sábado, 5 de abril de 2014

CRIMENES DE LESA HUMANIDAD COMETIDOS EN CANARIAS





CAPITULO VIII

Chaurero n Eguerew


INVASIÓN SAQUEO Y OCUPACIÓN DE LA ISLA CHINECH (TENERIFE) III




Depredaciones entre guerras

      El día  25  de  junio  de 1494  el baile de Valencia comisionaba  a  un  alguacil  para  que  se presentara  en  el  puerto de  la  ciudad  de Denia  y  se  incautara  del  timón  y  las  velas  de la nave de un mercader  que había  traído de Canarias 45 esclavos,[1] de  los  cuales había  vendido  ya  algunos  sin pagar  los  impuestos requeridos. No  es difícil  identificar  a  este aprovechado mercader con Benavides  (pues no hay en  todo  el  año una  presentación  de tal  cuantía), que  tres  días más  tarde  comparecía  ante  la  corte de la bailía para pagar el tributo acostumbrado, del que no había conseguido escapar. (Vicenta Cortés)

      Alonso Fernández de Lugo jamás fue buen pagador y jamás cumplió del todo una promesa,  compromiso o saldó totalmente una deuda, ni siquiera con su propio dios.

Esta verdad incuestionable está ampliamente documentada en las decenas de reclamaciones y pleitos interpuestos por los defraudados y acreedores entre ellos su propio hermano Juan de Lugo, mercader establecido en Sevilla.

Muchos de estos pleitos llegaron al Consejo de Castilla de los que generalmente Lugo salió airoso, motivo por el cual algunos autores defensores a ultranza de las supuestas bondades del esclavista esgrimen para atribuirle unas supuestas dotes de estadista, cuando la realidad es que Lugo fue un consumado sobornador, cualidad que por otra parte no precisaba ser muy notable pues en la corrupta corte castellano-aragonesa el empleo del soborno como método para conseguir prebendas y oscuros negocios era práctica habitual desde los monarcas hasta el último repostero de cocina.

La compra de influencias entre los miembros del Consejo de Castilla por parte de Alonso de Lugo esta documentada en las Datas de repartimiento de las tierras usurpadas en la isla Chinech (Tenerife)[2] a personajes de la corte cuya participación en la invasión y conquista se limitaron a usar su influencia a favor de Alonso de Lugo, muchos de los cuales recibieron además por parte del invasor esclavos guanches como pago por sus servicios.

El 12 de agosto 1494 comparecía en el mercado de esclavos de Valencia Miguel  Sanz Escuder, factor y procurador  del  lugarteniente  del tesorero del rey, Alfonso Sanchís, para presentar  un  lote de  65 guanches  que habían  sido apresados en su tierra, trasladados desde allí a La Gomera  y  remitidos  al oficial  real  por  medio  de un  mercader  genovés.  Si unimos  este  caso  al  anteriormente  referido  de Alonso de Lugo y  su procurador Benito  de Benavides, podemos  observar que la corona y altos funcionarios no  eran ajenos, a  los pingüe beneficios  y  provechos que  de  la  conquista  de  la esclavitud de los guanches  se  desprendieron

Lo que es innegable es que este esclavista tenía una hiperactividad digna de mejor causa, mientras preparaba la segunda invasión de Chinech empleó el tiempo en viajar a la corte en busca de apoyo a sus prepósitos además de hacer algunas correrías en la isla e incluso en el continente a la captura de esclavos en compañía de su compinche el tratante en esclavos Mateo Viña, como tendremos oportunidad de ver.
En 1494, Francisco Palomar mercader genovés y “vecino de la ciudad de Valencia”, que se encontraba en Gran Canaria, amigo y socio del mercenario Alonso Fernández de Lugo, al que compró 87 esclavos guanches capturados en Güimar, y que serían vendidos luego en la referida ciudad. Este Francisco Palomar o Palomares, se hizo con propiedades en la Isla.
Siguieron  corriendo  los meses con diversa  fortuna, y  el futuro Adelantado, falto de medios económicos para proseguir  la  conquista, se los procuró por  todos  los medios a  su alcance. Durante el año 1495  se vendieron solamente en Valencia  109  esclavos canarios,  de los cuales  40  consta  que  eran  de  la  isla  que  se  estaba conquistando; 13 aparecen  sin procedencia  determinada  y  56  forman una  partida que el mercader de  la ciudad Juan Viño presentaba en nombre de Alfonso  Sanchis.

