domingo, 15 de diciembre de 2013

CAPÍTULO XLI-V



EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1791-1800 

CAPÍTULO XLI-V




Eduardo Pedro Garcia Rodriguez

1804.
Los naturales de Lanzarote lo mismo que los de Fuerteventura hasta principios del corrte. siglo XIX usaban cierto sayo o redingote denominado marsellés, quizá porque su origen sería de Marsella, era de lana muy burda y de grueso tejido que remataba por dentro a ma­nera de felpudo; su color pardo y el exterior de las mangas adornado con pedazos de paño encarnado y otros colores. Costaba cada marse­llés desde seis a doce pesos, porque eran de mucha duración y por­que no siempre se podían traer a las islas a causa de las guerras. Así fue que durante la que comenzó contra Inglaterra a fines del año 1804, como la gente necesitaba de abrigo, Dn. Francisco Aguilar co­merciante a quien hemos tenido ocasión de nombrar en el discurso de esta memoria, discurrió el hacer una imitación de estos marselleses con paño azul o pardo forrados con bayeta verde o colorada y sus vivos en las costuras, cuya vestimenta agradó a la gente del campo que se apresuró a suplirse con estos nuevos sayos cada uno de los cuales costaba de 6 a 8 pesos. Esta fecha y origen tiene dicho vestua­rio en la isla de Lanzarote. (J.A. Álvarez Rixo, 1982:216-227)


1804.
El presbitero Dn. Pedro Ginori, venía del pago de Masdache a decir misa al Puerto de Arrecife (Lanzarote). A cosa de media legua de éste, en el arenal nombrado el Jable, no pudiendo dice, tolerar la fuerza del viento y la arena que le azotaba la cara, se apeó del burro, y se ten­dió boca abajo hasta ver si amainaba algo. Estando algunos minutos así, reparó que ya no oía ruido, y confiado que había cesado la vio­lencia del aire; fue a levantarse y tuvo que forcejar, porque se hallaba cubierto de arena como si le hubiesen sepultado. Asustóse, y prosi­guió el camino, porque si continuara más tiempo sin levantarse tal vez no lo hubiera logrado. Otro lance con el viento. Cierta lanchilla en la cual iba a pescar un negro su dueño, nombrado Juan Domínguez y su hijo, la sopló el norte con tanto ímpetu un día del año 1810, que se cansaron de re­mar y abandonaron a la Providencia, e iban directos a la costa de África. Sus convecinos le estimaban por honrado, y compadecidos, salieron en su busca en una goleta que logró hallarlos cerca de Ber­bería, medio muertos de hambre y de congoja. (J. Álvarez Rixo, 1982:82)

1804.
Como ya dijimos al principio de este capítulo, la viticultura es una de las principales ramas de la agricultura isleña. El vino mejor, y el único que entra en el tráfico comercial, se obtiene en Tenerife y Gran Canaria; el vino de menor calidad que producen las otras islas o bien se consume allí mismo, o bien se transforma enseguida en aguardiente para ser en­viado a La Habana. Si atendemos al promedio del quinquenio que va de 1800 a 1804, la cosecha de vino produjo, anualmente, unas 43.380 pipas de 100 galones, sin contar entre 12.000 y 15.000 pipas que, inmediata­mente después de la vendimia, se destilaron para aguardiente. De la men­cionada cantidad de 43.380 pipas proceden 24.846 sólo de Tenerife, mien­tras que 4.848 vienen de Gran Canaria, 4.358 de La Palma y las 9.235 pipas restantes de las demás islas, con excepción de Fuerteventura, don­de se cosecha muy poco o ningún vino. No obstante, la viticultura ha dis­minuido mucho en los últimos diez años y, actualmente, lo que se cosecha en todas las Islas difícilmente sobrepasa las 40.000 pipas. Bandini refle­ja, para 1813, la cantidad de 37.618 botas, que equivalen a 43.354 pipas. El precio del vino a pie de viña, que antes de la paz era de 15 libras ester­linas por bota de 105 galones, está ahora sólo a 3 ó 4 libras.

