domingo, 21 de abril de 2013

CANARIAS LACERADA, II- VI



ALZAMIENTOS Y MOTINES CONTRA LA  REPRESIÓN COLONIAL EN CANARIAS

Capitulo XIII


 

1911 noviembre 15.

En el siglo XIX, más precisamente en la primera década del 90, se originaron los primeros intentos para formar organizaciones integradas por obreros; podemos inferir, que comenzaban los procesos organizativos de la clase obrera en Canarias.
La huelga general se va instrumentando en poderosa herramienta de lucha. Del mismo modo y en forma simultanea y a manera de respuesta, comienza la represión.
El Estado colonial utiliza la violencia contra los trabajadores y el pueblo en forma directa,  la represión sistemática es ya una constante en todo el territorio de la colonia.
“La represión al conjunto del pueblo trabajador ha tomado distintas formas a lo largo de la historia, con el único objetivo de subyugar la fuerza de trabajo al capital. Por esto, cuando todavía el movimiento obrero no estaba desarrollado como fuerza sindical y política, la represión ya había nacido contra la “natural” resistencia de los proletarios a someterse a los ritmos de trabajos extenuantes de las fábricas y los campos. Frente a esto, los capitalistas desarrollaron una gran cadena de mando, similar a la de un ejército, para vigilar  y someter a los trabajadores a la disciplina colonial, donde cabían desde multas por comportamientos inadecuados hasta elaboración de listas negras para evitar emplear a trabajadores que destacaban por su rebeldía ante la naciente esclavitud del capital.
A medida que el movimiento obrero se fue desarrollando, paulatinamente, en forma de sindicatos y asociaciones obreras, la represión traspasó la fábrica el campo y los puertos, trató de exterminar las organizaciones que los trabajadores estructuraban en pos de sus derechos. Por desgracia, contamos con infinitos ejemplos de cómo la clase capitalista y caciquil dependentista arremete contra los trabajadores a través de los aparatos represivos del Estado colonizador.” (Roberto Guijarro, 2013).

