domingo, 13 de abril de 2014

CRIMENES DE LESA HUMANIDAD COMETIDOS EN CANARIAS










CAPITULO XV


Chaurero n Eguerew

INVASIÓN, SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH (TENERIFE) IX


Los Once Menceyes de Chinech (Tenerife) en los años de la invasión española.

Breve introducción

Como queda dicho en el capitulo anterior, algunos autores niegan el regreso a Chinech de los régulo guanches forzados por el mercenario Alonso de Lugo a trasladarse a Castilla para ser presentados como sometidos trofeos de guerra a los reyes católicos. Por lo visto estos autores se limitan a hacerse eco de otros que escribieron sus crónicas en tiempos pretéritos aceptando como un hecho incuestionable determinados postulados historiográficos sin molestarse en indagar en las publicaciones más recientes documentadas por prestigiosos investigadores mediante el estudio de los archivos eclesiásticos y notariales principalmente. Lo lamentable de la situación es que muchos de estos autores son personajes de cierta relevancia en los estamentos intelectuales del archipiélago e incluso algunos de ellos pertenecientes a círculos de las universidades españolas en Canarias, extranjeros españoles que no se resisten a la tentación de jugar a historiadores, quizás por encontrase en una colonia donde los antiguos hispanos “se cubrieron de gloria” masacrando pueblos y esclavizando a miles hombres mujeres y niños. Estos académicos y sus correligionarios canarios criollos de servicio, actúan al unísono consiente o inconscientemente actúan como instrumentos desinformadores sosteniendo por repetición las falacias históricas urdidas por sus predecesores, quizás con el animo de crear confusión en una  sociedad sometida.

Por otra parte, no deja de ser significativo el hecho de  que el colonialismo rinda homenaje o mejor dicho, exhiba como trofeos en la Plaza de Candelaria y otros lugares de la isla las estatuas de nueve de los once menceyes que fueron actores durante  la invasión. Por lo visto sólo conviene resaltar las figuras de los menceyes que fueron sometidos por el colonialismo, unos mediante pactos denominados de paces, el de Anaga (al principio de la invasión) Beneharo, el Güímar, Añaterve, el de Abona o Achbuna Atxoña, y el de Adeje Pelinor.

Los confederados para repeler la invasión castellana fueron: Bencomo de Taoro, Acaimo de Tacoronte, Tegueste II, de Tegueste, Pelicar de Icod y Romen de Daute, los cuales según la historia oficial fueron los sometidos y no precisamente por las armas castellanas y si por la guerra bacteriológica. Estos nombres suelen ser citados con diferentes grafías. 



Existe un empeño claro por parte del sistema colonial en soslayar, ningunear o ignorar a los dos últimos menceyes de la isla, quizás porque no pudieron ser doblegados ni esclavizados, estos fueron Bentor de Taoro quien prefirió el suicidio ritual antes que entregarse a los invasores y, Ichasagua mencey electo de toda la isla quien también optó por el suicidio ritual antes que la rendición.

Además existieron dos personajes especialmente significados: Chimenchia-Tinguaro achimencey de Acentejo y gran héroe nacional que se distinguió especialmente en La Batalla de Acentejo y el jefe del cantón de Aguacada (Punta del Hidalgo) Zebensui.

