martes, 24 de diciembre de 2013

CAPÍTULO XLI-XIV




UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1800-1900 

CAPÍTULO XLI-XIV


Eduardo Pedro García Rodríguez


1812 Mayo 22. Ya en la sesión de esa fecha los partidarios del oscurantismo intentaron por sorpresa arrancar á las Cortes de la metrópoli la aprobación de aquel mismo Tribunal de la Inquisición cuya jurisdicción estaba, por decirlo así, en suspenso, desde la publicación del proyecto constitucional.

Empezó la discusión por un discurso del diputado Riesco, pidiendo que se presentara
y discutiese aquel día un dictamen, que había formulado una comisión, para reponer
en el ejercicio de sus funciones al Consejo Supremo del Santo Oficio.

Pero, adivinando el partido liberal las intenciones de su adversario, se preparó á la defensa, y gracias á los esfuerzos de D. Juan Nicasio Gallegos, y de otros diputados liberales, se consiguió suspender la discusión y aplazarla.

Por último, el 8 de Diciembre del mismo año, la comisión de Constitución presentó su célebre dictamen, en el que, procurando no alarmar las conciencias escrupulosas y timoratas de la mayoría de los españoles, proponía la abolición definitiva de la lnquisición, asegurando que la religión católica, apostólica, romana seria protegida, por leyes conformes á la Constitución, y devolviendo el conocimiento de las causas de fé á los Obispos y sus Vicarios.

Digno, elevado y luminoso fue el debate, que dió principio el 4 de Enero de 1813, y se prolongó hasta el 22, en cuyo día fueron aprobados los dos primeros capítulos, base de todo el proyecto.

Distinguiéronse en contra de él, y á favor del Santo Oficio, los diputados lnguanzo y Riesco; y como adversarios, los distinguidos patricios, Argüelles, Muñoz Torrero, Toreno, Mejía, Espiga, Oliveros, Villanueva, y nuestro insigne paisano el canario D. Antonio Ruiz Padrón. con Venganzos futuras, desarrolló su tésis y probó a satisfacción del Congreso la verdad de sus proposiciones.

En uno de los últimos párrafos de su discurso, dice:-«El daño que ha hecho la Inqui sicion á la Iglesia y al Estado, es incalculable. Ella no ha corregido las costumbres, no ha procurado la instrucción de los Pueblos en la sólida y verdadera religión; se ha opuesto, ya por conveniencia, ya por política, á la ilustración de un pueblo digno de mejor suerte. Ha derramado las tinieblas ha patrocinado la superstición, mira con odio la libertad de imprenta, y aunque acosada y moribunda, quiere como la hidra levantar sus siete cabezas, para destruir después sordamente, cuanto se ha establecido en beneficio de la Nación. »

 Por fin, los esfuerzos reunidos del partido .liberal triunfaron, y el 22 de Febrero de 1813 se publicó el famoso decreto, aboliendo para siempre tan odiada institución, cuyo decreto iba precedido de un manifiesto ó exposición de motivos.

Entre tanto los Inquisidores de Canaria que algo temían, pero que no podían creer tamaño desacato, recibieron la noticia y el decreto, el 31 de Marzo del mismo año, co- municándoselos oficialmente el lltmo. Sr. Obispo, encargado de recoger el archivo y cerrar el edificio.

El Cabildo eclesiástico acogió con júbilo extremo una orden, que estaba entonces en armonía con sus ideas, y al momento convocó á sesión extraordinaria para el sábado 3 de Abril, y acordó en ella, que:-«aprovechando el barco que va á salir de este puerto para España, se escriba por el Cabildo á las Cortes, manifestándoles la prontitud con que se han ejecutado sus decretos sobre la Inquisición, y felicitándolas por su celo religioso, en haber quitado este borrón de la Iglesia de Jesucristo, que hacia odiosa su amable y santísima religión.»  Al margen de este notabilísimo acuerdo, se encuentra la siguiente nota:-«Certifico: que en la tarde de este día hice quemar en el patio de esta Santa Iglesia, los Sambenitos que había en ella, guardados en sus sótanos, sin dejar el más mínimo vestigio.-Doctor Ramírez, Secretario.»

Curiosas son .también las exposiciones que para felicitar al Congreso por aquella medida salvadora, le dirigieron el Ilmo. Sr. Obispo Verdugo y el Deán del mismo Cabildo, con la propia fecha del 3 de Abril.

En la del Sr .Obispo se leen párrafos como éste.-«Desde el día de mañana se empezará la lectura del manifiesto, que comprende las justísimas causas, que tiempo hace debían haber precipitado la caída de un establecimiento antipolítico y anticristiano.

He sentido el mayor placer al ver, que universalmente han sido recibidos con el más sincero agrado en toda mi Diócesis, tan sabias disposiciones; y no perderé medio al guno para cimentar en los corazones de mis ovejas, estos principios de mansedumbre y caridad cristiana, que hagan para siempre aborrecible un Tribunal, que tanto insultaba
la Religión de Jesucristo.»