La mayoría  de  los esclavos  eran menores,  de ocho a doce años,  apresados en  las  cabalgadas.

Como consecuencia de estas cabalgadas o razzias se produce en el mercado de esclavos de Sevilla un considerable aumento de la oferta de esclavos procedentes de la isla de Tenerife. La invasión y ocupación  de Chinech realizada desde Sevilla, ocasionó unas relaciones de todo tipo entre el archipiélago y la capital andaluza.

Podían encontrarse en la ciudad esclavos canarios a los que se encomendaban las tareas más pesadas, e incluso degradantes. Los había que eran dedicados al transporte de cargas pesadas, en el puerto, al trabajo de aguadores o de simples recaderos. Como en Valencia, algunas esclavas guanches eran dedicadas a la prostitución,

El precio de un esclavo dependía del sexo, edad, estado físico y coyuntura ya que cuando se desataban las hambres y las pestes éstas repercutían en los precios. Con los años fue subiendo su valor y de 20 ducados se paso a 80 y 100. En las ventas podía hacerse constar que la “pieza” no estaba endemoniada, ni tenía ojos claros, ni era borracha, ladrona o huidora, o que era “de buena guerra” (autorizada su esclavitud) circunstancia que en los esclavos canarios a veces no era cierta. Igualmente, para evitar engaños, se realizaban compras condicionadas, hasta comprobar las facultades del esclavo.

La cabalgadas llevadas a cabo por Alonso de Lugo y sus socios en el tiempo que medió entre la retirada a la isla Tamaránt y la preparación de la segunda invasión, están recogidas entre otros documentos en una Carta de Comisión expedida en Madrid en febrero de 1495 y dirigida al gobernador colonial de Gran Canaria Alonso Fajardo para que administre justicia a los ya citados Diego y Cristóbal Garrido, cuya había la nao naufragado en las la cabalgadas  preliminares a la segunda invasión de Chinech  (Tenerife.) Documento que reproducimos en su totalidad:

“Don Fernando e doña Ysabel, etc. A vos el nuestro govemador de la Grand Canaria, salud e gracia. Sepades que Diego Garrido e Christóval Garrido, vecinos de la villa de Palos, nos fizieron relación por su peticion, deziendo que este verano pasado, yendo con un navío llamado Garrida e con cierta ropa de Mateo Viñán, como capitán que era de dicho navío, en conpañía de Alonso de Lugo e de otros conpañeros suyos genoveses, que yban para la conquista de Tenerife en vuestro servicio y estando ya cerca de dicha ysla, y podiendo yr de día a ella, los sobredichos de un acuerdo de amarrar de día las velas, por que los canarios no viesen, para fazer salto en ella y luego, en anocheciendo, diz que alc;aron todas las velas para fazer el salto que a ellos cunplía, y yendo su viaje, a causa que enteramente no sabían los puertos, el qual dicho su navío entró en una peña e se perdió, de manera que ellos quedaron perdydos e syn nyngún remedio; e como quiera que de aqueste saltos, que fizieron, sacaron ciento e quarenta esclavos e XX mill caveças de ganado,[3] e como quiera que ellos les dixieron que les secrestarían de aquella cavalgada, non lo an fecho ni querido fazer; los qual diz que están en la dicha Tenerife, e que no an podido alcançar con ellos conplimiento de justicia; e nos suplicó e pidyó por merced cerca dello, con remedyo de justicia, les proveyésemos como la nuestra voluntad fuese.