Otro aspecto de la puesta en escena por parte del colonialismo de las figuras de nuestros ancestros consiste en presentárnoslos vestidos con unos harapos de pieles con la clara intención de fijar en nuestra mente una imagen del salvaje vestido de taparrabos, ignorando las reseñas que sobre la vestimenta de nuestros antepasados nos han trasmitido los primeros cronista. De ellos vamos a seleccionar dos, el militi y cronista A. Cedeño y el frayle Abreu Galindo: ”Las pieles adobaban a modo de gamuzas de que hacían su vestido. El primero y más pulido una tuniceta con medias mangas cerradas hasta la sangradera y por bajo de la cintura, era en hombres y mujeres principales. En las mujeres ponían encima como enaguas de faldellón otro atado a la cintura y después otra ropa que las cubría todas como casacón o sobretodo. En los hombres eran tres, el primero del modo que dijimos a modo de justa cor[...roto] la rodilla el último pieles más gruesas y largo hasta los pies… Los nobles tenían cabellos largos, mayormente en lo alto de la cabeza le dejaban bien crecidos, y alrededor lo quitaban. La barba era larga y el bigote sobre la boca era quito.” (Antonio Sedeño)
”El vestido de los canarios eran unos toneletes hechos de juncos majados muy juntos al cuerpo y tejidos que llegaban a la rodilla; y ceñíanlo por la cintura, y después se echaban encima unos pellejos cosidos muy primamente, que llamaban tamarco, en verano el pelo afuera, y en invierno adentro, muy galanos y pulidos; y en las cabezas, tocados de pellejos de cabritos, que desollaban enteros, y las garras caían por las orejas, amarrados al pescuezo; y algunos traían unos como sombreros con plumas en ellos; y los tamarcos y toneletes y los demás vestidos eran pintados de diversas colores de tintas, que hacían de flores y erbas. Y del mismo hábito usaban las mujeres de pellejos como refajos altos del suelo. Criaban cabello y cojíanlo atrás, como trenzados con juncos majados. Hacía las costuras de los tamarcos y cueros, con tanto primor y delicadeza, que no hubiera persona que su vista no engañara, para afirmar que se hicieron con agujas muy delgadas y hilo preciado portugués, y los repulgos de muy pulidas labraderas. Traían calzados unos pedazos de cuero de cabras, atados con correas del mismo cuero crudo”. (Fr. J. de Abreu Galindo)
A punto de finalizar la primera década de este siglo XXI los colonizadores ideológicos-intelectuales continúan matando –literariamente- desde hace 514 años a nuestros ancestros guanches, sin que hayan conseguido extinguirnos a pesar de sus manifiestos deseos expuestos mediante sus publicaciones y poderosos medios de comunicación dirigidos a este fin durante centurias. Tal como afirmó un político español Canarias sería un país maravilloso, si no existieran los canarios…
Estos círculos intelectuales y académicos dependentistas se niegan a asumir la realidad sociopolítica y económica de que somos un Pueblo negado y desposeído. Un País que permanece sojuzgado, colonizado y ocupado militarmente desde hace casi seiscientos años, que  mantiene secuestrada nuestra Soberanía Nacional, para el expolio de nuestra tierra, la apropiación de sus recursos y la explotación de su fuerza de trabajo.

Cuando los europeos llegaron al archipiélago, traían en su haber centurias de años de relaciones de explotación, de invasiones, de torturas, de masacres, de esclavizaciones, de irrespeto por la vida y el prójimo. Cobijados bajo la religión cristiana jamás cuestionaron nada de estas atrocidades, sino que, por el contrario, las apoyaban “en el nombre de Dios”.

Todos los imperios a lo largo de la historia han sabido de la importancia que tiene para sus planes colonizadores la destrucción de la cultura de los pueblos sometidos. La experiencia les demostró que una cosa es la conquista y otra la colonización. Para conquistar sólo es necesaria la fuerza, colonizar exige un clima de convivencia con el pueblo colonizado, sólo alcanzable cuando el choque de culturas desaparece para dar paso al establecimiento de la nueva cultura, la del colonizador.
No en vano, la colonización y evangelización de Canarias fueron siempre de la mano. Junto a la ocupación de las tierras conquistadas se hacia presente, -los dos poderes- la destrucción de la cultura guanche y su sustitución por la cultura castellana. La cruz y la espada actuaron al unísono. Detrás de la cruz siempre estuvo y continua estando la espada, incluso en la inmensa mayoría de los casos esta actuaba como segura “evangelizadora” cuando la compleja trama de la alienación espiritual y mental no daba adecuados resultados.
Los rasgos característicos de todo sistema colonial son la explotación económica del territorio colonizado, la dependencia política, el establecimiento de barreras sociales entre administradores y población autóctona, una determinada forma de dominio, la elaboración de un sistema ideológico de justificación de la situación impuesta y, finalmente, el desarrollo de actitudes psicológicas específicas en colonizadores y colonizados. Esta mentalidad colonial refiere a sensaciones institucionalizadas o sistemática de la supuesta inferioridad del colonizado dentro de la  sociedad a que ha sido sujetado por el colonialismo, acaba asumiendo la cultura o  las doctrinas de los colonizadores como supuestamente más dignas o superiores, la de los extranjeros que la había subyugado previamente. 
Debemos precisar que las nuevas formas de dominio colonial ha sido concebidas, en sus aspectos teóricos-prácticos, como una guerra de conquista (también diseñada como antídoto contra la guerra de liberación), por estrategas y expertos en comunicación estratégica del campo imperial-capitalista de la era trasnacional, no se planifican para matar, sino en nuestro caso, para continuar manteniendo bajo su dominio un objetivo geo-estratégico y económico siguiendo la motivación imperialista central de controlar para dominar, y su concepto de aplicación va desde territorios hasta sociedades y hombres.