Y el Cabildo decía:-«Al ver destruido  este oprobio que afeaba la Casa del Señor  el obstáculo que entorpecía las fuerzas intelectuales  de la Nación…. Fue extraordinaria la complacencia, con que se acordó el obedecimiento de unos decretos, que eran conocidamente la obra del dedo de Dios…”

Nos parece que, si los hereje de hoy, hubieran escrito frases tan atrevidas y sig- nificativas, el anatema de los buenos católicos, hubiera sin duda caído sobre sus cabezas, y sus nombres se hubieran visto condenados a perpetuos horror.

El Obispo Verdugo se dio prisa á cumplir estrictamente las órdenes que había recibido, y tomó posesión del archivo, que hizo trasladar á su Palacio, mientras esperaba la resolución del Congreso, á quien había pedido las Casas de la Inquisición para ensanche del Seminario, y cárcel de eclesiásticos.

Al hacer entrega del archivo, los Inquisidores arrancaron secretamente dos hojas del libro 9º de su correspondencia con la Suprema; encontrándose hoy, al margen del desglose, la siguiente nota, puesta indudablemente en 1814.-«Las que faltan se qui- taron, porque había que entregar á .S. I. este libro después de la extinción del Tribunal, y se decía en ellas, informando a S.A., cosas contra su Ilustrísima.»


Los Jefes económicos de la provincia recogieron los muebles y enseres de la Casa, y pusieron en administración las fincas, cobrando sus productos y los de los censos, que eran importantes y en gran numero.

Durante esta tormenta, eran inquisidores los Doctores de José Francisco Borbujo y Riba, y D. Antonio Fernando de Echanove, de los cuales, el primero permaneció en su puesto, esperando siempre el remedio de tantas iniquidades, del regreso de su amado y deseado Fernando, y devorando en silencio las amargas burlas de sus enemigos.

Por entonces los poetas canarios esgrimieron también sus plumas contra la caída institucion, publicando décimas, so netos y romances, en los que expresaban el despre- cio que rebosaba en todas las clases ilustradas contra el extinguido Tribunal.

También en el pulpito hubo aluciones al Santo Oficio. El cura de la parroquia de Las Palmas D. Juan de Frias, en un exhorto que rigió en la Catedral al Municipio, el 10 Agosto de 1812, al celebrarse la misa solemne de acción de gracias por la aplicación del Código constitucional, decía  «la religión, que siendo como es una religión de paz, de concordia y de amor, protegida y  defendida, por estas sabias y liberales leyes, aparecerá sin duda, no desfigurado aquella deformidad, con que el despotismo la había envilecido, y casi hecho odiosa a los mortales, sino con aquel su primer esplendor, pureza y dignidad con que su divino fundador… »

Este exhorto, colocado luego en el Índice romano, recogido, condenado y anatematizado,  como aborto del Infierno, es hoy una muestra curiosa de las ideas innovadoras, que alimentaba entonces todo el Clero ilustrado de Espana.

La reacción podría intentar un esfuerzo supremo, y volver a colocarse en la brecha, renovando la lucha solo para que su caída fuese mas profunda, y su derrota mas vergonzosa.

La Inquisición, es verdad, no estaba aun muerta, pero agonizaba, y su agonía iba á durar cinco años.

El espectáculo que dio entonces, podría servir de ejemplo a muchos, si el hombre
se acordara, y respetase las lecciones de la Historia.

Sea como fuere, el progreso se realiza, y la ley providencial se cumple. La ciega opo- sición ¿qué importa? (Agustín Millares; 1981)

1811 Agosto 26.
Fallece en Guía, Tamaránt la primera victima de la epidemia en esta localidad.

La epidemia llegó a Guía portada por una mujer, María Guadalupe Benítez Gramas, soltera, que había salido de Las Palmas con pasaporte; esto es, con un permiso especial para poder romper el cordón establecido en la Ciudad una vez que, después de tantas vicisitudes, fue declarada la epidemia.

En realidad, la muerte de María Guadalupe Benítez Oramas se creyó en el pueblo que había sido por causa natural. De ahí que su cadáver fuera enterrado en la iglesia parroquial, práctica habitual desde siempre y hasta unos días después en que, por mor de esta epidemia, se abrió el que sería el primer cementerio de Guía, como luego veremos.

Nadie imaginó que esta mujer fuera portadora del virus. Pero había invadido su casa y contagiado a su familia. De esta forma comienza a cebarse la muerte de otros miembros de la familia, lo que dio pie para que las autoridades del pueblo, junto con las sanitarias, tomasen cartas en el asunto.

María Guadalupe murió el 26 de agosto. Cuatro días después, el 30, su abuela materna, Lorenza Fernández, viuda de Antonio Gramas; el día 16 de septiembre, su abuela paterna, María Isabel Ramos; el día 19, su padre, Blas Benítez Ramos y al día siguiente, 20 de septiembre, su madre, Bernarda Gramas Hernández.

A partir de aquí la epidemia campea a sus anchas por el pueblo y los fallecimientos se irán sucediendo —algunos días hasta nueve y en ocasiones, siete u ocho miembros de una misma familia— hasta el 8 de enero de 1812. En total, según la estadística realizada a base de los Libros Sacramentales y otros documentos, por lo menos 267 persona murieron en el casco, pues no están registradas ni contabilizadas las posibles muertes en los pagos o barrios de las medianías, aunque rara vez se bajó al pueblo algún que otro cadáver para ser sepultado en La Atalaya.

