jueves, 25 de abril de 2013

CAPITULO XXXVIII



 

EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA

UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

 

ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVI


DECADA 1551-1560


CAPITULO XXXVIII



Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen


1560.
Las islas azucareras en Canarias fueron Gran Canaria, La Gomera, La Palma y Tenerife. En las cuatro se implantó el cultivo de azúcar desde el mismo momento de la Conquista, que se convirtió en el principal producto de exportación hasta 1560. Gracias a ello, llega población foránea a Canarias y, sobre todo, toda la obra cultural flamenca. "Hemos ubicado en cada una de las islas dónde estaban las plantaciones, dónde se encontraban los ingenios y qué importancia tuvieron para el desarrollo de las islas", explica Ana Viña, profesora titular de Historia especializada en el Medievo y coordinadora del proyecto por parte de la Universidad de La Laguna. Este análisis también se ha hecho por parte de los expertos de Madeira, ya que la idea es que la ruta cultural vaya desde la isla portuguesa a Canarias, y viceversa.

Nuestro archipiélago se convirtió por tanto en centro exportador de azúcar, cuyas rutas prioritarias iban hacia Andalucía, hacia Génova (a través de Barcelona o Sevilla) y otra hacia Flandes (adonde se envía azúcar de alta calidad), pero que resulta ser la históricamente menos conocida. En el caso de La Palma, este flujo comercial es crucial, ya que la mayoría de la población de esa isla con peso económico es flamenca. Hay también otra ruta hacia la Berbería, a donde se exporta miel y remiel y, finalmente, la ruta hacia América, a la que va en un principio caña de azúcar y finalmente trabajadores y técnicas. Hay también exportaciones, aunque en menor cantidad, a Francia, Inglaterra y casi toda Europa.

Los trabajadores de las explotaciones azucareras tenían diversa procedencia, relata Viña. "De la población aborigen hay pocos datos. Algunos están como esclavos y otros como trabajadores libres. Pero en realidad, lo que se entiende por población de las islas, es decir, la mezcla de isleños con castellanos, casi todos son asalariados", al igual que la mano de obra especializada de origen portugués o madeirense. Sin embargo, el grueso de los trabajadores en estas plantaciones son esclavos, fundamentalmente de Berbería o de Guinea. "De hecho, todas las islas azucareras comercian con África para la trata de esclavos", prosigue la profesora. "Hay incluso autorización de la Corona, en el caso de La Palma, para que se traigan 500 esclavos africanos, lo que era sin duda una cifra muy alta". Los que ponían el capital para comerciar eran genoveses y flamencos, quienes luego también invierten en tierras y pasan a ser grandes propietarios. Se naturalizan en las islas y esa base económica les permite el acceso al poder político.
La bonanza de las islas con la caña de azúcar es tal que empiezan a desaparecer los montes, para ceder terreno a este cultivo. "En la documentación que hemos estudiado se puede leer, por ejemplo, que Gran Canaria era toda azucarales. En Tenerife no ocurrió así porque desde un principio se planificó que una parte de los cultivos tenían que ser para cereal, con el objeto de abastecer a la población, y otra para caña. En La Gomera solía haber en esa época cuatro o seis ingenios, mientras que en La Palma encontramos cuatro ingenios, desde el año 1500 hasta el siglo XX."

El fin de este ciclo económico se sitúa a finales del siglo XVI, cuando ya el azúcar canario no puede competir con el mercado americano y se sustituye por la exportación de vino. Sucede de modo similar en todas las islas, salvo en La Palma, donde los ingenios azucareros (tracción hidráulica) se mantuvieron hasta el XVIII, momento en el que pasan a convertirse en trapiches, es decir, que se utilizan molinos o máquinas de transformación, normalmente movidas por animales, mientras que en los siglos XIX y XX ya se hace con máquina de vapor. En estos últimos siglos el fin ya no es exportar azúcar, sino rones y aguardientes.

En general, las tierras plantadas de caña fueron poco a poco sustituidas por los viñedos. "No es que se arranque toda la caña y se siembre viña, porque de hecho la viña está presente desde el mismo momento de la Conquista, sólo que en aquel entonces no era el cultivo que interesaba a los mercados europeos."

Hoy quedan escasas plantaciones de caña en Gran Canaria; en La Palma (Los Sauces) hay algunas extensiones más o menos importantes. Hay también algunos restos de las chimeneas de los ingenios en algunos casos. "Necesitaríamos realizar algunas excavaciones de arqueología industrial para recabar más información. Tenemos ya muy claro cuál era la ubicación de los ingenios, e incluso conocemos las particiones de algunos de ellos, pero eso formaría parte de otro proyecto."

1560.
En este año el armador, mercader, pirata, corsario y tratante en esclavos  John Hawkins, para quien no rezaba, por su sólido prestigio en el Archipiélago, el estado de tirantez imperante en las relaciones de Canarias con Inglaterra, decidió llevar a cabo personalmente un nuevo viaje a las Islas Afortunadas.

Si hasta ahora ha sido la documentación inglesa la que principalmente nos ha informado de las primeras andanzas del famoso, pirata, a partir de ahora será la española la que nos proporcione las más sustanciosas noticias sobre sus viajes y navegaciones.