La masacre de obreros de Arenales

Sergio Millares Cantero

“En la historia del archipiélago hay pocos sucesos que sinteticen y condensen, bien a las claras, lo que fue toda una época. Lo que ocurrió a las cuatro y cinco minutos de la tarde del 15 de noviembre de 1911 puede considerarse como un acontecimiento singular, una coyuntura muy concreta, pero que pone en cuestión, de manera poderosa, la estructura caciquil de un régimen político, el de la Restauración, cuyos cimientos acabarían desmoronándose por el imperativo de la realidad social. No es que los hechos que vamos a analizar provocaran reacciones en cadena que cambiaran las cosas. Nada más lejos de la realidad, los obreros se replegaron, no se exigieron las responsabilidades con la contundencia necesaria, las fuerzas del republicanismo se perdieron en sus propias contradicciones y los caciques de siempre permanecieron en sus puestos. Pero fue un aviso del despertar de la clase obrera canaria que escribiría sus páginas más gloriosas en la década de los años 30.
Los protagonistas principales de la historia son bastante identificables: un alcalde de Las Palmas de Gran Canaria, Felipe Massieu y Falcón, que quiere ganar unas elecciones por goleada, incluso con apaños y componendas ilegales; un Delegado del Gobierno que es cómplice de las ansias de poder del alcalde; una guardia civil y una guardia municipal que está al servicio del poder oligárquico y caciquil; una oposición republicana-federal y disidente liberal que quiere tener presencia, aunque fuera exigua, en las instituciones locales y que está dispuesta a usar todas las armas legales para que no se repita el falseamiento de la voluntad popular; unos obreros de La Isleta que confían ciegamente en sus dirigentes federales, que adoran a su líder Franchy y Roca y que no están dispuestos a permitir más apaños electorales. Estos son los actores. El lugar: la entrada de un colegio electoral en el barrio obrero de Arenales. El motivo de la matanza: una piedra que cae a los pies del jefe del destacamento de la guardia civil. El resultado: seis obreros muertos por las descargas de la fusilería.
Ese día, naturalmente el 15 de noviembre de 1911, el ambiente estaba bastante caldeado. Al abrirse el colegio electoral Molino de Viento, en la calle denominada La Marina, entre las arterias de León y Castillo y Carvajal, una muchedumbre de apoderados y candidatos se abalanza al interior del local. Era miércoles, y el domingo se habían suspendido las elecciones en ese colegio porque un desalmado había roto la urna, posiblemente encomendado por los que no querían que el candidato republicano y un independiente, triunfasen.
La candidatura del alcalde ya había obtenido una victoria aplastante en toda la ciudad. Tenía ya asegurado 21 concejales de 25 y ese distrito elegía a sólo dos. La votación del colegio de Molino de Viento podía inclinar la balanza a la oposición, pero el alcalde no estaba dispuesto a ceder, quería humillar a sus contrincantes y tensó la cuerda. Discusiones, gritos, impugnaciones, amenazas, todo un guirigay en la mañana del miércoles 15 de noviembre.
El presidente de la mesa, parece que un hombre fiel a las directrices de arriba, expulsa a todo un notario que había acudido allí reclamado por la oposición. Decisión salomónica: sólo pueden haber en el interior del colegio cinco representantes por cada uno de los cinco candidatos en liza. Se quedan dentro 20 apoderados y los miembros de la mesa. Los votantes van entrando, depositan sus votos y salen, abucheados o jaleados por los espectadores de la calle. Las sedes de los partidos rodean el colegio electoral. Naturalmente, la más cerca es la de los candidatos del Alcalde, los republicanos no la tienen tan cerca, en la Plaza de la Feria. Desde la azotea de la sede oficialista se detectan piedras y se denuncian los hechos, pero no parece que las autoridades hagan mucho caso. La guardia municipal hace algunas detenciones de entre las filas republicanas por alteración del orden público.
A las 12 del mediodía se corre el falso rumor de que Franchy ha sido detenido. Eso basta para que cientos de obreros del Puerto abandonen sus trabajos y acudan al Colegio de Molino de Viento para averiguar lo que pasa. Los republicanos lo desmienten y se disuelve el grueso de la multitud, aunque permanece vigilante en los aledaños. La guardia civil ya estaba sobre aviso y acude inmediatamente a las puertas del local. Los tenientes Abella y Almansa están prestos a intervenir a la menor alteración. La hora de comer, la tensión se suaviza.
Muchos se van a sus casas o a ver los barcos que entran o salen del Muelle y que se ven perfectamente desde el muro que está muy cerca. Por fin, las cuatro de la tarde, se cierra el colegio, la gente se acerca a conocer los resultados, hay alguna tensión. Un cabo de la guardia municipal, un “guindilla” conocido por sus actitudes prepotentes, es increpado por la multitud pero no va a más. De repente, una piedra o dos, según las versiones, caen desde no se sabe dónde.
El jefe de la guardia civil se altera y ordena disparar, sin aviso, sin advertencia previa, sin pensárselo dos veces. No es una descarga, son varias que se dirigen a los que se mueven. Un joven va a ayudar a uno de los abatidos y una nueva descarga acaba con su vida. Cae encima del primero formando una equis, o una cruz, según se mire. Quedan en el suelo tres muertos, posteriormente morirían otros tres. Caras de terror, indignación, pánico, un temblor helado recorrió la ciudad y se quedó paralizada.
¿Y qué pasó después? El alcalde siguió en su puesto, los 23 concejales muy liberales tomaron posesión, el teniente Abella reconvenido por su exceso de celo, el gobernador civil de la única provincia canaria, con sede en Tenerife, acudió al entierro compungido, Fernando León y Castillo, el gran cacique benefactor que movía los hilos de la política canaria desde Biarritz impertérrito, como siempre, y los hijos, madres, nietas, abuelas, sobrinos, nueras, cuñados, padres y concuños de los seis asesinados, jodidos, como siempre.”

