viernes, 24 de enero de 2014

CAPÍTULO XLIV-VIII




EFEMERIDES CANARIAS
UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERÍODO COLONIAL, DÉCADA 1831-1840

CAPÍTULO XLIV-VIII


Eduardo Pedro García Rodríguez

Viene de la página anterior.

Una de las monumentales alfombras de Felipe Machado en la plaza del Alfonso XIII, tenía como principal asunto la palabra corpus, que el gran artista dibujó como él sabe hacerlo. Centenares de personas desfilaban por la plaza para contemplar el primoroso tapiz, en el que no se sabía que admirar más, si la armonía de sus líneas y colorido, o los extraños elementos de que se valía para obtener los efectos más raros. Pues bien, un forastero que sin duda quiso pasar por muy leído, dijo a algunas personas que tenía a su lado: parece mentira que don Felipe y los que hace tantos días están viendo confeccionar la alfombra, no se hayan percatado de que le falta la C, a la palabra corpus. ¿Qué dice usted?, interrogó con asombro uno de los del grupo. Qué le falta la c, ¿no ve usted que no dice sino orpus? En efecto, la c no tenía sino más de veinte metros de largo que el ingenuo letrado no acertó a distinguir.

Ese año recibió Felipe Machado en su casa y de manos de uno de sus amigos un divertido poema sobre las alfombras de La Orotava, y que definen perfectamente lo que eran sus obras. Parte de este poema dice así:

Es don Felipe Machadoun artista sin segundo, para el Redentor del mundouna alfombra ha dibujado, pues de todo el alfombrado es la más rica y mejor por su grandeza y primor. En la plaza del rey trece está, digan si mereceplácemes ese señor. No ha utilizado las flores, si, mil cosas del país, trigo, dátiles, maíz y tierra de mil colores. Pues estos son sus primeros Nísperos y calladitos, erizos del mar, chochitos y pedazos de carosos, forman el conjunto hermoso que no lo hay más bonito. Hojas secas y papitas blancas y negras, judías con orden y simetría y de aceviño vaguitas. Otras habría muy bonitas cierto, pues las voy a ver para escribir y poner con mi mal cortada pluma la tanta belleza suma y de Dios su gran poder.Como se aprecia perfectamente, Felipe Machado utilizaba una gran variedad de productos naturales en sustitución de las flores, por lo que sus alfombras pasaron a ser conocidas como las alfombras de cereales de Felipe Machado.

A pesar de que estas alfombras producían gran admiración, también le provocaban grandes problemas, que fueron comentados en su momento por Isabelino Martín Díaz, uno de los grandes alfombristas orotavense, y que de niño llegó a ayudar junto a sus compañeros de la Academia Municipal de Dibujo al destacado artista octogenario. Isabelino decía:

Aunque soy un fiel admirador de las alfombras de flores, las de cereales de don Felipe Machado me producían gran admiración. Me parece aún verlo en la plaza del Ayuntamiento. Fui uno de sus ayudantes como tantos otros compañeros de la Academia de Dibujo. La obra de don Felipe era admirable, perfecta de líneas y color. Era el tapiz de arroz, garbanzos, judías, lentejas, maíz y no recuerdo cuantos frutos más. La comenzaba unos dos meses antes de la Octava del Corpus.

Tenía un enemigo que amenazaba destruirle la obra, alterarle las líneas, desdibujarle las figuras.

Este enemigo eran las palomas. Principalmente las que anidaban a cientos, entonces, en los campanarios y rincones de las bóvedas del templo de la Concepción. Los tableros sobre las alfombras eran el escudo protector. Otro enemigo ponía a prueba la bondad y paciencia benedicta de don Felipe, la humedad. Por ella solían germinar los granos y se imponía entonces la necesidad de reponerlos. Al fin, la constancia triunfaba contra tales obstáculos y la maravillosa alfombra irradiaba toda su belleza en la Octava del Corpus.
En 1923 se produce un acontecimiento extraordinario y que marcó el devenir de las alfombras de ese año. Por primera vez en la historia iban a ser filmadas para una película documental sobre Tenerife, las alfombras de esta Villa, y en donde iba a tener un protagonismo especial la de Felipe Machado en la plaza del Ayuntamiento. La película, rodada por el cineasta José González Rivero, causó un autentico revuelo en el municipio, dado que éste ya había informado previamente de su intención de reproducir estas alfombras para incorporarlas a un proyecto más ambicioso que divulgara la isla de Tenerife en América. La Película, titulada Revista de Asuntos tinerfeños número 4, fue estrenada en el Teatro Leal de La Laguna, el 14 de julio de ese mismo año. En 1924 y con 88 años vuelve Felipe Machado a la plaza a realizar su especial homenaje al Santísimo en forma de tapiz, y esto motiva desde la prensa de la época, el sentimiento de que ya es necesario rendirle un homenaje a quien tanto ha hecho por las alfombras y por La Orotava.