John Hawkins zarpó de Plymouth, a bordo del Peter, en 1560, aunque ignoramos todavía la fecha exacta o tan siquiera la estación en que pudo iniciar la travesía. Es éste el primer viaje a Canarias plenamente documentado de Hawkins; estuvo el inglés comerciando en la isla de Tenerife y es muy admisible que recorriese también con el mismo fin la isla de Gran Canaria y acaso otras de las Afortunadas.

Empieza desde este momento a hacerse luz sobre sus relaciones comerciales, sus factores y sus amigos en Canarias. Así, por ejemplo, sabemos que en Berbería, y más particularmente en el puerto de Angla de Santa Ana, tenía un representante o factor fijo que se llamaba su pariente y cuyo nombre verdadero era el de Enrique Núñez-acaso judío portugués- quien también solía prodigar su presencia en el Archipiélago para los negocios de su amo o los suyos propios; conocemos, de la misma manera, el nombre de uno de sus representantes temporales en Tenerife, John Lovell, más tarde pirata afamado, cautivo en las cárceles de la Inquisición en Las Palmas; sabemos también sus frecuentes tratos con el conde de La Gomera, hasta el punto de despertar los recelos de este último Tribunal; y tenemos conocimiento, por último, de sus fratenas relaciones de
amistad con dos familias ilustres de Tenerife, la de Soler y la de Ponte, dueñas ambas de potentes ingenios en el sur de la isla. De sus tratos con los Pontes no diremos nada por ahora, dado lo mucho que tenemos que decir; nos limitaremos, por tanto, a aludir a sus relaciones con los Soler, como objeto particular del viaje de 1560.

La familia Soler era oriunda de Cataluña, pues los antepasados de Pedro Soler, dueño de los magníficos ingenios de azúcar de Abona, habían nacido en Tarragona. Su padre había venido, a Tenerife con la conquista, y obtuvo al finalizar aquélla buenos repartimientos de tierras en Abona.

Pedro Soler se dio maña para explotar sus tierras, cultivando en ellas caña de azúcar, y en los alrededores de Abona cimentó un ingenio que fue con el tiempo la base de su fortuna. Había casado Pedro Soler con Juana de Padilla y Linares, dueña de importantes heredamientos en el término de Vilaflor, y tenido de este matrimonio varios hijos: el mayor, Pedro, beneficiado de la iglesia parroquial de los Remedios, de la Laguna, y vicario eclesiástico en Tenerife; el segundo, Gaspar, que con el tiempo sería capitán de la compañía de infantería de Abona y Vilaflor; el tercero, Baltasar, que alternó con su hermano en el mando de la mencionada compañía, y el cuarto Juan, cuyas actividades ignoramos.

El trato de los Soler con John Hawkins tuvo que ser anterior al viaje de 1560. Las relaciones de íntima amistad entre éste y el beneficiado de La Laguna, de que tendremos pruebas valiosísimas en páginas sucesivas, no pueden explicarse en el corto intervalo de un viaje comercial. Sin duda el trato y la relación cordial venía ya existiendo desde hacía algunos años, y John Hawkins debió experimentar repetidas veces la acogida cariñosa que la familia Soler le deparaba en sus posesiones de Abona, mientras los navíos cargaban lentamente sus bodegas con el rico producto del suelo tinerfeño y en este terreno, de la suposición cómo no imaginar al beneficiado Soler -cuya vida se nos antoja paralela a la de los abates volterianos del siglo xvi-departiendo amigablemente con Hawkins sobre cuestiones de religión o escuchando el inglés, muy atento, las noticias de un mundo maravilloso y desconocido, pletórico de riquezas, al cual se llega-
ba siguiendo desde Canarias, siempre recto, la ruta de Occidente.

Amistad es poco; ascendiente ilimitado es lo que debió ejercer Hawkins sobre Pedro Soler, hasta el punto de envolverle en el turbio asunto de la conspiración de los "beneficiados". Si no, ¿cómo explicarnos sin su intervención personal el interés de dos sacerdotes por liberar a sus compatriotas apresados en 1560 en Santa Cruz de Tenerife,? ¿Quién pudo mover, en otro caso y en la misma fecha, al beneficiado Soler para intentar
la liberación de los ingleses ? ¿Cómo explicar la presencia en Santa Cruz de John Hawkins en 1560, hasta el punto de que el beneficiado Torres "le vido oir misa ese año", según declaró más adelante...? Más raro sería todavía de demostrar la prisa de los ingleses por conseguir una barca en que poderse trasladar de noche a Gran Canaria, y su regreso llenos de desesperación, pocos días después, a Santa Cruz, donde decidieron robar el navío de Indias que cargaba mercancías para Honduras. Sin duda John Hawkins, después de gestionar con escaso resultado, la libertad de los ingleses, zarpó para Gran Canaria, dejando a Soler interesado en el negocio; mas cuando los piratas ingleses arribaron, libres, desde Tenerife, con el mayor sigilo, ya había desaparecido del Puerto de la Luz el buque de Hawkins, impulsándoles tal contrariedad a tomarse la libertad por su máno, capturando el navío de Indias que se hallaba anclado en la bahía.