En este período se producen, mensualmente, los siguientes fallecimientos: 1, en agosto; 3, en septiembre; 91, en octubre; 106, en noviembre 60, en diciembre y seis en enero siguiente. Son varones, 122, y 145 hembra. De los hombres, solteros fueron 51 (de los que tres sacerdotes, entre ellos el beneficiado), 45 casados, 12 viudos y 14 niños. De las mujeres, 62 solteras, 33 casadas, 37 viudas y 13 niñas.

La enfermedad se da por propagada en la localidad, alarmado el pueblo y sus autoridades y pese a la guardia que en los primeros días se puso en la casa de la familia que sufrió las primeras bajas, "pasados diez días volvieron a presentarse otros casos, sin diagnóstico, con una mortalidad de cinco, porque en Guía —como en Las Palmas— se seguía negando la existencia de la fiebre amarilla".

No ha sido posible seguir al detalle la evolución o desarrollo de la enfermedad, ni cuales fueron las actuaciones y decisiones de las autoridades políticas y sanitarias. La falta de documentación en el Archivo Municipal al respecto -al menos conocida por nosotros y mucho menos localizada- privan de este conocimiento fundamental. Pero baste seguir la evolución, en su conjunto, en la isla, para saber que la epidemia causó muchos estragos, que se hizo imposible pararla, que debió cundir el pánico al tiempo que la improvisación y que las condiciones sociales de la época hacían posible y más fácil el contagio entre los vecinos que no podían salir del pueblo para refugiarse en los barrios de las medianías, en sus propiedades o en casa de amigos o familiares.

El cura no daba abasto para administrar los Sacramentos; la mayoría moría sin recibirlos o, en último extremo, sólo los Santos Óleos y también casi todos morían sin testar: muy pocos por no darle tiempo y la mayoría por carecer de nada o casi nada que dejar en la testamentaría.

El contagio —como luego veremos— llegó incluso al Beneficiado, don Francisco Almeida, que moriría de la enfermedad el 28 de octubre. Y también murieron los sacerdotes, don Francisco Posadas Gordillo y don Manuel Rodríguez.

En la epidemia de 1811 murieron en la villa de Guía, o, al menos sospechosos de ella, 267 personas, entre hombres y mujeres, mayores y niños, según se ha podido determinar, estudiar y recopilar de los Libros Sacramentales de la iglesia parroquial de Guía, cuya relación está en uno de los apéndices. En la del cólera morbo de 1851, hubo que lamentar por lo menos 164 víctimas mortales, según una estadística que llevó el Ayuntamiento, numérica y sin nombres, pues fue tal el pánico y los efectos causados por la epidemia que, muerto el Beneficiado de Guía, don Francisco Almeida a consecuencia de ella, dejó de llevarse el Libro de Defunciones que se reinició acabados los estragos.

Sólo la inquieta preocupación de un Colector de la parroquia guíense, don Francisco Quintana Amara!, personaje curioso sobre el que podría escribirse un libro no sólo por el devenir de su ajetreada vida, sino por lo ocurrente de su : carácter, hizo posible que en esta ocasión, se pueda contar con el inicio de una relación de los primeros que murieron de la epidemia de fiebre amarilla o sospechosos de ella, que se ha podido completar —al caer el afectado de la enfermedad, aunque no sucumbió a ella— con el Libro de Defunciones. (Pedro González-Sosa)

1812 Junio 13.
Como en Lanzarote tanto se escasea de ramas y flores, sus habi­tantes para suplir en los adornos que ponen en los altares que hacen a sus santos predilectos emplean cortinas, cintas y profusión de pren­das. El 13 de junio de 1812, Dn. Nicolás del Castillo, palmero, que residía entonces en el Arrecife fue a ver cierto altar hecho en el barriecito del Lomo en honra de Sn. Ant° cuya ridiculez refirió dicho Castillo con esta jocosidad.
El demonio no ha intentado lo que en el Lomo vi ayer... de ponerle a S. Antonio Zarcillos como a mujer!
(J.A. Álvarez Rixo, 1982:216-226)



1812 Diciembre 12.
Una disposición de las Cortes de la metrópoli iba a fijar la supremacía entre las poblaciones que se disputaban la dirección de la política isleña. Se trataba de designar aquélla donde había de reunirse la junta preparatoria para la elección de diputados.

Ya hemos dicho varias veces en el curso de esta historia, que los comandantes generales habían fijado desde el siglo anterior su residencia en el puerto de Santa Cruz, y allí la fijó también La Buria después de la marcha del duque del Parque. La creación por las Cortes de un jefe superior político en cada provincia, dio lugar a que interinamente lo
desempeñase el mismo general (octubre 6), circunstancia que movió a las personas influyentes de aquella localidad para inclinar el ánimo de la agradecida autoridad a convocar la junta en el mismo punto de su residencia, postergando así a Las Palmas y a La Laguna.

