domingo, 16 de junio de 2013

BRUJERIA Y APARICIONES: HISTORIAS DE SEÑA ROSA-XIII






Mónica Díaz Tabares

EL ESPIRITU DE LA ABUELA

Nosotros nos fuimos a trabajar a San Juan, a una finca de plataneras que se llamaba «Agua Dulce»; y díamos a dormir a un cuarto que teníamos alquilado a la parte arriba de la playa; dispués abrieron la carretera, y traba­jamos todos llenando cajones de china, nos pagaban a siete pesetas el cajón. Yo fui con mis hijos pa'llá porque no había trabajo. Las muchachas dían de noche a trabajar a una fábrica donde enlataban pescado; tenían una máqui­na que abría el pescado y lo dejaba compuesto pa dispués hacer ellos enlata­dos; y tú te crees, que tú te comías el pescado de allí, y era más sabroso que el que tú te comías en tu casa... ¡Los rolos de pescado aquellos, eran una her­mosura!
Había por aquella orilla de la mar (donde estaba la fábrica) una rancha­da de cuevas por allí pa'llá como si fuera una barriada... las gentes estaban todas juntando china, o trabajando en la fábrica de pescado. Al lado de no­sotros vivía una mujer que era muy buena pa mí, el marido trabajaba en Al­calá, en una fábrica de pescado. Ella le decía a los chicos: —vayan allá abajo y mi marido que les de caballas jariadas1—. Y dían allá abajo los mucha­chos a dar con él y les llenaba de caballas jariadas, unas caballas grandes, que se les caían el unto2...
EL ESPÍRITU DE LA ABUELA
De la Cumbre de Ergos vino a San Juan una familia a trabajar, vivían al lado nuestro, en una cueva que parecía una casa. Todas las noches dían a ju­gar a la baraja a mi casa; una de las muchachas que se llamaba Concha, tenía un niño y estaba trabajando sólita, porque vivía con un hombre que siempre estaba borracho, y todo se lo bebía, y le daba mucha leña, y ella ni comida tenía... y siempre comía con nosotros; yo me día pa La Culata y lle­vaba papas, y todo..., porque allá abajo no habían; y yo iba pa arriba con los muchachos a rebuscar3.
Se murió la abuela de aquellas muchachas, y una noche una de las nie­tas (que siempre peliaba con ella) estaba con nosotras todas, jugando a la ba­raja, y se fue a acostar; y al poco del rato fuimos nosotros a dar con ella, y la vimos con el abollón4 de sangre por la boca que daba miedo; entonces fui­mos a cas de una vecina que tenía coche y le dijimos que por favor llevara aquella mujer al médico que se día a desangrar. Cogió el coche y fue a lle­varla al médico a Guía Isora; cuando llegaron arriba, al cruce, se le quitó la sangre y se quedó buena y sana, y la volvieron a traer pa'bajo (la vieja le en­tró y se marchó).
Un día vino el que estaba viviendo con Concha a buscar a mi Manuel pa dir a pescar, y le dijo: —vamos a pescar Manuel, pa'llá, pa el lado de las salinas—. Y yo le dije: —hoy no va él porque tiene que hacer—. Pero cuan­do estábamos (por la noche) tranquilos todos asentados en el suelo jugando a la baraja, sentimos un escorroso5, y las cañas que tenía Manuel en el techo, se cayeron arriba nosotros, y dijimos —¡ay!, ¿pos6 qué rayos es esto?—. Y entonces cayó Cocha con un ataque muy grande, y le dice al que estaba vi­viendo con ella: —Te librastes hoy de haberte yo ahogado, porque te estaba entusiasmando pa que fueras a pescar, y como el chiquillo no fue dejaste el viaje..., pero si llegas a dir, en la mar quedas hoy—.
¿Cómo era la voz?
