miércoles, 12 de noviembre de 2014

EFEMERIDES DE LA NACION CANARIA




UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS

PERIODO COLONIAL 1471-1480


CAPITULO V



Eduardo Pedro Garcia Rodriguez

1479. Estrepitosamente derrotados los Católicos en Guinea, se vieron obligados a consentir en el reparto del reino de Fez, decretado por los pontífices romanos. Firmado el tratado  en el mes de septiembre,  quedaron adjudicadas, a su corona, las islas de Titoreygatra (Lanzarote), Benahuare (La Palma), Erbania (Fuerteventura), Gomera, esero (Hierro), Graciosa, Tamaránt (Gran Canaria), Chinech (Tenerife) "e todas las otras Yslas de Canaria comarcanas, ganadas e por ganar". Relanzada la conquista de Gran Canaria en 1480, buscaron fondos comercializando la bula, obtenida años atrás. Suprimidos los topónimos Guinea y Portugal, quedó circunscrita a la conversión de los canarios, reaccionando los puristas por la tremenda: "algunas personas" eclesiásticas, declararon las bulas "revocadas e suspensas", prohibiendo "la recaudación de los maravedís", pues se hacía, "a fin de meter las manos en la dicha limosna e gastarla e desviarla, en otros usos y gastos". (L. Al. Toledo)
Públicas las "colusiones", persistentes en la historia del país, Fernando calmó los ánimos, nombrando tesorero general de la Santa Indulgencia, a Pedro de Setién, "hombre caudaloso e fiable e de conciencia", que al no necesitar de lo ajeno, se abstendría de tomarlo. Al Nuncio le convenció saber que las islas, estaban controladas por el Islam. Reaccionando a la amenaza religioso - ideológica, declaró la bula de adquisición obligada, "fasta que las dichas yslas sean tomadas e convertidas e redusidas a la dicha nuestra santa fe", quedando bautizado, "por fuerza de armas", el último canario. Iniciada la distribución de indulgencias, no estando la población para invertir en parcelas de paraíso, fueron muchos los morosos, que pararon entre rejas, culpables por incumplir la obligación de pagar, que a los ojos de un rey, justifica la existencia del súbdito.

No estando "acabada" la conquista, por persistir los canarios en su "rebeldía", los Católicos buscaron capitán experimentado, encontrando a Pedro de Vera, caballero 24 de Jerez y disciplinado. Seguidor de Enrique IV y Juana, estando al servicio de Beltrán de la Cueva y Rodrigo Ponce, cambió de campo con el último, sin un gesto. Suponen los cronistas que Vera fue seleccionado, al encontrarse en las Canarias desterrado, por haber matado a Basurto, alcaide de Medina Sidonia. En verdad, el 4 de febrero de 1480, día en que se extendió el nombramiento, se encontraba en su casa de Jerez. "Acatando como la conquista" de las "Yslas de la Grand Canaria e Tenerife nos pertenesce", para que pudiese llevarla a cabo, sin tropezar con oposición, acumuló los cargos de alcaide de Villa Real de las Palmas, gobernador, capitán mayor y corregidor de Gran Canaria. Pedro de la Algaba o quien la tuviese, le entregaría la fortaleza y los justicias sus varas, siguiendo "ynquisiciones". Descubiertos los culpables de "los escándalos e ruydos e diferencias", que cristalizaron en "divisyones", enfrentando a milites, caballeros y escuderos, los enredadores pararían en la cárcel, siguiendo juicios sumarísimos.
Ejecutadas las penas de destierro y muerte, en orden cabildo y milicia, iniciaría la tarea de "sojuzgar" a los naturales de la isla, "a nuestra santa fe católica", "fasta la ganar e vos apoderar", continuando en "Tenerife y la Palma", también en "poder de ynfieles".
Necesario núcleo de pobladores castellanos, a más de los que estaban en la isla, la reina dio por supuesto, "que algunos caballeros e escuderos e marineros e otras personas", de las que "van" o "fueren" a Gran Canaria, querrían "bevir e morar en la dicha Ysla e faser su asyento en ella", con mujer e hijos. Deseando que tuviesen "más gana", les serían repartidos solares y "heredamientos", dando a cada uno "aquello que viedes, que según sus merecimientos e estado, aya menester". Distribuida la tierra, se formaría nuevo cabildo, expropiando las varas compradas y cesando a los justicias, con excepción de los nombrados por la corona. Los cargos podrían ser "cadañeros", vitalicios o hereditarios, designando Vera jurados y candidatos al "regimiento", para que el pueblo pudiese elegir, sin salirse de madre. Ignorada la identidad de los alfabetizados, llevó en blanco el título de notario público y escribano de cámara, "en las islas de Canaria e Tenerife e en los mares e en los puertos della" (L. Al. Toledo)

