sábado, 21 de septiembre de 2013

CAPÍTULO XXXII –IV



EFEMERODES CAMNARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1701-1710 

CAPÍTULO XXXII –IV  


Guayre Adarguma

1708 Mayo 24. Hace escala en el Puerto de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife) Una expedición científica francesa de la que formaba parte el astrónomo, botánico y viajero francés, De Feuillée (1660-1732), quien realizó  interesantes observaciones científica en torno al Padre Teide. Veamos algunos rasgos biográficos de este científico galo:
Pasó sus primeros años en un convento de religiosos de la secta católica de los Mínimos, en Provenza, orden en la que hizo votos. Desde muy joven adquirió prestigio por sus sólidos conocimientos de astronomía y física, así como por sus observaciones e investigaciones, que le proporcionaron una excelente reputación. En 1700 fue admitido como miembro de la Academia Real de Ciencias de París.
Se convirtió en un experto viajero científico. Entre 1700 y 1701 viajó a Oriente comisionado por Jacques Cassini para determinar la longitud, latitud y declinación del imán en los principales puertos de la región oriental del Mediterráneo; estuvo en las costas griegas y en las islas de Rodas y Candia, así como en los puertos principales de Asia Menor. En 1703 emprendió un viaje a las Antillas, arribó a la isla de Martiníca y recorrió varios puntos de la costa venezolana.
Después de regresar a Francia, en 1706, fue nombrado Matemático del rey. Un nuevo viaje le llevó a las costas orientales de la América del Sur y, durante el trayecto, hizo una escala en el puerto de Santa Cruz de Tenerife el 24 de mayo de 1708. En América su actividad se centró en las observaciones astronómicas, trazado de mapas y descripción de la flora y la fauna, formando colecciones de plantas y de minerales; realizó, asimismo, observaciones de carácter etnográfico.
Reconociendo la valía de los trabajos realizados, Luís XIV hizo construir en Marsella un observatorio al frente del cual puso a Feuillée. En 1724 la Academia de Ciencias le encomendó realizar un viaje a las Islas Canarias, concretamente a la del Hierro, para hacer la determinación del primer meridiano y fijar la diferencia en longitud existente entre éste y el Observatorio de París. Durante su estancia en el archipiélago canario, Feuillée calculó la altitud del volcán Teide y aprovechó para llevar a cabo observaciones botánicas. Este viaje se puede considerar el hito que marcó el comienzo de la exploración de la naturaleza insular.
El padre Feuillée publicó la relación de sus dos viajes a la América central y del sur y una historia natural de las plantas medicinales usadas en los reinos de Perú y Chile.
Las notas científicas recogidas por Feuillée durante su estancia en Canarias fueron estudiadas con interés y posteriormente comentadas por sus colegas franceses en las memorias de la Academia de Ciencias de París. En 1746, Nicolás Louis de La Caille publicó un extracto del viaje de Feuillée a las Canarias.
Por la propia relación de su viaje sabemos que Feuillée utilizó en las Canarias por lo menos los siguientes instrumentos, que fueron transportados desde Marsella:
- Un semicírculo. Según Feuillée "el semicírculo es un instrumento de los más cómodos, de los más seguros y de los más fáciles de usar. Este del que yo me he servido es de más de un pie de diámetro y provisto en el sitio de las alidadas de dos buenos anteojos, el uno fijo sobre su diámetro, el otro móvil; el semicírculo está dividido en 180º, tiene una brújula exactamente dividida en 360º, cuya aguja es muy viva. Esta brújula me había servido para observar la variación del imán en varios sitios". 
- Un cuarto de círculo.
- Dos termómetros de espíritu de vino, que se rompieron accidentalmente durante el descenso del Teide.
- Barómetros construidos por el propio astrónomo con su mercurio y sus tubos de cristal. Feuillée explicó el procedimiento utilizado para construir el barómetro, haciendo pasar cuidadosamente el mercurio por un paño con el objeto de conseguir su mayor limpieza e introduciéndolo en un tubo de cristal de 32 pulgadas de longitud. Más tarde se consideraría que el barómetro de Feuillée, mal privado de aire, carecía de la exactitud necesaria y, setenta y cinco años después, Humboldt recordaba que estaba constantemente demasiado bajo en seis, ocho o más líneas.
- Un reloj de péndulo.
El resultado de sus investigaciones fue desigual. En la medición del Teide tuvo un error de cálculo; su medición trigonométrica adoleció del defecto originado por una base (la zona de playa próxima a la antigua ermita de La Paz en el Puerto de Mequínez (Puerto de la Cruz) que no era completamente llana. Sin embargo, en la fijación de las respectivas posiciones de Eguerew (La Laguna) y de La Orotava estuvo más acertado.
1708 Agosto 31.
El criollo Pedro Agustín del Castillo pronunció un largo alegato sobre las exenciones y servicios de Canarias en  sesión del Cabildo, mencionando las glorias militares de nuestras islas, y por lo que se refiere a la jornada contra Jennings  dice: «...retirándose el enemigo, conociendo su peligro, hallandose siempre prevenidos y pronto los naturales destas Yslas para estos casos con las armas en la mano y con las municiones posibles, por no fabricarse en estas Yslas, haciendo el costo de todo lo referido de su pobreza, quitándose para ello de la comida y pasando malos días y noches en las continuas velas, rondas y centinelas que hacen en atalayas, puertos y caletas, municionando, artillando y pertrechando sus castillos por no tener sus Cabildos, particularmente el de esta Ysla, propios ni aun los que suplen los salarios de sus ministros precisos que conociendo la mayor parte de los enemigos en las presentes guerras y la poca de los caudales de los vecinos desta Ysla para adelantar nuestras defensas, se sacó facultad de S.M. en 22 de Agosto de 1705 para valerse por 10 años del arrendamiento de las tierras baldias y realengas etc, que por hallarse incultas y montuosas, ha tenido poco efecto este arbitrio, y que corra por el mismo tiempo. el de 3 mrs en cada cuartillo de vino sisado de que se ha de sacar el salario de la plaza de un S. Ministro de esta R. Audiencia y de su Ejecutor; como a la ciudad consta, sin que en la mayor parte de lo referido se ocasione costo ni gasto de la R. Hacienda en que rinden a S.M. estas Yslas mayores tributos que las mas de las Provincias del Reyno, considerado los muchos presidios que serian necesario para guarnecerlas...»

