lunes, 7 de abril de 2014

Los embates contra el Caciquismo Conservador.



1931.


La contestación social contra el sistema caciquil en La Palma (Islas Canarias) aumentaba cuando una crisis económica de proporciones considerables coincidía con el bloqueo total o parcial del recurso a la emigración americana.
El Caciquismo.- Durante las primeras décadas del siglo XX, el caciquismo se mantuvo como un fenómeno social y político estable pero erosionado por las iniciativas del colectivo progresista de la sociedad. El poder de los mayores propietarios se afianzaba en las comarcas agrícolas. Primero, gracias a unas relaciones clientelares basadas en los arrendamientos, en los puestos de trabajo que generaban sus posesiones, y en los empleos dependientes de las instituciones públicas que administraban. Segundo, debido a sus vínculos con la oligarquía que detentaba el poder del Estado. La consistencia caciquil explicaba que un porcentaje amplio de la población rural estuviese imbuido de una cultura del patronazgo, reforzada por la influencia ideológica que desplegaba la Iglesia. El dominio político de esta oligarquía se manifestaba con toda su contundencia durante los periodos electorales, cuando el control de las instituciones públicas, de las fuerzas de orden y las posibilidades de dar empleo o favores permitían al Partido Conservador ganar elecciones que, en último término, se forzaban recurriendo al fraude electoral.
La oposición.- Sin embargo, entre 1900 y 1931, se fortalecerá el colectivo progresista disconforme con el predominio oligárquico. Este sector progresista de la sociedad palmera estaba integrado, en primer lugar, por una minoritaria clase media de discurso anticaciquil y raigambre republicana, encuadrada, principalmente, en la Unión Republicana, liderada por Alonso Pérez Díaz. En segundo lugar, un creciente número de obreros residentes en la Capital de la Isla se mostrará receptivo a los discursos de estas organizaciones republicanas y se alejará del radio de acción de los sectores tradicionales de la sociedad. Tras la Revolución Rusa (1917), surgirá, de los medios republicanos, un colectivo de obreros que se inclinará por los programas marxistas.
Pero, no solo en Santa Cruz de La Palma se fortalecían los núcleos contrarios al sistema de la Restauración; en los municipios plataneros, con un importante contingente de población asalariada, aumentaron las organizaciones antimonárquicas. Sobre todo a partir de la I Guerra Mundial, una porción considerable de las nuevas generaciones se desgaja, lentamente, de la órbita caciquil, puesto que no dependía de su patrocinio para obtener medios de vida. En efecto, en zonas dedicadas a los cultivos de exportación como el Valle de Aridane o San Andrés y Sauces, los caciques arrendaron parte de sus propiedades a empresas exportadoras y, por tanto, ya no cedían tierras con las que subsistir. Tampoco ejercían el monopolio de la distribución de empleos, función que, en buena parte, habían delegado en compañías extranjeras como Fyffes Limited.
El crecimiento de la contestación antioligárquica.- Entre 1895 y 1936, la impugnación social contra el régimen oligárquico de la Restauración creció en La Palma, aunque de forma irregular. De lustros de latencia y crecimiento paulatino, se pasó a ciclos de rápida irradiación en el momento en el que coincidía una depresión económica con el cierre de la emigración. Esto último ocurrió tres veces, en el plazo de treinta años: durante la Guerra de Cuba, a lo largo la I Guerra Mundial y tras el desencadenamiento de la crisis de 1929.
Los mecanismos de crecimiento.- Las secuelas de la Guerra de Cuba, de la I Guerra Mundial y de la Crisis de 1929 trabaron los motores de la economía palmera (agricultura de exportación, comercio, tráfico portuario, construcción, obras públicas...). Este deterioro económico conllevó el incremento del desempleo y vino acompañado de un repunte de los precios. Al coincidir este hábitat depresivo con la incapacidad de la emigración para dar salida y esperanza a los contingentes populares más perjudicados, se incrementó la contestación social. El sistema político oligárquico quedaba desacreditado por desatender las necesidades de los habitantes de La Palma. Los obreros, con la senda de la emigración obstruida, acudían a las iniciativas surgidas del ámbito progresista para luchar por la supervivencia en su propia tierra. Se producen, entonces, movilizaciones cuyo foco inicial es el núcleo de ideas progresistas preexistente.
