sábado, 13 de septiembre de 2014

ANEXO DOCUMENTAL.

RETAZOS DE CULTURA GUANCHE
Según el Dr. Juan Bethencourt Alfonso, en: Historia del Pueblo Guanche
Recopilado por Eduardo P. García Rodríguez



I.—Modos de subsistencia: Alimentación; Agricultura; Ganadería y Pastoreo; Recolección terrestre; Caza; Pesca; Recolección marina.
II.—Cultura Material: Mobiliario, ajuar e indumentaria; Cerámica; Aprovechamientos vegetales; Trabajo del cuero y cordelería; Técnicas constructivas; Natación y Navegación.
III.—Cultura intelectual: Contabilidad; Medicina; Reli­gión y Culto a los muertos; Fiestas y Música; Comu­nicaciones.


I. MODOS DE SUBSISTENCIA 1. ALIMENTACIÓN:
—Alimentos. Cebada, miel de abeja y carnes. Como fruta: el higo vicariño, pequeño y de color de aceituna madura; la sáquita; el mocan; el vicácaro (del tamaño de un higo de leche, cuando maduro de color amarillo; tiene costuras a lo largo y afecta la forma de una campana), el madroño (amanillo de guayabo, cascara lisa y en puntitas, algo mayor que la avellana (Taganana). Comían raíz de helécho, creses, etc. (Araya). Gáite. Otros dicen gaita, o torta. Sin duda lla­man gáite a la torta o pan de helécho-, como gainás, al puño de gofio amasado, etc. (Arona).

Torta gaita, hecha de gofio amasado o de gofio escaldado, y luego puesta en el tiesto o fuego para asarla (Jerónima, de Arona).

—Condutos. El mastuerzo es un mato de costa, cuyas hojas y pa­litos mascados pican como pimienta (que sirve a algunos de conduto para comer papas asadas). ¿Será el taferte?

La semilla del mastuerzo que se parece a una pimienta, majada quema como la pimienta; también queman los tallitos. (Es parecida a una pimientita, con semilla dentro, que se pone de color algo encarna­do; se puede hacer mojo con ella). Se cría mucho en Las Galletas, Guasa, etc., y otros puntos de la costa. (Arona).

La hoja del taferte quema y la comen como conduto con gofio. Quema como rábano y es de buen sabor. De la semilla nada se dice, sino que la que quema es la de mastuerzo.
—Mojos. Para mojos guanches: manteca de puerco, una cuchara­da sustituye al aceite pero ha de ser en caliente. El vinagre lo sustituían por tallos de trebina, machacados, y es bastante agrio. Y la pi­mienta, por una semilla, la del marmojayo (?) que machacada pica como pimienta.

El zumo de la vinagrera puede hacer el papel de vinagre (Arona).
ALIMENTOS DE ORIGEN VEGETAL
—Chafeña. A la chafeña de maíz o trigo, para darle un sabor dul­zaino, y un bonito color encarnado, después de tostarlos y aún calien­te, se les riega con sangre de drago (Taganana).

—Jaya. Según tradición era una vianda preparada por los guan­ches, como aún se conoce en Arico. Consiste en una pasta que hacen con cebada que aún no esté del todo madura y que después de monda­da la tuestan y rolan; que luego ponen a hervir dentro de leche hasta que adquiere cierta consistencia pastosa (Sur de Tenerife).

La hacen de cebada o trigo ya granado pero aún tierno. La tuestan y muelen dejando el grano ahincado o sea rolan o a medio moler. Luego la guisan con leche o agua para comerla.

—Pinas. Cuando la pina está aún verdosa, la ponen dentro de brasas y se abre. Cuando seca se pone al sol, con algo debajo para re­coger el piñón, al que se le quita la cascarita para comer la almendra. También se lo comen con cascara, es decir se chascan la cascara. Se lo comen crudo (Sur de Tenerife).
ALIMENTOS DE ORIGEN ANIMAL
—Carne (salada). La salaban, lavando fresca la carne en el mar; operación que repetían tres veces, con intervalos de 2 a 4 días y col­gándola a la sombra hasta que secara.
Así la conservaban sin sabor a sal.

La carne la salan y luego la ponen al sol que dura 6 ó más meses. Si la ponen al sol se enrancia, pero se seca mucho. Colgada a la som­bra, se conserva siempre amorosa y no se enrancia (Sur de Tenerife).

—Cecina. Quitan las cabras viejas en Agosto y Setiembre, y hacen la sesina, porque los pastos secos son los que dan más nutri­ción y más sabrosa la carne, más sebo, etc. En Julio y Agosto, en los días caniculares, porque hay menos leche y sale el queso muy seco y malo, (porque se destila mucho) hacen la manteca (porque hay más  manteca) y tal vez menos caseína; pues hay más cuando el pasto es verde o tierno.
La sesina, de julio en adelante, es cuando está en mejor condición.

—Pringos. Con sebo de cabra (Sur de Tenerife).