Este informe se hizo por haber dispuesto el Gobierno un nuevo arbitrio sobre los vinos y el Alférez Mayor hizo ver que las Canarias contribuían ellas casi solas a su defensa contra los enemigos de la Corona española.

La facultad Real que se cita, fue otorgada al Cabildo de Gran Canaria el 22 de Agosto de 1705, para que el importe del expresado arrendamiento durante diez años, de todas las tierras baldías y realengas de la isla, fuese aplicado a fortificaciones. Dio este arbitrio escaso resultado y fue necesario recurrir a donativos vecinales.

En un documento del archivo de Acialcázar (Gran Canaria, legajo II), describiendo la ciudad de Las Palmas a mediados del siglo XVIII, dice así: «En el istmo está una ermita dedicada a Nuestra Señora de la Luz, con una gran casa que sirve de recreo a los que alli van a divertirse. Junto a esta ermita, está un gran Castillo, que es el principal, titulado de la Luz, bastante fuerte y bien pertrechado. Otros dos hay en la misma Isleta que no son tan fuertes: uno mira a la bahia del Confital que llaman CABRÓN, y el otro qe es un reducto qe llaman SAN FERNANDO está cerca de la punta oriental. No se encuentra ni una fuente: solo dos algibes, uno del Castillo de la Luz y otro de la ermita. Los arenales llegan hasta los mismos muros de la ciudad y muchas veces los han forzado entrándose dentro de ella no poca porción. Tiene dos murallas y al comienzo de cada una de ellas hay un castillo, que son el de Santa Ana y el de Salta Isabel, el primero en la muralla Norte y el segundo en la del Sur, donde no hay mas que otro llamado de San Cristóbal distante un cuarto de legua. Tiene la muralla del Sur dos puertas: la de los Reyes y de San José. En la del Norte solo hay una puerta llamada de Triana, es muy fuerte y está llena de estacadas y defendida, la entrada por un buen reducto y por el castillo de Santa Ana que está cerca. Desde la puerta corre la muralla al cerro y al final de ella, está el castillo de Mata, y prosiguiendo lomo arriba hasta llegar a la parte superior donde está el Castillo del Rey provisto de cañones donde se guardan todas las municiones y pertrechos de guerra de la Isla.» (En: José María Pinto y de la Rosa. 1996).

