lunes, 21 de abril de 2014

EFEMERIDES CANARIAS





UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

ÉPOCA COLONIAL: DECADA 1901-1910



CAPITULO –XXX


Eduardo Pedro García Rodríguez
Viene de la página anterior.

Regresó a la capital por los mismos medios de transporte, automóvil y tranvía. A su vuelta por La Laguna, su paso fue desbordado por el entusiasmo popular. A las 9 de la noche entró la comitiva en Santa Cruz. Nada más aparecer el tranvía en los Cuatro Caminos, fue saludado con una descarga de cohetes que resultó de sorprendente efecto, mientras la multitud que allí esperaba prorrumpía en aclamaciones. Centenares de bengalas y antorchas rodeaban el coche, en tanto que la banda municipal ejecutaba alegres pasacalles. En la plaza de la Constitución le aguardaba un inmenso gentío. Desde los balcones del Casino, las señoras y señoritas que allí se hallaban, prorrumpieron en vivas a España, al Rey y a la Infanta. Seguidamente entró en el Casino Principal, en cuya puerta fue recibida por su director Arturo Ballester y Martínez Ocampo, acompañado por la junta directiva16, al entrar se le tributó una gran ovación, al tiempo que una orquesta interpretaba en su honor selectas piezas. La Infanta permaneció sólo breves minutos en esa lucida reunión con la que concluía la jornada oficial, marchando enseguida hacía el barco atracado en el puerto.

Antes de partir entregó al alcalde accidental, el señor Hernández Alfonso, la cantidad de dos mil pesetas para que las distribuyera entre los necesitados en la forma que dicha autoridad estimara conveniente. Allí fue despedida, por una compañía de Infantería con bandera le hizo los honores, al tiempo que recibía la última demostración de entusiasmo popular. Nada más embarcar el Alfonso XII levó anclas y partió rumbo a Las Palmas de Gran Canaria.

LA INFANTA ISABEL EN LAS PALMAS DE GRAN CANARIA
Ese día los periódicos locales daban la bienvenida a la popular princesa española de forma muy destacada. El Diario de Las Palmas le dedicaba la primera página al completo, con sendos artículos titulados «La llegada de La Infanta»; una semblanza biográfica «La Infanta Isabel»; un poema de Osmundo B. Gutiérrez —tomado de la prensa de Buenos Aires—, a más de una salutación y un editorial que calificaba su visita de «suceso Histórico». Los preparativos para el recibimiento fueron grandes y la ciudad ofrecía un extraordinario aspecto festivo.

El Alfonso XII recaló por la punta de La Isleta a las 7 de la mañana del martes 20 de junio de 1910. Después de tomar fondear, cruzaron por su costado gran número de remolcadores y embarcaciones menores, todos empavesados, desde donde se aclamaba con entusiasmo a la Infanta.

El recibimiento de la ciudad de Las Palmas fue según las crónicas grandioso:

Desde que la Infanta se dirigió al desembarcadero se oyó un viva a España, al Rey y a la Infanta. Los fuertes hicieron las salvas de ordenanza y las músicas tocaron la marcha real. Después de revisar las fuerzas, subió al carruaje del Alcalde en unión de éste, de la marquesa de Nájera y del Embajador señor Pérez Caballero formándose con el mayor orden la brillante comitiva.

Abría la marcha en el que iba el gobernador y el Delegado del Gobierno. Mas de doscientos carruajes seguían al que conducía a Doña Isabel y muchos miles de personas han presenciado su paso por las calles. Los balcones y ventanas, atestados de gente lucían vistosas colgaduras. La entrada en la calle mayor de Triana resultó hermosa y brillantísima. Bajo una lluvia incesante de flores, entre vítores y aplausos, la augusta dama pasó sonriendo, saludando a todos, demostrando la satisfacción que le producía aquella elocuente manifestación de cariño y cortesía del pueblo. El pueblo escoltó y rodeó su carruaje y la vino acompañando a pie desde el puerto.


EN LA CATEDRA

Después de atravesar los arcos de triunfo levantados en su honor, llegó a la plaza de Santa Ana. Delante de la Basílica fue recibida por el Ayuntamiento bajo mazas, Adolfo Pérez Muñoz, obispo de Canarias y senador del Reino, con su Cabildo Catedral, y conducida bajo palio al interior del templo. Allí ocupó el solio a la derecha del altar mayor y acto seguido la orquesta y el coro de la Filarmónica ejecutó un Te Deum compuesto por el maestro Valle. Terminada la función religiosa visitó el tesoro catedralicio, saliendo posteriormente del templo a pie en dirección al cercano palacio episcopal, entre un gentío que no cesaba de aclamarla.

