jueves, 8 de mayo de 2014

LA REAL JODIENDA NO TIENE ENMIENDA






Capitulo IX-I
Chaurero n Eguerew

Juan Carlos I
Don Juan de Borbón y Battenberg se convirtió en príncipe de Asturias, al tener la suerte de no nacer hemofílico ni sordomudo ni mujer. Siguiendo la curiosa tradición familiar, en octubre de 1935 se casó con una prima suya, María de las Mercedes de Borbón y Orleans, hija del infante Carlos de Borbón y de la princesa Luisa de Orleans. Y después de una primera hija, Pilar (nacida en Cannes, el 30 de julio de 1936), nació Juan Carlos, llamado literalmente “Juanito” por la familia durante dos décadas. El hecho de que le llamaran así no tendría ninguna relevancia si no fuera porque a su hermano pequeño le llamaban Alfonso y no “Alfonsito”.(Patricia Sverlo).


 Las biografías oficiales del actual monarca de los españoles como es habitual nos presentan la cara amable del personaje, de manera edulcorada y totalmente alejada de la realidad cotidiana del  biografiado, veamos una de estas biografías y después trataremos de mostrar otros aspectos de la vida del personaje en cuestión.
Los primeros años de vida, Juan Carlos, los pasó junto a su familia en diferentes partes del mundo, Italia, Suiza y Portugal, en tanto, tras un acuerdo de su padre con Franco, Juan Carlos I viajó y se instaló en España para recibir la educación formal; tenía diez años cuando pisó por primera vez suelo español. De acuerdo al compromiso entre Franco y Juan de Borbón, Juan Carlos, cursó el Bachillerato en Madrid y luego recibió instrucción militar en la Academia General Militar de Zaragoza, en la Escuela Naval Militar de Marín y en la Academia General del Aire de San Javier en Murcia.
Juan Carlos de Borbón y Borbón Dos Cisilias nació en Roma, el 5 de enero de 1938, donde residía la Familia Real española en el exilio, desde que el 14 de abril de 1931 se proclamara la República en España. Es el segundo hijo de los Condes de Barcelona, Juan de Borbón y Battenberg (1913-1993) y María de las Mercedes de Borbón y Orleans (1910-2000). Posteriormente, el joven príncipe residió en Laussane (Suiza) y Estoril (Portugal) hasta que en 1948, cuando tenía 10 años, su padre y el general Franco acordaron, según las Bases institucionales de la Monarquía Española de 1946, que realizara una educación conveniente en España, una etapa de formación universitaria y militar, a la sombra de las autoridades españolas del momento, a la que siguió una serie de prácticas en las principales instituciones del Estado y viajes por España y sus colonias así como por el exterior para conocer la realidad del momento.
Nació con honores de heredero, pero, llegado el momento, además de pasar por encima de su propio padre, tuvo que superar un par de obstáculos más: dos Alfonsos, que le habrían podido quitar la Corona. Uno se encontraba en la rama de Jaime, el tío sordomudo, que se retractó mil veces de su renuncia al trono. Cuando Don Juan, tras la Guerra Civil, empezó a apostar por una línea liberal, el primogénito de Jaime, Alfonso de Borbón Dampierre, se convirtió en el candidato perfecto de la Alemania nazi y más tarde siguió siendo el “príncipe azul de la falange” durante todo el franquismo. Cuando en 1972 se casó con la nieta de Franco, Carmen Martínez-Bordiu, la cosa todavía se complicó más.
Otro problema importante con el que se encontró Juan Carlos fue la competencia de su hermano Alfonso, tres años menor. Es cierto que no había ninguna duda de que Juan Carlos era el primero en la línea sucesora, pero ya hemos visto que, entre los Borbones, saltarse a alguien no era excepcional en absoluto.
Aparte de haber nacido ochomesino y con los ojos saltones, “Juanito” tenía en contra que nunca fue una lumbrera. Desde muy pequeño estuvo acompañado de tutores y clases especiales, como refuerzo a los cursos en los colegios –que ya eran poco convencionales de entrada– en los que estudió. Y tuvo, además, un seguimiento clínico constante. Alfonso, en cambio, era el listo de la familia. Le llamaban” Senequita”, eso sí, en diminutivo, y todo el mundo le describía como una persona de aguda inteligencia y gran sensibilidad. Era, sin lugar a dudas, el predilecto de su padre.
El problema de su hermano desapareció muy pronto. Juan Carlos tenía 18 años y 83 días cuando accidentalmente le disparó un tiro a su hermano. (Patricia Svuerlo)
Después del convulso periodo del régimen republicano que culminó en la Guerra Civil de los españoles (1936-1939), la nación saliente bajo la dictadura militar impuesta por el general Francisco Franco se constituyó paradójicamente como “Reino de España”, y fue el propio dictador quien eligió al príncipe Don Juan Carlos como su sucesor en la jefatura del Estado, alterando la genealogía monárquica de los Borbones al soslayar la candidatura del infante Don Juan, hijo de Alfonso XIII y legítimo heredero al trono, quien decidió abdicar el 14 de mayo de 1977 en su hijo para facilitar que los Borbones pudieran volver a reinar en España.