1479. En la Isla de Thenerife hizo una entrada Alonso Fernández antes de irse á España las Compañías de la Hermandad el año 1479; llevando práctico entró de noche á la parte de Icod, trajo á Canaria buena presa de ganado que halló acorralado, muy manso, todo cabrío, tres mujeres, dos hombres y algunos muchachos, que dormían en cuevas, y mucho sebo, carne salada263, panes de cera y cantidad de velas de cera medio encentadas y una á modo de cirio pascual encentado, cueros de cabra y cebada, dejáronse allá otras mayores cantidades de todo ésto, y molinitos ó tahonillas de mano, cazuelas y platos de barro tosco. (Marín de Cubas [1694] 1993:168-72)

1479.
El clérigo de secta católica Juan de Frías fue uno de los invasores que en el nombre de dios pasó a cuchillo más canarios que los mercenarios seglares de Juan Rejón. Según el cura de la iglesia católica, el criollo José de Viera y Clavijo este asesino de pueblos  “ya desde el año de 1479 era obispo de Rubicón, por gracia del papa Sixto IV, don Juan de Frías, canónigo de Sevilla, natural de aquella ciudad y originario de las montañas de Burgos; prelado de cuyo mérito y gran valor hemos dado largas noticias en el libro VII de esta Historia.

Allí le vimos ser el alma de la conquista de Canaria, apaciguar las rencillas entre Pedro del Algaba y Juan Rejón, invadir en persona a los canarios por Tirajana y otros puestos, llevar en la última campaña el real pendón, animar los soldados con las palabras y el ejemplo, entonar el Te Deum en la victoria, bautizar y consolar los nuevamente convertidos y avasallados, adquirir por repartimiento el lugar de Agüimes para su cámara pontificia, con la jurisdicción temporal y dominio directo; finalmente, transferir la catedral de Rubicón a la Gran Canaria, a cuyo fin no excusó viajes a Sevilla, impetró del papa nuevas bulas y practicó aquellas notables diligencias, de que volveremos a hablar más adelante.

Nos consta, que en 21 de febrero de 1483 había hecho don Juan de Frías, por procurador, su visita ad limina (obligación que nuestros obispos de Canarias tenían solamente cada diez años, por privilegio concedido a don Diego de Illescas), como se echa de ver por la carta del camarlengo.

De un breve de Inocencio VIII, con data de 25 de enero de 1486, se colige que a la sazón se hallaba ya la iglesia de Canaria vacante, y por consiguiente que el ilustrísimo Frías había muerto a fines del año anterior de 1485, el mismo en que se había hecho la traslación de la catedral y si, como nuestras sinodales aseguran, murió aquel obispo en Sevilla, es claro que no pudo haber asistido a esta función, que se celebró el día 20 de noviembre.” (Viera y Clavijo, 1991)

1479. En Agaete, Tamaránt creó su feudo e ingenio azucarero el mercenario y traficante de esclavos Alonso Fernández de Lugo quien atrincherado en su torre de Gaete -de la cual era alcaide  daba rienda suelta a sus sueños de grandeza y maquinaba la manera de satisfacer su insaciable afán de rapiña. 

