martes, 8 de julio de 2014

Santiago Tejera de Quesada






1916 agosto 12.

Fallece Santiago Tejera de Quesada, profesor de Dibujo de la Escuela Normal de Maestros, periodista incansable y pintor de méritos reconocidos, falleció en su ciudad natal.

 El tiempo vuela, el tiempo pasa, el tiempo... es celaje de añoranzas. Han corrido fugazmente cinco lustros y casi al olvido se halla en la memoria de sus paisanos, el nombre esclarecido de Santiago Tejera Quesada quien supo, inspirado en las obras del gran artista canario José de Lujan Pérez, escribir con cariño y acierto, y antes de dejar para siempre este mundo, su libro regional Los grandes escultores para el cual presté gustosísimo mi concurso enviándole a Tejera cuantos datos poseía y pude conseguir. Con esta frase, que rezuma nostalgia, comienza un artículo periodístico del cronista portuense Francisco P. Montes de Oca en el que pone de manifiesto su contribución al estudio biográfico del escultor José Luján Pérez que dio a la estampa, en 1914, Santiago Tejera [1] cuyo nombre, en efecto, aunque desdibujado, no ha desaparecido del todo de la memoria insular gracias a este notable ensayo de investigación histórica considerado por Buenaventura Bonnet el trabajo más completo que se había publicado hasta entonces  —1931— sobre la figura del portentoso imaginero canario [2].

Nació Santiago Tejera en Las Palmas, a las ocho de la mañana del día 9 de enero de 1880, en el seno de una familia que durante generaciones había dedicado sus esfuerzos al ejercicio de las Bellas Artes y la enseñanza, logrando malvivir de ello, y fue bautizado como hijo legítimo del célebre músico don Santiago Tejera Ossavarry y de doña María de los Dolores de Quesada y Déniz, también destacada pianista, en la parroquia de Santo Domingo, tres días más tarde [3].


Finalizados sus estudios de bachillerato prosiguió su formación académica, becado por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, en la Escuela de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, ciudad en la que se encontraba aún en septiembre de 1899 y, de vuelta ya en la isla, dos años más tarde, tuvo la iniciativa de crear en el Puerto de La Luz una escuela de Dibujo destinada a la formación de la clase obrera de aquel populoso barrio de la capital [4]. De su curiosa relación con el Gabinete Literario de Las Palmas da cuenta el historiador Javier Campos Oramas en su excelente artículo sobre los encargos artísticos realizados por esta sociedad a lo largo de su historia. Es el caso que en septiembre de 1899 había escrito Santiago Tejera, en papel timbrado del Ateneo de Sevilla, una carta ofreciéndose como artista pintor para contribuir al decorado de los salones del Gabinete Literario, sin emolumento alguno, desembolsando tan sólo esta Sociedad lo necesario para costear la parte material de los cuadros. La junta de gobierno acordó dar expresivas gracias al señor Tejera por su generoso ofrecimiento, que se tendrá en cuenta para cuando hayan de realizarse los trabajos de decoración aludidos. No obstante esta respuesta sutil y dilatoria, en febrero de 1900, se recibió otra misiva del señor don Santiago Tejera Ossavarry, padre del joven y aventajado pintor don Santiago Tejera Quesada, en la que después de exponer una serie de elogios que tanto el periódico El Porvenir de Sevilla, como varios renombrados maestros en el arte pictórico, hacen del cuadro que su mencionado hijo esta pintando y ha ofrecido como regalo a esta Sociedad… espera se le adelanten los gastos materiales que no excederán de quinientas pesetas, único medio de que pueda ser terminado dicho cuadro. Afirma Campos Oramas que muy posiblemente hubiera habido conversaciones, al margen de la Junta, para presentar el asunto como un hecho consumado. Lo cierto es que se le libraron las quinientas pesetas y no se tuvo, al parecer, noticia del cuadro prometido [5]. 

Dos años más tarde se ofrecía para enseñar en su domicilio de la plaza de Santa Ana, número 5, dibujo lineal, adorno, ornamentación del antiguo y lavado. Preparaciones para carreras militares, ingenieros y arquitecto, con un material completo y moderno. Clases de dibujo del natural y pintura. Clases para niños en Colegios por el procedimiento más práctico que se conoce, con tanto éxito enseñado en el Colegio de Las Palmas. Dibujo para labores de mujer. Retratos del natural, al crayón y al humo. Ampliaciones fotográficas [6].

