viernes, 25 de julio de 2014

FRANCISCO FERNÁNDEZ BETHENCOURT-II

1916 abril 2. (II)
 A las once de la noche del día 2 de abril de 1916 falleció Francisco Fernández de Béthencourt en su domicilio del paseo de la Castellana de Madrid.




Francisco Fernández de Béthencourt (y II).


Apuntes para una biografía de Francisco Fernández de Béthencourt [1850-1916] (y II)

la Real Academia de la Historia

La propuesta de Béthencourt para académico correspondiente de la Real de Historia, por Canarias, la firmaron los numerarios don Pedro Sabau, don Juan Facundo Riaño y don Vicente de la Fuente el 28 de febrero de 1879, y fue admitido, como ya se dijo, el 12 de abril del mismo año. Se le propuso por primera vez para numerario por los señores Rodríguez Villa, Asensio, Maldonado y Catalina García, el 15 de noviembre de 1898, para cubrir la vacante de don Vicente Barrantes, que fue retirada. Por segunda vez fue propuesto, el 25 de mayo de 1900, para ocupar la Medalla número 14 vacante por fallecimiento de don Celestino Pujol en 1891, pues aunque fue elegido en dicha vacante el marqués de Hoyos, éste no llegó a tomar posesión de la misma. Esta segunda propuesta figura avalada por los numerarios señores Sánchez Moguel, marqués de Laurencín, Rodríguez Villa y Catalina García, siendo elegido en junta de primero de junio de 1900. Tomó posesión de su plaza en otra pública, del 29 de  junio del mismo año, disertando sobre La Genealogía y la Heráldica en la Historia contestándole, en nombre de la corporación, el marqués de Laurencín.

La prensa insular reaccionó de inmediato publicitando los méritos del ilustre paisano:

El 30 del próximo pasado se celebró en este docto cuerpo la recepción de nuestro paisano D. Francisco Fernández de Bethencourt.
El discurso leído por este señor, ha versado sobre el tema «La genealogía y la heráldica en la Historia», y en él se hace extensa relación de cuantos trabajos realizó en estos importantes ramos del saber el erudito y sabio historiador D. Luis de Salazar y Castro.
Recuerda el Sr. Bethencourt la serie de inexactitudes que sobre la descendencia de las familias nobles de España habían forjado los heraldos oficiales, atentos únicamente a halagar la variedad de los personajes que les favorecían, inexactitudes que fueron rectificadas por Salazar, y de qué manera, cuando él apareció, se acabó el absurdo reinado de la obscuridad y confusión, para que brillara clara y esplendente la luz de la verdad.
El trabajo leído es una obra maestra de erudición, que da palpable y precisas pruebas de los grandes y profundos conocimientos que en esta ciencia posee el nuevo académico.
D. Francisco R. de Uhagón ha contestado al Sr. Bethencourt, saludándole en nombre de la Corporación.
El acto, que resultó solemne y brillante, fue presenciado por gran número de distinguidas damas y conocidas personalidades [22].

Nuevo académico. Don Francisco F. Béthencourt

El 29 de Junio celebró junta pública y solemne la Real Academia de la Historia para dar posesión de plaza de número al académico electo Excmo. Sr. D. Francisco Fernández de Béthencourt.
Bethencourt es un literato conocidísimo en la sociedad aristocrática de Madrid. La especialidad de sus estudios y prodigiosa memoria le hacen estar enterado de los orígenes enlaces, historia y vicisitudes de todas las Casas de la grandeza española de los títulos del reino y de la nobleza no titulada y bajo su apariencia de hombre de mundo correctísimo, distinguido, simpático, se oculta un archivo que puede competir con el de Simancas.
—Diga usted, Bethencourt-— le suelen decir con frecuencia. —Ese Fulano que se casa con Fulana, ¿de que familia es?
Y en seguida, sin preparación ninguna, Bethencourt contesta, no sólo citando los nombres de los abuelos, sino haciendo su historia y precisando la fecha de sus matrimonios y de los nacimientos de sus nietos.
Su labor literaria, dentro siempre de su especialidad, es la de un benedictino que, en vez de estar encerrado en una celda, vive en medio del mundo.
Su primera obra, publicada hace más de veintidós años, fue El nobiliario y blasón de Canarias, diccionario histórico de la provincia, que se compone de siete tomos.
Por esta o b r a fue nombrado miembro correspondiente de la Corporación que el viernes le recibe en su seno.
De 1880 a 1890 publicó los once tomos de los Anales de la nobleza de España, obra utilísima de consulta, citada en litigios ante los Tribunales, hojeada en las redacciones de periódicos siempre que muere algún individuo de la nobleza, y en casos de bodas y de bautizos, algo, en fin, como el Almanaque Gotha de la nobleza de España.
El insigne y nunca bastante llorado Cánovas del Castillo, que apreciaba mucho los trabajos de Bethencourt, le afilió á la política conservadora, a la que le llevaban sus inclinaciones, y el ilustre genealogista fue diputado a Cortes por Canarias.
Pero a pesar de que es un orador muy correcto, ni la política ni el Parlamento le sedujeron, y volvió pronto a su labor favorita, consagrándose a su obra magna; la Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española, Casa Real y Grandeza de España.
Ya ha publicado dos tomos en folio, de 700 páginas; tiene en prensa el tercero, que se publicará el próximo otoño, y la obra completa se compondrá de diez a doce volúmenes.
Además de estos trabajos, Bethencourt ha escrito multitud de artículos en revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Es presidente de honor y delegado general del Consejo Heráldico de Francia; miembro honorario de la Académica Heráldica italiana, de la Academia Imperial y Real Adler, de Viena, y de otras muchas Corporaciones.
Del Heraldo de Madrid [23].