En seguida se verificó la parada militar y a continuación una recepción, que resultó muy brillante, una selecta concurrencia llenaba el salón; figuraba todo el elemento oficial, el Ayuntamiento, la Audiencia, los gentilhombres y títulos de Castilla, el cuerpo consular, los diputados provinciales, el Cabildo Catedral, corporaciones civiles, el elemento militar y las más relevantes personalidades sociales. Luego, recibió a una numerosa comisión formada por obreros, carboneros y cargadores portuarios, interesándose vivamente por sus asuntos y problemas.

Finalizado ese acto, pasó al palacio municipal, se detuvo en el Museo Canario, que examinó complacida, admirando algunas de la curiosidades expuestas y estampando su firma en el libro de autógrafos de esa entidad, como lo hicieron a continuación las personalidades de su séquito. Siguió la visita a los hospitales de San Martín, de San Lázaro y Asilo de San Antonio, que elogió convenientemente, admirándose —así se lo hizo saber a Sor Brígida, directora del orfanato— que con tan escasos medios económicos como los que disponían esas instituciones pudieran hacerse esos «milagros». La banda de niños del Asilo de San Antonio le tributó honores. Al finalizar el recorrido, Doña Isabel manifestó la gratísima impresión que la ciudad de Las Palmas le había causado.

Más tarde tuvo lugar, en el palacio episcopal, un almuerzo «íntimo», de veinte cubiertos. A su término, se dirigió al colegio del Sagrado Corazón. En el jardín de entrada del Sagrado Corazón fue recibida por la superiora, comunidad y alumnas; y en el salón de actos de aquel centro de enseñanzas, Nieves Martínez y Bravo de Laguna le leyó una salutación; seguidamente Candelaria del Castillo y del Castillo, también alumna de colegio, le hizo entrega de un hermoso ramillete de flores.

Posteriormente se dirigió al hotel Santa Catalina para asistir al Garden Party organizado en su honor por la colonia inglesa. El té reunió a la primera sociedad de Las Palmas y resultó muy agradable, no sólo por la elegancia de los trajes y lo esmerado del servicio, sino por la animación que reinó. Posteriormente regresó al Palacio episcopal donde, en unas habitaciones destinadas a su descanso que habían sido especialmente amuebladas por una comisión de señoras18, permaneció un largo rato.

A las 8 en punto de la noche llegó la Infanta, acompañada por su séquito al palacio Municipal para asistir al banquete de gala que se celebraba en su honor. En aquel momento la banda de música y la orquesta interpretaron al unísono la «Marcha Real». La plaza de Santa Ana, al igual que el centro de la ciudad, lucía extraordinaria iluminación y se encontraba ocupada por una gran concurrencia, que saludaba con aplausos la presencia real. El banquete, fue preparado por el Hotel Continental y servido en el «salón dorado» de ese Ayuntamiento, decorado por Néstor Martín y Alfonso Morales Suárez.

El corresponsal del Diario de Las Palmas dijo:


El golpe de vista que ofrecía era grandioso. El dorado de la sala deslumbraba. Sobre los capiteles de las columnas que forman los huecos de las puertas lucían llenos de luces y flores, artísticos jarrones blancos con las insignias de las órdenes militares, castillos y leones y otros atributos del Escudo Real de España. En el fondo del poniente, destacaba un gran escudo de España, hecho con flores, y con sus verdaderas tonalidades, esmaltado con lámparas eléctricas de colores. Era el tal escudo una obra de arte.

El adorno de la mesa era sencillo, pero muy artístico. En el sitio principal destacábase un centro de mesa de plata, y a todo lo largo de la mesa candelabros eléctricos del mismo metal.

La orquesta interpretó selectas obras de música que fueron muy del agrado de la señora.
La cena terminó cerca de las diez y media. Al salir, al igual que a su llegada, fue despedida con la «Marcha Real» y salvas de aplausos, repitiéndose las ovaciones al embarcar por el Club Náutico para dirigirse al Alfonso XII, donde pernoctó. Los principales edificios del centro de la ciudad lucían iluminaciones extraordinarias, entre ellos el palacio municipal y el Gabinete Literario.