En 1905, la Academia Madrazo, que dirige don Santiago Tejera Quesada, en Las Palmas, prepara una nueva exposición de los trabajos de sus alumnos, que tendrá efecto el día 29 de abril entrante, fiesta de San Pedro Mártir. Para este certamen han ofrecido premios la Diputación, varios Ayuntamientos y otras Corporaciones [7]; al año siguiente fue encargado por el Ayuntamiento de Arucas para que hiciera algunas reformas en el retrato del rey Alfonso xiii, que adornaba su sala de sesiones [8] y abrió al público su propia academia de Dibujo y Pintura [9]. En 1907 tomó posesión de una plaza como profesor de Dibujo en la Escuela Normal Superior de Maestros de Canarias, que ejerció hasta su temprana muerte [10].

El día 4 de agosto de 1910, cuando contaba treinta años de edad, contrajo matrimonio en la parroquia de Nuestra Señora de La Luz, con doña María Petra Blanco Hernández, nacida en Gáldar el 23 de octubre de 1885, hija del doctor en Medicina don Enrique Carlos Blanco Sapera y de doña María Josefa Hernández Suárez [11].


La prensa insular —e incluso un periódico auspiciado por la colonia canaria en Cuba— elogiaron unánimemente el retrato que realizó de don Juan de León y Castillo en 1912, año de fallecimiento del ilustre patricio grancanario, que fue exhibido en los escaparates del establecimiento de don José Lizón en Las Palmas [12]. Este mismo año se le designó corresponsal en el Archipiélago del prestigioso rotativo El Diario Español de La Habana al que envió diversas y bien escritas “Crónicas de Canarias” [13].

El diario católico Gaceta de Tenerife y su director, el periodista Adolfo Febles Mora, a partir de 1912, se convertirán en conspicuos valedores y propagandistas de Tejera de Quesada y su obra, al que no dudarán en calificar de genio en diversas ocasiones. Lo cierto es que la amistad entre ambos debía venir de antiguo y testigo de ella fue su colaboración profesional en el fallido proyecto que resultó ser la publicación de la revista quincenal Canarias Ilustrada, dirigida por el primero, cuyo número inicial y —al parecer— único, salió de las prensas en Las Palmas el 15 de abril de 1903. Para él dibujó Tejera una atractiva portada que, por alguna razón que ignoramos, figura en la tercera página de la misma, y el retrato a pluma de don Ricardo Madrazo como ilustracion de un texto de Fray Lesco dedicado a un cuadro de este pintor. Febles Mora asignó dos páginas de la revista a dejar constancia del notable éxito obtenido por las zarzuelas Folías tristes y La hija del Mestre, de las que era autor don Santiago Tejera Ossavarry, padre de su amigo, ornándolas con retratos del músico y de las intérpretes, e incluyó también un poema, que llevaba por título Sonata, debido a la pluma de su hermano Domingo Tejera. Sin embargo, lo que más ha llamado nuestra atención es la declaración formal que hace Febles Mora en el editorial denunciando el injusto olvido en el que se encontraba la memoria de don José Luján y Pérez, artista del que había dicho Fray Lesco que se le debía una estatua, una historia y una calle. Todo hace pensar que, en cuanto a lo segundo, la historia, Santiago Tejera tomó la determinación de escribirla él mismo, como luego hizo. Diez años después, en diciembre de 1913, la Gaceta comunicaba al publico que:


El acreditado fotógrafo lacunense don Domingo J. Manrique ha retratado para la notabilísima obra que está editando en Madrid su ilustrado autor don Santiago Tejera Quesada la celebrada Dolorosa del celebérrimo escultor canario Lujan Pérez y que este llamaba su niña predilecta porque la conceptuaba una de sus mejores creaciones; efigie que se venera en la Concepción de la Laguna.

Es una escultura verdaderamente admirable [14].

  A la actividad de Tejera Quesada como dibujante e ilustrador de numerosas ediciones, tanto de libros como de revistas, dedicaremos un estudio posterior en fecha próxima.

 A finales de 1913 fue presentada al público la artística placa que, con destino a la capilla de San Felipe Neri de Cádiz y en memoria del canónigo canario don Pedro Gordillo, había labrado Fulgencio Roca por diseño de Santiago Tejera. La Gaceta informó puntualmente:

En el escaparate del establecimiento que en la calle de Triana tiene don Gaspar Meléndez se halla expuesta la lápida que, por iniciativa de nuestro colega La Provincia y costeada con el producto de la suscripción abierta con tal fin por el mencionado periódico, dedica Gran Canaria al canónigo don Pedro Gordillo y Ramos, miembro de las Cortes doceañistas, la cual será colocada en el histórico monumento nacional de San Felipe Neri, en Cádiz, junto a las que sus connaturales dedican a la memoria de otros ilustres ciudadanos que formaban parte de aquellas Cortes.


La Lápida del canónigo Gordillo ha sido labrada en Las Palmas por el escultor don Fulgencio Roca, y el dibujo es obra de don Santiago Tejera Quesada.

Aquella es de Carrara, con la inscripción emplomada.