El dominio Psicológico, del colonizado, en la actualidad nace en un particular estadio del capitalismo e imperialismo caracterizado por una revolución en el campo de las ciencias sociales y de la comunicación estratégica.

Dicha revolución se complementa con otra revolución en el campo de la tecnología de las comunicaciones y de la informática, creando las bases para una comunicación estratégica globalizada basada en principios científicos.
 
Los nuevos gerentes de enclave en el mundo dependiente (los políticos modernos dependientes) sustituyen cada vez más la represión y el control por medios policiales, por la represión y el control por medio de operaciones mediáticas con aplicación de consignas de “criminalización” del movimiento independentista. La mente del colonizado es controlada por expertos en operaciones psicológicas.

Expuesto lo anterior vamos a exponer  de la manera más concisa posible la presencia en la isla Chinech después de dada por finalizada por los mercenarios la invasión de la isla, de algunos de aquellos menceyes guanches que los mencionados autores dan por desaparecidos en los reinos de la península ibérica que con el transcurso del tiempo conformarían la actual España.

Recordemos los campamentos de los invasores y el de los tabores guanches situados en los actuales realejo, las tropas de ambos bandos estuvieron inactivas durante varios días sin que se decidieran a acometerse, los castellanos por conocer la acometividad de los tabores guanches y estos porque estaban diezmados y enfermos por efecto de la guerra biológica. Es presumible que en este periodo de tiempo se mantuviesen conversaciones de acercamiento entre invasores y resistentes, es de suponer que Alonso de Lugo hiciera las ofertas habituales es decir, el respeto de la vida y haciendas de los menceyes y nobles de los menceyatos de la liga, a cambio de asumir estos la jefatura política y territorial de los reyes católicos y la religión católica, con ello los invasores conseguían la sujuzgación de la isla fin primordial perseguido por los invasores y sin pérdida de vidas castellanas y los menceyes y nobles conservaban sus privilegios de casta, creo que estos aspectos fueron los recogidos en el denominado pacto de Los Realejos, mediante el cual los menceyes cedieron antes las circunstancias adversas pero que no rindieron como apuntan algunos autores interesados, pues si no hubo batalla, no hubieron vencedores ni vencidos.

Por otra parte, los afanes depredatorios y esclavistas de Alonso de Lugo y su plana mayor quedarían sastifechos con la caza y captura del amplio sector de la población guanche que no aceptó el convenio suscrito entre los nobles y los invasores, los conocidos como los alzados, quienes mantuvieron frente al invasor una guerra de guerrilla durante cincuenta años.