Al contemplar este año en la plaza de Alfonso XIII, la más hermosa alfombra que ha producido la fantasía de don Felipe Machado, creíamos que había llegado el momento de que La Orotava testimoniase su gratitud y su admiración al artista que en una tan dilatada como patriótica labor había enaltecido el nombre de nuestro pueblo con sus incomparables y originales tapices de la Octava del Corpus. Así lo expusimos en el número de la prensa correspondiente al 25 de junio próximo pasado. Nos cabe la satisfacción de que nuestra iniciativa fue recibida con general beneplácito y hasta con el aplauso alentador que era de esperar. Y subió de punto esta satisfacción cuando vimos que persona de la cultura de don Manuel Santos y de don Leocadio Machado se ocuparon públicamente, también en la Prensa de 1 del corriente de dar forma al homenaje al señor Machado proponiendo que se reproduzca una de sus alfombras con mosaicos de colores, en el mismo sitio donde el artista las confeccionó hace años.Para obviar estas dificultades se nos ocurre que podía hacerse en una gran vidriera de colores y colocarla en el ventanal, ampliándolo hasta donde sea necesario, que se halla en el primer tramo de la escalera central del Palacio Municipal. Dicha vidriera podría ostentar también el retrato del señor Machado y una inscripción de homenaje al artista.
Felipe Machado realizó ese año un tapiz monumental y en el que nuevamente introdujo la figura humana como elemento más significativo. Como ya hemos comentado, sus alfombras carecían muchas veces de un motivo religioso que las identificara con la festividad a celebrar, siendo la de este año un claro ejemplo de esto, dado que no posee ni un detalle religioso, y si mucho diseño candelieri extractado de la cultura renacentista, Jarrones que se entremezclan con guirnaldas y cabezas de caballos salen de farolillos chinos para venerar en la hornacina central a un hipotético drago milenario, esencia de lo canario, como valor vernáculo.

Este mismo año y por primera vez en la historia aparecen fotografías de las alfombras de flores orotavenses en la prensa tinerfeña, y más concretamente en el periódico La Prensa, de Santa Cruz de Tenerife. En 1925 vuelve a realizar un tríptico en la plaza, que logra cubrir gran parte del recinto, gracias sobre todo a las grandes dimensiones del tapiz central que con sus 22 metros de largo por 15 de ancho fue catalogada como la mayor alfombra que se había confeccionado hasta ese momento en La Orotava.
Diariamente desfilaban por la citada plaza numerosas personas para contemplar el maravilloso tapiz que iba desarrollando con su habitual maestría. Como en los años anteriores, volvió a utilizar la figura humana como elemento más destacado de un medallón en el que la simetría y la perfección de sus líneas fueron sus características fundamentales. Este año decidió colocar nuevamente una leyenda alusiva a la festividad y que no realizaba desde 1921. La gran alfombra central estaba unida a las dos laterales, formadas por sendos medallones circulares muy elaborados, por medio de unos dibujos que representaban unas caras de animal sosteniendo la palabra Orotava, y sobre ellas unos hermosos jarrones.

Don Felipe Machado, del cual no sabemos que admirar más, si su prodigiosa imaginación, siempre lozana o su resistencia para una labor tan ruda y prolongada, que requiere las energías de la juventud, ha confeccionado en esta plaza, no sólo la alfombra de mayores dimensiones construida hasta hoy entre nosotros, sino que para demostrar su capacidad en el trabajo, ha hecho dos más en los extremos de la citada plaza. Las tres primorosas alfombras, que desde hace días vienen causando la admiración de las gentes, pertenecen a ese género inimitable creado por el gran dibujante, que seguramente morirá con él sin que quede una muestra de su ingenio.

En 1926, con 90 años de edad, volvió a realizar otro tríptico en la plaza, pero esta vez con el añadido, de que un mes antes de la Octava del Corpus, tenía finalizado su tapiz central. El motivo fue una petición que le hizo el Ayuntamiento orotavense para que los miembros del Congreso Geológico Internacional que se estaba celebrando en Tenerife pudieran contemplar la famosa obra de Felipe Machado.