Descansa sobre dos ménsulas. En su parte baja ostenta, en relieve, entrelazados, un ramo de laurel y una palma. En la parte alta destaca, también en relieve, el escudo de Las Palmas rematado por una corona.

La inscripción dice así:

1810—1910

Homenaje popular de la isla de Gran Canaria a su ilustre diputado, doctor D. Pedro Gordillo y Ramos, Presidente, que fue, de las Cortes de Cádiz

Nació en la ciudad de Guía en 6 de mayo de 1772.

Fallecido en la Habana en 9 de Febrero de 1844, siendo Arcediano de aquella Catedral [15].

Y en marzo de 1914 daba cuenta el mismo tabloide que en el primer vapor correo de la Península se transportará a Cádiz la lápida conmemorativa del Dr. Gordillo, diputado de Gran Canaria en las Cortes de Cádiz, obra de mérito que proyectó nuestro querido amigo el artista don Santiago Tejera y ejecutó el artífice en mármol don Fulgencio Roca [16].

En las postrimerías del año 1913 emprende la edición de la obra a la que había dedicado gran parte de su tiempo y todo el esfuerzo de que era capaz porque es indudable que la pluma, aunque emborrona, es distinta del pincel, que de color mancha los lienzos; y yo, si poco desenfadado en el uso de los pinceles, no las tengo todas conmigo cuando de la pluma echo mano.

Confieso, pues, mi flaqueza; me he lanzado a emprender un trabajo superior a mis facultades, reconoció en la dedicatoria de la misma, dirigida a don Prudencio Morales y Martínez de Escobar, descendiente del escultor, abogado y académico correspondiente de la Real de la Historia [17].

Una vez más es la Gaceta la que apoya incondicionalmente al novel autor:

El afamado retratista canario don Santiago Tejera Quesada está editando en Madrid un libro del que es autor, que por las peregrinas narraciones que trae, raras noticias e interesantes ilustraciones acerca del más notable de los escultores de este archipiélago, pudiera llamarse Luján Pérez y su tiempo.

Es un acabado estudio de ese hombre célebre, cuyas maravillosas imágenes, asidua labor de cinco lustros, le dieron gloria y renombre a fines del siglo xvii y en los comienzos del xix [18].

Y se ocupa en señalar a los lectores del periódico la condición de ferviente católico de Tejera de Quesada:

La interesante obra que, acerca del célebre Lujan Pérez está editando en

Madrid su ilustrado autor, nuestro distinguido amigo don Santiago Tejera de Quezada, está escrita con criterio eminentemente católico y de un modo especial el capítulo que consagra a la muerte del gran escultor, como siempre ha sucedido en todos los juicios técnicos y relaciones históricas del señor Tejera.

Tendremos pronto la satisfacción de honrar nuestro diario adelantando algunos capítulos de dicha obra que irán ilustrados por su genial autor con grabados de línea [19].

A comienzos de 1914 el diario tinerfeño vuelve a informar sobre la actividad de Santiago Tejera y lo hace en sus dos facetas de artista plástico y escritor, dando cuenta de la aparición de un retrato de Rodríguez Moure en la revista Canarias Turista, y de la inminente llegada del tan deseado libro:

En el último número de la revista semanal Canarias Turista, que se publica en Las Palmas, hemos visto un retrato, a pluma, obra del genial artista Santiago Tejera, de nuestro ilustre escritor don José Rodríguez Moure, con motivo de su nueva obra editada en los talleres de la Imprenta Católica La historia del Convento e Imagen de Nuestra Señora de la Candelaria.

       En aquella isla, se espera con interés ésta última producción literaria del señor Moure, augurándosele un completo éxito. Estará a la venta en la Librería Gran Canaria [20].

La obra de Santiago Tejera

Ya está al terminar la impresión en Madrid de la notabilísima obra acerca del inmortal Lujan Pérez de la que es autor nuestro ilustrado amigo don Santiago Tejera de Quezada.

De esta ha hecho grandes elogios el señor Ornete [sic por Ortueta] autor competentísimo de una obra análoga sobre la vida y trabajos del celebérrimo escultor granadino Pedro de Mena.

Las reproducciones de las imágenes de nuestro Luján que ilustran la interesantísima producción del Sr. Tejera, entre las que figuran en primera línea la de la celebrada Dolorosa de la Concepción de La Laguna, han sido admiradas por lo artísticas y perfectas por los inteligentes oficiales de la Biblioteca Nacional encargados del ramo de Arte e Historia prodigándoles los mayores encomios.

La referida obra se pondrá pronto a la venta en la Librería Católica de esta Capital.

Felicitamos cordialmente a su reputado autor [21].

Finalmente, el día 14 de abril, Febles Mora acusa recibo en la redacción del periódico que dirigía de un ejemplar del libro:

Los grandes escultores

       Ayer recibimos un ejemplar lujosamente editado en la Corte, de la importante obra que acaba de publicar el notable escritor D. Santiago Tejera de Quesada sobre el excelente escultor Luján Pérez nacido en estas islas.