No se crea por esto que los diputados que representaban entonces en el congreso los intereses del país, permanecieron ociosos ante una designación que casi llevaba en sí misma el diploma de capitalidad. Discutido este asunto se dio lectura, en la sesión del 12 de diciembre de 1812, al informe de la comisión que al efecto se había nombrado y que decía de esta manera: "La comisión de constitución ha oído con la mayor atención a los señores diputados de Canarias sobre la gestión de la residencia de la diputación provincial que debe nombrarse en aquellas islas, y, aunque dichos señores diputados han procurado ilustrar la materia, no han podido convenir entre sí sobre los particulares
datos que debían servir a la comisión para proponer a las Cortes un dictamen decisivo.

Esto proviene del estado diverso de aquellas islas. En Santa Cruz de Tenerife reside y ha residido mucho tiempo hace el gobierno económico de las islas, es decir, el intendente que es vocal nato de la diputación y todas las oficinas; además, el capitán general, que tiene el gobierno político hasta que llegue el jefe que se dice haber nombrado la regencia. En Gran Canaria se hallan la Audiencia, la silla episcopal y cabildo eclesiástico. Estas diferencias ofrecen dificultades. Si se atiende al bien general de las
islas y a la mayor población, riqueza y comercio de algunas de ellas, Tenerife tiene las mayores ventajas; mas, si se consulta lo pasado, parece que merece atención la residencia de la Audiencia que ha tenido el gobierno hasta la promulgación de la Constitución, pues no se convienen los señores diputados en fijar la capital. En medio de estas dificultades ha juzgado la comisión que, no estando el punto suficientemente ilustrado, luego que se nombre la diputación provincial, desearía que ésta informase cuanto le parezca convenir al bien de las islas y por consiguiente al lugar en que debe fijar su residencia, en cuyo informe no duda la comisión que, olvidando cuanto huela a emulación y preferencias, se atienda únicamente al interés y buen gobierno de las islas.

Por tanto opina que, urgiendo la elección de la diputación, se conformen las Cortes con el dictamen de la regencia, nombrándose la junta preparatoria en donde resida el gobierno, haciendo la elección de diputados y diputación provincial en el mismo lugar y residiendo en él esta corporación hasta que, informando cuanto le parezca conveniente y diciendo sobre ello la regencia lo que juzgue oportuno, las Cortes resuelvan definitivamente en este asunto con todos los conocimientos necesarios".

Después de la lectura de este informe, el diputado por Canaria, don Pedro Gordillo, solicitó se diese cuenta de una exposición de la ciudad de La Laguna en la que pedía también la instalación de la junta en su recinto y, seguidamente, pronunció un discurso en defensa de los antiguos privilegios de Las Palmas, con nutridos argumentos tomados de la historia del Archipiélago y fundados otros en la utilidad y conveniencia del país y en la centralidad y riqueza agrícola de aquella isla, que inclinaron al fin el ánimo de la asamblea a rechazar el dictamen leído y la solicitud de La Laguna. Animado con esta imprevista victoria, Gordillo presentó al día siguiente esta proposición: "Contéstese a la regencia del reino que, en atención a estar considerada la isla de la Gran Canaria capital de la provincia de su nombre, quieren las Cortes disponga S.A. que el jefe político fije su residencia en ella, en cumplimiento de lo que previene el artículo 181 de la Constitución; que, en su consecuencia, proceda al nombramiento de diputados de Cortes e instalación de la diputación provincial en conformidad de lo que sobre dichos particulares ordena la misma Constitución.

No encontrándose los diputados por Tenerife con autoridad suficiente para oponerse a esta proposición, acudieron al ya célebre isleiño Ruiz Padrón, interesándole en la defensa de aquella cuestión importante y en efecto, accediendo el ilustre herreño a esta indicación, presentó un contraproyecto que constaba de estos tres particulares:

"Primero: que en caso que V .A. tenga a bien resolver que la diputación resida en la ciudad de Las Palmas de Canaria, sea con la condición de por ahora y hasta que, oídos los ayuntamientos constitucionales de aquellas islas, informe la diputación provincial sobre el lugar fijo donde deberá residir en adelante. Segundo: que siendo perjudicial a la hacienda pública el que el intendente de aquella provincia salga de Tenerife, donde existen todas las oficinas, dispense V .A. de su asistencia a la diputación hasta que no se determine definitivamente el punto donde debe residir. Tercero: que si V .A. lo tiene a bien, se suspenda por ahora la resolución de este punto y mande el gobierno que a la mayor brevedad pida informes a todos los ayuntamientos de aquellas islas para que, instruido mejor el expediente, resuelva con más acierto".

Admitidos estos particulares, se acordó discutirlos antes de la proposición de Gordillo, hablando en pro los diputados Key y Llarena y auxiliándoles con su influencia los amigos de Ruiz Padrón.

El congreso aplazó para el siguiente día la resolución de este incidente, en cuya sesión Gordillo reformó la suya y la presentó en esta forma: "Contéstese a la regencia que por ahora se formalice la junta preparatoria y verifique la formación e instalación de la diputación provincial en la ciudad de Las Palmas de Canaria, y que los ayuntamientos
constitucionales, dentro del término que fijará la regencia, informen como lo tengan por conveniente, a fin de que, tomando las cosas en consideración, resuelvan definitivamente dónde deba residir dicha diputación".