No era la de Concha, sino la de la vieja. Y dijo: —vieron como Ana echaba sangre por la boca y se curó sola, no le hizo falta médico— y yo le dije: —¿y por qué eso de venir usted aquí?, esta casa no es suya— dice —no es mía pero aquí están mis nietas, y yo a ustedes no les hago daño nenguno, pero ese se escapó hoy de la muerte; mira, ahora voy a Ergos a hablar con un individuo, que me vio un día rebuscando y me quitó las papilas, y me las arreguiló7 por la tierra— (Ergos es del Valle Santiago pa fuera, a La Cumbre de Ergos), ¡Muchacha!, pues no tardó nada en dir y venir. Nosotros jugando
a la baraja (que a Concha se le había quitado ya aquello...) y las cañas otra vez cayéndose encima de nosotros, y dije: ¡¿qué cono es eso?!, ¡¿por qué tiran otra vez las cañas encima de nosotros?!—. Y dice otra vez la vieja por boca de Concha: —Fui a Ergos y no lo encontré, pero si yo lo encuentro esta no­che en la casa, mucho no había durado, porque a mí me hacían falta las pa­pas y a la tierra no, y allí las dejó pa los bichos; no dejaba entrar a nadien a rebuscar—. Y yo le dije: —¿y por qué vino usted sobre Concha?— (porque Concha tenía el ataque otra vez). Y dice —porque la quiero y vine a verla, y a matar al marido! Y ella se tiene que separar del porque si no, lo mato yo—. Y yo le dije —bueno pues vayase, que nada hace aquí—. Dice —sí, me voy a dir, apaguen la luz y recen, y no miren pa la puerta (agáchense la cabeza)—; Pues apaguemos8 la luz, nos pusimos a rezar un Padrenuestro, y el estruendo que salió por la puerta pa fuera... (y también vimos pasar la sombra), hasta miedo nos dio, ¡hasta miedo!, y se desapareció la vieja. La viejita se día a rebuscar y se llevaba un puñito de gofio9 en polvo, y se lo metía debajo de las naguas10 amarrado, porque no le daban nadita de comer, y se lo comía en esas huertas con jaramagos, y cuantas veces la vía yo tiradi-ta todo el día cuidando dos cabritas sin más nada que el puño de gofio en polvo, y dispués llegaba a la casa y se ponían con ella; y Concha no quería que la maltrataran.
EL PADRE DE SENA ROSA
Mi padre vino encima de mi cuñada, y estuvo más de tres meses, y la gente estaba cansada de estar allí; y dispués dijeron: —bueno, lo que hace­mos la familia es que se quedan unos una noche, y otros otra—; conque esa noche nos tocaba a mí y una de mis hermanas. ¡Muchacha!, hacía una noche como el día..., y fueron el marido de mi hermana y mi hijo Goyito (que en paz descance) con nosotros; y Goyito y yo fuimos media noche, y la otra media le tocaba a ellos; pero cuando llegué a mi casa, me acosté en la cama y tuve que alevantarme (no podía dormir); agarré, puse pues mi café al fue­go, hice el café, lo puse en la capuchera" que tenía, y me fui allá. ¿Y tú crees que estaba asentada asegún yo estoy...?, enfrente la puerta (en una cama que tenía), y dice —¡aja!, ¿ya llegaste Rosaura? Y dije: —sí, ya llegué, ¿por qué?, ¿tardaba?—, dice: —yo estuve allí hasta que tú hicistes el café, y dispués me marché alante tí, porque por allí no podía yo venir porque te meto miedo, y yo no quiero meterte miedo—. Y me dice: —yo sabía que tú venías con el café, porque yo estaba esperándote—. Y le dije: —¿y por qué estabas esperando?—. Y me dice: —porque yo no te dejé dormir, tuvistes que levantarte a hacerme café. Hace mucho tiempo que no lo tomo de tus manos—. Se bebió dos tazas de café. Y le dije: —entonces dígame: usted que no murmuraba, no robaba, no mataba; ¿por qué le dio Dios esa peniten­cia?—, dice: —Rosaura, por lo que le hacía a mis hijos; que venían de ese monte muertitos de hambre, y yo me traía media cabra, o una cabra; y con­vidaba a mis amigos, y mis hijos entraban y yo les ponía mala cara; por eso Dios me lo pidió en cuenta.
