lunes, 27 de octubre de 2014

EL ALUVION EN CHINECH (TENERIFE) DE 1826




Eduardo Pedro García Rodríguez*

                El Aluvión del 7 de noviembre de 1826, fue uno de los que se guarda ingrata memoria por los enormes desastres que causó en las islas Canarias. Una de las islas más afectadas fue sin duda alguna la  Chinech (Tenerife,) en ella, las fuerzas incontenibles de la naturaleza descargaron su potencial destructor arrasando tierras de cultivos, destruyendo casas y árboles, cambiando los cauces de los barrancos, cobrándose gran cantidad de vidas humanas e innumerables cantidad de ganados, los habitantes de la isla, especialmente los de la zona norte, creyeron firmemente que aquella aciaga noche el cielo se les desplomaba encima como castigo de sus muchos supuestos pecados.

             Las sequías eran  frecuentes en la isla de Chinech (Tenerife) hasta pocos años antes del terrible aluvión. Las gentes achacaban las pocas lluvias al  incontrolado y desmesurado aprovechamiento de los montes, los cuales eran talados para la obtención de maderas, leña y carboneo, además de la nefasta apetencia de nuevas tierras de cultivo por parte de los terratenientes europeos y criollos. Como consecuencia de la masiva deforestación de los bosques, el clima local comenzó a sufrir visibles variaciones, dándose con alguna frecuencia el fenómeno denominado manguera o bomba, que cayendo en un solo punto una gran tromba de agua, arrasaba sembrados y arrastraba tras de sí las capas de tierras de labor, como sucedió en La Gomera, y en la Orotava en 1815, así como en otros puntos de la isla, causando cuantiosas pérdidas humanas y materiales.

             En la isla de Chinech (Tenerife,) una de las comarcas más afectadas por el aluvión denominado del 26, fue el Valle de Taoro. Entre las zonas más castigadas por el huracán estuvo el Puerto de la Orotava,  la oscura noche del 7 al 8 de noviembre, estuvo precedida por intensas e incesantes lluvias acompañadas de fuertes vientos que soplaban del N.O. esta terrible noche quedó registrada en los anales de la historia del Puerto Mequinéz (Puerto de La Cruz,) como una de las más nefastas que tuvieron que soportar sus atribulados habitantes.

             Las aguas arrastraron plantas, personas y animales, destruyendo los alrededores del pueblo, llenando de escombros la plaza real y saliéndose de madre los barrancos, estando a punto de ser arrastrada al mar la población completa como lo fue la batería de San Carlos con todas las edificaciones de los alrededores, pereciendo  dos de los soldados que estaban de guarnición en la misma, otro consiguió escapar a lomos de una cureña, y otros dos lograron salvarse huyendo hacía San Telmo, momentos antes de las aguas alcanzaran al reducto. Un derrame del barranco también alcanzó y derribó al fuerte de San Telmo. El ímpetu de las aguas fue tal que, barrancos como el de la montaña del Fraile que tenían 49 metros de ancho, medido  después de la tormenta dio 413 metros, los escombros arrastrados por los barrancos que bordean al pueblo, ganaron al mar 206 metros el de poniente y 255 el del  naciente aproximadamente. En la jurisdicción de la Orotava se formaron doce nuevos barrancos excavados por la violencia de las aguas.

             En el Puerto Mequinéz (Puerto de la Cruz) fueron arrasadas casas en la Hoya, El Tejal, Toscal, Cabezas y San Antonio, siendo preciso para transitar por la plaza del Charco, el uso de una barca, la fuerza de los torrentes entullaron e inundaron la mayor parte de las viviendas de la población. Esa misma noche, la furia del mar arrojó contra la costa a la altura de la carnicería, a la fragata francesa Joven Grabiela de cuyos tripulantes fallecieron 15 hombres, otros tres fueron arrojados por una gran ola al píe del monturrio (¿de Pacheco?), logrando salvar sus vidas, a otro, una ola lo depositó en el muro de la casa de Pascual Caus, donde fue socorrido por éste y su familia.