Con el espacio y detenido estudio que la obra requiere, haremos nuestra humilde crítica de la que muy bien pudiera encargarse, toda vez que lo haría de modo irreprochable, nuestro distinguido y erudito colaborador que esconde humildemente su nombre con el seudónimo «El Pimpollo de Acanto».

    Agradecemos infinitamente al amigo Tejera su obsequio, al mismo tiempo que le felicitamos por el éxito que su obra ha obtenido, no solamente en esta provincia, sino en la Villa y Corte donde se han agotado los ejemplares puestos a la venta en las librerías madrileñas.

       Recomendamos eficazmente esta producción artística y literaria a todos los que se precien amantes del verdadero arte cristiano [22].

A pocos meses de dar comienzo el conflicto bélico que sumió a Occidente en la barbarie durante cuatro años, Santiago Tejera obtuvo el reconocimiento de sus comprovincianos, positivo éxito artístico y literario efímero del que apenas pudo disfrutar en la antesala de la enfermedad que acabaría con su vida en plena juventud. Es en este año cuando pinta al óleo el retrato de Viera que conserva la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas en su salón de actos, obra que aporta a la galería de representaciones del arcediano —cuya referencia inmediata la constituye el grabado de Carnicero y Fabregat— la novedad de incorporar un ambiente de estancia amueblada a la larga lista de retratos de fondo neutro que le habían precedido. Recordemos que la tela fue pintada un año después del que se cumplía el segundo aniversario del fallecimiento del historiador y, es posible, fuera un encargo de la patriótica institución que, casi con seguridad, no disponía en aquellas fechas de un retrato de Viera. El sacerdote, de medio cuerpo, sostiene un libro en la mano y posa en el interior de una habitación en la que no faltan librerías, alacenas y mesas en las que se acumulan los papeles, todo ello participando de una atmósfera densa y empastada que recuerda las tonalidades y la luz mortecina de algunas de las pinturas del cordobés Julio Romero de Torres, que debió conocer Tejera durante su estancia en Sevilla. Sin embargo, no tenemos elementos de juicio, ya que no hemos alcanzado a ver más que unas pocas producciones del artista, el resto de las cuales debe encontrarse, sin duda, en colecciones particulares de Las Palmas. El Ayuntamiento de Las Palmas conserva el retrato que hizo a don Cristóbal del Castillo, el cual, situado bajo un dosel, presidió la ceremonia de colocación de la primera piedra de la frustrada iglesia de San Bernardo en 1918 [23].

Santiago Tejera de Quesada, profesor de Dibujo de la Escuela Normal de Maestros, periodista incansable y pintor de méritos reconocidos, falleció en su ciudad natal el día 12 de agosto de 1916, sin haber alcanzado sucesión de su matrimonio. Don Enrique Banco, su suegro, anotó la triste noticia, en el diario particular que llevaba:

El 12 de agosto de 1916 a las once y media de la noche falleció en su casa del paseo de San José mi hijo político don Santiago Tejera y Quesada, esposo de mi hija María Petra y se le dio sepultura en el cementerio católico de Las Palmas al siguiente día a las seis y media de la tarde. Entierro concurridísimo, y su cadáver fue llevado a hombros por sus amigos desde la casa mortuoria hasta la sepultura [24].

Tenía en preparación un nuevo libro sobre la estancia del almirante Cristóbal Colón en Las Palmas [25]. (Carlos Gaviño de Franchy)

NOTAS________________________

[1] Este malogrado amigo, me pedía averiguar si en la Sociedad Económica de

Tenerife existía algún acuerdo que se relacione con Luján o con Estévez en aquellos tiempos, especialmente si Estévez fue pensionado y si existen actas de

1800 a 1820 por ejemplo; época en que pudo Estévez ser pensionado; trató

también de escribir la biografía de don Luis de la Cruz en un folleto de artistas

canarios, Eduardo, Juan de Miranda, Ossavarry, Estévez etc. que tuvo intenciones de dedicármelo, pues, después del maestro Pérez, es el artista más competente en su arte.

Montes de Oca y García, Francisco P.: “Investigaciones históricas. La gestión del escultor”. Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 13 de junio de 1922.

[2] Así vemos que Millares, en su historia de canarios célebres, afirma rotundamente que Luján no tuvo maestros ni modelos, y con ese escritor convienen el doctor Feo Ramos, don Carlos Navarro, el periodista Romero Quevedo, don José Batllori Lorenzo, y otros más; por último, don Santiago Tejera, autor de un excelente estudio histórico-crítico del escultor canario, aporta gran cantidad de noticias y datos que hubieran podido servirle para desterrar este prejuicio y, sin embargo, no lo intenta, quizá por el arraigo de la tradición. Eso explica que las noticias facilitadas al catedrático de la Universidad Central don Elías Tormo, para escribir el prólogo de la obra anteriormente citada, fueran incompletas, incurriendo en yerros que todavía persisten.

