domingo, 14 de julio de 2013

INGLESES MERODEAN POR LAS CANARIAS






1585 Septiembre 30.

 Había recibido el Cabildo de Tenerife, por la vía de la Madera, un detallado parte de la salida de los corsarios ingleses de Inglaterra, noticia que como es natural circuló de una-s islas a otras, tomándose por todas ellas las acostumbradas medidas de seguridad. A aumentar la alarma vino todavía un nuevo aviso del marqués de Lanzarote, recibido en La Laguna el 25 de octubre de dicho año, por transmisión del gobernador de Gran Canaria don Tomás de Cangas, participando "hallarse surtas en la ysla de Lobos siete velas gruesas que traían Almiranta y Capitana".

Dicha flota inglesa (que no era la de Drake como se ha supuesto) tuvo la virtud de movilizar todas las fuerzas de las islas, acordándose, por ejemplo, en la de Tenerife, la visita a las fortalezas para proveer las convenientemente de pólvora; el acantonamiento fijo de una compañía de infantería y dos hombres de a caballo en el puerto, de Santa Cruz, para lo cual se turnarían las distintas compañías de la ciudad; la fabricación de bizcocho en abundancia, y la extracción de pólvora (que se guardaba en el subterráneo del convento de San Agustín como el lugar más seguro) para repartirla en La Orotava y Garacllico.

Desde Tenerife fué reexpedido a la isla de La Palma el aviso del marqués de Lanzarote, dando motivo a una reunión extraordinaria de su Cabildo el 4 de noviembre, en que se acordó dar las gracias a la primera isla por su solicitud en avisarles, así como que fuesen convocados todos los capitanes para acudir a la posada del teniente de gobernador Jerónimo de Salazar, con objeto de visitar las fortalezas, establecer el turno de vigilancia de las compañías y disponer otras medidas análogas de seguridad.

Los ingleses aseguran que el 3 de noviembre, según el cómputo gregoriano (24 de octubre para los protestantes), divisaban las naves la isla de Lanzarote, ignorándose por nuestra parte el tiempo que en ella permanecieron y en que se entretuvieron. Sabemos, en cambio, por fuentes españolas exactas, que el 7 de noviembre se divisaron frente a Santa Cruz de La Palma muchos y poderosos navíos que, en lugar de pasar de largo, "se estuvieron entretenidos [dando] una buelta y otra", lo que despertó la alarma de la ciudad y con ella de toda la isla, hasta el punto de concentrarse en la capital por esta causa todas las milicias palmeras. Dada la proximidad de fechas entre el aviso circulado por Tenerife (con retraso, cada vez de más días, entre una isla y otra) y la presencia de la flota de Drake, se estimó en La Palma ser un mismo enemigo el que no cesaba de soliviantar a las islas en cruceros ininterrumpidos por entre sus aguas.

De esta manera, el primer itinerario de Drake debió ser en la ocasión que describimos Lanzarote-La Palma, donde apareció el 7 de noviembre, para desaparecer poco tiempo más tarde con rumbo ignorado.

Ahora bien; ¿en qué se entretuvo el pirata en aguas del Archipiélago desde esa fecha hasta el 13 de noviembre en que atacó Santa Cruz de La Palma,.. ?

Surge en el intermedio un episodio ocurrido en el año 1585 en la isla de Fuerteventura-aunque sin otra precisión cronológica-que nos impulsa a creerlo relacionado con una posible estancia del pirata en dicha isla o en sus contornos. En ese año desembarcaron en la isla de Fuerteventura, donde fueron apresados, diecisiete ingleses que se dijeron tripulantes de un navío británico de nombre Prima Rosa, saqueado según confesaron por piratas franceses, que les forzaron a desembarcar en la isla mencionada. Si se tiene en cuenta la identidad de nombre entre el navío que conducía el vicealmirante Martín Frobisher, el Primrose y la fecha análoga de partida de Inglaterra-verano de 1585-, ¿sería aventurado pensar que los marineros detenidos en Fuerteventura se perdieron del grueso de la expedición de Drake, al recorrer las costas de la isla para piratear, teniendo que buscar abrigo, extenuados, en aquella propia tierra? Cuanto declararon los marineros ante la Inquisición sobre supuestos saqueos de franceses tiene todo el aire de una burda patraña inventada para ocultar la personalidad de Drake, cuyo solo nombre, por ellos pronunciado, podría acarrearles severísimos castigos.

