sábado, 28 de diciembre de 2013

CAPÍTULO XLI-XVIII






UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1800-1900 

CAPÍTULO XLI-XVIII



Eduardo Pedro García Rodríguez

1815.
Santa Lucía de Tirajana. Según algunas leyendas en torno al topónimo de este Municipio que como no podía ser de otra manera en esta colonia tiene origen católico, se supone que el origen del nombre del municipio de Santa Lucía de Tirajana viene dado por el “descubrimiento”, por parte de unos pastores, de una imagen de la Santa en un lugar conocido por el “Río” entre el Puente y La Longuera, junto a una charca de limos, juncos y cañaverales, y debajo de una gran peña, que todavía hoy se señala.
[...] En una mañana alegre de primavera, unos sencillos pastores se encontraron, de improviso, con la Imagen de la Santa en un lugar, conocido por el “Río”, entre el Puente y la Longuera, junto a una charca de limos, juncos y cañaverales, y debajo de una gran peña, que todavía hoy se señala” (en CAZORLA LEÓN, S.: Los Tirajanas de Gran Canaria, 1995, p.91).
Una antigua leyenda popular atribuye el origen del topónimo a dos gigantes que habitaban en la caldera: Tira y Jana. Jana mató a Tira de una pedrada y, al darse cuenta, en un grito de dolor se le escapó el alma por la boca, siendo enterrados ambos en el lugar conocido hasta hoy por “Sepultura del Gigante”. (García Rodríguez)
Terminada la conquista de la Isla como queda dicho, Tirajana será el tercer distrito de reparto debido a la petición expuesta por el Cabildo y vecinos a Pedro de Vera en 1485 para que éste llevara a cabo lo que se ordenaba en la Real Cédula de 4 de febrero de 1480 sobre repartimientos.
Sus orígenes se remontan a finales del siglo XV, cuando el conquistador Tomás Rodríguez de Palencia recibe las tierras y aguas de esta comarca por los servicios prestados a la Corona castellana. Las tierras recibidas, al igual que muchas tierras del sureste de la isla, fueron dedicadas en un principio al cultivo del azúcar, producto que se destinaba casi en su totalidad a la exportación hacia mercados exteriores, como las otras colonias de la América española y el Norte de Europa. De esta manera se instaló un ingenio que se denominó "Ingenio Rojo de Tirajana", que se convertiría en el primer resto de la actividad agrícola e industrial de esta comarca.
A pesar de que el azúcar tiene un papel preponderante, el cereal (trigo, cebada y centeno) ocupará un importante lugar en la economía de los siglos XVI-XVIII, puesto que se trata de la base alimenticia de la sociedad del Antiguo Régimen. Todos los propietarios de tierras destinaban parte de sus terrenos al cultivo de este producto, así podemos observar que la mayor parte de las tierras de la hacienda de Tirajana estaban plantadas de cañas, pero existían algunas suertes dedicadas al cereal, destinadas probablemente a la alimentación de los numerosos trabajadores.
Uno de los mayores problemas a los que se enfrentó la población de esta comarca, fue la plaga de langosta o cigarra, en los siglos XVII y XVIII, que arruinaron numerosos cultivos y provocaron algunas hambrunas. Otros cultivos fueron los árboles frutales, la palma, de donde se obtiene la miel de palma, y legumbres como garbanzos y judías.
No podemos olvidar que desde el siglo XVI existe una importante actividad económica centrada en el cultivo de la vid, pero será en el siglo XVII cuando ocupe un lugar preponderante en la economía de la zona. Por último, debemos mencionar el cultivo del tabaco que adquiere importancia a mediados del siglo XVIII.
Como municipio Santa Lucía de Tirajana se fundó en 1815, coincidiendo con la fundación de otros municipios, como Ingenio, un año después de la erección de la parroquia sobre la ermita del Lugarejo tras la desmembración de la parroquia de San Bartolomé, constituyéndose así en municipio independiente de Tirajana y del de la Villa de Agüimes, culminando un proceso que había comenzado en 1803. El nuevo municipio tomó como nombre el de su parroquia, Santa Lucía de Tirajana.
