lunes, 30 de diciembre de 2013

CAPÍTULO XLI-XX




UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1800-1900 

CAPÍTULO XLI-XX


Eduardo Pedro García Rodríguez
Carta y proclama de Agustín Peraza Betancourt al Ayuntamiento de La La­guna

Santo Tomás, 4 de marzo de 1817.
M.I.S.

“Don Agustín Peraza Betancourt, natural de esa Provincia, y residente en las Colonias Americanas a V. Señoría con el mayor respeto, Dice: Que movido de un celo Patriótico, a causa de cuanto observa fraguado por una Política Maquiavélica, y un Gobierno Monopolista, ha podido su débil pluma, guiada por los estrechos límites de sus pocas luces, dirigir la adjunta Carta-manifiesto a sus Compatriotas ¿Qué mejor Órgano puede, el expo­nente, M.I.S., preferir, que esa Corporación, que se mira como única tabla que ha salvado (en tiempos más remotos), esa preciosa Provincia del nau­fragio? ¿Qué otra de las siete, o seis restantes, supo poneros a salvo, siendo antimural a las orgullosas tentativas de Despóticos Mariscales?

 I.S.: V. Señoría en todas épocas ha servido a las de las demás Islas de puro estímulo a seguir los altos sentimientos Patrióticos: procurar el bien general de esas Islas ¿Qué diré? esas siete Provincias si se comparan con las que en esta América tienen este nombre, son siete; pero componen una, como cuadro de una sola familia que todas relaciones los une con unos mismos estrechos Vínculos.

El amor a mi Patria, a esa Patria donde tengo el honor de haber nacido, me estimula a no sepultar en el olvido el que debo a mis conciuda­danos; y menos cuando observo la impolítica de una Autoridad, que labra su lucro, al mismo tiempo que no contento con la de los miserables que por desgracia manda, si también la irreparable ruina de los de un País distante 1.024 leguas de Piélago fluctuante.

No Señor, no pueden mis ojos ver este espectáculo monstruoso, en perjuicio de mis hermanos sin que mi Corazón, prevea el medio de repa­rarlo: haga lo contrario el tropel de hijos ingratos; que indirectamente, poseídos de una rabia impotente, tratan de ultrajarla con sus tiros acertados.

El adjunto que igualmente acompaña impondrá a V. Señoría y res­petable público, los concurrentes a lisongear las esperanzas de un joven agobiado; mas mi alma siente hasta ahora los ultrajes verificados en sus hermanos, a pesar de que se ha mudado todo el aparato de este aspecto de cosas. En igual caso dirigí otro en la exposición que por repetida remití por la vía reservada a S. M. desde esta Isla.

Los fines primarios del exponente son, I.S., el que V. Señoría como tan celoso por la felicidad de ese País (único punto, como céntrico de sus atenciones), se digne mandar imprimir la adjunta carta con inserción de esta humilde exposición; y que si esa Provincia ve estampados los deseos y efusiones del corazón de un Compatriota suyo distante de ellos 1.024 leguas, vea los no menos susceptibles de V. Señoría a quien está confiada su suerte.

Nuestro Señor guarde a V. Señoría los más felices años que pueda y desea el afectísimo compatriota.

Sri. Thomas 4 de Marzo de 1817

M. Itre. Sor. Agustín Peraza Betancourt

M.I.S. Justicia y Cabildo Pleno de la Ciudad de San Cristóbal de La Laguna.


AMADOS COMPATRIOTAS.

Proclama de Agustín Peraza Betancourt.

A los alucinados, a los débiles y a los que desprendidos del Justo deber Patria, yacen en la inacción, solamente me dirijo en esta ocasión. Los honrados y leales no necesitan mis insinuaciones en su carrera Política. Detesto al Despotismo y desprecio este fatal sistema, que sostenido por el abuso, hace más estragos que la cortante espada de los Conquistadores del mundo antiguo.

Siento la situación actual de este continente, y la lloro, con todos los males pasados, y futuros, de nuestra Patria. Oídme sin prevención y juzgad con imparcialidad.