Los nombres de los piratas conviene recordarlos porque algunos de los mismos darán mucho que hacer a las autoridades insulares; eran éstos: John Smith, Edward Stride, John Gold, William Baker, William Ware, Thomas Simms, William Winter, John Ware, Michael James, Melchior Devlin, Stephen Tangye, Peter Johnson y otros varios cuyos verdaderos nombres se ignoran por desfiguración ortográfica. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

1585 Noviembre 11.
Fue acercándose a la isla de Gran Canaria, en cuyo Puerto de la Luz ancló el famoso corsario Drake con propósitos nada pacíficos.

Era entonces gobernador y capitán general de la isla don Tomás de Cangas, y éste dispuso inmediatamente las más urgentes medidas de resistencia. Tocadas las campanas a rebato, congregadas las distintas compañías de las milicias isleñas en las playas y enfilados los cañones de los fuertes sobre la flota británica, tal aparato bélico fué suficiente para hacer desistir a Drake del intento, alzando velas y desapareciendo por diez año8 de las costas de Gran Canaria. (El único historiador, entre españoles e ingleses, que se refiere a la presencia de la escuadra británica en aguas del Puerto de la Luz es fray José de Sosa en su Topografía de la isla de Gran Canaria (pág.191). Bien es verdad que Sosa es historiador Competente e informado y que da todo género de detalles sobre la presencia de Drake, que hemos referido; pero no es menos cierto que ningún otro documento, relación o historia, española o inglesa, hablan de esta etapa de la expedición.)

Entonces la escuadra inglesa, navegando con dirección noroeste, fue a dar en las costas de La Palma, al norte de la ciudad capital, donde fue divisada por unos pescadores tinerfeños al atardecer del día 12 de noviembre, situada a la altura de Los Sauces. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

1585 Noviembre 13.
Francis Drake descendió con sus navíos por el litoral de la isla hacia el sur, y apareció a la vista de la ciudad cuando sus embarcaciones cruzaron por delante de Punta Llana. Al mismo tiempo que Drake llevaba a cabo esta operación con el grueso de la flota (unos diecinueve navíos), otra división de la misma, compuesta por los restantes, se dirigía contorneando la isla por el porte, con rumbo a Tazacorte, para fraccionar las fuerzas de la misma, restando eficacia a la defensa de los naturales.

Desde Punta Llana, Francis Drake organizó la flota en disposición de combate. El con el Bonaventure a la cabeza, fue señalando el camino a los demás navíos, que avanzaron alineados siguiendo una recta dirección que había de conducirlos a la playa de las Norias de Bajamar, al pie del risco de la Concepción, en la parte más meridional del término de Santa Cruz de La Palma. A medida que los navíos avanzaban, Drake se fué separando en vanguardia de la línea de formación, de manera que el Bonaventure que por su poder llamó la atención de los canarios "como vela muy gruesa", era por su situación el más próximo a tierra. Cuando los últimos navíos se hallaban situados en perfecta formación frente a la ciudad dispararon sendos cañonazos para que todos recortasen la marcha, y Francis Drake, respondiendo de la misma manera al aviso" se dirigió con el Bonavelnture a cuya popa llevaba un batel de remolque, a sondear el puerto en dirección a la playa mencionada.

Mientras los ingleses maniobraban de esta manera, en tierra no se desperdiciaba ocasión para disponer y preparar el combate. Desde el día 7 de noviembre de 1585, con la primera alarma, todas las compañías de milicias isleñas se habían concentrado en la ciudad capital, acordando sus capitanes Luís Álvarez de Brito, Juan Fernández Sodre y Nicolás Ortiz, en unión del teniente de gobernador y capitán general Jerónimo de Salazar, las primeras disposiciones de guerra. Para ello contaron también con la valiosa ayuda y colaboración del famoso ingeniero Leonardo Torriani, que por aquellos meses residía en la isla de La Palma dirigiendo las obras del muelle y estudiando su fortificación.

