jueves, 26 de febrero de 2015

MANUEL VELAZQUEZ CABRERA

1916 diciembre 19.
 
Manuel Velásquez Cabrera, aquejado por una neumonía, acudió al médico en la capital de España.  Muriól, a los 53 años, en una habitación del Hotel  Universal de Madrid. Sus restos mortales descansan en el cementerio de Las  Palmas de Gran Canaria. 
 
Manuel Velázquez Cabrera, abogado nacido en  Tiscamanita, es el autor del plebiscito de las islas  menores de Canarias. El plebiscito fue una actuación  política original, única en toda la historia política del  Archipiélago. Fue una iniciativa audaz, valiente y 
lúcida. Recogió miles de firmas en las islas de  Fuerteventura, Lanzarote, Hierro y Gomera. Viajó  personalmente a Barcelona y Madrid, logrando que  sus propuestas fueran debatidas en las Cortes  Españolas. Este documento, elaborado por  Velázquez, debatido y promovido por él, tuvo una  influencia determinante, junto a otros factores, en la  creación de los Cabildos Insulares, por la Ley de  Canalejas de 11 de julio de 1912, en el logro de que  las islas periféricas tuvieran representantes propios  en el Congreso de los Diputados y en la posterior  configuración político-administrativa de la  Comunidad Autónoma Canaria. 
 
Fuerteventura y todas las Islas Canarias estamos en  deuda con este ilustre majorero. 
 
Suum unicuique tribuere (dar a cada uno lo suyo). 
 
Es la frase que Manuel Velázquez pone en la portada de su famoso plebiscito\  y que será una de las máximas que defienda en todo su documento y en todas  sus acciones políticas, encaminadas a alcanzar un mayor equilibrio entre las  islas y a que todas fueran hijas de la misma patria y no cenicientas como eran  hasta ese momento todas y cada una de las cuatro islas menores. 
 
Cuando hemos visto finalizar el siglo XX, estamos en condiciones de poder  afirmar que Manuel Velázquez Cabrera y su actuación política han tenido una  gran influencia a lo largo de todo el siglo XX, no sólo en la isla de Fuerteventura  sino en todas las Islas Canarias. 
 
En efecto, tenemos ante todo las consecuencias inmediatas del plebiscito y  su inequívoca influencia en la Ley de Canalejas, de 11 de julio de 1912, " Ley  de Reorganización Administrativa y Representación en Cortes de las Islas  Canarias", llamada de manera un tanto restrictiva "Ley de Cabildos", ya que  esta ley supuso no sólo la creación de los Cabildos, sino también, y de manera  importante, el logro del derecho a la elección de representantes a Cortes por  parte de las islas periféricas. 
 
Luego, en las décadas inmediatamente posteriores al plebiscito, y en dos  periodos diversos, surgió el Partido Majorero, que claramente se inspiró en las  ideas y actuación de Manuel Velázquez, aunque sus continuadores no  siguieran su misma trayectoria política y se perdieran en pragmatismos  interesados. De hecho, la placa que el Partido Majorero colocó en la fachada  de la casa natal de Velázquez atestigua los vínculos recíprocos que existieron,  y de cómo nuestro hombre y sus acciones políticas sirvieron de germen a las  personas que vinieron después de él. 
 
Más adelante, tras el largo paréntesis de la guerra civil y la dictadura de  Franco, en las primeras elecciones generales de la democracia, en 1977,  muchas personas y grupos encontraron inspiración claramente en Manuel  Velázquez Cabrera y en sus planteamientos políticos. Consiguiendo por fin en  ese año el ansiado deseo de D. Manuel, que un majorero representara a  Fuerteventura en las Cortes de Madrid. 
 
Pensábamos, y luego la historia nos dio la razón, que había llegado otro  momento histórico en el que el protagonismo del pueblo majorero podía  devolver a las Islas la esperanza en un futuro que en aquella coyuntura se  presentaba con mucha incertidumbre. 
 
Hoy día la persona y la obra política de Manuel Velázquez son patrimonio  de todas las personas y de todos los grupos políticos que de verdad quieren  luchar por el bienestar y el progreso de la Isla, en el marco de la nacionalidad  canaria. Todas estas personas tenemos el derecho, y tal vez el deber  ineludible, de reivindicar su figura y de promover el estudio y la divulgación de  su pensamiento y de su obra política, en estos primeros años del siglo XXI que  comenzamos a vivir. 
 