Cronología

12 de noviembre: Elecciones municipales en las Palmas de Gran Canaria. El Partido Liberal pretende ir al copo de los 25 concejales. Ganan los candidatos oficialistas del Partido Liberal, liderado por el alcalde de la ciudad Felipe Massieu y Falcón. En uno de los colegios electorales de Arenales, el de Molino de Viento, un testaferro rompe la urna y se anulan las elecciones en esa mesa.
13 de noviembre de 1911: La Junta Municipal del censo decide repetir la elección en la mesa del colegio de Molino de Viento en Arenales.
14 de noviembre de 1911: Ante los rumores de pucherazo y de violencia, algunas personas, como Juan Rodríguez Quegles, intentan evitar la elección haciendo gestiones ante Felipe Massieu para que deje a la oposición republicana algún puesto en virtud del art. 29 de la Ley electoral por el que no se realizarían elecciones en caso de presentarse el mismo número de candidatos que de elegibles.
15 de noviembre de 1911: Tensa jornada en el colegio electoral de Molino de Viento, con discusiones entre apoderados sobre la validez o no de los votantes. Un notario, convocado por la oposición, es conminado a abandonar el local. Numerosos obreros acuden a las puertas del colegio ante la noticia, infundada, de la detención del republicano federal José Franchy y Roca. La guardia civil hace acto de presencia y, junto a guardias municipales, custodian la entrada del colegio.
A los cinco minutos de cerrarse las urnas, a las 16,00 horas, una piedra cae al pie de los guardias y estos, sin previo aviso, dispara varias ráfagas con sus máussers en dirección a los concentrados. Mueren seis personas, todos ellos trabajadores de La Isleta.
16-18 de noviembre de 1911: La guardia civil emite un comunicado en el que dice que fueron atacados por una multitud de más de 3.000 que les arrojaron piedras y les dispararon. Las autoridades prohiben asistir a los entierros de los asesinados. Rumores de que Franchy y Roca va a ser procesado.
19 de noviembre de 1911: Acto multitudinario en las calles de Las Palmas, presidido por el gobernador civil de Canarias, Sr. Eulate, que desemboca en el cementerio de Las Palmas, donde se depositan numerosas coronas de flores.” (Tomado de: Fundación Archipiélago 2021:2007)
Por su parte el investigador Jorge Pulido Santana, recoge los siguienet:  
“A principios de febrero de 1912, el Tribunal militar que instruía el sumario, ordenó la prisión del Teniente, señalando la celebración del Consejo de Guerra, para el 28 de marzo de 1912, presidiendo el Consejo el Sr. March, Capitán General del Archipiélago y notificándose que el Coronel Burguete sería el encargado de la defensa, a pesar de estar previsto para esta fecha, el Consejo de Guerra, no se celebró hasta principios de 1913.
Durante la vista fueron llamadas a declarar numerosas personas, lo que ofreció una cantidad importante de versiones, algunas muy contradictorias en lo esencial de lo que juzgaba, primero si la Guardia Civil había sido agredida ysegundo si se había procedido a los avisos reglamentarios antes de abrir fuego.
JUAN BAEZ, el candidato independiente en las elecciones de ese colegio, al estar presente cerca de la mesa, apuntó un hecho importante ya que según su versión, Santiago Lorenzo entregó al presidente de la mesa un documento y que este lo firmó sin leer, según Baez “debía ser la protección de auxilio a la guardia civil”. Sobre el momento en él que se produjeron los disparos, Baéz añadió que en ese momento se encontraba en una de las ventanas del colegio hablando con Juan Sintes, que se encontraba por fuera y sintió una piedra en la pared, inmediatamente oyó “preparen, apunten, fuego” y las ráfagas. Según la declaración de Báez, a parte de la piedra que chocó contra la pared del colegio, no oyó ninguna piedra más, ni disparos de pistolas, ni siquiera algún insulto a la Guardia Civil.
