jueves, 13 de agosto de 2015

EFEMÉRIDES DE LA NACIÓN CANARIA


UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL 1501-1600
DECADA 1551-1560

CAPITULO IX-II


Eduardo Pedro García Rodríguez

1552. La tazmía de Chinech (Tenerife) arrojaba la cifra de 13.428 habitantes distribuidos entre 23 pueblos. Se había, pues, producido un incremento neto de más de 4.000 nuevos pobladores a consecuencia de los saldos vegetativos altos y a la inmigración. Eguerew (La Laguna) concentraba un buen porcentaje de los totales insulares. La siguen en importancia las poblaciones de La Orotava, «Realejo de Taoro» y Garachico.

1552. Pues habemos puesto el sitio de las Indias, conveniente cosa es poner el camino por donde van a ellas, para cumplimiento de la obra y para contentamiento de los leyentes, especial extranjeros, que tienen poca noticia de él. Parten los que navegan a Indias de San Lúcar de Barrameda, donde entra Guadalquivir en la mar, que está de la línea Equinoccial treinta y siete grados, y en ocho días o doce van a una de las islas de Canaria, que caen a veinte y siete grados, y a doscientas y cincuenta leguas de España, contando hasta el Hierro, que es la más occidental, De allí hasta Santo Domingo, que hay al pie de mil leguas, suelen por la mayor parte ir en treinta días. Tocan o ven primero a la Deseada, o alguna otra isla de muchas que hay en aquel paraje. De Santo Domingo, escala general para la ida, navegan seiscientas leguas los que van a la Nueva España y trescientas y cincuenta los que van a Yucatán y a Honduras; doscientas y cuarenta los que van al Nombre de Dios, y ciento y cincuenta los que a Santa María, por do entran al nuevo reino de Granada. Los que van a Cubagua, donde sacan perlas, toman su camino desde la Deseada a mano izquierda; para ir al río Marañón y al de la Plata y al estrecho de Magallanes, que es cuatro mil leguas de España, se va por Canaria a las islas de Cabo Verde, que están en catorce y quince grados, y cerca de quinientas leguas del estrecho de Gibraltar, y reconocen tierra firme de Indias en el Cabo Primero o en el cabo de San Agustín, o no muy lejos, que, según cuenta de mareantes, estará casi otras quinientas leguas de Cabo Verde. Quien va al Perú ha de ir al Nombre de Dios, y de allí a Panamá por tierra, diecisiete leguas que hay. En Panamá toman otros navíos, y esperan tiempo, ca no se navega siempre en aquel mar del Sur.
A la vuelta vienen todos, si no quieren perderse, a la Habana de Cuba, que cae debajo el trópico de Cáncer, y desde allí, echando al norte por tener viento, suelen tomar la Bermuda, isla despoblada, aunque no de sátiros, según mienten, y puesta en treinta y tres grados. Tocan luego en alguna isla de los Azores, y en fin, aportan a España, de donde salieron. Desvíanse a la venida, de la derrota que llevaron, trescientas leguas, y aun por ventura cuatrocientas. Hacen tan diferente camino a la vuelta por seguridad y presteza. Segura navegación es toda, por ser la mar larga, aunque pocos navegan que no cuenten de tormentas; lo peor de pasar a la ida es el golfo de las Yeguas, entre Canaria y España, y a la venida, la canal de Bahama, que es junto a la Florida. Ningún hombre que no sea español puede pasar a las Indias sin licencia del rey, y todos los españoles que pasan se tienen de registrar en la casa de la Contratación de Sevilla, con toda la ropa y mercaderías que llevan, so pena de perderlas, y también se han de manifestar a la vuelta en la misma casa, bajo dicha pena, aunque con tiempo forzoso desembarquen en otro cualquier puerto de España, que así lo manda la ley. (Francisco López de Gómara (1511-1565). Historia general de las Indias y conquista de México (1552) [Cap.CCXXI]
1552.
PortadaConquista de las islas Canarias. López de Gómara
Por ser las islas de Canaria camino para las Indias, y nuevamente conquistadas, escribo aquí su conquista. Muy sabidas y loadas fueron siempre las islas de Canaria, según autores griegos, latinos, africanos y otros gentiles escriben. Mas no sé que hayan sido de cristianos hasta que fueron de españoles. Cuenta el rey Don Pedro el Cuarto de Aragón, en su historia, cómo el año de 1344 le vino a pedir ayuda para conquistar las islas perdidas de Canaria don Luis, nieto de don Juan de la Cerda, que se llamaba príncipe de la Fortunia, por merced, creo, del papa Clemente VI, francés. Puede ser que fuesen entonces a Canaria los malorquines a quien los canarios se loan haber vencido, matando muchos de ellos, y que hubiesen allí una imagen antigua que tienen. Los primeros españoles que comenzaron a conquistarlas fueron allá el año de 1393, y fue así que muchos sevillanos, vizcaínos y guipuzcoanos fueron a las Canarias con armada, en que llevaron caballos para la guerra, el año sobredicho, que fue el tercero del rey don Enrique III, según su historia cuenta. No sabría decir a cúya costa fueron, aunque parece que a la suya propia, ni si por mandado del rey o por su motivo. Empero sé que hubieron batalla con los de Lanzarote, y gran despojo y presa en la victoria, y que trajeron presos a España al rey y reina de aquella isla, con otras ciento y setenta personas, y muchos cueros y cabras, cera y otras cosas de riqueza y estima para en aquellos tiempos.