             De la inusitada violencia de este temporal y de los daños que causó en la isla, nos da idea la siguiente relación:

             Puerto de la Cruz, 32 personas muertas, 23 animales, 31 Casas destruidas, 6 arruinadas.

             Villa de la Orotava, 104 personas muertas, 591 animales, 144 Casas destruidas y 75 arruinadas.

             Realejo Alto, 25 personas muertas, animales se desconocen el número, casas destruidas 41, arruinadas se desconoce cuantas.

             Realejo Bajo, 14 personas muertas, se desconoce el número de animales, casas destruidas 9, arruinadas se desconocen el número.

             Guancha, La. 52 personas muertas, animales 344, casas destruidas 72, arruinadas 31.
           
             Rambla, La. 10 personas muertas, animales 13, Casas destruidas 14,

             Icod, 5 personas muertas, animales se desconocen el número, casas arruinadas y destruidas se desconocen.

            Santa Ursula, personas muertas, 1, animales 38, casas destruidas y arruinadas se desconocen.

            El total de los daños conocidos en los pueblos reseñados fueron los siguientes:

            Persona muertas 243. Animales 1.009. Casas destruidas 311, arruinadas 112.

                Las pérdidas en las superficies cultivables fué del diez por ciento, según estimaciones de los peritos nombrados al efecto por los respectivos Ayuntamientos de la comarca


DAÑOS CAUSADOS EN AÑAZU (SANTA CRUZ)




            Añazu n Chinech (Santa cruz de Tenerife,) también sufrió cuantiosos daños como consecuencia del temporal, a pesar de contar con los excelentes desaguaderos naturales compuestos por los barrancos de Tahodio, al norte, de Santos o Araguy en el centro y el del Hierro o Ganigue al sur, además de numerosos barranquillos, entre ellos el del Aceite o Cagalacehite, los de Pino de Oro (Pino de uru), Almeida etc.

             Hasta no hace muchas décadas, las lluvias solían ser abundantes y en los inviernos “fuertes”, éstas, hacían “correr” los barrancos, como imponentes torrentes, transportando en sus turbulentas aguas enseres arrancados de las humildes viviendas – casi siempre cuevas naturales situadas en las márgenes de los barrancos – de los pobres moradores. Perros, gallinas, cochinos, (cerdos) cabras y vacas, e incluso personas, no era infrecuente verles arrastrados por las ocasionales riadas y flotando en las aguas de la bahía añazera (Santacrucera,) en las proximidades de las desembocaduras de éstos barrancos.

            Podemos imaginar la dantesca visión que ofrecía la costa de la ciudad, al amanecer del día 8 de noviembre de 1826. Las aguas teñidas de un color marrón, debido a la gran cantidad de tierra vertida por los barrancos, infinidad de cuerpos de  animales e incluso personas flotando junto a   los objetos más dispares, mástiles de navíos asomando apenas unos metros sobre la superficie marina, y en la rivera, cascos de naves destrozados mostrando a un cielo de color plomizo sus costillares retorcidos por la furia de las implacables fuerzas de la naturaleza y rodeados por los restos dispersos de  fardos y toneles que el día anterior habían formado un rico cargamento con destino a Europa y América. 

             Los daños humanos y materiales fueron cuantiosos, 311 casas destruidas y 1.009 las arruinadas.

En el Valle de San Andrés (Abikure), fueron arrasadas 600 fanegadas de tierras de cultivo, 3.695 varas de paredes destruidas y 5.368 árboles desarraigados. Se arruinaron la iglesia de la secta católica  y siete casas, otras tres fueron llevadas por las aguas del barranco, 8 vacas y mulos  desaparecieron.