—Matanza. (Por tradición). Juan Caleta mataba las reses sin dejar vestigios de sangre. Para ello tan pronto era en meterles el cuchi­llo como en aplicarles la boca a la cisura por la que les chupaban toda la sangre sin que quedara gota (Güímar).

Se dice, y es esto confusión, que los guanches no mataban ningu­na cría, sino cuando estaban grandes en carne. Y no saben con qué cuajaban la leche para hacer el queso. Los ganados debían ser grandes, porque la momia que encontró (esto es información recogida de un pastor del Sur de Tenerife, por parte de Bethencourt Alfonso) tiene un zurrón enterizo que va desde los hombros a los pies, anudado por de­bajo. Esta momia no tiene un cuero.

Sólo mataban los machos para la carne, y la piel destinada a la ropa (Güímar).
—Leche: Beletén o Tafór. Calostro de la cabra. La gente lo come pero cocido, pues crudo produce evacuaciones.

Consideraban a la leche cruda más saludable que la guisada.

—Miel. La miel de abeja de leña blanca era la preferida. Era algo verdosa y de sabor ácido-dulce, había mucha por la Caldera (Arona).

La miel más dulce es la de flor de balo; y después de la miel de re­tama, que son éstas las más dulces y las más blancas. La de flor de tabaiba salvaje y la de cardón son las más malas, porque quema en la boca y lloran los ojos, siendo el gusto muy amargo. En los beriles de Guasa hay aún muchas abejeras, en las Arenitas, en las Lajitas (Arona).

—Queso. El curado al humo dura de 1 a 2 años; siendo el humo de la tabaiba mansa de costa el mejor. A los 3 ó 4 días de hecho, lo lavan con agua tibia y cuelgan con juncos sobre el hogar. Estos quesos ofrecen una cintura en derredor del canto por donde atan el junco; a las pocas semanas están curados (El Palmar).

Los ponían en cañizos hechos con varas de leña blanca, dentro de cuevas a la sombra.
Dicen que empleaban además como preservativo, a la par que como cuajo, leche de cardo. Aseguran que de este modo conservaban el queso uno o dos años.

—Sebo. Hay aún quien come el sebo crudo de cabra, al matarla, aún caliente (Arona).

Cuajaban la leche con cuajo, como ahora (Guía).

2. AGRICULTURA:
Cosechas:
El trigo lo desgranaban, después de arrancarlo, apaleándolo (Arona).

El trigo los desgranan mejor estregándolo con la mano, sobre una laja.

Cuando se recolectaban las mieses se pagaba un tanto de lo cogi­do al rey (Güímar).
Sementeras:

No se podía sembrar ni realizar ninguna operación agrícola sin que el tagoro lo acordara por orden del rey (Güímar).

Sembraban y luego le pasaban las cabras, otros a fuerza de brazo con una pala o palo terminado en una pala en forma de garabato (Sur de Tenerife).

Existe la tradición de que el sitio llamado La Laguneta, en Guasa, donde hay muchas plantas olorosas, como tomillo, incienso, romero, etc., y donde se acumulan las aguas de las vertientes inme­diatas, de donde le viene su nombre, tenían los guanches la costum­bre de esperar a que se embebiera el agua; después sembraban, y luego metían grandes rebaños que los paseaban por toda la laguna, a fin de que el trigo fuera de ese modo enterrado (era una manera de arar) (Arona).

—Arado. En Jama, en el barranco de Chija está la cueva donde llaman los arados de los guanches (éstos eran como un timón y rabisa y diente del arado, que eran de leña nuel y sabina) (Arona).

Rompían la tierra con un cuerno de macho cabrío sujeto a un palo como de un metro, y las mujeres iban detrás depositando la semilla (Granadilla).
Cereales:
Avena. Dicen que sólo conocieron los guanches el centeno o la avena; que sólo después de una invasión, parece que en un punto donde pusieron a comer a un caballo cebada, nació ésta; pero que antes no la conocían en Tenerife. De allí salió la semilla para toda la isla.

Sobre las lajas de la cueva donde se encontró la momia boca abajo, había un lecho de pinillos y una mata de avena o cerrillo (El Roque, en la Cañada del Hoyo de Ucanca).

En la Cueva del Roque (Cañada de Ucanca) se encontró un pie seco de avena o cerrillo, del tiempo de los guanches, debajo de ellos y encima de las lajas (Ucanca). (Ibídem).

Cebada. Desgranaban la cebada con los pies y aventaban con las manos (Granadilla).

Centeno. El centeno lo desgranan sacudiéndolo contra una piedra.

Trigo guanche. Se le encuentra en Acoroma, Atosaro, en la Vera, etc., de Igueste (Igueste de Candelaria).