Queda descartada, por los hechos posteriores, la posibilidad de que los "fugitivos" fuesen marineros de la propia Embarcación de Hawkins, pues en tal caso la fechoría le hubiese cerrado a su amo, en el futuro, las puertas del Archipiélago, aunque no es del todo descartable que, fuesen los tales fugitivos sus socios o subordinados, en este momento de la vida de Háwkins en que se entremezclan el comercio honrado con las andanzas de corsario.

Creemos que no son demasiado fantásticas estas conjeturas para explicar el oscuro suceso de la conspiración de los "beneficiados".

Volviendo ahora al examen de los hechos que nos ocupan, John Hawkins estuvo en Tenerife en 1560 conduciendo "una nao en que trajo muchos paños y fue recibido humanamente y los vendió públicamente y [la] lleno de azucares del ingenio que Pedro Soler y sus hijos tenian en Abona...". En aquella ocasión visitó Hawkins (Aquines, Achín, Acles para los españoles) Santa Cruz de Tenerife y Abona sin ningún género de dudas, y con extraordinarias probabilidades Adeje, el Puerto de la Luz y San Sebastián de La Gomera  y lo más curioso de consignar es su conducta en materia de religión, que prueba su espíritu acomodaticio y mercantil: John Hawkins, no obstante profesar la religión protestante y tener el "anglicanismo" estado oficial en su país desde el advenimiento de Isabel al trono, hacía por donde quiera que iba ostentación de su piedad y fervor católico. Todos los testigos de su estancia en 1560 están conformes en asegurar "que Juan Achin y ba a la iglesia y oia misa y en sus palabras parescia catolico y en tal reputacion era comunrnente tenido...".

Finalizada la excursión por Canarias de 1560, John Hawkins regresó a Inglaterra, y de esta fecha data su liquidación con los negocios que le retenían en Plymouth y su traslado de residencia a Londres, buscando encontrar más amplio campo y posibilidades para los proyectos que maduraban en su cerebro. Una vez en la capital de la Gran Bretaña, Hawkins entró en relaciones muy activas con un grupo de negociantes ingleses interesados en el tráfico comercial con las Canarias y Guinea, contando con el valioso apoyo de uno de ellos, Benjamin Gonson, tesorero de la Marina, con cuya hija Katharine había casado en 1561. No eran ajenos éstos a la importancia del mercado americano, pues desde el segundo tercio del siglo XVI los negociantes ingleses tenían factores secretos en las Antillas, recibiendo mercancías desde la base avanzada de las Canarias. No es esta afirmación gratuita "a posteriori", sino declaración propia de los ingleses, confirmada por los testimonios españoles. Recuérdese al caso, entre otras, las dos Reales cédulas de 18 de junio de 1540 y de 17 de marzo de 1559, que ponían limitaciones al comercio, extranjero con las Canarias para conjurar el peligro de las continuadas violaciones al monopolio metropolitano. Sin embargo, John Hawkins aspiraba a ir más lejos, comerciando directamente con las Indias, no tan sólo con mercaderías y productos manufacturados ingleses, sino con algo de más alto valor que llenaría de oro los bolsillos de los patrocinadores de la empresa: el inmundo comercio
de carne humana. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

1560. Dos piratas ingleses, John Poole y Thomas Champneys, recorren las Islas Canarias asaltando carabelas y atacando Puertos. Sorprendidos en la rada de Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma) por un navío castellano, son apresados. El 25 de Diciembre, aprovechando la festividad, se fugan de la cárcel, se apoderan de un navío surto en la Bahía cargado de vinos y zarpa rumbo a su país.

1560. Es apresado y robado un navío de la corona de Castilla que regresaba de las Indias cargado de plata por un Corsario ingles identificado como Edward Cook, de Southamton. Ese mismo año sucede lo que se conoce como  Conspiración de los Curas Beneficiados. Los Párrocos de la secta católica en Eguerew (La Laguna) y de Añazu (Santa Cruz), en la isla de Chinet (Tenerife) disponen la fuga de varios marinos Británicos de las cárceles de aquella villa acusados de piratería, en un caso nunca del todo aclarado

Dada la voz de alarma, se organiza su persecución. No se da con ellos, pero la Flota de Indias que venia de retorno al buscarlos, se topa con 5 navíos ingleses que habían asaltado una nao de la corona castellana. Son apresados y conducidos a Sevilla. El embajador de Castilla  en Londres obtuvo el arresto de John Poole, pero a su vez hubo que liberar a los 5 navíos ingleses retenidos en Sevilla.

1560. Es apresado y robado cerca de las Islas Canarias un navío español que regresaba de las Indias cargado de plata, por un corsario inglés identificado por la embajada de Londres como «Cuk» -Edward Cook-, marino de Southamton que ya se había distinguido en análogas «hazañas». En el mismo año, sucede en Tenerife lo que Rumeu denomina la conspiración de los beneficiados, en donde los clérigos Pedro Soler y Mateo de Torres, beneficiados de los Remedios de La Laguna y de Santa Cruz, respectivamente, disponen la fuga de varios marinos o mercaderes británicos detenidos por la Justicia en las cárceles de La Laguna, por algún robo o piratería, con la aquiescencia del gobernador de la isla, licenciado Plaza.