LA ANÉCDOTA: VENGANZA CONTRA UN GOBERNADOR
A la mañana del día siguiente, miércoles 21 de junio de 1910, tuvo lugar una gira campestre y posterior almuerzo en el Hotel Santa Brígida, finalizado el cual regresó a Las Palmas. El viaje de la Infanta lógicamente tenía gran resonancia política, con eco en las más elevadas esferas del poder. Eran tiempos de lucha por la división política del Archipiélago en dos provincias y «la pajarera canaria hallábase alborotada». En el séquito figuraba el gobernador civil Rafael Comenges y Dalmau, quien se había trasladado desde su residencia oficial en Santa Cruz de Tenerife. Comenges era notable periodista, de brillante historial en la prensa madrileña, además de persona agradable y culta; había provocado, no obstante, la hostilidad de los divisionistas, mostrándose opuesto a ese proyecto y telegrafiando al Gobierno en contra de éste. Esas opiniones fueron conocidas en Las Palmas donde se tildaron de inoportunas e impertinentes. Fue suficiente para que al verlo en la comitiva le hicieran varios desaires, pero esa tarde, de regreso al desembarcadero, el gobernador ocupaba el coche que precedía al de la Infanta y al pasar ante el Gabinete Literario, desde esa sociedad le dieron una silba escandalosa, que se trocó en aplausos al pasar Doña Isabel.

Estaba en máxima efervescencia el periodo de rivalidades interinsulares, con largas y estridentes etapas, y la aptitud de Comenges se interpretó aquí en sentido de abierta oposición a las aspiraciones divisionistas. La protesta se organizó dando el resultado apetecido. Al paso de la Infanta se oían vivas, resonando mueras vehementes al lado del coche que conducía al Gobernador, aprovechándose el estado de opinión existente para manifestarle el desagrado de su presencia y actuación.

Prevenida de lo que ocurría, la Infanta, que se parecía en muchos rasgos a la reina Isabel II, a quien también recordaba tanto en el aspecto como en los modales, ocurrentemente calificó a la pita de «número extraordinario» de los festejos organizados en su honor». Si bien, acto seguido —era lo que se dice vulgarmente «muy mandona»—, ordenó a Comenges que abandonase el séquito21. Así prescindió del gobernador durante el corto tiempo que restaba de su estancia en Las Palmas, y éste fue destituido poco después.
A las 3 de la tarde comenzó un té ofrecido a bordo del Alfonso XII, obsequio de Doña Isabel a la autoridades e ilustres canarios que con tanto desvelo la habían atendido. Ese fue el último acto de esta histórica visita. Antes de despedirse hizo entrega al alcalde de una importante suma para socorro de los más necesitados, y esa misma noche partió el trasatlántico destino a Cádiz.


REGRESO A ESPAÑA

En Madrid continuó invariable su programa oficial. «Las puertas de su casa habrán visto desfilar no sólo a todas las personas reales españolas y extranjeras que llegaban a Madrid, sino también a la aristocracia titulada y sin titular; a la alta burguesía y, a veces, a la media; a los artistas eminentes protegidos de la señora, como López Mezquita, Andrés Segovia y otros más que le debieron sus carreras»22. Doña Isabel fue siempre muy rumbosa y generosa de sus dineros, socorría con esplendidez a cuantos se acercaban a ella; en caridades, pensiones y becas se le iba la «lista civil», como se le fue el medio millón heredado de su madre.

Ésta era la Infanta que los madrileños contemplaban con más frecuencia en sus fiestas, en Carnaval, en la verbena de San Antonio o en la pradera de San Isidro; siempre en coche descubierto, aunque nevase o el sol abrasara. El pueblo, que la quería, solía piropearla, y ella se mostraba encantada con homenajes y coplas:

¡Olé la Infanta torera!

Le gritan por Alcalá

Y un suspiro se le escapa

Sin poderlo remediar…


El presidente Alcalá Zamora, que la conocía y respetaba, inquieto por el penoso estado de esta Infanta, amada por el pueblo, quiso ahorrarle las amarguras del exilio y le aseguró que no sería molestada y podía quedarse en Madrid, en tanto que el resto de la familia real tomaba el camino de Francia. Pero ella, no quiso aceptar ese ofrecimiento y prefirió seguir el destino de los suyos. Pobre, vieja, enferma, su misión en la vida había terminado con la caída de la Monarquía. Siete días después, en una tarde gris de París, en una humilde celda del convento de Auteuil, donde buscara refugio, casi sola, con el alma en paz, porque a nadie hizo daño y a muchos bien, se extinguió dulcemente, sin dolores ni sacudidas, la buena Infanta, lejos de los Madriles de sus amores, el 23 de abril de 1931.