Dicen que tenían trigo aunque no mucho; y que lo saben no sólo por tradición sino por haber encontrado en las camas de los guanches, en cuevas que no habían sido tocadas, paja de trigo, así como otros objetos. El trigo lo sembraban echándolo a la tierra y después hacien­do que los rebaños se pasearan encima (Arona).
3. GANADERÍA Y PASTOREO:

ESPECIES ANIMALES
—Cabras salvajes. Las cabras salvajes las cogían a la carrera ayudados de lanzas cuando era por riscos, o escoteras cuando el terre­no era menos fragoso. Otras veces las acorralaban en ciertos puntos (Barranco Hondo).

Dice que sólo oyó hablar al viejo Sierra, que fue el que daba estas noticias del siglo pasado, de cabras (Arona).

Ahijaderos. El Valle de San Lorenzo, pago de Arona, fue y aún es conocido con el nombre del Valle del Ahijadero; y cuenta la tradi­ción que los guanches lo habían destinado a ahijar (es decir, que las cabras que les faltaba poco para parir, eran llevadas a aquel sitio abri­gado, y antiguamente abundante en pasto, para que la cría pasara los primeros días de la vida). Después los conquistadores siguieron la misma costumbre.

—Cerdos. Los guanches conservaban la tradición de que los cer­dos los adquirieron robándolos a gentes que llegaron a Tenerife en barquitos, antes de la conquista (Arafo).
—Ovejas. A las ovejas llamaban cotias (Guía).

—Perros. (Chírres, chílres). Creo que el chírre es el perro de los guanches: pequeño, grueso, de patas pequeñitas y orejas chicas; son de color sajonado o chocolate oscuro; muy rabiosos y excelentes para voltear el ganado; de noche un verdadero centinela y si bien olfa­tean la caza, como corren poco no son cazadores (Arona).
CABAÑA GANADERA
—Abundancia de ganado. Cuentan que había tanto ganado en la región de Acentejo, que teniendo el camino antiguo de San Cristóbal (antes sólo sendero) 28 varas de ancho; sobre todo desde la montaña de La Morra a la ermita de Guía, que distan casi una legua, se cubría com­pletamente de ganado estando la cabeza de los rebaños en la Morra, por ejemplo, y la cola en la ermita de Guía, cuando lo transportaban de unos puntos a otros (La Victoria, La Matanza y Sta. Úrsula).
CAMINOS Y VUELTAS DEL GANADO
—Caminos (ganado). Tenían veredas públicas de cumbre a costa (y aún existen algunas) y en ciertas partes espacios muy anchos para hacer noche o sestear el ganado, etc. (Guía).

—Vueltas del ganado. Los ganados de la parte de Imoque, del rey de Adeje, tenían su vuelta que aún se conoce (así como las de la parte acá del de Abona) que iban al Charco del Rey en el barranco de dicho nombre, que la separaba de Abona. (Arona).
Los guanches bajaban a las costas en invierno y subían a las cum­bres en verano, llevando sus ganados y enseres (Chío).
Los bajaban a las costas en Octubre o Noviembre, y los subían en Febrero o Marzo (Guía).

Se llevaba el ganado en las costas después de recogida la siembra y se transportaba a los altos en épocas señaladas por los tagoros; seña­lando cada tagoro sus pastizares a los ganados, de los que no podían salir ni llevarlos por otras vueltas (Güímar).
CORRALES
—Corrales (Corral del rey guanche). Aún lleva este nombre el que se encontraba en las Mesas de Guasa. Aún hay restos de las pare­des que tenían forma circular (Arona).
PASTOREO
—Pastoreo (Cabritos). Sólo permitían que los cabritos mamaran una sola vez cada 24 horas, después de ordeñar las cabras.

Y para que los baifos no pudieran mamar le ponían un pegón de tabaiba dulce (Granadilla).

—Pastores. El rey tenía un número de pastores ilimitado, pero los demás los que les correspondían (Arafo).

—Pastos. La yerba empieza en la costa como en Noviembre, según llueva o no y dura hasta Mayo. Luego seca, hasta Julio. En los altos empieza en Febrero hasta fin de Julio más o menos (Arona).
PROPIEDAD Y TRIBUTOS
—Cómputo de reses. (Censo). Es tradicional que los propietarios de ganados pagaban un canon anualmente. Una cabeza por cada cierto número o una cría por tantas que nacieran, aunque no he podido averi­guar la cifra exacta. Lo que sí se sabe es que por cada res que mataban le daban, un cuarto de carne en La Orotava y un octavo en Güímar, al mencey (Güímar).

—Marcas. Aún se conservan algunas marcas del ganado, desde el tiempo de los guanches (Arafo).

—Zurrón. Cubierta externa del feto del cabrito. Las cabras se los comen si las dejan, pero se los quitan porque les entra diarrea.

—Propiedad del ganado. Todo era del rey como dueño absoluto, por más que cada uno tenía lo suyo. El reparto de la tierra lo hacía el
rey, así como señalaba las vueltas del ganado y los puntos de abreva­deros (Barranco Hondo).