El 14 de mayo de 1962 Juan Carlos de Borbón se casó en Atenas con la primogénita de los reyes de Grecia, la princesa Sofía, de cuyo matrimonio han nacido sus tres hijos, las infantas Elena (1963) y Cristina (1965), y el príncipe heredero, Felipe de Borbón y Grecia (1968). Tras la boda, el nuevo matrimonio se instaló en el Palacio de la Zarzuela, decisión que conllevó algunos roces con su propio padre y Franco. Hasta el momento, D. Juan había intentado mantener a Franco al margen del matrimonio de su hijo al mismo tiempo que deseaba algún tipo de reconocimiento antes de su definitiva instalación en España.
La Ley de Sucesion 1947 declaraba que España era un Estado constituido en reino, aunque formalmente sin una monarquía y un rey. Esta forma de Estado fue ratificada posteriormente por la  Ley de Principios Fundamentales de 1958 y la Ley Organica de 1967. El proceso institucional del franquismo establecía una monarquía singular, en la medida que era definida como la monarquía del Movimiento Nacional, con un carácter continuista de sus principios e instituciones. La denominada cuestión sucesoria fue un proceso lentísimo e incierto hasta el último momento, fundamentalmente por dos razones: la existencia de diferencias y divisiones entre los distintos grupos del régimen franquista sobre su forma institucional -monarquía, regencialismo, presidencialismo- y, sobre todo, alrededor de la persona que debía ser el sucesor: Juan Carlos de Borbón, Javier de Borbón Parma, Carlos Hugo de Borbón, Juan de Borbón o incluso el futuro yerno de Franco, Alfonso de Borbón Dampierre que, a su vez era hijo de Jaime, el segundo hijo de Alfonso XIII. El gran temor de Franco era que España tuviera una monarquía liberal, de ahí el control político de la sucesión y de la supervivencia del régimen después de Franco.
El 22 de julio de 1969, las Cortes Españolas designaron a Juan Carlos -nieto de Alfonso XIII e hijo de Juan, su quinto hijo- como sucesor de Francisco Franco, como resultado de una decisión suya y súbita, en la Jefatura del Estado, con el título de rey.
Los últimos años del régimen franquista fueron muy complejos para el futuro monarca ya que tuvo que mantener un equilibrio entre las activas fuerzas opositoras y las estructuras de la dictadura, en un convulso contexto sociopolítico y la creciente presión internacional, cada vez más crítica con el régimen político. El futuro Jefe del Estado mostraba una imagen contradictoria e incluso una incógnita: para unos era un elemento continuista del franquismo y para otros una esperanza de cambio, hacia una democracia. Durante este período, las relaciones entre padre e hijo fueron muy difíciles, especialmente tras el resultado de la escabrosa cuestión sucesoria que había adoptado personalmente Franco, al margen de la legitimidad dinástica de la Corona, depositada en la persona de Juan de Borbón. El padre de Juan Carlos fue el titular de los derechos dinásticos y la Jefatura de la Casa Real Española, por transmisión directa de su padre, el rey Alfonso XIII, hasta que en mayo de 1977 los cedió a su hijo, el rey Juan Carlos, legitimando la sucesión en la Corona española.
Entre el 19 de julio y el 2 de septiembre de 1974, Juan Carlos desempeñó, por primera vez y de forma interina, la Jefatura del Estado por la enfermedad de Franco, que ejercería nuevamente desde el 30 de octubre al 21 de noviembre de 1975. El 22 de noviembre, dos días después del fallecimiento de Franco, las Cortes proclamaron a Juan Carlos como rey y con ello quedaba restaurada la Monarquía tras un paréntesis de 44 años, desde el 14 de abril de 1931.
La transición de la dictadura a la democracia fue un proceso extraordinariamente complejo en el que el rey Juan Carlos tuvo un protagonismo especial, conjuntamente con las fuerzas políticas y la sociedad española que fueron capaces de llegar a un consenso no rupturista, sobre todo durante el período preconstitucional del reinado (1975-1978): se logró transformar el sistema político desde dentro, utilizando su propia legislación y con la ayuda de una parte de su clase política, en la que tuvieron un papel esencial las figuras de Adolfo Suárez y Torcuato Fernández-Miranda, presidentes del Gobierno y de las Cortes, respectivamente. El pacto entre todos fue esencial para suavizar la delicada coyuntura socioeconómica y fruto de este espíritu de acuerdo fueron, por ejemplo, los decisivos Pactos de la Moncloa (1977). La Ley para Reforma Politica, aprobada por referéndum el 15 de diciembre de 1976, abrió el paso a un período constituyente que elaboró la actual Carta Magna.