Pero ya es necesario terminar con esa leyenda, que tanto perjudica a nuestra cultura, aprovechando para desvanecerla y como fuente documental, la misma obra del señor Tejera.

Se titula Los grandes escultores. Estudio histórico-crítico-biográfico de don José Luján Pérez, natural de la ciudad de Guía, Gran Canaria, por don Santiago Tejera y de Quesada, profesor de Dibujo en la Escuela Superior Normal de Maestros de Las Palmas, con un prologo del Excmo. señor don Elías Tormo y Monzó, catedrático de la Universidad Central e individuo de número de la Real Academia de Nobles Artes de San Fernando. Madrid. 1914. Es el trabajo más completo que hasta hoy se ha publicado acerca de Luján, y en el que recoge su autor cuantos datos y antecedentes históricos halló respecto al célebre escultor.

Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 15 de abril de 1931.

[3] En la ciudad capital eclesiástica de Las Palmas de la isla de Gran Canaria, diócesis y provincia de Canarias, el domingo once de enero de mil ochocientos ochenta, con licencia del infrascripto beneficiado de la santa iglesia catedral y encargado de la parroquial de Santo Domingo por imposibilidad del señor propietario doctor don Pedro Díaz, el doctor don José Roca y Ponsa, canónigo lectoral de esta santa iglesia catedral, catedrático del seminario conciliar, bautizó solemnemente a un niño que nació  el nueve de dicho mes a las ocho de la mañana en la calle de los Reyes a quien puse por nombre Santiago María de los Dolores Julián hijo legitimo del maestro de Música don Santiago Tejera Ossavarry y de doña María de los Dolores Quezada y Déniz, naturales y vecinos de esta en los Reyes, casados en la parroquia de San Mateo con licencia del señor cura de San Francisco de esta ciudad; abuelos paternos don Santiago Tejera, difunto, y doña Dominga Ossavarry; maternos, don Francisco Quezada López y de doña María del Pino Déniz y Grech, todos naturales y vecinos de esta ciudad, ecepto el abuelo materno que es natural de Gáldar. Fue su madrina la señorita doña Rosario Tejera Ossavarry, tía del bautizado, a quien advertí su obligación; siendo testigos del acto el presbítero don Fernando Lorenzo y don Gregorio León Bravo (de Laguna). Firmado José Roca Ponsa, presbítero, y Manuel Torres Rodríguez. Nota marginal: Contrajo matrimonio en el Puerto de La Luz con doña María Blanco Hernández el 4 de agosto de mil novecientos diez. Firmado, don Celestino González.

Apsd: Libro vi de bautismos, f, 87, partida 535. Debo estos datos, como tantos otros de la familia Ossavarry, a mi buen amigo don Miguel Rodríguez y Díaz de Quintana. De este clan, su genealogía y origenes, haremos amplia mención en un trabajo que publicaremos en este medio, próximamente, al tratar la figura de uno de sus miembros más distinguidos: el artista José de Ossavarry. Pero no podemos resistirnos a transcribir un artículo de Jordé [José Suárez Falcón] que retrata magistralmente al padre de Santiago Tejera de Quesada y ofrece múltiples y certeras pinceladas del ambiente, católico y tradicionalista, en que este creció.

Aún vive gente que conoció a don Santiago Tejera Ossavarry y, sin embargo, sombras de olvido envuelven ya su nombre. El apellido Ossavarry es de origen italiano y su abuelo, el pintor, fue director de la Academia de dibujo, por cuya dirección, pasaron también don Diego Nicolás Eduardo y don José Luján Pérez. Ossavarry es asimismo autor de retratos al óleo de ilustres varones canarios.

Una larga jornada de trabajo y afanes fue el transito por el mundo —1864-1936— del maestro Tejera. En su laboriosa existencia tuvo placenteras satisfacciones y experimentó amargas contrariedades. Arribó a la vejez pobre como había nacido y fiel cumplidor de sus deberes, ya octogenario, acudía puntualmente a la Catedral a tocar el órgano. En sus atareados años descansó cuando se durmió en la noche de la eternidad.

La muerte, pues, dióle el reposo que no conoció en la juventud ni en la ancianidad. El inexorable declinar envolvía su alma en melancolías de crepúsculo. No le era grato verse la cabeza blanca, aunque en la cansada senectud conservaba lozano el espíritu y en el órgano de la Basílica sentíase rejuvenecer, olvidaba cosas terrenas y emocionábase él emocionando a quienes escuchaban los espontáneos raudales de armonía de sus improvisaciones.