Un compatriota vuestro vive casi ignorado, pero respira un aire libre; casi sumergido en la indigencia, pero tranquilo; recuerda a cada momento la Catástrofe que en torrente le ha presentado sus desgracias, mas se ve libre de aquel terror Pánico que inspira a los opresos la arbitrariedad del Déspota, que para desgracia de centenares, le fue confiada por el Soberano Congreso Nacional la suerte de esos Pueblos: y el que observando ya sus manos trémulas no pudo por más tiempo desolarlos 1.

Sí, vosotros os acordaréis que en el año de ocho, época en que ya la Patria agonizante, la amenazaba una total ruina, que hubiera sido inevi­table, y vístose el fruto de la perfidia de aquel que os mandaba; al mismo tiempo que en vuestra sangre tenía Vinculado su Patrimonio; y el mismo que con el epíteto "Ilustre mandatario, aún conoce cierta horda que com­ponía su séquito, y que rendían sus Almas al vil principio de la adulación; unos por grangear los puestos más decorosos de vuestras Milicias; y otros para asegurar su subsistencia; no en el corvo arado, como el labrador de los campos, y menos como el industrioso artesano, sólo como un Otacusta de las más simples operaciones; un Gobierno lleno de estas contradicciones; y el que con una sola señal confiscaba vuestros bienes. Sí compatriotas, seis o siete años en que tornó mayor incremento este sistema indolente, decayó vuestro floreciente comercio; y éste circunscrito a un cierto número de facciosos 2.

Mas esto había pasado, cuando creyendo habría desaparecido de entre nosotros una fatal semilla, único germen de una guerra intestina, no, aún quedaban sus residuos, y era preciso no perder momento a la primera oportunidad, en que poniendo en ejercicio los resortes de la audacia, con­seguir la venganza. Para esto era muy preciso, obtuviese el mando militar de la Provincia un hombre que, por su propensión natural, se ofuscara con los corrompidos miasmas de la adulación. Llegó sí, llegó el deseado día en que arribó a la Gran Canaria el ya citado duque del Parque; aún su nombre no era conocido, y menos cuáles sus facultades por la extrañeza de su destino, y hallarse en la misma actualidad en el uso de las suyas el Capitán General de la Provincia, cuando, ya se ve una acusación contra un ecle­siástico, ya un libelo infamatorio contra el habitante honrado, y que no tuvo influencia alguna en las opiniones políticas, ya una delación contra un prelado regular, etc. etc. De manera que en un instante los ánimos de dos Partidos robustos, erigieron a SE en un Gran Sultán (aunque SE recibía con serenidad todos perfumes).

Ilustrísimo y Reverendísimo de todas las Religiones le vimos en menos tiempo que el que media del Ocaso a los crepúsculos de la Aurora. Un gran Sultán lo erigieron, y el se erigió con cuanto le iba suministrando vuestra flexibilidad, y su Cara hipócrita. No saciándose su sed implacable con los holocaustos que se le tributaron en la Isla de Gran Canaria; y lo que debe llamar la atención de todo hombre despreocupado, haber sido [sucedido] en un Pueblo serio, y que contiene las Principales Autoridades, y tribunales. Veíamos a Canaria ya con los aspectos de la China, no faltaba más sino formar el gobierno, policía y costumbres que forman el evangelio de los chinos, al paso que la de Tenerife observaba una política más sólida y siempre enérgica, sin permitir se rompiese o rasgase el manto de la majestad de sus Pueblos, y los de las cinco restantes que siempre le prestan su voz, "ha sido largo este episodio".

Pobres victimas de su furor fueron muchos de nuestros hermanos y de la horrible ambición de su Auditor interino don José del Serró, después de haber sufrido una vida que ya les era pesada, y sostenían en obscuros calabozos con alimentos escasos, y groseros que formaban parte de su martirio, hasta la última noche que estuvieron en este mundo. Así termi­naron sus preciosas vidas, y en tan lamentable estado hubieran corrido con paso acelerado a consumar su sacrificio los restantes, a no haber merecido la atención del M. I. Cabildo de la Ciudad de San Cristóbal de La Laguna.