COLOFÓN
Si bien en tiempos pretéritos las visitas a las «remotas» Islas Canarias eran escasas, hoy son por el contrario muy frecuentes. A medida que se han desarrollado y multiplicado los medios de transporte y, en general, las comunicaciones, el conocimiento de este Archipiélago ha ido creciendo, hasta convertirse en habitual destino de excursiones de reyes, jefes de Estado, príncipes y prominentes personalidades de la política, de las letras y de las diferentes ramas del saber y del trabajo, además, claro está, de todo tipo de gentes que vienen en busca de nuestro clima, de nuestros paisajes y de la idiosincrasia de nuestro pueblo. En el presente, cuando estas Islas tienen en la industria turística su principal reclamo y fuente de riquezas, tratar de inventariar las nuevas «Recepciones Reales», dado su gran número, se convertiría en un trabajo ímprobo y es posible también que carente del interés intrínseco de aquellas primeras, ya históricas, con un profundo calado en la vida social de la comunidad canaria. Cada época es, a fin de cuentas, una forma de vida en común para mujeres y hombres, posee sus propios impulsos y sus singulares modos de expresarlos. A pesar de todo, los símbolos que estos personajes encarnaban y encarnan, remotos y caducos en ciertos aspectos, actualizados en parte por nuestra historia más reciente, no dejan de tener aún algo del brillo que un día poseyeron, rutilante, en la vida política y social, como también en la mundana, de la época. Son en cierta medida conceptos intemporales, inveteradamente aceptados, que se reavivan al abrigo de acontecimientos actuales que movilizan, con signos diversos, nuestras conciencias, y que, al estar originados en lo profundo de las personas, muestran rasgos elementales de la condición humana. (Antonio Luque Hernandez, 2009).

1910 Junio 19.
Se inaugura oficialmente el Jardín Botánico de La Orotava.  Se dice que fue una fortuna que, por requisitos legales, la venta del amplio espacio que surgió cuando desapareció el convento que estaba situado en él, donde hoy, para fortuna de todos, se encuentra la Hijuela del Botánico y el señorial edificio de las oficinas municipales.
La primera referencia que de él se tiene, lo sitúan en 1873. Más adelante, en 1888, la gerencia que lo administraba, pidió al Ayuntamiento de La Orotava que fijara los límites que debía definir el espacio, los muros que debían servir de contención de tal lugar, para construir el jardín.

Una vez resueltos todos los trámites necesarios, el jardín fue oficialmente inaugurado el 19 de junio de 1910 Y contó con la presencia de la infanta Isabel de Borbón y de Borbón.
Más tarde, ante el estado de abandono en que se encontraba, se solicitó, al Gobierno Civil, buscara las formas y estableciera las medidas necesarias para su restauración. La súplica tuvo éxito cerrándose su contorno con la verja de hierro forjado que aún perdura.
El Centro de Educación Ambiental Municipal, (ignoro si existe en la actualidad) publicó un trabajo, (tampoco se su fecha) que copiado literalmente dice: "La Villa de La Orotava atesora uno de los conjuntos patrimoniales más importantes del Archipiélago Canario. Dentro de éste, el jardín Hijuela del Botánico, ocupa un lugar destacado, pues fue desde siempre, un elemento configurador de notable importancia estética en el paisaje orotavense. El jardín, fue construido a finales del siglo XIX, sobre antiguos terrenos pertenecientes al desaparecido convento clariso de San José. La Hijuela está situada al sur del edificio consistorial, formando ahora un bello espacio ajardinado. Posee una superficie aproximada de 4000 metros cuadrados y se encuentra a una altitud sobre el nivel del mar de 350 metros. Dentro de este gigantesco espacio, se pueden observar más de un centenar de especies de marcado interés botánico, existiendo vegetales de notable belleza e interés por sus dimensiones, antigüedad, rareza y procedencia de lugares remotos.