Los capitanes visitaron las fortalezas de la capital, que eran entonces tres: el fuerte de San Miguel o torre del muelle, artillado con cuatro cañones; el castillo de Santa Catalina, en el que jugaban diez potentes piezas de artillería, y el fuerte del Cabo, defendido por dos pequeños cañones. Eran alcaides de las fortalezas de La Palma en el momento expresado, por elección de su Cabildo, los capitanes Bartolomé González Acosta y Pedro Hernández Señorino, y puestos ambos de acuerdo con el gobernador Salazar revistaron los fuertes, dando las disposiciones de guerra necesarias para el posible combate.

El capitán general Jerónimo de Salazar fue repartiendo además en trincheras y caletas de la costa la gente que se había concentrado del interior de la isla, de manera que en corto plazo podía darse por satisfecho al lograr movilizar frente al enemigo todas las disponibilidades militares de La Palma. Con este aparato bélico se mantuvo la capital durante cinco días, hasta que el 11 de noviembre de 1585 el teniente de gobernador, creyendo pasado el peligro, autorizó a "los hombres del campo por la falta que hacian a las sementeras" para retirarse a sus hogares, como efectivamente lo hicieron al día siguiente, 12 del mes mencionado. Sin embargo, apenas tuvieron tiempo de incorporarse a sus tareas, pues en la mañana del 13 las hogueras de las atalayas los fueron llamando a todos para acudir en defensa de la ciudad atacada.

De esta manera, vueltas a concentrar las milicias, se situaron en las playas y desembarcaderos de la capital las tres compañías de Santa Cruz de La Palma, al mando de sus capitanes, los regidores Luís Álvarez de Brito, Nicolás Ortiz y Juan Fernández Sodre, mientras fueron acudiendo del interior de la isla con la vertiginosa velocidad característica las restantes compañías de infantería, a tiempo unas de participaren la acción y otras con retraso, limitándose a guarnecer a la capital con posterioridad a la misma. Eran éstas las nueve compañías de Punta Llana, San Andrés, Barlovento, Garafía y Punta Gorda, Tijarafe, Los Llanos, Breña Alta, Breña Baja y Mazo.

Sumaban las tres compañías de la ciudad 450 soldados; de ellos, 174 arcabuceros y 286 piqueros; las nueve del interior de la isla, 1.395 soldados; de ellos, 426 arcabuceros y 879 piqueros; de manera, que en total la isla disponía en 1585 para su defensa de doce compañías de infantería, que sumaban 1.755 soldados distribuídos en 600 arcabuceros y 1.165 piqueros.

Por su parte, Bartolomé González Acosta, como alcaide de la torre de San Miguel, y Pedro Hernández Señorino, como alcaide del castillo de Santa Catalina, dispusieron las fuerzas bajo sus órdenes para la defensa, contando con la colaboración del condestable Mario Cardoso y de los artilleros Nuño, Hernández, Francisco González y Domingo Morera.

El alcaide Hernández Señorino fue el que inició el combate, disparando la artillería de Santa Catalina sobre los navíos de la, escuadra de Drake, como queriendo advertir al pirata que La Palma tenía pólvora bastante para gastar en salvas.

En efecto, el Bonaventure fue señalando a las demás embarcaciones de la flota el camino, a seguir hacia la playa de Bajamar, y todas ellas, manteniendo la formación primitiva en hilera, fueron derivando por delante de la ciudad, previos los sondeos de Drake, hasta alejarse de los tiros del castillo de Santa Catalina, situándose entre la torre de San Miguel y la playa aunque todavía a cierta distancia conveniente de tierra.

Todos los navíos traían, al decir del capitán general Jerónimo de Salazar, "por sus proas zabras, lanchas, bateles y barcones llenos de gente sin muestra en ninguna parte de bandera ni sonido de atambor".

La fortaleza de Santa Catalina, que era la que por su extraordinario porte divisaban los piratas desde el mar, juzgó oportuno disparar entonces sobre ellos todos sus cañones, a pesar de hallarse la escuadra, como hemos dicho, algo retirada de sus tiros hacia el sur. Pero el terrible estruendo de sus diez cañones no sirvió sino para envalentonar a los piratas, que pudieron apreciar inmediatamente que estaban situados fuera del alcance de los mismos.

Drake entonces, con el Bonaventure a la cabeza, dió orden a la escuadra de acortar la distancia de tierra para mejor herirla con sus tiros. Mas en aquel preciso momento la torre del muelle o de San Miguel, en la que se hallaba el alcaide Bartolomé González Acosta, dirigió sus cañones contra el Bonaventure, con tan certera puntería que sus dos
primeros disparos fueron a dar de lleno en el navío almirante produciendo importantes destrozos en el mismo, visibles desde tierra, y según parece un trozo de metralla estuvo a punto de segar la vida del temido pirata.