1708 Septiembre 17.
El corsario inglés Woodes Rogers, capturó una embarcación canaria de unas 25 toneladas, ésta de matricula del puerto de la Orotava, se dirigía a Fuerteventura conduciendo 45 pasajeros entre ellos cuatro frailes y algunas mercancías. Tratado el rescate en el puerto de la Orotava, Woodes exigió y obtuvo en la mañana del 21 como rescate por el pequeño barco,  algunas pipas de vino, uvas, cerdos y diversas clases de víveres.


1708 Septiembre 18. El capitán ingles Rodgers pasa por aguas de Canarias. Rodgers, al frente de dos buques de Guerra protagonizo un largo viaje de circunnavegación que duraría 3 largos años.

El 18 de ese mes captura una Barca de 25 toneladas que iba de Chinet (Tenerife) a Erbania (Fuerteventura) con 45 pasajeros a bordo. Rodgers trato bien a los prisioneros, que incluso se alegraron de que fuera marino ingles, habían temido en un primer momento que se tratara de piratas mazigios.
 
Rodgers intento pedir rescate y se acerco a negociar al Puerto de Meqiínez (Purto de la Cruz), al norte de la isla de Chinet (Tenerife). Los comerciantes ingleses de la localidad le disuadieron de ello, temían las represalias de las autoridades coloniales españolas y también que aquel acto de verdadera piratería diera al traste con el comercio encubierto, en realidad contrabando, de vinos entre Canarias e Inglaterra, al estar España en Guerra con los ingleses. Rodgers atendió a razones y libero a sus prisioneros, quedándose con parte de la carga de vino y aguardiente.
 
En realidad la expedición de Rodgers no era de piratas, era militar y autorizada por las leyes de su país para tiempos de guerra.