Para ello y a pesar de que las fiestas mayores de La Orotava de 1926 iban a celebrarse el día 10 de junio, Felipe Machado terminó el tapiz central el martes 11 de mayo, 6 días después de cumplir los 90 años de edad. Después de obsequiarles con un refrigerio, los profesores que componen la comisión del Congreso Geológico Internacional emprendieron marcha a esta villa, donde la llegada era aguardada desde bien temprano por numeroso público que les tributó un entusiasta recibimiento. Varios lugares de la villa se hallaban adornados con alfombras de flores que merecieron unánimes elogios de los ilustres huéspedes. La plaza Alfonso XIII lucía toda su parte central cubierta por los artísticos dibujos y vistosos colores de un enorme tapiz confeccionado por don Felipe Machado, el cual fue felicitadísimo por lo bello y delicado del trabajo. También llamó poderosamente la atención a los congresistas otra alfombra confeccionada en la plaza de la Constitución por don Diego Álvarez y don Benjamín Sosa la cual lucía dibujado, el sello especial del Congreso Geológico y que igualmente mereció grandes elogios. Luego visitaron el Ayuntamiento, la Hijuela y la Concepción, dando seguidamente un concierto la banda municipal dirigida por el maestro Calamita.

La alfombra de la plaza del Ayuntamiento, que puede ser considerada como una de las obras de Felipe Machado con mayor simbología religiosa, contenía en su parte central una enorme cruz, y en la inferior el escudo pontificio. Además esta obra llamó poderosamente la atención tanto por su detallismo y simetría, ejes fundamentales de toda la obra machadiana, como por la variedad y elevada cantidad de figuras animales que poseía. En este sentido dibujó, junto a su famosa y conocida águila, sendas figuras de caballos, aves y dragones, junto a dos grandes elefantes que le sirvieron además, de unión con los tapices laterales. Estas figuras de animales, muy utilizadas en sus bocetos, no tuvieron luego un gran reflejo en la obra plasmada por el artista orotavense, tanto en el suelo empedrado de la plaza del Teatro como en el enlozetado de la plaza del Ayuntamiento. El águila es uno de sus elementos más recurrido y característico y entre sus bocetos para alfombras se pueden ver algunos proyectos en los que gatos y gallinas conforman el eje fundamental de la obra.

Para los laterales recurrió nuevamente a sus medallones y en los que destacaban en uno la palabra Orotava y en el otro un nuevo rostro humano. Al año siguiente confeccionó Felipe Machado su último tríptico, y en donde destacaba en su parte central, la figura de un ángel y la leyenda: Al Corpus La Orotava 1927. Este año, y como ya había ocurrido en 1923, las alfombras fueron nuevamente filmadas para una película documental sobre Tenerife, pero con un significado añadido: iban a ser filmadas por una productora alemana para potenciar turísticamente la isla en Alemania. La alfombra de Felipe Machado, que asombró nuevamente a todos, y no sólo por su peculiar manera de combinar los colores con los más raros elementos, sino por la magnitud de su trabajo, ya que tapizó prácticamente toda la plaza, fue además plasmada en acuarela por un pintor alemán, que vino expresamente para ello, con el fin de que así se pudiese apreciar mejor y con más exactitud fuera de La Orotava, la grandiosidad de su obra. En 1928 realizó un único tapiz, utilizando para ello tanto el centro de la plaza como la parte inferior de los dos laterales. Este años realizó una obra distinta a sus habituales medallones, dibujando esta vez una alfombra en la que destacaba una balaustrada en la parte inferior y un esbelto jarrón con flores encima, ya utilizado con anterioridad en otras obras, y que contenía en su interior el célebre e histórico drago orotavense. La alfombra, que al igual que todas las anteriores recibió los mayores elogios por su brillantez y elegante estilo, tuvo en los Reyes de Bélgica Don Alberto y Doña Isabel a sus mayores admiradores, llegando la propia reina a fotografiar la obra. Los Reyes de Bélgica, de visita en Tenerife, estuvieron en La Orotava el lunes previo a la festividad de la Octava del Corpus y visitaron además de la alfombra de Felipe Machado, la Hijuela del Botánico y el consistorio villero, acompañados entre otros por el alcalde orotavense Cándido Pérez Estrada. Los reyes llegaron a la villa procedente de Aguamansa, lugar al que había mostrado mucho interés en visitar el propio monarca, y tras la visita al casco se trasladaron al Hotel Taoro en el Puerto de la Cruz.

Ese año los periodistas desplazados a La Orotava para relatar la Octava del Corpus le preguntaron a Felipe Machado como iba a ser la alfombra de su centenario, a lo que el respondió, que para entonces podrá hacer algo definitivo ya que estará en posesión de la necesaria experiencia. Pero lo que no sabía es que la del siguiente año, 1929, iba a ser su última obra, dado que fallecería meses después, haciendo buena por fin, lo que siempre solía decir de que sólo la muerte le impediría seguir confeccionado su alfombra en la plaza. En 1929 realizó por tanto su undécima y última alfombra en la plaza del Ayuntamiento, y que se convirtió nuevamente en la obra cumbre de la festividad de la Octava del Corpus. Felipe Machado volvió a utilizar en este tapiz, algunos de sus elementos que más caracterizaron su obra, como fueron al águila, el drago y la letra c, y que dada la habitual simetría de sus obras, dibujó doblemente, colocando además bajo ellas, la leyenda confeccionada en 1927, Al Corpus La Orotava.

