viernes, 16 de mayo de 2014

ALONSO PEREZ DIAZ





1941.
Fallece Alonso Pérez Díaz.
 Después de la sublevación militar fascista de y la caída de la isla de La Palma en manos de los franquistas, Alonso Pérez Díaz es encarcelado y enviado a Tenerife. Durante su encarcelamiento enferma y muere en Gran Canaria en extrañas circunstancias.
Alonso Pérez Díaz nace en el entonces pueblo de Mazo, en la isla canaria de La Palma, el 11 de junio de 1876; en el seno de una familia acomodada. Su padre, el militar Alonso Pérez Sánchez, considerado uno de los grandes propietarios y primeros contribuyentes afincados en lugar ocuparía en varias ocasiones la alcaldía del municipio; vinculado al partido conservador de Cánovas del Castillo, liderado entonces en la Isla por Pedro Poggio y Álvarez.
     Hacia 1895 Pérez Díaz concluiría sus estudios secundarios, iniciando su formación universitaria en Madrid. En la capital española residía ya su hermano Pedro, once años más viejo que él y que contraería matrimonio con una hija de Nicolás Salmerón y Alonso, tercer presidente que tuvo la la Primera República española en 1873. Estamos también, en el caso de Pedro Pérez Díaz (1865-1930), ante una figura excepcional del contexto político canario del primer tercio del siglo XX. Buen conocedor de la historia y la legislación sobre la administración local española y de la idiosincrasia isleña, Pedro fue uno de los principales artífices de la nueva organización político-administrativa y electoral del Archipiélago que culminaría en la denominada Ley de Cabildos de 1912. Discípulo de Giner de los Ríos, de Gumersindo de Azcárate y del propio Salmerón, su ideología política y su obra sociológica se inscriben dentro del republicanismo y de los postulados de la filosofía krausista. Afincado tempranamente en Madrid, ejercería como letrado del Consejo de Estado (1891-1930), institución en la que desarrollaría una reconocida labor que, ciertamente, consolidaría su prestigio como profesional del Derecho. Republicano convencido, siempre estuvo atento a la problemática de Canarias, especialmente a la de La Palma natal. Al respecto fue, para sus paisanos y correligionarios, una referencia obligada en la defensa de los intereses isleños en la capital del Estado. Escribió algunas obras fundamentales sobre la cuestión social y el socialismo, siendo uno de los pioneros españoles en el estudio y análisis de la doctrina marxista. Esta primera etapa madrileña de la vida de Alonso Pérez Díaz, que finalizaría hacia 1904 y en la que llevaría a cabo sus estudios de Filosofía y Letras y Derecho en la Universidad Central, sería decisiva para su futuro planteamiento político. Así, pues, al calor de las influencias reformistas de su hermano Pedro y en contacto directo con los ambientes regeneracionistas de la época, así como con los sectores del republicanismo español liderados por la figura histórica de Nicolás Salmerón, por quien sentía auténtica veneración, se iniciaría en la militancia política.
     De vuelta a la Isla, concluida su formación universitaria y considerado ya por sus propios paisanos como "una nueva gloria para La Palma", comenzaría a ejercer profesionalmente; convirtiéndose en el letrado más popular de la sociedad palmera de aquellos días. Establecido, pues, en su isla natal, se metería de lleno en la actividad pública local y en 1905 iniciaba una nueva y larga andadura arropado por el republicanismo insular. Serían años difíciles para la causa republicana, pero en los cuales Alonso Pérez Díaz se iría curtiendo como hombre público y consolidando como líder indiscutible del republicanismo insular. Este sería un tiempo  -más de veinticinco años-  de verdadera preparación; en clara oposición al poder conservador que, salvaguardado por las tramas caciquiles al uso, se encontraba bien arraigado en la Isla, impidiendo a toda costa el avance republicano. En el transcurso de este período, Pérez Díaz tuvo que afrontar fracasos electorales como el de los comicios a diputados provinciales de marzo de 1905, en los que, como cabeza de lista de los republicanos palmeros, no conseguiría escaño. En las municipales de mayo de 1909, sin embargo se haría con el acta de concejal del consistorio de la capital palmera; a cuya presidencia accedería en 1923 de la mano, paradójicamente, de la Dictadura de Primo de Rivera; aunque su militancia republicana condicionaría su permanencia en este cargo, pues apenas cinco meses después sería destituido del mismo. No obstante, en estos años que transcurren entre 1905 y 1931, la actuación pública de Pérez Díaz fue bastante relevante y así, al margen de los asuntos estrictamente políticos marcados por el caciquismo imperante, su preocupación cívica abarcaría también todo lo relacionado con la problemática social y económica de su isla natal; destacando su especial dedicación en los campos de la educación y la cultura. Los comienzos de su obra social en estos últimos aspectos hay que situarlos a principios del mismo siglo XX, cuando los índices de analfabetismo seguían siendo alarmantes. Así, en julio de 1906, su cuidado por la instrucción de las clases menos favorecidas derivaría en la creación del Ateneo Popular de Santa Cruz de La Palma.
