sábado, 23 de agosto de 2014

Caciquismo, emigración y cambio en La Palma entre 1895 y 1936.





1942.


Resumen: El sistema caciquil forjado por el Partido Conservador se quebranta entre 1895 y 1936. La oposición al Caciquismo, durante esta etapa, estuvo protagonizada por Republicanos y Liberales, a quienes, en la década de los treinta, se añadieron  los Marxistas. La oposición a la oligarquía conservadora insular conectó con las demandas populares, cuando las crisis económicas  que se sucedieron, durante este periodo, se vieron empeoradas por el cierre de la salida emigratoria hacia América.

Palabras clave: Caciquismo, Cambio, Emigración, Republicanismo, Marxismo, Isla de La Palma.

Abstract: The caciquil system built by the Conservative Party shattered between 1895 and 1936. Throughout this period, the opposition to Caciquism was mainly sustained by Republicans and Liberals, whom, during the thirties, the Marxists joined. The opposition to the island conservative oligarchy connected  with the  popular demands, when the economic crises that happened, during this period, worsened by the closing of the migra- tory exit towards America.
Key words: Caciquism, change, migra- tion, republicanism, marxism, La Palma.

INTRODUCCIÓN

El desmoronamiento paulatino del edificio caciquil gestionado por  el Partido Conservador, durante el primer tercio del siglo XX, se aceleró en tres momentos: la Guerra de Cuba, la Primera Guerra Mundial y la II República. En estos periodos, la depresión económica y la interrupción de la emigración, hicieron que amplios sectores de la sociedad volvieran sus esperanzas a las alternativas propuestas por los republicanos y los marxistas isleños.

LA ESTRUCTURA  CACIQUIL

El sistema caciquil estaba dirigido, durante la Restauración, por una minoría de terratenientes, adscrita al Partido Conservador. Los grandes propietarios conservadores disponían de un extenso dominio sobre la población, gracias a los puestos de trabajo que distribuían, a través de sus posesiones, y mediante los favores y los empleos que concedían, desde las instituciones públicas que administraban1. En La Palma, el problema radicaba en que la economía, basada en una agricultura dual -exportación y tradicional-, no generaba puestos de trabajo, ni subsistencias baratas para todos los habitantes2. Esta deficiencia del sistema productivo palmero era resuelta por medio del recurso a la emigración3. El intenso éxodo originado daba salida al excedente de mano de obra que no lograba asimilar la economía, consiguiendo que el malestar no se convirtiese en conflictividad social4.

LA CONTENCIÓN DEL CAMBIO.

A pesar de que el funcionamiento de la estructura económica insular, administrada por la oligarquía conservadora, sujetaba a la pobreza a un sector amplio de los campesinos y los obreros, la sociedad palmera de finales del siglo XIX y principios del siglo XX se mostraba pasiva, debido a una serie de circunstancias que amortiguaban la conflictividad que pudiera generar el descontento social. De este modo, el esfuerzo proselitista de las asociaciones republicanas reformistas no hallaba respuesta decidida en la población más perjudicada por la incapacidad económica del armazón caciquil5.

En primer lugar, porque las clases populares preferían la emigración a la lucha contra el Caciquismo. La emigración, con una tradición de siglos en La Palma, se erigía como la mejor posibilidad para remediar sus privaciones y cambiar de fortuna. De paso, las esperanzas que la aventura americana suscitaba entre los isleños relegaban la opción de la rebeldía. Es este sentido, es interesante la descripción que nos deja el emigrante palmero Felipe Lorenzo sobre los sueños que engendraba América:

“Hubo un tiempo en que América, y particularmente Cuba, era un tema constante de conversación en ciudades, pueblos y aldeas de Canarias. Pocas, muy pocas familias había que no tuviesen un tío, un hermano, o un pariente en ultramar. Cuba venía a ser para los canarios la tierra de promisión por excelencia.  Allá marchaban los Jóvenes, después de oír hablar tanto de América, repletos de esperanzas e ilusiones.”6

Durante las décadas finales del siglo XIX y los primeros años del siglo XX, emigran- tes retornados de América con ahorros pudieron comprar terrenos y acceder a la condición de propietario7. Así, la sindicación y la regeneración democrática se concebían como objetivos demasiados inciertos o lejanos, más cercana, a pesar de la distancia a Cuba, era la emigración para una población habituada a cruzar el Atlántico.

