viernes, 9 de agosto de 2013

CAPITULO XIV-XII



EFEMÉRIDES DE  LA NACIÓN CANARIA


UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

ÉPOCA COLONIAL: SIGLO XVII


DECADA 1581-1590


CAPITULO XIV-XII



Guayre Adarguma Anez’ Ram n Yghasen


1599 Marzo 3.
La primera obra de defensa que se hizo en la isla Benahuare (la Palma), fue el Castillo ó Torre de San Miguel del Puerto, situada a la entrada de la ciudad, en la plazuela del muelle, no se sabe a punto fijo el día que se empezó a edificar, pero si consta que su obra se hallaba comenzada en 1553 cuando la ciudad fue invadida y saqueada por 700 franceses al mando del pirata Sombrevil ó Jambe bois (Pie de palo), la que se terminó en dicho año por orden del Lcdo. Juan López de Cepeda, Gobernador de Tenerife y la Palma, siendo
costeada por los vecinos de la Isla.

En virtud de una R.C. dada por el Rey D. Felipe n en San Lorenzo del Escorial a 31 de Agosto de 1598, para que se tuviera a punto la artillería de los Castillos de esta Provincia se hizo el 13 de Marzo de 1599 por el Lcdo. Juan Casal, Juez de Indias y Teniente General de la Isla de la Palma por el Corregidor Capitán a guerra de Tenerife y la Palma D. Pedro Lasso y de la Vega, un inventario de la artillería, municiones, etc que tenían los tres Castillos de la ciudad por ante el Escribano D. Francisco de Valcárcel, del que resultó que este Castillo de S. Miguel estaba dotado con lo siguiente:
1. Una pieza cuarto de cañón de 16 quintales, la que tiraba con balas de 9 1ibras, dotada con 22 balas y encabalgada en su caja.
2. Otra pieza nombrada San Juan, es media culebrina  de 27 quintales de peso, la que tira con bala de 9 libras y tiene 22 de Repuesto. -
3. Otra pieza que es un sacre de 14 quintales y tira con bala de 5 libras, teniendo 35 balas de repuesto.
4. Tres picas y una campana. En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)

1599 Marzo 13.
En el inventario hecho por el Lcdo. Juan Casal, Teniente General de la Isla de la Palma, por ante el Escribano D. Francisco de Valcárcel, estaba dotado el Castillo de San Miguel  de lo siguiente:

1º. Una cañón pedrero encaramado con peso de 33 quintales el que tira con bala de 35 libras, con 24 balas de Piedra encabalgado en su caja con ruedas, teniendo otra nueva de repuesto.
2°. Otra pieza que decian el Francés que era un cañón ordinario con peso de 50 quintales el que tiraba con bala de 36 libras, teniendo un repuesto de 14 balas estando también escabalgado.
3°. Otra pieza de dos tercios de culebrina de 46 quintales y que tiraba con bala de 16 libras, teniendo 38 balas de repuesto, con su caja.
4°. Otra pieza llamada La Rosa de 32 quintales de peso, que es medio cañón y tiraba con bala de 14 libras, con 32 balas de repuesto estando encabalgada.
5°. Otra pieza llamada El Carne/lo que era un cañón acampanado  de 43 quintales de peso, el que tiraba con bala de 36 libras encabalgada en caja nueva.
6°. Otra pieza nombrada San Miguel que era una culebrina de poca munición de 60 quintales de peso y tiraba con bala de 8 libras teniendo 32 de repuesto y caja nueva.
7°. Otra pieza cuarto cañón de 9 quintales, el que tiraba con bala de 9 libras, con dotación de 28 balas y estaba encabalgado.
8°. Un Falcon de 14 quintales, de bala de 2 libras el que tenía 26 de repuesto.
9°. Tres esmeriles  pequeños de 2 quintales cada uno con sus cureñas y cantidad de balas y lo demás necesario.
38 mosquetones
I Caja de tambor
I Bandera grande con las armas reales pintada
I Campana
30 Picas
I Envase de vinagre
35 Quintales de Pólvora
20 Ejes de madera como repuesto para las cajas
Cada pieza de las anotadas tenía además varios cartuchos de pólvora, estando todas las piezas cargadas con sus balas. (José María Pinto y de la Rosa. 1996)

1599 Junio 26. Apareció ante Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria), una potente Escuadra de 73 buques y 9.000 hombres de desembarco al mando del Almirante Holandes Van der Doez.