En la convicción de que la figura política de Manuel Velázquez Cabrera, el  abogado del plebiscito de las islas menores, merece una biografía más amplia,  completa y documentada, tarea en la que algunas personas e instituciones  estamos empeñadas, ofrecemos a los lectores esta apretada síntesis de su  apasionante trayectoria vital, resaltando algunos rasgos de su participación  política en la difícil construcción de la Comunidad Autónoma Canaria. 
 
 
1. EL CONTEXTO HISTÓRICO. LOS COMIENZOS DEL SIGLO XX 
 
A nivel mundial, los finales del siglo XIX y primera década del XX, hasta el  estallido de la Primera Guerra Mundial (del 1914 al 1918), se han calificado  como la belle époque, la "bella época", caracterizada por ser años de  optimismo, de esperanza, en los que florecieron los grandes inventos y las  grandes corrientes de pensamiento y del arte del siglo XX. Una concepción  burguesa y hedonista de la vida, una serie de hechos circunscritos sobre todo a  Europa y centrados en una ciudad-símbolo: París.  
 
Como contraste, crece la pobreza y la miseria entre las clases  populares, generadas por el capitalismo feroz de principios del siglo. Fueron  años de agitación social, de crecimiento de las ideas socialistas, gestándose la  revolución comunista (Rusia, 1917) y los nacionalismos totalitarios de tipo  fascista. Se desarrolla la energía eléctrica, el automóvil, la radio, el avión, el  cinematógrafo, el teléfono automático, los deportes. ..Todo un símbolo de la  época que acaba, el Titanio, el más grande y lujoso trasatlántico del momento,  se hunde el 14 de abril de 1912, en su viaje inaugural a América, muriendo  1.513 personas. Inglaterra, como potencia hegemónica, va dejando paso a  Estados Unidos de América, que se va convirtiendo en la nación más  poderosa, con claros afanes expansionistas.'^ El hecho más traumático de  estos primeros años del siglo XX fue, sin duda, la mencionada Primera Guerra 
Mundial. 
 
En España, este periodo se conoce como la época de la Restauración. A  partir de 1874, y hasta la dictadura militar de Primo de Rivera, en 1923, vuelve la Monarquía de los Borbones, después del breve periodo de la Primera República (1868-1874). 
 
Desde la subida al trono de Alfonso XII, Cánovas del Castillo se propone  lograr la estabilidad política, estableciendo un sistema bipartidista. Dos partidos  fuertes, el conservador y el liberal, que se suceden en el poder, pero dejando  intacta la estructura social que otorgaba el control total de la sociedad a la  oligarquía, es decir, a unas pocas familias de potentados. 
 
Enseguida se pacta con las burguesías regionales, para consolidar este  pacto de estado. El caciquismo local se impone, con este apoyo del poder  central. Las elecciones se hacen al principio con un censo reducido: sólo votan  los mayores contribuyentes. En 1890 se restablece el sufragio universal, pero  cuando ya las elecciones están controladas por los caciques locales, que a su  vez se encargan de mantener unos elevados niveles de aparente estabilidad. 
 
El sistema de Cánovas perdura hasta su desgaste y definitivo derrumbe,  con la dictadura del General Primo de Rivera en 1923. 
 
El acontecimiento que marcará todo este periodo de la vida española fue  la pérdida de los últimos reductos coloniales en ultramar: Cuba, Puerto Rico y  Filipinas. El año 1898 quedará grabado en la conciencia popular como el gran  desastre español. Incluso existió riesgo de guerra con Estados Unidos que, sin  duda, hubiera sido mucho peor. 
 
En Canarias, la etapa de la Restauración está acaparada por la figura  todopoderosa de Don Fernando de León y Castillo. Intermediario indiscutible  entre las Islas y el poder central (fue Gobernador civil en Valencia y Granada,  diputado y senador por el Archipiélago, Ministro de Ultramar y de la  Gobernación y Embajador en París). Su partido, el liberal, controlado por él  desde Madrid y por su hermano Juan desde Las Palmas, hasta el año 1891 en  que los hermanos se separan, es el que domina la escena política, incluso en  las etapas en que los cargos elegidos son del otro partido, el conservador. ^ 
 
Las elecciones están controladas por este gran cacique y las Islas le  están agradecidas, por sus favores personales y sus logros en cuanto a  concesiones administrativas. Se da, pues, una modélica situación de  clientelismo político en el que la persona se mantiene, en parte por esos logros,  en parte por el poder que posee y el control que ejerce sobre un gran sector de  la población, especialmente los campesinos ligados a la tierra y el elevado  porcentaje de analfabetos de la sociedad canaria del momento. 
 