Sí, amados Compatriotas, esta Ilustre Corporación tan celosa por vuestra felicidad; ella fue, ha sido, y será la tabla que en tiempos más remotos ha salvado a nuestra Patria del naufragio, y en crisis mayor supo romper las vergonzosas cadenas con que el Despotismo de otros mandata­rios, empuñando un cetro de hierro, quiso ligar a los antiguos Isleños; ligarlos al monstruoso carro de sus abominables triunfos. Sí, se pensó gravaros con pensiones exhorbitantes, y afianzar en vuestra sangre el Pa­trimonio de una larga familia cuya sucesión aparece indefinible 3.

El amor a esta Corporación le miraron nuestros abuelos como sagra­da, y recibida en parte de su educación. Ésta fue el órgano por medio del cual lograsteis ver representada esa Provincia en una Junta Suprema que, no obstante la separación de la Gran Canaria, supo con magnanimidad sostener vuestros derechos, vuestra libertad, vuestros intereses y vuestro honor; fue antemural a las tentativas de aquel orgulloso Mariscal, que se había prometido la ruina de ese País.

La Ciudad de San Cristóbal de La Laguna fue el punto céntrico de nuestras atenciones, y en el que veíamos reunidos los votos de una voluntad general. Omito traeros a la memoria los tiempos en que este Cuerpo Pa­triótico, tomó sobre sus hombros la superior empresa de defenderos de las pensiones con que se os quiso oprimir, y a las que no podríais soportar, al mismo tiempo, que veríais los campos incultos, pueblos sin habitantes, y así vuestro comercio interior y exterior, en el último punto de su exterminio; las pocas especulaciones estarían restringidas, extendiéndose su lucro a la Pandilla de facciosos, que mirarían, como miran con predilección los Dés­potas; no, no amados compatriotas, no pudo la Isla de Tenerife, y su Ilustre Municipalidad, ver esta ruina sin que su corazón la reparace 4.

También os acordaréis de los tristes acontecimientos que tuvieron su concurrencia en la Isla de Lanzarote en los años de 10 y 11, y últimamente en casi toda la Provincia, donde debía tener su trascendencia respecto a que, si aquella luchaba gloriosamente por sacudir el yugo de un tirano, la Provincia entera lo sostenía encorvada por el superior de ella 5, y compo­niendo todas el cuadro de una misma familia, todos debíais estar poseídos de un mismo espíritu.

Sí compatriotas, sostened con constancia, en cuanto podáis, vuestra adhesión al desgraciado Monarca; pero detestad todo Gobierno que, infrin­giendo las Leyes y estatutos que os gobiernan, quieran haceros el hidibrio de sus máximas perniciosas.

Don Pedro Rodríguez de la Buría ¿Qué digo? Aquel Mesías, aquel a quien os adheristeis con tanto entusiasmo, entusiasmo que os degrada en parte, pues las puertas de los templos y edificios particulares no estuvieron exceptuadas de contener estos caracteres "Viva La Buría", cuando debías seguir el más noble y propio de todo Canario, '"Viva la Patria".

Este [Pedro Rodríguez de la Buría] llegó en unos días aciagos, con perspectivas halagüeñas, al paso que allá en su retrete formaba otra Apo­logía de vuestro Carácter, ofreciéndosele con vuestra candidez (que esta clase de mandatarios atribuyen a pusilanimidad, aunque lo contrario lo tenéis acreditado, como lo expresa el autor de la Geografía Universal, que hace el análisis de nuestro clima y sus influencias), un campo donde sere­naría los sustos y congojas de allá..., preguntadlo a los habitantes de la Albuera.