Para conformarse este municipio se tomaron algunos territorios: en el interior se tomaron tierras de San Bartolomé de Tirajana, y para la costa tierras de Agüimes. Ya en 1819 constatamos la existencia de un documento en el que se habla de un alcalde de este Ayuntamiento: José de León, vecino de Agüimes, otorga poder para reclamar al alcalde real del lugar de Santa Lucía de Tirajana. Este documento atestigua la aparición de conflictos territoriales y jurisdiccionales con los municipios en los que se encuadraba la recién nacida entidad administrativa. Conflictos que llegarían muy pronto a este nuevo municipio de Gran Canaria. Santa Lucía de Tirajana se tendría que enfrentar a San Bartolomé en 1822 por el cobro de contribuciones; y a Agüimes en 1839 debido a los límites que separaban ambos municipios. Todo comenzó por rumores que existían sobre la intención del Ayuntamiento de Santa Lucía de poner un guarda en los parajes de Majada Ciega, Montaña de los Perros, Hoya de la Negra y Los Letreros.
Los motivos que llevaron a la toma de esta decisión fueron el imposibilitar a los vecinos de Agüimes la entrada en sus parajes para que ejercieran el pastoreo y evitar también que cortasen leña. La respuesta de Agüimes no se hizo esperar, alegando que dichos terrenos eran comunales y que incluso los habitantes de Ingenio tenían igualmente derecho a estos terrenos, dirigiéndose así a este ayuntamiento para buscar su apoyo. Llegados a este punto debemos considerar que ya en 1776, vecinos de Agüimes reconocieron que los terrenos de Majada Ciega pertenecían a la jurisdicción de Tirajana. Después de 10 años de pleitos, las tierras quedaron definitivamente para Santa Lucía.
Tras finalizar la invasión y conquista de Tanarñant (Gran Canaria), Tomás Rodríguez de Palencia recibe las tierras y aguas de esta comarca por los servicios prestados a la Corona.
Las tierras recibidas, al igual que muchas tierras del sureste de la isla, se dedicaron, en un principio, al cultivo del azúcar, producto que se destinaba casi en su totalidad a la exportación hacia mercados exteriores, como América y el Norte de Europa. De esta manera se instaló un ingenio que se denominó "Ingenio Rojo de Tirajana", que se convertiría en el primer resto de la actividad agrícola e industrial de esta comarca.
A pesar de que el azúcar tiene un papel preponderante, el cereal (trigo, cebada y centeno) ocupará un importante lugar en la economía de Santa Lucía en los siglos XVI-XVIII, puesto que se trata de la base alimenticia de la sociedad del Antiguo Régimen. Todos los propietarios de tierras destinaban parte de sus terrenos al cultivo de este producto, así podemos observar que la mayor parte de las tierras de la hacienda de Tirajana estaban plantadas de cañas, aunque existían pequeñas parcelas dedicadas al cereal, destinadas, probablemente, a la alimentación de los numerosos trabajadores.
Otros cultivos de importancia en Santa Lucía fueron los árboles frutales y las labores de palma (hoja de la palmera).
El siglo XVI centra una importante actividad económica basada en el cultivo de la vid, y posiblemente desde esa fecha fueron introducidos los olivos actuales, a los que estudios recientes destacan como especie autóctona y por tanto única en el mundo y su fruto muy renombrado en Canarias, como “las aceitunas de Santa Lucía”.
Santa Lucía - capital del municipio - está situada a 680 metros sobre el nivel del mar, y dista  51 kilómetros de la capital de la Isla, Las Palmas de Gran Canaria. El municipio tiene una superficie de 61,55 kilómetros cuadrados, en forma de cuña geográfica, desde las cumbres centrales de la Isla, en la Sepultura del Gigante, hasta la costa sureste de Gran Canaria (Pozo Izquierdo y Bahía de Formas).
Históricamente, el municipio siempre ha estado dividido en dos zonas bien diferenciadas: la zona interior, donde se sitúa la capital de Santa Lucía, y la zona de costa, donde se despliegan los tres principales núcleos del municipio (Vecindario, Sardina del Sur y El Doctoral).
En la zona interior prevalece un entorno agrícola que conforma un gran oasis en el centro de las escarpadas laderas de la Caldera de Tirajana, compuesta por varios núcleos rurales (El Ingenio, Rosiana, La Sorrueda, etc.) con hermosos palmerales y zonas de cultivo.
El interior es una zona poblada desde la Antigüedad, ya que se han hallado abundantes vestigios prehispánicos en sus inmediaciones que demuestran que esta zona fue testigo de los últimos episodios de la conquista de Gran Canaria.