En segundo lugar, amplios sectores de la sociedad insular percibían el cacique como una instancia benefactora, preocupada por atender a las familias fieles integradas  en sus clientelas8. Jornaleros, campesinos y arrendatarios correspondían a este patrocinio sirviendo al Cacique. Esta relación, a pesar de ser jerarquizada, era entendida como recíproca y conllevaba lazos sentimentales como el agradecimiento,  el respeto a un compromiso, el orgullo de pertenecer a una Casa con prestigio, etc. Semejantes ligaduras daban cohesión a las clientelas y proporcionaban consistencia al Caciquismo. Sin olvidar que, desde un punto de vista práctico, para muchos habitantes de La Palma, contarse en las clientelas de un Señor era un medio más efectivo para asegurar la subsistencia que afiliarse a las organizaciones sindicales. Como describía la prensa de la época, los deudos del cacique eran personas «que obligadas por las necesidades de la vida, u obedeciendo a la antigua rutina  que creen un deber, dicen ser de fulano  o de zutano»9. Este porcentaje extenso de la población campesina y obrera, en su mayoría, analfabeta, concebía el mundo a través de una visión jerarquizada de la sociedad que permanecía impermeable a los análisis que aportaban las ideas surgidas de la Revolución Francesa y que mantenía a los sectores populares alejados de la participación política10. Un «velo de perniciosos prejuicios» que, a criterio de los sindicalistas de los años treinta, «envolvió en las tinieblas a nuestros antepasados»11. Por añadidura, el Caciquismo se asentaba en un medio donde el analfabetismo estaba muy extendido. Este fenómeno implicaba un distanciamiento de los trasfondos  políticos, sociales y económicos que favorecía al discurso del patronazgo y a la cultura de la sumisión12. Por eso, los republicanos y los marxistas consideraron que la elevación de los niveles educativos era el camino adecuado para introducir entre los trabajadores las ideas derivadas de la Ilustración.  Sobre esta capa de cultura, enraizaría, posteriormente,  el mensaje difundido por la minoría progresista de la sociedad.

En tercer lugar, el poder caciquil disponía, para afianzar el orden conservador, de varia- dos resortes coactivos, encabezados por los que proporcionaba el estado. En efecto, el entra mado represivo laboral, legal, institucional  y moral desalentaba el enfrentamiento. Por un lado, los patronos tenían la sartén por el mango a la hora de prescindir de cualquier trabajador como represalia a una determinada conducta laboral, personal o política13. Por otro lado, la autoridad moral de la Iglesia sobre una parte de los isleños impelía a resignarse ante los avatares de la fortuna y a respetar el ordenamiento  vigente14. Además, la disuasión ejercida por la actividad de las fuerzas de la Guardia Civil y por la presencia del Batallón de Infantería destacado en La Palma era efectiva y hacía evidente el respaldo gubernamental15.

En cuarto  lugar, el «espíritu de compromiso» estaba muy extendido e inhibía los impul-os de rebeldía16. Los pueblos de la Isla con un mayor número de habitantes rondaban los 7.000 habitantes, de modo que los lazos familiares  y de vecindad eran estrechos. También las empresas solían ser pequeñas y el contacto entre el patrono y los trabajadores era cercano, incluso, en muchos casos, el propietario y sus empleados trabajaban en el mismo taller o en la misma obra, codo con codo. De forma que, se le contemplaba más como compañero de oficio que como miembro de un estrato social antagónico. Simultáneamente, el sistema caciquil propiciaba la construcción de una red de compromisos a través de la distribución de empleos, de arrendamientos, de préstamos, de favores o de la vinculación a la trama de la corrupción17.

Por último, como observaba el, entonces, joven militante republicano José Miguel Pérez, la frustración provocada por la imposibilidad de lograr el cambio soñado y el sufri- miento causado por el arduo esfuerzo a que obligaba la supervivencia cotidiana encontra- ban desahogo en la queja y refugio en el olvido que procuraba el placer: «todo el mundo  llora su dolor quejándose, bebiendo, jugando…».  En su opinión, buena parte de la sociedad pal- mera, en especial la juventud, optaba por «dulcificar  el dolor de nuestras vidas, el dolor de nuestra miseria viviente,  por el bajo optimismo  de los placeres, vaporoso ideal de una felicidad sin realidad positiva en el campo de la vida (…) Insensatos buscamos en los vicios el placer del olvido». A su juicio, este extendido fenómeno social dejaba a la Isla «sin energías»18.