—Tributo de reses. Afirma la tradición de que los vasallos pagaban al año una contribución de reses al mencey, proporcionada y fija según el número de cabezas de ganado que cada uno tenía; y que por cada res que se matara había de dar al rey un cuarto de carne. No he podido averi­guar si sucedía lo mismo con la cebada, creses, mocanes, mariscos, etc.; cosa que parece natural a menos que la guardia permanente que tenía no fuera dedicada a la labranza y recolección de los frates, etc., dichos, cuando las necesidades del servicio no los retenía (Güímar).
4. RECOLECCIÓN TERRESTRE:
—Aderno. Este fruto, como del tamaño de un garbanzo, del árbol del mismo nombre, es un fratito parecido a la crese aunque algo mayor.

Éste lo comían fresco y no hacían gofio de él.

—Angoja. (¿Es un mato?). Se come el tallo, cuando es tierno, algo hueco como caña, erado. Es sabroso; pero amarga la cascara por fuera que tiene como leche.

—Berros. En los manantiales (guisado y crudo).

—Cardo alcancil. El tallo es dulce.

—Creces. Fruto del haya, de sabor rispido, y que, después de seco, lo tuestan y hacen gofio como era costumbre entre los guanches (Tacoronte).

Este fratito del haya, las comían frescas, pasadas y hechas gofio.

Cuando frescas son de sabor astringente. Las pasaban, como re­serva para el invierno. Para esto las tendían al sol hasta secarse, remo­viéndolas de vez en cuando.

Como los higos crían azúcar. Las comían con la pepita.

—Helécho. No las helecheras machos, que destinan a adornar.

Sacaban la raíz; lavaban; después picaban; luego las tostaban y molían para hacer gofio o mejor harina, a fin de confeccionar última­mente las tortas.

—Pan de Helécho. Lo hacían de la raíz del helécho.


—Juncos. Los cogían en el Barranco del Infierno, la Madre del Agua, etc. Los mojaban y luego los ponían a secar. Para usarlos hay que ponerlos antes de remojo. Hay una variedad más delgado, que es el mejor.

Se cogen cuando están granados. Los mojan y ponen al sol para orearlos, y así que están oreados, los dejan curtir a la sombra para que resulten más fuertes.
Los recogían también en el risco de los Juncos, en Teño.
—Licores. Era para los grandes (adultos). Lo sacaban del mocan. Los ponían de remojo en un tarro, luego los secaban etc., hasta tres veces, y luego sacaban el licor.
—La sáquita, fruto del tamaño y color de la guinda; de él sacaban los guanches el licor de sáquita (Taganana).

                Madroños. Era la fruta predilecta del rey de Güímar. En el ba­rranco de Badajoz, hay aún muchos madroñeras por el pico de Acre.

Parece había (establecida) por el Estado una época en que dispo­nía comerlos, para evitar calenturas.

Son como del tamaño de nueces, de figura y con semilla como la del tomate, y del color y con piquitos como la cresta de gallo.

Hay que comerlos maduros y muy en sazón para evitar calenturas.

No pueden pasarse porque se pudren.

—Miel de mocan. La hacían muy bien.

—Norza. (Raíz). La produce una planta parecida a la pantana de Guinea, muere todos los años y vuelve a nacer la rama. La raíz es de 1 a 2 cuartas, cumplida, parecida a una batata larga y del grueso de un duro más o menos. El color, cuando se parte, es blanco, más blanca que la papa; pica en crudo, de sabor soso y la comen asada. La rama se da en otoño; es lo primero que revienta en las primeras aguas. Es buen pasto. Hay mucha en la costa húmeda y sombría, no muy enterrada.

—Repasaya. (Yerba). Comen los tallos tiernos, es sabrosa y fres­ca. Hay tallos como de dos dedos de grueso: es maciza y jugoso el tallo. Comen hasta el tronco.

—Tabaiba dulce. Fabrican la tabaiba practicando hendiduras en los tallos del arbusto tabaiba dulce para recoger la leche en unos ganiguitos que colocan al efecto (Arona).

—Tacorontía. La raíz es algo redonda, como una cuarta de largo y una muñeca de grueso. Da una rama parecida a la norza.

—Taragontía. Comían y comen la cebolla, que son como el puño. En crudo pican mucho.
Estas cebollas calaban la tierra como un jeme.

Así que las cogían, cavándolas, les quitaban la cubierta o tela mas externa, y después de picarlas muy menudo, las tendían al sol para se­carlas. Luego las molían para fabricar la harina.
Cuando querían hacer las tortas de taragontía, sobaban la harina en agua como el pan, para darles seguidamente la forma de tortas y so­meterlas al tostador u horno.
Estas tortas recuerdan el gusto de la papa.
5. CAZA:
—Caza de aves. Con lazos de cuerdas de juncos o de correas, ar­mando trampas con lajas, y con redes de juncos que por las noches co­locaban con el mayor silencio a la entrada de las cuevas donde dor­mían las aves. Después de colocadas, entraban uno o dos con luces y dando gritos para espantarlas y cogerlas al enredarse (Granadilla).