Hablaron en contra Key, Llarena y Calatrava, sin que pudieran impedir que esta proposición fuese aprobada por las Cortes, triunfo que de nada le sirvió a Las Palmas porque, ya hemos dicho, como La Buria, anticipándose a todo acuerdo, había convocado la junta para el 8 de diciembre en el pueblo de Santa Cruz, dando a esta medida un carácter irrisorio de imparcialidad, pues, si bien lo era respecto a las dos poblaciones contendientes, lo perdía en cuanto a las dos islas, supuesto que Tenerife quedaba triunfante y postergada Gran Canaria. No fue esto sólo, sino que el buque que llevaba la noticia llegó a Cádiz en seis días, rapidez extraordinaria para aquellos tiempos y que Key calificó de milagrosa al dar cuenta de ella al congreso.

Aprovechándose de esta ocasión, pidió entonces que, constando ya oficialmente la reunión de la junta preparatoria, se suspendía toda consulta a la regencia. No dejó Gordillo de combatir enérgicamente esta proposición, aunque sin éxito porque se trataba de hechos consumados, obteniendo sólo de las Cortes que se reservaran la solución definitiva de un asunto de tan escaso interés en aquellos momentos.

Un curioso estudio estadístico había de preceder a las elecciones parciales de esta provincia y ese trabajo se confió a don Juan Bautista Antequera y don José Martinón, los cuales se asociaron con el distinguido geólogo don Francisco Escolar, que visitaba las islas desde 1804 con una misión científica del gobierno. El informe o memoria que esta comisión redactó (22 de diciembre de 1810), establecía a los efectos políticos de la nueva Constitución cuatro distritos electorales en Tenerife, cuyas capitales eran Santa Cruz, La Laguna, La Orotava e Icod; tres en Gran Canaria, Las Palmas, Telde y Guía; dos en La Palma, Santa Cruz y Los Llanos, y uno en cada isla de Lanzarote, Fuerteventura, La Gomera y El Hierro. El dictamen entraba en curiosas investigaciones sobre centralidad, población, productos e importancia relativa de cada porción del Archipiélago. Respecto a las dos islas principales, se expresaba de este modo: "Otro es el estado de población y prosperidad en que se halla Gran Canaria. Tiene 55.093 habitantes, su clima es templado y sano, su suelo fértil y abundante en aguas; con esto, con las ventajas que le ha proporcionado el establecimiento de la Audiencia territorial, la residencia del reverendo obispo y del cabildo eclesiástico, ha conseguido el adelanto en que se halla; ha reducido a cultivo y puesto a riego, abriendo costosas minas, mucha parte de sus tierras; ha logrado consideración política en la provincia; ha hecho tributarias a las demás islas en unos doscientos mil pesos, que percibe anualmente por causa decimal; ha creado un pueblo consumidor que da salida y valor a sus frutos; en fin, ha fomentado la construcción de varios buques que se emplean en la pesca de la costa de África, cuyo ramo admira verle tan descuidado en las demás islas, principalmente en Tenerife, siendo casi el único alimento de estos naturales y viendo la utilidad que de él saca la de Canaria. El estado floreciente en que se halla ésta no es, sin embargo, comparable con el que tiene Tenerife. Más rica, más fértil, más extensa y más poblada que todas, pues tiene sesenta y nueve mil ciento veinte y dos habitantes, sin contar la guarnición ordinaria de Santa Cruz, parece no hallarse situada en medio de ellas sino para atender a su gobierno común; la prodigiosa elevación del Teide está diciendo que la superioridad que tiene sobre todas estriba en fundamentos más sólidos y profundos. Ella sola exporta y cría casi exclusivamente los exquisitos vinos que se conocen en el comercio con el nombre de Canarias..."

El 24 de diciembre fue aprobado este informe con grandes aplausos de los concurrentes, expidiéndose las órdenes oportunas para que, en cada uno de los trece partidos, se procediera ala elección de los comisionados, que reunidos todos en Santa Cruz procedieran a la elección de los dos diputados que habían de representar a la provincia en las futuras Cortes. (A.Millares T. 1977)

1813. Eguerew (La Laguna) se declara en desobediencia a la Diputación Provincial con sede en Santa Cruz.
1813. Se produce el discurso del gomero Antonio J. Ruiz de Padrón a favor de la abolición del tribunal de la Santa Inquisición española.
1813. La vida vuelve a hacerse casi imposible en toda la geografía insular en Titoreygatra (Lanzarote), registrándose, además de la sequía, grandes terremotos, que no cesarían hasta 1824 en que comenzaron las erupciones de los volcanes Clérigo Duarte, Cuervo y Tinguatón, los habitantes de la isla se ven obligados a emigrar al resto de las islas de la colonia, especialmente hacía Chinet (Tenerife) y Tamaránt (Gran Canaria).