LA EROSIÓN  DEL EDIFICIO CACIQUIL.

Sin embargo, en La Palma, entre 1895 y 1936, se sucedieron tres intervalos en los que un momento de depresión económica grave coincidió con el cierre prolongado o con un encogimiento del canal emigratorio, conjunción que daba lugar a que el desempleo se acumulara en la Isla. Estos momentos fueron los años de la Guerra de Cuba, de la Primera Guerra Mundial y de la Depresión de los años veinte y treinta. En estos periodos, el sistema caciquil era puesto en evidencia, al no poder atender las necesidades de los habitantes de La Palma. El malestar se acrecentaba, entonces, en el reducido espacio insular y los sectores más agobiados por las penurias económicas incrementaban  su receptividad a los discursos alternativos que se alentaban desde el conjunto progresista de la sociedad: republicanismo, socialismo y, durante la II República, el comunismo.

La oposición al caciquismo pugnaba, entonces, por desplazar el discurso de la sumisión propio del caciquismo por los conceptos derivados de la Ilustración: libertad, igualdad, solidaridad… Es decir, que cuando las necesidades materiales de los habitantes no eran resueltas por el sistema político al que se vinculaba la estructura económica, los discursos alternativos eran capaces de presionar al tradicional y erosionar lentamente la estructura política y social.

4.1. LA GUERRA DE CUBA (1895-1905)

En el primero de los periodos, entre 1895 y 1905, la guerra de independencia cubana provocó el cierre emigratorio. La situación de La Palma, tal y como la describía la prensa capitalina, en el año 1897, se tornó depresiva.

“Continúa la aflictiva situación de esta Isla a consecuencia de la prolongada  y terrible sequía… (La sequía) ha concluido con todas la cosechas, pudiendo decirse con seguridad, que se han perdido totalmente… Y si a esto se añade el alza que han sufrido los artículo de primera necesidad, la paralización completa del trabajo, la desgraciada situación de Cuba de donde ya no pueden mandar nuestros paisanos las economías de su honrado trabajo, principal recurso que antes teníamos para sobrellevar las enormes cargas que pesan sobre nuestros pueblos, y atender a las principales necesidades de la vida; adonde tampoco pueden emigrar los palmeros a buscar el jornal que no encuentran en su país...”19

Ante esta circunstancias, en 1900, la prensa progresista proponía a los obreros la sindicación como alternativa a la marcha al Caribe: «vosotros obreros que sucumbís  luchando por la existencia lejos del pueblo natal, no abandonéis ese pueblo, agrupaos en él como la necesidad  os agrupó a bordo del trasatlántico  agrupaos los unos a los otros»20.  A continuación, alentada por los medios republicanos surgió la Asociación Gremial de Obreros de La Palma (1902), salió a la calle el periódico La Voz del Obrero (1902), se celebró la primera manifestación del 1 de mayo en la Isla (1902) y se organizó la Unión Republicana (1903), liderada, desde entonces y hasta 1936, por el abogado Alonso Pérez Díaz. Como escribía el periódico republicano El Fiscal: «la semilla de la agremiación obrera ya está echada; falta ahora que germine y que la nueva  planta  se desarrolle al calor de los nuevos ideales … a fin de que bajo sus copiosas y fuertes ramas,  vengan  en su día todos los artesanos y obreros palmeros, rotas ya sus cadenas, a cantar el himno grandioso de la libertad y del trabajo»21.