En cuanto a la situación digamos jurídica de los menceyes y de algunos notables tanto de los menceyatos resistentes como de los conocidos como de paces, el investigador Leopoldo de la Rosa nos ofrece una documentada visión de la misma:

“Con  arreglo  al Derecho  Común,  vigente  en  la Castilla  bajomedieval  y  de  comienzos  de  la Modernidad,  el  cristiano podía  hacer  cautivo  y  esclavo  al infiel  que aquél  conquistaba.  Sin  embargo,  por  voluntad reiterada de los Reyes Católicos,  influidos, especialmente  doña Isabel,  por  la  doctrina  de  una  minoría  destacada  de  teólogos,  “…estos reyes  de  los bandos  de guerra  debieron quedar  jurídicamente  libres,  lo  que  era  compatible  con  la  sumisión  a  potestad  señorial.  Se  era libre  si  se era  cristiano,  pero  era hombre  de  señorío.  La  condición del  hombre  de  señorío  fue  variable,  de  hecho:  dependía  de  la  dureza  del  señor,  de  la  posibilidad  de  control  de  la misma  por  parte de  la  administración  regia,  como  ocurrió  con  este  don  Enrique;  de la persistencia  y  seriedad  con  que  la  autoridad  eclesiástica  ejerciera su misión  tuitiva.  Las  leyes nada  decían, pero  en  la  práctica  esa presunta  libertad  podía  confundirse  con  la  virtual  servidumbre  y así pudo  ocurrir  con  algunos de estos menceyes  y  así ocurrió  con  el de  Icod,  hasta  la  intervención  del  procurador  de  los  pobres  de  la  Corte.

A  diferencia  de  los  reyes  de  los  bandos  de  guerra,  los  de  los bandos  de  las  paces  debieron  quedar  en  la  situación, de  libres,  sin limitaciones,  ni  entrega  a  un  señor,  pero,  de hecho,  la  de  cada  uno debió  ser distinta…”  (Leopoldo de la Rosa Olivera, 1979: 176)

Por otra parte, el aprecio de la Monarquía Guanche y su descendencia ha continuado a lo largo del tiempo. En nuestros días los estatutos de la Lengua de España de la Orden de Malta incluyen, como acto positivo de Nobleza, con respecto a las Islas Canarias, la descendencia directa de los Monarcas Guanches, circunstancia que también figura, como tal prueba de Nobleza, en el proyecto de Estatuto Nobiliario redactado por la Comisión Oficial de Heráldica creada por Real Orden de la Presidencia del Consejo de Ministros de 3 de julio de 1927; y si bien esta prueba es poco probable que pueda ofrecerse en la práctica, su formulación explícita en ambos casos ratifica la estimación nobiliaria que desde antiguo gozaron los Reyes canarios. (Las Raíces de un Linaje)
Juan (o Ibone) de Armas. Hijo del anterior. Capitán invasor de Tenerife. Síndico personero (representante de los vecinos) del Cabildo colonial de Tenerife, de 1518 a 1523. Padre de otro Juan de Armas, existe información de su genealogía hecha en La Laguna (Tenerife) en 1505, ante el escribano Anton Vallejo. Otorgó testamento en 1532.
La nacionalidad guanche no fue obstáculo para el encumbramiento por parte del colonialismo de sus descendientes. El Frayle Alonso de Espinosa, en el libro primero, capítulo décimo, de su Historia de Nuestra Señora de Candelaria, al hablar “De los insignes varones que desta gente han descendido”, “varones que no solo con la toga, no solo con el bonete, más también con la espada han demostrado su valor y la virtud de sus antepasados”, manifiesta: “Y, conocida su limpieza, la Santa Inquisición los admite a sus consultas y secretos, y con oficios honrosos los decora, y las catedrales iglesias se honran en regirse y gobernarse por ellos, y que en sus púlpitos y cátedras se suban y enseñen”. (Espinosa, [1594] 1980: 46)

ATGUAXOÑA O ATXOÑA.

