miércoles, 22 de abril de 2015

HISTORIA DE LOS PAPAS DE ROMA: LA SIMIENTE DEL FALSO PROFETA


(XII)

El Papado de la Edad Moderna (1655-1800)

 Índice del Tema

Introducción

Después de la paz de Wesffalia de 1648, quedó definitivamente establecido el mapa político-religioso de Europa. Las condiciones, por lo general, fueron más ventajosas para la Reforma que para el papado. Este ya no sería una potencia política como acostumbraba a ser, al menos de una forma visible, porque las maquinaciones de los incansables jesuitas proseguirían, hasta la fecha, intentando llevar al mundo a los pies de sus propios intereses, mediante la figura del papa de Roma. Gracias a Dios, en ese periodo a estudiar, el “poder temporal” del papa, una de las columnas del sistema pontifical, se va aplacando conforme los derechos feudatarios de la santa Sede sobre muchos territorios italianos son sistemáticamente ignorados.
Historia de los Papas de Roma XII

La imposible “sucesión apostólica” del Colegio Cardenalicio

Respecto al Colegio Cardenalicio; este se divide en tres grupos antagonistas, a saber, a) Los defensores de los intereses de la curia, b) Los defensores de los intereses nacionalistas de cada Corona (España, Italia y Francia), c) El partido independiente. Dada la falta de acuerdo obvia, fue muy usual la elección de papas avanzados en edad y achacosos con el fin de ganar tiempo mientras duraban sus cortos pontificados... (¿sucesión apostólica?).
Si bien es cierto que la maldad de los papas ya no fue tan espectacular o descarada a partir de esos tiempos, no es menos cierto que en el fondo, todo seguiría siendo igual. Los llamados “siete pecados capitales” que según la doctrina romana llevan a uno directamente al infierno, a saber, “soberbia, envidia, ira, pereza, avaricia, gula y lujuria”, eran juego de niños, eran pecata minuta, para los papas; los anteriores, tal y como vimos; también los de este periodo.

1. Papas de la Edad Moderna

ALEJANDRO VII (1655-1667); el neo nepotista

ALEJANDRO VII (1655-1667). Acabó practicando el nepotismo, aunque al principio parecía negarse a ello. Por presiones de sus cardenales, llegó a acceder, y tan convencido estaba al final, que el historiador católico, Beynon, llegó a exclamar: “Muchos, muchísimos fueron los millones que escaparon de las arcas de la Iglesia en dirección a la familia del papa”.
El hermano del papa, Mario, obtuvo el generalato de la Iglesia, y el gobierno del Borgo; su sobrino Flavio, hijo de otro hermano ya difunto, fue enviado al noviciado para que se preparara para el sacerdocio y el cardenalato. El hermano de Flavio fue nombrado gobernador de Sant’Angelo, y toda su parentela de sobrinos segundos y terceros fueron recibiendo sus dineros correspondientes.
Alejandro VII condenó el “Augustinus”  de  Cornelio Jansen, donde este autor católico manifestó su doctrina jansenista. Este papa réprobo, conque dicha doctrina contradecía abiertamente la propia del jesuita Ignacio Loyola, protector del papado, llegó a prometer la indulgencia plenaria a todos los que practicaran los llamados “Ejercicios Espirituales” de Loyola. Alejandro VII moriría el 29 de mayo de 1667; y le seguiría en el solio tras sólo dieciocho días el cónclave reunido, CLEMENTE IX (1667-1669). Este fue uno de esos que hicieron papa cuando ya eran ancianos, por ello sólo sobrevivió dos años.

“Alejandro VII, hizo lo posible por impedir la expansión del protestantismo sobre todo en Italia e Inglaterra.

“Alejandro VII, hizo lo posible por impedir la expansión del protestantismo sobre todo en Italia e Inglaterra.
Fue, por tanto, un papa de transición, y le siguió CLEMENTE X (1670-1676). Este también era otro cardenal anciano; tenía ochenta años cuando le eligieron papa. Tuvo otro cardenal sobrino, Paluzzi-Altieri, experto en asuntos de estado, y llegó a tener la supremacía sobre el secretario de Estado. Al ir envejeciendo el papa, y volviéndose cada vez más senil, más crecía el poder y la influencia de su cardenal-sobrino. Cuando el papa murió, hubo pocos que le lloraron, más que nada debido al odio que el cardenal Paluzzi-Altieri se había granjeado con su forma de gobernar.

