lunes, 30 de diciembre de 2013

CRIOLLOS CANARIOS CELEBRES-23




AGUSTIN PERAZA BETANCOURT

Eduardo Pedro García Rodríguez
1817. Febrero 7. Carta del Comandante Antonio Páez, en Isla Margarita, al ca­nario Agustín Peraza Betancourt en Santo Tomás, 7 de febrero de 1817.
Cuartel General de la Margarita. Febrero 7 de 1817, y 7° de nuestra gloriosa insurrección.
Viva la Independencia
Desde el Campamento de Araure en que tuve noticia de Vm., según la descripción que de su carácter me hizo su paisano; las opresiones que del Gobierno Gótico ha sufrido e, igualmente, el descarreo que le ha sido preciso emprender. El Oficial apuntado manifestó lo adherido que es Vm. a nuestra causa, por lo que inferimos animan a Vm. los mismos sentimien­tos que animan a cuantos proceden de su mismo suelo; y así me tomé la satisfacción [de] invitarle a seguir las banderas de la Patria, que a más de la gloria que le cabe a sus generosos defensores, y el asilo de estos misera­bles; donde tiene su imperio la hospitalidad. Como Vm. no me acusó recibo de aquella, persuadido padecería extravío, o dudado Vm. sobre lo que le parecería intempestivo, repito esta, para decirle [que], si gusta venirse en esta flechera que regresa a esta Isla puede; pues el Comandante de ella va encargado de su persona. En aquella dije a Vm., a nombre del Excmo. Capitán General y Jefe Supremo de la República, sería Vm. colocado en la Caballería de Subteniente, y de Teniente en la Infantería dirigiéndose a esta Isla, donde se pasaba al Gobernador de Hampatán, la correspondiente orden para su asignación que como tan indispensable debería abonarse desde el momento de su embarque.

Don Pedro, su confidente, dice cual es su determinación por ahora; le indicara la conducta a seguir, en lo sucesivo, "en iguales casos con los Jefes de jurisdicciones extrañas"
.
En Supremo Consejo de Castilla falló a favor de las autoridades civiles, y, con fecha 22 de febrero de 1820, ordenó al Comandante General que "si en los sucesivo se remitiesen papeles sediciosos a los Jefes militares deben estos ponerse de acuerdo con esa Real Audiencia y autoridades civiles, a fin de conservar la tranquilidad pública e impedir la propagación de ideas perniciosas".
Si examinamos no sólo estos sucesos sino, también, el impacto del corso insurgente en Canarias, en su conjunto, resulta llamativo ese conglo­merado de actitudes contradictorias, la apatía de los comerciantes, la apa­rente simpatía de numerosos isleños por los insurgentes, la propia actitud de los corsarios en algunos casos, las sospechas hacia determinadas auto­ridades que, en definitiva, tenían encomendada la propia seguridad de las islas Canarias, entre otros factores.
Los canarios, casi desde los tiempos de la Conquista, estaban acos­tumbrados a las correrías y al pillaje de toda clase de piratas y corsarios 1(", mas las circunstancias históricas e internacionales eran diferentes. Ahora no se trataba de predadores protestantes o musulmanes, sino de pueblos con los que las propias Islas poseían una vinculación ancestral y profunda. Sin duda,... fueron años de gran incertidumbre y, al cabo, tanto la falta de una determi­nada conciencia política regional, cuanto, el complejo equilibrio de intereses internacionales, impidió que esta remota provincia de España, más parecida en muchas cosas -en palabras de José Murphy- a una provincia americana que a una europea; se desgajara, como sus hennanas de América, del árbol troncal de la madre patria.

deseche Vm. esos vanos temores [...] que pronto entraremos en la Capital de Venezuela. Los preparativos que Vm. observa se dirigen al desembarco en Ma[ique]tía, e [iremos] a la Guayra, véngase Vm; pues sus [dispojsi-ciones y espíritu Republicano lo hacen digno de las consideraciones de la Patria, y concurren los servicios que hizo su tío a la misma, que le recom­pensó con la graduación de Teniente Coronel con que murió gloriosamente en la batalla de Choroní.
B.L. M. a Vm. SSS Antonio Páez. Comandante.
Carta de Agustín Peraza Betancourt a Páez. Santo Tomás, 1817.
S.T. [...] de [...] de 1817. Sr. Comandante Don Antonio Páez.
Copia 1: Con bastante dolor mío recibo la apreciable de V. fecha de [...], por la que V. se sirve participarme la infausta noticia del fallecimiento de mi tío, que en la batalla de Choroní fue inmolado en defensa de esa causa de Independencia. Sin embargo, me es satisfactorio el que ya que abrazó la causa del País que le sustentó por tantos años, e igualmente a innumerables Paisanos nuestros, diese las pruebas de fiel, constante y nada ingrato al Gobierno Republicano que en recompensa le condecoró; y en fin del resto de su familia hará las justas consideraciones a que no son desa­tendibles.