Elogios a un escritor español
El Sr. Béthencourt juzgado en el extranjero

Con el título de “Un erudito español de raza francesa” ha publicado Le Courrier des Ardennes un artículo de Mr. Paul Pellot, una de las primeras autoridades de Francia en asuntos de heráldica, consagrado al distinguido escritor y académico de la Historia, cuyas obras le han conquistado ya una verdadera reputación.
“D. Francisco Fernández de Béthencourt –dice Mr. Pellot- ex diputado, gentilhombre de S. M. C., descendiente de una antigua familia que, ilustre ya en nuestro país, se ha cubierto de gloria por los descubirmientos marítimos con que ha enriquecido a España.
El Sr. Béthencourt ha llegado a ser una especialidad de la genealogía y de la heráldica, sujetándose a los datos de la más rigurosa crítica histórica.
Su magistral obra Historia genealogica y heráldica de la Monarquía Española está hecha con arreglo a ese procedimiento.
Por esto es por lo que el gran maestro de la heráldica francesa, el vizconde de Poli, presidente del Consejo Heráldico de Francia, le ha prodigado elogios merecidísimos.
“No se puede con más propiedad –dice este último- comparar la espléndida publicación del príncipe de los heráldicos españoles más que con la obra del Padre Anselmo Historia genealógica de la Casa de Francia y de los grandes dignatarios de la Corona. Pero la obra del Sr. Béthencourt está más estudiada, es más erudita todavia”.
Mr. Pellot expone luego el plan seguido en su obra por el Sr. Béthencourt, y consigna, al dar cuenta del ingreso de dicho señor en la Real Academia de la Historia, que el discrso que leyó en tan solemne acto lo acaba de traducir Mr. Garran d’Allard, un hispanófilo muy distnguido.
“Dije al principio –termina el articulo de Mr. Pellot- que el Sr. Béthencourt es de antigua raza francesa. Por esto se vanagloria de ser un fiel amigo de Francia, constituyendo la mejor prueba el titulo de presidente de honor que le ha concedido el Consejo Heráldico de Francia. Con una gran generosidad que no será bastante elogiada, ha regalado dos tomos de su Historia a la Sociedad Científica y Literaria de Alas (establecimiento de utilidad pública). Por último, se ha dignado aceptar recientemente la dedicatoria de mi humilde trabajo sobre el abate N. Neveux, el eminente médico naturalista, cuyas maravillosas obras son la admiración del mundo entero” [24].

 El flamante académico fue constantemente requerido para representar a las Canarias en cuantos actos relacionados con la historia de las mismas tuvieron lugar en la capital, a partir de esas fechas. Así, en 1903, quedó constituida la comisión para la erección de una estatua al general O’Donnell en Madrid que tendría la siguiente composición:
Presidentes honorarios, Excmos. Señores Ministro de la Guerra y Duque de Tetuán; Presidente efectivo, Excmo. Sr. D. Emilio March; Vocales, Excmos. Sres. D. José March, D. Enrique Bargés, Marqués del Muni, Duque de Híjar, Marqués de Casa-Laiglesia, Marqués de Villasegura, Conde
de Velascoaín, D. Juan Montilla, D. Francisco Fernández de Béthencourt, D. Antonio Domínguez Alfonso, D. Lorenzo García Beltrán, D. Tomás García Guerra, D. Pedro Poggio, D. Juan Alonso y D. Ramón Antequera; Secretarios, D. Eduardo Tarquis y D. Manuel Delgado Barreto [25].