     Intensa sería, pues, su actividad pública anterior a la llegada de la Segunda República española. Mítines, manifestaciones reivindicativas y reuniones oficiales contarían siempre con su presencia entusiasta y combativa. En noviembre de 1910, su actuación, al lado de su hermano Pedro, cobraría gran relieve en las discusiones acerca del futuro régimen político-administrativo insular que, en 1912, culminaría con la aprobación de la ya citada Ley de Cabildos. Su interés por los problemas de La Palma se evidenciaría también con su presencia, en la segunda mitad de la década de 1920, en el seno de aquellas "comisiones patrióticas" encargadas de resolver, ante los distintos organismos oficiales, muchos asuntos de interés para toda la Isla (red de caminos vecinales y de carreteras, Instituto de Segunda Enseñanza, infraestructuras portuarias, etc.). En este sentido cabe señalar que par Pérez Díaz el dominio conservador perjudicaba los "más vitales intereses de La Palma"; lo que le llevaba a apoyar toda iniciativa encaminada a acabar con los desmanes oligárquicos y que devolviera la honradez al gobierno de las instituciones públicas.
     La plenitud política de nuestro biografiado vendría con la Segunda República y duró, prácticamente, lo que duró la misma existencia del régimen. Los republicanos liderados por Pérez Díaz iniciarían, con fuerza, la reorganización de sus filas; alentados ahora por una coyuntura inmejorable que les brindaba la oportunidad de acceder, obviamente, a un protagonismo en las esferas del poder que nunca antes habían tenido en La Palma. Pronto quedaría constituido el nuevo Partido Republicano Palmero que, en la práctica, iba a ser una sucursal del Partido Republicano Tinerfeño que, a su vez, se adscribiría al Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux. Los resultados de las elecciones a Cortes Constituyentes, celebradas el 28 de junio de 1931, darían a Pérez Díaz el acta de diputado por la provincia de Santa Cruz de Tenerife; acta que revalidaría en los siguientes comicios generales del 19 de noviembre de 1933, que darían el triunfo al centro-derecha. La ruptura que se produciría posteriormente en las filas del Partido Republicano Radical pondría de manifiesto las divergencias que también existían en el seno del republicanismo tinerfeño. La salida del sevillano Diego Martínez Barrio de las filas lerrouxistas culminaría, en septiembre de 1934, con la creación de Unión Republicana. Con todo, la unidad formal de los republicanos tinerfeños en Canarias se mantendría, aunque no por mucho tiempo. En Madrid, sin embargo, la hasta entonces representación parlamentaria de los radicales tinerfeños se dividiría: Orozco Batista y Marichal López permanecerían junto a Lerroux mientras que Pérez Díaz, Lara Zárate y Alonso Rodríguez secundaban a Martínez Barrio. Finalmente, en mayo de 1935, se constituiría, de la mano de Elfidio Alonso, Unión Republicana en Tenerife. Pérez Díaz quedaba entonces en una difícil situación. Así, si bien en el contexto insular se mantendría fiel al radical Orozco Batista, gran amigo suyo, no haría lo mismo en el ámbito estatal; donde se mantendría proclive a la línea de actuación política liderada por Martínez Barrio. Este confuso panorama de banderías llevaría al político palmero, en vísperas de la confrontación electoral de febrero de 1936, a un auténtico callejón sin salida. Su denodado empeño por conseguir el entendimiento entre Orozco y los republicanos de izquierda de Rodríguez Figueroa y de Alonso Rodríguez no fructificaría. Ante esta difícil coyuntura, Alonso Pérez Díaz volvería a presentar su candidatura al lado de los republicanos tinerfeños, pero esta vez no saldría reelegido al serle los resultados completamente adversos. En La Palma los republicanos verían como su carismático jefe quedaba relegado, en número de votos, al cuarto puesto, precedido en este sentido por tres candidatos del centro-derecha (José Miguel Sotomayor, José Víctor López de Vergara y Félix  Benítez de Lugo). La desaparición de la escena política del Partido Republicano Tinerfeño terminaría de facilitar la formación, por parte de los republicanos de Pérez Díaz, de Unión Republicana en La Palma.