La Constitución española de 1978 establece una monarquía parlamentaria y democrática en cuyo título II, dedicado a la Corona, se recogen las prerrogativas apolíticas, representativas y protocolarias del monarca, como Jefe del Estado, árbitro y moderador del funcionamiento de las instituciones, además de la jefatura suprema de las Fuerzas Armadas. El fracaso del intento de Golpe de Estado del 23 de febrero de 1981 representó un punto de inflexión en el proceso de transición que consolidó definitivamente la democracia española y la imagen del monarca dentro y fuera de España, con numerosos premios y distinciones. Las relaciones internacionales, especialmente con Latinoamérica, además del mundo árabe y los países occidentales, la incorporación a la Unión Europea y la modernización del Estado son los principales aspectos que marcan el reinado de Juan Carlos I. Juan Carlos I  inicio el reinado en  España el 22 de noviembre de 1975.
Un aspecto de la leyenda negra de la monarquía española según el  escritor Darío Silva D'Andrea:
El recién nacido fue bautizado como Alfonso Cristino Teresa Ángel Francisco de Asís Todos los Santos. Su primer nombre, Alfonso, lo recibió en recuerdo de su abuelo, el rey Alfonso XIII, fallecido pocos meses atrás.
En el otoño de 1950, Alfonso fue enviado a estudiar a España junto a su hermano Juan Carlos, que iba a retomar sus estudios en ese país tras un paréntesis de diecisiete meses provocado por la mala relación y las desavenencias políticas entre su padre y el dictador Francisco Franco Bahamonde, dictador que gobernaba España desde el final de la Guerra Civil de los españoles.
“La muerte del hermano de Juan Carlos, Alfonso de Borbón mientras ambos jugaban con una pistola, hace 55 años. Hay cosas de las que en España casi no se habla. Y una de ellas es la temprana muerte de un hermano del rey Juan Carlos, casi desconocido para el común de la gente, desparecido hace 55 años mientras ambos, por entonces adolescentes, jugaban con una pistola aparentemente descargada. La tragedia marcó para siempre la vida del actual monarca y de su familia, y fue envuelta durante décadas de un halo de misterio y sospechas. ¿Qué pasó realmente aquel desafortunado 29 de marzo de 1956? Un secreto que el rey se llevará a su tumba.
Era sábado en Estoril, la localidad portuguesa donde vivían los Condes de Barcelona y sus hijos. Esperando la hora de la cena, los dos hermanos estaban solos, en la sala de juegos de la mansión para hacer algunos disparos contra un blanco circular de colores brillantes, con una pistola calibre 22, que les habían regalado.
De repente, Alfonsito recibió un disparo. El arma estaba en manos de su hermano Juan Carlos. La única bala que contenía, entró limpiamente por uno de los orificios de la nariz de Alfonsito. Doña María, que estaba en una habitación contigua con varios amigos oyó el disparo: "Aquel día se me paró la vida", diría tiempo después. Quedó destrozada, porque se creía responsable de haber dejado a sus hijos jugar con la pistola, para evitar que, aburridos en aquel lluvioso atardecer, siguieran peleándose.
La secretaría de los condes de Barcelona facilitó la siguiente nota: “Estando el infante don Alfonso de Borbón limpiando una pistola de salón con su hermano, la pistola se disparó, alcanzándole en la región frontal, falleciendo a los pocos minutos. El accidente sucedió a las veinte horas y treinta minutos al regresar de los oficios del Jueves Santo, donde había recibido la sagrada comunión. La noticia fue silenciada por el régimen del entonces dictador español, Francisco Franco Bahamonde, que mantenía a los Borbones lejos de España.
Resultaba tan duro reconocer la verdad, aceptar que aquello había sido "un accidente", que todos se afanaron en cubrir el episodio con un tan piadoso como espeso manto de silencio. El conde de Barcelona se quedó sólo en Estoril, llorando su desgracia y no recibiendo ni el pésame de Franco.
Hoy es un hecho generalmente aceptado que el dedo de Juan Carlos estaba en el gatillo cuando se disparó el tiro mortal, y uno de los defensores de esta teoría fue un tío de Juan Carlos, el infante Jaime: "Varios amigos me han confirmado que fue mi sobrino quien mató accidentalmente a su hermano Alfonso".
Allí yació olvidado, durante años, en un cementerio portugués otro trágico infante español. Su cuerpo fue trasladado al Monasterio de El Escorial en 1992, por deseo de su padre. Hoy, el rey Juan Carlos es el único testigo vivo de la misteriosa tragedia, un capítulo más en la leyenda negra de los Borbones, y una verdad que morirá con él.” (Darío Silva D'Andrea, 2011)
Los oscuros negocios de Juan Carlos I
Este monarca siguiendo la tradición familiar ha emulado a su abuelo Alfonso XIII manejado turbios negocios, chanchullos y comisiones, su vida privada no es nada ejemplar, sus gastos y relaciones con amigos comisionistas son impropios y su falta de responsabilidad ante el delito es algo único en una Europa supuestamente democrática.
Vemos un breve resumen de algunos de los negocios de tan ejemplar monarca de los españoles:
Juan Carlos I llegó al trono literalmente con lo puesto. Se dice por cronistas del momento que incluso tenía que pedir el dinero a su padre, para visitar a su novia en Atenas.