1913. La última visita a las Islas

La noche del 4 de septiembre intervino en la “Gran velada sacro-literario-musical Constantiniana”, con la que celebró la ciudad de La Laguna la inauguración de la nueva catedral. La prensa informó proporcionando datos sobre el recibimiento que se había hecho a Fernández de Béthencourt y ensalzando su trayectoria intelectual:

El Sr. Fernández de Béthencourt

En las primeras horas de la mañana de ayer llegó a esta capital a bordo del vapor «Ardeola» nuestro ilustre paisano, el académico de la Historia, Excmo. Sr. D. Francisco Fernández de Bethencour.
Numerosos amigos acudieron al muelle con objeto da recibirle.
Entre ellos podemos recordar a los Sres. Ascanio (D. Ramón) Beyro (D. Santiago), Arroyo (D. Andrés), Estevanes (D. Patricio), Ponte (D. Antonio) y otras distinguidas personalidades de La Laguna.
El Sr. Bethencourt marchó para la vecina ciudad, en el segundo tranvía.
Reciba el ilustre tinerfeño nuestro más respetuoso saludo.
Hombre de ideas conservadoras es el Sr. Fernández de Bethencourt uno de los historiógrafos más notables con que actualmente cuenta España.
Su labor investigatoria recia, maciza y concienzuda lo ha llevado al sillón de la Real Academia quizás con más títulos y méritos que ningún otro.
Su vida se puede afirmar que ha transcurrido entre los estantes de las bibliotecas, leyendo libros y repasando viejos archivos y, documentos de todas clases, al igual que aquel gran maestro de saber llamado D. Marcelino Menéndez y Pelayo.
Hombre de ideas conservadoras y de ferviente fe católica, ha retraído siempre entrar de lleno en la política, no obstante ser modesto por naturaleza prefiere la labor ardua y silenciosa de aportar datos para la Historia.
Es, además, D. Francisco Fernández de Bethencourt, escritor castizo y de altos vuelos.
Todas sus producciones literarias han obtenido de la crítica los más elevados encomios. Colabora en la «Época» y en diversas ocasiones sus artículos han tenido inmensa resonancia por la autoridad que acompaña a su pluma.
Su trabajo titulado «Ausente in parte incerta» fue un valiente comentario, un apóstrofe digno y enérgico puesto a una tremenda injusticia de la República Portuguesa.
Su último discurso, descontando el de anoche, lo pronunció en el salón de la Academia de la Historia, ante los reyes que presidían, el 25 de Mayo de este año. Versó sobre «La embajada del Conde Gondomar a Inglaterra en I6I3»y lo hizo como contestación al académico entrante, Excmo Sr. Marqués de Villa-Urrutia, Embajador de España en París.
Todos los asistentes felicitaron al Sr. Bethencourt, especialmente los augustos monarcas, por su documentadísima oración llena de sabiduría y de verdad histórica.
El libro «Príncipes y Caballeros» debido también al preclaro paisano contiene capítulos de un extraordinario interés.
Estos son los rasgos más salientes de la ciclópea labor del Sr. Fernández de Bethencourt este anciano robusto, erguido aun, de plateados cabellos, que nos visita y que abandona el gabinete de estudio para ver a Tenerife, que tiene la inmensa suerte de ser su patria chica.
 [26].

Una vez tuvo lugar el solemne acto, en el que fue escuchado con admiracion el académico, la prensa unánime calificó de magistral la intervención de Fernández de Béthencourt, particularmente el diario conservador La Región, que en su edición del sábado 16 de septiembre se deshacia en elogios hacia el transterrado, considerando su intervención como discurso imponderable:

Conocíamos al ilustre Académico, Sr. Fernández de Bethencourt, por referencias que teníamos de tan distinguida personalidad; le conocíamos por sus obras literarias, por lo mucho y bueno que de él hemos leído, y aquellas impresiones que hasta nosotros habían llegado, con referencia al hijo ilustre de la tierra canaria, quedaron plenamente confirmadas con su discurso en la velada Sacro literario-musical que tuvo efecto, con todo el éxito que nuestros lectores conocen, en la noche del jueves último.
La prosa reposada, galana, llana y rebosante de naturalidad con que el Sr. Fernández de Bethencourt, deleitó al numeroso auditorio que el jueves llenaba por completo las naves de la Catedral, atestiguan como documento fehaciente el preclaro talento, la vasta cultura del Académico que hoy nos honra con su presencia en Tenerife.
Pigmeos de las letras, ignorantes en materia histórica y sin cultura suficiente para criticar la figura excelsa del Sr. Fernández de Béthencourt, tan sólo nos está permitido expresar en palabra tosca y en juicio deficiente, el deleite, la satisfacción que en nuestro espíritu produjo el discurso del gran erudito, del sabio historiógrafo. Aquel lenguaje no era el lenguaje académico que versa sobre disquisiciones profundas; aquellos párrafos del magistral discurso, no eran la prosa árida de la ciencia que habla al entendimiento, pero que no conmueve el espíritu; eran estrofas de la más inspirada poesía: la conversación familiar que sacude el alma, emocionándola gratamente con recuerdos del terruño y con rasgos y anécdotas de tiempos que el señor Fernández de Bethencourt no puede olvidar, porque son los tiempos de la juventud, los tiempos en que las huellas marcadas sobre el espíritu joven, perduran a través de los años y se conservan tan frescas como en el mismo momento en que la naturaleza y el azar las imprimieron.
El Sr. Fernández de Bethencourt, encantó al auditorio, porque despojó su trabajo de los ribetes científicos, para hablar al alma del pueblo canario, para mover su fibra más sensible, para hablar del amor a la patria, de las mujeres de su tiempo, de la hermosura de las islas Afortunadas y de la madre España.
Muchas cuartillas representan el discurso del ilustre Académico y gloria del terruño canario; pero por muchas que hubieran sido, por interminables que fueran, no llegarían a cansar nunca, porque en ellas van unidos la galanura de un estilo
brillante, el mismo fondo del asunto que despierta el mayor interés y la pronunciación dulce, el aspecto simpático que predomina en el físico del culto historiador y que viene a ser como un rasgo de una elocuencia exterior que encanta, que subyuga.
No tenemos palabras con que expresar la emoción grata que en nuestro ánimo produjo el Sr. Fernández de Bethencourt, pero crea el distinguido huésped que hoy reside entre nosotros, que ese mutismo en que nos encerramos, que esa actitud inexpresiva con que procedemos, es también un rasgo elocuente del agrado inefable con que hemos escuchado al canario que no es de Tenerife, que no es de Gran Canaria, que no es de Lanzarote, que no es de ninguna isla ni de ninguno de sus pueblos, sino canario a secas.
Salud, docto Académico de la historia, y vida, mucha vida, para seguir enriqueciendo los archivos de las bibliotecas nacionales con el conocimiento de hechos y de hombres pertenecientes a la gloriosa España [27].

A pesar de no haber sido anunciada su presencia en el programa de actos, don Manuel de Ossuna, presidente del Ateneo de La Laguna, logró que Fernández de Béthencourt paticipara en la Fiesta de Arte que celebró dicha entidad en el Teatro Viana, la noche del 11 de septiembre, donde de nuevo fue aplaudidísimo.
El 19 por la noche embarcó en Santa Cruz rumbo a la Península. En la mañana de ese día, se produjo el fallecimiento en la misma ciudad de don Rosendo García Ramos y Bretillard, quien había dedicado gran parte de su vida al estudio de la historia local.


En la Real de la Lengua

Al dorso: Esta postal representa a los “Inmortales” después de la comida que dio a la Academia D. Antonio Maura. El que está delante de mí es Echegaray; los otros son Hinojosa, Cotarelo, Pión, Álvarez Quintero, Jacinto Benavente, Carracido, Rodríguez Marín, Vázquez de Mella, Sellés, Saralegui, Conmelerán, Navarro Reverter, Menéndez Pidal, Cortázar, Leopoldo Cano. Muchos recuerdos cariñosos. Vuestro siempre. Paco. Madrid, 19 Feb. 1914

Como ya dejamos dicho al principio de estos apuntes, tan sólo dos canarios han logrado pertenecer a un tiempo a las reales academias de la Lengua y de la Historia: Antonio Porlier, primer marqués de Bajamar y Francisco Fernández de Béthencourt. Se da la curiosa circunstancia de que ambos ocuparon en la Real de la Lengua el mismo sillón designado con la letra K: de 1790 a 1813, el primero, y entre 1914 y 1916, nuestro personaje.