Este año, la revista norteamericana Nacional Geographic, desplazó a la isla a dos de sus más destacados reporteros, David Fairchild, y Wilhem Tobien, para realizar un reportaje sobre Tenerife, y en el que incluyeron varias imágenes de las alfombras de flores, entre las cuales se encontraba la de Felipe Machado en la plaza del Ayuntamiento, que calificaron como digna de ser firmada y patentada por cualquier notable artista que confecciona las famosas alfombras de Oriente. Este don Felipe, el de las barbas de chivo y labios de jóvenes fluctuaciones aún entre la maraña parda, sube y baja con su figura encorvada por la ancha escalinata. Hace sol y un enorme paraguas lo preserva del calor. Con sus manos pálidas, que asoman como sarmientos de entre los pliegues amplios y negros de su abrigo, sostiene un papel. Sube. Baja de nuevo y medita sentado en un sillón. Se levanta otra vez. Con la mano izquierda sostiene el paraguas y el pliego misterioso. De la mano derecha una caña y en el extremo un yeso adherido. Traza unos signos sobre los baldosines negros y blancos. Consulta el papel, vuelve a trazar. Y por fin, encorvado como una interrogación, comienza a derrochar trazos sobre el pavimento. Del yeso surgen figuras y más figuras: cuadrados, círculos, espirales que se elevan hasta parecer esfumadas: retorcimientos de líneas en una epilepsia geométrica. Un medallón, muchos símbolos. Un tapiz. Y todo descansa en una simetría pura, serena, sobre la silenciosa plaza. Este don Felipe, este don Felipe…

Todos lo hemos visto ocupado en su labor año tras año. Y ya son muchos lo que pesan sobre él. En una ocasión que le saludábamos cuando más entusiasmado estaba haciendo la distribución de colores para su soberbio tapiz, contestó a una pregunta nuestra: Sí, sí. Indiscutiblemente será la última. Con noventa y cuatro años no se puede estar bajando y subiendo esas escaleras. Después, encorvado siempre, siguió llevando cuenta de trazos y proporciones. Y no obstante, aquella voz senil, pausada, tenía un alegre sonido de alma joven y de esperanzas óptimas.