También hay la tradición de que los guanches preparaban con la leche de cardón y de tabaiba una pasta llamada hoy liria (liga) para cazar aves. Con esta pasta untaban pajitas de cerrillos que abandona­ban a las orillas de los bebederos o charcas.

También cazaban las aves a pedradas (Barranco Hondo, Cande­laria).

—Caza de pardelas (sistema utilizado en el siglo xix pero que entronca directamente con épocas más antiguas):

Conocidas, en los riscos, sus casas que llaman cubiles, siempre son de boca lo más ancha de una tercia, pues no entran en cuevas de boca mayor; a ciertas (horas) del día, unos palitos que sirven de señal para saber por la noche si está o no dentro, según estén caídos o de pie. Si están dentro (que por lo regular no hay más de una o dos) em­plean dos procedimientos. Uno, hacer fuego en la boca de entrada con tea, y obligar con el humo a que salga la pardela (a veces, se rebe­llón); y las cogen con las manos; y otro, consiste en untar una caña con leche de cardón y tabaiba, que se entra en el agujero y le empieza a pinchar y dar vueltas, hasta que las sacan pegadas de la caña. Esta cacería se hace de 9 a 10 de la noche (Tacoronte).

En Mayo y Junio es la época de coger las pardelas en las cuevas.
6. PESCA:
—Aparejos: Pescaban con anzuelos formados naturalmente por la madera y la liña era de juncos.

Los anzuelos los hacían de leña blanca.
Con los juncos hacían cuerdas, redes y hondas.
Hacían correas muy finas de las tripas y otras más bastas de la piel de cabra.
El aparejo lo hacían con cuerda de junco a la que ataban el anzuelo.

Cuerdas o cabos los hacían de juncos hasta para fondear barcos (Hasta hace unos 60 años los utilizaban en el cabotaje).

Los anzuelos los hacían de leña blanca, pescaban con estos an­zuelos y liñas hechas de correas.

Hacían anzuelos de espinas (de pescado) y de huesos, así como de los cuernos de las cabras.
—Apatuscos. Pescaban con anzuelos de leña blanca y liñas he­chas de correas. También dicen hacían como redes o pandorgas con trenzas de pieles de cabra (Chasna, Vilaflor).

—Fisgas. Las hacían de leña blanca, con las que arponeaban al pez de noche metiéndose en el mar con hachos encendidos para en­candilarlos. Sólo tiene uno o dos espichas, con barbada. Para coger cangrejos, pulpos, etc.

—De fisgón. Con una vara de 3 ó 4 varas, llevando fija por un ex­tremo un trozo de tabaiba seca; sobre cuyo pedazo espetan hacia el centro tres espichas de leña blanca de ájeme, que terminan abiertos. ¿Para coger sólo los erizos?

—Pincho de caña. De caña o de otro material, de tamaño similar a la fisga pero sin barbada, y se utilizaba para coger pulpos.

—Redes. Las hacían de junco a manera de gueldera. Hasta el año 60 del siglo pasado, Francisco Javier, de las Socas en San Miguel, pes­caba con una. También las pandorgas o redes las hacían con trenzas de correas de cuero de cabra.

—Técnicas de pesca: Embarbascar y pesca en corrales. En La Gomera, como en Tenerife, embarbascaban los charcos con leche de cardón y de tabaiba salvaje.

Entre los charcos en donde embarbascaban conocemos los siguien­tes: el Charco de La Caleta, el del Becerro, y el de Diego Hernández, en Adeje; el del Vidrio, del Clavito, del Cardóse, de Punta Negra, de la Ca­rrera y el de la Laja de Gregorio, en la jurisdicción de Guía; Charco del Marqués, Charco de los de Adeje, de la Carnada, del Cabezo, del Lino, de las Gallinas y de los del Valle, en el pueblo de Arona; Charco en Abaes, en la caleta del Ganado, en la caleta del Agua, y en la caleta del Cagao, del antiguo reino de Abona. (Unos estaban destinados a embar­bascar y otros & pescar en corrales, o a ambos usos indistintamente).

La pesca por medio de corrales consistía, como lo indica su nombre, en hacer en ciertos puntos de la ribera corrales de piedra seca, como 1 a 1 1/2 metros de alto, con la boca mirando hacia la parte del mar por donde acostumbra a recalar el pez.

Cuando comienza a descabezar el mar, es decir, al iniciarse el re­flujo o descenso de la marea, uno o más hombres se arrojan al mar si­lenciosamente y tapian con ahulagas etc., la puerta, y dan comienzo a los gritos, palos, etc., para ajoriar al pez hacia el charco y no se salga.

Embarbascaban los charcos descubiertos a marea baja poniéndo­les leche de cardón (¿trozos?), a fin de coger después los peces aturdi­dos cuando entraban a marea alta. Embarbascaban los charcos con leche de cardón, como es tradición en el charco de las Lisas, en Los Cristianos; y para esto tenían que preparar las paredes nadando y ajo­riar más tarde al pez para que no se escapara por la puerta al mar, cuando comienza a vaciar (Arona).