“Clemente IX, un papa de transición”

“Clemente IX, un papa de transición”

INOCENCIO XI (1676-1689); el papa que hubiera sido “santo”, a no ser por Francia

INOCENCIO XI (1676-1689). Fue un hombre duro, severo. Desde el comienzo de su pontificado estuvo en violento desacuerdo con Luis XIV de Francia, el cual reunió una asamblea del clero francés para definir los derechos de la iglesia galicana. A saber, el galicalismo, era un movimiento opuesto a la primacía papal; pretendía limitar el control de Roma sobre la iglesia francesa; en todo lo demás era estrictamente romano.
Este papa condenó al grupo y a sus definiciones, dejando a treinta y seis obispos en la calle. Benedicto XIV, en el siglo XVIII, no concluyó su proceso de canonización debido a las presiones del gobierno francés, que no le perdonaban ni después de muerto, el modo cómo había defendido su postura papal. Por otro lado, es interesante ver de qué depende que a uno le hagan santo, o más bien de que a uno no le hagan santo; en este caso, ¡dependió del estado francés!
Inocencio XI, en su afán por adecentar la corte papal y si fuera posible, la misma Roma, aprobó severísimas normas contra la moda femenina, contra las religiones en cuyos cultos hubiera música alegre, etc. Mandó excomulgar a todos aquellos que tomaran rapé en la capilla vaticana. Llegó a prohibir, emulando al Islam, la entrada de todas las mujeres al Vaticano (excepto a aquellas que eran soberanas de Estados).
¡Los cardenales estaban que trinabancon ese hombre! Habiendo disputado con su enemigo el rey francés Luis XIV, el rey Sol, y habiendo este último hecho continuados intentos para reconciliarse, el papa Inocencio pasó dos meses de enfermedad dolorosísima, muriendo el 12 de agosto de 1689.

“Inocencio XI, sólo llegó a “beato” y no a “santo”, por la oposición francesa…”

“Inocencio XI, sólo llegó a “beato” y no a “santo”, por la oposición francesa…”

ALEJANDRO VIII (1689-1691); el papa que tenía prisa

ALEJANDRO VIII (1689-1691). Fue otra candidatura de trámite, ya que el cardenal Pietro Otoboni, el elegido para reinar como papa tenía ya setenta y nueve años de edad. Durante su pontificado renació con fuerza el nepotismo de nuevo, el que su predecesor, Inocencio XI trató de frenar. Veintiséis meses de solio bastaron para enriquecer a su familia. Este injusto y desproporcionado favoritismo hacia los familiares fue uno de los graves pecados en el que incurrieron los papas a lo largo de los siglos. Nombró cardenal y regente a su sobrino Pietro, de veintidós años, y llenó de honores y privilegios varios a otros miembros de su familia con una rapidez escandalosa. El mismo, viéndose anciano, buscaba el enriquecer a los suyos en gran manera y rápidamente, aprovechándose de su posición de privilegio. Suya es la frase: “Démonos prisa, que la penúltima hora ha sonado ya”, refiriéndose a su edad.

El Sagrado “Corazón” de Jesús

Bajo el pontificado de Alejandro VIII se dio origen al culto del “Sagrado Corazón de Jesús”. Este culto dedicado al “corazón” de Jesús entró con mucha fuerza en la iglesia papista. Tuvo su origen en esa época por mano de una mujer enferma mental, Margarita Alacoque, la cual vivía encerrada en el convento de Monial (1690), Italia.
Esta pobre mujer pretendía haber recibido revelaciones que le ordenaban instituir una fiesta y un culto en honor, no a Jesús directamente, sino a su “corazón”. El Vaticano dudó por largo tiempo y rehusó dar su sanción a tal culto extraño, pero finalmente, como veremos, Clemente XIII, en el 1765, lo decretó, y desde entonces en adelante ese culto idolátrico invadió la iglesia romana.
Alejandro VIII, el 1 de enero de 1691 dejaba este mundo.

“Alejandro VIII, en su tiempo surgió el idolátrico culto del “Sagrado Corazón de Jesús”.