Al cultivo de la barrilla (Mesembryanthemum crystallinum) se han aplicado los isleños sólo en los últimos cincuenta años y, además, exclusi­vamente en Lanzarote y Fuerteventura, cuyo suelo resulta especialmente adecuado para ello. La cosecha de estas plantas tiene lugar durante los meses de julio y agosto. Y, después de haber sido secadas al sol, se queman en fosas hechas en el suelo, produciendo, como es sabido, una sal alcalina, que, con el nombre de sosa o barrilla, se exporta al extranjero en cantidades significativas. Desde 1800 a 1804 se obtuvo un promedio de 42.991 quintales de barrilla, en Lanzarote, y 31.600, en Fuerteventura Sin embargo, se ha incrementado tan considerablemente, desde entonces, el cultivo de esta planta, que puede calcularse su producto en un promedio de 200.000 quintales anuales. Solamente desde Lanzarote se exporto un promedio de 70.000 quintales de barrilla al año entre 1819 y 1821), y desde Fuerteventura debe de haberse exportado todavía más. Actualmen­te y en las Islas, el quintal cuesta entre 31/2 y 4 libras esterlinas.

Los bajos precios que se pagan, actualmente, al viticultor por su producto, con los cuales (principalmente, debido a la paralización del co­mercio) a éste le es imposible subsistir, han provocado que muchos agri­cultores hayan pensado en cultivar otras plantas, siendo, sobre todo, el algodón, el café y el tabaco aquéllas en que han puesto sus ojos, porque se adecuan totalmente al suelo y al clima de Canarias. Las plantas de algo don se dan muy bien, sin que su cultivo necesite el menor esfuerzo, y p<> drían constituir un artículo de comercio importante, si los canarios miraran con menos indiferencia un producto al que tienen que agradecer su bienestar otros pueblos. La planta produce dos cosechas anuales, si cada tres años se corta el tronco. El algodón es de tan buena cualidad que pues de compararse al de Pernambuco, de manera que, en el extranjero, donde hasta ahora sólo se han visto algunas muestras del mismo, se le sabría apreciar como mercancía. Actualmente se obtienen sólo unas 50.000 li liras anuales de algodón para consumo propio; sin embargo, varios pro pietarios de fincas han empezado recientemente, en Tenerife, a plantar algodón, que se ha dado muy bien. Aunque todavía no hay plantaciones de café propiamente dichas, en algunas fincas del noroeste de Tenerife se han realizado ciertos intentos para plantar árboles de café, que han resultado muy satisfactorios. El café que se ha producido allí no desmerece en calidad del que se produce en América; sin embargo, se plantea el problema, aún no resuelto, de si podrá competir en precios con éste. También hay plantas de tabaco, que a menudo se ven crecer en estado salvaje, me­recerían la atención de los agricultores, si se contara con la posibilidad de que el gobierno permitiera su cultivo generalizado, cosa que, hasta ahora, constituye un privilegio de pocas personas, estando sometido, además, a determinadas restricciones. Pero difícilmente sucederá esto, mientras el estanco de Tabaco pueda ganar un céntimo en las Islas y la isla de Cuba siga siendo una colonia española.