E nos tovímoslo por vien; e confiando de vos que soys tal persona que guardaréys nuestro servicio e el derecho a cada una de las partes, e vien e fielmente faréys lo que por nos vos fuera encomendado e cometido, es nuestra merced e voluntad de vos encomendar e cometer, e por la presente vos encomedamos e cometemos, lo susodicho: por que vos mandamos que luego veades lo susodicho, e llamadas e oydas las partes a quien atañe, brevemente e syn dilacjón que ser pueda, non dando lugar a luengas nin dilaciones de malicia, salvo solamente la verdad sabida, fagades e administredes conplimiento de justicia por vuestra sentenc;ia o sentencias as y ynlocutorias (sic) como difinitivas; las quales, el mandamiento o mandamientos que la dicha razón dyerdes e pronunciardes llegades e fagades llegar a pura e devida execución con efecto, quanto e como con fuero e con derecho devades; e mandamos a las partes a quien lo susodicho toca e atañe e a otras qualesquier personas que para ellos deven ser llamados e vengan e parescan ante vos a vuestros llamamientos e enplazamientos e enplazamientos (sic), a los plazos e so las penas que vos de nuestra parte les, pusyerdes o mandardes poner, las quales nos por la presente les ponemos e abemos por puestas. Para lo qual todo que dicho es e para cada una cosa e parte d'ello, vos damos poder conplido por esta nuestra carta, con todas sus yncidencias e dependencias, emergencias, anexidades e conexidades. E non fagades ende hal. Dada en la villa de Madrid, a (blanco) días del mes de (blanco), año del nascimiento de nuestro señor Jhesu Christo de mill e quatrocientos e nobenta e cinco años.=Don Alvaro.=Johannes, episcopus astoricensis.=Antoninus, dotor.=Gundysalvus, lieniatus.=Felipus, dotor.=Johannes, licencias.=Yo Luys del Castillo, etc.” (A. Rumeu 1975:437)

Queda dicho más arriba que Alonso de Lugo jamás cumplía del todo un compromiso, por otra parte, la leyenda oficial hace referencia que el invasor hipotecó a dos de sus hijos con la colona Inés Peraza como garantía de la inversión que esta efectuó a instancias de Isabel y Fernando en la invasión de Chinech, naturalmente con la intención de obtener buenos beneficios. Por los visto la ingente cantidad de guanches esclavizados y vendidos durante la primera invasión de la isla no generaron al esclavista los ingresos suficientes para hacer frente  a sus compromisos económicos, según se desprende las reclamaciones de los acreedores ante el Consejo de Castilla dos años después del intento. A continuación reproducimos dos documentos relativos a dichas reclamaciones, tomados del libro “La Conquista de Tenerife, 1494-1496” del nada indigenista profesor Antonio Rumeu de Armas:

“Los escuderos y peones que habían participado en la primera entrada y más tarde en la construcción y defensa de las torres, cuando la fase inicial del se­gundo desembarco, reclaman sus sueldos al capitán conquistador Alonso de Lugo. Carta de comisión a Alonso Fajardo, gobernador de Gran Canaria, para que les administre «entero cumplimiento de justicia» (inédito)
Tortosa, 20 de enero de 1496.
Alonso Fajardo, governador de Canaria. Sueldo de peones. Comisión al go­vernador Alfonso Fajardo sobre el sueldo que Alonso de Lugo deve a Ciertos escuderos y peones que fueron en la conquista de la ysla de Tenerife.
Don Fernando e doña Ysabel, etc. A vos el bachiller Alonso Fajardo, nues­tro governador en la ysla de la Grand Canaria, salud e graçia. Sepades que por parte de los escuderos e peones que fueron con Alfonso de Lugo a la con­quista de la ysla de Tenerife nos fue fecha relaçión disyendo: quellos fueron, en nuestro servigio, con el dicho Alonso de Lugo, e que la primera vez e des­pués otras muchas en la dicha conquista se hallaron con él, donde diz que fue­ron muertos muchos dellos e robados e feridos; e se fueron a la ysla de la Grand Canaria, para allí se reparar fasta LX de cavallo e tresyentos peones; e quel dicho Alonso de Lugo les rogó, pues que en ello usasen temor de Dios e nuestro, que se fuesen con él a la dicha ysla de Tenerife a faser dos fortalesas; e que ellos, por nos servir e por los juramentos e promesas quel dicho Alonso de Lugo les fiso que serían pagados e satisfechos, e se bolvieron e fueron con él; e que estuvieron travajando en las dichas fortalesas e en la villa que se fase, peleando e fasyendo la guerra a los canarios, donde diz que fueron muertos los más dellos; e que el dicho Alonso de Lugo dis que no les ha querido pagar cosa alguna del dicho servicio, aunque por su parte a seydo requerido muchas veses, poniendo a ello sus escusas e dilagiones; e que a cabsa dello andan destruydos e perdidos, pidiendo por Dios, e soplicándonos e pidiéndonos por mer­ced les mandásemos remediar con justicia, o como la nuestra merged fuese. E nos tovímoslo por bien; e confyando de vos que soys tal persona que guardaréys nuestro servigio y el derecho de las partes, e con diligengia faréys lo que por nos vos fuere encomendado e mandado, nuestra merged e voluntad es de vos encomendar e cometer. E por la presente vos encomendamos e cometemos, el dicho negogio o cabsa: por que vos mandamos que llamadas e oydas las par­tes a quien toca e atañe lo susodicho, breve e sumariamente, syn dar lugar a luengas ni dilagiones de maligia, solamente savida la verdad, syn pleito e cos­tas, fagades e administredes entero cumplimiento de justigia a los dichos escu­deros y peones, por manera que, por falta della, no tengan causa ni razón de so nos venir más a quexar sobre ello; e mandamos a las personas a quien toca e atañe lo susodicho, e a qualesquier otras personas que para ello devían ser llamadas e de quien entendierdes de ser ynformados, que vengan e parescan ante vos a vuestros llamamientos e emplasamientos, a los plasos e so las penas que les pusyerdes, etc. Ca para todo ello, con sus ynçidenias, etc., vos damos poder complido. Dada en la gibdad de Tortosa, XX de enero año del nasçimiento de nuestro señor Ihesu Christo de mili e quatrogientos e noventa e seys años. = Yo el Rey. = Yo la Reyna.=Yo Juan de la Parra, etc. Acordada. = Rodericus. (A. Rumeu de Armas, 1975:440)

Provisión del Conseja real para que el gobernador de Gran Canaria Alonso Fajardo resuelva en derecho sobre el débito de seiscientos mil maravedíes que doña Inés Peraza, señora de Lanzarote, reclamaba a Alonso de Lugo, goberna­dor de Tenerife (inédito).
Morón, 29 de mayo de 1496.
Doña Ynés de Peraza. Comisyón.
Don Fernando e doña Ysabel, etc. A vos el bachiller Alonso Fajardo, nues­tro governador de la Gran Canaria, salud e gragia. Sepades que doña Ynés Peraça, vesina de la çibdad de Sevilla, nos hiso relación por su petiçión, que ante nos en el nuestro Consejo presentó, disiendo: que Alonso de Lugo, governador ques de las yslas de Canaria e, Tenerife, dis que le deve y es obligado a pagar seysçientas mili maravedís; las quales dis que como quier que por su parte mu­chas vezes ha seydo requerido el dicho Alonso de Lugo que çe los dé e pague, que lo non ha querido nin quiere faser, poniendo a ello sus escusas y dilaçiones indevidas, en lo que dis que ella ha resgebido mucho agravio e daño; e nos suplicó e pidió por merged que sobre ello proveyésemos, mandando al dicho Alonso de Lugo que luego le diese e pagase las dichas seysgientas mill mara­vedís, o como la nuestra merged fuese. E nos tuvímoslo por bien; e confiando de vos que soys tal persona que guardaréys nuestro servigio e el derecho de las partes, e bien e fiel e diligentemente faréys lo que por nos vos fuese encomen­dado e cometido, es nuestra merçed e voluntad de vos lo encomendar e cometer lo susodicho; e por la presente vos lo encomendamos e cometemos. Por que vos mandamos: que luego veades lo susodicho, e llamadas e oydas las partes a quien atañe, lo más brevemente e syn dilaçión que ser pueda, syn estrépitu nin figura de juiçio, solamente la verdad sabida, libredes e determinedes en ello lo que fallardes por fuero e por derecho, por vuestra sentençia o sentençias asy ynterlocutorias como definitivas; la qual e las quales, e el mandamiento o mandamientos que en la dicha razón dierdes e pronunciardes, llevedes e fagades llevar a pura e devida execugión, con efecto quanto e como con fuero e con derecho devades; e mandamos a las partes a quien toca e atañe e a otras qualesquier personas, de quien entendiéredes ser ynformado e mejor saber la verdad que nos seamos, del día que vos emplazare hasta quince días primeros syguientes, so la dicha pena; so la qual mandamos a qualquier escrivano público, que para esto fuere llamado, que dé ende al que vos la mostrare testimonio sygnado con su sygno, por que nos sepamos en cómo se cunple nuestro mandado. Dada en la cibdad de Burgos, a veynte días del mes de noviembre, año del Señor de mili e quatrocjentos e noventa e seys años. = Yo el Rey. = Yo la Reyna. =Yo Juan de la Parra, secretario del rey e de la reyna nuestros señores, la fize escrivir por su mandado. En las espaldas: don Alvaro. =Johanes, episcopus.= Johanes, doctor. = Andrea, doctor. =Antonius, doctor. = Petras, doctor. =Ioha-nes, licencíate” (22 A. S.: Registro del Sello. Fol. 2. En: A. Rumeu de Armas, 1975:441)