En dirección hacia la costa sobresale un roque, Ansite, la fortaleza donde los nativos de la Isla soportaron el último sitio frente a las tropas castellanas. En este entorno de riscos, roques y precipitados barrancos, el visitante puede sentir el contacto con los antiguos pobladores de Gran Canaria, tanto por la espectacularidad del entorno como por ser la zona de la isla menos transformada por el hombre.
Hasta el siglo XIX, la población de Santa Lucía se dedicaba exclusivamente a las labores agrícolas. En su mayor parte trabajaban como medianeros’. Sin embargo, a principios del siglo XX se producen profundas modificaciones en la economía de la zona. Los empresarios ven en el sureste de la Isla buen clima, terrenos baratos y grandes llanos: el lugar adecuado para el cultivo intensivo del tomate. Grandes propietarios invierten roturando nuevas tierras y mejorándolas para la producción. Se fabrican almacenes y, sobre todo, se abren pozos de agua.
Las tierras cercanas a la costa, poco tiempo antes estériles, comienzan a producir de manera intensiva, creando miles de puestos de trabajo: aparceros y jornaleros que subsistían con sueldos mínimos y en condiciones de vida muy poco gratas.
A partir de 1960, Santa Lucía también convive con el auge del turismo de la zona sur de la Isla, y se convierte en lugar de residencia de muchos de los trabajadores de la construcción y hostelería.
Hoy, Santa Lucía es el mayor exportador de tomates de Canarias, lo que da una idea de la importancia de este cultivo en la cohesión social.
Asimismo, la zona costera del municipio se ha consolidado como zona de gran crecimiento económico debido a la actividad comercial que se desarrolla en ellos: El Doctoral, Sardina del Sur y, sobre todo, Vecindario, se convierten así en centros económicos y comerciales de referencia en la zona sureste de la Isla. (Eduardo Pedro  García Rodríguez)
1815 Octubre 17.
En el Archivo de Acialcázar se encuentran unos extractos de actas del Cabildo de Tenerife, y de estos y otros documentos del mismo hemos obtenido la relación de los Castellanos de este, uno de cuyos nombramientos se encuentra en el Apéndice la posesión de estos, una vez que los Comandantes Generales le expedían el título después de ser nombrados por el Cabildo, se hacía de la siguiente manera: bajaban de la ciudad de La Laguna el Corregidor, dos Regidores Perpetuos y uno de los Escribanos del Consejo, que daba fe del acto; el Castillo se hallaba cerrado y dentro el Castellano saliente, quien era llamado tres veces por el escribano, apareciendo la última tras las almenas. Echado el puente levadizo y después de penetrar la comitiva, se levantaba el pleito homenaje al saliente, quien hacía entrega de las llaves al Corregidor cuya Autoridad las pasaba a los dos Regidores, quienes juntaban sus manos con las del Castellano electo que juraba hasta tres veces, prometía y hacía pleito homenaje, según fuero de España, de tener y guardar bien y lealmente el Castillo por su Soberano, cumpliendo en él con todo lo concerniente al Real servicio, tanto en tiempo de paz como en guerra. Tenían los Castellanos la obligación de residir en el Castillo que contaba con una pequeña guarnición compuesta de un Condestable -que hasta la reforma de mediados del siglo xvn del Visitador de la Audiencia D. Tomás Pinto Miguel, devengaba un cahiz de trigo al año-; un Ayudante de Condestable que ganaba anualmente tres fanegas de trigo; un Artillero con igual dotación; una decena de soldados cuyo prest anual era de 6 fanegas, y un cabo de escuadra que percibía asimismo 6 fanegas de trigo, todo ello con cargo al Cabildo, lo mismo que el salario del Castellano que el Visitador Pinto fijó en 3.087 rs., sueldo que en el siglo siguiente, cuando los Castellanos se transformaron en vitalicios y con nombramiento de la Corona se elevó a 6.000 rs vn (1.500 pesetas). Por mucho tiempo no tuvieron asimilación militar ni uniforme especial, hasta que una R.O de mediados de 1806 dispuso que el uniforme de estos Castellanos en general, fuese: «...Casaca, chaleco y pantalón azules, collarín y vuelta del cuello encarnados con botón-dorado...». Por disposición de 17 de Octubre de 1815 se previno se les expidiese Real Despacho de Alférez o Subteniente graduado de las Milicias de Canarias, salvo que tuviesen otra jerarquía militar. (José María Pinto de la Rosa, 1996)