Tras llegar los ingleses secretamente a Las Palmas, alquilan una embarcación y se presentan en Santa Cruz de Tenerife, asaltando en el mes de marzo una nao cargada de productos para comerciar con Indias, con la que parten rumbo a Inglaterra.

1560. En Eguerew (La Laguna) se construye la Cruz de Piedra, o “Cruz del Humilladero” emplazada en los alrededores del lugar donde se desarrolló la batalla entre invasores y defensores conocida como la batalla de Aguere, reedificada posteriormente pues fue destruida por un vendaval a finales del siglo XVII. Actualmente está colocada en la Carretera General Santa Cruz Laguna, un poco más arriba de la entrada del Barrio Nuevo, como recuerdo de la supuesta victoria de las tropas cristianas sobre las enfermas y diezmadas guanches.

Cabildo eclesiástico de Winiwuada (Las Palmas), por pago de algunas chanzonetas que había hecho para la Pascua de Navidad anterior.

1560 Enero 21.
El inquisidor español destinado en Canaria don Luís Padilla decretó en Las Palmas, el que se abriese en Tenerife la oportuna pesquisa, y dando comisión para ello al beneficiado de La Orotava Francisco Martín, le encargó inquiriese noticias sobre "ciertos ingleses y flamencos por proposiciones hereticas".

El proceso, de Thomas Nicholas (Tomás Nicolas o Niculas, pues de las dos maneras se firmaba en España) se conserva íntegro entre la valiosísima documentación que de la Inquisición de Canarias guarda la prestigiosa sociedad "El Museo Canario", de Las Palmas y nos va a servir para deshacer las patrañas inventadas por Nicholas, cuando su regreso a Inglaterra, sobre los absurdos procedimientos e inconfe8ables causas que movían a la Inquisición canariense.

Thomas Nicholas declaró en Londres en 1564 que los causantes de su detención en Canarias habían sido dos ladrones y dos prostitutas, que le acusaban de vivir con acreglo a la Ley inglesa y de ser hereje como súbdito que era de una reina herética. De la misma veracidad hizo alarde Nicholas al enjuiciar al Santo Oficio y a sus miembros más conspicuos, pues arremetió de palabra contra el inquisidor don Luís de Padilla, a quien tilda de judío impulsado en su persecución por el inconfesable móvil del más descarado latrocinio.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Es cierto que Nicholas había mantenido trato y relación con dos mujeres llamadas las Morenas -María Morena, viuda de García de Puerta Cacriazo, y Catalina Morena-, las cuales, según declaración del propio acusado, "le hazian camisas" ; es cierto también que al ser detenido y llamado a declarar Thomas Nicholas en Las Palmas, acusó como enemigas declaradas suyas a las citadas mujeres, refiriendo el lance que con ellas había tenido por causa de un anillo que le habían sustraído, entre bromas y veras, vendiéndolo después por tres doblas a Antonia Dorantes; no es menos cierto el enojo del inglés, enterado de la fechoría al regreso de uno de sus frecuentes viajes comerciales a la isla de La Palma, de la que protestó enérgicamente por carta. Pero tales suposiciones y desavenencias no destruyen ni neutralizan las verdaderas causas del proceso inquisitorial "contra ciertos ingleses y flamencos por proposiciones heréticas", y el de Nicholas no fue sino uno de tantos procesos que incoó la Inquisición por esta época contra aquellos que delinquían en materia de fe.

Abierto el proceso en La Laguna en enero de 1560 declararon, entre otros testigos, el capitán Pedro Soler y el bachiller Ramos, estando ambos de acuerdo en afirmar que Nicholas no "iba a misa", así como que se había expresado repetidas veces con "palabras sospechosas". El capitán Soler puso por testigo de estas afirmaciones a su propio hijo, el beneficiado de la iglesia de los Remedios, Pedro Soler, cuyo nombre convendrá recordar para el futuro. Declararon también, como no podía ocurrir por me- nos, las Morenag, y si bien es cierto que sus denuncias fueron las más sustanciosas, no hay ningún motivo ni indicio para, transcurridos cerca de cuatro siglos, poner en duda la autenticidad de sus afirmaciones, aun suponiendo que las impulsase a hacerlas públicas la ira o el despecho. Desde las excelencias de la secta luterana, pasando por los mayores ataques a la confesión ya la castidad, en medio de soeces burlas y procaces bromas, aparecen en boca de Nicholas, al decir de aquellas mujeres. (El 26 de enero de 1560 declararon las Morenas cómo hacia cuatro años que Nicholas iba a la casa de ambas para "hacerse camisas y pañuelos"; que en ese tiempo no se cansaba de predicarles sobre las excelencias de la secta luterana en relación con el catolicismo; que hacia. burla de la confesión, asegurándoles que del trato espiritual con los frailes no se obtenia otra cosa que el "que las mujeres saliesen muchas veces preñadas";  y que se mofaba de la castidad, afirmando que la virginidad en la mujer joven era causa de "irse al infierno".