Las alfombras de flores de La Orotava se han venido confeccionando a lo largo de la historia para honrar al Santísimo el día de la Octava del Corpus Christi siguiendo así con la tradición que comenzaron, a mediados del siglo XIX, la familia Monteverde y del Castillo. Pero con el tiempo se empezaron a realizar alfombras que nada tenían que ver con este motivo inicial, siendo Felipe Machado y Benítez de Lugo uno de los primeros que iniciaron esta nueva modalidad, y que podríamos denominar como alfombras especiales. Al principio nacieron como una simple muestra de las que luego se iban a realizar el día grande de la festividad, confeccionándose en la antigua calle de la Hoya, hoy Hermano Apolinar, justo el miércoles antes de la Octava. Pero luego, convertidas ya en una de las señas de identidad más importantes de La Orotava se transformaron, no sólo en el mejor regalo que le podía ofrecer el municipio a cualquiera de sus ilustres visitantes, sino además en el acto principal de todas sus conmemoraciones y manifestaciones principales. La primera de estas alfombras se realizó en el Puerto de la Cruz en 1893, cuando los más notables alfombristas orotavenses le confeccionaron a S.A.R. la Infanta Doña Eulalia, hija menor de Isabel II y hermana de Alfonso XII, una gran alfombra de flores, en el “parterre” del Gran Hotel Taoro, y en la que muy probablemente intervino el propio Felipe Machado, dado el prestigio del que ya gozaba por esa época. No en vano, fue solicitado por el propio gerente de la Compañía de Hoteles y Sanatorium del Valle de La Orotava, que construyó el Hotel Taoro, para que dirigiera al pintor portuense Marcos Baeza en la decoración de varios salones de dicho recinto.
Lo que si es seguro es que suya fue la segunda de estas alfombras especiales, y que se confeccionó en una de las huertas de los jardines de la marquesa viuda de la Quinta Roja, Sebastiana del Castillo y Manrique de Lara, con motivo de la Exposición de Floricultura que organizó en dicho lugar Hermann Wildpret e Ignacio Llarena en 1901. En los jardines, Sebastiana del Castillo mandó construir un monumento para perpetuar la memoria de su único hijo fallecido y recordar así las injusticias con él cometidas y para que sirviera de ejemplo en el porvenir y contribuyera a desterrar los horrores del fanatismo y la ignorancia, que según ella aún perduraban en nuestra sociedad, confeccionó uno de sus ya celebres medallones. Según la prensa de la época, Felipe Machado expuso una difícil y complicada alfombra hecha con semillas de plantas y otros objetos campestres que significaban un alegórico medallón, digna de su autor, que indudablemente, es un maestro consumado en este arte tan original. La alfombra, circular y de poco más de 7 metros de diámetro, guardaba, como toda la obra de Felipe Machado, una simetría perfecta, y estaba basada en formas geométricas. Un cuadrado central, en cuyo interior destacaban tres farolillos formando un ramo de flores, y en los que aparecían además de la fecha y lugar de la exposición, sendos figuras de animales e insectos, y que se superponía a otro cuadrado de tonos más oscuros y que tenía rematadas las puntas con semillas, hojas, y piñas de pino enteras.
Cada una de las ocho puntas de estos dos cuadrados superpuestos, que formaban una especie de estrella, estaba a su vez rodeada por otros ocho semicírculos. Alrededor de todo, una doble balda circular de corozos y una final adornado con piñas enteras de pino. Este diseño de alfombra fue nuevamente repetido por Felipe Machado pocos años después con motivo de la visita de S.M. el rey Don Alfonso XIII, quien visitó La Orotava, junto a su hermana la infanta María Teresa y su cuñado el príncipe de Baviera, el 28 de marzo de 1906. Similar diseño de cuadrado sobre cuadrado, con ocho semicírculos alrededor, pero en este caso con distintos adornos y motivo central, pero ahora aparecía el escudo de España sobre el mismo fondo blanco. Esta alfombra, como hemos dicho, realizada en la plaza del Ayuntamiento de La Orotava, es la tercera de estas alfombras especiales que se elabora en este lugar tras las realizadas en febrero y mayo de 1905 a la marina de guerra española y al ministro de Marina Eduardo Cobián. La alfombra constituyó uno de los ejes centrales de los actos organizados en La Orotava para recibir al joven monarca español, que llegó a las islas como el primer monarca reinante que visitaba este archipiélago, y lo hacía atendiendo a una creciente preocupación de la Corona por sus intereses comerciales en las regiones periféricas, tras los tristes acontecimientos de 1898 con la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Ese día, La Orotava se volcó con su rey, invadiendo plazas y calles, engalanando las fachadas de sus casas, y aclamando al joven monarca a su paso. La entrada de S.M. a La Orotava la realizó por la calle Calvario, la cual estaba alfombrada con flores y que tanto él como su comitiva no dudaron en pisar.

Las alfombras continuaron en la plaza de la Constitución, donde esperaba el Regimiento de Orotava, y por las calles de San Agustín, Tomás Zerolo e Inocencio García, hasta la entrada de la Iglesia Matriz de Nuestra Señora de la Concepción, a la cual el rey entró bajo palio que sostenían, los marqueses del Sauzal y San Andrés, el conde del Palmar, y Enrique Ascanio Estévez. Tras permanecer en el templo por espacio de unos diez minutos, la comitiva se desplazó hasta el Ayuntamiento, donde Felipe Machado había realizado su alfombra. El rey y su comitiva, al ver la obra, no quisieron pisarla, bordeándola hasta llegar a las escalinatas que dan acceso al Palacio Municipal. La gran cantidad de personas que invadían la plaza y calles contiguas, respetaron que aquella ofrenda era para su rey, y el pueblo la observaba como a una cosa sagrada. Mientras no la viera S.M. desde el balcón central y la pisara al salir, el pueblo, que no cesaba de vitorearlo, la respetaría. Tal fue la admiración que despertaron las alfombras en Alfonso XIII, y sobre todo la de Felipe Machado en la plaza, que el propio monarca quiso que le realizaran una de estas maravillas en Madrid, con motivo de su enlace matrimonial con Victoria Eugenia de Battenberg. En este sentido, el 9 de mayo de ese mismo año, el ministro de la Gobernación le envía un telegrama al Gobernador Civil de Tenerife, pidiéndole que se ponga de acuerdo con las personas que dirigieron y confeccionaron las alfombras de flores en La Orotava, para que inmediatamente preparen viaje a Madrid para hacer una alfombra en la plaza de toros con motivo de la corrida regia, prevista para el 2 de junio.