1815 Diciembre 15.
Fallece en Guía Gran Canaria de donde era natural el escultor don José Lujan Pérez.  Luján Pérez fue un escultor y arquitecto gran canario nacido en Guía el 9 de mayo de 1756. jLa Orotava primera villa excenta de Tenerife, La Orotava posee una muy rica Semana Santa. En ella conviven cofradías centenarias, como es el caso de la refundada Cofradía de la Vera Cruz, con otras de reciente creación. La hermandad del Calvario, fundada en 1864, es la corporación más numerosa de las que participan en la Semana Mayor villera.

Dos días destacan en la Semana Santa orotavense: El Jueves Santo, desde la Iglesia de la Concepción, parte la Procesión del Mandato en la que, custodiados por la ya mencionada cofradía de la Vera Cruz desfilan el Cristo de la Misericordia, tallado en 1586 por Rui Díaz, y las imágenes de "La Dolorosa", "San Juan Evangelista" y "La Magdalena", obras todas ellas del escultor gran canario José Lujan Pérez.

Por la noche, desde la Parroquia de San Juan Bautista del barrio del Farrobo, parte la procesión de "La Columna". En esta solemne noche orotavense procesiona el "Cristo Atado a la Columna" esculpido en 1689 por Pedro Roldán junto a la imagen de "La Virgen de Gloria", también de José Luján Pérez, y de la que se ha dicho es una de sus mejores "Dolorosas". Completan el conjunto, un San Juan Evangelista de Fernando Estévez y una "Magdalena" atribuida también al citado escultor orotavense.

El Viernes Santo, parte desde la Parroquia de Santo Domingo, la Procesión del Encuentro, en la cual se escenifica el encuentro entre Jesús y la Virgen camino al Calvario. Conforman el cortejo procesional la Verónica, La Maddalena, San Juan Evangelista, Jesús Nazareno, acompañado por el Cireneo, y la Virgen de los Dolores, todas estas imágenes anónimas del Siglo XVIII.

Al mediodía, sobre las doce, parte de la Parroquia de San Isidro la procesión del Cristo del Calvario, el grupo escultórico de "La Piedad" tallado en el Siglo XIX por Fernando Estévez), acompañada de su cofradía titular.

Ya en la tarde, es la Parroquia de San Juan Bautista la que toma nuevamente el relevo. Desde su templo parte la procesión del Santo Entierro. El Cristo Difunto, recientemente ha sido relacionado con la gubia de Francisco de Ocampo. A la entrada de la procesión tiene lugar la escenificación del Entierro de Cristo, celebración que, además de en La Orotava, sigue perdurando en algunos lugares del norte de Tenerife.

Hay que destacar que en esta localidad, al igual que en otras que ya trataremos, los pasos son llevados por los "cargadores" a la manera tradicional, a hombros, sobre varales, acompasados por el ritmo de banda de cornetas y tambores de estilo clásico. Además, la Semana Santa Mayor Villera, destaca por la ausencia de grupos escultóricos, excepto aquellos casos indivisibles (Oración en el Huerto, Jesús Nazareno y el Cirineo y la Piedad.
Luján Pérez fue un escultor y arquitecto gran canario nacido en Guía el 9 de mayo de 1756 y fallecido también en Guía (Gran Canaria) (Canarias, España) el 15 de diciembre de 1815.

Hijo de labradores acomodados, desde pequeño mostró un especial interés hacia la escultura, llegando a reproducir en madera la imagen de San Bartolomé de Moya.
Su obra acusará influencias barrocas, y realizará esculturas de tipo religioso para distintas iglesias de Canarias, especialmente en Gran Canaria y Tenerife.
Algunas de sus obras más importantes fueron creadas por encargo, para las procesiones de Semana Santa de Las Islas; El Cristo de la Sala Capitular y La Dolorosa de Busto (de la Catedral de Las Palmas), el Cristo de la Columna (Iglesia de Teror) Conjunto del Cristo de la Caída, Simón Cireneo, Dolorosa, Verónica y San Juan Evangelista de la "Procesión del Encuentro" de la parroquia de Sto. Domingo de Las Palmas, la Oración en el Huerto de la parroquia de San Francisco de Las Palmas y la del convento de Santa Clara de La Laguna, la imagen de La Dolorosa de la Iglesia de La Concepción de La Laguna, también conocida como "La Predilecta", porque era la obra preferida de este imaginero, San Juan Evangelista, en busto, de la Parroquia de La Concepción de La Orotava, San Juan Evangelista de las Parroquias de San Agustín y de San Francisco de Las Palmas, Cristo predicador de la parroquia de Santo Domingo de Las Palmas, San Pedro Penitente de la Parroquia de San Francisco de Las Palmas. Para la Parroquia Matriz del Apóstol Santiago de Los Realejos, talló un Cristo de tamaño académico, menor del natural, destinado a coronar el manifestador del Altar Mayor.
Luján sentía gran predilección por las "Dolorosas" y Los Crucificados. Realizó casi una veintena de ellas, repartidas por todas las islas.