Las elecciones en realidad son un farsa: se conoce de antemano los  resultados. Y si no, éstos se modifican y amañan con todo descaro, ya que  "las elecciones siguen siendo controladas y falseadas cada vez que se  considere oportuno, perfeccionándose los métodos y sistemas de manipulación".
 
Existían dos partidos dinásticos, liberales y conservadores, que en  realidad eran estructuras caciquiles y clientelas políticas, en las que interesa la  influencia social de las personas que los integran y se tiene en cuenta  básicamente la fidelidad a las decisiones del jefe, y su capacidad de maniobra  en los períodos electorales. A la par se identifican gestión política con  concesiones administrativas y éstas se presentan como triunfos políticos de  determinadas personas a las que todos los grupos sociales deben su 
reconocimiento y apoyo por los beneficios obtenidos.
 
Clientelismo y favores políticos, que eran la tónica dominante en todo el  Estado, al ser Canarias un territorio insular y fragmentado, convertían la  situación de las Islas en algo aún más insoportable. A ello habría que sumar  una ordenación administrativa totalmente inadecuada al Archipiélago, pues  cuatro de las siete islas parecen no existir a niveles representativos y  administrativos, en todos sus niveles, y atendían a intereses tinerfeños o  grancanarios, que imponían sus candidatos en las Islas Menores. 
 
Durante toda la transición del siglo XIX al XX sería un único partido, el  Liberal, el que controló toda la actividad política en las Islas, siendo de este  modo su líder, Fernando León y Castillo, el que decida sobre las candidaturas en las circunscripciones isleñas.
 
Parecía como si los políticos canarios hubieran utilizado durante la  Restauración el problema de la división o de la unidad provincial como una  cortina de humo para ocultar los problemas reales de las Islas. La permanente  pugna de las dos islas centrales suponía una constante manera de competir  por beneficios entre Gran Canaria y Tenerife, pero que amenazaba con agotar  y abandonar al resto de islas a su suerte, tal como aconteció durante todo el  Antiguo Régimen y buena parte de la contemporaneidad, por una u otra  causa.  
 
La osadía de Manuel Velázquez fue oponerse a las órdenes del jefe  indiscutible. Su plebiscito se interpreta como "acto de protesta civil frente al  omnipotente Partido Liberal de Fernando León y Castillo"\ que sin duda vio en  este documento el principio de su fin, pues suponía, teóricamente, liberar a  cuatro islas de la esclavitud a que estaban sumidas, en relación con las Islas  Mayores. 
 
Las Islas Canarias, en lo económico, viven las consecuencias de la  caída de la cochinilla. Se introducen nuevos cultivos de exportación,  concretamente el plátano y el tomate, negocio que está en manos del capital  extranjero, sobre todo inglés, con la aprobación de los terratenientes canarios. 
 
La población sigue recurriendo a la salida más habitual en las islas en  época de crisis: la emigración a América, y las migraciones internas  fundamentales para la subsistencia de islas como Lanzarote y Fuerteventura,  que frecuentemente se veían asoladas por la pertinaz sequía y/o langosta. 
 
De forma temprana surgen algunos brotes de nacionalismo o  independentismo, con Secundino Delgado, pero con poca fuerza dentro de las  Islas, siendo más bien un movimiento forjado entre los emigrantes canarios en  América, aunque llegan a tener su propio órgano de difusión, "Vacaguaré". 
 
La oposición al sistema estará representada por el Partido Republicano  Federal de José Franchy Roca, gran político canario del primer tercio de siglo,  que apoyó a Manuel Velázquez con mucha convicción, si bien no obtuvo  resultados favorables hasta años después de estar implantados los cabildos. El  Partido de Franchy Roca, en aquellos primeros años del siglo, postulaba para  Canarias la necesidad de reconocer la personalidad institucional de cada Isla, en un funcionamiento también autónomo.  
 
Tengamos en cuenta que el Partido Socialista Obrero Español se funda  en Canarias sólo en 1917, con lo cual las clases populares no tuvieron muchas  posibilidades de organizarse, de modo que será sólo en la Segunda República  cuando el Partido Federal de Franchy logre algunos triunfos. 
 