1709.
Diego Delgado Bencomo,
Nació en Güímar en 1709. Decidido a seguir la carrera eclesiástica sus padres lo pusieron a estudiar en el convento dominico de su pueblo natal, opositando a la Capellanía que había fundado su tía doña María Ramos, por testamento otorgado en Güímar en el año 1700, a favor de los descendientes de doña Catalina y de doña Anastasia Díaz, sus hermanas; al reunir los requisitos exigidos y ser el único candidato presentado, don Cristóbal recibió la colación y canónica institución de la misma. Pero como aún no tenía suficiente congrua para alcanzar las órdenes mayores, en 1730 sus padres instituyeron y fundaron para él un patronato vitalicio, que se agregó a la mencionada capellanía, y del que tomó posesión dos años más tarde. De este modo, ya pudo seguir la carrera eclesiástica, que culminó en 1733, al ser ordenado de presbítero en la Villa de La Orotavá, por el obispo Dávila y Cárdenas. Tras celebrar su primera Misa en la iglesia de su pueblo natal, don Cristóbal comenzó a colaborar con el beneficiado de Güímar, actividad que se intensificó a partir de 1737. En 1740 ya figuraba como teniente de beneficiado de don Domingo de Páez y Galdona; como tal fue nombrado cura servidor de la ayuda de parroquia de Santa Ana de Candelaria, de la que dependía también el pueblo de Arafo, donde desarrolló una intensa labor pastoral durante tres años y medio (1740-1743). En los dos años que siguieron continuó como teniente, pero esta vez auxiliando al beneficiado en la propia iglesia matriz de San Pedro. Luego, transcurrió un quinquenio en que su labor se reduciría alas que meramente le correspondían como capellán. En 1750, tras una brillante oposición, se le expidió el título de beneficiado propio de San Pedro Apóstol de Güímar y Santa Ana de Candelaria, responsabilidad en la que permaneció durante 15 años, hasta su muerte. La labor parroquial del beneficiado Alonso Núñez estuvo marcada por obras de reedificación y construcción de edificios religiosos, dándole un notable impulso al patrimonio arquitectónico local, como veremos a continuación. A mediados del siglo XVIII la iglesia de San Pedro ya era de tres naves, pero sus tres capillas principales amenazaban ruina; ante ello don Cristóbal Alonso decidió reedificarlas, con la colaboración del vecindario, como así se hizo.
Dentro de su fecunda labor como párroco, don Cristóbal fue destacado impulsor de la construcción de una ermita en el pago de El Escobonal, fundada y dotada por el capitán don José Delgado Trinidad y otros vecinos de Agache; fue bendecida y abierta al culto en 1755, bajo la advocación de San José. En este mismo año acumuló también en su persona el cargo de colector de la parroquia, por fallecimiento de don Juan Alonso Jiménez, haciéndose responsable también de la celebración de entierros que tenía asignada el mencionado presbítero. En 1755, en presencia del Lcdo. don EstanisIao de Lugo, visitador general que se encontraba en Güímar, el beneficiado don Cristóbal Alonso Núñez solicitó la fundación de un Patronato en la iglesia que regía, argumentan-do que en memoria de haber sido bautizado en dicha iglesia de San Pedro y hallarse actual Párroco de ella, quiere se le permita licencia de colocar en un retablo que está haciendo hecho hasta el presente de costo seiscientos y cinco reales, y finalizado valdrá otro tanto) sólo en madera, tres efigies de talla, la una del Sr: San José, otra del Sr: San Antonio Abad y la otra del Sr: San Amaro, que le han costado mil treinta y ocho reales y seis quartos"; dicho visitador, cooperando con su devoción y para dar fomento a la de los fieles, le concedió la licencia que pedía para poner el retablo en sitio que no sirviese de embarazo, y colocar en él las tres enunciadas efigies; y, una vez hecha la dotación correspondiente para el adorno y aseo de dicho altar, le dio el Patronato de él, con derecho de dos sepulcros delante de la tarima que se habría de poner en el expresado altar, para sí y aquellos a quienes llamase en sucesión de dicho Patronato. También en su época se construyó el Altar Mayor de dicha iglesia, que era portátil. A partir de 1759, don Cristóbal tuvo por teniente suyo al presbítero dominico Fray Andrés Gómez, conventual en Güímar. Al contar con esta ayuda, se permitió el beneficiado encargarse directamente de la ayuda de parroquia de Candelaria, a cuyo frente permaneció desde 1760 a 1761, aunque algunos meses dejó en ella como teniente servidor al dominico Fray Salvador Henríquez, morador en el convento de dicho lugar. En 1765 procedió a la bendición de una ermita rural y pública en Chacaica, que había fundado y dotado el capitán don José Delgado Trinidad; había sido construida a costa de éste en terrenos de su propiedad, contiguos a las casas de su habitación, y dedicada a Ntra. Sra. de Belén.
En 1765 don Cristóbal se ausentó a Las Palmas de Gran Canaria para atender unos pleitos. En esta ciudad le sorprendió la muerte en 1765, de un "accidente repentino", cuando contaba 56 años de edad. Según se puede leer en los Apuntes curiosos del Diario de don José Antonio de Anchieta y Alarcón, el viernes 20 de ese mes de diciem- bre estaban "doblando con el esquilón en la Concepción (de La Laguna), por haber muerto en Canaria Cristóbal Alonso, Beneficiado de Güímar; que había pasado a Canaria llamado del Sr: Obispo por denunciaciones que contra él hicieron los santos benditos de Güímar; frailes, vecinos y mujeres, que daban causa que unos y otros querían; murió de repente ".
1709. Las sucesivas mejoras en el muelle de Añazu n Chinech (Santa Cruz de Tenerife) motivaron la prosperidad de los empleados de la metrópoli, los criollos y parte de la población autóctona. El capitán general de la colonia de Canarias. Agustín de Robles y Lorenzana atendiendo a sus intereses impulsó mejores conducciones y obras de distribución dotó de agua a Añazu (Santa Cruz) posibilitando un suministro a los navíos más eficaz. El interés de los comandantes generales por adecuar un muelle en condiciones fue acometido con la ayuda de los ingenieros militares españoles, nuevos técnicos necesarios para desarrollar lo que en siglos anteriores había sido una sucesión de fracasos. La primera gran dificultad que había que afrontar era replantear el lugar idóneo para el muelle.
Durante todo el siglo XVII las transacciones portuarias se vieron realizadas en la Caleta, ahora llamada de la Aduana, por encontrarse allí dicho edificio de la hacienda española. La Caleta no era el lugar propicio para la instalación de un muelle con el suficiente calado. El primero de los ingenieros militares en sugerir un cambio de emplazamiento fue Miguel Benito Herrán que en 1729, propuso la construcción de un dique que partiera desde la laja de San Cristóbal. Este proyecto, por carencia de fondos y de iniciativa, no se llegó a realizar.
1709 Enero 20.
La corona de la metrópoli vende a Fernando Chacón Medina y Salazar, la capitanía y virreinato de en la colonia de Canarias. Este nuevo jefe había comprado su cargo por la suma de 4.000 doblones, entregados en forma de donativo, habiéndosele expedido en su consecuencia su real título.