“Alejandro VIII, en su tiempo surgió el idolátrico culto del “Sagrado Corazón de Jesús”.
INOCENCIO XII (1691-1700). Mandó que los sacerdotes llevasen siempre el traje talar, mostrándose muy rígido y tremendamente exigente con las formas de vestimenta y hábitos externos de los religiosos; por ello se granjeó las antipatías del clero. También les obligó a hacer los jesuitas “Ejercicios espirituales”.
En política exterior, fomentó la Guerra de Sucesión española al apoyar la sucesión de Felipe de Anjou. El papa no podía olvidar la mentira de su derecho al “poder temporal”.

Clemente XI y su “Unigenitus”

Siguiendo con el impulso nepotista que no acababa de ser erradicado del papado, el 23 de diciembre de 1711, otorgó el cardenalato a su sobrino Aníbal, la excusa fue el decir que fue hecho bajo presión del Colegio Cardenalicio, más que por decisión propia, pero sabiendo que el papa es “Sumo” pontífice, no viene al caso tal parca justificación.
Este mismo sobrino, en 1719, obtuvo el cargo de camarlengo. El cometido más importante en materia de religión de este papa, fue el de luchar contra el jansenismo. El cura jansenista Pasquier Quesnel, publicó varios libros contrarios a la religión católico-romana; más tarde Clemente XI intentó refutar sus doctrinas con su bula “Vineam Domini” (1705), obligando al clero a acatarla, firmándola.
Las monjas de la comunidad de Port-Royal des Champs se resistieron a aceptar y firmar la bula “Vineam Domini”, por lo cual el convento fue ¡clausurado, destruido y arado! La todopoderosa Roma se puso en acción una vez más.
Viendo que la cosa no paraba allí, el romano, en 1708, ordenó que esas obras jansenistas de Quesnel fueran quemadas públicamente en París. El Parlamento francés se opuso a ello, y entonces el papa, ofuscado, se puso a trabajar y escribió la bula “Unigenitus” (1713), por la que condenaba el trabajo del cura Quesnel.
Ambas bulas fueron dirigidas respectivamente a arrancar una sumisión interna de obediencia al papado, y a la condenación directa de la teología jansenista.
Aún hubo otra bula, la “Pastoralis Oficii” del 28 de agosto de 1718, por la cual confirmaba y daba fuerza a la anterior “Unigenitus”.
La realidad es esta: El punto de vista cristiano de que cualquiera podía leer y entender la Biblia destruiría el catolicismo romano. El jansenismo que surgía de las mismas filas del catolicismo, defendía, al igual que hizo la Reforma protestante, la lectura y disfrute de la Biblia por parte de todos sin excepción: ¡Había que destruir el jansenismo!
En el “Unigenitus” Clemente XI descargaba con toda su furia cañonazos contra las verdades que Quesnel había propuesto; a saber:
Quesnel decía: “Los cristianos han de santificar el Día del Señor leyendo libros piadosos, más particularmente las Sagradas Escrituras”, a lo cual respondió el papa en su bula: “¡Condenado!”.
Decía Quesnel: “Quitar el Nuevo Testamento de las manos de los cristianos es cerrarla boca de Cristo hacia ellos”.
A lo que el papa respondía: “¡Condenado!”.
Decía Quesner: “Prohibirles a los cristianos la lectura de las Sagradas Escrituras y especialmente el Evangelio es como prohibir que los hijos de luz usen la luz, y como castigarlos con un tipo de excomunión”.
A esa verdad también respondía el papa: “¡Condenado!”.
El papa Clemente tenía muy en cuenta los consejos que los cardenales dieron en su día a Julio III, previniéndole que cerrara la Biblia al pueblo, ya que de no hacerlo de ese modo, el pueblo se daría cuenta de la gran falacia en la que estaban inmersos. ¡La Biblia abre los ojos!