Os alarmasteis para lanzar a aquel antecesor [el duque del Parque] de este [Pedro Rodríguez de la Buría] que, poco ha, [el duque del Parque] había (como siempre) atropellado el sagrado derecho de gentes, y aquellos sentimientos que nos inspira siempre la humanidad: quebrantó lo sagrado de la clausura; arruinó gran parte de vuestros montes para formar dos Cañoneras, que han sido tan útiles a nuestra Patria como si hubiesen estado sobre el Gran Teide; sacó caudales de la Consolidación, dejando exhaustas sus cajas; desorganizó su plan de oficinas, y a la heroica resistencia del principal de sus custodios se siguió a éste, y otros subalternos, ir condena­dos a sufrir un destierro en medio de una horrible roca privado de su empleo, excluido de sus familiares y de toda sociedad. Al tiempo de su embarque se exploró el único baúl que se le permitió, haciendo varias dimensiones en él con un bastón un satélite de este Nerón, pues como no le unía relación alguna con el País por ser Español, S.E. o diremos lo juzgó propio para esta comisión. Don José Álvarez les acompañó en el mismo destino, sin otro delito que manifestar sus sentimientos con respecto al muelle y cañoneras: que el primero era empresa de largos días, y las se­gundas jaulas de canarios: ¿No se hallan confirmadas sus expresiones?, ¿fue en esto criminal? Como lo soy yo en recordaros estos tristes momentos. Si lo era ¿por qué no le formó causa? Para que subrepticiamente, a la media noche, lo saca escoltado de la prisión, y le embarca, sin dejarle disponer de sus intereses.

A muchos ocupó el terror Pánico, y a muchos encandiló la estrella que como magnate de la Corte traía por distintivo; bien conoció S.E. los efectos que había causado su presencia, no en las Islas, que sería agraciar­las, sí sólo en Canaria; bien supo su política hacerles difundir llevaba cuño; pero, ¿cuáles eran las minas y los químicos que traía?

La Gran Canaria es un Pueblo ilustrado; pero la antigua rivalidad con respecto a Tenerife, no les dejaba conocer cuanto carecían de verosi­militud sus artificios; se pasa a Tenerife pensando serían sufridos, con desprecio de sí mismos. No. ¿A quién debieron nuestros hermanos el re­medio a sus males? Al Ilustre Cabildo de la Capital de Tenerife al mismo tiempo que, reasumiendo en sí accidentalmente el mando, posesionó en él al que aclamaba una gran parte del Pueblo sencillo, bien sea por aquellos sentimientos emanados siempre como deseos de la paz, o ya por el reciente suceso.
A los principios de su gobierno [Pedro Rodríguez de la Buría] no dejó (como que era preciso) de observar una política con que engañaba al incauto populacho; aparentó lo sensible que le era la actual situación, que manifestó como crítica, una calamidad general, pero esta sinceridad de sentimientos, al parecer, era una máscara que ocultaba los que nutrían su pecho. Dígalo el suceso, entre otros: ¿Qué beneficios hizo a los pobres en días tan amargos, que una gran parte los iba a devorar la hambre? Los despreciaba: no hizo el más mínimo sacrificio.

Sí compatriotas; los Ilustrísimos Cabildo Eclesiástico, Reverendo • Obispo e Ilustres Cabildos seculares de la Ciudad Real de Las Palmas de Canaria y San Cristóbal de La Laguna, tendiendo una ojeada sobre el cuadro triste que ofrecían a su vista los miserables pueblos, atendieron a sus necesidades: redoblan sus afanes, se constituyen tutores de la orfandad y protectores del mendigo. Vuestro reconocimiento hacia ellos debe ser, eterno, y para mantenerlos en la dignidad [en] que les ha colocado la pluralidad de los pueblos, debéis sacrificar vuestra sangre, que siempre es preciosa, y aceptable la víctima cuando es inmolada en el Altar de la Patria.

Despertad del letargo en que yacéis, e imitad al fuego adormecido entre las frías cenizas que, al menor ímpetu del aire, prende en los com­bustibles que le rodean. Las Américas Septentrional y Meridional os con­templan.

Venezuela, a causa del terremoto, pudo ser reconquistada por nues­tros Paisanos; fueron, para conseguirlo, sacrificados nueve mil o más al mando de su Caudillo don Domingo Monteverde, quien, después de defen­der la causa de España y recibidas dos heridas, se le premió con un arresto y, consumada su remuneración, ir a España bajo partida de registro.