Nada mas avistada se puso la ciudad en estado de alarma, se dirigieron hacia las playas todas las fuerzas disponibles, 5 compañías de infantería, 1 de Caballería y 11 piezas de artillería. En la playa de Santa Catalina se situaron 9 de las piezas y las otras dos en la playa del puerto al amparo del Castillo de la Luz.

La Escuadra Holandesa empezó a bombardear las fortalezas de la plaza al tiempo que 27 compañías de infantería en 150 lanchas desembarcaron en las playas al frente de las cuales venía el propio Almirante, que por poco no muere al desembarcar, el capitán Cipriano de Torres se abalanzo solo sobre Van der Doez con una alabarda en la mano y el agua por el cuello y cogiéndolo por la armadura lo arrojo de la lancha, el bravo capitán Torres murió acribillado por los Mosquetes Holandeses. La defensa por parte de las milicias insulares fue a cara de perro, las bajas canarias y castellanas  pasaron de 50, murieron 3 de los capitanes de las 5 compañías y el propio Gobernador Alvarado fue herido de gravedad, pero la superioridad numérica de los asaltantes era abrumadora.

Las fuerzas canarias se retiraron de las playas y se parapetaron tras la débil muralla que protegía la ciudad. A todas estas, los Holandeses pusieron sitio al Castillo de la Luz, defendido por el Alcaide Antón Jove con 78 hombres. Sin ver esperanza alguna, Jove capitulo y entrego la fortaleza. Jove a pasado a la Historia como un cobarde, sus disparos iniciales habían causado bastante daño a los navíos Holandeses, en cambio cuando decidió rendirse solo contaba con dos muertos entre sus filas.
 
La rendición del Castillo de la Luz fue casi definitiva para que los Holandeses pudieran tomar la ciudad, sus buques se pudieron acercar sin peligro y cañonear a placer las posiciones canarias.
 
Al retirarse hacia la ciudad las milicias, solo resistían en la costa el Castillo de Santa Ana, al mando del capitán Alonso de Venegas, muy distinto a Jove en cumplir el juramento de defender a toda costa la Fortaleza. Con el gobernador fuera de combate por sus heridas, el Cabildo y la Audiencia nombran al capitán Antonio Pamochamoso para sustituirle.
 
Pamochamoso manda concentrar a las compañías de milicias de Telde, Galdar, Aguimes y Guia, en las alturas y riscos que dominan la ciudad al mando del Sargento Mayor Antonio de Heredia, y establecer una batería en el risco de San Francisco y otra en San Lázaro para batir a los holandeses desde lo alto. La puntería de un tal Juan Negrin fue al parecer prodigiosa, según las crónicas no hubo disparo de su cañón que no diera en el blanco.
 
El Castillo de Santa Ana es atacado por tierra y por mar por los holandeses, Venegas gira sus cañones y cañonea a mansalva a la infantería que lo ataca por tierra, las bajas holandesas son cuantiosas. Los holandeses concentran el fuego de sus cañones sobre el Castillo. Al amanecer del día 28, esta ya casi derrumbado debido al fuego cruzado, sin cañones ni pólvora. Venegas manda enviar las llaves al enemigo con el ultimo cañonazo, desmantela el puente levadizo y espera tranquilamente la muerte junto con sus artilleros. Pacochamoso obliga a Venegas y sus hombres a desalojar el fuerte, les tiende una pasarela, y a desistir de su inútil sacrificio. Solo unos 100 hombres se mantienen firmes en la muralla, el resto de los defensores ya la ha abandonado.

Nada puede detener a los holandeses, reducen la Puerta de la Muralla de Triana a pedazos y penetran en la ciudad, ya abandonada por la población. Vander Doez entra en la ciudad junto con los otros dos Almirantes de su Escuadra, Cornelis Geleyntz y Jan Gerbrantz. La ciudad esta desierta, los holandeses solo encuentran en las cárceles de la Inquicision a 36 de sus compatriotas.
 