             En Valleseco se calculaban en 5.300 pesos las perdidas sufridas en las casas y en las tierras, 46.450 pesos en el Bufadero, 3.700 pesos en Tahodio, 5.390 en los altos de Santa Cruz (Los Campitos, Las Mesas, Pino de Oro (Uru) etc.), y 25.560 en El Cabo ( de ellos 2.000 pesos en el cuartel del ejército español San Carlos, y 1.500 en el hospital de los Desamparados, 1.000 en la iglesia de la secta católica de la Concepción, 8.000 en el puente del Cabo y 1.500 en el convento de Santo Domingo); más 2.230 pesos en las Mesas, encima de Tahodio, 6.200 en el Camino de los coches, Almeida y Los Campos y 3.459 en el Toscal, elevándose el total de las pérdidas calculadas en Añazu (Santa Cruz) a 1.860.662 maravedís, moneda aún vigente en la época .

            El Jardín de Megliorini, orgullo de sus propietarios  -y de la ciudad - quedo totalmente destruido. En Añazu (Santa Cruz) en aquella ocasión no ocurrio pérdida de vidas humanas, quizás por ser una población habituada a hacer frente a los frecuentes temporales que en los inviernos azotan su costa.

            Entre los navíos perdidos en tan aciaga noche, tenemos documentados los siguientes: Tenerife, (a) Alerta bergantín de 290 toneladas, de la carrera de América, que fue lanzado a la costa, con pérdida de 15.000 duros; el bergantín Goleta de 57 toneladas, que también dio en la costa; el bergantín Tinerfeño San Juan Bautista (a) Fortuna, con pérdida de 6.000 duros; el bergantín de bandera estadounidense Potomak, de 112 toneladas con pérdida de 12.000 duros, un piloto y dos marineros; El pailebot de la matricula de Tenerife San Antonio, se perdió en la travesía de Añazu (Santa Cruz)  a Benahuare (La Palma,) perdiéndose con él los 6 marineros de la tripulación. Además se perdieron en la isla 16 puentes, 10 molinos, 8 acueductos y 3 templos de la secta católica.

              El Ayuntamiento añazero (Santacrucero) acordó formar un censo de los daños y pérdidas por cuarteles (distritos), y solicitar del Rey de la metrópoli el perdón de los atrasos en las contribuciones, solicitud que fue desestimada por la corona española.

             Un testigo de excepción de la catástrofe, el cónsul de Inglaterra en Canarias Mac Gregor, impresionado por la magnitud de la misma y conocedor de la extrema pobreza de las clases populares de Añazu (Santa Cruz) y de la isla, tuvo la iniciativa de promover una suscripción  entre el comercio de Londres, para ayudar a los habitantes más desprotegidos de Añazu (Santa Cruz,) consiguiendo recaudar 545 libras, que eran 3.720 pesos. Enterado el gobierno español, impidió que la ayuda se hiciera efectiva, aduciendo que, las desgracias sufridas por las islas, era una cuestión interna de la corona española.

             La magnitud de la catástrofe tuvo eco en la prensa europea, pero debido a la ignorancia de los periodistas europeos sobre la colonia, y por las deficiencias de los medios de comunicación de la época, se publicaron notas informativas tan peregrinas como la siguiente: <<Se afirma que la tempestad que asoló últimamente la isla de Tenerife no ha dejado indemne al célebre Pico. Las rocas que lo coronan han cedido a la violencia del viento; la cumbre desmoronada ha cambiado de aspecto y el monte parece hoy menos alto de lo que era antes de la tempestad>>, publicado en “Nouvelles Annales des Voyages”, XXXIII (1827), p. 288.