El Ayuntamiento de La Orotava, avisado de la noticia la mañana siguiente, por el propio gobernador Hernández Ledesma, convocó para esa misma noche una reunión urgente, dado que tan inesperada como honrosa comunicación telegráfica, interesa vivamente al buen nombre de este pueblo, y urge buscar los medios de satisfacer, las aspiraciones del Gobierno. En este sentido fueron llamados a dicha reunión, además de Felipe Machado y su hijo Lorenzo, alfombrista como él y profesor de dibujo lineal en el Colegio Taoro, 28 personas más, entre las que se encontraban, a parte de los presidentes del Casino y del Liceo y de las sociedades constructora y eléctrica, los más destacados alfombristas del momento, como Luís Monteverde y del Castillo, Ismael Xuárez de la Guardia, Guzmán Codesido Varela, Agustín y José Monteverde y Lugo, Francisco Álvarez González, Modesto Cruz Ledesma, Jesús María Perdigón, Diego Álvarez Casanova, Tomás Llarena, Nicolás Tolosa, Francisco Álvarez Farrais, Pedro Mora Morales, Tomás Reyes Barreda, Domingo Cruz, Casiano García Feo, José Cruz Ledesma, David y Urbano González, y Juan y Luís Benítez de Lugo. En esta reunión se decidió formar una comisión de alfombristas que organizara el viaje y diseñara la alfombra a realizar. Ese mismo día 10 de mayo de 1906, el propio rey Alfonso XIII, por Real Decreto expedido por el ministro de la Gobernación, Álvaro Figueroa, concedía al Ayuntamiento de La Orotava el tratamiento de Excelencia, queriendo de ese modo, dar una prueba de mi real aprecio a la Villa de La Orotava, provincia de Canarias, por su importancia histórica, así como su constante adhesión a la Monarquía Constitucional. En un principio se decidió que fueran siete las personas que conformaran la comisión para viajar a Madrid, aunque con posterioridad y tras realizar varias gestiones se consiguió la posibilidad de aumentar esa cifra hasta trece. El primer grupo, encabezada por Lorenzo Machado y Benítez de Lugo, el mayor de todos ellos, lo integraban, Guzmán Codesido Varela, los hermanos Agustín y José Monteverde y Lugo, José Cáceres Sánchez, Jesús María Perdigón y Manuel Morales González, que partieron hacia Cádiz, vía Las Palmas, la noche del 16 de mayo. Al final se decidió que el segundo grupo se quedara sin salir, dado que el mismo ministro no lo consideraba necesario, confirmando esta noticia Lorenzo Machado desde Madrid en telegrama mandado al alcalde orotavense, el día 24 de mayo. La comisión de hijos de La Orotava que ha llegado a Madrid con objeto de confeccionar la alfombra de flores en los festejos reales, lleva dos proyectos que por su originalidad y belleza delatan el hábil lápiz del distinguido señor Felipe Machado Y Benítez de Lugo. Es el uno, un caprichoso mosaico estrellado de tan difícil concepción como exquisito gusto y que une a la ventaja de ser apreciado desde cualquier punto que se mire, la de llenar completamente el terreno sobre el cual se haga. Ejecutado con tonos vivos ha de ser una nota de color preciosa. El otro es una composición artística de un mérito extraordinario, dibujado con una corrección de líneas poco vulgar.

Sobre un montante sostenido por dos columnas, mosaicos de esbeltez delicada, una gran águila explayada deja pender de su encorvado pico dos cadenas que terminan en sendos medallones cuyos anversos contienen un castillo y un león. En el sustentáculo de las dos columnas, dos dragones pasantes enlazan artísticamente sus larguísimas colas, terminando el dibujo con graciosas curvas que dejan caer de sus partes cóncavas, variadas flores. El remate superior es un conjunto armónico de atrevidas y elegantes líneas, trazadas con maestría, habilidad y soltura. Una dedicatoria rodea la composición quedando el todo cerrado con dos grandes anillos de preciosa greas. La comisión orotavense se decidió, nada más llegar a la capital de España, por el segundo de los bocetos, informando además que la obra iba a cubrir una superficie de 1.600 metros cuadrados. Esta alfombra, con pequeñas modificaciones ya había sido confeccionada por Felipe Machado en la plaza del Teatro, posiblemente en 1894, por lo que parece lógico pensar, que debido a la falta de tiempo y a la premura del viaje, no se pudo preparar una obra inédita para tan memorable ocasión. Aún así, esta no ha sido la primera vez en la historia de las alfombras de La Orotava que ha ocurrido un hecho similar, dado que en 1973, ocurrió lo mismo, elaborándose para la visita de los entonces Príncipes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, una alfombra confeccionada en 1958, en uno de los laterales de la plaza del Ayuntamiento.