Tal era entonces el envilecimiento del gobierno de la metrópoli. Hallábase todavía su antecesor Robles en Tenerife cuando llegó,  y tanta fue su fortuna que su rival, prendado de la hermosura de su hija doña Agustina, se la pidió en matrimonio y se casó con ella, no sin que luego tuviese que responder, en nombre de su suegro, de la suma de 32.477 pesos que, bajo el título de regalías, había tomado sobre las pipas de malvasía y géneros embargados a los ingleses establecidos en la colonia.

1709 Agosto 22.
El regimiento, era una unidad militar sin arraigo en la colonia de  Canarias hasta que toma carta de naturaleza en el siglo XVIII en la organización castrense del país.

Como un artículo de exportación penetró en la metrópoli con los Borbones, de mano de los estrategas franceses que lucharon en la guerra de sucesión, y posteriormente exportado a Canarias.  El tratadista militar D. José Almirante, asegura que el regimiento como agrupación “de dos o tres o más batallones, perpetua y eternamente atraillados en teoría, continua y constantemente separados o divorciados en la práctica, es invención indiscutible de Francia. <<Al empezar las grandezas o las enormidades de Luis XIV, se perdió por completo el sentido práctico. De allí arrancan (por confesión de los mismos franceses) los errores y extravagancias de organización que entraron con Felipe V, con todas las erratas de una presurosa traducción. El regimiento, pues, el verdadero regimiento antiorgánico y francés nació en España con la ordenanza de 28 de Septiembre de 1704 y se confirmó con la de 28 de Febrero de 1707, que les da nombre, quitando el de los maestres o el del color del vestuario por el que los viejos tercios se distinguían>>.

  En las islas Canarias la reforma se limitó en sus orígenes a un simple cambio de denominación: los tercios se llamaron regimientos y los maestres de campo, coroneles.

  Estos cambios afectaron más a los nombres que a las propias unidades, salvo algunas modificaciones posteriores que iremos viendo. Estas modificaciones más ruidosas que efectivas fueron la acometida en 1707 por el capitán general-virey- D. Agustín de Robles y Lorenzana, -  quien gobernó el archipiélago de 1705 hasta 1709 – miembro del consejo supremo de guerra y caballero de la orden Santiago, se significa de manera muy particular en la agrupación de las compañías de caballos corazas de los tercios laguneros que con anterioridad a la reforma se regían por normas  propias. La oficialidad de estas compañías estaba compuesta por individuos de la nobleza local.

Antes de entrar en vigor la reforma, la isla de Tenerife contaba con diez tercios de infantería  (tres en La Laguna, incluso el de forasteros, más los de Tacoronte, La Orotava, Los Realejos, Icod, Garachico, Abona y Güímar.) Las demás compañías de caballería esparcidas por la isla, quedaron también en relación de dependencia del maestre de campo, jefe del tercio lagunero.

 Desde que tomó posesión de su mando el Capitán General Robles de Lorenzana el 30 de Noviembre de 1705, comenzó a elaborar los planes de guerra y militares para asegurar el archipiélago de posibles enemigos exteriores (e interiores), en especial de Inglaterra, y para alterar la constitución interna de las Milicias Canarias. Como resultado de estas gestiones, elaboró un plan que elevó a la consideración de Felipe V, en el año 1706 y que, básicamente consistía en los puntos siguientes: 1º. Que todos los tercios se redujesen al píe de Regimientos y en su consecuencia los maestres se titulasen coroneles;
 2º. Que la plana mayor de los regimientos se viese aumentada con dos nuevos empleos: el teniente coronel y el de teniente capitán; 3º. Que se revalidasen a las milicias las preeminencias concedidas por Felipe IV en 1663; 4º. Que fuesen agraciadas con todas las exenciones que en el día gozaban los demás militares; 5º. Que se extendiese el goce de fuero militar a los capitanes, alféreces, sargentos y ayudantes, y 6º. Que se le remitiesen para beneficiar entre los soldados 2000 cédulas de fuero.