En suma, la agricultura es una de las mas importantes fuentes de riquezas de las Islas, aunque sus habitantes se hallan, como hemos visto, muy por del ras de la mayoría de los pueblos de Europa, debido a su nula conciencia congénita y a su falta de iniciativa, sobre todo en el caso de las dos islas más orientales y de las más pequeñas. Entre las causas principales del miserable estado en que se encuentra, podemos citar la carencia absoluta de buenos caminos y carreteras, lo cual dificulta mucho la comu­nicación de los pueblos entre sí; el mal uso de las fuentes existentes en lo que respecta a una implantación generalizada del riego artificial allí don­de las circunstancias del lugar lo permitan; la excesiva cría de cabras que, en la mayoría de las islas, supone un gran perjuicio para la vegetación, unida al descuido existente en vallar las fincas; la exigua duración de los pocos arriendos existentes y la interminable división de la propiedad de los fundos mediante la entrega de pequeñas parcelas de las tierras de cultivo a distintos medianeros, así como la completa dependencia en que se mantiene a esta desgraciada gente; la relativa tendencia a la emigra­ción, que priva a las Islas de mucha mano de obra útil, y los elevados jornales que dicha emigración trae como consecuencia; la inalienabilidad de la propiedad de los fundos, la cual se encuentra mayormente en manos muertas; y, finalmente, las enormes cargas que gravan por doquier las tierras de cultivo en beneficio de mayorazgos, conventos, hermandades religiosas y fundaciones piadosas, además de la mala repartición del diez­mo eclesiástico. Asimismo han contribuido muchísimo a perjudicar el es­tado de la agricultura todas las imperfecciones derivadas de la condición política y eclesiástica de las Islas, así como los prejuicios profundamente arraigados en el pueblo llano contra cualquier tipo de mejora en los méto­dos y procesos agrícolas. (En: Francis Coleman Mac-Gregor [1831] 2005: 208-210)

1804 Abril 8. Winiwuada n Tamaránt (Las Palmas de Gran Canaria). “En este día, Domingo a la noche,  mataron un estudiante de Fuerteventura que llamaban Velázquez, habiendo concurrido con otros estudiantes a un baile que se hizo en casa de las Morenas Patricias en la calle de la Carnicería, junto al callejón de Botas, y según declaraciones empesando en la calle de la Pelota, enfrente del maestro José Magás, asta medio callejón de Botas, que lo pusieron los mismos del delito, y su muerte fue una puñalada que le dieron por la parte de los compañones, que le llegó asta medio estómago. El tal muerto se llamaba Basilio; se enterró a las treinta horas de su desgracia en la Hermita de San Antonio Abad, haviendo salido el entierro del ospital.

Su edad hera de 21 años, su asistencia hera en el combento Agustino».

Hasta aquí, la narración de los hechos; pero no se contentaba don Antonio Béthencourt -tal es el narrador- con referir, sino que completaba la información, como el más meticuloso periodista; y no otra cosa estaba haciendo, sino la crónica viva de la ciudad.

«De pronto -continúa- se puso preso un estudiante Sosa de Lanzarote, y otro Cabrerita, de Lanzarote también, y Roverto Masías, seglar, que estos tres son los primeros agresores a que se le acumularon de pronto; estos estuvieron sueltos en la cárcel 7 días, y a los 8 les pusieron grillos y se pasaron a Sosa en el calaboso, ya los otros cada uno en su quarto, y en el día 15 de Agosto de este mismo año [1804], a la noche, se salieron de la cársel el dicho Roverto y Sosa, llevándose los cofres y colchones consigo, de quias resultas le pusieron preso al Alcalde y Alcaides, a Juan el barbero, porque consistió en aquella noche que ellos hiciesen un ponche, en que al parecer fue motibo para embriagarse el calselero y calseleros para que ellos tuvieran la libertá de salir". y , al final, una última noticia, de un gran interés: «A rresultas de esto, pusieron preso a don Brasiliano, hermano del don Roverto, y a don Antonio Hermosilla, casado con la Bacharela, en la cársel.

Estos dos salieron debajo de fianza al cabo de quatro meses más o menos. y el calselero fue desterrado aun presidio por 6 años".