Segunda invasión



Después de la retirada del resto las tropas mercenarias que sobrevivieron a la batalla de Acentejo al real de Las Palmas, Alonso de Lugo mientras esperaba la participación del Duque de medina Sidonia o de cualquier otro magnate interesado en el comercio de esclavos, además de las “cabalgadas” llevó a cabo unas segunda invasión reglada a la isla, hecho recogido por el cronista Abreu Galindo y desarrollado más ampliamente por Rumeu de Armas, y que por lo visto no ha merecido la atención de otros investigadores posteriores, pues la mayoría de la bibliografía que se ocupa del tema destacan las “entradas” en 1494 y 1496 como si las operaciones de conquista hubiesen estado aletargadas, extremo que desmiente el inusitado auge de venta de esclavos guanches experimentado en los mercados de Valencia y Sevilla durante ese periodo.

Dende algunos días que se hubo rehecho Alonso de Lugo, tornó segunda vez a hacer entrada en Tenerife, y desembarcó en el propio lugar; y le sucedió tan mal como la primera vez, y hubo de embarcar­se con alguna pérdida de su gente.” (Abreu Galindo, 1977:318)

El mismo autor más adelante refiriéndose a las huestes enviadas por el duque de Medina Sidonia -de las que nos ocuparemos en el capitulo correspondiente-, continua:

“Hecha, pues, reseña de toda la gente, el capitán Alonso de Hernández de Lugo se embarcó en las seis carabelas, y en otras muchas barcas y carabelas que tenía juntas, y tornó a la isla de Tenerife ter­cera vez sobre los guanches, y fue a desembarcar en el puerto de San­ta Cruz.” (Abreu Galindo, 1977:320)

Hecho que queda corroborado por el documento que hemos visto en el capitulo anterior en el que los escuderos y peones reclaman en enero de 1496 al futuro Adelantado las pagas adeudadas: “e que la primera vez e des­pués otras muchas en la dicha conquista se hallaron con él, donde diz que fue­ron muertos muchos dellos e robados e feridos; e se fueron a la ysla de la Grand Canaria, para allí se reparar fasta LX de cavallo e tresyentos peones; e quel dicho Alonso de Lugo les rogó, pues que en ello usasen temor de Dios e nuestro, que se fuesen con él a la dicha ysla de Tenerife a faser dos fortalesas; e que ellos, por nos servir e por los juramentos e promesas quel dicho Alonso de Lugo les fiso que serían pagados e satisfechos, e se bolvieron e fueron con él; e que estuvieron travajando en las dichas fortalesas e en la villa que se fase, peleando e fasyendo la guerra a los canarios, donde diz que fueron muertos los más dellos.”[4]

Es más que probable que durante esta segunda invasión cuya principal misión consistía en asegurar unos emplazamientos o cabezas de puente en el menceyato de Anaga[5] desde donde poder acometer de manera estratégica los ataques a los menceyatos resistentes de Tegueste, Tacoronte, taoro y daute.[6] Es posible que fuese esta avanzadilla quienes en los momentos previos a la tercera invasión fuesen los autores con ayuda de los naturales de los bandos de paces, del envenenamiento de las fuentes de agua en los menceyatos resistentes y que los cronistas dieron en denominar como “enfermedad de la modorra”, pero que realmente y conforme atestiguan modernos estudios consistió en una guerra biológica.