     Los sucesos de julio de 1936 sorprenderían a Alonso Pérez Díaz en La Palma, en cuya capital, el 20 de ese mes, el comité de Unión Republicana firmaba el manifiesto titulado "A la opinión liberal", en el que se defendía claramente la legalidad republicana y que luego se tendría muy en cuenta como prueba acusatoria en los procesos represivos a que se vieron sometidos todos y cada uno de los firmantes, incluido el propio Pérez Díaz. La tragedia del líder republicano palmero, como la de tantos otros, comenzaría a partir de la tarde del 25 de julio, al caer definitivamente la Isla en manos de las tropas franquistas sublevadas. Deportado a Tenerife, sería detenido en mayo de 1937 y puesto en libertad en febrero de 1939 para luego ser encarcelado, definitivamente, el 8 de septiembre siguiente. La condición de líder político y su gran proyección pública harían que sobre él recayese, sin compasión y con mayor intensidad, la carga represiva; acusado, junto a sus paisanos y correligionarios Manuel Rodríguez Acosta, Juan Pérez Cabrera, Eduardo Lugo Álvarez y Eugenio Abreu Creagh, del delito de rebelión según la causa número 220/1939 de la Capitanía General de Canarias, que se instruiría con carácter de procedimiento sumarísimo de urgencia. El 4 de septiembre de 1940, Pérez Díaz y los encausados con él pasarían al cuartel de San Carlos de la capital tinerfeña, donde serían sometidos al correspondiente consejo de guerra. El fiscal, Miguel Zerolo Fuentes, solicitaría entonces la pena de siete años de prisión mayor al considerarles autores de un delito de adhesión a la rebelión. Ese mismo día se dictaría sentencia absolutoria para todos los procesados, aunque se estimaría procedente remitir testimonio a los tribunales especiales de Responsabilidades Políticas y de Represión de la Masonería y el Comunismo. Propuesta la aprobación de la sentencia por el auditor de guerra, el capitán general de Canarias, Serrador, se negaría a firmarla al estar de acuerdo con las conclusiones del fiscal Zerolo. Por este motivo, la causa pasaría al Consejo Supremo de Justicia Militar, al que los cinco procesados solicitarían, sin éxito, la libertad condicional. Esta vez la fiscalía sólo encontraría culpable a Alonso Pérez Díaz, para el que se pediría la pena de doce años y un día de reclusión menor y accesorias, solicitando para el resto de encausados la libre absolución, aunque se proponía que tanto el caso de Pérez Díaz como los de Abreu Creagh y Pérez Cabrera pasaran a disposición de los citados tribunales especiales.
     El 25 de febrero de 1941 la sentencia absolutoria dictada en su día por el consejo de guerra de San Carlos era revocada por la Sala de Justicia del Consejo Supremo de Justicia Militar. Sobre Alonso Pérez Díaz, al que se atribuiría una cooperación eficaz con los sostenedores de la causa marxista, recaería el mayor rigor de la nueva sentencia, condenándosele a treinta años de reclusión mayor y conmutándosele la pena por una de ocho años. En el texto de la sentencia del Consejo Supremo de Justicia Militar se aprecia la distinta consideración que se tuvo de todos y cada uno de los procesados, así como de su proyección pública y actuación política durante el período republicano, identificando a Pérez Díaz "con los fines y móviles perseguidos por la subversión roja como evidentemente se deduce  -se afirma-  de toda su actividad política anterior al Alzamiento".