Esta ebullición afianzó al conjunto progresista de la sociedad palmera. Sin embargo, la reapertura de la salida a Cuba, al calor de la recuperación de su economía, y la activación de las defensas conservadoras  permitió al sistema caciquil mantener su armazón22. En efecto, a partir de 1900, la prensa republicana dejó constancia de la recuperación de la válvula migratoria:  «a nadie se le esconde la corriente de emigración que con destino a la Gran Antilla  existe entre nuestros compatriotas, al extremo que la Isla de La Palma  es la Isla del Archipiélago que mejores sobordos está dando  a la Compañía Trasatlántica»23. Por otro lado, pronto, el colectivo progresista de la sociedad palmera comprobó que los patronos conservadores procuraban obstruir los intentos movilizadores del incipiente sindicalismo palmero: «el caciquismo aquí amenaza  con todo: al jornalero con despedirle del trabajo, al artesano con retirarle la clientela y hasta el crédito, al dependiente con mandarle a paseo, al empleado con la cesantía»24. En los años siguientes, el Partido Conservador no dudó en valerse de todos los resortes que le proporcionaba su relación con el gobierno central para anular, por dos veces, unas elecciones municipales que había perdido en la Capital de la Isla, ante  la candidatura unida  de liberales y republicanos. En  1908,  el Partido Conservador, resuelto a afianzar su poder, debilitó al conjunto progresista de la sociedad palmera, mediante un acuerdo con un amplio sector del Partido Liberal, a quien ofreció participar en el gobierno insular a cambio de integrarse en el Caciquismo dominante25. El llamado “Pacto”, entre Conservadores y Liberales históricos, prolongó el orden caciquil, durante los años siguientes.

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL  Y SU POSGUERRA (1914-1923).

Las repercusiones de la Primera Guerra Mundial y una dura Posguerra envolvieron a La
Palma en un nuevo tiempo de penurias26. El Diario de La Palma describía así la situación:

“paralizado el comercio, perjudicada la agricultura, sin trabajo las muchísimas familias que atendían a sus necesidades con la industria del bordado; paralizadas también las obras del puerto, aquí se presenta, con carácter muy agudo, por cierto, el problema de las subsistencias,  tanto más, cuanto que la plaza se halla desprovista de mercancías y los pedidos no se atienden y los precios se elevan rápidamente.”27

En estos años, la emigración ya no pudo sostener a la economía insular. Primero, por- que la crisis era de tales proporciones que, a pesar de la intensidad del éxodo protagonizado por los palmeros, no era bastante para dar salida al exceso de mano de obra acumulada28. Segundo, porque, además, la emigración se vio interrumpida o reducida en varios lapsos de tiempo durante 1914-1915 y entre 1918-1921, a causa de la crisis inicial de la economía cubana, de la guerra submarina en el Atlántico, de las restricciones impuestas a los puertos canarios con motivo de la epidemia de gripe española que alcanzó el Archipiélago y de la nueva crisis que el hundimiento de los precios del azúcar y el tabaco provocó en la economía de Cuba29.

La oposición republicana galvanizó el descontento social generado. En 1914, se fundaron la Juventud Republicana y su órgano de prensa, Oriente. Precisamente, Oriente, refería que, «en apenas  dos años  escasos de constituida la Juventud Republicana,  es, hoy por hoy, quizás la asociación más entusiasta y numerosa de la localidad». El periódico explicaba que el discurso alternativo de los republicanos encontraba una audiencia mayor debido «al prestigio de las ideas democráticas,  a favor de cuya causa hemos visto correr a agruparse a una masa de indiferentes, de desalentados, de esclavos a un tiempo de la miseria y del poderío absorbente y pernicioso del caciquismo». Por el contrario, el Caciquismo tradicional, desacreditado por no atender las demandas de buena parte de la población, sufría un deterioro considerable: «esas falanges constituidas  por paniaguados y cínicos de la peor jaez, hechuras de caciques,  se hunde abrumados por el desprestigio».  El periódico republicano insistía en que la población,:

“mejor que nosotros, habrá podido apreciar la diferencia de criterio y de conducta, la alteza de miras en que se inspiran nuestros actos y la ventaja que al estar a nuestro lado les asegura, comparativamente  con la ruin tutela de los sayones, de los que medran montados sobre las espaldas del pueblo…no es dudosa la elección repetimos entre esos envilecidos y perniciosos partidos dinásticos, sanguijuelas del pueblo, y nosotros”30.