Declararon, además, cómo Nicholas se entretenia, mientras ellas trabajaban, cantando en su lengua (acompañándose con una vihuela propiedad de Juan Sebastián Morena, su hermano) , sin que pudiesen penetrar en el sentido de aquellas canciones.

Por su parte, Thomas Nicholas declaró en su descargo cómo las Morenas le habían amenazado, al reclamarles el anillo, con "que le harian quemar" vivo, con otras in- jurias "por las que vinieron a contienda y juicio".

También afirmó en su descargo que el hermano de ambas, Juan Sebastián Morena, le debía cierta cantidad de dinero.

Sin duda, unas y otro son las prostitutas y los ladrones a 1os que se refiere Nicholas en sus declaraciones de Londres.)

El mismo Nicholas, presintiendo el riesgo que corría su persona, andaba ocultándose por aquellos días de casa en casa, morando unas veces en la de su compatriota "Calafeton" (Richard Grafton) y otras en distintas de la ciudad o de la isla, hasta que pudo embarcar para Gran canaria, buscando refugio en la residencia de su consocio "Duarte Quinzmil" (Edward Kingsmill), con propósito de ausentarse del Archipiélago para ocultarse en Sevilla.

La casualidad hizo, sin embargo, que en el mismo navío en que había huido de Tenerife viniese acompañándole la "información" contra él practicada, por lo que dándose prisa los inquisidores resolvieron ordenar su detención en de febrero de 1560; y tras la declaración de rigor (En su declaración afirmó Nicholas ser natural de Gloucester, cristiano, de veintiocho años de edad, y factor de Antonio Iquema.n y Duarte Castelin; que se dedica ha a la "trata en pannos, 1ienços y fustanes y bocaranes y otras cosas de Inglaterra y Flandes, y en enbiar a azúcares y remieles destas yslas para Flandes y Espanna"; que había venido a Canarias por primera vez en 1556 para trabajar a las órdenes de Guillermo Edge, factor de Hickman y Castlyn en Tenerife, con objeto de familiarizarse con el castellano; y que después de permanecer tres meses en el Archipiélago regresó a Inglaterra, para retornar a su vez en 1557 a Tenerife como factor de 1os antedichos mercaderes en sustitución de Edge.

Afirmó, asi miamo, Nicholas que su residencia fija había sido la isla de Tenerife y en particu1ar la ciudad de La Laguna; pero que había frecuentado las islas de Gran Canaria. y La Palma en sus tratos comerciales. En La Laguna habiale servido siempre
de morada la casa del vecino Antonio Dorantes.

En cuanto Al motivo de su viaje, Nicholas lo justificó alegando que venia a Gran Canaria para sus asuntos comerciares con Kingsmill, y que no había dejado apoderados
o representantes suyos en Tenerife, por haber liquidado su negocio en aquella isla.

La inquisición ordenó, además, el secuestro de todos sus bienes en La Palma, Tenerife. y Gran Canaria, se incautó de sus equipajes y dispuso la clausura del domicilio de su consocio Eward Kingsmill, entre tanto que se llevaba a cabo en el mismo un minucioso registro.) dispusieron su ingreso en las cárceles secretas del Santo Oficio. A partir de este momento se inicia el farragoso proceso con su interminable desfile de testigos de cargo y descargo que no añaden nada sustancial a lo consignado. Sólo nos interesa hacer resaltar los nombres de los amigos de Nicholas, que él presentó como testigos que podían deponer en su favor; eran estos; Pedro de Ponte, Fabián Viña Negrón, Melchor de Monteverde, el beneficiado informante Francisco Martín - prueba concluyente de la imparcialidad con que la llevaría acabo-, Bartolomé Joven, Pedro de Alarcón y un número interminable de frailes. Entre sus compatriotas, depusieron a su favor: Edward Kingsmill y Richard Grafton.

Thomas Nicholas permaneció en las cárceles del Santo Oficio de Canarias por espacio de veinte meses, hasta que, reclamado por las autoridades de la Inquisición de Sevilla, alcanzó poco tiempo después la libertad (debido a las gestiones diplomáticas de Inglaterra), pudiendo trasladarse a Londres a dar cuenta a sus jefes del resultado de sus negocios. Según declaró allí, la compañía Hickman y Castlyn había perdido, a consecuencia de su detención, en Canarias más de 14.000 ducados.

Por aquella fecha, o algo más adelante, Nicholas-más conocido en los libros de viajes por Nicols-escribió su popular Descripción de las Canarias, que ha dado cierta celebridad y fama a su nombre, por lo menos en el ámbito del Archipiélago. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

1560 Febrero 1.
Fue la detenido en Las Palmas el  factor de "Hickman and Castlyn", Edward Kingsmill. Por dar cobijo a su compañero Thomas Nicholas, decretó la Inquisición, una vez tomada la confesión al reo, el secuestro de todos sus bienes en las tres islas de Tenerife, Gran Canaria y La Palma, y para asegurar la eficacia de éste ordenó la consiguiente clausura del domicilio de Kingsmill, con objeto de proceder aun minucioso registro.