Sin lugar a dudas, no sólo los vegetales son los protagonistas en este jardín, sino que además, un conjunto de animales destacan por su belleza e interés, donde las aves se convierten en los habitantes más representativos de este bello espacio ajardinado”.
Es casi imposible hablar de todas las especies que existen en este jardín, porque sería una falta de respeto hacia aquellas que no reseñamos, pero lo haré atendiendo a las que más han saciado mi curiosidad.

Araceae, conocida como oreja de elefante. Procede de territorios tropicales de Asia. Tiene mucha importancia en la economía de sus países de origen, porque sus tubérculos se convierten en base muy importante en la alimentación de algunos de sus pueblos.
Madroño canario. De coloración verde que puede tomarse en rosácea. Formó parte de los antiguos bosques de laurisilva canarios.

Castaño de Indias o falso castaño. Procedente de Grecia, Albania y Bulgaria. Árbol muy frondoso, de hasta 30 metros de altura, de tronco grueso. Sus flores nacen en racimos, compuestos por cinco pétalos, no iguales, de color blanco. Su fruto es algo cónico y erizado con púas. Se trata de una especie que se cultiva en lugares urbanos de varias ciudades europeas.

Camelia. Procede de Japón y Corea. Su flor individual alcanza, en pleno esplendor, doce centímetros de diámetro y un color rojo intenso. Es de fácil reproducción. De su semilla se extrae un aceite que se emplea en la industria cosmética para la elaboración de tintes.

La Higuera del Himalaya, que se encuentra cerca de la puerta de entrada, hacia su lado izquierdo, se lleva toda la curiosidad y admiración. Procede de Asia Tropical. Su color varía desde el púrpura de su nacimiento hasta el verde oscuro de su madurez. Es un bello espectáculo contemplado en ambos estados.

Y no se nos podía olvidar el rey del jardín, el Drago Canario. Se trata del elemento vegetal más representativo de las Islas Canarias y singularmente de la Villa de La Orotava siendo parte importantísima en su emblema. Puede alcanzar los quince metros de altura sustentado por un grueso tronco. Sus raíces se extienden en un diámetro asimétrico de aproximadamente cinco metros.

Otra de las riquezas que se disfrutan en la Hijuela es la variedad de aves que anidan en ella. Desde el mirlo, que encontramos con relativa facilidad, tanto por su cantidad como por su sorprendente canto. También encontramos al capirote colorado, de cola redondeada y con un tenue bordeado blanco. El pájaro chirrero o herrerillo común, con sus manchas negras encima de sus ojos. El canario popularizado por los primeros conquistadores y admirado mundialmente por su suave y dulce canto. Y dejamos para el final, porque es casi un recuerdo de nuestra infancia - y aquí la razón de este estudio de la Hijuela - la alpispa. Recuerdo de pequeño que al salir de la escuela íbamos a vedas en las charcas de la Hijuela. Sentíamos curiosidad por ellas y por el movimiento constante de su cola. En estos tiempos, debido al estado de abandono de las charcas, las alpispas han desaparecido. Ahora, en el lugar que ocupaban y que amenizaban nuestras estancias en ese lugar, la mano del hombre o mejor dicho, la indiferencia y el olvido de aquellos que tienen la obligación de conservar nuestros tesoros, los destruyen.

1910 Julio 4. Nació  a las seis de la mañana, en Las Zocas, Achbuna (San Miguel de Abona). Dña, Consuelo Rancel Cuesta. Hija de D. Miguel Rancel y de Dña. Rosa Cuesta, es la mayor de cuatro hermanos. ”Mi niñez fue feliz a pesar de los poco que teníamos; nos ingeniábamos todos para poder jugar, hacíamos las casitas en las penqueras, jugábamos al paro y la pelota la hacíamos de trapo, brincábamos a la soga. A la escuela no iba pues decían que no hacía falta aprender, lo que teníamos que ser mujeres de casa.

Esta mujer entrañable, valiente, luchadora, sabia y con un gran corazón, es Dña. Consuelo. Doy gracias a la Diosa por darme la oportunidad de vivir cerca de ella algunos años. A ella quiero agradecerle el hacerme partícipe de su vida y de su
historia, compartir con ella ratos maravillosos y bebernos un café juntas. Darle
también las gracias por permitirme tutearla (cuando me ve llegar a su casa
se le ilumina la cara y me dice “hola, mi flor.” Gracias Consuelo.