Estos puntos sometidos por el general Robles, a la consideración del consejo de guerra de la metrópoli fueron considerados y resueltos independientemente. En el aspecto orgánico aceptó el consejo la reforma propuesta y consultó a Felipe V, favorablemente en el sentido de debía ser aprobada la cual efectivamente, se aprobó  por real orden de 2 de Abril de 1708 refrendada por el secretario Juan de Elizondo y sirvió para dar estado legal a la misma. Felipe V dispuso que los tercios de infantería que habían en las islas Canarias se redujesen al pie de regimientos; que sus cabos principales los maestres de campo, fuesen llamados en lo sucesivo coroneles, y que se agregasen en cada unidad los empleos propuestos de teniente coronel y teniente capitán, “como se practica en las tropas de mis ejércitos”. El general Robles, por esas fechas también había remitido al consejo de guerra una instrucción “para que la infantería se arregle y sea útil a la defensa de la isla”. Felipe V por la orden anteriormente citada se dignaba aprobarla, al tiempo que extendía a las islas “los reglamentos mandados practicar en las tropas de España, sin diferencia alguna, como también las  insignias que han de traer los oficiales...” de estas disposiciones el párrafo más importante era el último; decía así: En lo referente a  asensos “ se me han de proponer por el capitán general y sus sucesores, por haber abrogado en mí todas las provisiones militares”.

              Con estas medidas tomadas por la metrópoli, se inicia el desmantelamiento de las estructuras de autogobierno de las milicias Canarias que, hasta el momento, había sido orgullo en lo militar de la oligarquía  Canaria, pasando en lo sucesivo a depender  cada, ves más, del centralismo español personificado en las figuras de los capitanes generales, quienes en la practica del gobierno de las islas actuaban como auténticos virreyes, quedando no solo las milicias, sino el resto de las actividades de la sociedad isleña, sujetas al capricho y prepotencia de estos dictadores  enviados por el poder central, como fieles cancerberos de los intereses de la metrópoli.

              Con las reformas introducidas por la corona en el estamento militar de las islas, en detrimento de las facultades que, hasta el momento habían venido usando los cabildos, sirvió como  excusa para limitar, y paulatinamente, ir desposeyendo a los mismos de las atribuciones que estos tenían en materia de defensa de las islas, y con ello, a su ves, minar el poder que la nobleza de las islas ejercía sobre las milicias Canarias.

              La oligarquía local viendo que estas providencias iban en menoscabo de sus ancestrales privilegios de clase, no dudó en enfrentarse abiertamente al capitán general, principal promotor  de la nueva situación, utilizando para ello al cabildo y sus fondos económicos para mandar emisarios a la corte de España para que defendiese sus derechos. El historiador canario Don  Antonio Romeu de Armas, en su tan mentada obra Canarias y el Atlántico, nos proporciona una visión ampliamente documentada – como en él es habitual  de este periodo en la historia de nuestra isla, <<Las reformas del capitán general don Agustín de Robles y Lorenzana propuestas en 1706 y sancionadas en 1708, fueron seguidas de un reajuste de los viejos tercios para formar nueve regimientos de infantería y uno de caballería. Fueron estos regimientos, los de La Laguna, Tacoronte, La Orotava, Los Realejos, Icod, Garachico, Abona, Güímar y Forasteros,  éste último con residencia en La Laguna. Los coroneles designados jefes de estos  regimientos fueron: don Cristóbal Salazar de Frías y Abreu, conde del Valle de Salazar (La Laguna); don Francisco de San Martín Llarena (Tacoronte); don Francisco de Valcárcel y Mesa (La Orotava); don Francisco de Molina Quesada y Azoca (Los Realejos); don Marcos Bethencourt y Castro (Icod); don Gaspar de Ponte  Ximénes (Garachico); don Nicoloso de Ponte Ximénes (Abona); don Juan Tomás Baulen de Ponte (Güímar); y don Juan de Leiva (Forasteros)>>.

 Del regimiento de caballería fue designado coronel don Francisco Tomás de Alfaro. Cada uno de estor regimientos formaba un solo batallón, dividido en compañías, en número variable, oscilante entre cinco y ocho.