Llevado a cabo éste, reveló determinadas anormalidades en las transacciones del factor inglés, por 1o que fué procesado, no sabemos si por la potestad civil o eclesiástica (ya que su causa no se conserva), y finalmente multado con 1.000 ducados. No teniendo, pues, ninguna informaión española sobre el caso, nos hemos de atener a las revelaciones del comerciante británico. Este declaró, una vez de regreso en su patria, que se le había acusado de haber exportado moneda y de llevar sus libros comerciales en inglés, contraviniendo, las órdenes de las autoridades; pero, cierto o no, 1o único real fué que, además de la multa, recibió el reo orden de destierro, teniendo que ausentarse de Canarias definitivamente en 1561, no obstante haberse interesado en su favor (y en el de Nicholas) Felipe II cerca de las autoridades coloniales del Archipiélago. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)




1560 Marzo.
Este año tuvo las relaciones de Canarias con Inglaterra otra serie de sucesos desagradables. Desde la iniciación del reinado de Isabel en Inglaterra la piratería había adquirido proporciones insospechadas, y si hasta entonces había hecho casi siempre víctima de sus tropelías a Portugal, a partir de ahora compartiríamos con el reino lusitano tan desagradable como, calamitosa plaga.

Por esta fecha, cuando regresaba de las Indias un navío español cargado de plata, fué apresado y robado cerca de la isla por un misterioso, corsario inglés que, a pesar de ocultarse tras su fechoría, fue identificado por la policía de la  embajada española en Londres como un marino de Southampton apellidado "Cuk" (Edward Cooke), que ya se había distinguido en análoga "hazaña".

Pero al correr de este año ocurrieron en las islas de Tenerife y La Palma dos hechos piráticos tan semejantes que si no fuese por la precisión con que los conocemos cabría pensar que eran un solo y mismo acontecimiento histórico, conocido a través de dos versiones ligeramente equivocadas en cuanto al lugar y a los detalles.

El primero tuvo por escenario el puerto de Santa Cruz de Tenerife y por las circunstancias un tanto misteriosas que le preceden lo bautizaremos con el nombre de la conspiración de los beneficiados. Dos clérigos de los más notables del Archipiélago en el siglo XVI: el beneficiado de los Remedios de La Laguna, Pedro Soler, y el beneficiado de Santa Cruz, Mateo de Torres, ambos de vida ligera y nada ejemplar conducta, muy dados al trato y relación con los extranjeros, fueron los pro-motores de este extraño acontecimiento que intentamos narrar.

Los hechos los conocemos a través de los procesos incoados por la Inquisición de Canarias contra Soler y Torres, que si bien nos informan del año en que ocurrieron, 1560, guardan silencio, en cambio, sobre cualquier otro pormenor cronológico, aunque quepa deducirlos por fuentes indirectas. Ateniéndonos, pues, a lo que de ambos procesos se deduce, sabemos que por esa fecha se hallaban detenidos por la Justicia en las cárceles de La Laguna varios marineros o mercaderes británicos, por causas en absoluto ignoradas. Nada más podemos precisar, pues ni la calidad, ni las circunstancias de los reos, ni los motivos de su detención nos son conocidas, aunque cabe pensar que contaban con buenos valedores en la isla o con posibilidades de repartir el oro a manos llenas, pues, aparte de Soler y de Torres, parece ser que el mismo gobernador de Tenerife, licenciado Plaza, andaba muy interesado por ellos, hasta el punto de que si no les prometía la libertad, estaba bien dispuesto a hacerse ciego a cuantos intentos con ese fin se realizasen.

En páginas posteriores trataremos de dar una explicación racional a la intervención de. Soler en la misteriosa "conspiración", con ánimo de aclararla dentro de la obscuridad de los hechos. En cuanto a la del gobernador Plaza, conocemos su aquiescencia a la fuga por las declaraciones del beneficiado de La Laguna, y por tanto no podemos aseverar en absoluto sobre la autenticidad de las acusaciones. Es más; según Soler, no se limitó el licenciado Plaza a facilitar la escapatoria, sino que dió a los ingleses "cartas de favor para Granada [a donde querían dirigirse] para ciertos pleitos".

Lo único probado es que puestos de acuerdo Pedro Soler y Mateo de Torres, dispusieron en todos sus detalles la fuga de los ingleses, facilitándoles el primero la huída de la cárcel y el traslado a Santa Cruz de Tenerife, mientras el segundo, teniendo fletada una barca del arraez Vitorio, los "embarco de noche secretamente porque en [Gran] Canaria no supiese el gobernador su venida".

Pero el hecho de la fuga de unos comerciantes o piratas británicos, que veremos repetirse-voluntaria o involuntariamente--con harta frecuencia, no hubiese trascendido como trascendió por todo el Archipiélago a no haber ocurrido, como consecuencia de ella, otros lamentables acontecimientos a los dos días de la huída.