ISIDRO DÍAZ QUEVEDO, actuaba en aquellas elecciones de apoderado del partido republicano, según su testimonio fue él mismo el encargado de salir a desmentir la noticia, que había circulado, en relación con la detención de Franchy Roca, con lo que se calmaron bastante los ánimos, manifestó también que dentro del colegio electoral se encontraban varios guardias municipales, vestidos de paisanos que entraban y salían de la sede del partido liberal y del colegio y en ningún momento se les llamó la atención por tal extremo, ni siquiera a un funcionario del ayuntamiento que saliendo del comité del Partido Liberal entró en el colegio para repartir candidaturas dentro del mismo, en cuanto al momento de la descarga Isidro Díaz comentó que se encontraba junto a la ventana sur del colegio esperando el comienzo del escrutinio, cuando se oyó un ruido junto a la ventana, ruido al que las personas que estaban dentro del colegio no le dieron ninguna importancia, sonando a continuación dos descargas, ocultándose en el patio con otras personas hasta que finalizaron las descargas.
Importante dato en esta declaración, es que tampoco oyó ningún toque de atención ni escuchó más disparos que los realizados en las descargas.
ANTONIO MILLARES LÓPEZ, que se encontraba en el momento del suceso en la calle Carvajal manifestó durante su declaración que no oyó toques de atención, ni tampoco provocación o insultos a la Guardia Civil por parte de los presentes.
TENIENTE ALMANSA, manifestó que en el momento que el Teniente Abella se encargaba de ponerse al frente de las fuerzas de caballería fue agredido, dando la orden de fuego, teniendo que ponerse él mismo al frente de la caballería hasta la llegada del Capitán Valdés.
FRANCHY ROCA, curiosamente la defensa y la acusación renunciaron a oír su declaración.Tras las declaraciones, la defensa y la acusación expusieron sus informes, el fiscal solicitó la pena de doce años de prisión mayor, separación del servicio y una indemnización de mil quinientas pesetas por cada una de los fallecidos. Por su parte, la defensa solicitó la absolución del Teniente. Posteriormente, el juez ordenó la presencia del acusado para comprobar si tenia algo que agregar a sus declaraciones anteriores, el Teniente Abella se reafirmó en todo lo que había declarado con anterioridad, manifestando que había cumplido estrictamente con las ordenanzas y reglamentos del cuerpo. Quedando después de todas las declaraciones a la espera del dictamen del Capitán General.
En julio de 1913, fue dictada la sentencia del Consejo de Guerra, absolviendo al Teniente Abella, creando un enorme revuelo popular, convocándose una manifestación por las calles de la ciudad, colocándose al frente de la manifestación un vehículo con coronas de flores en recuerdo y respeto de las víctimas, la manifestación culminó en el cementerio, depositándose las coronas en las tumbas, el periódico “El Tribuno” publicó el siguiente artículo:
“No esperaba eso el pueblo de Las Palmas. Creía este sencillo pueblo, que el hombre que mandaba las fuerzas que el 15 de noviembre de 1911 dieron muerte a seis obrero indefensos, contra los cuales no existe acusación alguna; creía este pueblo que el teniente Abella era digno de castigo, que por lo menos sería incapacitado para seguir vistiendo el uniforme de la guardia civil. Mas por lo visto, el Tribunal Supremo de Guerra y Marina, por lo visto el Código de Justicia Militar, estiman y califican lo hecho aquí por el teniente Abella, de muy distinto modo a como lo ha estimado y calificado el pueblo de Las Palmas que presenció aterrado los sangrientos sucesos y considera sorprendido el fallo recaído en la causa que a consecuencia de ellos se seguía al teniente Abella. La manera de apreciar los hechos es distinta. El Tribunal, absuelve. La vindicta pública condena. No discutimos. Afirmamos que la vindicta pública no está satisfecha.Triste es el hecho, pero es preciso anotarlo como un caso más en que el sentido de Justicia innato en todas las almas honradas y en todas las sociedades, se halla en absoluto desacuerdo con la Justicia escrita y elevada a la práctica”.
VICENTE HERNÁNDEZ VERA, PEDRO MONTENEGRO GONZÁLEZ, JUAN PÉREZ CRUZ, COSME RUÍZ HERNÁNDEZ, JUAN TORRES LUZARDO Y JUAN VARGAS MORALES, se merecen todas las honras que se les tributen.” (Jorge Pulido Santana, 2012)




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