Los Isleños dieron la entrada el año de 12 a los Españoles, que debían respetar al resto de sus familias; no compatriotas; son perseguidas atribu­yéndose a sí mismos las glorias; sus viudas e hijas violadas; sus intereses usurpados; el saqueo y el ultraje.

 [Borrón] sus operaciones: corren los Isleños con estos motivos en turbas a las Banderas de la República; las relaciones que los unen con las familias del País y sus Generales, ha borrado en éstos los procedimientos anteriores con que violaron el juramento prestado de la independencia, único requisito que exigió la República de nuestros compatriotas origina­rios: considerándoseles como Canarios, pues la circunstancia apuntada los eximía de las presiones que por Ley general se debía ejecutar en los Espa­ñoles.

Vuestra heroica constancia, firme y noble altivez cuando tratáis de vuestra causa general, merece de los Americanos los mayores aplausos: noticiosos por los acontecimientos anteriores y ulteriores, para no rendir vuestra cerviz a ningún usurpador, dicen: manifestáis no estar poseídos de un espíritu mercenario, del que son susceptibles los combatientes de un Príncipe, sino de un entusiasmo Nacional, de unos defensores de sus ho­gares, derechos y privilegios, que saben recibían las efusiones del corazón, de sus hermanos y el de sus amadas: corona de laureles al que merezca por su Patriotismo se les llame Salvadores de su Patria.

Compatriotas: ocho mil bayonetas sostienen la causa de Costa Firme; su fuerza naval asciende a 138 buques, inclusos 18 buques que antes de ayer salieron de este Puerto donde se hallaban, con el destino de depositar en la Tesorería de esta Ciudad millón y medio. El trece de este debe reunirse la Escuadra frente de La Guayra, para desembarcar el número de tropas que debe considerarse ocupan una línea de esta porción. Las esperanzas del General Morillo se dice están desvanecidas; abandonó a Cartagena, dejando un comandante con su guarnición, y ahora se halla en Panamá, siendo su objeto ir a atacar al Alto Perú. Se ignora qué número de tropas le quedan de los catorce mil hombres que trajo; sólo se infiere que despe­chado va a reunirse con algunas divisiones del Rey; mas, ¿el éxito de la empresa cual será, cuando Montevideo y Buenos Aires que, en absoluta independencia, sostienen [noventa mil?], y tantos mil hombres entre Ca­ballería e Infantería, y que las tropas del Rey en el Alto Perú son atacadas por las de aquel Reino que mucha parte está insurreccionada?

Todo lo ha acarreado la impolítica del Gobierno Español. Un gobier­no que, según las intenciones de ese pobre desgraciado Fernando, objeto de nuestros votos, debía ser suave, laborioso, y exento de contribuciones: mas, todo es un abuso.

Un tirano que logró por los influjos de sus protectores un mando de Provincia, todo su conato ver si hace su patrimonio de los Pueblos; sí con su sangre, yo lo digo a la par de muchos que en ocho meses lo palpamos en Puerto Rico. A la faz del mundo exclamaré lo que en esta os anuncio.

Los Americanos por su carácter son dóciles; en ellos se ven enlazadas la hospitalidad y la humanidad, y una política más discreta hubiera cal­mado la fermentación; pero los medios de que se han usado precisamente causan horror. Este ha sido el germen de la nueva insurrección, al que ha contribuido la violación que hizo el Comandante Monteverde en la Capi­tulación que se celebró entre éste y el General Miranda, procedimiento del que no podremos dispensarle, y menos lo haré yo cuando trato de despojar esta carta de aquel disfraz de que suele valerse la parcialidad: lo manifies­tan los documentos que conservo, como públicos. Compatriotas: el objeto de este anuncio no es otro, sino el manifestaros los resortes de la audacia, y que este laberinto de cosas cesarán cuando el Gabinete Inglés deje de ser su ambición ambigua. Debemos suponer esas Islas, tan repetidas veces invadidas por esta Nación, en un estado de equilibrio, y que por medio de la misma Política con que ha coadyuvado a la insurrección de las Américas, quizá llegará el momento de tratar a título de aliados internarse, y que vengan vuestros pechos a ser la muralla inexpugnable de su orgullo y altanería.