Después el rey don Enrique dio a ciertos caballeros las Canarias para que las conquistasen, reservando para sí el feudo y vasallaje; entre los cuales fue Juan de Betancurt, caballero francés, el cual, a intercesión de Rubín de Bracamonte, almirante de Francia, su pariente, hubo también el año de 1471 la conquista de aquellas islas, con título de rey. Vendió una villa que tenía en Francia, armó ciertos navíos, pasó a las Canarias con españoles y llevó a fray Mendo por obispo de lo que conquistase, para doctrinar y convertir aquellos gentiles; que así lo mandó el papa Martin V. Ganó a Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Hierro, que son las menores, y aun la Palma, a lo que algunos dicen. De  Canaria lo echaron diez mil isleños que había de pelea; y así, hizo un castillo de piedra y lodo en Lanzarote, donde asentó y pobló. Señoreaba y regía desde allí las otras islas que sujetara, y enviaba a España y Francia esclavos, cera, cueros, sebo, orchilla, sangre de drago, higos y otras cosas, de que hubo mucho dinero. A la fama de la riqueza, o por ganar honra conquistando a Tenerife que llaman isla del Infierno, y a la gran Canaria, que se defendía valientemente, pidió el infante de Portigal don Enrique al rey don Juan el Segundo de Castilla aquella conquista, mas no se la dio; y el rey don Juan, su padre, la procuró de haber del Papa, y envió el año de 1425 con armada a don Femando de Castro. Pero los canarios se defendieron gentilmente. Todavía insistieron en aquella demanda, como les había sucedido bien la guerra de la isla de la Maderas y de otras, los reyes don Juan y don Duarte, y el infante don Enrique, que era guerrero, y llegó el negocio a disputa de derecho delante el papa Eugenio IV, veneciano, estando sobre ello en Roma el doctor Luis Alvarez de Paz, y el papa dio la conquista y conversión de aquellas islas al rey de Castilla don Juan el Segundo, año de 1431; y así cesó la contienda sobe las Canarias entre los reyes de Castilla y Portugal.
Tornando, pues, a Juan de Betancurt, digo que cuando murió dejó el señorío de aquellas cuatro islas que conquistara a un pariente llamado Menaute, el cual, continuando la gobernación y trato con el mismo Juan de Betancurt, tuvo diferencias y enojo con el obispo fray Mendo, que convertía aquellos gentiles. El obispo entonces escribió al rey cómo los isleños estaban muy mal con Menaute por muchos malos tratamientos que les hacía, y tenían grandísimo deseo y aparejo de ser de su alteza. El rey, por aquellas cartas del obispo, envió allá con tres naos, y con poderes para tomar y tener las islas y personas, a Pero Barba de Campos, hombre rico, el cual como llegó tuvo que dar y que tomar con el Menaute de palabras y aun de manos. Mas a la fin se concertaron, dejando y vendiendo el Menaute las islas al Pero Barba, y Pero Barba las vendió después a Fernán Peraza, caballero sevillano. Otros dicen cómo el mismo Juan de Betancurt las vendió al conde de Niebla don Juan Alonso, y cómo después las trocó el conde a Fernán Peraza, criado suyo, por ciertos lugares que tenía. De la una manera o de la otra que pasó, es cierto que las hubo Fernán Peraza, y que dio guerra a las otras islas por conquistar, y en la Palma le mataron a su único hijo Guillén Peraza. Llamábase rey de Canaria, y casó a su hija mayor, doña Inés, con Diego de Herrera, hermano del mariscal de Empudia. Muerto Fernán Peraza, heredaron Diego de Herrera y doña Inés Peraza, llamándose reyes, que no debieran. Trabajaron mucho por ganar a Canaria, Tenerife y la Palma; pero nunca pudieron. Tuvieron éstos hijos a Pero García de Herrera, Fernán Peraza, Sancho de Herrera, doña María de Ayala, que casó en Portugal con don Diego de Silva, conde de Portalegre, y otra que casó con Pero Fernández de Saavedra, hijo del mariscal de Zaharia. Entendieron el rey don Femando y la reina doña Isabel, recién herederos, cómo Diego de Herrera no podía conquistar a Canaria; y como fueron a Sevilla el año 1478, enviaron a Juan de Rejón y a Pedro del Algaba con gente y armada a conquistarla. Riñeron estos capitanes andando en la conquista, y mató Rejón a Pedro del Algaba, cuya venganza no se dilató mucho, ca luego mató Fernán Peraza, hijo de Diego de Herrera, al Juan de Rejón, cuya muerte dañó después sus propios negocios, ca prosiguiendo los reyes aquella guerra, estuvieron mal con Diego de Herrera, que se nombraba rey sin serlo. El Diego de Herrera puso pleito a la conquista, porque, o la dejasen o lo dejasen, diciendo pertenecerle a él y a su mujer, por la merced del señor rey don Juan que hizo a Juan de Betancurt, cuyos sucesores ellos eran; y alegando estar en posesión y acto de la conquista, en la cual habían gastado muchos dineros y derramado mucha sangre de hermanos, parientes y amigos. Hubo sobre esto demandas y respuestas con parecer de letra y tras ellas concierto, y los reyes dieron al Diego de Herrera cinco cuentos de maravedís en contado por los gastos, y el título de conde de la Gomera con el Hierro, y él y su mujer doña Inés Peraza renunciaron todo el derecho y acción que tenían a las otras islas. Tras este concierto despacharon allá con armada a Pedro de Vera, natural de Jerez, año de 1480, según pienso. Pedro de Vera gastó tres años en ganar a Canaria, que se defendían reciamente los isleños; y tardara más, y aun quizá no la ganara, si no fuera con ayuda de Guanarteme, rey natural de Galdar, que le favoreció por deshacer a Doramas, hombre bajo que por su valentía e industria se había hecho rey de Telde, por donde entrambos se perdieron. Señaláronse muchos canarios en aquella guerra, como fue Juan Delgado, que así se llamó desde cristiano, y un Maninigra, que fue valentísimo sobre todos, el cual dijo a otro que le motejaba de medroso una vez: "Tiemblan las carnes temiendo el peligro donde las ha de poner el corazón". Alonso de Lugo, que fue gentil soldado y capitán en la guerra de Canaria, conquistó el año de 1494 la Palma y Tenerife, de la cual hubo título de adelantado. Desde entonces son todas aquellas islas de Canaria del rey de Castilla muy pacíficamente, y el papa Inocencio VIII le dio el patronazgo de ellas el año de 1486. [CCXXII] (Tomado de: Mgar.net)
1552.
 El ingeniero de origen cremonés Leonardo Torriani plantea, sin éxito, la creación de dos pequeños muelles para proteger mejor el puerto natural de Garachico en Tenerife.