Van der Doaz se instala en el Palacio Episcopal y sus tropas se entregan al saqueo, pero del rico botín que esperaban encontrar poco queda, ha sido evacuado hacia el interior de la Isla. Las cosas no empiezan a pintar tan bien como el Almirante holandés había supuesto. El 30, Pamochamoso empieza a hostilizar desde las alturas a las tropas holandesas y les corta el suministro de agua y de víveres. Desde el interior de la Isla acude prácticamente toda la población masculina de la isla, aunque armada con poco mas que piedras y palos. Desde Chinet (Tenerife) llega una fuerza de auxilio al mando de los Capitanes Lope de Mesa y Juan Peraza de Ayala.

Antes de decidirse a avanzar hacia el interior de la isla, Van der Doez ofrece retirarse a cambio de 400.000 Ducados, oferta que es rechazada por el Gobernador, atrincherado en el monte del Lentiscal.
 
Van der Doez ve que no queda otro remedio que avanzar hacia el interior para vencer la resistencia de las milicias, capturar al Gobernador, Audiencia, Obispo, Cabildo y demás autoridades y quedarse con el botín escondido. Una columna de 4.000 hombres al mando del General Strorm Van Weenen,  se dispone para tal fin el 3 de Julio.

La vanguardia, compuesta por 1.500 hombres al mando del capitán Diricksen, se interna por un barranco en su avance hacia el Monte del Lentiscal, cuando le caen encima las milicias de Galdar y Guía al mando de los capitanes Juan Martel y Baltasar de Armas con unos 500 hombres. Conocedores como nadie de aquellos riscos y matorrales se abalanzaron desde las alturas arrojando grandes piedras contra la columna holandesa y atacando por todos lados, que esta puso pies en polvorosa dejando unos 40 muertos, entre ellos el propio Diricksen. El pánico se extendió a toda la fuerza holandesa, Storm se vio superado por las circunstancias y ordeno volver inmediatamente a la ciudad. En la retirada en total desorden perdieron los Holandeses mucho armamento y otros  110 hombres muertos mas 10 prisioneros al quedarse rezagada una compañía en el barranco del Dragonal y ser masacrada por las milicias Insulares.
 
Ante todo esto, Van der Doez decide retirarse y abandonar la ciudad el 4 de Julio, no sin antes dejarla convertida en una hoguera. Los daños fueron importantes pero nada del otro mundo, entre el incendio, las 32 piezas de artillería y los daños de las Fortalezas, las campanas de la catedral, 150 pipas de vino y 20 cargas de azúcar, ascendió la suma de pérdidas económicas a 93.000 Ducados.
 
Los muertos holandeses fueron en total unos 800, 650 en el ataque a la ciudad y 150 en el Monte Lentiscal y unos 300 heridos. Los canarios  unos 60 muertos y heridos sin cuantificar.

1599 julio 13. Tras abandonar Tamaránt (Gran Canaria), la Escuadra de Van der Doez puso rumbo a la isla de la Gomera, a donde llego el 13 de Julio. Al día siguiente desembarco una fuerza de 800 hombres en la Villa de Islam (San Sebastián), pero no cogió por sorpresa al Conde  Diego de Ayala, colono Señor de la Isla.
 
La Villa había sido evacuada por sus habitantes, que por si acaso se habían llevado al interior los cañones, objetos de valor y hasta las campanas de la Iglesia.
 
El Conde con las  milicias se habían atrincherado en la Playa y nada mas desembarcar los holandeses los recibieron con tiros de arcabuz y unas buenas rociadas de piedras con tan buena puntería habitual en los canarios descalabraron a varios holandeses. Ante éstos, Van der Doez corto por lo sano, ordeno a los buques cañonear la Villa hasta que los isleños abandonaran sus posiciones. Se retiraron el Conde y sus hombres al interior de la isla, escarpadita como pocas en el mundo, y Van der Doez desembarco en Ipalam (San Sebastián).

Los holandeses, 7 compañías, unos 800 hombres, avanzaron por el barranco de la Villa, con una vanguardia de 120 hombres, cuando les salio al paso una partida de solo 11 hombres, de ellos 7 eran milicianos, siendo el resto paisanos.
 