Cubierto mi rostro de vergüenza y mi corazón de amargura y dolor, veo desde aquí humear las cenizas de nuestros hermanos, insepultos en los campos de batalla donde fueron sacrificados, no por disposición de la Junta de Coro, sí sólo por el caudillo Monteverde que, desobedeciendo a esta Autoridad, instó en seguir sus designios: alarmó todos cuantos eran proce­dentes de esas Islas, unos por las persuasiones y otros por la violencia, cuando estaban en uso de sus bienes y privilegios: les hace violar el jura­mento prestado y, dando un ejemplo inaudito, se concitan el odio de la Patria.

Esta política del Sr. Monteverde acarreó estas desgracias a nuestros hermanos. Mil cuatrocientos Canarios y Americanos, lloraban en los ca­labozos de Caracas y La Guayra, y sufrían a todas horas los efectos de su infidencia a la República; mas besaban la mano del Dios omnipotente que así probaba su constancia y sus particulares virtudes; sufrían igualmente a todas horas los insultos de una gavilla tan insolente como cobarde, si así debe llamarse, los que pretendían saciar su saña en hombres encadenados y no en los libres, que se presentaban en el Campo.

Compatriotas; sí; así sufrían los Canarios en la América los resultados de su ingratitud, al tiempo que allá, en el País natal de sus padres, en la misma época sufrían también sus deudos las vejaciones de un soberbio, cuyos procedimientos mitigaba lo inferior de sus fuerzas a las de un usur­pador de Venezuela, sólo su rabia impotente pudo saciarse en los misera­bles que se hallaban en los encierros y sin comunicación, tanto en Lanzarote como en Canaria y Tenerife.
 ¿Todo lo adoptó su arbitrariedad? No, no, sus esperanzas prometidas las supisteis desvanecer; os acordasteis erais libres y, conociendo el derecho de gentes, no debíais ver con paciencia ese abuso por un poder colosal que no conocía más Ley que su capricho. Igual motivo es el germen de la insurrección de las Américas; y los tres Países que hasta esta fecha se mantienen pacíficos sólo parece una mera política, y las contribuciones exhorbitantes que los van a aniquilar parece empiezan a fermentarlos.

Amados Compatriotas: Vosotros que empeñáis este para mí más que dulce nombre, no puedo por más tiempo sellar mis labios, ahogando estos sentimientos, máxime cuando un acontecimiento inesperado me ofrece la suficiente materia que demuestra el documento original^ y que la Ilustre Corporación creo hará insertar.

El Cuerpo Patriótico de la Ciudad de La Laguna, a quien dedico esta Carta que contiene las efusiones de mi corazón: sí, del de un infeliz distante de vosotros mil veinte y cuatro leguas de piélago fluctuante: sufre expa­triado, a causa de cuanto le ha preparado un Despótico Europeo, y lo que me hubiese con tiempo redimido, si hubiese tenido a mano 200 ducados que exhibir: igual porción exigía don Juan Ramírez Cárdenas de don Pedro Lorenti, cuando a título de..., ¿qué diré?, de nada, querían oprimirle éste resistía, y en fin consiguió su libertad. Esos sátrapas velan sobre vuestros intereses: Observad su conducta y dad testimonio de vuestro honor a los Pueblos que os contemplan; lanzad, como siempre esos Monopolistas; y pensad que sois una misma familia.

Si esa Provincia la componen 567 Poblaciones, porción que excede a la de que se componen muchas de la de América, especialmente la de Venezuela que se señaló como la primera que, levantando el Pendón de su Independencia, resonó su voz en los más remotos Países del Globo, así como el mortero al tiempo de la explosión anuncia su sonoro estrépito a la bóveda Celeste. Si reina entre vosotros esa discordia que devora los pueblos y separa las familias, imitad a los habitantes de las 17 Provincias de los Estados bajos del Norte: no conocen más, ni se glorían de otro epíteto que este: "Uno e indivisible", "la Unión hace la fuerza".