Gobernaba el Menceyato de Abona o Achbuna[1] uno de los cuatro denominados de paces, podemos decir que durante la invasión mantuvo una postura de neutralidad pues al contrario que Añaterve de Güímar, nunca se implicó directamente con los invasores.
Atguaxoña. m. Tf. ant. desus. Antr. Nombre del primer mencey de Abona. Expr. t. Aguassona, Aguaxona, Atquaxona.
atwahoñ < *at aw-Aǝhuni, patronímico m. sing. “he aquí el hijo de Adxoña”. N. B. La etimología del nombre indica que fue éste el sucesor de Adxoña y no a la inversa.
*hata > at, part. presentativa (mostrativo) de [(H)·T] ‘he aquí’.
*ā-wihih > aw(i) > agg > ag, part. de filiación m. sing. de [G/W] ‘hijo de, de la familia de, el de, uno de'. *a-ǝhuni > ahoñ, n. ag. m. sing. “hombre muy fuerte u orgulloso”.
*an-terb, adj. vb. m. sing. de [T·R·B] ‘hombre rápido, ligero, ágil’. (Dr. Ignacio Reyes García, 2004)

Mencey de Abona, bautizado como Gaspar Hernández. Casado en primeras nupcias con la princesa Dácil (Mencía Bencomo), hija de Kebehi Benchomo, y en segundas con Catalina Francisca Zapata, sus descendientes fueron; Catalina Bencomo, conocida como Catalina Izquierdo, quien casa con Fernán García Izquierdo del Castillo, y su descendencia queda hecha en los Tahodio; Juan Gaspar Hernández, contrajo primeras nupcias con María Díaz Bencomo, hija de Andrés de Llerena (el primero), y María de Lugo, la que testó en la Orotava ante Ruiz García de Estrada a 4 de octubre de 1540, dejando por heredera a su única hija   Juana Díaz, y en segundas con María Benítez; María Gaspar, desposada con Pedro Delgado, “el viejo” (guanche) y fueron apadrinados por los Canarii de este apellido; Elvira Hernández, quien casa con Juan Romano, (guanche) éste testa en La Laguna ante Juan del Castillo en 1530 y dejó descendencia; Catalina Gaspar, casó la primera ves con Alonso González en 1518, y posteriormente con Rodrigo Pérez, hijo de Pedro Magdalena y de Juana Rodríguez, y nieto del Mencey don Diego de Adeje, ambos maridos fueron de los guanches más principales de las vandas del sur.

De su matrimonio con Alonso González tuvo a Francisco quien casó con María Rodríguez en 1568, Hija de Rodrigo Hernández, natural. Otorgó testamento ante Sancho de Urtarte el 8 de julio de 1574, y a  Juan,  Salvador, Marcos, Gaspar y Antón González. (E.P.G.R.)
Otro hijo de Adxoña y de Catalina Zapata fue Pedro de Abona que al igual que su hermana doña Constanza era menor de edad al morir su padre el mencey de Abona. Su tutela la asumió Antón de los Olivos, y como tal hijo del rey de Abona figura en un contrato de arrendamiento celebrado por su tutor en el año 1507. (Nelson Díaz, 2002)

“El 11 de mayo de 1510 Gonzalo Díaz vecino de San Cristóbal (La Laguna) ante el escribano público Hernán Guerra, se obliga a entregar a Constanza, hija menor del que fue rey de Abona, 330 borregas de un año, por razón de 170 ovejas de vientre con ciertas crías que de ella y de su tutor, don Pedro Guanche recibió. Las entregará en el plazo de 3 años a partir de la fecha, en el término de Abona. En 28 de mayo de 1513, Bartolomé Enríquez, con poder de la dicha Constanza, su mujer, da finiquito de este contrato.” (Alejandro Ciuranescu, 1997:9)

Arribas recoge: “el Mencey de Abona, tenía su residencia habi­tual en Vilaflor en el territorio de Adjoña. Ocupó este reino el tercer hijo de Tinerfe llamado Adguajoña, sucediéndole á su muerte su hijo Adjoña, que lue­go bautizado llamóse Gaspar Hernández y su mujer Catalina Francisca Za­pata. Recibió sus correspondientes repartos.