EL FILATERO QUE SE LLEVÓ EL DIABLO
Un filatero que estaba en Genovés, y no vivía con la madre, y la madre siempre le estaba echando plagas12: —¡que el diablo te lleve!...—. Y fue el diablo y se lo llevó, y se espareció; y lo fue a poner a los andenes13 de Gara-chico (a aquellos andenes13 que tienen unas cuevas allá arriba tan lejos...; lo vieron allí). Y el diablo la comida que le llevaba, eran los desperdicios que sobraban en las mesas; y aquello se lo comía él; y dispués se ajuntó la gente, y fueron los padrinos; y le decía la madre: ¡abájamelo que es mi hijo!—. Y dice el diablo —¡no, no es tuyo que tú lo plagiabas! —Entonces la madrina se puso debajo del andén, y le dijo: —¡abájamelo!, ¡que es mío!, ¡y sin tocár­melo en ningún lado!—; Entonces lo vían abajando agarrado de las piedras como si fuera un gato, y vino a donde estaba, la madrina. (Manolo estaba de filatero, y siempre tenía una mantita por dencima)14.
LA QUEMADA CON EL AGUA DE LAS PAPAS
Era una madre y una hija solas y la hija era costurera, y le dijo un día la madre: —hija, cuando uno se muere ¿dónde irá?—, y dice la hija: —madre, pues yo por lo que oigo, donde Dios lo tiene destinado—. Y se murió la ma­dre (y ahí, en el campo tienen el istiercal15 y el pinocho en la misa puerta de la casa...)- Conque la hija cuando cocinaba las papas envolcaba el agua al sa­lir de la cocina (pa echársela al istiercal), junto a la puerta (en el campo se usaba envolcar las papas en una cestita pa quitarles el agua, en la misma puerta). Y un día se le presentó la madre, y le dijo: —hija, cuando cocines las papas, recoges el agua en una palangana16 y la botas pa'llá lejos, que me estás quemando todita—; y dispués la hija ponía el agua en una bandeja, y la tiraba lejos.
EL DIABLO LO AMARRO AL PINO
Era una mujer de Santa Catalina y se mudó pa La Guancha, y puso una panadería, y tenía dos hijos machos y una hembra. Y uno de'llos siempre ajuntaba17 con nosotros pa dir pa'l monte, y la madre siempre le estaba echando plagas: —¡que los diablos te lleven!—, y cosas así un día fuimos una ranchada18 de juventud pa el monte (porque díamos los lunes a buscar la leña de la semana), y el muchacho ese (Alejo), día con nosotros, y cuando lleguemos cerca del monte le dijo a las muchachas: —miren, llévenme el bu­rro, que yo voy delante a subir por este lomo—. Conque... llevemos el bu­rro, y cuando lleguemos a la entrada del monte amarremos19 al burro de un pino y llamando por Alejo, llamando por Alejo..., y que no salía por ningún sitio. Entonces salimos a buscarlo por aquellos lomos (y con nosotros día una muchacha que estaba vestida de hábito), y cuando lleguemos a un lomo pa'llá, pa'riba que llamemos por él, nos respondió, pero ¿sabes cómo esta­ba?: amarrado de un pino y los nudos por detrás de la espalda, y ninguna se podía acercar a él, porque a mordidas y patadas no se podía acercar nadie y entonces le dijimos a Ana (la que tenía el hábito); —tú que estás vestida de hábito acércate a ver si puedes desamarrarlo—. Entonces ella se acercó, le puso las manos por encima, y le dijo: —estáte quieto Alejo, que te vamos a desemarrar, y nos vamos vacías pa la casa—, lo desemarró, y nos volvimos todas, vacías, y lo llevemos20 a casa de la madre, y le contemos21 lo que pa­saba, y nos dijo —¡aja!, ¿y no lo llevó, y lo dejó pa que ustedes lo desamarra­ran?—; conque dispués esa mujer se embarcó pa Cuba con los tres hijos, (y a él le daban unos ataques muy grandes que no podían sujetarlo), y en Cuba estuvo como un año dándole ataques, hasta que se le apareció un hombre y le dijo: —Alejo, hasta hoy te he hecho sufrir, lo que yo sufría en vida; va­mos conmigo quel dinero lo tengo yo guardado pa tí—. Fue el hombre con él, sacó un cajón de dinero, y le dijo: —ese dinero puedes gastarlo, es tuyo—. Dispués se compró fincas en Cuba, y no le volvió a dar más ataques, ni más nada.