Para rememorar nuestro primer conocimiento con el maestro Tejera Ossavarry, preciso es remontar la corriente del tiempo que nos arrastra a desconocidas playas. El convento de San Ildefonso, de Bernardinas descalzas, que nosotros vimos en escombros, abarcaba las cuatro vías urbanas que en la antigua nomenclatura denominábanse San Ildefonso, Colegio, San Marcos y Canónigos, rebautizadas con los actuales nombres: Luis Millares, Dr. Chil, Verneau y López Botas, respectivamente.

Pues bien, en un solar de esa manzana, frente a la calle de Santa Bárbara, edificó el maestro Tejera la casa número 3 y en ella vivió y en ella vimos expuestos, tempranos frutos de su arte, cuadros al óleo pintados por su hijo Chago, prematuramente desaparecido. En la planta baja del edificio hallábase instalada una imprenta, con primitiva prensa de imprimir, en cuyo armatoste editábase un periódico de efímera vida, que su fundador y director, Rafael Pérez Navarro, el Zerep, de travieso ingenio satírico, tuvo la humorada de rotular Sin Título [1898]. A menudo veíase en la Redacción al compositor canario, que ya gozaba de renombre; escribía artículos y corregía pruebas en aquellos días dramáticos en que España perdió los últimos restos de su imperio ultramarino y estas islas también se vieron amenazadas por la codicia extranjera.

El maestro Tejera era un hombre sencillo y bueno que atraía con el don innato de su simpatía personal. De mediana estatura, más bajo que alto, delgado, abundante cabellera, mirada viva abierta a toda curiosidad con incesante parpadeo. Amigos nuestros eran sus hijos, Pepe de cordialidad efusiva, Santiago, el pintor y autor de un ameno libro acerca del genial escultor insular Lujan Pérez, y Domingo, periodista que desde mozo descolló en la Prensa local y más tarde en la de Madrid y Sevilla. Chago pintó un buen retrato al óleo del Ingeniero don Juan de León y Castillo, de cuya obra conservamos una fotografía que el artista nos dedicó.

El maestro Tejera guardaba en la memoria copioso archivo de cosas y casos remotos y contemporáneos, de gente empingorotada de la sociedad isleña, de ladinos labriegos y de ingenuos o maliciosos marineros, que él solía relatar donosamente. Además de sus conocimientos musicales, tenía instrucción general, histórica y literaria. Aficionado al periodismo, colaboraba en revistas y diarios y componía versos de fácil rima. La conversación matizábala con frases de acentuada vena festiva.

Otro rasgo del carácter del maestro Tejera fue la consecuencia, su inalterable adhesión a la causa del tradicionalismo cuando, vencida, nada podía esperar, al lado del canónigo Roca y Ponsa, elocuente orador y vigoroso polemista.

Don Santiago Tejera Ossavarry estudió en el centro de enseñanza más antiguo de Las Palmas, el Seminario, fundado por el obispo Servera en 1777, y fue toda su vida sincero católico y amante de la música religiosa, que le inspiraba páginas henchidas de ternura como algunos villancicos que se tocan en nuestros templos. Desde su mocedad dedicóse al cultivo del divino arte con decidida vocación y aptitudes sobresalientes. Por oposición obtuvo plaza de músico militar en 1883, dirigiendo la banda del batallón de Cazadores. Trasladado a la península, optó por quedarse aquí, temporalmente separado de la milicia hasta que en 1895 reincoporóse al servicio activo, encargándose de la dirección de la banda de este regimiento de Infantería hasta su retiro.

Era tan fuerte su apego al terruño, tenía tan hondas raíces su cariño a la isla natal, que jamás quiso abandonarla. Pertenecía a aquellas generaciones románticas del siglo xix que sabían sacrificarse, si era preciso, por la tierra

canaria. En los años de zozobra y exaltación del amor patrio, cuando en Cuba y Filipinas se dio el grito de independencia, ¿cómo olvidar los vibrantes pasodobles con que el maestro Tejera despedía a los soldados expedicionarios

que embarcaban a luchar en las guerras coloniales entre clamorosos vivas a España de la muchedumbre que invadía las calles.

Otra remembranza. A fines de la anterior centuria y principios de la actual, los paseos en la Alameda de Colón las noches estivales, los amenizaban dos bandas de música: los domingos la municipal de don Antonio Manchado y

los jueves la militar de don Santiago Tejera. Los paseos nocturnos, a la luz mortecina de faroles de petróleo antes de establecerse en 1899 el alumbrado eléctrico, representaban una típica estampa, de aquella época.