 Desde la torre, divisaba en días claros la silueta de la isla de Chinet (Tenerife) y soñaba con Benahuare (La Palma) las cuales formaban el objetivo más íntimo de sus apetencias. Decidido a dar cima a su proyecto y teniendo en cuenta que el producto de su incipiente ingenio y la porción de esclavos que le había tocado en el reparto no eran suficientes para trasladarse a la corte “decorosamente” para gestionar ante la misma la concesión de la conquista de las dos islas afanes de su soñada grandeza, decide continuar con las entradas y razzias en ambas islas con el objeto de reunir el capital suficiente con que trasladarse a la corte castellano-aragonesa y comprar influencias en la corte que le permitieran la consecución de sus fines, así comienza el merodeo por las islas de Benahuare (La Palma) y Chinech (Tenerife) con la intención de apresar esclavos y ganados, en ésta última, hace una “entrada” nocturna de saqueo en 1479 por el menceyato de Icod, consiguiendo robar y transportar a Tamaránt (Gran Canaria), un cuantioso botín consistente en gran cantidad de cabras que estaban encorraladas, es decir, era ganado manso, mucho cebo y carne salada, panes de cera y cantidad de velas de cera a medio terminar y una parecida a un cirio pascual acabado, cueros de cabra y cebada, tres mujeres dos hombre y algunos muchachos, dejando en el terreno, quizás por falta de capacidad de carga en la nave buena cantidad de cueros y cebada, molinos de mano, gánigos y platos de barro.

1479. El asentamiento canario de Arehukas (actual Arucas) en Tamaránt (Gran Canaria) su origen se remonta a la etapa precolonial. De hecho, su nombre procede del término aborigen Arehukas. Su primigenio poblado fue arrasado por las huestes del mercenario invasor  al servicio de Castilla Juan Rejón, en 1479. De este momento, sobresale la denominada “Batalla de Arucas”, en donde murió el mítico caudillo canario Doramas.

Entre los yacimientos arqueológicos destaca el denominado “Cerera”, situado en la falda sur de la Montaña de Arehukas y actualmente visitable, tras llevarse a cabo un proyecto de musealización, presentándose, hasta el momento, como el primer y único asentamiento precolonial integrado en un edificio de uso social, en este caso en una asociación de vecinos.
Después de la invasión y Conquista, Arehukas se fue poblando principalmente, a comienzos del siglo XVI, de numerosos invasores colonos a los que se les entregaron tierras y aguas tras el Repartimiento del botín de guerra de la colonia, quedando como mayores beneficiarios Tomás Rodríguez de Palenzuela, Lope de Sosa, Hernando de Santa Gadea y Juan de Aríñez, entre otros. Esta incipiente población europea fue situándose alrededor de la ermita de la secta católica de San Juan, situada en los mismos terrenos que ocupa el actual templo, obra aquella de anónimos personajes que operaban en los ingenios azucareros. La actividad generada por estas fábricas, los cañaverales, las obras de regadío, el transporte y la artesanía procuraron suficiente demanda de empleo para ocupar a numerosos jornaleros, esclavos, criados, comerciantes y artesanos, los cuales figurarían registrados como los primeros habitantes con que contó la incipiente población.
El aumento de la población, ocasionada por la prosperidad económica del momento, determinó que, en 1515, el obispo de la secta católica Fernando Vázquez de Arce elevara la sencilla ermita al grado de parroquia, con pila bautismal y cura propio. De esta forma, Arehukas, que venía teniendo la consideración de “Lugar”, obtiene la concesión del título de Villa a partir del 19 de noviembre del año aludido. El aumento de la feligresía impulsa la fundación de dos nuevas ermitas: la de San Pedro Apóstol (1525) y la de San Sebastián (1547). La primera, ubicada en La Goleta, en el punto denominado Lomo de San Pedro, fue construida por Juan Mansel, comerciante francés casado con María de Santa Gadea. La segunda, localizada primeramente cerca de los terrenos del llamado “Teatro Nuevo”, se construyó en 1699, ocupando el espacio en donde hoy se encuentra la Plaza de la Constitución, frente a las Casas Consistoriales, y fue derruida en 1868.
Así se llegaron a constituir dos núcleos denominados “Villa de Abajo”, centro administrativo-religioso, con la parroquia de San Juan, ermita de San Sebastián, Inquisición, Heredad de Aguas de Arehukas y Firgas, Milicias de Arucas y Pósito (en pie hasta el siglo XIX), y la “Villa de Arriba”, sede de los ingenios azucareros y que contó, además, con la ermita de San Pedro.
Por otro lado, en esta época destacaron dos eventos, la fundación de la Heredad de Aguas de Arehukas y Firgas (1545-46), que posibilitó el auge económico de la Villa, al tiempo que con el transcurrir de los años ha dotado al municipio de un complejo sistema hidráulico (acequias de piedra, cantoneras, presa) de gran valor etnográfico, y la constitución del Mayorazgo de Arehukas por Pedro Cerón (1572), que prolonga su existencia hasta 1859, momento en que se vendieron sus propiedades por el proceso de desamortización del siglo XIX.
Durante los siglos XVII y XVIII, la economía de Arehukas vino marcada por un periodo de decadencia, en relación con la brillante etapa precedente. Al hundirse el comercio de los azúcares insulares se procede, en casi todas partes, a su sustitución por los cultivos de viñedos. En los terrenos locales, el viñedo se extendió rápidamente, si bien no conseguirá obtener tan buenos resultados como el anterior cultivo, por lo que se combinó con otros, como el trigo, el millo, las papas y frutales.
El siglo XIX, por el contrario, representó un momento decisivo para su historia urbana, especialmente a partir de la segunda mitad. A nivel económico, la desvinculación de las tierras del Mayorazgo, fruto de las leyes desamortizadoras de Mendizabal y Madoz, significó el comienzo de un gran desarrollo agrícola, con el cultivo de la cochinillla en primer lugar y, del azúcar y del plátano, en segundo término. Estos beneficios fueron invertidos en profundas transformaciones urbanas y en la construcción de numerosos edificios públicos, como las Casas Consistoriales, el Mercado Municipal y la Fuente del Pilar. A su vez, se levantaron viviendas de carácter privado de dos plantas, con lujosas fachadas de cantería local. Estos adelantos, junto a la fundación de dos importantes industrias, aún vigentes, La Isleña (1870) y la Fábrica del Ron (1884), determinaron la concesión, por parte de la reina Regente María Cristina, del título de ciudad (1894).