LA MUJER DE LA SOMBRILLA
Doña Paca vivía en La Guancha y era una mujer muy rica. Y se día al campo a plantar las papas bonitas, y a las peonas las llevaba cargando con la comida, y sobraban los balayes22 de papas cocinadas, de pescado y mojo, y de todo... Y a las peonas les daban pena de dos sobrinos bobos que tenía doña Paca (que se sentaban en la puerta de la venta que ella tenía), y siem­pre se sentaban en la puerta muertitos de hambres, y mandaban a las peonas a echar toda aquella comida que sobraba a los cochinos. Y le dijeron las peonas: —doña Paca, ¿por qué usted no le da de comer a esos bobitos?— y dice —porque la comida esa la quiero yo pa los cochinos, no la quiero pa'e-llos—. Pues aquella mujer se murió y le faltó tierra (la enterraron en el ce­menterio y le faltó la tierra), porque todo el que es egoísta cuando le entie-rran le falta tierra. Conque dispués de que murió, la vía el marido en el goro23 de los cochinos cuando día a echarles de comer ...Yo día con mi tía Domitila (pa-descance la pobre), al monte a buscar pinas pa los hornos del pan; y había un pino que cargó los cuatro sacos del burro, (serían ya a dar las doce), y el burro lo tenía mas pa'llá; y los saltos del burro daba miedo; y le quedaba un saco que llenar (y en el pino ese entodavía se había llenado un saco de pinas). Conque... dispués fui con mi tía, y se fue a juntar el saco, y yo me fijé a la parte abajo, que había una cueva, y arriba de la cueva estaba doña Paca asentada (igual que estás tú ahora), con su paraguas abierto (que pa todos lados día con el paraguas), y yo le dije a mi tía: —¡ah tía!, mira pa'llí, ¿dónde vino esa mujer tan guapa con su paraguas?; ¿y esa vino a bus­car pinas con el paraguas?—. Dice mi tía —vamonos de aquí, y ajuntamos un saco de pinas pa'llá—. Fuimos pa'llá, y ajuntemos el saco de pinas y nos marchamos, y la mujer quedó allí. El marido la escunjuró a «Las Arenas» porque siempre la vía en los goros de los cochinos, cuando les día a echar de comer, y por eso estaba allí, en el monte.
EL MASÓN Y LA NIÑA POSESA
Había un hombre en La Culata (ahora San Juan del Reparo), que no quería que pasara por lo del ni un pájaro; y por mi casa pasaba una vereda que iba a dar al otro lado del camino, y nosotros pasábamos por aquella ve­reda; y un día se emborrachó y se puso enmedio de la vereda y dijo que cuando pasáramos nos día a partir las patas pa que no pasáramos por lo del. Y dio la casualidad que él se fue pa la casa y nosotras pasemos por allí (no sabíamos nada de lo que él dijo. Siempre se asomaba a acechar); y, al otro día de decir aquello, vino frente a mi casa a cargar istiércal con peones y se sentó en una silla, mirando; dispués se alevantó y se fue a la venta, se echó una copita y volvió a dar con los peones, se sentó en la silla y allí se quedó muerto; se murió de repente, y lo enterraron en lo sagrado. Pero un día ve­nía un chillido con un cesto de espinos, y descansó en frente del cementerio, donde había una piedra grande, y sintió dando gritos en el cementerio; dejó el cesto de espinos y corrió pa la casa (porque le dio miedo).
