viernes, 27 de diciembre de 2013

COSTUMBRES CANARIAS EN EL SIGLO XIX





Eduardo Pedro García Rodríguez

1815. Momentos radiantes (en el campesinado canario), en su vida, son, sobre todo, las misas en la iglesia y las fiestas de los santos, en las que no pueden faltar música, cantos y bailes, que constituyen las diversiones populares. La sencilla y algo melancólica melodía de sus canciones se acompaña con algunos acor­des de guitarra, instrumento que casi todo el mundo sabe rasguear. La letra que se canta consiste o bien en romances españoles, lamentos do amor no correspondido, o bien, muchas veces, como sucede con las seguidillas, se compone improvisando en el momento. Sus bailes, principales  el tajaraste y el baile canario, son probablemente de origen guanche; aunque la malagueña y las folias proceden de España. Todos presentan un carácter más serio que alegre, si bien los dos últimos rebosan expresividad, y se acompañan de la guitarra, la pandereta, las castañuelas y el canto. El tosco baile popular de los habitantes de El Hierro so llama tango', sin embargo, parecen haber tenido poco éxito en las Islas bailes tan populares y queridos en la Península como el fandango y el bolero. En conjunto, la forma de vida del pueblo está fundada en el ejerci­cio de los nervios y los músculos; por ello, entre las diversiones de la ju­ventud masculina se cuenta la lucha, que suele celebrarse los domingos y días de fiesta bajo la supervisión de unos arbitros. Los luchadores no so abrazan del tronco, sino que cada uno agarra la pierna extendida del otro e; intenta, levantándolo del suelo, hacer perder el equilibrio y llevar a tierra a su contrincante. A menudo luchan los jóvenes de dos pueblos distin­tos, de lo que, a veces, se originan sangrientas peleas en las que sale a relucir el cuchillo, que los canarios saben manejar muy bien. En el cami­nar con rapidez no hay quien les gane y son realmente de admirar la osa­día y la destreza con las que los pastores, apoyados en sus hastias, saltan, en las montañas, de una peña a otra, a menudo sobre los precipicios más escalofriantes.

 Además de esto, tiran muy bien con la honda; y la piedra que lanzan sólo con la mano alcanza su objetivo con toda certeza. No me­nos populares entre ellos son el tiro al blanco con una barra de hierro y el juego de la pelota. De las demás diversiones populares nos limitaremos a mencionar las peleas de gallos, en las que se apuesta, aunque un poco menos que en Inglaterra. También se han intentado imitar, en Tenerife, las corridas de toros, pero con poco éxito, pues las vacas, que son las úni­cas que se han utilizado para ello, muestran menos acometividad y trapío que los toros andaluces. (Francis Coleman Mac-Gregor, [1831] 2005: 143-144)

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