Se define como guerra biológica el uso intencional de organismos vivos o sus productos tóxicos para causar muerte, invalidez o lesiones en el hombre, animales o plantas. Su objetivo es el hombre, ya sea causando su muerte o enfermedad o a través de la limitación de sus fuentes de alimentación u otros recursos agrícolas.

El empleo de los agentes biológicos como armas data de la antigüedad, donde existen registros de los asirios, griegos y romanos que contaminaban las aguas de los pozos con cuerpos en descomposición, o empleaban substancias tóxicas extraídas de las plantas o animales para untar las puntas de sus flechas.

Las huestes invasoras tenían experiencia en este tipo de guerra sucia que ya habían experimentado con éxito en la guerra de Granada envenenando las aguas de la acequia de Aynadamar en Víznar, esta acequia abastecía de agua los aljibes del Albaicín, el principal núcleo de población de la Granada nazarí. En dicho canal los cristianos envenenaron las aguas tirando cadáveres  y viseras de cabras.

Los historiadores de la invasión y ocupación de Chinech hacen referencia directa a algunas enfermedades del  aparato respiratorio, anotando que éstas se reducían a afecciones agudas provocadas por las variaciones del tiempo y que, en ocasiones, acarreaban sofocaciones o disneas (ehmer), cuyo origen también podía encontrarse en ciertas enfermedades circulatorias.

“Pero, sin lugar a dudas, la patología infecciosa mejor documentada en las fuentes es la modorra o pestilencia, enfermedad epidémica sufrida por los antiguos isleños durante la Conquista. Dicho mal causó un gran número de bajas entre la población isleña, condicionando la defensa de alguna de las Islas…

Fray Alonso de Espinosa describe en su Historia [1594 (1980): 110-111] uno de esos episodios, acontecido durante la conquista de Tenerife: En este  tiempo,  por el  año de mil  y cuatrocientos y noventa y cuatro,[7]  ahora fuese por  la permisión divina,   [...],   ahora  fuese  que  los  aires,  por  el   corrompimiento de  los   cuerpos muertos en las batallas y encuentros pasados, se hubiesen corrompido e inficionado, vino una grande pestilencia, de que casi todos se morían, y ésta era mayor en el reino de Tegueste, Tacoronte y Taoro, aunque también andaba encarnizada y encendida en los demás reinos.[8]

Los síntomas de  la modorra eran  la fiebre y  la  letargia.  En algunos casos,  el enfermo también presentaba ciertas complicaciones del aparato respiratorio, que le conducían, si llegaba a sobrevivir, hacia un estado de abatimiento general. Aunque su contagio se atribuía a la corrupción del aire provocada por los cuerpos insepultos de los guerreros caídos durante los combates, cuyos efectos se agudizarían en las épocas más húmedas y frías, cabe suponer que el envenenamiento deliberado de los pozos de agua  por parte de los colonizadores tuvo también algo que ver.” (Néstor Bogajo, 2007)

El profesor e investigador  Francisco P. De Luca ha desarrollado un interesantísimo y documentado trabajo en torno al tema tratado del cual reproducimos los siguientes párrafos: “Por su parte, el Dr.J.Bethencourt Alfonso (III, 1997:110), licenciado en Medicina, afirmaba a principios del siglo XX en relación a este tema:”En las condiciones de vida de los guanches las epidemias de modorra (fiebre tifoidea para J.Bethencourt)  necesariamente tenían poco poder difusivo, siendo su radio de acción muy limitado..”..”las familias moraban aisladas unas de otras separándolas 3 o 4 km ., en chozas ventiladas, y que no conocían los estercoleros, ni las alcantarillas, ni los pozos negros, ni letrinas, ni lavaderos públicos”. De lo anterior se infiere que tuvo que existir un agente transmisor eficaz, concreto y puntual que provocase la sintomatologia descrita por los cronistas. Son muy significativas las afirmaciones de Espinosa y Viana por las cuales una de las causas que más contribuyó a la conquista de Tenerife fue la citada epidemia de modorra sufrida por los guanches, y además de “grandes proporciones”, en línea con la conocida y falsa teoría de la “casi total exterminación de la etnia guanche” sostenida a lo largo de los siglos por algunos autores, tendenciosa e interesadamente favorable a las tesis colonialistas.  
 