Con ello se produjo la ruptura total de la formación de la flota, pues los demás navíos y bateles acudieron en auxilio del Bonaventure y le rodearon casi por completo. De esta manera ofrecieron mejor blanco a los tiros de la torre de San Miguel, que aprovechándose del desorden continuó disparando sin interrupción sobre la escuadra enemiga, dispersándola y produciéndole sensibles daños en los navíos y bajas en sus tripulaciones. Entonces la escuadra inglesa enfiló sus cañones a tierra y disparó sobre la ciudad y la torre con escasa puntería., pues las balas fueron en su casi totalidad a estrellarse en los riscos que cubren a la ciudad por su espalda.

Largo rato duró el cañoneo entre la ciudad y la escuadra británica, viniendo a comprometer la situación de la misma el viento reinante, que impedía ahora a los navíos distanciarse de tierra. Francis Drake rehizo como pudo su formación de combate y ordenó entonces, en un supremo intento el desembarco en la playa de las Norias de Bajamar. Los soldados de Carleill, que desde el principio de la acción ocupaban sus puestos en las barcazas y lanchas de desembarco, se fueron separando lentamente de los navíos; pero la artillería de la torre de San Miguel y la de campo de que disponían las milicias impidieron a las lanchas avanzar. Por otra parte, la acción impetuosa del oleaje-que ese día vino a favorecer con violencia inusitada a los palmeros-contribuyó a desordenar a los asaltantes, obligándoles a reembarcar en los navíos.

La escuadra de Drake se situó entonces, en actitud dubitativa, a cierta distancia de tierra, hasta que hacia las tres de la tarde el pirata dio a sus navíos orden de zarpar, desapareciendo de la vista de la ciudad con dirección sur.

La personalidad celebre pirata no escapó al conocimiento de los isleños, pues por una nao bretona que había entrado en el puerto horas antes de la presencia de la escuadra en Santa Cruz de La Palma, súpose "que hera armada de Ynglaterra de que venia por general Fran(cis)co Draque", lo que llenó de entusiasmo a sus moradores por haber rechazado victoriosos a quien comenzaba a ser la figura más representativa de la Inglaterra isabelina.

El ataque de Drake ha dejado también su huella en los carcomidos Libros de Acuerdos del antiguo Cabildo de La Palma, donde constan, en la sesión del sábado 16 de noviembre de 1585, algunos de los pormenores del combate, hasta que los navíos enemigos "se fueron fuyendo por el mucho daño que se les hizo".


En Tenerife túvose la primera relación minuciosa del ataque el 25 de noviembre del año mencionado, en cuya fecha el Capildo de la isla se reunió en sesión para acordar nuevas medidas de defensa que afectaban a esta última y a la de La Palma (32) .

Tres días antes, el 22 de noviembre, el Cabildo de La Palma volvía a reunirse en sesión solemne en la que se acordó enviar un mensajero a Su Majestad con la relación del suoeso, así como prevenirle de los propósitos del pirata, pues se creía entonces en la isla que Drake se proponía cruzar por segunda vez el estrecho de Magallanes para internarse en el Océano Pacífico. La isla aprovechaba también la ocasión para demandar de Felipe II varias piezas de artillería, pólvora y municiones.

En aquella misma sesión compareció un mensajero de la isla de Tenerife, pues su Cabildo se hallaba deseoso de saber el resultado del ataque, cuyo estruendo artillero se había percibido desde distintos parajes de la isla. Además los regidores no dudaban del mismo, teniendo en cuenta que pescadores tinerfeños habían divisado al grueso de la

Por su parte, el capitán general y teniente de gobernador Jerónimo de Salazar informó al Rey, el 7 de abril de 1586, dándole cuenta de los principales pormenores del ataque, y su relación original, conservada en el Archivo de Simancas, nos ha servido ahora para, en unión de otras fuentes, reconstruir tan glorioso episodio histórico.

Así finalizó el primer ataque inglés a las Canarias, en el que Santa Cruz de La Palma tuvo el alto honor de derrotar al más grande de los piratas ingleses, destrozándole su navío almirante y causándole daños y bajas en las embarcaciones y tripulantes.

