caciquiles, de buena parte del voto femenino, que se expresaba por primera vez en España, y del apoyo de los sectores sociales descontentos con el devenir republicano (población católica disgustada con el tratamiento que los gobiernos republicanos daban a la Iglesia y patronos atemorizados por el fortalecimiento de las organizaciones obreras).
La recta final.- La Unión de Derechas repitió triunfo en las elecciones generales de febrero de 1936. Sin embargo, los comicios mostraron que las fuerzas progresistas, pese a presentarse divididas en Partido Republicano Palmero y Frente Popular, sumaban la mayoría en la Isla. Sobre todo, esta vez llamó la atención que el Frente Popular (liderado por los comunistas) acelerara su progresión, al triplicar sus resultados insulares, con respecto a las elecciones de 1933. El candidato más votado del Frente Popular recibió el sufragio del 37,4%, de los votantes. La propia derecha palmera reconocía, preocupada, que el ascenso de la izquierda más radical había sido considerable. De no hacerlo en ninguno, el Frente Popular había pasado a ganar en cuatro municipios, incluida la Capital de la Isla (Breña Baja, Garafía, Tazacorte y Santa Cruz de La Palma). El nivel de la abstención que, en 1933, se situó en torno al 50,1%, en 1936, pasó al 39,5%. La capacidad de movilización de la Izquierda fue la responsable de la mayor parte del descenso. Conforme avanzaba la República y se desbarataban las estructuras caciquiles, debido al avance de la sindicación, una parte importante de la inhibición electoral se tornó en votos de Izquierdas. Además, la prensa palmera de todas las tendencias constataba que porcentajes amplios de la generación joven que se incorporaba al censo electoral se estaba mostrando receptiva a la ideología marxista. El pensamiento de muchos de estos jóvenes se había formado, desde los tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera, en escuelas particulares y públicas, donde maestros progresistas vertían una serie de conceptos que ponían en tela de juicio las concepciones procedentes de la cultura derivada del Caciquismo. Estos jóvenes, nacidos en las dos primeras décadas del siglo XX, pasaron a depender, durante la II República, de unos sindicatos que proporcionaban trabajos por turno entre sus afiliados. Así que, el pensamiento de las generaciones recién llegadas a la palestra pública se formó en el seno de los sindicatos, donde se impartían clases para adultos, se organizaban reuniones para comentar libros marxistas y se hacía propaganda revolucionaria. Dirigentes sindicales palmeros de aquellos años apreciaban el contraste entre las generaciones anteriores, marcadas por el discurso del caciquismo, y la juventud que se abría a la revolución. A juicio de los dirigentes obreros, los jóvenes palmeros se habían "asomado ya a los umbrales de un mundo nuevo" y eran "un tanto conscientes de sus deberes y derechos". Estaban, por tanto, libres "de los perniciosos prejuicios y del ambiente putrefacto y malsano que envolvió en las tinieblas a nuestros antepasados, que soportaron ciegamente cubiertos con el velo de un servilismo espeluznante, el ignominioso, horripilante y lascivo caciquismo sotomayorista" ("La historia se repite", Espartaco, La Palma, 3 de febrero de 1934).
En los seis meses siguientes a las elecciones de febrero de 1936, republicanos, comunistas y socialistas se hicieron cargo de la Delegación del Gobierno, del Cabildo Insular y de los municipios. Por su parte, los sindicatos obreros controlaron el mundo laboral, a través de su papel como distribuidores de empleos. El Caciquismo Conservador estaba al borde del colapso.
La represión.- Sin embargo, el golpe de estado iniciado el 18 de julio de 1936 desbarató a las organizaciones de izquierda que se habían formado a lo largo de los años treinta. Entre julio de 1936 y junio de 1937, se fusiló al líder más destacado del movimiento obrero insular, se ejecutó, clandestinamente, al presidente comunista de la Federación de Trabajadores de La Palma; se encarceló al diputado republicano durante dos legislaturas, que terminaría falleciendo en prisión; se envió a la cárcel de Fyffes al presidente de Unión Republicana; se condenó a 24 años de cárcel al principal dirigente de las Juventudes Comunistas; se sentenció con la misma pena al presidente de la Agrupación Cultural Octubre; mientras que el director del semanario Espartaco logró mantenerse oculto en los barrancos del municipio de Puntallana, hasta el final de la Guerra Civil. En total, cerca de sesenta personas fueron ejecutadas clandestinamente o después de un Consejo de Guerra. Más de 600 palmeros vieron transcurrir toda o parte de la Contienda en las celdas del bando nacional.
La terapia represiva aplicada por el Movimiento Nacional para apaciguar socialmente el país fue eficaz. El nuevo hábitat político y social creado sofocó la movilización popular dirigida por republicanos y marxistas y permitió la subsistencia de los sectores sociales y políticos herederos del Caciquismo Conservador, que volvieron a asumir los organismos de gobierno insulares. (Tomado de; www. Elapuron.com. El periódico digital de La Palma, 3 de mayo de 2009)

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