Agencias de empleo.- En aquellos lugares donde los medios republicanos se habían enraizado, su discurso de justicia, igualdad y solidaridad había creado un sustrato que permitía a las masas obreras asimilar los mensajes renovadores de los propios republicanos y de los marxistas. Estos círculos progresistas difundían el mensaje de que una sociedad desigual, donde los intereses de los ricos prevalecían a pesar de la miseria de los pobres, requería la unidad solidaria de los desfavorecidos para, así, crear organizaciones potentes capaces de luchar contra la injusticia y mejorar sus condiciones de vida. Esta exhortación prendía porque se materializaba en una iniciativa práctica, preparada para responder a las acuciantes demandas materiales de la población obrera. En efecto, la apelación al vínculo fraterno entre los trabajadores pretendía constituir formaciones con el vigor necesario para reclamar el establecimiento de turnos, controlados por los propios sindicados, que garantizaran jornadas de trabajo a los operarios de cada sector. Es decir, que una de las principales reivindicaciones de los obreros agremiados será que ellos mismos, a través de los sindicatos, gestionasen el reparto del empleo existente. Asimismo, se buscaba que ese empleo promediado fuese dotado de remuneraciones mayores que aseguraran la subsistencia de los asalariados. También, se perseguía que el desempeño de esos puestos de trabajo se humanizara, gracias a la consecución de avances laborales como la reducción de la jornada, el aumento de las condiciones de seguridad, la obtención del descanso dominical, etc.
De este modo, amplios sectores populares se integraron en sindicatos obreros, promovidos, en primera instancia, desde el republicanismo, para luchar por obtener la subsistencia en su tierra natal. Así, tras la Guerra de Cuba, se fundan la Asociación Gremial de Obreros de La Palma (1901) y su órgano de prensa La Voz del Obrero. Después, a lo largo de la I Guerra Mundial, se fortalece la dinámica Juventud Republicana de La Palma (1914), y, más tarde, entre 1918 y 1923, se constituyen el Centro de Dependientes del Comercio y la Industria (1920), la Sociedad de obreros Panaderos "La Alborada" (1921) y el Sindicato de Torcedores. A partir de 1930, se crea la Federación de Trabajadores de La Palma (cuyo órgano de expresión será el semanario Espartaco), la Agrupación Socialista y el Partido Comunista.
El manifiesto de la Federación palmera recogía la principal razón para que las organizaciones obreras se vigorizaran: los trabajadores estaban siendo azotados por la "miseria", "el hambre", "la enfermedad" y "el paro forzoso". Ante esa situación "no puede ni debe quedar otra esperanza que la unión de las fuerzas obreras en una organización a la cual todos presten su apoyo y sea amparo y defensa y medio de lucha para todos" (Manifiesto de la Federación de Trabajadores, 3-4-1931, expediente 1º trimestre, leg. año 1931, Archivo Delegación del Gobierno).
En definitiva, cuando las necesidades materiales de los habitantes no eran resueltas por el sistema político al que se vinculaba la estructura económica, los discursos alternativos progresistas eran capaces de activar a un sector importante de la población, de presionar al discurso tradicional y de erosionar la ordenación política y social oligárquica.
La represión.- En los momentos más críticos de la protesta, las represiones gubernativa y patronal convergían para contener la movilización obrera. Por un lado, el Ejército y la Guardia Civil intervienen y los Tribunales persiguen a los líderes más destacados. Por otro, los patronos despiden a los dirigentes obreros y a los empleados más conflictivos y solo contratan a aquellos operarios menos proclives a la protesta. El ciclo contestatario remitía cuando los motores del modelo económico canario se recuperaban y, sobretodo, la esperanza de futuro que suponía la emigración se reabría y daba salida al descontento popular. Es decir que, la represión policial, laboral y judicial contenía la agitación social, hasta que ésta remitía al recuperarse la economía y abrirse de nuevo las salidas migratorias.
Sin embargo, la movilización popular fue tan considerable durante la II República que, ante la continuidad de la depresión económica y la persistencia del cierre emigratorio, los sectores sociales ligados al Caciquismo de la Restauración impulsaron un movimiento represivo arrollador que desmanteló totalmente las organizaciones levantadas por el conjunto progresista de la sociedad. (En: elapuron.com, 2009)

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