Alentados por los republicanos, miles de ciudadanos manifestaron su protesta, en varias ocasiones, recorriendo  las vías más importantes de la Capital y de otras localidades de La Palma31. Tras la conclusión de la Contienda,  la desafección al orden conservador se prolongó con el surgimiento de varios gremios obreros (tabaqueros, panaderos, dependientes, jornaleros agrícolas…) que protagonizaron algunos conflictos laborales hasta la instauración de la Dictadura del General Miguel Primo de Rivera32. El periódico Rebeldía exponía las razones que incentivaban el asociacionismo obrero en aquella coyuntura: «¿por qué ha de ser una  utopía  esta organización en La Palma?», - preguntaba- cuando era «necesaria» por ser un país «sumamente pobre» y sus habitantes no poseían «ni medios para emigrar»33.

A pesar de esta creciente movilización, los republicanos reiteraban sus quejas de que una parte considerable de los palmeros dañados por la crisis permanecía sumida en la pasividad: «veinte generaciones de agiotajes, dolos, falsías y contubernios nos han dejado el alma enteca y contrahecha, recibiendo en herencia de nuestros mayores toda la cobardía  de esclavos sin ideales, ni protestas y toda la indignidad de adulones incorregibles y sin pudor»34. Nuevamente, la marcha a Cuba se abría como la vía preferida para escapar a la miseria, a pesar de que, durante estos años, se interrumpió varias veces el flujo humano hacia el Caribe y resultó complicado recibir las remesas de los emigrantes. «Cada año que pasa -recogía la prensa insular- es mayor el contingente de emigrantes canarios que marchan a la Gran Antilla en busca de trabajo. No es exagerado afirmar  que en diversas crisis económicas por que ha atravesado este país, con dinero cubano ha podio resolverse la situación»35. Así, entre 1911 y 1920, los saldos migratorios tuvieron un balance negativo superior a las 4.300 personas36. Por otro lado, el Caciquismo Conservador mantenía su consistencia en La Palma. Así, uno de los colaboradores del periódico Oriente se refería a los trabajadores «mansos, los humildes,  los que someten su voluntad,  los que hacen sus peticiones de rodillas y con el sombrero en la mano; en suma, los que no tienen ideas propias y se dejan embaucar  y explotar por ciertos apóstoles». En su opinión, la mayoría de los campesinos y obreros de su pueblo estaban tan «castrados de voluntad  y acción, que jamás se permiten  tener otras ideas que las que sus amos o el cura les señalen»37.

4.3. DE LA CRISIS CUBANA A LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA (1925-1936)38.

Desde principios del siglo XX, en Santa Cruz de La Palma existía un empresariado de arraigadas convicciones republicanas que mantenía una importante bolsa de trabajado- res y que financiaba entidades políticas y culturales difusoras de sus valores progresistas.

Posteriormente, a partir de la I Guerra Mundial, se crearon sindicatos obreros que se mantuvieron atentos a la evolución ideológica internacional y sensibles a los avatares económicos que condicionaban la vida de los trabajadores. A estas brechas en el edificio caci- quil, se añadió, en los años veinte, la aparición de un contingente considerable de las nue- vas generaciones que, paulatinamente, se desgaja de la órbita caciquil, al no depender de su patrocinio para obtener medios materiales de vida. En efecto, los caciques conserva- dores arrendaron sus propiedades más importantes a empresas exportadoras y, por tanto, ya no cedían tierras con las que subsistir; tampoco ejercían como distribuidores de empleos, función que habían sido delegada a compañías extranjeras como Fyffes Limited; ni podían distribuir favores al ver menguada esa facultad por la pérdida de algunos organismos insulares de gobierno, tras la arribada de la Dictadura del general Primo de Rivera con un mensaje anticaciquil bajo el brazo. El pensamiento de muchos de estos jóvenes, se construyó, entonces, en escuelas particulares y públicas, donde maestros progresistas vertían una serie de conceptos que ponían en tela de juicio las concepciones  procedentes de la cultura derivada del Caciquismo.

Entre 1925 y 1936, el horizonte cubano volvió a cerrarse, debido a que la crisis provocada por el hundimiento de los principales factores productivos de la isla caribeña (azúcar y tabaco) fue acentuada por la ulterior arribada de la depresión mundial de los años treinta. Los palmeros percibieron, entonces más que nunca, que debían lograr la supervivencia económica en su tierra natal. La conciencia de esta necesidad fue la causa principal del surgimiento de una tercera fuerza política y social en La Palma: el Movimiento Obrero39. Así, en 1930, los jóvenes marxistas integrantes del Grupo Espartaco crearon la Federación de Trabajadores de La Palma y su órgano de prensa sobre la base de los gremios obreros provenientes de la I Guerra Mundial que habían perdurado bajo el gobierno del general Primo de Rivera.