El sábado 2 de junio, y como estaba ya preparado, comenzaron los alfombristas a realizar la alfombra, que el público no se cansaba de admirar, y que ocupaba casi toda la superficie del ruedo, exceptuando un par de metros que la separaban de la barrera. Pero cuando ya esta terminada y momentos antes de la llegada de los reyes, una violenta racha de viento levantó la alfombra provocando el disgusto en la comisión de alfombristas por este improvisado percance y que se unía a las grandes dificultades con las que se habían encontrado para realizar la alfombra, como la escasez y poca calidad de las flores y el pálido colorido del brezo. Pero a pesar de esto, el ministro de la Gobernación, que había visto por la mañana la alfombra de flores, felicitó a los alfombristas orotavense manifestando que estaba satisfecho por el trabajo realizado y que aunque hubiera costado el doble no se arrepentiría de volver a llamarlos porque había despertado la admiración entre los españoles. Lastima que obra tan bellísima haya desaparecido en unos cuantos minutos. La comisión regresó a Tenerife el sábado 9 de junio, procedente de Cádiz en el vapor Alfonso XIII. Dicha alfombra fue confeccionada nuevamente en las fiestas de la Octava del Corpus de La Orotava, por Lorenzo Machado y Benítez de Lugo, Guzmán Codesido Varela y el joven capitán de infantería Anatolio de Fuentes, en la plaza del Teatro, frente a la casa de la familia Machado y propiedad en esos momentos del sobrino de Felipe Machado, Eugenio Machado. En junio de 1910 La Orotava se preparó nuevamente para recibir la visita de un nuevo miembro de la familia real española, la infanta Isabel de Borbón, que llagaba a la isla, a bordo del buque Alfonso XII, haciendo escala de su viaje de regreso de Buenos Aires, en donde había estado representando a España, con motivo de la celebración del Centenario de la Independencia de la República Argentina. Nuevamente los orotavenses programaron como unos de sus actos más importantes, la confección de una alfombra de flores en la plaza del Ayuntamiento, por entonces llamada de Alfonso XIII, y que se encargó de realizar el propio Felipe Machado. La infanta, conocida popularmente como “la chata”, llegó a La Orotava el 18 de junio de 1910, en compañía del resto de la delegación española, que estaba integrada, entre otras personalidades, por la condesa viuda de Nájera, el marqués de Gerona, el conde de Pozo Ancho del Rey, el embajador Juan Pérez Caballero y el pintor González Bilbao. La comitiva, que fue recibida por las autoridades civiles, militares, judiciales y eclesiásticas de la localidad, así como por el Regimiento de Orotava y por una representación de los centros oficiales y sociales de la villa, se dirigió primeramente a la iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, para luego continuar la visita en el Ayuntamiento, en cuya plaza se había confeccionado la alfombra, en nombre de todos los villeros. La infanta manifestó que no tenía palabras con que ensalzar la grandiosidad de lo que veía, mandándole a los pocos días, una foto suya dedicada, al propio artista orotavense. La histórica visita finalizó con una velada en la Hijuela del Jardín Botánico, a la que asistieron todas las autoridades de La Orotava y del Puerto de la Cruz, y tras la cual la comitiva partió hacia Santa Cruz, para esa misma noche zarpar hacia Las Palmas de Gran Canaria. (José Rodríguez Maza, 2009)

1836 Agosto 7.
También en Santa Cruz hubo en aquel año sus conatos de motín. El 7 de agosto había llegado a Las Palmas el bergantín La Fe, con periódicos de Cádiz anunciando el incremento que había tomado la revolución con objeto de que la reina gobernadora proclamase como código fundamental la Constitución de 1812. Esta noticia, llegada el 9 a Santa Cruz, produjo gran sensación entre los liberales, consiguiendo éstos que el pueblo se lanzara a las calles y pidiera su unión a las provincias sublevadas. No habiendo aún llegado el general marqués de la Concordia, mandaba la provincia el se- gundo cabo don Antonio Moreno, y para resolver aquel conflicto convocó, de acuerdo con el jefe político don Mariano Cárdenes, la diputación provincial a fin de acordar lo que en tal caso fuera conveniente. Los liberales vitoreaban, entretanto, por calles y plazas el código de 1812 y colocaban en triunfo la lápida constitucional en la plaza, pidiendo la destitución del jefe político, la distribución de fusiles entre los patriotas y la creación de una junta provisional de gobierno que se inspirase en los principios de la revolución. El general Moreno accedió a estas pretensiones y fue nombrado presidente de la junta que principió a funcionar, arrastrando las consecuencias de un fracaso. Acor-
dóse desde luego proclamar la Constitución de Cádiz y, el 21 de agosto, tuvo lugar la ceremonia en medio de grandes regocijos, músicas y cohetes.

Nombróse de jefe político interino a don Domingo Mora y se tomaron algunos acuerdos relativos a la marcha general de la política en estas islas.