Ya en el siglo XX, la economía de Arehukas sufre una etapa fluctuante, motivada por las dos Guerras Mundiales, la Guerra Civil de los españoles, así como la llegada de algunos años de sequía (1931-32). El plátano, que se venía imponiendo con fuerza en la localidad, ve interrumpida su expansión ante el estallido de la I Guerra Mundial, al cesar el comercio de exportación de los frutos canarios a los consumidores ingleses, franceses y alemanes. No obstante, pasada esta crisis, vuelve a convertirse en el basamento exclusivo de la economía aruquense, hasta aproximadamente el declive de 1974, momento en el que se combina con el sector servicios. Este progreso determinó que la población pasase de 12.649 habitantes, en 1920, a 25.010, en 1950. (Alicia Hernández Padrón)

1479.
En la Rada de Arguineguín en Tamarant el capitán de mar, Pedro Hernández Cabrón, desembarcó con un numeroso grupo de soldados bien armados que el había facilitad el invasor Algaba, sin duda deseoso de complacerlo y que fuera su aliado en sus deseos de enviar de nuevo a España al general Juan Rejón. Por este motivo le cedió tropas, barco y avituallamientos, así como palabras de aliento para llevar a cabo su empresa para adentrase en el valle de Tirajana, dispuesto a capturar un buen número de aborígenes y venderlos a buen precio en los mercados de Valencia y Sevilla.

Un isleño bautizado que formaba parte de la expedición advirtió al capitán de mar.
-Señor es muy peligros adentrase por estos lugares. Hay guerreros muy peligrosos y valientes por estos barrancos.
Cabrón se río y respondió:
-No temeré yo a gentes desnudas y armadas de palos.

Seguro del poder de sus armas continuaron internándose por el agreste terreno cuando de pronto sonó un agudo silbido que pareció cortar el cálido viento al que siguieron otros más y, en un momento ágiles y raudos, un grupo de canarios al mando del faykan de Telde descendieron por los ásperos acantilados cayendo sobre los sorprendidos soldados. Amoragas y tabonas funcionaron contundentemente y momentos después 26 castellanos yacía muertos, más de cien heridos y ochenta prisioneros quedaban en manos de los isleños.

Una tabona diestramente lanzada se estampa en la boca de Cabrón dejándole sangrando y sin dientes.
 Gritando de dolor y de rabia se retira seguido por los supervivientes del encuentro con los guerreros canarios hasta la costa y presurosos suben a los barcos y se alejan de aquella playa que, desde entonces, lleva ese nombre de Cabrón. (Tiferán)


No hay comentarios:

Publicar un comentario