domingo, 26 de enero de 2014

EL NUEVA UNION





Carta náutica de Arlett, 1834. La “Baja de Gando” aparece con el nombre “Piedra a flor de agua” (Foto cedida por el autor del artículo)
Ilustra nuestro último relato sobre los naufragios provocados por la “Baja de Gando” el mapa batimétrico de Arlett de 1834, donde se refleja fielmente la existencia del celebérrimo escollo marino al que da el curioso nombre de “piedra a flor de agua” y que fue nuestra introducción al primer relato sobre el accidente del Senegal en 1880.
Esta caprichosa “piedra”, rodeada en su contorno en el fondo marino por innumerables restos de barcos siniestrados ha sido protagonista durante noventa y cuatro años de multitud de accidentes que una vez seleccionados, durante dieciséis semanas hemos relatado a modo de capítulos de misterio y aventuras pero siempre fieles a las fuentes documentales que durante toda una vida hemos ido recopilando y que esperamos haya tenido una aceptable acogida por el público lector.
Durante cuatro meses navegamos con mar bonancible por la páginas de “Telde actualidad” sin que ninguna “Baja” se haya interpuesto en esta singladura literaria que hoy toca a su fin llegando a buen puerto.
Como epílogo a estas historias y en la que hoy nos toca, al tratarse de un hecho relativamente reciente, hemos contado no solo con la consulta de fuentes documentales escritas, sino con el testimonio oral de una persona que estuvo presente en las operaciones que se llevaron a cabo para el reflotamiento del buque hundido que habiendo bajado con su equipo de buceo al lugar donde se encontraba el pecio contempló de cerca el trabajo de los buzos, y que de forma apasionada por el cariño que siente por las cosas del mar nos contó en entrevista personal su experiencia. Se trata de D. Manuel Fernández Sarmiento cuyo testimonio es parte de lo que hoy narramos.
El Nueva Unión
El pesquero Nueva Unión había sido construido en el año 1967 en los astilleros “Arriola Hermanos”, de Ondárroa, para la Cooperativa “Productos Pesqueros Pablo VI”. Las principales características del pesquero perdido eran las siguientes: tonelaje bruto, 119; neto, 43; eslora, 23,50 metros; manga, 6,72; y puntal, 3,25. Sus máquinas de gasoil tenían una potencia de 400 caballos, que le permitían una velocidad de servicio de 10,2 nudos.
El accidente
El motopesquero español Nueva Unión en compañía del también motopesquero llamado Reina de la misma matrícula regresaban al puerto procedentes de la pesca en el Banco Sahariano, navegando ambos en pareja. Sobre las 9.30 de la noche del 4 de Noviembre de 1974, el Nueva Unión embistió de proa contra la “baja de Gando”, quedando empotrado entre sus rompientes. La famosa “baja de Gando” cobraba una víctima más que añadir a los muchos barcos que se habían perdido en ese peligroso lugar del litoral sur de la Isla en las costas teldenses.
Todos los tripulantes fueron recogidos por el Reina, que sobre la medianoche arribó al puerto de La Luz procediendo al desembarco de los náufragos. Poco después del encontronazo el pesquero se hundía encontrando su tumba a una profundidad de 27 metros.
Esa misma noche partió para el lugar del accidente la corbeta Nautilus de la Armada española, y un helicóptero del S. A. R. de la Base Aérea de Gando. A primeras horas de la mañana del día siguiente un grupo de tripulantes a bordo del Reina acudieron al lugar del siniestro, pero ya el Nueva Unión se había hundido totalmente.
Inútil salvamento
El pecio fue adquirido por la empresa de recuperación de barcos hundidos “Rescate S.L.”. El trabajo de rescate se realizó con enormes hidrolines. Cuando se efectuaron los trabajos las redes salían del barco y llegaban a la superficie, las cañas de bambú utilizadas para la pesca del atún amarradas con cordeles al barco hundido flotaban verticalmente a media agua en un extraño espectáculo marino, todo ello en un mar azotado por fuertes corrientes.
Un buzo se encargó de sacar los atunes que llevaba en su cámara, que inflados por la descomposición hacían un veloz viaje a la superficie, saltando dos o tres metros al aire.
El fuerte hedor del pescado en descomposición se apreciaba en el ambiente.
Con la fuerza ejercida por los potentes hidrolines el pesquero salió a la superficie al tiempo que los buceadores que se encontraban en el barco de rescate saltaron con sus equipos para insuflar aire a los hidrolines intentando conseguir que el barco se mantuviera a flote, pero no hubo suerte y el buque se hundió nuevamente. Dos veces más se intentó el reflotamiento con resultado fallido, si bien fue arrastrado más cerca de la bahía donde fue desguazado bajo el mar.
Como anécdota tenemos que indicar que cuando se encontraba a 27 metros de profundidad uno de los submarinistas que trabajaba en las tareas de reflotamiento sufrió una avería en su escafandra teniendo que subir a la superficie a pulmón libre. La tristemente famosa baja de Gando volvía a estar de actualidad.
Casi un siglo había transcurrido desde que el Senegal tuvo la desgracia de encontrarse con la Baja y a pesar de todos los adelantos modernos en la navegación, de forma inexorable la “roca” continuaba con su tarea.
A modo de conclusión
Con este relato finalizamos esta serie sobre naufragios en la costa de Telde donde el auténtico protagonista ha sido la “baja de Gando”, un capricho de la naturaleza que ha dado lugar a estos acontecimientos que hoy ocupan un lugar preponderante en la historia marítima de las islas. (Rafael Sánchez Valerón, 2010)



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