La anarquía, no obstante, se había apoderado del pueblo de Santa Cruz, dividido en dos bandos, uno de liberales conservadores y otro de liberales exaltados. Disputábanse, pues, el mando de la provincia, apoyados unos y otros en la milicia urbana.

La primera, segunda y cuarta compañías, que eran de los moderados, constituyéndose en armas se dirigieron a la junta exigiendo la expulsión del intendente, auditor de guerra y secretario del ayuntamiento, como fautores del motín y promovedores de todas las asonadas que desde el 9 de agosto se reproducían en Santa Cruz con escándalo de todos
los buenos patricios conservadores. La junta accedió sumisa a todo lo solicitado y al día siguiente fueron embarcados en un buque catalán que salía para Cádiz el intendente Ezquiaga y el auditor Mendiolagoitia, no pudiendo ser habido el secretario Grandy.

-El 25 llegó al fin el místico Buen Mozo con la correspondencia de España y a su bordo el general virrey marqués de la Concordia, don Manuel Pereira y Soto Sánchez, que traía el famoso decreto de La Granja restableciendo la Constitución de 1812, con lo cual se normalizó la situación revolucionaria de Santa Cruz. Temióse en aquellos momentos que el general no aceptara los acuerdos de la junta, pero teniendo tal vez en cuenta lo extraordinario de las circunstancias y obrando con acertada prudencia, el marqués no sólo aprobó aquellas disposiciones sino las demás que entonces se habían dictado y, tomando inmediatamente posesión del mando militar y civil de la “provincia,” dejó al criterio de la regencia el castigo o perdón de los anarquistas. Concluida su transitoria misión la junta se disolvió por sí misma, entrando a gobernar los funcionarios nombrados por el ministerio español.

Mientras esto sucedía en Santa Cruz, no estaban ociosos en Las Palmas. La ocasión era propicia para sacudir el yugo de Tenerife que, cada día, se presentaba más odioso y perjudicial. Preparado, pues, el alzamiento, se reunió el pueblo a toque de campana en las primeras horas de la noche del 21 de agosto (1837) y, a los gritos de  ¡Viva Isabel II! y ¡Viva la Constitución!, se unían casi con mayor entusiasmo los de Independencia de Santa Cruz y Separación de Tenerife. Pedían los amotinados la reunión del ayuntamiento y, en efecto, se convocó a los alcaldes y regidores, de los cuales unos acu-
dieron y otros se ocultaron temiendo las consecuencias del motín, y reunidos en medio de la tumultuosa actitud del pueblo se acordó, para ganar tiempo, llamar a todos los pueblos de la isla a cabildo general a fin de que esta asamblea resolviera lo más conveniente. Acertado fue el acuerdo porque la Audiencia, foco entonces de todos los elementos reaccionarios, y el alcalde mayor don José del Aguila, instruyeron proceso criminal en averiguación de los autores de aquel movimiento sedicioso, disposición que no dio resultado alguno porque los testigos se mantuvieron en una prudente negativa.

También en Santa Cruz de La Palma hubo su pequeña revolución local, provocada por el grupo de liberales; pero la llegada del marqués de la Concordia resolvió favorablemente el conflicto, proclamándose la Constitución a pesar de la rabia impotente del bando realista. (A. Millares. t.4, 1977)

1837. La Comandancia de Ingenieros del ejercito español deseca los terrenos pantanosos de Eguerew (La Laguna) Chinech (Tenerife).

1837. La isla de la Gomera cuenta con 11.657 habitantes.

            1837. El municipio de la Villa de Mazo en Benahuare (La Palma) vería mermado su territorio al producirse la segregación de Fuencaliente. En junio de 1823 el Ayuntamiento había acordado instruir expediente para la creación de la parroquia del citado pago, que terminaría convirtiéndose en el embrión del nuevo municipio. El distrito parroquial de Fuencaliente no se crearía hasta julio de 1832. Años después, en agosto de 1836, se daba curso al informe que sobre la segregación del sur se solicitaba desde el Gobierno Civil español desde Chinech (Tenerife). Se consideraron juntas las reivindicaciones de los fuencalenteros que alegaban a su favor, entre otras razones, la gran distancia que les separaba de mazo, la carencia de servicios públicos propios y la existencia de suficiente patrimonio como para desarrollar su autonomía. Los límites del nuevo territorio municipal, surgido en 1837, se hicieron coincidir con los de la jurisdicción parroquial formada cuatro años antes. Pese a todo Fuencaliente intentaría, sin éxito, la reunificación en 1852 y 1853 y todavía en 1868 la cuestión se seguiría planteando, pero la vida en común de ambos pueblos era ya a todas las luces imposible.

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