A la vista de la documentación histórica que describe la sintomatología y profundizando en los aspectos patólogicos de los cuadros infecciosos, es muy probable que estemos en presencia de una verdadera contaminación consciente o guerra bacteriológica…” (F. Pablo  De Luca)

No deja de ser significativo el hecho de que la modorra no afectara a los invasores ni a los bandos de paces excepto algunos núcleos del menyato de Anaga.

Para Bernáldez Alonso de Lugo, era caballero sevillano “de noble generación, hombre pacífico y de muy buena condición y de sana conciencia, agudo y de buen corazón e ingenio, cuidadoso de ganar honra e de servir a Dios y a sus Altezas... en conquistar las gentes bárbaras e idólatras, ignorantes y enemigas de la fe católica”. Mediador entre Pedro de Vera y los nativos, “porque con mucho amor los trataba e conquistaba” (Bernáldez. Cap. CXXXII)

Quizá ese amor que según Bernáldez el esclavista Alonso de Lugo sentía por los nativos canarios, le inducía a mantener activo los mercados de esclavos, especialmente en los de Sevilla y Valencia, de cuyas cristianas y amorosas transacciones nos han llegado algunos documentos parte de los cuales reproducimos a continuación:

El 2 de enero de 1496 Melchor Codo vendió dos cautivos, y el día 4, Gaspar Rull subastó nueve esclavos guanches.
Las entradas de los españoles por los reinos de Tegueste y Taganana se tradujeron en la consiguiente captura de esclavos. Tan sólo en un mercado, el de Valencia, se puede hoy seguir el rastro documental del tráfico de se­res humanos. En los primeros días de enero de 1496 se procede a vender once esclavos guanches, apresados sin duda en las razzias que organizadas por el destacamento encargado de la construcción de la torres.

16  de enero de  1496.-Andrés  Suárez  [Gallinato]  (fijo de Pedro del Algava, difunto que Dios aya, e de Leonor Suárez  [Gallinato]  su muger, vezino de Sevilla en la collación de Sant Andrés)  deve a Ruy Pérez de Esquivel (vesyno de Sevilla en la collación de Sant Juan,  que está  presente) 6.365 maravedis desta moneda que se  agora usa,  los quales son de resto de una mula de color prieta que dél  rescibió  e conpró  la qual dicha mula está en su poder;  los quales dichos  maravedís    le ha de dar e pagar desde oy día de  la fecha   fasta 15  días  primeros  siguientes, so pena  del doblo  E porque más seguro  sea de  ser mejor pagado, dale por ellos en enpeños  un esclavo canario de Tenerife, que ha nombre Juan, de hedad de 17 años poco más o menos, en tal manera que sy  al dicho plaso no le  diere e pagare estos dichos maravedis  se  quedará con él  (J. M.,  fols. 197 v.-198).

1496 marzo 28 .-Alonso  de Lugo  (Governador  de la ysla de Tenerife, vezino de Sevilla en la collación de Sant Andrés)  otorga que da su poder  a Luys Carrasco (vezino desta cibdad en la dicha collación, questá  presente)  para  que  por  él  e  en  su  nombre  pueda  demandar  e  recabdar   e cobrar  de Pedro de Castellanos  (vezino de la cibdad de Baca) o  de  sus bienes,  treynta  e dos  esclavos  canarios  de  la dicha Ysla de Tenerife,  los quales 61  le ovo dado para que los llevase a la Corte para dar a Sus Altezas e a otros cavalleros de la dicha su casa e corte;  e para que  los pueda rescebir en su poder, e otorgar carta  de pago las que complieren;  e para que  pueda  parescer  ante qualesquier  alcaldes e juezes.  (J. Bf., fois. 71-71 v.j.