Pescar de charco. Esto lo hacen de noche, 1 ó 2 veces al mes y en los puntos que se prestan de la ribera, que asemejan a una herradura o pequeño golfo, disposición natural que ha de tener el charco o que se le pueda dar artificialmente con pared seca; dejándoles una boca de una vara de ancho, sin que llegue al suelo.

Estos charcos a pleamar, como en el Tablero, la Laja, la Romba, etc., en Tacoronte, pueden ofrecer una altura de 2 a 4 varas; a donde acostumbra ir el pez a descansar, en cardume o aisladamente.

Cuando comienza la marea baja, un pescador se dirige silenciosa­mente provisto de la estiva o séase de un haz de arbustos, con que tapa la boca al charco.

Tan pronto la tapa, varios provistos de hachos de tea se ponen junto a la estiva para espantar a gritos los peces, para que no ganen el mar; y cuando ya éste no entra en el charco, arrojan raspas o (¿res-pas ?) o sea musgos del mar empapados en leche de cardón, para ador­mecer al pez, que cogen con fija o a la mano o con cestos. No entran de ordinario (en el agua) por la acción irritante de la leche, especial­mente sobre las partes genitales (Tacoronte).

Pescaban de este modo:
1.° Por medio de anzuelos que ataban al extremo de una cuerda de juncos.
2° Arponando (arponeando) al pescado con fisgas de leña blanca, entrando de noche a las orillas del mar con luces en­cendidas para encandilarlos.
3.° Embarbascando charcos, es decir, poniendo leche de cardón en charcos descubiertos a la manera baja, a fin de recoger después los que quedaban aturdidos cuando entraban con la alta marea.

4." Con redes de juncos a manera de gueldera (Granadilla).
Marisquerías y Pesquerías
—Húrgaos (Burgados) curados. Procuraban mariscar el burgao así que comienza a descabezar el mar o vaciar, porque no estando adheri­do a la roca es más fácil cogerlo a la mano, en tal abundancia a veces, que un hombre podía reunir hasta una fanega en una sola marea.

Tres almudes de húrgaos con concha, puede rendir un almud de húrgaos curados. El burgao real lo reputaban por más sabroso que el arrechante. Comidos con exceso y bebiendo agua encima, provocan diarreas.

Para mondarlos los pasaban por agua hirviendo, siendo tanto más fácil extraerlos cuanto más pronto lo sometían al agua caliente. Cuando el burgao estaba destinado a ser comido en el acto, le sacaban la carne al primer hervor porque con la carne sale el rabo; pero como este rabo entra en putrefacción al poco tiempo, poniendo en peligro la conserva­ción del marisco, y desaparece cuando se hierve más tiempo, prolonga­ban la ebullición para prepararlo en conserva o sea el burgao curado.

Después lo tendían al sol hasta secarlo; luego cogían puñados y los estregaban entre las manos para que perdieran el opérculo o esca-milla, pasando enseguida a la entretenida maniobra de mondarlos va­liéndose de una espina de pescado. Ya mondados los húrgaos, de nuevo los tendían al sol hasta que estuvieran bien secos, y así curados, los guardaban durante meses.

—Hígado de Quelmes. Acabado de extraerlo del pez se lo co­mían crudo amasado con gofio, a modo de ralera. Lo comían así para purgarse.
—Hígado de Vieja. Guisados los comían revueltos con gofio y en caldos.

—Lapas. Además de comerlas crudas, recién cogidas, ¿y guisa­das?, las conservaban por muchos meses por el procedimiento que hoy se llama de lapa curada.

Existían sitios muy abundantes de lapas, al extremo que en las dos mareas del día dos personas podían coger una fanega —una de­lante desprendiéndolas con arrejada de madera y otra detrás recogién­dolas— que rendían 4 almudes de lapas curadas.

Aprovechaban ciertas épocas del año las grandes mareas para orbre, en hacer en ciertos puntos de la ribera corrales de piedra seca, como 1 a 1 1/2 metros de alto, con la boca mirando hacia la parte del mar por donde acostumbra a recalar el pez.

Cuando comienza a descabezar el mar, es decir, al iniciarse el re­flujo o descenso de la marea, uno o más hombres se arrojan al mar si­lenciosamente y tapian con ahulagas etc., la puerta, y dan comienzo a los gritos, palos, etc., para ajoriar al pez hacia el charco y no se salga.

Embarbascaban los charcos descubiertos a marea baja poniéndo­les leche de cardón (¿trozos?), a fin de coger después los peces aturdi­dos cuando entraban a marea alta. Embarbascaban los charcos con leche de cardón, como es tradición en el charco de las Lisas, en Los Cristianos; y para esto tenían que preparar las paredes nadando y ajo­riar más tarde al pez para que no se escapara por la puerta al mar, cuando comienza a vaciar (Arona).