La fuerza física no puede por sí sola subsistir, sin consolidarse con la moral: Cesen esa rivalidad con que os miráis los habitantes de Canaria con los de las demás: pues bien sabéis que es la fuente inagotable de la disen­sión. Vuestro honor, vuestras conciencias y vuestros intereses están sellados bajo estos sólidos principios: la anarquía es tan perjudicial que llega a ser más gravosa que la dominación del mayor de los tiranos, y ésta suele ser introducida por una mano extraña para el logro de sus proyectos; hace derramar la sangre inspirando la desconfianza del gobierno que obtienen los del País, cuando ellos son los susceptibles de este recelo.

Sumisos y obedientes a las autoridades creadas en nuestra Patria, como que en estas Corporaciones está representado el Pueblo Isleño, y los que jamás deben mereceros desconfianza, como nacidos en un mismo suelo, y las demás circunstancias características por los que hayan merecido otra elección. En ellos no debe suponerse el menor indicio y menos escrutables sus disposiciones. Una experiencia acreditada, como experto físico, nos hace ver lo indispensable en las actuales circunstancias, inquirir los arcanos de todo gobierno que reside en magistrados que no los unen ningunos vínculos con el País de su mando.

Omito algo más porque parecerá ridículo a los fanáticos: Vosotros mismos sois testigos oculares de los sucesos, en que mediando estas cir­cunstancias que en esa no menos que en otro País han tenido concurrencia. Bien conozco echarán mano algunos ahora de su política, para manifestar aquello que les sugiere su egoísmo, pero no es bastante remero que detendrá mi tosco cálamo; hágalo el tropel de hijos ingratos que miran su Patria con la total indiferencia, y cuyos procedimientos la ultrajan.

Si por un acaso llegare el momento [en que] acepte decisivamente lo propuesto no, no será compatriotas para usar de la negra ingratitud, no podrán ninguna de las miserables familias de nuestros hermanos, despojos lamentables, de la inhumanidad de los Españoles en Costa Firme; será para mitigar las reliquias del resentimiento republicano, y enseguida todos cuantos sean procedentes de ahí lo verificarán, como en la actualidad, para vengar estos y otros ultrajes.

¿A quién no indignará ver una pandilla de Españoles entrar en aque­llos pobres albergues de la indigencia (a cuyo estado reduce la falta del difunto esposo o amoroso padre), saquearles sus alhajas pobres y violar lo más sagrado de este sexo? Compatriotas una llama que forma el fuego volcánico de sus pechos, aumenta los Ejércitos. La Religión y la humanidad exclaman en auxilio de unas pobres familias que han perdido los autores de sus días por defender la causa de España, y ahora son el juguete de los mandatarios que indirectamente las oprimen por medio de sus subditos, disolutos como inmorales.

Suspended vuestra venida a la América, que ha degenerado en una emigración clandestina; cerrad los oídos al Gobierno que os llame con falsas ofertas. Tratan [de] ver si vosotros, en el caso indudable formáis la trin­chera que formó Pirro con los elefantes. ¿Por qué nuestros compatriotas han de derramar la sangre para asegurar los intereses que han adquirido los Gobiernos por medio del Monopolismo?

La desgracia a que ha reducido a muchos de esas Islas las que hizo el Gobernador e intendente de Puerto Rico ya por sus particulares cartas lo sabréis. Deseo no lleguéis a expatriaros; mi corazón, sensible a este cúmulo de males que os prepara un Gobierno indolente, no puede prescindirse de inspiraros los resortes de su impía política.

Compatriotas, purgad la Patria de esta perniciosa semilla y, viviendo en la sociedad a que el Cielo destina al hombre, os llamaremos los Defen­sores de su Patria.

Sn. Thornas Marzo 4 de 1817 Agustín Peraza Betancourt.

AMAR Y CONOCER

Notas:

El Duque del Parque, don Vicente Cañas Porto-Carrcro, que abusando del dócil carácter de los habitantes de la Gran Canaria, prostituyendo la Justicia, sostenía el espionaje de que eran sus instrumentos algunos aduladores [Nota de V.P.B.]. V. el capítulo I de esta obra.