Años más tarde, al escribir el famoso poeta español Juan de Castellanos, beneficiado de Tunja, sus conocidas Elegías de Varones Ilustres de Indias en el capítulo no impreso hasta fecha reciente titulado Discurso de el Capitán Francisco Draque describe el combate de Santa Cruz de La Palma en los siguientes términos:

Las vanderas inglesas embarcadas
por no perder mejores ocasiones,
en busca de las Islas Fortunadas
guian los bien armados galeones;
pero no las hallaron descuidadas,
antes con necessarias municiones;
luego La Palma saquear entiende
mas con valor insigne se defiende.
Andu(vo la re)friega de buen arte,
en ambas partes salitrosos truenos,
no dándole lugar al estandarte
contrario para ver aquellos senos.

En efecto, Francico Draque parte
deste puerto con dos navios menos
y algunas lanchas de las suyas rotas
con los ardientes globos y pelotas.

(En: A. Rumeu de Armas, 1991)

1585 Noviembre 16.
De La Gomera la escuadra británica derivó a la isla de El Hierro, en cuyo puerto desembarcó Drake sin resistencia por parte de los naturales. De su estancia en ella tenemos cumplida información no sólo por Leonardo, Torriani, sino por un mercader inglés que habló en dicho puerto con el pirata. El 16 de noviembre de 1585 Drake desembarcaba en la isla "treze banderas con hasta tres mill hombres muy bien armados y en [el] dia y medio que estuvo en una playa los exercitaba" sin descanso.

El 18 de noviembre el pirata quiso intentar el ascenso hacia la capital, Valverde; pero de un lado, el "ser muy áspera, estrecha, alta y de mucho riesgo la subida", y de otro, "averse levantado borrasca de viento", le forzaron a "embarcarse sin hazer ningún daño" en la isla.

Esta última determinación de Drake fue acertada, pues arreciando el temporal los navíos se dispersaron, siéndole forzoso al pirata detenerse algunos días en aquellas aguas para restablecer la formación de la escuadra.

Cuando el temporal amainó, Drake volvió a planear un segundo intento de desembarco en Santa Cruz de La Palma, hasta que aconsejado en contrario por los demás capitanes de la flota decidió aprovechar el viento favorable, que empezaba a hinchar las velas de los navíos, para abandonar la empresa internándose en el Océano...

Las últimas andanzas del pirata en aguas canarias durante la expedición de 1585 tienen su reflejo en los Libros de Acuerdos del Cabildo de Tenerife, pues esta isla estuvo especialmente preocupada en aquellos días, temerosa de un ataque inminente por parte de los ingleses. El 25 de noviembre de 1585 el Cabildo conoció satisfecho cómo por medio de sus avisos el enemigo había encontrado prevenidas con todos los aprestos de guerra a las islas de La Palma y La Gomera, y acordó seguidamente redoblar las medidas de seguridad y dar aviso al Rey del riesgo que corrían y de los propósitos de Drake, que parecía dirigirse al "Piru y Magallanes,".

1585 Noviembre 25.
El Cabildo de Tenerife celebra sesión para valorar los resultados del ataque de una división de la escuadra de Francis Drake al puerto de Tedote n Benahuare (Santa Cruz de La Palma).

Según Rumeo de Armas: “En dicha sesión se leyó una carta de la isla, de La Palma con los pormenores del suceso, que el Cabildo de Tenerife escuchó complacido, al comprobar cómo sus partes y avisos habían servido para prevenir militarmente "e a punto de guerra" a la isla de La Palma.

Además se acordó fletar uno de los barcos anclados en el puerto de Santa Cruz para que llevase al rey Felipe n el aviso de los navíos corsarios que merodeaban por las islas con la razón "de sus designios. ..y como se entiende que de la mayor escuadra de ellos es capitán Francisco Draques... el que estuvo en Magallanes..."

Por otra parte, el mensajero debería dar cuenta al Rey de las medidas de guerra acordadas y de "como los navios y barcas grandes [del enemigo] a mas de dos meses que los tienen casi sitiados".

Para ello fue fletado el 2 de diciembre Un navío de Álvaro de Rocha, que había de
pilotar Mateo Perdomo.” (En: A. Rumeu de Armas, 1991, nota a pié de página)












1 comentario:

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