“Clemente XI, otro papa enemigo de las Escrituras”

“Clemente XI, otro papa enemigo de las Escrituras”

El interdicto dirigido a los católicos

En lo político, el papado de Clemente XI, se vio marcado por la Guerra de Sucesión española, fomentada por su predecesor, Inocencio XII. En el 1715, por no tenerse en cuenta los que se suponen eran derechos de la santa Sede sobre la isla de Sicilia, el papa no tuvo ningún inconveniente en lanzar un interdicto sobre toda la isla.
Ahora bien, hay que entender lo que supone un interdicto, para la población católico-romana. He aquí la explicación: Un interdicto o entredicho, es un decreto papal por el que se priva a alguien de sus derechos religiosos, tales como la asistencia a los cultos, de los sacramentos o de la sepultura eclesiástica.
Los afectados por tal interdicto, son así castigados hasta que el papa considera que la afrenta ha sido reparada. Cuando afectaba a una ciudad o a una nación o estado, como es este el caso, los muertos eran enterrados sin ceremonia religiosa ninguna; los templos se cerraban; los recién nacidos no eran bautizados, y todos eran tratados como proscritos. Así trató ese papa a sus católicos de Sicilia; y el resultado de ello fue provocar la guerra civil en el reino. Se caracterizó Clemente XI de ser el único papa que lanzara el último de los interdictos papales sobre un país entero... Este fue otro de los abundantes papas infalibles.

Aún con la polémica jansenista

INOCENCIO XIII (1721-1724). Buscó que condenaran en Francia al cardenal francés Noailles y a otros obispos que en su día se negaron a firmar la bula de su predecesor “Unigenitus”.
Los escritos de esos clérigos, en los cuales mostraban su rechazo a la imposición de los papas, fueron condenados por el tribunal romano de la Inquisición, por sentencia del 8 de enero de 1722. Por todo ello, el papa buscaba imponerse, y si fuera necesario, por la fuerza, atar y dejar bien atada su estructura de poder en esos países que se decían católicos. Tal es la herencia que aún hoy arrastramos. Prácticamente inadvertido pasó ese papa por la historia. Le sucedió:
BENEDICTO XIII (1724-1730). Usó el mismo nombre papal que aquel Papa Luna de Aviñón. Fue otro Orsini, hijo del duque de Gravina. Con un pontificado anodino, tuvo en el cardenal Niccolo Coscia su hombre de confianza, ocupando el lugar equivalente al de cardenal-sobrino. No obstante Coscia abusó de la confianza y ejerció simonía, comerciando con los cargos que repartía el papa. Se enriqueció considerablemente y de una manera descarada. El anciano papa no tuvo por menos que enterarse del asunto, sin embargo Benedicto, ni se inmutó, y en franca complicidad, mantuvo su confianza en el corrupto cardenal. Falleció el 21 de febrero de 1730. Le siguió...

CLEMENTE XII (1730-1740). El enemigo de los jansenistas

CLEMENTE XII (1730-1740). Siguiendo con la práctica de sus antecesores, procedió eficazmente contra los jansenistas. Este fue otro de aquellos papas ancianos, pero esta vez, duró nada menos que diez  años vivo y en el solio.
Volvió a reincorporar la figura del cardenal-sobrino, que por cierto, éste, lo hizo fatal como gestor. Teniendo su propio cardenal de la familia, Coscia, el cardenal del anterior papa tuvo que abandonar Roma por temor a las represalias. No obstante, de poco sirvió, porque el recién llegado al solio le mandó procesar, excomulgándole, y en el 1733 le condenó a diez años de prisión en Sant’Angelo.
Decir aquí que el siguiente papa que veremos, el papa Benedicto XIV, le liberó y le condonó el resto de la pena que le quedaba por cumplir (que no era mucha, por cierto). Este es un ejemplo más por el cual se aprecia que en cada cambio de papa solía aparecer un cambio quasi radical (¿infabilidad papal?). Esto dio lugar al famoso dicho romano de que la regla de cualquier papa era arrasar cuanto hubiera hecho su antecesor (¿infabilidad papal?).
La dejadez del papa anterior había permitido muchos abusos por parte de los cardenales. Clemente XII deshizo cosas que el anterior papa había dispuesto (¿infabilidad papal?). Volvió a  restaurar el cuerpo de las Lanze Spezzate, y volvió a readmitir a los camareros de honor que habían sido expulsados por Benedicto XIII.
En el año 1738 condenó las logias masónicas, excomulgó a los masones, y ordenó a la Inquisición que se encargara de ellos, y muchos murieron en la hoguera. Igual que entonces, ahora hay innumerables masones en todos los estamentos del Vaticano.