Entonces, ¿cómo ha conseguido amasar una fortuna estimada por las revistas Forbes y Eurobusiness en 1.790 millones de euros? Nunca fué desmentida por la Zarzuela, según se recogía en un escrito del coronel Amadeo Martínez Inglés al Parlamento en 2008, quien un año antes había publicado Juan Carlos I, el último Borbón. Las mentiras de la monarquía española.
El comienzo de su autosuficiencia económica, se remonta a 1962 (coincidiendo con su boda con Sofía), cuando el banquero Luís Vallas Taberner comenzó a administrar una “suscripción popular” que aportaría liquidez económica a los recién casados.
Diferentes libros y cargos públicos denuncian que los regalos recibidos y el uso de testaferros podrían acercarnos a la respuesta a esta pregunta. Por ejemplo, para su último yate Fortuna empresarios mallorquines sumaron una colecta, sugerida por el propio rey, de 2.600 millones de las antiguas  pesetas, según el periodista Matías Vallés, a lo que el Gobierno regional de Jaume Matas (PP) sumó 400 millones. Y así disfruta de sus veraneos, como cada año recogen las imágenes de la familia real en Mallorca. La mayoría compartidas con numerosos logos de conocidas empresas.
Patricia Sverlo recogía en “Un rey golpe a golpe” (Ardi Beltza, 2000) que tanto él como su familia tienen ahorrados 6.000 millones de las antiguas pesetas pesetas en bancos suizos, por “si las cosas se tuercen en el Estado”. Los escándalos económicos han salpicado en numerosas ocasiones a Juan Carlos de Borbón. Y han servido como indicios de los negocios en que podría estar involucrado. Durante los gobiernos de Felipe González, varios casos de corrupción fueron protagonizados por empresarios y personas de su máxima confianza: Javier de la Rosa, Manuel Prado de Colón y Carvajal, José María Ruiz Mateos o Mario Conde pisaron en varias ocasiones los tribunales. Una situación que vuelve a estar presente con la publicación en septiembre del libro de Conde, Memorias de un preso, donde relata los intentos del rey por frenar la intervención de Banesto y su posterior enjuiciamiento.
Los intereses financieros del jefe de estado español se han visto envueltos en numerosas irregularidades. Los negocios del rey, así como su relación “carnal” con la clase empresaria, contrasta con la figura mediática de “el rey de todos los españoles”.
Su intermediación a favor de los intereses de las multinacionales españolas y de las cúpulas de la CEOE han marcado su labor como máximo representante del Estado en el exterior.
Con inmunidad penal ante cualquier delito y sobreprotegido como una delicada planta de invernadero, se han publicado muy pocas cosas con un mínimo de objetividad sobre el monarca y sobre sus actuaciones políticas.
Las tramas financieras del monarca y el rico prosperar de su familia y de toda una subcorte que utiliza la imagen real para optimizar sus inversiones, señala a uno de los asuntos más oscuros de la Casa Real.
Otro de los que ha declarado haber hecho transferencias importantes al monarca fue Ruiz Mateos. Tras la expropiación de Rumasa, siendo prófugo de la Justicia en Londres, para protegerse de la justicia, acusó al rey de haber aceptado  “miles de  millones” de su propio bolsillo, y de otros empresarios.
Nada más ocupar Juan Carlos I el trono a la muerte del dictador, Manuel Prado [y Colón de Carvajal, el hombre de confianza del rey] se dedicó a remitir varias misivas reales a otros tantos monarcas reinantes, especialmente del mundo árabe, para pedirles dinero en nombre del rey de España”.
Hay constancia documental de una carta firmada por Juan Carlos I y dirigida al Sha de Persia, el 4 de julio de 1977, donde el monarca tras una descripción de la situación política dice: “me tomo la libertad, con todo respeto, de someter a tu generosa consideración la posibilidad de conceder 10 millones de dólares como tu contribución
personal para el fortalecimiento de la monarquía española”. Dos años después el Sha de Persia, títere de EE UU en la zona, cayó tras la revolución islámica.
Sus buenas relaciones con los dictadores árabes también quedaron patente en la respuesta favorable de la monarquía saudí a la petición de un crédito de 100 millones de dólares.
Exactamente la misma cantidad pagada por la empresa kuwaití KIO a Colón de Carvajal, indica Cacho.
Próximos a Juan Carlos I aparecen además nombres como Mario Conde, Alfonso Escámez, los Albertos… Destaca en sus relaciones el conocido como “clan de Las Cuatro Estaciones”, nombre del restaurante del que Miguel Arias, Joaquín Vázquez Alonso, Jaime Cardenal Pombo y el propio rey son socios.
Es público que el Fortuna II fue financiado por un grupo de empresarios mallorquines, los cuales juntaron 17,5 millones de dólares para hacer el regalo real.
Hoy el monarca navega en el Fortuna III, valorado en más del doble que el anterior.
Según el político Jorge Vestrynge ha decidido gritar que las finanzas del Rey estaban desnudas y le ha acusado de cobrar una mordida sobre cada barril de petróleo importado desde Arabia Saudí... y, como en el cuento, a su voz se han sumado otras que iban en el mismo sentido. Peñafiel lo ha dado por hecho aunque ha matizado la cantidad de la mordida y ha explicado que el inicio de la jugada estuvo en la crisis del petróleo del 73, cuando Juan Carlos aún era príncipe pero estaba a punto de ser Rey. Nadie ha salido a defenderle, nadie ha apelado a que era un tema que se debía confirmar.