Se produjo su ingreso el 27 de noviembre de 1913 y tomó posesión efectiva de su plaza el 10 de mayo de 1914. Una vez más, la prensa local elogió al paisano cuya carrera en las letras culminaba al ser acogido por la más alta institución a la que puede aspirar un literato:

Academia Española
Recepción del Señor Fernández de Béthencourt

Por los periódicos llegados de la península en el último correo nos enteramos de varios detalles interesantísimos de la solemne recepción del nuevo académico de la Española de la Lengua, nuestro ilustre paisano el Sr. Fernández de Béthencourt, que confirman lo que nos había telegrafiado nuestra activa agencia.
Honró el acto con su presencia la infanta doña Paz, y presidió el señor Maura, a cuyos lados se sentaron el nuncio de Su Santidad, los obispos de Madrid-Alcalá y Sión, el director de la Academia de la Historia, padre Fita, y los Sres. Cotarelo y Commelerán.
En el estrado se hallaban muchos académicos, entre ellos la condesa de Pardo Bazán.
Entre el público, lo mas granado de la aristocracia y una brillantísima representación del mundo político. El Sr. Fernández de Bethencourt comenzó así su discurso.
«Sí; lo deseaba con toda mi alma, señorea académicos. Era ya mi sola aspiración la que vuestros generosos votos han colmado, libre enteramente como Dios y las circunstancia me hicieron, de todo otro linaje de ambiciones. Sin que la menor codicia de los honores ni de las distinciones me tiente, ajeno a toda sugestión de personal encumbramiento, desligado de todo lo que la vida pública confiere,
siempre entre libros, pergaminos y papeles, sólo soñaba con que me abrierais algún día las puertas de esta casa, dándome la única recompensa que pudiera halagarme y satisfacerme. No es un afectado menosprecio de lo que otorga pródigamente a los que se le consagran la Política, merecedora de mis mayores respetos cuando la ejercen gravemente íntegros y austeros varones, no más que al servicio del Rey y de la Patria desinteresada y noblemente consagrados; ni es desdén ridículo e injustificado de los mismos honores, recuerdo, cuando se atribuyen en justicia, de grandes sacrificios, de grandes trabajos y de especiales merecimientos, y que en tamaño grado enaltecen al que los lleva cuando tiene la conciencia de que los conquistara en buena lid; es, simplemente, que, entregado yo toda la vida ya no corta, al culto apasionado de las Letras, las he puesto sobre todo y antes que todo, consagrándome, va para largos años, sola y exclusivamente a su servicio reconociéndolas y acatándolas como a mis altísimas soberanas, únicas de las que con algún derecho podría atreverme a solicitar mercedes y favores.»
Después de expresar su gratitud a la Academia por haberle llamado a su seno, hizo una interesante relación de los varones ilustres que en el transcurso de dos siglos, habían ocupado la silla académica que le ha correspondido.
Entró seguidamente el nuevo académico de la Lengua en el tema de su discurso, «Las letras y los grandes», y sentó la afirmación de que la nobleza española ha sido contra lo que vulgarmente se dice, amiga del saber y de las letras.
Recordó el Sr. Fernández de Béthencourt la intervención brillantísima que la nobleza española tuvo en otras épocas en la milicia, en el arte, y en la literatura y en tantas otras manifestaciones de la inteligencia y de la actividad y comentando con sincera tristeza la inacción en que ahora vive, decía:
«Yo quiero creer que no es nuestra nobleza un cadáver, a quien sólo Jesucristo pudiera resucitar como a Lázaro, sino simplemente uno que duerme y a quien el ruido de afuera, que crece cada día, ha de despertar y sacudir en cualquier momento.»
El discurso del Sr. Fernández de Béthencourt, fue muy aplaudido.
Contestó al recipiendario, con un discurso muy notable, el Sr. Cotarelo, quien ensalzó la personalidad del erudito historiador cuya gran obra Historia genealógica de la Monarquía española sería suficiente para labrar una reputación de saber y de trabajo.
Inmediatamente se procedió a la distribución de los premios de la fundación de San Gaspar, y, levantada la sesión, la infanta Doña Paz y el distinguido público felicitaron al nuevo académico.
Reciba también nuestro estimado amigo nuestra sincera y entusiasta felicitación, y quiera Dios que durante muchos años continúe honrando a su patria con los frutos de su preclaro ingenio.


Fallecimiento

Poco habría de disfrutar de su reciente nombramiento el flamante académico de la Lengua. Con motivo del ingreso en la de la Historia del general Martín Arrúe, Béthencourt fue comisionado para recibirlo y pronunciar el habitual discurso de contestacion. En el uso de la palabra se sintió enfermo y tuvo que ser llevado a su casa. Los rotativos insulares narraron el suceso:

El señor Fernández de Béthencourt está gravísimo
Se ha verificado en la Real Academia de la Historia la recepción del General Martín Arrúe, quien leyó su discurso que versó sobre la guerra de África en 1860.
Presidió el acto el ilustre Director de la Corporación y sabio jesuita Padre Fidel Fita, tomando asiento a su lado los Ministros Sres. Ugarte, Burgos y Echagüe, el Nuncio de Su Santidad, todos los Sres. Académicos y lo más selecto de la milicia, de política y la intelectualidad española.
Llevaba la representación de la Academia para recibir al nuevo miembro de ella, su ilustre Censor y preclaro hijo de Canarias Sr. Fernández de Bethencourt, quien a poco de comenzar a leer su brillantísimo discurso, se vio de improviso obligado a suspender la lectura víctima de un inesperado desvanecimiento, que enseguida le hizo caer.
Reconocido el ilustre enfermo se le apreció por los médicos un ataque cerebral diagnosticado de gravísimo.
Inmediatamente se le trasladó a su domicilio que está siendo muy visitado.
La impresión que ha causado este desgraciado accidente es grandísima, por lo culminante de las circunstancias en que tuvo lugar y por el gran afecto y reputación de que goza el ilustre Académico [29].

El Sr. Fernández Béthencourt
La prensa madrileña se ocupa en términos muy expresivos del accidente ocurrido a nuestro ilustre paisano.
La Época escribe:
«Como es sabido, el Sr. Béthencourt goza en ésta generales simpatías, siendo muy estimado por sus dotes personales, tanto como por sus trabajos de historiador. Cuantas personas concurren a los salones, en los que de continuo se ve al respetable académico de la Española y de la Historia, se interesan vivamente por su salud.
Las circunstancias en que ocurrió el triste accidente, cuando en esta última Corporación se celebraba solemnemente la recepción del general Martín Arrúe, han dado mayor relieve al doloroso suceso.
Estaba el Sr. Béthencourt acabando de leer su discurso de contestación al distinguido general. Los oyentes creyeron advertir alguna vacilación en el admirable lector, que luego apresuró de un modo extraño la lectura. Sin duda, era que el ilustre académico se dio cuenta de los primeros síntomas de su dolencia.
Al terminar la última página del notable discurso, el Sr. Béthencourt cayó como desplomado en el sillón que antes ocupaba. El Padre Fita levantó inmediatamente la sesión.
El paciente fue trasladado a un salón contiguo y colocado en un diván.
Allí fue reconocido por dos médicos que se encontraban en la Academia, quienes apreciaron que el Sr. Béthencourt sufría un fuerte ataque de hemiplejía.
Se le prestaron los más urgentes auxilios que podían dársele en aquellas circunstancias, y entre la consternación de todos los asistentes, se adoptaron las medidas precisas para que el enfermo pudiera ser conducido a su domicilio.
El obispo de Madrid Alcalá, que asistía a la recepción, y que se halla unido por vínculos de gran afecto con el Sr. Fernández de Béthencourt, prestó su carruaje para que en él fuera transportado.
Con las debidas precauciones se efectuó el traslado, y los médicos, que ya aguardaban en el domicilio del paciente, pudieron, por desgracia, comprobar que el ataque proseguía su curso con extraordinaria violencia y que invadía todo el lado izquierdo.
A la casa del Sr. Béthencourt comenzaron a acudir numerosas personas de la sociedad, hombres políticos, académicos y otros para informarse de su estado.
El sobrino del enfermo, D. Juan, que sufrió dolorosa impresión al enterarse del suceso, no podía atender a las numerosas personalidades que acudieron a la casa del Paseo de la Castellana.
Los auxilios de la ciencia produjeron algún resultado en las primeras horas, aliviándose el enfermo. Desgraciadamente, a las tres de la madrugada le repitió el ataque, aunque no con tanta violencia.
Después reaccionó, y esta mañana se encontraba el ilustre académico algo mejorado.
De todo corazón lamentamos la desgracia que aflige al Sr. Béthencourt, y hacemos sinceros votos por que se acentúe la mejoría y recobre pronto la salud [30].

 A las once de la noche del día 2 de abril de 1916 falleció Francisco Fernández de Béthencourt en su domicilio del paseo de la Castellana de Madrid. Desde el accidente sufrido en la Academia de la Historiavivía muriendo —en palabras de un compañero suyo en la redacción de La Época— pues aunque este verano pudo aún hacer su cura de aguas en Mondariz, la enfermedad le atenazaba y le impedía trabajar, ya que no pudo obscurecer aquella prodigiosa memoria suya […]. Su vida en estos último tiempos ha sido de martirio. La marquesa de Bolaños, el marqués de Laurencín, los sobrinos de Béthencourt y algunos otros amigos, iban a hacerle compañía, atenuando con ello su tortura. La muerte, piadosa, ha puesto ahora término a ese martirio del gran trabajador [31].