Según el biógrafo gran canario Pedro González Sosa. José Luján Pérez nació en el guiense pago de Las Tres Palmas, el día 9 de mayo de 1756. Fue hijo de un matrimonio de labradores regularmente acomodado y el segundo de cinco hermanos: José Domingo, nacido, como todos, en Guía, el 28 de julio de 1754 y que murió muy niño; Carlos Fernando, nacido el 4 de octubre de 1760; María José, venida al mundo el 24 de junio de 1765 y Juan José, que fue bautizado en 1769.

Los padres, José Luján Bolaños y Ana Pérez Sánchez, fueron casados en Guía por el entonces beneficiado de la parroquia don Baltasar José Rodríguez Déniz y Quintana, el 3 de abril de 175 1, asistiendo como testigos don Alonso de Olivares, Pedro Correa y Francisco Navarro, hermano de ella, todos vecinos del mismo pueblo. El padre del imaginero murió en Las Palmas el 7 de agosto de 1807 y, por expreso deseo de su hijo, fue enterrado delante del altar de la Virgen de La Antigua, en la Catedral, cuando todavía estaba en la hornacina una antigua imagen de esta advocación que fue sustituida por la soberbia escultura que ahora existe allí, y que el imaginero comenzó a cincelar en agosto de 1808 por encargo del Cabildo Catedral. La imagen fue entregada al Cabildo, después de muerto el artista, por su hermano Carlos, en 1815.

La partida de defunción del padre del imaginero se encuentra en el desaparecido Libro 6 de los de Defunciones de la antigua iglesia del Sagrario (hoy de San Agustín) que se guardan en el Archivo Diocesano. El libro desapareció, nos han informado, en el traslado que se hizo de San Agustín al citado Archivo, desde luego después de 1974, año en que lo relacionó Francisco Morales Padrón en un inventario que hizo de todos los libros sacramentales de las iglesias de la Diócesis de Canarias. Pero quien escribe, antes de su pérdida, tuvo tiempo de consultarlo alguna vez, advirtiendo que allí indicaba que el fallecido era viudo, cuando en realidad su esposa, Ana Pérez Sánchez, le sobrevivió algunos años más y murió en Guía, donde fue enterrada en 1812 en el cementerio de La Atalaya, aquel que se había bendecido para los muertos de la epidemia de fiebre amarilla de 1811.

El beneficiado de turno olvidó inscribir en el libro correspondiente la partida de bautismo de María José, la hermana de Luján, por lo que el padre hubo de tramitar en 1793 un expediente para subsanar la omisión. En él fue necesaria la testificación de varios vecinos, entre otros Ana de Quintana, que fue quien llevó la niña a la pila, recordando también, dice en su declaración, que aquel mismo día nació en Guía una niña llamada Juana, hija de Antonio Herrera, señalando el juez instructor comisionado que de la información recogida resulta que María José de los Dolores Luján Pérez nació el 24 de mayo de 1765 y que fue bautizada al día siguiente. Para salvar las contradicciones en que incurrieron la madre de la niña, Ana Pérez, y la mujer que la llevó a bautizar, respecto de la hora del nacimiento, se acuerda hacer constar que fue «por la noche del dicho día 24 y por no haber en estos pueblos reloj público para asegurarse en la hora terminan te de su nacimiento.

Es curioso advertir cómo en casi todos estos hermanos destacó alguna faceta no vulgar; singularidad que tuvo su expresión cimera luminosa en el talento artístico de Luján Pérez y su revés negativo en el pobre Juan José, que era, según un documento coetáneo, fatuo e inhábil; es decir, lisiado de cuerpo y de espíritu. Respecto al otro hermano del imaginero, Carlos, hasta nosotros han llegado noticias que hablan de una acusada hurañía que contrastaba con su habilidad para la labra de la madera, que aplicó de modo especial a la decoración de yugos y otros instrumentos de labranza.
A la hora de hablar de la familia Luján Pérez sería injusto que silenciáramos el nombre del presbítero don Fernando Sánchez Navarro, hermano de su madre, y que se constituyó de por vida -y aún después de muerto- en el ángel tutelar de sus sobrinos. Su protección comienza desde que aquéllos nacen, pues de todos es padrino de pila, y su celo cariñoso le lleva, en el momento de otorgar testamento ante el escribano de Guía Miguel Álvarez Oramas, a condicionar el disfrute de sus bienes al cuidado y manutención de Juan José, el sobrino malaventurado. Dadas estas premisas, acaso no sea fantasioso aventurar que el juvenil Luján Pérez encontró decisivos alientos en el corazón y en la bolsa de su tío.