     A principios de junio de 1941, en la noche del día 6, el líder republicano palmero sufriría en la prisión de Fyffes  -según testimonio de Manuel Rodríguez Acosta-  un edema pulmonar agudo y hasta cinco días después, en la tarde del día 11, no sería trasladado al Hospital Civil de Santa Cruz de Tenerife. En agosto se conocía la negativa de la Comisión Asesora Central de proponer al Consejo de Ministros la libertad condicional de Pérez Díaz por su pertenencia a la masonería. A finales de septiembre, dada la gravedad de sus dolencias, se autoriza su traslado al Hospital Civil de Las Palmas de Gran Canaria, ingresando finalmente en la Clínica San Roque de la misma ciudad; donde se le habilitaría habitación como celda de reclusión. En la misma, "debidamente vigilado", fallecería al mediodía del 17 de octubre siguiente.
     El 23 de abril de 1958, se producía, en el cementerio civil de la capital grancanaria, la exhumación de los restos de Alonso Pérez Díaz que posteriormente, con absoluta discreción, serían trasladados a La Palma, donde recibirían definitiva sepultura en el panteón familiar ubicado en el cementerio de la capital insular.
     La represión de posguerra se encargaría, como en el caso de tantos otros que lucharon por la libertad y la democracia republicana, de silenciar la figura y la obra de Alonso Pérez Díaz, al amparo de una  legislación infame en la que tuvo mucho que ver, para mayor afrenta,  la acción jurídica de su pariente Blas Pérez González, lo que contribuye aún más, si cabe, a acrecentar el drama personal del líder republicano palmero.
Hasta  1902, año en el que, fallecido ya el padre de D. Alonso, se decide el traslado de la residencia familiar a la capital palmera, los Pérez Díaz vivirían en el Mazo natal, pueblo al que el rey Alfonso XII le concedería el título de Villa el 18 de marzo de 1878 y que por  esta época seguía siendo un claro ejemplo de municipio con una economía tradicional eminentemente agraria, lastrada por importantes carencias. Por otro lado, las anquilosadas estructuras sociales, con la paulatina llegada de las remesas de los que habían emigrado a América, habían comenzado a resentirse; dando lugar a la introducción de elementos de cambio en el viejo sistema de propiedad de la tierra. No obstante, durante todo el siglo XIX, la miseria de la población resultaría evidente y el retrato social del municipio, que reflejaba la general pobreza de sus habitantes, quedaba de manifiesto en un acuerdo  plenario (1/7/1871) del Ayuntamiento, presidido entonces por el propio Alonso Pérez Sánchez, en el que entre otras cosas se venía a decir:
"... apenas subsisten en corto número algunas personas que puedan calificarse acomodadas, porque la mayor parte de estos habitantes, depende de la eventualidad de un pequeño jornal para alimentarse con escasez a sí mismos y a sus familiares, y que sus jornales no deben ser considerados para todo el año, pues sólo en él podrán ocuparse la cuarta parte del mismo; por todas estas consideraciones, acordó que las cuatro séptimas partes de la población fijando 700 vecinos para el objeto de que se trata deben ser considerados y los considera el Ayuntamiento exentos de tomar la cédula de empadronamiento de pago..."
    A esa minoría acomodada y por ende conservadora pertenecía, precisamente, el grupo familiar encabezado por el mismo alcalde; que durante la segunda mitad del siglo XIX ocuparía, como ya referimos, en tres ocasiones (1869-1872, 1883-1886 y 1897-1898) la presidencia del Ayuntamiento de Mazo; cargo que también llegaría a estar en manos de sus hermanos Blas y José Antonio Pérez Sánchez. Estamos, pues, ante una auténtica elite rural controladora de los resortes del poder local, agente pero igualmente víctima de la trama caciquil decimonónica. Tanto Alonso Pérez Sánchez como su hermano Blas, casados respectivamente con las también hermanas Luisa y Catalina Díaz Guerra, constituirán  las conocidas y prolíficas familias de los Pérez Díaz, que se convertirán en clanes influyentes de la vida social y política de La Palma del último tercio del citado siglo y primera mitad del siglo XX y cuya importancia se dejará sentir hasta bien avanzada esta última centuria. De su manifiesta preponderancia social y económica dan testimonio, todavía hoy, las que fueron viviendas familiares ubicadas en el casco urbano de Villa de Mazo, que se constituyeron en las edificaciones de mayor empaque de la localidad y en muestra singular de la arquitectura doméstica canaria.