Una vez que los ingleses arribaron secretamente al Puerto de la Luz, debieron practicar las averiguaciones consiguientes para embarcar en algún buque que los condujese a su patria, pues de otra manera no es dable explicar su urgencia en partir de Santa Cruz; pero sin duda, no hallando el navío que buscaban, optaron por tomar una decisión desesperada. Alquilaron una embarcación y, volviendo a cruzar por la noche del día si- guiente la distancia que separa a las dos islas, se presentaron de improviso, con la madrugada, en Santa Cruz de Tenerife.

Conocían los ingleses que en dicho puerto se hallaba fondeada una nao cargando productos para comerciar con ellos en las Indias, y acercándose a ella sigilosamente con las primeras luces del alba, la asaltaron, rindieron a su tripulación y, alzando velas, desaparecieron. de la bahía con rumbo a Inglaterra.

Un documento del Archivo de Simancas nos revela, al par que algunos pormenores de la fechoría, el mes del año 1560 en que fué llevada acabo.

Es una relación hecha en el Consejo de Indias sobre las depredaciones de los piratas y las naos sustraídas al comercio hispano, y dice así: "Se tiene noticia de mercaderes de Sevilla, como por el mes de marzo ciertos corsarios sacaron del puerto de la isla de Tenerife un navio que estaba cargado para Honduras...".

Tal suceso, que llenó de indignación y de vergüenza al gobernador Plaza, causó la ruina de numerosas familias isleñas. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

1560 Mayo 25. El rey español Felipe II firma una real cédula por la que ordenaba a los capitulares de la colonia de Canarias que fueran limpios, cristianos viejos de padre y madre, graduados y, si fueran dignidades, que estudiaran en la Universidad las asignaturas de Teología o Cánones por lo menos durante dos años.

1560 Junio 28.
Dixeron (los señores del Cabildo) que puesto que se cumple el tiempo de un año á Francisco Pérez de Victoria, Regidor, Alcaide de la Fortaleza de Sta Cruz (Que la había servido sin salario), los Regidores por meses sirvan la Tenencia de la Fortaleza. Libro 11, oficio 10, folio 136 vt, y Francisco de Coronado se ofreció a servir el primer mes. Peña dice qe en el año I56I se nombró por Guarda a Diego Pérez Lorenzo, y después a Luís Sánchez de Bolaños, página 463. En efecto se nombró a Diego Pérez en 2 de Agosto de este año, Libro 10 de Acuerdos, folio 143. (José María Pinto de la Rosa, 1996)


1560 Agosto 10.
131.-Sepan quantos esta carta vieren como yo Alvarianes e Ana Machada, su muger, vos de esta ysla de Then.e, e yo A. M. con licencia e facultad plazer e espreso consentimiento de mi marido etc. otorgamos e conocemos por esta carta que vendemos a Antonio González, mercader, vo de esta ysla, es a saber, 24 h. de tierra de pan sembrar de la medida de cordel que agora se usa que es a 1.600 brazas cada hanega, que son en Tacoronte, que lindan de la una parte con tas. de Juan Guerra e con tas. de Antón Fonte e con tas. de Martín de Vargas e de la otra parte tas. de los herederos de Alonso de Llerena e tas. de Francisco Alvares Cabesa e con tas. de Pedro Fagundo, las quales de susodichas deslindadas e declaradas con todas sus entradas, derechos e pertenencias, usos e costumbres e servidumbres etc. vos vendemos etc. por precio e contía dél a 10 doblas de oro cada una hanega en las quales y en el dicho precio entran 10 doblas del tributo que pagamos a Blas López, vo de Tacoronte, en cada un año e con este cargo del tributo vos vendemos las dichas tierras, el qual tributo avéys de ser obligado vos, A. G., e vuestros herederos a pagar a B.L. en cada un año y el demás precio que monten las dichas tierras al precio de 10 doblas cada hanega quitado el dicho tributo que avéys de pagar son 140 doblas de oro que por compra de las dichas tierras con el dicho cargo vos, A.G., nos distes e pagastes e nos de vos recibimos e pasaron de vuestro poder al nuestro realmente con efeto en dineros de contado en presencia del escribano y testigos de esta carta. E yo Gaspar Justiniano, esc. públ., e de esta carta, doy fe que en mi presencia e de los testigos de ella A. G. dio e pagó a A. Y. e A.M., su muger, y ellos de él recibieron 140 doblas en dineros de contado e las llevaron en su poder e se dieron por contentos de
ellas e sin otro cargo de tributo ni otro señor alguno más del que dicho es e nos A. Y. e su muger vos vendemos las dichas tierras por el dicho precio según dicho es e para más firmeza de esta venta yo, A.M., renuncio el derecho que tengo para aver y cobrar mi dote de los bienes de A. Y., mi marido, en vos A. G. etc. renuncio la ley etc.

Hecha en la noble ciudad de San Cristóval en 10- V111-1560. Alvarianes lo firmó e porque A.M. dixo que no sabía escrevir a su ruego lo firmó Juan Justiniano. Testigos: Juan Justiniano, Gaspar González e Sebastián Marrero, vos de esta ysla. Alvaro Yanes. Por testigo, Juan Justiniano. E yo Gaspar Justiniano, esc. públ. del número de esta yslade T. por la Magestad real, presente fui con los testigos a lo que dicho es e por ende fiz aquí este mío signo que es a tal en testimonio de verdad. Gaspar Justiniano, esc. públ.