Aunque no había contestado a la anterior que V. se dignó dirigirme por conducto del Oficial Paisano, ha sido por razones meramente políticas; y que me hallaba en territorio donde domina aún un despótico Español; que piensa arbitrar coartar las opiniones; y por consiguiente (como todos los de esta clase) usurpar a Dios los atributos privativos, sondear los cora­zones; omito más explicarme; mas no me calificarán ingrato.

Las ofertas con que, a nombre del ler. Jefe, V. me honra sin yo merecerlo, por ahora me es forzoso desestimarlas, por hallarme bastante delicado; y aunque me hallo más restablecido pienso dirigirme a La Ha­bana, cuando un asunto urgente me obliga a emprender este viaje; estoy a la verdad en indigencia; esto es: lejos de la abundancia, pero no de lo necesario para mi individuo.

Me acuerdo que en la anterior de Araure me dice que, según informe genuino, formaría un buen militar, y que el espíritu Republicano de que estoy poseído, es un presagio seguro de... Yo debo manifestar a Vm. que no es mi espíritu, y disposiciones, tan sólo sí que como todo Canario sigue el entusiasmo Nacional de que todos están poseídos, a Vms. les parecerá Republicano, a la verdad que las dos voces tienen el mismo significado; pero yo en medio de la densa niebla, de mi poca explicación quiero decir: no sufren opresiones, pensiones etc. etc.. que los Americanos han sufrido, y una gran parte aún sufre; porque aquellos a fuerza de sus brazos han sacudido el yugo; para siempre han prestado obediencia al Soberano, que no es culpante de los abusos de sus Magistrados; los que in totum no se verán reformados Ínterin cada Provincia no se gobierne por Patricios: "en esta parte tienen Vms. razón", y por esto sería pronto a derramar mi sangre, para que mi País estuviera insurreccionado, para conseguir esta pretensión justa.

Es cuanto puedo contestar a la favorecida de Vm., e igualmente encarezco signifique mis expresivas gracias a S.E. Dios guarde a V. ms. asi. como desea el Q B L M= Agustín Peraza Betancourt. (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)

1817. Abril 8. Tal como señala Bealer, algunos corsarios sudamericanos no  se confor­maron sólo con devastar el comercio español, sino que para "favorecer la causa de los patriotas de América sembraron la semilla de la rebelión en los dominios reales de las Canarias". En tal sentido, este autor reproduce un despacho del 8 de abril de 1817, procedente de Santa Cruz de Tenerife y publicado en LeMoniteur Universal de París, que matizaba "la extensión de las operaciones de los corsarios y los esfuerzos que hacían para fomentar la rebelión". El documento, ciertamente, merece ser reproducido:

"El comercio de nuestra plaza y de las Canarias ha sufrido grandes  pérdidas debido a las numerosas capturas de barcos españoles que han tenido lugar. Los corsarios independientes se vuelven cada día más audaces. Parece que han tenido éxito en establecer comunicaciones con la costa y por lo tanto toda medida que el gobierno toma para proteger la propiedad y asegurar la fidelidad de los marinos es infructuosa; barcos pequeños son capturados todos los días por navíos armados y bien tripulados. El país está inundado de proclamas que incitan a los habitantes a rebelarse contra la madre patria y colocarse bajo un protectorado (un gouvernement protec-teur). Pero todas las amenazas no pudieron sembrar la inquietud ni alterar la confianza en las autoridades legítimas. El gobernador general no descui­daba nada para conservar la autoridad de su soberano, es un servidor bueno y leal". (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)
1817. Marzo 4. Agustín Peraza Betancourt, natural de Fuerteventura, era "de genio díscolo; de costumbres corrompidas, de condición perversa, y muy dispuesto para todo lo malo. Su depravada conducta obligó a mi anterior el Duque del Parque a corregirlo de un modo áspero", según el Capitán General La Buría. Con posterioridad fue sumariado y condenado a servir en un regi­miento de la Península; de donde pasó a América.

El 4 de marzo de 1817, Peraza Betancourt escribió una carta desde Santo Tomás, en las Pequeñas Antillas, al Cabildo tinerfeño, junto con otras misivas, y pidió al Muy Ilustre Ayuntamiento de La Laguna que diera a la estampa y divulgara entre la población una proclama intitulada: "Amados Compatriotas".