1. Don Fernando de la Vega, Marqués de Casa-Cagigal; quien fue depuesto del mando de la Provincia, por el Populacho; y Juzgado por la Suprema Junta, que se instaló en la M. N. Ciudad de San Cristóbal de La Laguna, cuya legíti­ma autoridad le remitió a Cádiz bajo partida de registro, donde se le exhone  de   todo  cargo,   arrestando   al  oficial   y  piquete  de   su   custodia,   cuyo procedimiento debió graduarse agravio indirecto a la Suprema Corporación de nuestro suelo [Nota de A.P.B.].

  B. Bormet y Reverón: La Junta Suprema de Canarias, introducción de Antonio Ruméu de Armas. La Laguna, 1948, hay reedición reciente: Se­bastián Padrón Acosta: "El General Cagigal. La Tarde. Sarita Gruz de Te­nerife, 4 de octubre de 1948: A. Millares Cantero: "1810: ¿Conspiración separatista en Las Palmas? Propuesta de reinterpretación sobre el trienio de tonante del pleito insular decimonónico", Revista de Historia Canaria, Uni­versidad de La Laguna, 1984-1986, 174, pp. 255-375.

4. Alude al asesinato hecho en el Intendente que, oprimiendo a los habitantes de Canarias, había acopiado considerables sumas; se suspendió la Plaza de este Ministro, y recayó la administración del Erario, o inspección en el Goberna­dor y Capitán General de la Provincia. El Párrafo de sucesión alude a que esta clase de sátrapas enviados de España al desempeño de sus destinos, siempre sus procedimientos abusivos tienen trascendencia, a los que le suce­den [Nota de A.P.B].

Se refiere a la muerte en 1720 del Intendente losé Antonio de Cevallos en Santa Cruz de Tenerife, como resultado de un levantamiento popular (Vid. O. Brito González: Conflictos jurisdiccionales en Canarias durante el siglo XVHl (Aproximación a su estudio). CCPC, ''Taller de Historia", Santa Cruz de Tenerife, 1990). La formal resistencia que se hizo al Papel Sellado, medio que se adoptó para tonante del pleito insular decimonónico", Revista de Historia Canaria, Uni­versidad de La Laguna, 1984-1986, 174, pp. 255-375.

Extenuar a los Pueblos: dos Países hasta ahora bajo el Gobierno Español, en la América, sufren esta pesada carga; es uno de los motivos primarios [de que] lleguen a insurreccionarse. En uno que es la Isla de Sari Juan Bautista de Puerto Rico, bendicen a las Islas Canarias por esta resistencia, y a la par de esto las Colonias de otras Naciones las contemplan, capaz de medio millón de combatientes, y de un Carácter Nacional cuyo entusiasmo es la defensa de sus hogares [Nota de A.P.B.].

La Isla de Lanzarote no podía sufrir el Monopolismo de don Bartolomé José de Guerra, su Gobernador de Armas; por la primera hacia de su Cabildo gene­ral, se depuso a éste, y se posesionó en él al Sargento Mayor de su Regimiento Provincial don José Feo de Armas [Nota de A.P.B.].”

(Extraído del libro: Amados Compatriotas: Acerca del impacto de la emancipación americana en Canarias.  Manuel de Paz-Sánchez Edición. Ayuntamiento de La Laguna Centro de la Cultura Popular Canaria La Laguna 1994.)

AYER COMO HOY EL COLONIALISMO DIFAMA


El infame Agustín Peraza Béthencourt autor del expresado escrito, es natural de la Ysla de Fuerteventura: de genio díscolo; de costumbres corrompidas, de condición perversa, y muy dispuesto para todo lo malo: Su depravada conducta obligó a mi antecesor el Duque del Parque a corregirlo de un modo áspero, y a esto atribuyola causa por que en su papel habla tanto y tan mal del expresado Duque durante el tiempo de sumando en esta Provincia. Últimamente ha sido sumariado y sentenciado por mi a servir en uno de los regimientos de la Península, donde lo hice conducir y de resultas de esta justa determinación ataca al Auditor de Guerra, suponiéndolo interesado”.

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