sábado, 25 de octubre de 2014

AMARO PARGO, UN PIRATA CRIOLLO Y HACENDADO TINERFEÑO

Capitulo I



Eduardo Pedro García Rodríguez



   C
reo que todos hemos recitado en alguna ocasión “La Canción del pirata”, del insigne poeta romántico y republicano español don José de Espronceda. La obra de este autor en su conjunto forma un canto a la libertad, condensado quizás, en éstas estrofas correspondientes a su “Canción del pirata”: ...<<¿Qué es mi barco mi tesoro, /Que es mi Dios la libertad, /Mi ley la fuerza y el viento, /Mi única patria la mar... >>


BREVE RESEÑA HISTORICA DE LA PIRATERÍA

   Desde Que el hombre fue capaz de navegar y desplazarse entre distancias más o menos largas, bien costeando por los mares o navegando por ríos y lagos,  usó de este medio para transportar personas y mercancías con las que comerciar en poblados próximos. A medida que los conocimientos en la navegación y las técnicas les iba permitiendo ampliar el radio de acción de sus navegaciones marítimas y comerciales, el volumen de los negocios iba en aumento, paralelamente, no faltaba quienes deseaban adquirir riquezas rápidamente y sin excesivos esfuerzos, por lo que les resultaba más cómodo apoderarse por la fuerza de lo que otros ya habían atesorado. Por tanto, podemos afirmar que la piratería nació con la navegación.


   Sin lugar a dudas uno de los pueblos de la antigüedad que tuvieron pleno dominio de los mares, fueron los fenicios. Es bien sabido que la piratería nació con la navegación en el antiguo mundo mediterráneo. Las condiciones geográficas del mismo favorecieron la organización de los piratas, y la práctica de su técnica de ataque: el asalto por sorpresa. El mar Egeo fue centro de un importante núcleo pirático teniendo su base en Delos, aprovechando la facilidad con que podían apresar el rico tráfico fenicio con Occidente; el objetivo fue en un principio la obtención de prisioneros, esclavos de calidad que proporcionaban suculentos rescates. Polícrates, rey de Samos, marcó el gran periodo de hegemonía de la piratería antigua. Posteriormente, Mitrídates, rey del Ponto, utilizó a los piratas del mediterráneo  en su lucha contra Roma dándoles un porcentaje sobre lo que saqueaban, siendo éste hecho quizás el antecedente de lo que en siglos posteriores se conocería como patente de Corso. Con la caída del imperio romano, la decadencia del comercio privó a los piratas de su razón de existir. A partir del siglo VIII, piratas Imazighen  (Beréberes)  se adueñaron del mediterráneo; sin embargo, el centro de las actividades piráticas lo ocupaban los nórdicos, quienes asolaban las costas de la Europa Occidental: los Vikingos (normandos) emprendieron la conquista de los países donde desembarcaron; en el siglo IX, aunque posteriormente optaron por cesar en sus saqueos convirtiéndose la mayoría de ellos en mercaderes.

             En los tiempos de las cruzadas, el comercio con Oriente recobró la importancia que había tenido en épocas anteriores, el crecimiento de las repúblicas de la Península italiana se vio acompañado  por un  gran incremento de la piratería. Durante la edad media ésta se practicó abiertamente, consiguiéndose con ello la creación de grandes capitales señoriales y mercantiles; de nuevo los principales protagonistas fueron los Mazigios; su principal centro de operaciones lo constituía el norte de África, con base en Metredia, los efectivos de éstos piratas se vieron aumentados por los musulmanes de Al Andalus expulsados de España en 1492, quienes unidos a los corsarios del sultán de Constantinopla, llegaron a dominar tres cuartas partes del Mediterráneo; bajo el liderazgo de los hermanos Barba roja, hicieron  la piratería oficialmente otomana, como represalia a los continuos ataques y saqueos de que eran objetos las costas africanas por parte de los europeos, y cuyo impulso se prolongó hasta la derrota de los turcos en la batalla de Lepanto, en 1571. A pesar de esta derrota, la actividad pirática desarrollada por otomanos y beréberes permanecía larvada y poco a poco fue tomando auge hasta que de nuevo se adueñó del Mediterráneo y costas atlánticas africanas. Siglos después, la toma de Argel (1830) por Francia dio fin al dominio de los Beréberes en el Mediterráneo.

A raíz del expansionismo español en el continente americano, el escenario de la piratería se trasladó al Océano Atlántico especialmente al mar Caribe, y posteriormente al Pacífico. La lucha entre potencias europeas por el dominio del comercio y explotación de los recursos naturales de las para ellas nuevas tierras, dio lugar al nacimiento de una nueva clase de piratas, los denominados corsarios. Éstos, amparados por sus respectivos gobiernos, practicaban no sólo el abordaje en alta mar, sino que saqueaban villas y ciudades, ejercían la captura y tráfico de esclavos, el contrabando y, en general, cualquier actividad que les resultase rentable, no distinguiendo en ocasiones entre amigos y enemigos.