Fue sepultado en el cementerio de San Justo y el duelo estuvo presidido por el obispo de Madrid-Alcalá, el director de la Academia Española, don Antonio Maura y, en nombre del director de la de la Historia, por su secretario señor Pérez de Guzmán y Gallo. Acompañaron el féretro sus sobrinos don Antonio Domínguez y Fernández de Béthencourt, don Diego de los Ríos y don José Orozco y entre los amigos, una larga lista en la que figuran los condes de Romilla, Cedillo y Laiglesia, el barón de la Vega de Hoz y los señores don José de Roda y don Emilio Cotarelo.

El humilde nicho en el que se guardan sus cenizas es, a nuestro juicio, un lugar poco apropiado como mausoleo de uno de los canarios de mayor renombre literario de su época. Con un sencillo monumento en la plaza de la iglesia en la que recibió el bautismo y el traslado de sus restos a la misma, se rehabilitarían tantos años de injusto abandono y desidia. 

Recurrimos de nuevo a la prensa para conocer, de primera mano, el relato de su fallecimiento:

Fernández de Bethencourt
Anteayer a las 11 de la noche ha fallecido en Madrid nuestro distinguido paisano  don Francisco Fernández de Bethencourt, Académico de la Lengua y de la Historia, ex- Diputado y ex-Senador por esta provincia, literato eminente, historiador y genealogista de indiscutible mérito.
Desde hace más de un año mortal enfermedad aquejaba al canario ilustre, cuya muerte, según nos comunica nuestra Agencia, ha sido sentidísima en la Corte, donde sus revelantes dotes le habían concedido lugar preeminente en el campo de las Letras.
El señor Fernández de Bethencourt, como recordarán nuestros lectores, vino a Tenerife en septiembre de 1913 después de treinta años de ausencia, y tomó parte en la memorable velada celebrada en la Santa Iglesia Catedral con motivo de la inauguración de este Templo, leyendo un notabilísimo discurso rebosante de patriotismo y amor al país que le vio nacer.
Descanse en paz el esclarecido paisano, honra del país canario [32].

Fernández de Béthencourt
De nuestro colega madrileño Diario Universal.
«Anoche a las once, falleció en Madrid, a consecuencia del ataque de hemiplejia que súbitamente lo acometió, hace aproximadamente un año, en una sesión de la Academia de la Historia, el erudito escritor D. Francisco Fernández de Béthencourt.
La muerte de este hombre sabio y bueno, en quien como en pocos se daban hermanados el poder de una gran inteligencia y las virtudes de un gran corazón, ha causado impresión dolorosísima.
Fernández de Béthencourt era un escritor que había conquistado su alto prestigio con una labor incesante y honrada, a la cual una vocación verdadera lo impulsó desde los primeros años de su juventud.
Son innumerables los trabajos, todos de singular mérito, que deja esparcidos en libros, revistas y diarios, revelando en todos ellos su talento y su cultura portentosos.
Destacóse principalmente en el cultivo de los estudios históricos, en los cuales su selecta y erudita labor de investigación encontró, aun en campos muy espigados anteriormente, frutos inapreciables para la reconstitución de nuestro pasado nacional.
Su obra más conocida es la Historia genealógica de la Casa Real y de la nobleza españolas, obra que dejó sin terminar, desgraciadamente, y de la cual llevaba publicados ocho tomos.
Había nacido el Sr. Fernández de Béthencourt en el archipiélago canario, y pertenecía a una de las familias más distinguidas de aquellas islas.
Contaba setenta años de edad.
Era miembro de la Historia desde hace más de treinta años; en esta Corporación trabajó con celo y entusiasmo incesantes, elevando su nombre en muchas ocasiones con notables discursos que quedan como modelo de su género, como aquellos en que contestara a los de ingreso en la Academia del duque de T'Serclaes y del marqués de Villa-Urrutia.
Pertenecía también el Sr. Fernández de Béthencourt a la Academia de la Lengua; había sido diputado a Cortes, era gentilhombre del Rey con ejercicio, y estaba en posesión de varias condecoraciones nacionales y extranjeras.
Deja entre los que lo trataron un recuerdo imborrable de amistad, porque fue siempre leal, caballeroso, enamorado de su patria y entusiasta de su Rey, y de maneras afables y corteses.
Nos asociamos muy sinceramente al dolor general por la pérdida del esclarecido publicista, y especialmente al que embarga a su distinguida familia» [33].