PÉRDIDA DE LA IMAGEN DE LA DIOSA CHAXIRAXI


Siendo las pérdida humas importantísimas y las materiales muy cuantiosas, éstas, fueron asumidas por el pueblo con la resignación propia del espíritu fatalista que siempre a impregnado los sentimientos de los isleños, quienes –por otra parte-tienen asumido que, el hecho de vivir conlleva todo un cúmulo de desventuras, tanto por la habitual dureza del entorno, como por la continua presión de son objeto por parte de los estamentos sociales dominantes. Pero aún así, sufrieron un gran quebranto espiritual con la pérdida de su venerada imagen  Chaxiraxi (sincretizada como Virgen de la Candelaria),-  llegando a poner en duda la veracidad de las palabras de los predicadores de la secta católica,  quienes propugnaban en sus prédicas que toda catástrofe o desgracia provenía como castigo de Dios por los continuos pecados de los hombres.

El pueblo llano se preguntaba ¿cómo era posible que Dios permitiese la destrucción de su Madre, enviando un aluvión que la arrastró hasta el fondo del mar, perdiéndose para siempre?

             El temporal fue inmisericorde con la capilla de la Chaxiraxi y sus cuatro ancianos cuidadores religiosos de la secta católica de los Dominicos, si bien estos consiguieron refugiarse en la cueva Achbiniku que, antiguamente sirvió de morada a los condes de la Gomera, y como primera parroquia de la secta católica en Valle Sagrado de Güimar, no tuvo igual suerte la imagen, que fue arrastrada con la capilla por el torrente del desbordado Barranco Chajoigo, cuyas paredes de contención mandadas a construir por el general virrey de la colonia Conde de Eril, no soportaron la presión de las aguas.

La coyuntura fue aprovechada por la comunidad religiosa católica de los dominicos para vender la mayor parte del tesoro de la Chaxiraxi, pretextando por una parte las necesarias obras de reconstrucción del templo, y por otra, hicieron correr el bulo de que la mayor parte del tesoro había sido arrastrado por las aguas. Entre las piezas vendidas figuraba la celebrada madeja de perlas. Una nueva imagen fue encargada al escultor orotavense F. Estéves y cuyo costo ascendió a 3000 reales.

             La isla de Chinech (Tenerife) ha sufrido varios importantes aluviones catastróficos durante el transcurso de su historia colonial reciente, recordemos algunos de ellos:  El de 1814; el 6 de mayo de  1821, en que el temporal destrozó el “martillo”(la punta) del muelle; el 8 de marzo de1837  las aguas del barranco Aragüigo (de los Santos) inundaron el templo de la secta católica de la Concepción en Añazu y arrastraron dos casas y parte de la huerta del hospital; en la calle del Pilar quedaron destrozadas varias casas y huertas, teniendo que ser evacuada la cárcel, el 6 de diciembre de 1853, el aluvión inutilizó el camino a Abikure (San Andrés,) así como el que comunicaba con Los Campos (Los Campitos); las casas del Modista fueron inundadas y el agua se estancó en la muralla de la Marina, que se tuvo que desbaratar parcialmente para permitir el desagüe; el 11 de diciembre de 1859 hubo el aluvión que causó grandes destrozos en la plaza del Hospital Militar, perdiendo la vida varias personas en la casa del Modista. El temporal de acaecido el 3 de enero de 1868, arruinó la torre de la casa de Francisco García: después de examinada por el arquitecto municipal  “resulta probado científicamente la necesidad de derribarla” Las lluvias torrenciales del 19 y 20 de diciembre de 1879 desbaratan el puente del Cabo y ocasionan varios destrozos en el barranco Cahalaceite (del aceite, hoy Calle de Imelda Serís); del 22 al 24 de  diciembre de 1879 el templo de la secta católica de la concepción quedó inundado y el Diario de Tenerife no pudo acudir a su cita habitual con los lectores, pues su maquinaria quedó estropeada por las aguas del Barranco de Aragüigo (Barranco de los Santos).

*eduardoBenchomo@gmail.com

Chinech, Wayesmart n 3º akano n tallit taynay tagwancet.

Fuente consultada.

Alejandro Ciuranescu
Historia de Santa Cruz de Tenerife
Servicio de publicaciones de la Caja General de Ahorros
de Santa Cruz de Tenerife, 1979.



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