Desde los días juveniles vivía el maestro Tejera consagrado a la música, daba clases de solfeo y piano y escribía composiciones con rara facilidad: pasodobles, marchas, alegres o tristes, himnos, piezas de baile. Asimismo componía sinfonías y pastorelas. Conocido y celebrado por su extraordinaria

espontaneidad, alcanzó ostensible y definitiva consagración con las zarzuelas Folias tristes y La hija del Mestre estrenadas en 1902 por un meritísimo

cuadro de aficionados de la Sociedad Filarmónica. Navidades y El Indiano no lograron tan lisonjera acogida.

Resonantes acontecimientos fueron las primeras representaciones de Folias tristes y La hija del Mestre, con el teatro repleto de espectadores que aclamaban al autor y a los intérpretes. Los méritos del músico y la labor del literato los premió el público con aplausos y la prensa con elogios. Fácilmente se comprende el triunfo. Trátase de obras de ambiente, tipos y costumbres regionales, letra y partitura del maestro Tejera, tan certero observador de la realidad como entusiasta enamorado de las cosas vernáculas. Clima, cuadros, color y lenguaje campesino en Folias, atmósfera, escenas y estilo marinero en La hija del Mestre. Ambas producciones tuvo el maestro Tejera la fortuna de arrancarlas palpitantes de las propias entrañas del pueblo, captando felizmente sentimientos y expresiones de las clases populares, las cuales veíanse fielmente reproducidas en ellas como en un espejo.

Saturadas de esencia canaria están Folias tristes y La hija del Mestre, tanto la música como el salpimentado diálogo entre personajes de irreprochable realismo. Son obras de permanente interés para los naturales de Gran Canaria, por la peculiaridad de su labor, por la fisonomía de los tipos y por la animación de las escenas de usos y costumbres del suelo afortunado. Con sentimiento y donaire en diálogos chispeantes, situaciones dramáticas y pasajes cómicos, las zarzuelas del maestro Tejera reflejan fotográficamente el medio social en que se desenvuelven.

De savia, flor y fruto del árbol del regionalismo insular, regado con las aguas fertilizantes de la tradición, son las obras del maestro Tejera. Temas líricos de Folias tristes: las populares folias, canto y baile, el dulce arrorró

con que nuestras madres nos arrullaban en la cuna y la malagueña de las peculiares parrandas isleñas. Las coplas de la Virgen de la Peña y el ritmo, tan familiar aquí, de la isa canaria, destácanse en La hija del Mestre.

De inagotable facundia, el maestro Tejera escribió numerosas obras de distinto género y extensión. Componía música por instinto, desdeñando reglas que oprimían su espíritu, habituado a la libertad sin limites de su inspiración.

La improvisación fue invariablemente su musa. Por temperamento tendía a repentizar. Concebía y producía con rapidez, sin preocuparse de la corrección clásica, entregado en brazos de la espontaneidad. Por naturaleza era también el maestro Tejera rebelde a las rígidas normas que cohibían el vuelo de su imaginación. Prefería la libre improvisación sobre el teclado del órgano o del piano antes que sujetarse a interpretar música escrita. Artista de sensibilidad delicada y fino oído, sabía recoger y expresar inefables melodías.

Falange. Las Palmas de Gran Canaria, 18 de agosto de 1951.

Compuso don Santiago Tejera Ossavarry una marcha fúnebre —titulada Ecce nunc in puliere dormit— para que fuera interpretada, bajo su dirección, durante los actos del descubrimiento de la lápida conmemorativa que se ubicó en la fachada de la casa del arcediano, en la plaza de Santa Ana, en 1913. Véase Batllori Lorenzo; José: Don José de Viera y Clavijo. Tipografía Diario. Las Palmas de Gran Canaria, 1931 ,p. 125.

[4] Unión Conservadora. Las Palmas de Gran Canaria, 9 de enero de 1901.

[5] Campos Oramas, Javier: “El Gabinete Literario y sus encargos de arte”. El Museo Canario. Tomo liii. Las Palmas de Gran Canaria, 1998, pp. 471 y ss.

[6] La Correspondencia Isleña. Las Palmas de Gran Canaria, 15 de abril de 1903.

[7] El Tiempo. Santa Cruz de Tenerife, 27 de marzo de 1905.

[8] La Opinión. Santa Cruz de Tenerife, 23 de marzo de 1906. La efigie del rey presidía el Salón de Sesiones de las Casas Consistoriales y formaba parte de una colección de pinturas entre las que figuraban los retratos de diversos patricios aruquenses. Algunos de estos óleos desaparecieron en el transcurso de una sesión tumultuosa por los años de la República, según se recoje en el acta del pleno celebrado el 18 de enero de 1963. Es de lamentar la pérdida, en esta ocasión, de una tela que figuraba a don Francisco Gourié Marrero, obra del pintor Nicolás Massieu Matos. Véase VV. AA.: Arucas. La rehabilitación de las Casas Consistoriales. Un proyecto de puesta en valor como edificio institucional. Fiestas patronales de San Juan Bautista, 2008.