     Mucho se ha especulado, sin embargo, con las desavenencias habidas entre ambos clanes. La muerte del propio padre de nuestro biografiado se halla inmersa en las diferencias y parcialidades políticas que sacudieron, crispándola, la vida cotidiana de Mazo creando auténtica alarma social. En este sentido, entre 1890 y 1901 la familia de Alonso Pérez Sánchez fue víctima de una serie de atropellos que el mismo Pedro Pérez Díaz, ya desde la óptica de letrado del Consejo de Estado, no dudaría en calificar, denunciándolos, de perversos y criminales, convencidos como estaban él y los suyos de que estos atentados  habían contribuido a agravar la enfermedad que llevaría a su padre a la tumba. Evidentemente tanto Alonso Pérez Sánchez como su hermano Blas fueron elementos destacados de la oligarquía local y ambos participaron de lleno, en el contexto de la pugna caciquil protagonizada principalmente por conservadores y liberales, de las redes clientelares de la Restauración borbónica que tuvieron en La Palma un destacado desarrollo y donde "el pesado látigo del cacique, su desmedida ambición, sus ideales de lucro, sus tendencias egoístas..."[1] se dejaron sentir tanto o más que en cualquier otra isla del Archipiélago. "Es pura politiquería de hordas -como bien señala Millares Cantero al analizar las elecciones de diputados a Cortes en la Isla entre 1876-1923- la que rigió la dialéctica amigo-enemigo en la vida pública palmera" de esta época[2]. La falsa representatividad del sistema parlamentario canovista reprodujo en La Palma, como era de esperar, todos aquellos mecanismos que hicieron normal el fraude en cualquier convocatoria electoral. Los municipios palmeros no serían una excepción a la hora de sufrir las desastrosas consecuencias de los politiqueos locales. Las actuaciones de unos y de otros, mantuvieron el abandono secular de estos pueblos y las artimañas caciquiles llegaban a su paroxismo cada vez que se trataba de depositar el voto en las urnas. Reprobado por todos, todos decían combatir al caciquismo y todos se aprovechaban de las bondades que éste ofrecía.
     Los hermanos Pérez Sánchez, desde su privilegiada posición social, fueron también  partícipes directos de tan denostado sistema. Se ha llegado a afirmar que ambos hermanos eran, políticamente, "de tendencias radicalmente distintas"[3], tildando erróneamente a Alonso de liberal y a Blas de conservador, endosándoles incluso las etiquetas "de izquierdas y de derechas" respectivamente. Nada más lejos de la realidad, pues Alonso Pérez Sánchez estuvo siempre en la órbita de la bandería conservadora, convirtiéndose en destacado canovista defensor del incombustible Poggio y  su acción política como alcalde de Mazo delata claramente su militancia. Así, en abril de 1871, el pleno municipal macense, a propuesta del propio Alonso Pérez Sánchez, acordaba solicitar de la Audiencia de Canarias la separación del cargo de juez municipal de Antonio Leal Santos; fundamentando tal petición en la acusación de que el citado vecino era republicano y favorecía a sus correligionarios en detrimento de "los otros vecinos que siguen y defienden por medio de todas sus manifestaciones la marcha del Gobierno a quienes lealmente se reconocen subordinados,..."