1813.
Un bergantín de guerra español con caudales de las Américas, pretextando tomar noticias o componerse, llegó al Puerto de Arrecife (Lanzarote) en cuya Rl. Aduana depositó el dinero, que no haría poca falta para las tropas en España, y la oficialidad se estuvo paseando, bailando y obsequiando novias en el pueblo, hasta que tuvieron gus­to en ella.  (José A. Álvarez Rixo, 1982:202-204)

1813. San Bartolomé de Tirajana adquiere la municipalidad en el siglo XIX. El nacimiento del municipio de San Bartolomé de Tirajana tiene su origen en el poblado aborigen de Tunte, lugar en el que se asientan, tras la invasión y conquista castellana, diversos pobladores de variado origen europeo. A partir de este momento se produce el repartimiento de tierras y aguas arrebatadas a los canarios entre la población foránea.
Tras la invasión y conquista se levanta una ermita en honor a San Bartolomé, que se convertirá en parroquia de la secta católica en torno el año 1535. Poco a poco el nuevo núcleo de colonos de origen europeo irá creciendo hasta que acabe superponiéndose a Tunte con el nombre de San Bartolomé de Tirajana. El templo parroquial de la secta católica será derribado tres siglos después para levantar una nueva edificación.
La economía de este municipio se caracterizó en época precolonial por su prosperidad, puesto que abundaba en agua y espacios favorables para la actividad del pastoreo. Tras la Conquista y la implantación del modelo económico europeo, la agricultura y la ganadería serán base fundamental para el sustento de los pobladores de San Bartolomé de Tirajana, si bien dentro de la agricultura debemos destacar el protagonismo del cereal de secano, en especial la cebada, segundo en importancia después del trigo como base alimenticia de la sociedad del municipio durante el Antiguo Régimen.
Otro cultivo que igualmente adquirió importancia, como en muchas de las comarcas grancanarias, en el siglo XVI, fue la caña de azúcar, cuya producción era destinada a la exportación hacia mercados exteriores como las nacientes colonias de América y las ciudades comerciales de Flandes, lo que aportaba a los propietarios de los ingenios considerables beneficios. El ingenio azucarero de Tirajana se construyó en los primeros años del siglo XVI por Diego de Cabrera y fue famoso por su productividad.
Por otra parte, cultivos que igualmente se dan en Tirajana son los árboles frutales, entre los que destaca la higuera, la palmera; y productos destinados al mercado interior como legumbres, el olivo, los productos de huerta.
La ganadería es también otro de los complementos importantes en la economía de San Bartolomé, que se centra sobre todo en la ganadería caprina con técnicas y tradiciones que se remontan a momentos anteriores a la conquista. En el siglo XVI aparecen el ganado ovino y los camellos, que fueron sustituidos paulatinamente por los caballos, las vacas y los asnos. Finalmente las actividades pesqueras y la apicultura cerraban el ciclo económico de Tirajana en la Edad Moderna.
Aunque contaba con cierta independencia jurisdiccional (cuenta con alcalde real con facultad para entender en asuntos judiciales hasta determinada cuantía hasta 1766) durante el Antiguo Régimen, siendo considerado por ello uno de los primitivos núcleos de Tamaránt (Gran Canaria), San Bartolomé de Tirajana adquiere la municipalidad en el siglo XIX, concretamente en 1813. Uno de los hechos que debemos destacar de este siglo fue la concentración de terrenos por parte del Condado de la Vega Grande, ostentado por los criollos la familia del Castillo, que provocó ciertos conflictos entre la población de la localidad y los miembros de la aristocrática familia. Los problemas relacionados con la roturación de las tierras comunales o la propiedad del agua serán una constante en la vida social de San Bartolomé en los siglos XVIII y XIX. A esto habrá que añadir las continuas plagas de langostas o cigarras, que constituyeron uno de los mayores problemas para la agricultura de San Bartolomé durante los siglos XVII y XVIII. Ante ellas los vecinos acudían a los pósitos o almacenes comunales para suministrarse de granos en las épocas en que estas plagas arrasaban sus cosechas. Sin embargo, estos desastres provocarán hambrunas que no harán sino empeorar la situación de tensión y favorecer el estallido de conflictos sociales como los anteriormente citados.
1813.
El municipio de Villa de Mazo, que limita al Norte con Breña Baja, al Sur con Fuencaliente, al Oeste con El Paso y al Este con el Océano Atlántico, abarca una extensión de 71,2 Km², lo que le hace ser el tercer municipio, según su extensión, de la isla de La Palma. No obstante, su superficie fue mayor en otro tiempo, ya que hasta 1837 le perteneció el territorio del hoy pueblo de Fuencaliente. Pese a la merma sufrida en su extensión original, sigue siendo un amplio territorio con un hábitat disperso, distribuido en catorce entidades o barrios, si bien hasta 1940 se podían contar cuarenta y nueve núcleos poblacionales.