El hecho sería gravísimo: una gestión institucional relativa al comercio internacional y que, a la postre, es una importación que pagamos entre todos, en ningún caso puede traducirse en un enriquecimiento personal.

La Revista EuroBusiness, en febrero de 2003, publicó el listado de los 300 hombres más ricos de Europa, especificando su patrimonio, empresa y sector en los que prestan sus servicios y otros datos.

Y así llegamos al puesto 112, donde aparece el chocolatero italiano, Michel Ferrero, empatado con un tal King Juan Carlos de España, cuya compañía se llama “Borbón Family”, dedicado al sector “Royalty”. Tanto el italiano como el tal “king Juan Carlos”, poseen un patrimonio valorado en 1.700 millones de euros (unos 280.000 millones de pesetas). Comentario de EuroBusiness (mucho buen republicano es lo que hay en esa publicación): “la fortuna del Rey Juan Carlos nace de un fondo colocado en el exterior durante el Franquismo, por monárquicos que preparaban la restauración democrática. Muy pocos españoles (diría que ninguno) saben lo rico que realmente es el Rey de España”, quien posee “fincas desparramadas por Europa, colecciones de arte y vastas propiedades de todo tipo”. Y para remachar la idea, la revista advierte: “Después de todo, es el hombre que presume de trabajar por un mero estipendio de 7 millones de euros.
Continua.

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