[9] La Opinión. Santa Cruz de Tenerife, 7 de noviembre de 1906.

[10] La Opinión. Santa Cruz de Tenerife, 21 de octubre de 1907.

[11] Doña María Petra Anastasia de la Santísima Trinidad Blanco Hernández nació en Gáldar, el 23 de octubre de 1885, hija de don Enrique Carlos Blanco y Sapera, que vino al mundo en la ciudad de Cádiz el 14 de enero de 1852, y de doña María Josefa Hernández Suárez, nacida en Gáldar el 10 de octubre de 1862. Fueron sus abuelos paternos, don José María Blanco de Aguilar, comerciante y pintor o fotógrafo retratista, oriundo de Écija, Sevilla, donde nació el 4 de septiembre de 1822, y doña María de los Dolores Sapera de Quesada, que lo era de Cádiz, nacida el 10 de abril de 1824, e hija de don Joaquín Antonio Sapera Moreno y doña María de los Dolores de Quesada y de Sierra.

Don Enrique Blanco concluyó sus estudios de Medicina en la Universidad de Cádiz en 1875 y se trasladó, al año siguiente, a Gran Canaria, siendo nombrado médico-cirujano de la villa de Gáldar, empleo en el que permaneció hasta 1904, fecha en que abrió su consulta en el Puerto de La Luz, a cuyo cargo estuvo hasta 1918. Don Enrique y su hermano don Joaquín Blanco, también médico que vino a las islas en su compañía, tenían al parecer lazos de parentesco cercano con el daguerrotipista Manuel Sapera, quien permaneció en las islas entre 1857 y 1868, año este último en que viajó a Cuba. Establecido primero en Santa Cruz de Tenerife [1857-1859], tuvo después estudio fotográfico en Las Palmas, en la calle del Diablito [1862], en el que también vendía aparatos y enseñaba a retratar. Véase González-Sosa, Pedro: “Enrique Blanco Sapera, ¿primer médico municipal de Gáldar? La Provincia. Las Palmas de Gran Canaria, 28 de enero de 2014 y Vega de la Rosa, Carmelo: La isla mirada. Tenerife y la Fotografía [1839-1939]. Centro de Fotografía “Isla de Tenerife”. Cabildo de Tenerife, 1999. Tomo i, pp. 32/33.

[12] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 31 de julio de 1912.

Cuba y Canarias. La Habana, 8 de septiembre de 1912.

Es probable que se trate de la misma obra, pero la revista Florilegio. Año I, núm. 2. Las Palmas 20 de julio de 1913, da cuenta de otro retrato de don Juan de León y Castillo ejecutado por Tejera: En el escaparate de la librería “Gran Canaria” se encuentra expuesto un retrato a pluma del Excmo. Sr. D. Juan de León y Castillo [q. e. p. d.], obra del distinguido artista don Santiago Tejera Quesada. Por la limpieza con que está ejecutado y por la sencillez del mismo, ha llamado poderosamente la atención del público, el cual no ha vacilado en prodigar al autor las más expresivas alabanzas.

[13] La Región. Santa Cruz de Tenerife, 13 de noviembre de 1912.

“Tenerife en Cuba”. Publicado en el Diario Español de La Habana. Corresponsal en Canarias. Santiago Tejera Quesada.

“Crónicas de Canarias. Tenerife. La ciudad de la Laguna y el señor Ascanio y Nieves”.

[14] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 10 de diciembre de 1913.

[15] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 13 de diciembre de 1913.

[16] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 7 de marzo de 1914.

[17] Tejera y de Quesada, Santiago: Los grandes escultores. Estudio histórico-crítico-biográfico de don José Luján Pérez, natural de la ciudad de Guía, Gran Canaria. Prólogo de Elías Tormo y Monzó. Madrid. Imprenta Hispano-Alemana, 1914. 179 p. [12] h. de lám.: il.; 20 cm.

[18] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 23 de diciembre de 1913.

[19] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 6 de enero de 1914.

[20] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 15 de enero de 1914. Se refiere a Historia de la devoción del pueblo canario a Nuestra Señora de Candelaria. Librería y Tipografía Católica. Santa Cruz de Tenerife, 1913.

[21] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 15 de enero de 1914.

[22] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 14 de abril de 1914.

[23] Gaceta de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 8 de agosto de 1918.

[24] González-Sosa, Pedro: op. cit.

[25] Eco del Magisterio Canario. Santa Cruz de Tenerife, 30 de agosto de 1916.

El Progreso. Santa Cruz de Tenerife, 16 de agosto de 1916.

Acta de defunción. Tomo lxiv, f. 155. Sección Tercera. Registro Civil de Las Palmas de Gran Canaria.


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