En cuanto al paisaje, destacan las características volcánicas que le hace poseedor de un suelo joven y permeable, lo que no ha impedido que los diversos temporales hayan causado numerosas pérdidas en propiedades y habitantes del municipio. El temporal que sin duda ha ocasionado trágicas consecuencias fue el de la noche del 15 al 16 de enero de 1957, causando tres muertos en Villa de Mazo y un panorama desolador, frente a los veintidós muertos de Breña Alta y a los dos de Breña Baja. Desde 1492 la Isla dependía de la autoridad del Cabildo. Ya en 1752 los alcaldes, anteriormente designados por el gobernador, fueron elegidos por la Audiencia y, a partir de 1768, bajo la presidencia del alcalde, comenzaron a funcionar unas juntas autodenominadas "Ayuntamiento". El Ayuntamiento comenzó a funcionar de forma independiente en 1813, pero, tras la abolición de la constitución de 1812 decretada por el rey Fernando VII, el Ayuntamiento de Mazo pasa por un período de inestabilidad política, así, entre 1815 y 1820, fecha en la que Fernando VII jura, de nuevo, la Constitución ante las Cortes, ocupan la presidencia del Ayuntamiento cinco personas. Restablecida la Constitución, se abre un nuevo período, esta vez de signo progresista: el denominado Trienio Liberal (1820- 1823). En octubre de 1823, Fernando VII volvía a decretar la suspensión de las garantías constitucionales y, si bien con la muerte del rey el 29 de septiembre de 1833, se pondría fin a este largo período absolutista, en Mazo se prolongó hasta 1836, año en el que triunfan las fuerzas progresistas y son restituidos en sus cargos los concejales del año 1823, hasta la toma de posesión del nuevo Ayuntamiento. En 1837, se confirma oficialmente la independencia de Fuencaliente de los pagos de Mazo, constituyéndose así, el 19 de febrero de 1837, el primer Ayuntamiento de Fuencaliente. Aún así, en 1852, el Ayuntamiento de Fuencaliente solicitaría, sin éxito, la reunificación. Uno de los asuntos que llama la atención, en los comienzos de esta nueva etapa, es la realización de las obras encaminadas a redescrubrir la antigua Fuente Santa, llamada así por los efectos curativos que tenían sus aguas termales, dando origen al nombre de Fuencaliente, que había sido sepultada por las lavas del Volcán de San Antonio en 1677. Los trabajos realizados durante diferentes años por los vecinos de Mazo y Fuencaliente, no dieron fruto. Las últimas noticias de la posibilidad de recuperación de la Fuente Santa se origina en 1981, a raíz del enfrentamiento entre el Ayuntamiento de Fuencaliente y la comunidad de aguas que pretendía ejecutar obras de alumbramiento en la costa del municipio sureño. En 1868 se produjo el estallido revolucionario, pero numerosos vecinos de Mazo y sus concejales no mostraron reconocimiento y obediencia a la nueva Junta; así Mazo mantuvo la autonomía de su propia Junta y restablece el Ayuntamiento de 1856. Entre el 1 y el 4 de enero de 1869, se celebran las primeras elecciones municipales con el nuevo sistema electoral de sufragio universal que daba derecho al voto a todos los varones mayores de 25 años, elecciones que no resultaron del todo pacíficas debido a los conflictos de intereses y problemas personales entre los políticos de la época. En 1873, se proclamaría la República, pero dejó a Mazo las Cosas como estaban y las viejas estructuras de poder apenas se resintieron. Pero el 29 de diciembre de 1875 se instaura la Monarquía borbónica con el rey Alfonso XII y, en Mazo, el nuevo Gobernador Civil de la Provincia ordena el relevo de concejales e instaura a los que habían sido desplazados del poder en 1868. El municipio obtiene del rey Alfonso XII el título de Villa, por real decreto de 18 de marzo de 1878. Tras la muerte del rey Alfonso XII el 25 de noviembre de 1885, la reina Mª Cristina de Habsburgo- Lorena fue designada regente. En la ya villa de Mazo (todavía no incluido el título en el nombre) fue, durante estos años 1885- 1902, un auténtico rosario de conflictos y un continuo cambio de personas en los cargos públicos. La subida al trono de Alfonso XIII el 17 de mayo de 1902, no supuso un cambio en la política de la villa, seguiría bajo un escandaloso caciquismo. En 1910, la corporación del Ayuntamiento de Mazo tachaba de vicioso el funcionamiento de la Diputación Provincial y se abogaba por la creación de un organismo que, en cada isla, tuviera competencias supramunicipales (Cabildo). El cuerpo de la Guardia Civil tiene presencia en Mazo en 1920, aunque había sido solicitado un puesto de dicho cuerpo desde 1911. Su primera sede se localizó en la zona de El Calvario (casa propiedad de Juan Morera Hernández). A pesar de todo, en 1934, el diputado Alonso Pérez Díaz intercede para que no se suprima este puesto; sin embargo esto ocurrirá el 15 de junio de 1993. El 20 de enero de 1925, el Ayuntamiento nombra al rey Alfonso XIII y a su esposa la reina Victoria Eugenia alcalde y alcaldesa, con carácter honorario, hecho nada extraordinario en el momento, ya que otras poblaciones lo hicieron o ya lo habían hecho días antes, como es el caso de Fuencaliente de La Palma. En esta línea de adhesión monárquica, el 10 de enero de 1926, se ratifica la decisión tomada el 6 de diciembre de 1925 de dar el nombre de Alfonso XII a la plaza de la villa. En 1925, al alcalde del momento, solicitaría al rey, por medio del alcalde de Santa Cruz de La Palma de viaje a Madrid, la construcción, por el Estado, de un camino vecinal desde La Polvacera a Tigalate ("Barranco Roto") pasando por las ermitas de Santa Rosalía, Lodero y San Juan de Belmaco. El 3 de febrero de 1930, se inaugura la nueva sede del Ayuntamiento, edificio de ubicación de las actuales Casas Consistoriales. Ya en 1931, el período republicano fue vivido en el municipio con gran intensidad. Las diferencias políticas condicionarán bastante las relaciones sociales cotidianas. La plaza de El Pueblo pasa a denominarse Pedro Pérez Díaz. En las elecciones de 1933, la mujer pudo ejercer el voto por primera vez. Las calles de la Villa no poseían nombre alguno, eran numeradas, pero en 1936, cuatro calles recibirían su primera denominación; los nombre elegidos fueron: Diego Martínez Barrio (líder nacional de Unión Republicana), Manuel Azaña Díaz (elegido presidente de la República), Alonso Pérez Sánchez (ex- alcalde y padre de Alonso Pérez Díaz) y Benito Pérez Galdós, único nombre que ha perdurado hasta nuestros días.