“Clemente XII; enemigo de los jansenistas”

“Clemente XII; enemigo de los jansenistas”
BENEDICTO XIV (1740-1758), fue elegido en medio de las acostumbradas discordias entre los cardenales (¿sucesión apostólica?). El cónclave duró nada menos que seis meses, y al final salió electo, como no podía ser de otro modo, un italiano, el cardenal Próspero Lambertini.
Este fue rígido e inflexible en cuanto al planteamiento de las formas litúrgicas, y esa rigidez atrajo las desgracias y la muerte a muchos. El 11 de julio de 1742 se dio a conocer su bula “Ex quo Singulari”, por la cual declaró acabada la polémica sobre la debatida cuestión de los ritos litúrgicos en el lejano Oriente. Esto había enfrentado a los jesuitas, defensores de las formas rituales estrictamente romanas, con otras congregaciones religiosas.
Con esa bula papal, se ordena la uniformidad ritual, buscando el imponerla por la fuerza papal. Esto molestó tanto al emperador chino Yong Tchinog, que hizo levantar una persecución por la cual muchos católicos murieron. Murieron, no por defender su fe, sino por una serie de formas rituales propias, de corte occidental, inverosímiles para aquella cultura oriental.  Este papa legalista e intolerante sentó los principios básicos de la canonización de los santos.

CLEMENTE XIII (1758-1769). El papa que quería tierras

Le sucedió a este papa, CLEMENTE XIII (1758-1769). Como no, otro italiano, Carlo Rezzonico. Fue un papa impopular, ya que exigía la devolución de ciertos territorios que consideraba propiedad del Vaticano, territorios conseguidos a raíz de todas aquellas falsificaciones, partiendo de la falsa “Donación de Constantino”.
No se le hizo ningún caso, porque estos ya eran otros tiempos.  En ese tiempo, Francia, España, Nápoles, habían expulsado a los jesuitas, entre otras razones, una muy evidente es la expuesta por el rey de España, a la sazón, Carlos III, el cual descubriera una muy importante conspiración de la Compañía de Loyola en todos sus territorios.
El papa, furioso y contra las cuerdas, el 30 de enero de 1768 publicó su “Monitorio”. En ese documento excomulgaba a todos los soberanos de los feudos del Vaticano. Las cortes de los Borbones, que dominaban Europa, tomaron el “Monitorio” como una declaración de guerra y formaron coalición para enfrentarse al papa.
Francia ocupó los Estados Pontificios de Aviñón (Aviñón todavía era feudo de Roma en aquel tiempo). Nápoles ocupó otros condados italianos. Carlos III de España, exigió la supresión del Monitorio, y reclamó que fueran expulsados de Roma el General Superior (o papa negro) de la Compañía y demás cardenales que apoyaban la conspirativa Orden.
El papa no hizo caso, pero cada vez se encontraba más aislado. Esta fue de las pocas veces hasta ese entonces que un papa no podía ponerse por encima de los demás gobernantes y mandatarios. Los reyes no reconocían su “divinidad” en la Tierra.
En enero de 1769, los embajadores de las tres mayores monarquías borbónicas presentaron sendos memoriales al papa, exigiendo en ellos la disolución de la Compañía de Loyola. El papa Clemente dijo que antes aceptar y firmar ese documento se cortaría ambas manos. Al poco murió.
¡Hasta tal punto peleó el papa Clemente XIII por los jesuitas!, porque gracias a ellos, el papado se mantenía e intentaba avanzar conquistando almas y naciones enteras. Al papa le interesaban los jesuitas, los necesitaba (y los necesita). Respecto a la figura de ese pontífice, dice el católico Beynon de él: “Poco de bueno puede decirse de su pontificado. Sólo su intransigencia ante lo que consideró siempre derechos inalienables de la Iglesia (de Roma) fue la causa de que tantos y tantos sucesos nefastos para los asuntos eclesiásticos se produjeran a una velocidad de vértigo”.
El culto al “Sagrado Corazón” de Jesús, es declarado dogma de fe en el año 1765 por este papa.