Como ella dice, zoquera de los pies a la cabeza, Dña. Isabel Rancel Cuesta, conocida por Dña. Consuelo, nace en El Hoyo, en las casas que aún están en pie. Estas casas fueron construidas en 1820, comprándolas su abuela antes de ella nacer.

-Los Reyes Magos nos traían una naranja y unos higos pasados y poco más. La niñez fue poca, pues teníamos que trabajar a muy temprana edad. Yo quería aprender a escribir y fui aprendiendo después de más grande... no hacía sino rebujones y luego iba pintando las letras. Yo recuerdo aquella época con cariño: éramos pocos vecinos y éramos como una familia. Había catorce vecinos, luego fue creciendo el barrio porque nos íbamos casando y venía algún forastero.

-Las diversiones consistían en que  íbamos a los bailes que se hacían aquí, en alguna de las casas que no tuviera el piso muy ruin. Aquí mismo, en El Hoyo, en la casa del medio
de mi tía Magdalena, le poníamos agua y tierra al piso, lo pisábamos fuerte y a los cuatro o cinco días estaba listo p’a bailar. También nos llevaban alguna vez a San Miguel, a mis hermanas María y Rosita y mi prima Jorgina.

-En aquellos tiempos nos fuimos a trabajar a La Estrella, nos quedábamos toda la semana y el sábado veníamos a bañarnos. Teníamos que ir a buscar el agua al barranco La Orchilla. Aquí detrás está la cueva La Jurada, traíamos el agua en un cacharro que era de petróleo, o en un barril el que lo tenía. Había varios charcos: unos p’a lavar, otros p’a coger agua y otros p’a beber las cabras. Lavábamos la ropa p’a ir el lunes limpios al trabajo.

-Se ganaba peseta y media por día, que eran doce pesetas más o menos (eso, las que éramos buenas trabajadoras). Había que ir a cobrar al Porís de Abona, casa D. Antonio Reverón, siempre iban dos personas y traían el dinero de todos, cada uno en su sobre.

-La poca ropa que teníamos me la hacía mi madre y mi tía Magdalena que siempre estaba cosiendo. Mis padres también tenían una venta... en la que se vendía Millo, lonas, sombreros... un poco de todo. Yo aprendí a hacer bolsillos sesgados con mi tía Adela y yo se los hacía a mi madre. Yo fui aprendiendo a coser y a planchar y bordar. Y aprendí a hacer macramé con ochenta y ocho años por una revista.

-Yo no era muy nueva, pues tuve que trabajar p’a juntar p’a mi dote y llevé cuatro sábanas y una manta de fresá y poco más. Me quedé sola muy pronto. Mi pobre marido se enfermó, pues nos fuimos al Río porque p’a allá había más trabajo y muy pronto falleció. Me quedé sola con cuarenta años y tuve que luchar p’a sacar a mis hijos adelante. Hice de padre y de madre.

-También aprendí con mi abuela a rezar el empacho a los niños y el mal de ojo... -Con un poquito de aceite calentito le sobaba en la barriguita, le decía el nombre del niño y se rezaba un padrenuestro; y el mal de ojo se le hacían tres cruces y se decía, dos te lo hicieron, tres te lo van a quitar: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo y se decía, Jesús, Jesús tres veces en cruz.

-Las poesías me llegaban solas a la cabeza y después las iba juntando... me dices
una? Pues... si me acuerdo, sí.

Yo soy nacida en Las Zocas
aquí me gusta vivir
viendo la Cruz de Chimbesque
me gustaría morir.
Aquel que viene a Las Zocas
es como el que planta un drago
aquí echa sus raíces
y se hace milenario.

El barrio era rico en fruta
tenía muchas higueras
pero todas las quitaron
para hacer las carreteras.

Van quitando montañas
entullando los barrancos
pasando diez años más
esto será un Campo Santo.

El barrio tiene un colegio
hay pocos en Tenerife
donde se educan los niños
desde los tres a los quince.

También tenemos un Kinder
para niños de dos años
sus madres a trabajar
otro que cuide el rebaño

Me voy a morir de vieja
soy analfabeta a cero
y no ponen un colegio
para enseñar a los viejos.

Le digo a la juventud
que cuiden lo que tenemos
que no quiten un pencón
los higos picos son buenos.

La fiesta de San Esteban
en octubre se celebra
todo el que quiera venir
se divierta como pueda.

Y con esto me despido
es el fin de este relato
para no cansarles más
si Dios quiere hasta otro rato.

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