 Bethencourt Alfonso nos dice que Este rey con los de Adeje, Daute e Icod se hallaron confederados por dicha época contra Bencomo; y siguieron en la misma actitud a pesar de la invasión española, por negarse el de Taoro a reconocer la inde­pendencia del reino de Güímar. Después de bautizado se llamó Gaspar Hernández y era casado con una hija del rey de Taoro, más tarde conocida por Mencías Bencomo, con la que tuvo a Juan Gaspar Hernández y Catalina Bencomo, generalmente apellidada Catalina Izquier­do.

Según los genealogistas contrajo segun­das nupcias, pero en nuestra opinión no por viudez, sino con una esposa cuca.

Pasó á combatir á Berbería. Adjoña volvió de Berbería falleciendo en Candelaria donde residía.” (C. Arribas y Sánchez, 1993:134)

El investigador Sergio Afonso en un interesante trabajo en torno a la Historia de Granadilla de Abona, recoge:
“Un descendiente del Mencey de Abona, Pedro Bueno, que luego fue criado del propio adelantado y tutor de la hija del Mencey Adxoña, por los que algunos lo con­funden con el propio Mencey.

Otro hermano del rey de Abona, con nombre castellanizado de Gaspar Hernández, otorgó cuatro testamentos: el primero en 1509 y el cuarto en 1527, por viajes a La Palma y Berbería, y en ninguno de ellos se menciona su ascendencia real sino solamente que era guanche.

D. Juan Bethencourt Alfonso en su Historia del Pueblo Guanche (tomo 2) aporta unos cuadros genealógicos de la familia y des­cendencia del Mencey de Abona, al cual llama Gaspar Hernán­dez, y entre sus hijos figura el mencionado Juan Gaspar Hernández, pero no el llamado en el reparto de Datas Pedro el Bueno. También ratifica D. Juan Bethencourt que Juana Díaz Hernández era hija de este Juan Gaspar Hernández y nieta del último Mencey de Abona.

En este poder se dice que Doña Juana Díaz era hija única de Juan Gaspar (y nieta de Gaspar Hernández) y de María Díaz, hija del rey Don Diego de Adeje.

En la referida obra, D. Juan Bethencourt nos aclara tam­bién que: "Adxoña, Mencey de Abona y luego bautizado como Gaspar Hernández, era yerno de Imobac Benchomo de Taoro, por haberse casado en primeras nupcias con la hija de éste, Dácil o Mencía Benchomo y por lo tanto hermano político de ventado o Cristóbal Hernández de Taoro, último mencey del referido se­ñorío". Al comentar este hecho, Bethencourt Alfonso sospecha que Adxoña fue un aliado del Queheví de Taoro y no un desleal como lo pinta Viana en su poema épico, poema que, por otro lado, hay que tener siempre en cuenta que lo escribió por encargo de los descendientes del heredamiento del Valle de Guerra para enaltecer la participación de su ancestro en la conquista de la isla.

Si se compara lo anterior con lo que según D. Tomás Cruz se expone en los trabajos del Sr. Avecilla, conservado en el archi­vo de la parroquia de La Concepción de Santa Cruz de Tenerife, vemos que doña Juana Díaz fue hija de Juan Gaspar y nieta por línea paterna de Gaspar Hernández Adxoña (mencionándolo in­cluso como último Mencey de Abona); y su madre fue María Díaz, hija a su vez de Andrés Llarena (príncipe guanche de Güímar) y de doña María de Lugo (hija de D. Diego Díaz Bencomo, postrer Mencey de Adeje). Coinciden muchísimo y parece que así debía ser.

El segundo apellido de Gaspar Hernández, Adxoña, era el nombre del Mencey de Abona en el momento de la invasión y conquista, Adxoña; si por otro lado tenemos en cuenta que los príncipes guanches casaban entre familias de otros príncipes guanches, esto nos indicaría que Gaspar Hernández, no siendo príncipe, era poco probable que casara a su hijo con una nieta real por partida doble, de los Menceyes de Adeje y de Güímar.” (Sergio Afonso) Díaz, 1998: 23-24)



[1] Según el historiador portuense Álvarez Rixo el antiguo nombre de Lisboa, capital de Portugal era Achbuna.

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