“El impopular Clemente XIII; el necesitado de sus fieles jesuitas”

“El impopular Clemente XIII;  el necesitado de sus fieles jesuitas”

CLEMENTE XIV (1769-1774). El papa que murió al poco de suprimir los jesuitas

CLEMENTE XIV (1769-1774). Después de un largo período de tiempo en el que ningún cardenal, presionado por sus respectivas potencias, se ponía de acuerdo con los demás; de pronto, cuando el 1 de mayo no había ni vislumbre de acuerdo, diecisiete días más tarde lo hubo, y por unanimidad.
La razón por la cual este “milagro” vino a ser, fue la compra del papado a cambio de disolver la Compañía de Loyola (¿sucesión apostólica?). Clemente XIV, nunca llegará a ser ¡”elevado a los altares”! Este papa, fue criticado por todo el mundo, incluidos los católicos papistas, que han llegado a dudar de la rectitud de sus intenciones, todo porque se atrevió a suprimir la orden religiosa que más hizo por el papado en todos los tiempos, la odiosa Sociedad Jesuita; todo (según esos autores) por causas políticas.
La verdad es que todo el mundo no papista estaba en contra de los jesuitas; ¿la razón?, porque eran intrigantes y conspiradores, buscando siempre la manera de colocar al papa por encima de todos los reyes y soberanos de la tierra.
Las potencias católicas de la Europa meridional habían descubierto muchas veces el “pastel”, y abiertamente se opusieron a esos militares políticos religiosos, a través de los cuales el papa podía seguir adelante afanándose con ser el primer soberano de la Tierra.
Incluso Su Majestad Apostólica, la emperatriz María Teresa de Austria, afirmaba que no quería emplear la violencia contra el Vaticano, pero en nada se oponía a las resoluciones de las cortes borbónicas al respecto.
No hay que creer que fue fácil todo este asunto para Clemente XIV, ya que intentó disuadir a todos de la idea de suprimir la Compañía. No obstante, al final tuvo que ceder, ya que los informes que él mismo solicitaba a sus prelados de diferentes naciones y colonias acusaban a los jesuitas de graves delitos.
El 21 de julio de 1773, con el documento llamado “Dominus ac Redemptor”, anunciaba la supresión de la orden político religiosa. A juicio de Clemente XIV, y según su documento de supresión, la Compañía de Loyola ya no era apta para lo que fue en su día constituida.
Durante algunos años, los jesuitas desaparecieron de la escena visible, pero seguirían en secreto maquinando, hasta su rehabilitación posterior por mano de otro papa, Pío VII. Antes, Clemente moriría de una bronconeumonía el 22 de septiembre de 1774. Curioso que muriera sólo un año después de suprimir la Compañía.
Caraccioli en su “Vie du pape Clement XIV” (París: Desant, 1776), p. 313, escribe:
“Los jesuitas, al menos en un principio, ya no existían; pero Clemente XIV sabía muy bien que, al firmar la sentencia de muerte de ellos, estaba firmando también la propia. “Esta supresión se llevó a cabo al fin – exclamó – y no lo lamento…Lo haría otra vez si no se hubiera hecho ya; pero esta supresión me matará” (cit. en la Historia Secreta de los Jesuitas, Edmond Paris, p. 75)
“Podemos afirmar, con toda seguridad, que el 22 de septiembre de 1774, el papa Clemente XIV murió envenenado” (Barón de Ponnat, op. Cit; 224, cit. en la Historia Secreta de los Jesuitas, Edmond Paris, p. 75)

“Clemente XIV; el papa que se resistió a suprimir la Orden Jesuita, hasta que al fin accedió. El papa que murió poco después”

“Clemente XIV; el papa que se resistió a suprimir la Orden Jesuita, hasta que al fin accedió. El papa que murió poco después”
PIO VI (1775-1799), recuperó para su pontificado la tradición del cardenal-sobrino. Los gastos de su sobrino favorito fueron tantos que el Vaticano no pudo hacer frente a la proyectada desecación de las insalubres lagunas de Pontina.
Este papa vio el surgimiento de la Revolución Francesa, y como el pueblo se levantaba en contra de todo lo establecido, desde la figura del rey, hasta la del papa, pasando por todo su clero. No obstante, muchos católico-romanos seguirían apoyando la vieja institución religiosa, hasta hoy.
(Continuará)
© Miguel Rosell Carrillo, pastor de Centro Rey, Madrid, España. 2009
www.centrorey.org



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