sábado, 10 de agosto de 2013

VAN DER DOEZ EN EL SAQUEO DE WINIWUADA





Eduardo Pedro García Rodríguez

1599 Junio 26. Apareció ante Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria), una potente Escuadra de 73 buques y 9.000 hombres de desembarco al mando del Almirante Holandes Van der Doez.

Nada mas avistada se puso la ciudad en estado de alarma, se dirigieron hacia las playas todas las fuerzas disponibles, 5 compañías de infantería, 1 de Caballería y 11 piezas de artillería. En la playa de Santa Catalina se situaron 9 de las piezas y las otras dos en la playa del puerto al amparo del Castillo de la Luz.

La Escuadra Holandesa empezó a bombardear las fortalezas de la plaza al tiempo que 27 compañías de infantería en 150 lanchas desembarcaron en las playas al frente de las cuales venía el propio Almirante, que por poco no muere al desembarcar, el capitán Cipriano de Torres se abalanzo solo sobre Van der Doez con una alabarda en la mano y el agua por el cuello y cogiéndolo por la armadura lo arrojo de la lancha, el bravo capitán Torres murió acribillado por los Mosquetes Holandeses. La defensa por parte de las milicias insulares fue a cara de perro, las bajas canarias y castellanas  pasaron de 50, murieron 3 de los capitanes de las 5 compañías y el propio Gobernador Alvarado fue herido de gravedad, pero la superioridad numérica de los asaltantes era abrumadora.

Las fuerzas canarias se retiraron de las playas y se parapetaron tras la débil muralla que protegía la ciudad. A todas estas, los Holandeses pusieron sitio al Castillo de la Luz, defendido por el Alcaide Antón Jove con 78 hombres. Sin ver esperanza alguna, Jove capitulo y entrego la fortaleza. Jove a pasado a la Historia como un cobarde, sus disparos iniciales habían causado bastante daño a los navíos Holandeses, en cambio cuando decidió rendirse solo contaba con dos muertos entre sus filas.
 
La rendición del Castillo de la Luz fue casi definitiva para que los Holandeses pudieran tomar la ciudad, sus buques se pudieron acercar sin peligro y cañonear a placer las posiciones canarias.
 
Al retirarse hacia la ciudad las milicias, solo resistían en la costa el Castillo de Santa Ana, al mando del capitán Alonso de Venegas, muy distinto a Jove en cumplir el juramento de defender a toda costa la Fortaleza. Con el gobernador fuera de combate por sus heridas, el Cabildo y la Audiencia nombran al capitán Antonio Pamochamoso para sustituirle.
 
Pamochamoso manda concentrar a las compañías de milicias de Telde, Galdar, Aguimes y Guia, en las alturas y riscos que dominan la ciudad al mando del Sargento Mayor Antonio de Heredia, y establecer una batería en el risco de San Francisco y otra en San Lázaro para batir a los holandeses desde lo alto. La puntería de un tal Juan Negrin fue al parecer prodigiosa, según las crónicas no hubo disparo de su cañón que no diera en el blanco.
 
El Castillo de Santa Ana es atacado por tierra y por mar por los holandeses, Venegas gira sus cañones y cañonea a mansalva a la infantería que lo ataca por tierra, las bajas holandesas son cuantiosas. Los holandeses concentran el fuego de sus cañones sobre el Castillo. Al amanecer del día 28, esta ya casi derrumbado debido al fuego cruzado, sin cañones ni pólvora. Venegas manda enviar las llaves al enemigo con el ultimo cañonazo, desmantela el puente levadizo y espera tranquilamente la muerte junto con sus artilleros. Pacochamoso obliga a Venegas y sus hombres a desalojar el fuerte, les tiende una pasarela, y a desistir de su inútil sacrificio. Solo unos 100 hombres se mantienen firmes en la muralla, el resto de los defensores ya la ha abandonado.

Nada puede detener a los holandeses, reducen la Puerta de la Muralla de Triana a pedazos y penetran en la ciudad, ya abandonada por la población. Vander Doez entra en la ciudad junto con los otros dos Almirantes de su Escuadra, Cornelis Geleyntz y Jan Gerbrantz. La ciudad esta desierta, los holandeses solo encuentran en las cárceles de la Inquicision a 36 de sus compatriotas.
 
Van der Doaz se instala en el Palacio Episcopal y sus tropas se entregan al saqueo, pero del rico botín que esperaban encontrar poco queda, ha sido evacuado hacia el interior de la Isla. Las cosas no empiezan a pintar tan bien como el Almirante holandés había supuesto. El 30, Pamochamoso empieza a hostilizar desde las alturas a las tropas holandesas y les corta el suministro de agua y de víveres. Desde el interior de la Isla acude prácticamente toda la población masculina de la isla, aunque armada con poco mas que piedras y palos. Desde Chinet (Tenerife) llega una fuerza de auxilio al mando de los Capitanes Lope de Mesa y Juan Peraza de Ayala.

Antes de decidirse a avanzar hacia el interior de la isla, Van der Doez ofrece retirarse a cambio de 400.000 Ducados, oferta que es rechazada por el Gobernador, atrincherado en el monte del Lentiscal.
 
Van der Doez ve que no queda otro remedio que avanzar hacia el interior para vencer la resistencia de las milicias, capturar al Gobernador, Audiencia, Obispo, Cabildo y demás autoridades y quedarse con el botín escondido. Una columna de 4.000 hombres al mando del General Strorm Van Weenen,  se dispone para tal fin el 3 de Julio.

La vanguardia, compuesta por 1.500 hombres al mando del capitán Diricksen, se interna por un barranco en su avance hacia el Monte del Lentiscal, cuando le caen encima las milicias de Galdar y Guía al mando de los capitanes Juan Martel y Baltasar de Armas con unos 500 hombres. Conocedores como nadie de aquellos riscos y matorrales se abalanzaron desde las alturas arrojando grandes piedras contra la columna holandesa y atacando por todos lados, que esta puso pies en polvorosa dejando unos 40 muertos, entre ellos el propio Diricksen. El pánico se extendió a toda la fuerza holandesa, Storm se vio superado por las circunstancias y ordeno volver inmediatamente a la ciudad. En la retirada en total desorden perdieron los Holandeses mucho armamento y otros  110 hombres muertos mas 10 prisioneros al quedarse rezagada una compañía en el barranco del Dragonal y ser masacrada por las milicias Insulares.
 
Ante todo esto, Van der Doez decide retirarse y abandonar la ciudad el 4 de Julio, no sin antes dejarla convertida en una hoguera. Los daños fueron importantes pero nada del otro mundo, entre el incendio, las 32 piezas de artillería y los daños de las Fortalezas, las campanas de la catedral, 150 pipas de vino y 20 cargas de azúcar, ascendió la suma de pérdidas económicas a 93.000 Ducados.
 
Los muertos holandeses fueron en total unos 800, 650 en el ataque a la ciudad y 150 en el Monte Lentiscal y unos 300 heridos. Los canarios  unos 60 muertos y heridos sin cuantificar.

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