 Peor resultado tuvo la segunda reforma propuesta por el capitán general Robles y Lorenzana relativa a la ampliación de fuero militar a todos los oficiales de milicias y a la expedición de 2.000 cédulas de fuero para beneficiar  entre los soldados de la misma, con vistas a obtener fondos para los gastos del Estado. El dictamen del consejo de guerra fue favorable a ambos extremos de la petición, y en consulta de 9 de Abril de 1707 propuso a Felipe V la ampliación solicitada y la remisión de 2.000 cédulas en blanco para que fuesen beneficiadas. El Rey,  por cédula de 25 de Abril, aprobó la consulta y en consecuencia se remitieron a la veeduría las 2.000 cédulas en cuestión.

 El lector, que de sobra conoce ya la resistencia a ultranza de la Real Audiencia cuantas veces se había intentado mermar la jurisdicción civil, podrá suponer que en este caso los oidores no anduvieron remisos en iniciar la protesta. Viera y Clavijo  resume en estos términos los altercados: <<Despáchanse  dos mil cédulas en blanco. Empiezan a ponerse en ejecución. Opónese la Audiencia. Representa el ejemplar idéntico que tenía en sus archivos. Alega la sentencia del visitador Santos de San Pedro contra dos generales que lo habían intentado; los graves perjuicios que se seguirían del aumento de oficiales y de fuero; la concordia que en 1671 (sic) se había mandado guardar sobre jurisdicciones. Remite, en fin, una relación de los excesos de don Agustín de Robles; sus usurpaciones de jurisdicción; la opresión de todos los ministros de justicia, pues se entrometía hasta en el secreto de los Ayuntamientos...; sobre todo la afectación de hacer del soberano, concediendo indultos a los reos, según todo constaba de testimonios>>.

El escrito de la Real Audiencia se reducía a pedir que fuesen recogidas las cédulas mencionadas y que el capitán general no ejerciese jurisdicción civil sino presidiendo la Audiencia, ya que se entrometía en los litigios contra todo derecho. Hacía consideraciones a la Audiencia sobre la circunstancia de todos los vecinos de las islas se hallaban encuadrados en las milicias, por lo que cualquier privilegio en su beneficio aminoraría la jurisdicción ordinaria: <<por cuyas consideraciones no había tenido efecto las cédulas del año 1609, en que, a imitación de las milicias de España, se había concedido a las islas el fuero en ciertos casos, como lo manifestaban los autos del año 1694; y que se seguían graves inconvenientes de que todos los cabos gozasen del fuero militar con el aumento de tenientes coroneles y tenientes capitanes, siendo así que sólo los maestres de campo y sargentos mayores observaban esta preeminencia  de fuero,  y discurría seria por la cédula y concordia de 1571>>.

 Don Agustín de Robles tampoco se conformó con esperar la resolución definitiva de la corte, y el 11 de Febrero de 1708 representaba al consejo de guerra los riesgos de una determinación en contrario. La extensión del privilegio era a su juicio <<tan importante a la mejor defensa de las islas como al lustre de su primera nobleza, que se mostraba adicta a los empleos militares por el honor del fuero, no siendo razón que estos puestos quedasen en sujetos menos dignos como hasta allí>>, por el capricho de la Audiencia de <<hacerse árbitro del destino de unas milicias apreciables que siempre habían servido sin sueldo>>.

El consejo de guerra fue del mismo parecer que el capitán general; estimó como un atentado la oposición de la Audiencia a la extensión de fuero, y creyó oportuno recordar al Rey que los milicianos isleños servían en el ejército regional sin sueldo y que era necesario ofrecerles alicientes en sus carreras. El consejo de guerra estimó además depresivas para la justicia militar las consideraciones de la Real Audiencia sobre ella, y pedía al Rey que fuese severamente reprendida por el desacato. El dictamen es de 28 de Junio de 1708.

Felipe V, en su afán por contentar a sus servidores y de que la paz reinase entre autoridades y organismos en la colonia, se separó del dictamen del Consejo de guerra  y resolvió por cédula de 22 de Agosto de 1709 que fuesen recogidas todas las cédulas de preeminencia despachadas, y que en cuanto al fuero  << no pudiendo haber razón para que en Canarias sea mayor que el que tengo concedido a los cabos de milicias de España, he dado orden para que sólo lo gocen: el capitán, teniente, alférez y un sargento de cada compañía, en lo respectivo a lo criminal, y en las causas y que en las causas criminales de estos cabos o de otros militares se acompañe el capitán general de un oidor de la Audiencia, como propone el consejo, pues siendo lego necesita asesor, y que vengan siempre las apelaciones al consejo de guerra>>.