El documento, aunque con un estilo tosco y confuso, constituye, sin embargo, una auténtica diatriba contra el Duque del Parque, Vicente Ca­ñas Porto Carrero; contra Fernando de la Vega, Marqués de Casa-Cagigal y, en definitiva, contra los despóticos funcionarios peninsulares, al tiempo que se deshace en alabanzas hacia la institución municipal lagunera, a la que considera genuina representante de los intereses populares y salvadora de Canarias en estos años críticos.

En el texto se reflejaba, asimismo, la dialéctica bolivariana definida en el Decreto a Muerte de Trujillo: "Españoles e isleños...", tal como ex­presan los siguientes párrafos:
"Debéis sacrificar vuestra sangre, que siempre es preciosa, y aceptable la victima cuando es inmolada en el Altar de la Patria: Despertad del letargo en que yacéis, e imitad al fuego adormecido entre las frías cenizas que al menor ímpetu del aire prende en los combustibles que le rodean; las América Septentrional y Meridional os contemplan: Venezuela, a causa del terremoto, pudo ser reconquistada por nuestros Paisanos; fueron, para conseguirlo, sacrificados 9.000 o más al mando de su Caudillo don Domingo Monteverde, quien después de defender la causa de España y recibidas dos heridas, se le premió con un arresto, y consumada su remuneración ir a España bajo Partida de Registro. Los Isleños dieron la entrada el año de 12 a los Espa­ñoles, que debían respetar al resto de sus familias; no compatriotas: son perseguidas, atribuyéndose a sí mismos las glorias: sus viudas e hijas viola­das; sus intereses usurpados; el saqueo y el ultraje".

Y, más adelante, como luego se verá por extenso, hacía un llama­miento a la unidad de todas las Islas frente a la tiranía.
"Pensad que sois una misma familia: si esa Provincia la componen 567 Poblaciones, porción que excede a la de que se componen muchas de la de América, especialmente la de Venezuela que se señaló como la primera que levantando el Pendón de su Independencia resonó su voz, en los más remotos Países del Globo, así como el mortero al tiempo de la explosión anuncia su sonoro estrépito a la bóveda Celeste. Si reina entre vosotros esa discordia, que devora los Pueblos, y separa las familias, imitad a los habi­tantes de las 17 Provincias de los Estados bajos del Norte: no conocen más, ni se glorían de otro epíteto que este: 'Uno e indivisible'. 'La Unión hace la fuerza'. La fuerza física no puede por sí sola subsistir, sin consolidarse con la moral: Cesen esa rivalidad con que os miráis los habitantes de Canaria con los de las demás; pues bien sabéis que es la fuente inagotable de la disención. Vuestro honor, vuestras conciencias, y vuestros intereses están sellados bajo estos sólidos principios: la Anarquía es tan perjudicial, que llega a ser más gravosa que la dominación del mayor de los tiranos, y esta suele ser introducida por una mano extraña, para el logro de sus proyectos: hace derramar la sangre inspirando la desconfianza del Gobierno que obtie­nen los del País, cuando ellos son los susceptibles de este recelo".
El Ayuntamiento de La Laguna y, también, el de Las Palmas de Gran Canaria, que había recibido un oficio del Capitán General para saber si tenía alguna noticia del asunto, hicieron votos de fidelidad al monarca y a España, denigraron la actitud del agitador ultramarino y expresaron su malestar, como luego veremos.

La Corporación de Las Palmas, en sesión del 15 de julio de 1817, declaró que desconocía la existencia del libelo, y se consideró agraviada y ofendida por la mera duda sobre su inquebrantable adhesión y lealtad a la Corona, pues, según manifestó, en "la Gran Canaria no hay más espíritu que el de la sumisión a S.M., y de cuya honorífica idea es muy difícil separar a sus leales habitantes, y que no podría conseguir un miserable papel anónimo".

Pedro Rodríguez de La Buría, finalmente, se mostró convencido de que la proclama no tendría los efectos deseados por su autor, porque los canarios eran obedientes a las autoridades y pacíficos, y  "si algunas ideas de las que en otro tiempo llamaron liberales se admitieron en el ánimo de varios sujetos en la pasada época del desorden y de la anarquía, si no las he destruido completamente, al menos las tengo sofocadas en fuerza de mis persuasiones e incesante vigilancia".

El Capitán General anunció también, sin embargo, que no remitía el original de la proclama a la Corte por estar a la vista tres corsarios insur­gentes, "a fin de evitar caiga en sus manos", y, además, aprovechó la ocasión para pedir refuerzos frente a estos enemigos, pues para la "defensa de esta Plaza sólo tengo 460 hombres milicianos mal disciplinados, mal pagados, mal vestidos, y que de cuatro en cuatro meses dejan el arado para tomar el fusil. Por consiguiente no me considero libre de un golpe de mano, ya sea en esta Isla, ya en cualquiera de las otras". (Manuel de Paz-Sánchez, 1994)





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