Pescar de charco. Esto lo hacen de noche, 1 ó 2 veces al mes y en los puntos que se prestan de la ribera, que asemejan a una herradura o pequeño golfo, disposición natural que ha de tener el charco o que se le pueda dar artificialmente con pared seca; dejándoles una boca de una vara de ancho, sin que llegue al suelo.

Estos charcos a pleamar, como en el Tablero, la Laja, la Romba, etc., en Tacoronte, pueden ofrecer una altura de 2 a 4 varas; a donde acostumbra ir el pez a descansar, en cardume o aisladamente.

Cuando comienza la marea baja, un pescador se dirige silenciosa­mente provisto de la estiva o séase de un haz de arbustos, con que tapa la boca al charco.

Tan pronto la tapa, varios provistos de hachos de tea se ponen junto a la estiva para espantar a gritos los peces, para que no ganen el mar; y cuando ya éste no entra en el charco, arrojan raspas o (¿res-pas ?) o sea musgos del mar empapados en leche de cardón, para ador­mecer al pez, que cogen con fija o a la mano o con cestos. No entran de ordinario (en el agua) por la acción irritante de la leche, especial­mente sobre las partes genitales (Tacoronte).

Pescaban de este modo:
1.° Por medio de anzuelos que ataban al extremo de una cuerda de juncos.
2° Arponando (arponeando) al pescado con fisgas de leña blanca, entrando de noche a las orillas del mar con luces en­cendidas para encandilarlos.
3.° Embarbascando charcos, es decir, poniendo leche de cardón en charcos descubiertos a la manera baja, a fin de recoger después los que quedaban aturdidos cuando entraban con la alta marea.

4.° Con redes de juncos a manera de gueldera (Granadilla).
Marisquerías y Pesquerías
—Burgaos (Burgados) curados. Procuraban mariscar el burgao así que comienza a descabezar el mar o vaciar, porque no estando adheri­do a la roca es más fácil cogerlo a la mano, en tal abundancia a veces, que un hombre podía reunir hasta una fanega en una sola marea.

Tres almudes de húrgaos con concha, puede rendir un almud de húrgaos curados. El burgao real lo reputaban por más sabroso que el arrechante. Comidos con exceso y bebiendo agua encima, provocan diarreas.

Para mondarlos los pasaban por agua hirviendo, siendo tanto más fácil extraerlos cuanto más pronto lo sometían al agua caliente. Cuando el burgao estaba destinado a ser comido en el acto, le sacaban la carne al primer hervor porque con la carne sale el rabo', pero como este rabo entra en putrefacción al poco tiempo, poniendo en peligro la conserva­ción del marisco, y desaparece cuando se hierve más tiempo, prolonga­ban la ebullición para prepararlo en conserva o sea el burgao curado.

Después lo tendían al sol hasta secarlo; luego cogían puñados y los estregaban entre las manos para que perdieran el opérculo o escamilla, pasando enseguida a la entretenida maniobra de mondarlos va­liéndose de una espina de pescado. Ya mondados los búrgaos, de nuevo los tendían al sol hasta que estuvieran bien secos, y así curados, los guardaban durante meses.

—Hígado de Quelmes. Acabado de extraerlo del pez se lo co­mían crudo amasado con gofio, a modo de ralera. Lo comían así para purgarse.

—Hígado de Vieja. Guisados los comían revueltos con gofio y en caldos.
—Lapas. Además de comerlas crudas, recién cogidas, ¿y guisa­das?, las conservaban por muchos meses por el procedimiento que hoy se llama de lapa curada.

Existían sitios muy abundantes de lapas, al extremo que en las dos mareas del día dos personas podían coger una fanega —una de­lante desprendiéndolas con anejada de madera y otra detrás recogién­dolas— que rendían 4 almudes de lapas curadas.
Aprovechaban ciertas épocas del año las grandes mareas para organizar la cogida colectiva del marisco bajo la dirección del Estado y preparar esta reserva alimenticia con destino a los depósitos públicos. Por esto se encuentran aún los restos, en enormes cantidades, en va­rios puntos. A medida que los mariscadores se apoderaban del maris­co, otros los transportaban a determinados lugares; donde habían en­cargados de separar la carne de la concha para curarla.

Dos procedimientos empleban para separar la pulpa:
—Se reducía el uno a introducir, por 8 ó 10 segundos en una vasi­ja con agua hirviendo, cestitos llenos de lapas. En el acto queda sepa­rada la carne de la concha. Por este procedimiento la lapa se pone dura y pierde sabor.

—Por el otro sistema es más engorrosa la operación pero conserva el marisco mejor sus propiedades de gusto, aunque en ambos casos quedan como cuero. Consistía en mondar la lapa a la mano, una tras otra, valiéndose de una cascara de lapa a guisa de palanca. Así que te­nían como dos tercios de una cesta, ponían dentro de ésta unos cuantos calladitos o pequeños cantos rodados, y metida en un charco del mar, pisoteaba las lapas un hombre hasta dejarlas limpias haciéndolas per­der la parte negra del vientre, que es lo que da mal gusto y hace daño.