La percepción de que era apremiante relanzar la economía en el territorio insular constituyó, también, la base del Consenso favorable a la llegada de un régimen republicano que se articuló entre Liberales, Republicanos y Sindicalistas marxistas, en los momentos finales de la Dictadura militar. Los sectores provenientes del conjunto progresista de la sociedad palmera estimaron que el nuevo régimen traería el reconocimiento de las libertades y los derechos ciudadanos, estabilidad al País y, algo fundamental,  el patrocinio de un gran plan de obras públicas - carreteras, túnel de La Cumbre, desarrollo del puerto capitalino - que combatiría el desempleo en la Isla. De este modo, las esperanzas depositadas en una democracia reformista soldaron al colectivo progresista de la sociedad palmera en un Consenso capaz de recibir al régimen republicano en abril de 1931 y de garantizar su asentamiento posterior en el medio insular.

Sin embargo, a lo largo del periodo republicano, el plan de obras públicas diseñado para La Palma no fue suficiente para sostener la economía insular, de modo que el desempleo creció hasta superar los 5.500 parados. El deterioro de la situación económica invalidaba el expediente que las clases altas conservadoras desplegaron para mantener el control social durante décadas y, a la vez, frustraba las ilusiones confiadas a la República40.

La crisis económica y la pérdida del respaldo gubernativo agrandaban las grietas del embalse caciquil conservador que se vaciaba, sobre todo, porque las nuevas generaciones continua- ban escapándose a la influencia de sus concepciones. Los jóvenes nacidos en las dos primeras décadas del siglo XX pasaron a depender,  durante  la II República, de unos sindicatos que proporcionaban trabajos por turno entre sus afiliados. De este modo, el pensamiento de las gene- raciones recién llegadas a la palestra pública  se formó, también, en el seno de los gremios obreros, donde se impartían clases para adultos, se organizaban reuniones para comentar libros marxistas y se combatía la influencia  de la Iglesia y al Caciquismo desde las páginas de su órga- no de prensa: Espartaco. Uno de los dirigentes sindicales palmeros de aquellos años apreciaba el contraste entre las generaciones anteriores, marcadas por el discurso del caciquismo, y la juventud que se abría a la revolución. A su juicio, los jóvenes palmeros se habían «asomado ya a los umbrales de un mundo nuevo y eran un tanto  conscientes de sus deberes y derechos». Estaban, por tanto, libres  «de los perniciosos prejuicios y del ambiente putrefacto y malsano que envolvió en las tinieblas a nuestros antepasados, que soportaron ciegamente cubiertos con el velo de un servilismo espeluznante, el ignominioso, horripilante y lascivo caciquismo sotomayorista». Eran estos jóvenes, quienes tenían que rescatar a sus mayores, a «sus progenitores»,  del discurso caciquil que les atenazaba, explicándoles el significado «del régimen burgués capitalista», de la «explotación del hombre por el hombre, del favoritismo de la burguesía, de lo que significó su pasado servil e ignominioso», en fin, de «todas las injusticias y arbitrariedades  de las que hemos sido víctimas»41.

La situación empeoró para la antigua oligarquía de la Restauración, ahora integrada en la Derecha insular, cuando la compañía exportadora inglesa Fyffes Limited permitió que expirasen los contratos de arriendos que había firmado hacía quince años. Las tierras cedidas volvieron a ser explotadas directamente por los mayores propietarios, dejan- do a los terratenientes conservadores en una situación comprometida, porque quedó en evidencia su incapacidad para abastecer de empleos y arriendos a una Isla en crisis, cuyas salidas emigratorias estaban cegadas. Muchos jornaleros y campesinos quedaron fuera de las posibilidades  de atención que les permitían sus medios económicos, de modo que, a las redes clientelares les fueron apareciendo descosidos cada vez más grandes, sobre todo, en las zonas de mayor densidad obrera. El semanario obrero Espartaco dejaba constancia de este proceso:

“Todos aquellos incautos, a quienes el cacique o sus satélites les habían prometido, mediante el voto, empleos, viviendas, trabajo, etc., etc., hoy, cumplidos ya los arriendos a Fyffes Limited y vueltos los terrenos a su poder, los hambrientos forman cola frente a la puerta de espera del referido cacique, y establece un riguroso turno para ir, sombrero en mano, servilismo en los gestos y ademanes de reverencia, a recabar del señor el ofrecimiento prometido. Pero como son centenares los solicitantes y muy pocas las ocupaciones,  ese equipo de descontentos, víctima de la eterna engañifa, sale a la calle poniendo el grito en el cielo y llenando el ambiente de murmuraciones sin cuenta.”42

A continuación, el descollante sindicato Oficios Varios de Tazacorte, hegemonizado por la tendencia comunista, brindaba a las clientelas de obreros y de campesinos una nueva salida al caciquismo incumplidor:

“Los jóvenes y aquellos que sin serlos sientan anhelos de redención y de justicia, tienen aquí una maravillosa oportunidad que aprovechar. Con nuestro esfuerzo y la enseñanza que terminan de recibir esos compañeros  de trabajo, no será muy difícil atraerlos hacia nosotros.”43 que nosotros éramos trabajadores, de que debíamos unirnos  y de que el sindicato lucharía  por defender los derechos de los trabajadores. El 85% de los trabajadores de Tazacorte en esos años eran analfabetos y nunca habíamos pensado en estas cosas, pero entendimos  que las ideas que ellos nos presentaban encajaban con lo que ocurría en nuestra realidad. En unas charlas que daban y que se denominaron “lecturas comentadas”, ellos nos explicaban sus ideas y nos insistían fervientemente en que nos instruyéramos, en que aprendiéramos a leer y a escribir, y en que, después, nos suscribiéramos a periódicos y a revistas, compráramos libros, etc. Y así fue, empujados por los consejos de los comunistas de la Agrupación Obrera y Campesina, como los trabajadores  de Tazacorte consumimos mucha lectura en las librerías del pueblo. Fue una auténtica explosión durante aquellos años» (ACOSTA ACOSTA, V.: El correr de mis días, inédito, Tazacorte, 1999, p. 31).

El entramado caciquil cedía ante la presión del marxismo. Pero, a la vez, las organizaciones obreras se desligaron del consenso republicano para poner sus miras en una Revolución que siguiese el modelo soviético.  «Convencerse,d ecía Espartaco de que el régimen capitalista, ni ninguno de sus gobiernos, más o menos demócratas,  son capaces de liberarles del yugo del paro forzoso»44. La solución no la iba a traer una Cuba, ya muy lejana, ni la abortada campaña de obras públicas financiada por la República, sería la abolición de la propiedad privada y el reparto de riqueza, inherentes a una revolución obrera, quienes procurarían el remedio para las privaciones del proletariado. El movimiento obrero se desmarcaba de la II República y se ofrecía, a través de su programa expropiador y mediante su gestión laboral, para proporcionar a las clases populares  los trabajos que antes otorgaba el gran propietario o prometía la emigración.

Durante estos años, se produjeron multitudinarias  celebraciones del 1º de mayo, in- tensos conflictos laborales como los protagonizados por los jornaleros agrícolas, los tabaqueros, los obreros portuarios, o los trabajadores de las obras públicas y un notable crecimiento de las organizaciones de izquierda en los comicios generales y municipales.

En las vísperas electorales de febrero de 1936, el consenso entre republicanos y mar- xistas volvió a recomponerse en torno al programa reformista del Frente Popular. El triunfo de las candidaturas  de izquierda, a nivel nacional, unido al importante aumento de los sufragios en la Isla - con victorias en la Capital, así como en los municipios de Tazacorte, Barlovento y Garafía, dieron al Bloque Popular el control de los órganos insulares de gobierno. Al estallar la Guerra Civil, el 18 de julio de 1936, la oposición al golpe de estado reafirmó el consenso entre las fuerzas obreras y las republicanas.  Esta alianza contuvo la sublevación y permitió mantener a La Palma republicana hasta que se produjo el desembarco de refuerzos militares partidarios de la insurrección, una semana después.

