miércoles, 17 de julio de 2013

LA BATALLA DE LLANO FLORIDO EN ERBANIA





1740  noviembre 9. Fue avistada una goleta inglesa, que sin dificultad alguna, sacó de Jinijinamar y Tarajalejo dos balandras allí refugiadas, completamente cargadas de mercancías procedentes de Gran Canaria y de Tenerife.
El 17 de noviembre el Bergantín de Pedro Alvarez que transportaba además de una abundante carga, 120 pasajeros, fue abordado por una goleta inglesa. El día 21 una balandra que venía de Gran Canaria cargada con provisiones y armamento y pólvora para la isla, fue atacada cuando desembarcaba la mercancía, por el corsario Davidson al mando de dos balandras. Los ingleses se apoderaron de la balandra y de casi toda la mercancía, los isleños solo pudieron salvar un barril de pólvora tan necesaria para la defensa de la isla. El día 24 una lancha desembarcaba 54 marineros fuertemente armados al mando del subteniente Benabar Bill en la ensenada de Gran Tarajal.
La Batalla del Llano Florido.-

Los ingleses tomaron el camino de Tuineje. Pero esta vez los isleños ya estaban sobre aviso, el sistema de vigía funcionó a la perfección y antes del amanecer el gobernador ya tenía noticias del desembarco. Sánchez Umpiérrez dio las órdenes convenientes para la concentración de las compañías de Tuineje, Tiscamanita, Agua de Bueyes, Casillas de Morales y Antigua, que deberían confluir en el puesto designado, donde él mismo se incorporaría con la compañía de Pájara que iba a sus órdenes. Al llegar Umpiérrez al lugar señalado y al no encontrar al resto de compañías se dirigió con sus hombres hacia Tuineje para no perder tiempo. ¿Qué había ocurrido? La diferencia de distancias fue la causa de que las primeras compañías citadas llegaran antes al lugar prefijado, y pensando sus jefes que eran suficientes para presentar combate se habían puesto en marcha hacia el enemigo.
Mientras tanto los ingleses habían llegado a Tuineje y se habían dedicado a saquear de nuevo la Iglesia de San Miguel, repitiendo hechos irrespetuosos, esta vez con la imagen del santo a la que arrancaron el bastón y un brazo que se llevaron como trofeo. Al contemplar como se aproximaban las compañías de isleños, abandonaron el pueblo.

 No existe una relación detallada de la batalla del Llano Florido como la hubo en la de El Cuchillete. Pero podemos hacer una reconstrucción bastante cercana a como se desarrollaron. Las compañías mencionadas debían estar muy próximas a Tuineje cuando los invasores comenzaron a evacuar el pueblo. Los isleños con gran superioridad numérica, mejor armados que un mes antes y con sus oficiales al frente, y por tanto con una gran moral y pleno convencimiento de su victoria, decidieron caer sobre el enemigo sin esperar por su jefe superior. Los oficiales atacantes no adoptaron un plan de ataque, y atacaron en campo raso sin protección alguna en la zona conocida como Llano Florido. Posiblemente tal precipitación se produjo porque los invasores se retiraban ya hacia el sur camino de Gran Tarajal; y porque la formación inglesa, ante la superioridad numérica de las milicias, ahora mejor armadas, rompió filas y comenzó la huída hacia el puerto por la ruta que aún se encontraba libre.
En ese momento llegó al campo de batalla Sánchez Umpiérreza con la compañía de Pájara y pudo contemplar el desarrollo del combate. Salió disparado a galope tendido acompañado por el capitán Melchor de Cabrera y dos soldados a caballo.
La batalla en el descampado fue de solución rápida, con menor diferencia de armamento que la refriega anterior, con los oficiales al frente, con la presencia de al menos ocho soldados a caballo y mucho más mortífera, por la falta de protección de los atacantes y por el completo exterminio de los invasores.
Por parte de los isleños hubo cinco muertos y algunos heridos. Del lado inglés los 55 hombres quedaron tendidos sobre el campo de Tuineje. No cabe la menor duda que en este caso hubo un exceso de crueldad por parte de los isleños, quienes hartos ya del constante acoso y el bloqueo marítimo a que habían sido sometidos por los corsarios, y sobre todo enfurecidos por los repetidos ultrajes a las imágenes sacras de la Iglesia de San Miguel se emplearon a conciencia para exterminar a los invasores. Si lo que buscaron los isleños fue un escarmiento que alejara futuras incursiones corsarias, no hay duda de que lo consiguieron a la perfección. Porque estas derrotas sangrientas debieron circular entre los corsarios británicos que merodeaban en aguas de Canarias que no se atrevieron a nuevos desembarcos en la isla.
Con respecto a los barcos anclados en el puerto de Gran Tarajal, al igual que en el ataque anterior, tras permanecer anclados unos días a la espera de noticias de sus hombres y tras negociaciones con los isleños para la liberación de los posibles prisioneros, finalmente zarparon rumbo a Madeira. La balandra San Telmo, que ya venía desde Gran Canaria, no la pudo localizar.
Tras estos enfrentamientos el gobernador de la Isla solicitó medidas de protección para la isla, y por parte del gremio de comerciantes se armó un navío de treinta cañones. Que realizó una campaña durante un mes sin encontrar un solo barco inglés. También se armaron tres navíos corsarios que lograron capturar cuatro naves inglesas y un pingüe holandés, cargado de pólvora, hierro y otros efectos diversos a medio camino de Santa Cruz de Berbería.

Aún así, el día de Reyes de 1741, aparecieron cuatro fragatas inglesas en las costas de Fuerteventura. Aunque no se desarrollaron intentos de desembarco, su presencia afectó gravemente al comercio y al abastecimiento de la isla. (A. de Bethencourt y A. Rodríguez.)



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