Mejor es transcribir el Acta del Escribano Publico que dio cuenta del suceso:

”Los cuales siete soldados, favorecidos con la ayuda de otros cuatro naturales, les acometieron con lanzas y los fueron matando, como en efecto hicieron con ciento siete de ellos, ganándoles sus armas sin haber peligrado ni muerto ninguno de los once soldados, mas solo cinco salieron heridos y no de heridas peligrosas, que hoy en día todos andan en pie con sus armas”

El asunto parece a primera vista Fantástico e irreal, que 7 milicianos y 4 paisanos se enfrenten a 800 y maten a más de 100 soldados enemigos se hace cuesta arriba.

Eso mismo pensaría el Conde de la Gomera, que no le creerían cuando mandase su informe a la Corte castellana, mando pues elevar Acta a un Escribano Público, teniendo a 6 capitanes de milicias y a un par de Curas de la secta católica por Testigos de haber contado los cuerpos muertos y de haber visto mucha cantidad de mosquetes, alfánges y espadas en poder de los dichos once soldados.
 
A los pocos días otra fuerza holandesa se vio envuelta en una emboscada en otro barranco con el resultado de otros 80 muertos.
 
De los nombres de estos verdaderos héroes insulares solo ha quedado para la Historia el nombre de uno, Juan Fernández de Mola, y el apodo de otro, un tal  Henriquito, así llamado según las crónicas, por su pequeñez y desmadrado cuerpo.
 
Los cronistas holandeses por su parte, calificaron a los Gomeros como gente muy ágil y de proverbial fiereza. De  gente muy perra y sanguinaria los califico el cronista Joostens Van Heede.
 
Van der Doez decidió partir de la Gomera después de dividir en dos su Escuadra, el partió con rumbo al Golfo de Guinea el 21 de Julio de 1599 con 37 naves y Jan Gerbrantz regreso a los Países Bajos con las restantes 35.
 
Gerbrantz se encontró con una tormenta el 24 de Julio que separo su Escuadra en dos. Nuevas tormentas volvieron a dividir su flota que llego a Holanda totalmente dispersa
pero sin perder un buque.
 
Van der Doez aribo a Santo Tome el 19 de octubre. Una terrible epidemia agravada por el calor del trópico se cebo sobre sus hombres, uno de los primeros en morir fue el propio Almirante el 24 de octubre.
 
Muy pocos navíos consiguieron retornar a Holanda y muy maltrechos y con la tripulación diezmada. Del buque insignia de Doez, el  Orangieboom solo llegaron vivos 30 hombres el 22 de Febrero de 1600.

Después de la muerte de Isabel I de Inglaterra, las colonias Españolas conocen un periodo de respiro por parte de los Corsarios Ingleses.

1599 Julio 20.
Icod resiste un intento de robo de navío surto en la Caleta de San Marcos.
Ciudad cuyo primer asentamiento europeo se producen en  1501, actualmente cabeza de partido sita al N.O. de la isla y que comprende los municipios de Buenavista, Garachico, Guancha, Icod, Santiago del Teide, Los Silos y Tanque; se halla a 63 Km de Santa Cruz de Tenerife por carretera ya 33 Km de La Orotava, a unos 200 metros del Puerto de San Marcos; en ella existe un magnífico Drago (Dracco Canariensis) del que se dice tiene tres mil años de existencia.

El vecindario de Icod, atento a su defensa, tenía para sus milicias un repuesto de 500 fusiles y un depósito de pólvora, El Torreón, en sitio estratégico ya cubierto de sorpresas. Pero como el peligro principal estaba en el puerto de San Marcos, construyó una fuerte muralla en la playa, por ser el sitio más accesible aun desembarco y se estableció una Atalaya, en lugar preeminente, desde donde sus vigías que dominaban más vasta extensión del mar que los del litoral, avizoraban constantemente el horizonte.