Estando en el término que dizen de Tacoronte, que es en la ysla de The.e, en 20-XII-1564 ante una suerte de pan sembrar en que diz que hay 24 h. de tierra, que lindan de una parte con tas. de Juan Guerra y con tas. de Antón Fonte y de Martín de Bargas y de la outra parte tierras de los herederos de Alonso de Llerena y de Pedro Fagundo y estando ay (sic) presente Antonio González, mercader, vo de la dicha ciudad, por presencia de mí Bernardino Justiniano, esc. públ., uno de los del número de esta ysla por su Magestad, luego A.G. dixo que por quanto Alvaro Yanes y Ana Machada, su muger, le vendieron las dichas tierras por cierto precio y en cierta forma como se contiene en la escritura que de ello pasó ante Oaspar Justiniano, esc. públ. de esta ysla, y en la escritura le dieron poder para tomar la posesión de ellas la qual él (h) a tenido por sí y por sus arrendatarios por tanto que continúame la dicha posesión quería y pidió a mí el escribano le dé testimonio de los autos que en ello haze y esto diziendo se entró en las dichas tierras y se paseó por ellas de una parte a otra y movió piedras y arrancó yerbas y hizo otros avtos de posesión y se llamó señor y posehedor, lo qual pasó pasíficamente
sin contradición de persona alguna y A. o. lo pidió por testimonio.

Testigos: Francisco Guerra, labrador, y Juan Martín, su criado, y Bartolomé Juanes, vos y estantes en esta ysla. Pasó ante mí Bernardino Justiniano, esc. públ., e por ende fiz aquí este mío signo que ha tal en testimonio de verdad. Bernardino Justiniano, esc. públ. (Datas de Tenerife, libro V de datas originales)

1560 Diciembre. A principios de mes, dos piratas ingleses, John Poole y Thomas Champneys, recorrerian las Islas Canarias saqueando carabelas y atacando puertos.

Sorprendidos en la rada de Santa Cruz de La Palma, son encarcelados. El día 25 de aquel mes no obstante, escapan de la prisión. se apoderan de un navío surto en la bahía. cargado de vinos y aceites, y con ayuda de sus propios marinos -que habían estado en libertad por el puerto--, zarpan con rumbo a su país.

Organizada la persecución, no pudo dárseles alcance, aunque si se alertó a los barcos españoles en ruta, gracias a lo cual la flota de Indias. que venía de retorno, dio alcance a cinco navíos ingleses que comerciaban con el producto de una de las naos españolas robadas, apresándolas y conduciéndolas a Sevilla. Aunque el embajador español en Londres el obispo don Alvaro de la Quadra, consiguió el arresto en la Isla de Man de John Poole, sir Wílliam Cecil, lord Burghley. secretario de la reina Isabel. obtuvo la libertad de los cinco navios apresados.

1560 Diciembre 25.
En este año recorrían las islas, robando puertos y saqueando carabelas, dos piratas ingleses, llamados John Poole y Thomas Champneys, cuando fueron sorprendidos en la
rada de Santa Cruz de La Palma, obligados a rendirse y encarcelados para dar cuenta de sus delitos. Sin embargo, supieron aprovecharse una vez más del buen trato de los colonos españoles con los prisioneros, pues el 25 de diciembre de 1560, mientras la mayor parte del pueblo se congregaba en las iglesias con motivo de la festividad del día, lograron forzar las puertas de la prisión, apoderarse en audaz golpe de mano de un navío español surto en la bahía, cargado de vinos y aceites, y con la ayuda de sus propios marineros (dispersos en libertad por el puerto) romper amarras, alzar velas y zarpar de Santa Cruz de La Palma con rumbo a su país.

Organizada inmediatamente la persecución de los piratas, no pudo dárseles alcance, pero sí poner sobre aviso a los navíos españoles en ruta para que tratasen por todos los medios de conseguir su captura. Navegaban entonces casualmente por aquellas aguas cinco navíos ingleses, que habían tenido la desgracia o la desaprensión de comerciar con el producto de una de las naos españolas robadas, y dándoles alcance la flota de Indias, que venía de retorno, los hizo registrar, detener por complicidad en el delito y conducir a Sevílla como represalia.

Estos sucesos motivaron de una y otra parte una larga serie de reclamaciones diplomáticas. El  embajador español en Londres, el obispo don Alvaro de la Quadra, se movíó activamente para conseguir el castigo de los piratas, y si bien pudo conseguir el arresto en la isla de Man-adonde había ido a arribar la nao robada-de John Poole y diez marineros, no pudo evítar que los demás huyesen, entre ellos Champneys, buscando en
la ocultación burlar el merecido castigo.

Por su pare, sir William Cecil, lord Burghley, secretario de la reina Isabel, puso todo su influjo cerca de nuestro embajador para conseguir la libertad de los cinco navíos apresados, cosa que al fin pudo conseguir, no sin largos trámites, discusiones y amenazas. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)










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