En el testamento del presbítero Sánchez Navarro se descubre la buena posición económica de que disfrutaba, ya que cuando se refiere a la declaración de terrenos, señala como bienes suyos «por diversas compras que he hechos abundantes terrenos, aparte de otros habidos por herencia de su padre, tal uno «situado en la parte de arriba lindando con Los Nogales, que linda también con el camino real que va a Artenara, con la Degollada de la Bruma y que viene a dar sobre las fuentes. Declara don Fernando por sus únicos y universales herederos a su hermana, Ana Sánchez y a su cuñado José Luján Bolaños, padres del artista. En caso de quedar sin sucesión, los bienes deberían pasar a los hijos de su hermano Francisco. Pero en todos los casos sujeta esta disposición testamentaria a la obligación de pagar los tributos, y «también de mantener hasta su fallecimiento a Juan José, mi sobrino, fatuo e inhábil de poder mantenerse, aunque sea hombres.
Luján Pérez nació, pues, en el seno de una regularmente situada familia de labradores. Su nacimiento en el pago de Las Tres Palmas, fue accidental, en época en que sus padres estaban en la casa de la finca familiar. Por documentos de entonces puede conocerse que la residencia habitual de la familia era una casa que tenían en el casco de Guía, en la calle de Enmedio (conocida también como la de San Antonio y de los Malrubios), en la que murieron él, su madre y sus hermanos Carlos y María José.
Es muy probable que Luján Pérez, niño, ya viviera en Las Tres Palmas ya en la calle de Enmedio de la localidad, fuera instruido de las primeras letras en la Escuela que habían creado en el Hospicio los franciscanos, al lado de la iglesia levantada, a principios de 1700, en el lugar donde naciera la famosa monja sor Catalina de San Mateo.

José Luján Bolaños, padre del escultor, no circunscribía su actividad a la agricultura, sino que también participó en la política local. En un documento ante el escribano Pedro Tomás Aríñez, en relación con el arrendamiento a medias de tierras labradías donde llaman el Cortijo de la Caldera y de Las Mesas, consta que era Diputado Regidor de la villa.
A partir de los datos de su nacimiento y confirmación, la noticia que conocemos relativa a la primera época de la vida de Luján, es de carácter legendario, y es una anécdota muy divulgada que don Juan Batista Palenzuela tomó de labios de un primo del escultor. Don Juan Batista fue un caballero guiense de larga vida- murió a los cien años en 1933- y también de largo amor por las cosas de su pueblo.

Él fue durante muchísimo tiempo algo así como el oráculo de la tradición guiense. El libro de Santiago Tejera y la biografía de Gordillo escrita por el señor Moya se surtieron abundantemente en el arsenal de noticias de su memoria. Y fue una lástima que no tuviera don Juan Batista mayor afición de la que tuvo a la escritura, pues de seguro hubiera rescatado del olvido mucho material histórico y anecdótico del que hoy nos sentimos tan necesitados.

«Refieren parientes muy cercanos -escribió don Juan en un cuaderno de notas- que a los nueve años fue llevado Luján por su madre a la ermita de Fontanales a hacer la primera comunión. Estaba encargado de la ermita un frayle que no debía ser tonto por lo que ocurrió: mientras su madre hablaba con el sacerdote en la sacristía, el niño quedó como extasiado ante la imagen de San Bartolomé, y, al salir el frayle acompañado de su madre y pararse junto al niño dijo éste que le gustaba mucho el santo, agregando que él «haría uno como éste, pero si tuviera mi cuchillo». Le regaló el cura una navaja y Luján quedó comprometido a hacerle un San Bartolomé, prometiéndole el sacerdote un regalo. Se vino Luján a su casa y cogió un trozo de madera de escobón; y a los quince días volvió con su preciosa copia del santo, pero tan exacta, con tanto parecido en los mínimos detalles, que el frayle exclamó: «esto no es cosa humana. Aquí está la mano de Dios». Y al momento cogió al niño y se fue con él al Cabildo de Las Palmas y le expuso lo ocurrido y el mismo Cabildo se ocupó de la educación del pequeño».