5. CONCLUSIÓN.

Con el golpe de estado de julio de 1936, entra en juego un factor externo que interrumpe el proceso de cambio: los sectores perjudicados por las reformas del régimen republicano reaccionan y, tras sublevarse contra el Gobierno y apoderarse del Estado, eri- gen una Dictadura Militar. Hasta ese momento, el Estado había sostenido el Caciquismo Conservador durante la Restauración y, por el contrario, había potenciado el cambio durante los gobiernos progresistas de la II República, al apoyar al Partido Republicano y a los sindicatos obreros. Ahora, con el triunfo del Movimiento Nacional, el Estado vuelve a garantizar el dominio del conjunto conservador de la sociedad, mediante el ejercicio de una violencia que destroza la corriente progresista insular. La represión, la movilización de las quintas de 1928 a 1942 y la emigración clandestina durante la Posguerra servirán para mantener el orden social querido por el Conjunto Conservador y vedará el cambio pretendido por el Colectivo Progresista desmantelado.
(Salvador González Vázquez)

FUENTES Archivos.
— Dirección Insular de la Administración General del Estado. Santa Cruz de La Palma.

— Sociedad La Cosmológica de Santa Cruz de La Palma.

— Archivo Capitanía General de Santa Cruz de Tenerife.

— Archivo Prisión Provincial de Santa Cruz de Tenerife.

— Archivo Municipal Ayuntamiento de Tazacorte.

Prensa de la Isla de La Palma.
Diario de La Palma. Diario Insular.
El Fiscal. Germinal.
El Grito del Pueblo. El País.
El Tiempo. Espartaco.
Heraldo de La Palma. La Voz del Obrero. Oriente.
Rebeldía. Tazacorte.
Verdún.


BIBLIOGRAFÍA.

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— José  Miguel Pérez y el Movimiento  Obrero Canario  (1930-1936), Editorial Benchomo, Tenerife, 1991.

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1 Son bastante esclarecedores los artículos insertados en la prensa republicana, por ejemplo: Hagamos historia I, Germinal, La Palma, 9 de enero de 1909; El túnel, Oye Pueblo y Los Consumos, Tazacorte, La Palma, 16 de diciembre de 1911, 18 de noviembre de 1911 y 26 de agosto de 1911, respectivamente. También, alude a la política caciquil de la Restauración, desde la óptica conservadora, Luis Cobiella Zaera en su Informe sobre los sucesos ocurridos  en La Palma, con ocasión del glorioso movimiento nacional, 1936, Causa 76/36, Leg. 158, ACG. El fenómeno caciquil en La Palma es tratado por autores como Francisco Lorenzo Rodríguez (La propiedad de la tierra en el Valle de Aridane. Evolución  y  transformaciones:  1850-1930, Memoria de Licenciatura, Facultad de Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna, 1985, pp. 409 y 410.), Manuel de Paz. (Wangüemert y Cuba (I), Centro de la Cultura Popular Canaria, Tenerife, 1991, pp. 47-99) y Cirilo Velázquez Ramos (El anticaciquismo de los republicanos palmeros: el caso de Alonso Pérez Díaz. ¿Ideología o electoralismo? (1905-1936), I Encuentro de Geografía, Historia y Arte de la Ciudad de Santa Cruz de La Palma, Patronato del V Centenario, La Palma, 1993, p. 442 y Alonso Pérez Díaz: un liberal para la Segunda República, 1876-1941, Ayuntamiento de Mazo, Canarias, 1993, p. 87).

2 El examen de una economía insular basada en la agricultura, así como de su entorno social y demográfico, cuenta con las investigaciones de Francisco Lorenzo Rodríguez (1985, Op. cit., pp. 409 y 410.), de Wladimiro Rodríguez Brito (La agricultura en la Isla de La Palma, Instituto de estudios canarios, Tenerife, 1982 y La agricultura de exportación en Canarias (1940-1980), Consejería de Agricultura, Ganadería y Pesca, Gobierno  de Canarias, Tenerife, 1986) y de José León García Rodríguez (La población del Valle de Aridane en La Palma, Secretariado de Publicaciones de la Universidad de La Laguna, Tenerife, 1983 y Emigración y Agricultura en La Palma, Cabildo Insular de La Palma, La Palma, 1992). A estas obras debemos agregar los informes anuales que el cónsul inglés en La Palma remitía a sus superiores, reunidos en dos tomos por Francisco Quintana Navarro (Informes  consulares británicos sobre Canarias,

1856-1914, Vol. II, Centro de Investigación Económico y Social de 

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