Preparadas las lapas por uno u otro procedimiento las tendían sobre lajas del mar, unas cuantas horas, hasta que estando bien secas las engraneraban metidas en especies de espuertas, balayas o taños.

—Manió. Lo solían hacer con los meros grandes y gordos. Des­pués de cogidos los dejaban sin aliñar hasta que daban señales de haber entrado en descomposición. No bien olían mal, le quitaban la cabeza, menudo y espinazo y lo guisaban hasta que desaparecía toda la carne.

Lo comían con gofio escaldado y bebían el caldo.

—Pescado jareado. Jareaban la vieja, cazones, morenas, etc. El cazón, que era como el bacalao de los guanches, les duraba seis, ocho y más meses.

Abrían el pescado por el vientre de la cabeza a la cola, limpiaban y lañaban con sajas profundas a lo largo, que rellenaban de sal. Luego lo cerraban y apilaban dentro de cestos hasta el siguiente día, en que lo lavaban perfectamente en el mar y después lo tendían sobre las lajas noche y día hasta que estuviera en condiciones de ser guar­dado. Cuidaban meter piedrecitas entre las lañas más hondas, para que secara bien.


El pescado jareado quedaba tieso, duro y seco como madera; y lo conservaban muchísimo tiempo.
Cuando lo mojaba la garúa (llovizna) lo consumían antes (Lan-zarote).

—Pescado salado. Ha sorprendido a algunos cómo la industria de la salazón del pescado, tal como la realizan en la actualidad nuestros costeros en la costa fronteriza de África, nació desde los primeros días de la conquista en el Archipiélago; por no parar mientes en que la re­ferida industria existía entre nuestros aborígenes, aunque en escala más reducida y con medios primitivos y rudimentarios. Por manera que el fenómeno inexplicable se redujo a una sencilla transformación, al cambio de la tahona, la naca y féines por cuchillos de acero; a los artefactos y aparejos de juncos, correas, orijama, hueso y leñablanca por otros metálicos; a los troncos de tabaiba fondeados con pótalas de piedra, a los charcos intoxicados con el jugo de euphorbias y al jilme-ro, por buques, lanchas y pescadores de alta mar.

De modo que los procedimientos en la salazón del pescado de hoy son los mismos que ayer con ligerísimas diferencias —que ya existían entre las islas— aunque con un cambio radical en los medios empleados y en la magnitud de la industria.
Para la salazón del pescado esperaban a Marzo y Abril, que es el tiempo de la arribada del pescado emigrante.
7. RECOLECCIÓN MARINA:
—Mariscar. Como a unos sesenta metros de la desembocadura del barranco de la Síbora, próximo al pueblo de Los Silos se halla la Baja del Barranco; a donde se dirigían a nado los guanches de aquel tagoro a pescar y a coger mariscos.

También iban los pescadores nadando desde tierra firme a la Baja de Acentejo, a la de Adeje, y a los Roques de Anaga; como así mismo salvaban a nado una distancia de uno a uno y medio kilómetros, que puede haber entre la Punta de Guamojete a Las Vueltillas, en las ribe­ras de Barranco Hondo en Candelaria.

Se sabe iban a mariscar a la cueva de Roma, en el Risco de Los Cristinos, que no es accesible por tierra sino arrojándose al mar por el Tancón, para ganar la cueva, donde abunda y es muy sabroso el maris­co. La cueva está separada del Tancón más de 50 metros, habiendo por dicho lugar un mar de mucho fondo (Arona).

—Salinas. Como no escapó a la república guanchinesca el venero de riqueza que le ofrecía el mar bajo diferentes puntos de vista esta­bleció la administración comunal con la misma severidad reglamenta­ria que los demás ramos de la vida nacional, para explotarla ordenada­mente con el mayor provecho.

Contaba para esto con personal adiestrado en los tagoros coste­ños, sometidos a la más rigurosa vigilancia de hombres inteligentes que disponían todas las operaciones según los tiempos, las estaciones, épocas de recaladas, recolección de sal, conservas, salazón, etc. Los rendimientos que obtenían del mar contribuían poderosamente al man­tenimiento de la república, sin embargo de los medios rudimentarios y aparejos groseros de que podían echar mano. ¡Verdad es que nuestras riberas eran abundantísimas en peces y mariscos! Según la tradición, en algunos reinos había épocas en que a pesar de consumir todos bas­tante pescado, depositaban cantidades de consideración, en estado de conserva, en los almacenes públicos.

Recogían la sal del mar y salaban las carnes para conservarlas (Güímar).
Aprovechaban el marisco pasado (lapas y húrgaos).

—Viveros. (Donde guardan las bogas para carnada, dentro del agua). Hacen cestos de corteza de cardón y leña blanca. Estos duran y pueden utilizarse para muchos fines.
No así los fabricados con tabaiba dulce, que no sirven para vive­ros, porque al secarse se estallan (Arona).
Imagen tomada de: El cuaderno de Pili.



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