Efectivamente, páginas adelante, consigna Béthencourt: « Diziembre de 1804.-Nota.-En este día 4, día de Sta. Bárbara, salió de la cársel don Brasiliano Afonso y don Antonio Hermosilla, casado con la Bacharela», Álvarez Rixo, que escuchó la relación del suceso de boca del propio Afonso, añade algún detalle, no digno de despreciar. «Suscitóse -dice Álvarez Rixo- contrapunteo entre éste y los tres llegados [Cabrera, Afonso y Sosa]: salió a la calle Velázquez, y parece que se le oyó decir a Roberto dirigiéndose a Sosa, dárne acá el puñal, y a poco Velázquez, bamboleándose y derramando torrente de sangre, cayó junto a la pared en la cual dejó fijado el molde de su mano ensangrentada. su herida fue mortal':s ~ aquí viene la expl.icaciól, de don Graciliano en el suceso; explicación que, al decir de Alvarez Rixo, la hacía en presencia de dos amigos suyos, don Carlos Huguenaire, suizo, y don Míguel Arroyo, a quíenes Afonso refería < lances apurados e ingeniosos, dignos de recuerdo. <Aconteció -continúa Álvarez Rixo- que D. Graciliano se quejaba de falta de salud. Al efecto, le recetaba el médico, y en unos de los días que tomó un purgante y que a varias horas, hasta las 9 y 10 de la noche, entraban y salían en su cuarto distintas personas para saber qué tal se hallaba, dejándole recogido en su cama cerrado por fuera, le encontraron en ella dormido al amanecer del siguiente día, al venir a abrir la puerta de su cuarto los fámulos del Colegio: sucedió que en aquella misma noche habían desaparecido los reos de la Cárcel, cuyos grillos se hallaron limados en la prisión. .4 Los oyentes desearon saber más detalles de fuga tan espectacular, pero don Graciliano tuvo mucho cuidado de no dar nombres propios; aunque <yo -dice Álvarez Rixo- ya de algunos años antes estaba bien impuesto del particular. y éstos fueron los detalles que silenció don Graciliano: de la casa del Sr. Navarro -en aquellos años alumno de Afonso y más tarde beneficiado de la Catedral- <se habían remitido las limas a la cárcel, introducídas en el pan, y que por Triana se embarcaron los reos. Sosa, después de salir de <una pipa de vino, en la cual verificó su escape, desembarcó en el Puerto de La Orotava en el buque anglo-americano donde  habían verificado la huída; Cabrera resídió en Estados Unidos hasta 1815, fecha en que regresó a Canaria por no recaer sobre él culpabilidad; de don Roberto, el presunto asesino, nada dice Álvarez Rixo, aunque sí es seguro que no volvió a Canaria. (Alfonso Armas Ayala; 1958:47-9)

1804 Septiembre 19.  La noche, fue en extremo tormentosa en el Puerto de Mequínez (Puerto de la Cruz) Chinech. Como consecuencia del mal tiempo reinante, los bergantines La Tenería, y el Santo Cristo, que estaban fondeados en el Rey, sufrieron las furias de la marejada, la cual lanzó a los dos navíos sobre las rocas, con tal ímpetu que ambos terminaron destrozados. Algunos tripulantes trataron de arriar los botes de a bordo pero el estado del mar hizo imposible la maniobra. Posiblemente hubiesen fallecidos todos de no ser por la ayuda que desde tierra organizaron los barqueros, los cuales fueron compensados por don Roberto Power, con treinta pesos corrientes. A pesar de los auxilios prestados, hubo que lamentar la muerte de dos marineros del bergantín Tenería.
1804 Diciembre 9.  La Corbeta María Pita que transporta la Real Expedición que trasladaba la vacuna desde España  hasta las colonia españolas en el continente americano. Tras los preparativos, la Expedición había zarpa del puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803, arriba al puerto de Santa Cruz de Tenerife después de 10 días de navegación. La isla de Tenerife se erigió en un centro difusor del fluido vacuno para las demás islas que forman el Archipiélago Canario. Se crean pequeñas expediciones, que desde cada una de las islas llegan a Tenerife demandando la vacuna. El proceso es sencillo. Desde cada isla del archipiélago se forma un equipo compuesto por un facultativo y un grupo de niños con el fin de contagiarse la vacuna y llevarla fresca en sus brazos hasta la isla de procedencia.   Los expedicionarios estuvieron en esta isla canaria escasamente un mes. Durante este tiempo realizaron tres vacunaciones generales en las que se trasmitía la vacuna a toda persona que lo demandaba. Cuando Balmis pensó que su labor había concluido, se dispuso la salida para no demorar la llegada a América. La Expedición abandonó Tenerife el día 6 de enero de 1804. En este día feriado se hizo vela de esta rada rumbo a Puerto Rico      corbeta María Pita, conductora de la expedición marítima de la vacuna.


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