Aún lleva este nombre el extremo Norte de la calle de San Felipe donde estuvo establecida, según el Cronista Oficial de Icod D. Emérito Gutiérrez López, y de ese modo pudo resistir el intento de Van der Does del 20 de Julio de 1599 de apoderarse de tres navíos cargados de mercancías que se encontraban en la caleta de San Marcos; las seguridades que presta este Puerto resguardado de casi todo los vientos, abrigado por los acantilados que le circundan, con buenos fondeaderos y una hermosa playa, hizo que desde comienzos de la conquista de la isla, se considerase por los navegantes como refugio en días de tormenta, lo que unido a la proximidad de bosques de pinos, fomentaron el comercio de maderas y la construcción de embarcaciones, llegándose incluso a construir en sus astilleros galeones y fragatas para el servicio de S.M. (José María Pinto de la Rosa, 1996)

1599 Julio 21.
La escuadra de Pieter Van der Does abandona la isla de La Gomera después de haberla ocupado durante 8 día.

“Después de abandonar Gran Canaria, la escuadra de Pieter Van der Does pensó realizar un segundo desembarco en Tenerife, cuya costa Norte, particularmente Garachico, le parecía a propósito para ello pero, por causas ignoradas, se dirigió  a La Gomera acercándose al puerto de San Sebastián, donde fueron recibidos con violento fuego de artillería por lo que el holandés quiso escarmentar lo que consideraba una osadía de los gomeros, ordenando un desem- barco de 700 a 800 hombres en el puerto de Abalo, al Norte de San Sebastián, presentándose el día 14 en la citada villa: al llegar sin oír un sólo disparo, creyó que la habían evacuado, pero al poner pie en tierra fue recibido con eficaz fuego de fusilería, por lo que el Almirante ordenó cañonear sin piedad la villa, y destrozada ésta y habiendo huido sus habitantes, se alojó en la misma hasta el 21 de
Julio de 1599. El Señor de la Gomera, D. Gaspar de Castilla y Guzmán, buscó refugio en el heredamiento de Loche Helipez, donde se hallaban su madre y hermanas, y desde allí dirigió la lucha contra los holandeses. En cuanto a la columna desembarcada en Abalo para atacar por tierra la capital, se conoce su actuación por un curioso documento titulado Segunda relación de lo que se prometió en la de Canaria. Del hecho que hizieron los naturales de la isla de la Gomera, con otras cosas bien dignas de consideración..., impreso en Sevilla en 1599 por Rodrigo de Cabrera, cuyo único ejemplar lo ha encontrado Rumeu de Armas en el British Museum de Londres. En él se describe el episodio de Abalo y revela uno de los hechos más inusitados y heroicos de la historia regional; estos soldados holandeses «...siete compañias de... mosqueteros, arca-
buzeros y piqueros... con sus vanderas y caxas de guerra..., después de poner pie en tierra se organizaron para la marcha, formando un escuadrón que llevaba en cabeza, una manga de ciento veinte soldados. El plan de los holandeses era ganar desde «la playa de
Abtilos... el llano que está sobre la villa, de adonde le sojuzga y ve el barranco principal della..., motivo por el cual el Señor de la isla no pudo enviar contra los holandeses de Abalo «...sino siete soldados naturales a que fuesen a reconocer al enemigo y en especial a esta dicha manga que venía a la sorda para que viessen el intento que traían, y si viesen la ocasión les ofendiessen... Los holandeses después de pernoctar en el campo avanzaron sobre San Sebastián, el 14 de Julio, hasta alcanzar «una media ladera que está sobre el puerto a la parte de la ermita de San Sebastián», punto elegido por los naturales para atacar con míseras lanzas a 800 hombres, poniendo en práctica su agilidad y experiencia en el cruce de arroyos y barranqueras: «...Los quales siete soldados le salieron a la dicha manga... y allí les acometieron y favorecidos de otros quatro soldados naturales, los fueron matando con las lanzas, como en efecto mataron los ciento y siete de ellos y les ganaron sus armas...» El grueso del escuadrón en su huida fue regando el camino de «armas... vanderas... y las dos caxas...», hasta que pudo alcanzar la villa de la que ya se había posesionado Van der Does. Este hecho ocurrió «...sin aver peligrado ni muerto de los onze soldados naturales, mas de tan solamente aver salido los cinco de ellos heridos de heridas no peligrosas y oy dia andan en pié con sus armas...» Tras una serie de encuentros que no son del caso describir, abandonaron la isla el 21 de Julio, después de prender fuego a varios de sus edificios.” (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996)







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