Huelga decir que el relato debe más a la leyenda que a la historia. Porque quien influyó cerca de la familia de Luján para que éste fuera llevado de Guía a Las Palmas a iniciarse en los estudios artísticos, fue, a lo que parece, don Blas Sánchez Ochando, teniente del Regimiento de Guía de las Milicias Provinciales, que casó con dama guiense muy principal.

Don Blas había nacido en Murcia, y este dato hace suponer que fuera el ejemplo de su paisano Salzillo el que le movió a preocuparse porque no se desperdiciaran las aptitudes que apuntaban en el muchacho nacido en Las Tres Palmas. Uno se pregunta: sin la presencia de este avisado murciano en el Guía de 1700 y pico, aislado, en un ambiente sin tradición artística, se hubiera acertado a encauzar adecuadamente las aptitudes de Luján Pérez? Es cierto que, según los resultados, sus cualidades eran de las que no pueden ser sofocadas por ningún género de limitaciones, pero no es menos verdad que sin la formación básica y los estímulos de toda clase que recibió en Las Palmas, probablemente no hubiera pasado de ser uno de los tantos fabricantes de santos que brotaron en las islas, un amañado, sin duda con más habilidad y gusto que los otros, más artista si se quiere, pero de ninguna manera el maestro que llegó a ser. Su hazaña más sonada hubiera sido tal vez muy por el estilo de aquella que protagonizó un sacristán con ínfulas de gran organista, paisano suyo, que en cierta ocasión, después de escuchar nada menos que a Saint-Saens que interpretaba unos impromptus en el órgano de la iglesia de Guía -estrenado por el músico y compositor francés a finales de 1900- exclamó con despectiva suficiencia: «Este señor de música no sabe ni papa Acerca de quién pudo aleccionar a Luján desde su llegada a Las Palmas, se citan varios nombres, destacando sobremanera por la importancia del descubrimiento el del maestro San Guillermo, dato que debemos a José Miguel Alzola, quien encontró entre los viejos papeles de don Domingo Déniz la noticia de que «el primero que en la provincia trabajó en la escultura con gusto y delicadeza es el conocido, aún vulgar y tradicionalmente, San Guillermo, excelente tallista, natural de Gran Canaria, que aleccionó a Luján Pérez, cuyo discípulo señaladamente aventajó a su maestro,. Tampoco debe olvidarse las enseñanzas de dibujo que recibió de don Cristóbal Afonso, ni las que obtuvo en la entonces recién creada Escuela de Dibujo, fundada en 1782 por el Deán Jerónimo de Roo, o en aquella otra Escuela gratuita de Dibujo de Las Palmas, patrocinada por la Real Sociedad Económica de Amigos del País, donde aprendería los primeros y rudimentarios conocimientos arquitectónicos. Dada su edad, es muy posible que Luján fuera compañero de infancia de los hermanos Montesdeoca y, andando el tiempo, trató íntimamente a otros guienses que como él ocuparon puestos sobresalientes en la historia de la isla y de los que consta su estima por el escultor: entre otros, don Pedro José Gordillo y Ramos, el canónigo inteligente arriscado que llegó a ser Presidente de las Cortes de Cádiz, y el poeta Rafael Bento y Travieso, quizás mucho más interesante por su vida complicada que por los méritos de su obra. (Bruno Juan Álvarez Abreú, 2010).

1816. La corona española dicta un nuevo Real Decreto por el que resuelve «establecer en la Ciudad de San Cristóbal de La Laguna una Universidad con los mismos privilegios, exenciones y prerrogativas que gozan las demás de aquellos Reinos, y que dicha Universidad se denomine y llame Universidad de San Fernando». Para ello, la casa colegio de la Compañía de Jesús de Eguerew (La Laguna) se convirtió en la primera sede de la Universidad Literaria de San Fernando.