 Como se desprende de los expuesto anteriormente, las luchas por el poder entre la oligarquía canarias y los empleados enviados por la metrópoli, se han mantenido durante siglos sin que hasta el presente hayan variado sustancialmente las condiciones, pues si bien se han producido algunos cambios en las formas, la verdad es que en el fondo se mantienen las mismas circunstancias que en siglos pretéritos. (Eduardo Pedro García Rodríguez)

1710. La producción de trigo de algunas áreas significativas de la colonia demuestran que a partir de 1710 se venía dando una alza generalizada de la producción cerealística que se mantiene al menos hasta la década de 1730-40, si bien con la presencia de cosechas muy escasas como las que se producen a comienzos de la década de 1720. La recolección de diezmos en Titireygatra (Lanzarote) a comienzos del siglo XVIII indican que el crecimiento de la producción cerealera resulta aún más importante en el caso de los cereales pobres como la cebada blanca, cuya producción crece más que la del cereal noble (el trigo).  En términos generales, esta tendencia al aumento de la producción para el consumo interno ha sido explicada como consecuencia de la expansión de los cultivos de subsistencia a costa de los terrenos de viñedo menos apropiados para la producción de caldos, dentro de una fase de caída de los precios del vino. Junto a este factor hay que considerar además el impulso a la producción de subsistencias como la lógica reacción económica provocada por el ciclo de malas cosechas de fines del XVII y comienzos del XVIII.

A pesar de las condiciones del mercado de cereales, que presenta precios muy bajos durante el periodo que va desde 1724 a 1740 (capaces de desalentar la extensión del cultivo cerealístico), las carestías que sufrieron las islas a comienzos de siglo fueron un motivo impulsor de la producción de subsistencias, en un intento, tanto de la terratenencia como del campesinado, por asegurarse cierta cuota de autoabastecimiento que los pusiese a salvo de las coyunturas adversas.

1710. Las dificultades para la comercialización exterior de los vinos producidos en la colonia que se apreciaban ya en las últimas décadas del siglo XVII van a agravarse durante el Setecientos. Tras el tratado de Methuen (1703), el comercio inglés pasó a abastecerse preferiblemente de caldos portugueses, provocando una reducción progresiva de las exportaciones canarias de vinos hacia el tradicional mercado del norte de Europa. En tal sentido, los datos aduaneros británicos precisaban que las exportaciones de vinos canarios a Inglaterra se situaban aún en unas 15.000 pipas/año para el periodo 1700-1710, cifra que comienza a decaer gravemente en la década 1720-1730 hasta llegar a un  promedio de 1.200 pipas/año durante la segunda mitad de siglo. Tales cifras no concuerdan con las que ofrecen los documentos locales que estimaban las exportaciones hacia Inglaterra en unas 6.000- 7.000 pipas/año hacia mediados de siglo, para descender a unas 4.000 pipas/año hacia 1779. Sin embargo, aun contando con estas divergencias en las cifras, la caída de las exportaciones vitivinícolas es evidente en el siglo XVIII, llegando a darse largos periodos de cese en los envíos de caldos hacia el mercado inglés durante las coyunturas bélicas que enfrentaron a Inglaterra y España.

Ante la caída de las exportaciones hacia Inglaterra la alternativa del sector vitivinícola canario durante el siglo XVIII se centraba en la exportación hacia los mercados de las colonias americanas. No obstante, la competencia de los vinos andaluces y de los aguardientes catalanes en el mercado colonial planteó serias dificultades a la comercialización de los caldos canarios en las otras colonias, situación agravada con la liberalización del comercio americano decretada a partir de 1778, cuando las producciones vitivinícolas españolas, liberadas de las limitaciones que había impuesto hasta entonces un comercio indirecto a través del puerto gaditano, acabaron por desplazar a los vinos canarios del mercado colonial. Hacia finales de siglo los problemas de comercialización de los caldos canarios en América se incrementaron debido al desarrollo de la producción de ron en el área caribeña, que desplazó el aguardiente canario en los mercados de las coloniasa americanas. (Juan Ramón Núñez Pestano; 1991).






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