[4]. Ignoraba entonces Alonso Pérez Sánchez, y difícilmente lo podía intuir, que andando el tiempo terminaría por convertirse en padre de dos figuras señeras del republicanismo insular y en consuegro, nada más y nada menos, de Nicolás Salmerón. Tiempo después, con motivo de las elecciones legislativas del 4 de abril de 1886, "las más pintorescas que hubo en la isla durante toda la Restauración"[5], los hermanos Pérez Sánchez aparecerán políticamente enfrentados. En esta ocasión se disputaban el escaño por La Palma el liberal palmero Miguel Castañeda Carmona y el cunero conservador Juan Bautista Somogy y Gallardón. Alonso Pérez Sánchez, que desempeñaba entonces su segundo mandato como alcalde de Mazo desde principios de julio de 1883, prohibía "la entrada libre de los electores" en los colegios electorales, viéndose afectado su hermano Blas por esta medida. Este último, con los liberales liderados por Sagasta en el poder, actuaba además como delegado del gobernador civil y aun así se le impediría el que tomara asiento en la mesa electoral de la sección segunda de Mazo y  tampoco fueron atendidas sus reclamaciones. Por el contrario su hermano Alonso se encargaría de amañar la votación a favor del conservador Somogy, en unos comicios en los que tanto los liberales ministeriales como los opositores conservadores no jugaron nada limpio; lo que daría lugar a que Miguel Carmona, al que en principio se le adjudica el acta de diputado, tuviera que abandonar, en febrero de 1888, el escaño a favor del contrincante Somogy, tras el dictamen de la correspondiente comisión del Congreso encargada de verificar los resultados electorales y revisar las actas[6]. Meses después, en julio de 1886, el Gobierno Civil de la provincia suspendía en sus funciones a los mandatarios del Ayuntamiento de Mazo presidido por Alonso Pérez Sánchez y su hermano Blas, con el beneplácito de los gobernantes liberales de turno, tomaba posesión del cargo de alcalde en un pleno extraordinario que, celebrado el día 14 de dicho mes, estuvo presidido por el alcalde de la capital palmera, Servando Pereira García, en funciones de delegado gubernativo[7]. Este mandato de Blas como alcalde, el último de su vida política, concluiría a mediados de 1888 al verse obligado a abandonar el cargo, por orden judicial, al estar encausado, junto al juez municipal y otros cinco concejales, por "delito de usurpación de atribuciones". Ya en mayo de 1872 Blas Pérez Sánchez había sustituido a su hermano Alonso en la presidencia del Ayuntamiento de Mazo y como alcalde vitoreó tanto la proclamación de la Primera República de febrero de 1873 como luego acogería con entusiasmo la entronización de Alfonso XII; aunque esto último no le salvaría de la destitución de su cargo de primer edil por parte del nuevo gobernador civil, el tinerfeño y monárquico conservador Vicente Clavijo. Blas Pérez Sánchez volvería a tomar posesión de la Alcaldía de Mazo a principios de julio de 1879 y en ella se mantendría hasta mediados de 1883, momento en que daría paso como titular de la misma a su hermano Alonso, que había sido elegido en las municipales celebradas en mayo de ese año. Blas Pérez Sánchez fallecería el 11 de octubre de 1896 a la edad de sesenta años y su hermano Alonso, casi cuatro años más joven y que le sobreviviría hasta julio de 1901, volvería a ocupar el cargo de alcalde de Mazo el 1 de julio de 1897 como adicto a la bandería de Cánovas del Castillo y por lo tanto sostenedor -como comentaba el periódico El País de la capital palmera- "del bien adquirido prestigio de nuestro Diputado D. Pedro Poggio y Álvarez frente a los que proclaman la política de Sagasta declarándose enemigos acérrimos del Sr. Poggio"[8]. El asesinato de Cánovas en agosto de ese mismo año y la formación de nuevo gobierno por parte del liberal Sagasta daría lugar a la convocatoria de nuevas elecciones generales que traerían consigo las habituales maniobras caciquiles tendentes a asegurar la mayoría ministerial. En esta coyuntura, la destitución de la corporación liderada por Alonso Pérez Sánchez no se hizo esperar y la misma se justificó desde el Gobierno Civil en un supuesto deterioro de la marcha económico-administrativa de la institución municipal. En la toma de posesión de los nuevos concejales, el 10 de febrero de 1898, Alonso Pérez Sánchez