viernes, 19 de julio de 2013

MARTIN FIERRO XX






[LOS LAMENTOS]
Aquel bravo compañero En mis brazos espiró; Hombre que tanto sirvió,
3250    Varón que fue tan prudente, Por humano y por valiente en el desierto murió.
Y yo, con mis propias manos, Yo mesmo lo sepulté.
3255    A Dios por su alma rogué, De dolor el pecho lleno; Y humedeció aquel terreno £1 llanto que redamé.
Cumplí con mi obligación;
3260    No hay falta de que me acuse, Ni deber de que me escuse, Aunque de dolor sucumba: Allá señala su tumba Una cruz que yo le puse.
3265    Andaba de toldo en toldo Y todo me fastidiaba; El pesar me dominaba, Y entregao al sentimiento, Se me hacía cada momento
3270    Oír a Cruz que me llamaba.
Cuál más, cuál menos, los criollos Saben lo que es amargura. En mi triste desventura
No encontraba otro consuelo
3275    Que ir a tirarme en el suelo Al lao de su sepultura.
Allí pasaba las horas Sin haber naides conmigo, Teniendo a Dios por testigo, Y mis pensamientos fijos En mi muger y mis hijos. En mi pago y en mi amigo.
Privado de tantos bienes Y perdido en tierra agena,
3285    Parece que se encadena
El tiempo y que no pasara, Como si el sol se parara A contemplar tanta pena.
Sin saber qué hacer de mí
3290    Y entregado a mi aflición, Estando allí una ocasión, Del lado que venía el viento Oí unos tristes lamentos Que llamaron mi atención.
3295    No son raros los quejidos En los toldos del salvage, Pues aquél es vandalage, Donde no se arregla nada Sino a lanza y puñalada,
3300    A bolazos y a corage.
No preciso juramento, Deben crerle a Martín Fierro: Ha visto en ese destierro A un salvage que se irrita
3305    Degollar una chinita
Y tirársela a los perros
He presenciado martirios, He visto muchas crueldades. Crímenes y atrocidades

3310    Que el cristiano no imagina, Pues ni el indio ni la china94 Sabe lo que son piedades.
Quise curiosiar535 los llantos Que llegaban hasta mí;

3315    Al punto me dirigí
Al lugar de ande venían. ¡Me horrorisa todavía El cuadro que descubrí!
Era una infeliz muger
3320    Que estaba de sangre llena,
Y como una Madalena Lloraba con toda gana. Conocí que era cristiana Y esto me dio mayor pena.
3325    Cauteloso me acerqué
A un indio que estaba al lao, Porque el pampa es desconfiao Siempre de todo cristiano, Y vi que tenía en la mano

3330    El rebenque ensangrentao.

[LA CAUTIVA REFIERE SUS TRABAJOS]
Más tarde supe por ella, De manera positiva, Que dentro una comitiva86 De pampas a su partido,
3335    Mataron a su marido Y la llevaron cautiva.


En tan dura servidumbre Hacían dos años que estaba; Un hijito que llevaba
3340    A su lado lo tenía.
La china la aborrecía, Tratándola como esclava.
Deseaba para escaparse Hacer una tentativa,
3345    Pues a la infeliz cautiva Naides la va a redimir, Y allí tiene que sufrir El tormento mientras viva.
Aquella china perversa,
3350    Dende el punto que llegó, Crueldá y orgullo mostró Porque el indio era valiente: Usaba un collar de dientes De cristianos que él mató.
3355    La mandaba a trabajar, Poniendo cerca a su hijito, Tiritando y dando gritos, Por la mañana temprano, Atado de pies y manos
3360    Lo mesmo que un corderito.
Ansí le imponía tarea De juntar leña y sembrar Viendo a su hijito llorar; Y hasta que no terminaba, 3365    La china no la dejaba Que le diera de mamar.
Cuando no tenían trabajo La emprestaban a otra china. «Naides, decía, se imagina
3370    Ni es capaz de presumir Cuanto tiene que sufrir La infeliz que está cautiva.»

Si ven crecido a su hijito, Como de piedá no entienden

3375    Y a súplicas nunca atienden, Cuando no es éste, es el otro : Se lo quitan y lo venden O lo cambian por un potro.
En la crianza de los suyos 3380    Son bárbaros por demás; No lo había visto jamás: En una tabla los atan, Los crian ansí y les achatan La cabeza por detrás.
3385    Aunque esto parezca estraño. Ninguno lo ponga en duda : Entre aquella gente ruda, En su bárbara torpeza, üs gala que la cabeza

3390    Se les forme puntiaguda.
Aquella china malvada Que tanto la aborrecía, Empezó a decir un día, Porque falleció una hermana,
3395    Que sin duda la cristiana Le había echado brugería.
El indio la sacó al campo Y la empezó a amenazar Que le había de confesar
3400    Si la brugería era cierta, o que la iba a castigar Hasta que quedara muerta.
Llora la pobre, aflijida; Pero el indio, en su rigor,
3405    Le arrebató con furor
Al hijo de entre sus brazos, Y del primer rebencazo La hizo crugir de dolor.

Que aquel salvaje tan cruel
3410    Azotándola seguía;
Más y más se enfurecía Cuanto más la castigaba, Y la infeliz se atajaba "7 Los golpes como podía.
3415    Que le gritó muy furioso: «Confechando ** no queras», La dio güelta  de un revés, Y por colmar su amargura, A su tierna criatura

3420    Se la degolló a los pies.
«Es increíble, me decía. Que tanta ñereza esista. No habrá madre que resista: Aquel salvage inclemente
3425    Cometió tranquilamente Aquel crimen a mi vista.»
Esos horrores tremendos No los inventa el cristiano. «Ese bárbaro inhumano,
3430    Sollozando me lo dijo.
Me amarró luego las manos Con las tripitas de mi hijo.»


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