1816. Nació en winiwuada (La Palmas) el criollo Ventura Aguilar,  estudió jurisprudencia en Eguerew (La Laguna); Cerrado este centro de instrucción pasó a Montevideo, donde terminó sus estudios. Volvió luego a winiwuada (Las Palmas) y, arrastrado por sus aficiones literarias, escribió un libro de poesías, bajo el título de Cantos de un canario, que publicó en Madrid (España) en 1855. Poco apto para la batalla de la vida, vivió oscurecido hasta su muerte, que se verificó en 1858.
1816.
Dn. Agustín González Brito, piloto del Arre­cife (Lanzarote), zarpó con más de cien pasajeros en su goleta «Lorenza», para Montevideo; también tuvo que ir o venir por el Río Janeiro, donde le quedaron algunos reales en poder de aquel gobierno: pero el motivo no lo recuerdo. (J.A. Álvarez Rixo, 1982:167)


"Ventura Aguilar -escribe Padrón Acosta, Poetas canarios de los siglos XIX y XX, p...170- es un poeta de la Gran Canaria, que publica en Madrid en 1854, su libro de versos Cantos de un canario. Este libro contiene bellos temas pastoriles como «Mirtilo y Silvia», «Cloe y Damón» y «La montaña de Doramas». Hay en él, además, poesías religiosas, sobresaliendo sobre esta el poema épico-relioioso «Moisés» y bellas sugerencias acerca del Teide".


1816.
Ingenio (Gran Canaria) se segrega de Agüimes creando Ayuntamiento propio.
Durante la colonización de Tamaránt (Gran Canaria) y el reparto de las tierras expoliadas a los canarii entre los estamentos implicados en la invasión y conquista, el territorio de Agüimes pasó a formar parte del patrimonio de la Iglesia católica en calidad de señorío de. Este territorio se caracterizaba por la disposición de extensas tierras de cultivo a ambos márgenes del Barranco de Guayadeque, regadas por los manantiales de este barranco.
Al margen izquierdo de Guayadeque se situaba el pago de Ingenio, que se dedicó al cultivo de la caña de azúcar, impulsado por los colonos portugueses que se asentaron en la Isla. Fue Juan de Matos, comerciante portugués y, perteneciente al séquito personal del Obispo Frías, al que se asignó en los repartimientos de tierra un llano conocido como "Valle Real de Aguatona". Su hijo, Alonso Matos, aprovechando un curso de agua, constituyó un ingenio de azúcar. De esta manera es como se instaura el principio de la caña de azúcar en este lugar. El comercio del azúcar consiguió una valiosa aportación europea en el archipiélago canario.
Ingenio, que en su primera etapa dependía del señorío de a Agüimes, al que casi desbanca en el primer tercio del siglo XVI como sede del señorío episcopal por su pujanza económica.
En torno a este complejo industrial se fue asentando en la zona una gran mayoría de familias. A mediados del siglo XVI, este crecimiento demográfico propició la construcción de una ermita, antecedente de la actual Iglesia de La Candelaria.
El desarrollo agrícola de la zona incrementó aún más la población de la villa en los siglos XVI y  XVII. Pero a finales de este último siglo, y debido a que los recursos naturales de Ingenio no pueden sustentar a tanta población, se inicia una gran migración de los núcleos más importantes.
La historia del municipio de Ingenio está íntimamente ligada al término municipal de Agüimes. Esto es debido precisamente a que fue un pago del mencionado municipio hasta los primeros años del siglo XIX. Por tanto, en esta primera etapa, en la que se cuenta con un importante centro azucarero al otro lado del barranco de Guayadeque, Ingenio se conformará como un pago de relevancia en el ámbito económico. Hemos de señalar que la infraestructura que requiere un ingenio de azúcar en su fabricación y elaboración es compleja en exceso, interviniendo en ella maestros y esclavos. Este último grupo social será crucial en el cultivo de la caña de azúcar.
Tras realizarse la conquista de la isla por las tropas castellanas, a Juan de Matos, El siglo XVII comenzará con la crisis del cultivo azucarero, pues la caña de azúcar americana de tanta calidad como la canaria pero más barata que ésta, conseguirá arrebatarle paulatinamente el rico mercado con el que contaba el archipiélago. Así se recurre al cultivo de la vid siendo famosos los caldos canarios y a la práctica de una agricultura orientada al autoconsumo y el abastecimiento.
Hasta el año de 1816 el municipio de Ingenio era conocido como el pago de "La Candelaria" debido a la ermita que bajo esa advocación fundaran los vecinos en el siglo XVI, entre 1565 y 1573. En ese mismo año fue declarado municipio independiente, a pesar de que los intentos de segregarse de Agüimes se remontan a 1735, con el intento de convertirse en parroquia, lo cual no se logrará hasta 1815. Tras esto, sólo un año después ya cuenta con ayuntamiento y alcalde propio.

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