46.-9  noviembre  1496:  Miércoles.-Constanza  Espinosa  (vecina  de Sevilla en  la collación de Santa María)  vende  al Bachiller Luis de Herrera,  vecino  de  Sevilla, una  esclava  canaria de color  lora, de nombre Beatriz,  de edad de veynte  años y natural de la Ysla  de La Palma,  por precio  de  tres mil  maravedís,  que  declara  haber  recibido   (L.  G. C., fol. 542 v.).



[1] De los guimareros apresados alevosamente por Alonso de Lugo en Añazu en los primeros días de ese mes y año.
[2] Ver: Elías Serra Rafols, Las Datas de Tenerife (Libros I al IV) Instituto de Estudios Canarios. La Laguna-Tenerife 1978.
[3] Según recoge Bethencourt Alfonso en su Historia del Pueblo Guanche, por esas fechas la cabaña ganadera de la isla contaba con más de 200.000 cabezas.
[4] Según la historia oficial el primer asentamiento europeo en Aguere (La Laguna) tuvo lugar en el mes de julio de 1497, ocupando los invasores las viviendas de un poblado guanche que existía en un lomo que denominaron de La Concepción, porque levantaron allí un templo de “tapias” que dedicaron a esta advocación. Por consiguiente, no es factible que los reclamantes cuando dicen “e en la villa que se fase,”
se refieran a los inicios del por aquel entonces villorrio de La Laguna, entre otras cuestiones porque las reclamaciones corresponden a la estancia en la isla de dichos peones y escuderos entre los años 1494 y 1495.
Recuerdo que por el año de 1995 guiado por mi curiosidad, visité unas ruinas ubicadas en La Verdellada Vieja por donde discurría el antiguo camino a Santa Cruz, en una planicie situada a la altura de la actual Gracia, en las tierras usurpadas que en un principio fueron  asignadas al invasor y tratante en esclavos Mateo Viña. Dichas ruinas debieron conformar en su día un amplio cortijo, entre los restos de las múltiples construcciones, una en especial captó mi atención, se trataba de un amplio recinto rectangular cuyas paredes medían más de un metro de ancho y construidas con grandes piedras perfectamente aplomadas tanto por el exterior como por el interior y sin relleno de cascajo ¿serían estas ruinas los restos de la torre de Gracia? Hoy dichas ruinas yacen bajo las modernas urbanizaciones de La Verdellada Nueva.

[5] Rumeu de Armas basándose en Espinosa afirma que la torre de Gracia estaba emplazada en el menceyato de Tegueste, pero según el Dr. Bethencourt Alfonso, los limites del menceyato de Anaga  por su parte sur transcurrían por la Sierra de Sejeita, es decir, por los actuales enclaves de El Bronco, Lomo Largo y San Roque, hasta los inicios de Los Genetos, siendo el limite del menceyato por esta parte el Barranco de Ganigue, hoy Barranco del Hierro, donde comenzaba el menceyato de Güímar. Límites corroborados por Luís Diego Cuscoy. Recordemos que La Laguna era zona “universal” de libre transito de personas y ganados de todos los menceyatos por su carácter de Valle Sagrado, por tanto, la torre estaba situado dentro de los limites del menceyato de Anaga.
[6] La zona coloreada de rojo en el mapa corresponde a los menceyatos afectados por la epidemia de modorra, como se puede observar, fue una epidemia muy selectiva en  cuanto a sus victimas.

[7] El cronista Espinosa confunde la fecha de 1494 con 1496 según corrobora y documenta  Antonio  Rumeu de Armas.
[8] Los cadáveres de los mercenarios caídos en la batalla de Acentejo fueron quemados por orden de Kebehi Benchomo, por tanto, los muertos en dicha batalla no pudieron ser un foco grave de infección. La tradición popular recoge que la ermita de San Antonio en  La Matanza de Acentejo está edificada sobre un osario de parte de los muertos en combate, probablemente en el lugar se llevó a cabo una de la piras.

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