Podemos añadir, concluyendo este apartado sobre Canarias, que en  estos primeros años del siglo es cuando, debido tal vez al clima generado tras  la pérdida de las últimas colonias, el Gobierno español empieza a entender  que existe un "Problema Canario". En efecto,  "el periodo histórico de la Restauración significa para el archipiélago canario la  tóma de conciencia, por parte de Madrid, de la peculiar problemática que 
conlleva la práctica de la Administración pública en las islas". 
 
Fuerteventura, en estos comienzos del siglo XX, vive "una situación de  verdadera miseria generalizada, en parte coyuntural, en parte motivada por  el abandono a que estuvo sumida desde finales del siglo XVIII, y la negación de  cualquier obra o infraestructura que facilitara la vida de sus habitantes. 
 
En realidad, la cosa viene de lejos: la distinción entre islas realengas y  señoriales es decisiva para comprender el atraso histórico de la isla cenicienta,  como la llamaba Velázquez con frecuencia. 
 
Fuerteventura fue siempre una isla propiedad "señorial" de unas pocas  familias que vivían fuera, en Tenerife, Gran Canaria o en Madrid. Esta situación  no varió con la abolición de los señoríos, pues la Corona y los representantes  canarios en Madrid nunca se ocuparon de ella. Un buen reflejo de la situación  es la propiedad de la tierra, con unos dueños bajo cuya tutela se encontraban  también todos los medianeros, ejerciendo unos y otros un estricto control  sobre los jornaleros y aparceros que trabajaban las tierras o pastaban sus  ganados en ellas. Así pudo comprobarse en las diferentes citas electorales,  incluso tras la Ley de Canalejas de 1912, realidad que pudo constatar el propio  Manuel Velázquez en las elecciones de ese año, en las que salió derrotado  frente al candidato del caciquismo de la familia Manrique de Lara. 
 
Al principio del siglo XX la situación era tal que tenemos a  Fuerteventura en poder de los hermanos Manrique de Lara y Cabrera y  consortes, cuatro matrimonios a los que pertenece más del 15% de la segunda isla en  superficie del Archipiélago... con el 30,49 % de la superficie total de la Oliva, el 22,74 de  Tetir, el 21,46 de la de Pájara, el 21,06 de la de Tuineje, el 17,56 de la de Betancuria, el  8,67 de la de Antigua y el 4,48 de la de Casillas del Ángel". 
 
Si a esto añadimos la propiedad de toda la Dehesa de Jandía por parte  de los condes de Santa Coloma, resulta que entre los Manrique y los Santa  Coloma poseen "más de un tercio del territorio insular".  
 
La población de Fuerteventura es muy pobre y sufre, además, la  frecuente sequía de los años malos. El bajo nivel de instrucción es otra de las  lacras de esta población empobrecida: en 1860, el porcentaje de analfabetismo  es del 81%, llegando todavía al 64% en 1930. 
 
Ésta será una de las bazas para el control de la población por medio de  las clases pudientes, control que se va a ver reflejado en los resultados  políticos de toda esta etapa. En estos mecanismos de dominación intervendrán  tanto la nula conciencia social del grupo campesino, junto al analfabetismo,  como la estructura de la propiedad y explotación de la tierra y el agua: 
 
"El peso de la represión estructural es así enorme, con la burguesía propietaria  o arrendataria de cada término -los propietarios no forasteros, escalón  imprescindible del aparato caciquil-, formando las "juntas periciales" que  actuaban como grupo asesor municipal". '* 
 
Un análisis certero de la situación de la isla nos la ofrece el citado José  Franchy Roca, en el prólogo a la obra de Isaac Viera: 
 
"Hay generalmente una idea muy equivocada sobre Fuerteventura. Se  sabe que es un país pobre, pero se cree que su pobreza es congénita,  irremediable, consecuencia natural de las condiciones del suelo y de la  carencia de agua; y no hay tal cosa. . . 
 
¿Por qué ha venido Fuerteventura al triste estado en que se  encuentra? ...Habría que hacer notar a los extraños a Fuerteventura que en  ella subsistió hasta ayer, como quien dice, una suerte de feudalismo que  agostó muchas iniciativas y esterilizó muchas energías. 
 
Habría que enseñarles que, aun hoy, tal vez las dos terceras partes  pertenecen a ricos propietarios forasteros, para quienes poco significan  aquellas propiedades, que casi se limitan a conservar para lustre de sus casas. 
 
Habría que decir que el régimen de centralización absorbente que  impera en 

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