Cuando dio la misa el domingo el cura prohibió a la gente que fueran con tanta vanidad al cementerio (las bestias cargadas con barriles de agua...); aquello parecía una fiesta los domingos; se día todo el mundo a arreglar los nichos. Y les dijo que el cementerio no era nenguna fiesta; entonces la gente se atajó de dir; pero dispués lo volvieron a oir gritando que lo sacaran de allí, que él era masón, y que no quería estar allí; entonces lo sacaron y lo en­terraron en la cherche24 (porque en el cementerio hay un pedazo que no esta bautizado pa los que no son riligiosos25). Dispués ese espíritu me quería en­trar a mí, pero como yo tenía mal genio, no pudo; pero una hermana mía mandó a mi Ufemia a alcanzarle un cubo de agua a la puerta del cementerio, y en la puerta lo cogió la chica; se quedó coja y no podía bajar sino de cuatro patas, y tuve que subir yo a buscarla, y la bajé en brazos. Se quedaba conmigo en la cama, y no día sino a agarrarme las t... y el c...; y estaba «aquí», y echaba el chorro26 «allá», como un macho; y yo le dije a mi madre —la chica tiene al quiera ques ariba de'lla, me pasa esto, y esto, con ella— La llevé al Tanque que había un curandero, y me dijo: —mire señora, bus­que quien cure a la niña, y cúrela, porque yo no puedo, y si usted pierde el tiempo..., asegún se seca el cuerpo del que tiene encima, se le seca la pierna a la niña—. Fuimos a Icod a cas Seña Marta y ella nos mandó a cas el curita de Icod; fuimos, y nos asentamos allí (como estaba diciendo la misma hasta que llegara); cuando llegó, que pasó por nosotros, nos dijo: —¿ustedes nece­sitan algo?—, y le dije a lo que íbamos, y nos dijo: —pues voy a desayunar­me, ahora vengo—; cuándo vino nos entró pa un cuarto que él tenía con una mesa grande, que estaba al medio del cuarto, y un Señor arriba la mesa; el cura la asentó a ella al lado del, y le puso la estola por los hombros, pero ella desde que la asentó allí, y vio al Señor arriba la mesa, empieza a escu­pirlo, y a botarlo al suelo si la dejo; le pegue en las manos, y me dijo el cura: —no le pegue señora, que esa no es ella, sino lo que tiene. Yo lo que hago, es que mañana domingo voy a la doctrina, y voy a su casa primero que nada porque de aquí se lo quito, pero cuando llegue a su casa lo coge. —El domingo vino temprano, y ella estaba acostada en la cama, y desde que vio entrar al cura, empezó a escupirlo y le viró el culo. Le puso la estola..., se lo quitó de arriba de'lla y dispués en todas las esquinas de la casa y del patio le echó agua bendita y dijo unos rezados; a mí me dejó agua bendita pa que yo le echara a la casa con el rezado. Mi ufemia se curó, pero dispués ese mismo espíritu le entró a una hija del y no pudieron curarla por más que la llevaron a curanderos, y de eso murió.



1   Adj. Jarea. Pescado abierto, salado y seco.
2   Sust. Grasa.
3   Verb. Volver a buscar. Preferentemente referido a buscar lo que se queda de la
cosecha ya recogida.
4   Sust. Borbollón.
5   Sust. Ruido de distinta índole que se produce al mismo tiempo.
6   Adv. Pues.
7   Verb. Regó, esparció.
8   Verb. Apagamos.
9     Sust. Palabra guanche. Harina tostada de cereales.
10 Sust. Enaguas.
1' Sust. Especie de cafetera.
12     Sust. Maldiciones.
13     Sust. Riscos.
14     Adv. Encima.
15     Sust. Estiércol.
16     Sust. Recipiente metálico.
17     Verb. Reunía.
18     Sust. Pandilla.
19     Verb. Amarramos.
20     Verb. Llevamos.
21     Verb. Contamos.
22     Sust. Cestos hechos de paja.
23     Sust. Palabra guanche. Construcción de piedras.
24     Sust. Lugar del cementerio no sagrado.
25     Adj. Religioso.
26 Sust. Acción de orinar.




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