Con el alzamiento militar franquista de la metrópoli en 1936 llegó la Guerra Civil. Villa de Mazo vería partir para los frentes de España a varios de sus vecinos, (oficialmente fueron 29 los vecinos que, movilizados por el ejército fascista de Franco, perdieron la vida en el campo de batalla). En su honor se acordó erigir frente a la iglesia, en abril de 1943, la denominada Cruz de los Caídos y, años después se levantaría, en el mismo lugar, un monumento obra de Vicente Blanco en 1965, hoy desaparecido. En octubre de 1936, se acuerda el cambio de nombre de las calles Manuel Azaña, Alonso Pérez Sánchez y Diego Martínez Barrio, por los de Maximiliano Pérez Díaz, Calvo Sotelo y General Mola, respectivamente. La plaza, hasta el momento Pedro Pérez Díaz, pasaba ahora a llamarse del General Franco. En 1937, y a propuesta de la Falange local, se decidirá rotular otra vía con el nombre de José Antonio Primo de Rivera, acuerdo que se llevará a efecto en noviembre de 1965. Desde 1936, la villa de Mazo supo de persecuciones políticas, por masonería, de emigración,... y se enfrentó a la gran crisis económico- social, protagonizada por la escasez y el racionamiento, situación que se agravaría con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. De ésta nos queda, entre otros recuerdos, la tumba en el cementerio local del soldado John Lee, soldado británico de 22 años, cuyo cadáver apareció en marzo de 1943 en la costa del municipio. La vida pública de la villa sólo se vería alterada por dos fenómenos naturales, la erupción volcánica de 1949 y el aluvión de 1957, así como el rápido paso, en 1950, del propio Franco por la localidad. En abril de 1956, el municipio de Mazo pasó a llamarse Villa de Mazo, a instancias de la Delegación Provincial del Instituto Nacional de Estadística, por la necesidad de diferenciar al municipio de otros lugares de la geografía peninsular que poseía igual o parecido nombre, aunque hasta 1958 no lo aprobará el Consejo de Ministros. En acuerdo tomado por la corporación municipal en 1964, se le da el nombre de Alonso Pérez Díaz, republicano muerto en la cárcel en 1941, a la Biblioteca Municipal y se instalará en su casa natal, donde permanece en la actualidad. El 7 de marzo de 1973, los entonces príncipes de España, Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia, pisaban territorio de la villa. El alcalde del momento y vecinos de Villa de Mazo forman parte del grupo de autoridades que reciben a la pareja a su llegada al aeropuerto. La pareja volverá a La Palma en 1977. En las últimas elecciones municipales de la época franquista (finales de 1973), Dª Oílda Sánchez Díaz se convierte en la primera mujer concejal de la historia política del municipio. El 15 de junio de 1977 se celebran las primeras elecciones democráticas, triunfando el partido UCD (Unión de Centro Democrático) tanto a nivel nacional como local, que volverá a ganar en las elecciones generales de 1979 y en las municipales del mismo año, resultando así elegida Dª Hermas Concepción Méndez, primera y única alcaldesa, hasta el momento, en Villa de Mazo. Sería en las elecciones de 1983, cuando se vería en la villa, por primera vez, el triunfo del PSOE (Partido Socialista Obrero Español), en esta legislatura accederían tres alcaldes diferentes a la presidencia del Ayuntamiento. Con un paréntesis de casi 20 años, se retoma la cuestión de la creación del escudo heráldico del municipio, éste es aprobado por la Comisión Heráldica de la Comunidad Autónoma de Canarias llegando la aprobación definitiva de la Consejería de la Presidencia el 15 de marzo de 1994. El PSOE se mantendría en la presidencia del Ayuntamiento de Villa de Mazo hasta el 14 de junio de 2003, fecha en la que toma posesión de la misma, la nueva corporación local, con votos mayoritarios para el partido CC (Coalición Canaria). (Wikipedia, la enciclopedia libre, 2010).


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