se defenderá de los cargos que se le imputaban calificándolos de "injustos y gratuitos". Desde las filas conservadoras se decía que el único delito que había cometido el alcalde saliente era el de ser fiel a Pedro Poggio. Según Pérez Sánchez, la corporación que presidía había obrado en conciencia y legalmente, "fuera -añadía- de toda rencilla política como se dice en el oficio de supresión, toda vez que en esta localidad no se conocen partidos políticos de ninguna clase, y la corporación sólo tuvo presente..., encauzar la desordenada administración municipal que le fue entregada en 1º de julio último en el más lamentable estado..." Pérez Sánchez finalizaba su defensa aludiendo a la dignidad personal y honradez de los miembros de su grupo municipal, señalando que casi todos ellos eran "personas de propiedad, arraigo y primeros contribuyentes". La prensa de la época se hará eco de las críticas de los desplazados y El País, periódico conservador de Santa Cruz de La Palma, arremeterá contra la nueva corporación impuesta por los liberales[9]. Tres años después, a principios de 1901, la Audiencia de Canarias venía a levantar la suspensión que existía sobre Alonso Pérez Sánchez y el resto de componentes de la corporación que presidía en 1898, decretándose su reposición. El 14 de abril de 1901, Pérez Sánchez regresaba a su puesto de concejal; pero ya la enfermedad se había apoderado de él y sus padecimientos le impedirán asumir con normalidad la labor municipal, falleciendo hacia finales de julio de ese mismo año.[10]
     Por lo expuesto, evidentemente, hubo diferencias políticas entre ambos hermanos, pero las mismas hay que situarlas dentro del ámbito común del control oligárquico del poder local y no tanto en el campo de la pugna ideológica propiamente dicha; pues al fin y al cabo, ambos hermanos respondían a los mismos patrones de comportamiento social y político de una clase social de propietarios rurales acomodados en cuyas familias había incluso cierta tradición militar[11]. En el caso de Alonso Pérez Sánchez ni siquiera la militancia republicana de sus vástagos, especialmente la de su hijo Pedro que había emparentado con Nicolás Salmerón a través del matrimonio contraído -en diciembre de 1894- con su hija Catalina, le haría desistir, como hemos señalado, de su fidelidad a las filas conservadoras lideradas en La Palma por Pedro Poggio; al que andando el tiempo sus propios descendientes terminarían por combatir con denuedo.
(Cirilo Velásquez Ramos, en: elapuron.com)
Notas:
[1] El Fiscal, Nº 82. Santa Cruz de La Palma, 30 de noviembre de 1901.
[2] MILLARES CANTERO, A.: "Escaños de muy pocos o Poggio sobre todo. Las elecciones de diputados a Cortes de la restauración en La Palma (1876-1923)". En Actas del II Congreso de Geografía, Historia y Arte de Santa Cruz de La Palma, Revista de Estudios Generales, Madrid, 2006, pp. 275-323.
[3] DEL HOYO CALLEJA, J.: Profeta de nuestro tiempo. Tomás Morales S.J., 1908-1994. Encuentro Ediciones, Madrid, 1995, p.71
[4]VELÁZQUEZ RAMOS, C.: Historia General de Villa de Mazo, CCPC/ Ayto. de Mazo, Tenerife, 1999, p. 64
[5] MILLARES CANTERO, A.: 2006, Op. cit. pp. 275-323.
[6] Ibidem.
[7] VELÁZQUEZ RAMOS, C.: 1999, Op. cit. p. 68
[8] El País, Nº 59. Santa Cruz de La Palma, 4 de julio de 1897.
[9] VELÁZQUEZ RAMOS, C.: 1999, Op. cit. p. 70
[10] Ibidem, p. 71
[11] En este sentido, recordemos, el propio Alonso Pérez Sánchez perteneció a las Milicias de La Palma, llegando a alcanzar el grado de capitán de Infantería y por parte de las esposas de ambos hermanos, las también hermanas Catalina y Luisa Díaz Guerra, la tradición se remontaba al alférez Luís Díaz Méndez y al sargento Miguel Méndez Yanes, respectivamente padre y bisabuelo de ambas.











No hay comentarios:

Publicar un comentario