              El monopolio español atrajo a las Antillas, principalmente, a los piratas y corsarios. Se añadieron a la piratería clásica además de los Corsarios, los bucaneros y filibusteros, quienes actuaban con la ayuda encubierta de los gobiernos británico, francés y neerlandés. Su principal objetivo era abordar los navíos españoles que desde América se dirigían a la metrópolis, y el tráfico de esclavos negros cuya demanda había aumentado considerablemente en las colonias españolas de las Indias occidentales. La negativa por parte de algunos gobiernos europeos a aceptar el monopolio ejercido por españoles y portugueses, dieron a las actividades piráticas un tinte político.

 Durante los siglos XVI, XVII y XVIII el contacto de los piratas con el mundo de las finanzas fueron muy estrechos; formándose sociedades para financiar expediciones de saqueo. Por otra parte, la manera de actuar de los piratas se fue modificando conforme avanzaban los adelantos técnicos, las obsoletas técnicas del abordaje se fueron desechando al armarse los buques con cañones, culebrinas, falconetes etc.; el negocio de la piratería requirió de mayores inversiones, creándose todo un entramado económico en torno a  los propietarios y capitanes de los barcos, estableciéndose estrechas ligazones entre los comerciantes de Ámsterdam, Londres o Sevilla, y  con banqueros italianos o con los mercaderes de Liverpool, e incluso con la Hansa (liga de comerciantes y banqueros europeos, fundada en 1158 y que perduró  con bastante altibajos, hasta 1938.) Los nuevos tiempos requerían una organización más compleja, para que los barcos mercantes fueran transformados para el ejercicio de la piratería. El estamento político no era ajeno al tema, participando en ocasiones directamente en los suculentos negocios que esta actividad proporcionaba y en otras tolerando, o encubriendo las actividades de los piratas amparándolos bajo la patente de corso, simplemente por hostigar al enemigo si se estaba en guerra. No es de extrañar pues, que algunos Gobernadores, Capitanes Generales,  altos funcionarios e incluso miembros de la jerarquía eclesiástica, estuviesen involucrados en las actividades piráticas.

En varias ocasiones a lo largo de la historia los papas no hicieron asco a los saneados ingresos que proporcionaba la piratería, quizás uno de los primeros pontífices en promover ésta practica fue el español Pero de Luna, erigido al pontificado por castellanos, aragoneses y franceses, como Benedicto XIII, de ello nos dejó constancia en los relatos que mandó a escribir otro célebre corsario español, quien estaba al servicio de Enrique III de Castilla, el doliente, Pero Niño, quien saqueó, incendió y esclavizo de manera inmisericorde en cuantos puertos villa y ciudades eran conocidas en la época, además de cuantos navíos se les cruzó en su camino, en nombre de Dios y del rey, pero siempre en beneficio propio. Veamos el siguiente pasaje: <<Desde las almenas del convento benedictino de San Victor, situado a la misma orilla de la mar, contemplaba la escena el tozudo aragonés Pero de Luna. El de Luna ordenó a un caballero de San Juan de su séquito salir en un bergantín a calmar a los atacantes y convocarlos a su presencia. Niño viendo que ni por fuerza ni por autoridad podía hacerse con la ansiada presa, optó por disimular, <<mandó a los suyos que todos dijesen que cuidaron que eran moros, e que por esta razón los quisiera tomar>>, pero no dejó de hacer anotar la verdad en su crónica: << Aquellos dos corsarios estaban ahí en la guarda del Papa; habían sueldo de él; iban a robar e volvían a Marsella.>>

Corría la última semana de junio. Por las fiestas de San Juan, Niño fue invitado a comer en el Tinelo con el papa Luna, su colegio cardenalicio y su corte nobiliaria. La sastifacción de verse tratado con todos los honores o el empacho por la comilona eclesiástica le hicieron enfermar (posiblemente intentaron envenenarle); de forma que pasó los siguientes días en cama. Castrillo y Aymar (los dos corsarios al servicio del Papa) prefirieron no esperar a que sanara y se fueron al mar sin dejar aviso>>

              El tratado de Ryswich (1697) entre las potencias coloniales trasladó la piratería de las colonias españolas a América del norte, y sobre todo al continente asiático, (mar Rojo y costas de Malabar); inducidos por los funcionarios de la compañía de Indias orientales quienes iniciaron contra los neerlandeses, las acciones piráticas en el Océano Indico con base en Madagascar. En el siglo XIX sólo perduraron algunos piratas aislados en ciertas costas de África, golfo Pérsico, China y Polinesia. La era industrial, el vapor y el desarrollo de las comunicaciones, hicieron menos segura y poco rentable la piratería.


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