Concluimos, anunciando un próximo trabajo sobre las dos ediciones del Nobiliario y Blasón de Canarias.
(Tomado de: Carlos Gaviño de Franchy en: Gaviño de Franchy Editores)

Obras

—Recuerdos y esperanzas. Poemas que a la augusta familia de Borbón dedican las señoras de Tenerife y su autor Francisco Fernandez de Bethencourt. Santa Cruz de Tenerife. Imprenta Isleña de Francisco Hernandez, 1872.
La Virgen de Candelaria. Romance tradicional. Santa Cruz de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife. Imprenta Isleña. Francisco C. Hernández. 1874.
Apuntes para el elogio de Miguel de Cervantes. Discurso leido en la Sesión Extraordinaria del Gabinete Instructivo en el Aniversario de aquel insigne Ingenio, por D. Francisco Fernández de Béthencourt. Imprenta de Sebastián Ramos a cargo de Manuel Álvarez. Santa Cuz de Tenerife, 1874.
A los Socios del Gabinete Instructivo de Santa Cruz de Tenerife. Composición leída por el Sr. D. Fracisco Fernández de Bethencourt, al tener lugar la elección de Junta Directiva para el año 1875. Imprenta de J. Benítez y Compañía. Santa Cruz de Tenerife, 1875.
Nobiliario y Blasón de Canarias. Diccionario histórico, biográfico, genealógico y heráldico de la Provincia. Editado en siete tomos entre 1878 y 1886. Los primeros dos tomos se estamparon en la Imprenta Isleña de Francisco C. Hernández, en Santa Cruz de Tenerife; el tercero en la de la Viuda de Ayoldi, Valencia; el cuarto de nuevo en la la Isleña; el quinto en la de Manuel G. Hernández; el sexto en la tipografía M. Minuesa y el séptimo en la Imprenta de Marcelino Burgase, estos cuatro últimos en Madrid.
Anales de la Nobleza de España. Primera serie. Imprenta J. García. Once tomos. Madrid, 1880-1890.
Les Ordres de Chevalerie en Espagne. Traduction française faite avec l'autorisation de l'auteur par Louis de Sarran-d'Altard. Lofolye Frères. Vannes. ¿1901?
 Anuario de la Nobleza de España. Segunda serie. 5 vols. Imprentas de Fortanet y J. Ratés. Madrid, 1908-1917.
La Genealogía y la Heráldica en la Historia, discurso leído ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública de don Francisco Fernández de Béthencourt el 29 de junio de 1900, Madrid, 1900.
La Corona y la nobleza de España. Imprenta de M. Romero. Madrid, 1903.
Para cuatro amigos. Varios discursos, muchos artículos y hasta algunos versos. Tipografía de E. Teodoro. Madrid, 1903.
—“Los Battemberg”. La Época. Madrid, 1 de febrero de 1906.
—“A El Correo Español”. La Época. Madrid, 19 de febrero de 1906.
—“Los Hauke”. La Época. Madrid, 22 de marzo de 1906.
— Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública del Excmo. Señor D. Camilo G. de Polavieja y del Castillo, Marqués de Polavieja el 28 de enero de 1912. Establecimiento Tipográfico de Jaime Ratés Martín. Madrid, 1912.
Príncipes y caballeros. Cincuenta artículos. Prólogo de la infanta doña Paz de Borbón, princesa de Baviera. Librería de Francisco Beltrán. Madrid, 1913.
Discurso leído en la Iglesia Catedral de Tenerife con motivo de la inauguración de la misma, por... Don Francisco Fernández de Béthencourt... el día 4 de Septiembre de 1913... Tipografía Católica. Santa Cruz de Tenerife, 1913.
Los Grandes y las Letras. Discurso leído en contestacion al de don Emilo Cotarelo y Mori, en la Real Academia Española. Establecimiento Tipográfico de Jaime Ratés Martín. Madrid, 1914.
Historia Genealógica y Heráldica de la Monarquía Española, Casa Real y Grandes de España. Imprentas de E. Teodoro y J. Ratés. 1897-1920. 10 vols.


Notas
[22] La Región Canaria. Laguna de Tenerife, 7 de julio de 1900.
[23] La Región Canaria. Laguna de Tenerife, 12 de julio de 1900.
[24] La Época. Madrid, 30 de enero de 1901.
[25] La Región Canaria, Santa Cruz de Tenerife, 9 de enero de 1902.
[26] La Región. Santa Cruz de Tenerife, 5 de septiembre de 1913.
[27] La Opinión. Santa Cruz de Tenerife, 18 de septiembre de 1913.
[28] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 20 de mayo de 1914.
[29] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 23 de diciembre de 1914.
[30] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 3 de marzo de 1915.
[31] La Época. Madrid, 3 de abril de 1916.
[32] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 4 de abril de 1916.
[33] La Opinión. Santa Cruz de Tenerife, 12 de abril de 1916.

Bibliografía:
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—“La obra del Señor Béthencourt”. Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos. Madrid, 1904.
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