1552.
Hallándose las islas bloqueadas por los navíos de Francia, y la de Tenerife bajo el gobierno del licenciado Juan de Miranda, fue constante la preocupación de su Concejo y Regimiento por la fortificación del puerto de Santa Cruz de Tenerife.

Ya hemos dicho también cómo a raíz del ataque de "Pie de Palo" a Santa Cruz de La Palma, el Concejo, Justicia y Regimiento de Tenerife, siempre preocupados por la defensa de la tierra, habían nombrado como su mensajero a Juan Benítez de las Cuevas, con el especial encargo de pedir al Rey el emplazamiento de tres nuevas fortalezas: una en Santa Cruz, otra en Garachico y la tercera en el puerto de La Orotava, dotándolas con 20 piezas de artillería; aunque, a decir verdad, sin obtener el menor resultado práctico.

Aquel mismo año de 1553 el regidor don Pedro de Ponte solicitó también autorización de la Corona para construir un castillo o torreón en Adeje, donde poseía magníficas heredades e ingenios, alegando como motivo particular las constantes incursiones de los franceses, que iban a hacer aguada en su término, con los consiguientes saqueos y daños.

Sin embargo, ni este ni otros castillos se levantaron por entonces, a excepción del de Santa Cruz, construido por iniciativa y bajo la dirección de Cepeda ya costa de los propios del Cabildo de la isla. Estaba emplazado sobre el antiguo baluarte-ahora derruído-del puerto de Santa Cruz, o sea en el saliente de costa formado entre la caleta de Blas Díaz y la playa de la Carnicería, y era una recia construcción militar de sillería en su base y de mampostería en el resto de la edificación con dos cubelos emplazados, respectivamente, en el ángulo sudoeste el primero y separado del cuerpo central el segundo, para más protección de la caleta indicada. Su primer alcaide o guarda mayor fué el regidor don Juan Ortiz de Goméztegui, propuesto por el Cabildo y confirmado por el Rey en julio de 1557.

El gobernador López de Cepeda organizó, además, en Tenerife-no olvidando sus aficiones náuticas-una flota para operar contra los moros de Berbería, aprovechándose de la merced hecha por el Emperador en 1526 de los quintos de la Corona para los armadores que fuesen contra turcos y moros.

A López de Cepeda hay también que atribuirle la reorganización de las milicias de la isla de La Palma, para cuyo objeto se trasladó por dos veces a Santa Cruz en la primavera y el verano de 1554, residiendo en ella por espacio de algún tiempo.

Durante su estancia dió posesión de la capitanía general de La Palma a Juan de Monteverde, que así se lo exigió en virtud de la Cédula real de que era portador, y aunque gran parte de los vecinos la contradijeron, alegando ser el beneficiario, hijo de padres extranjeros y haberla obtenido con engaños, López de Cepeda optó por dar a Monteverde posesión de su cargo, sin perjuicio de informar al Rey, como lo hizo, sobre el particular.

De igual manera y con la misma oposición dió López de Cepeda posesión a Monteverde de la alcaidia de las fortalezas de La Palma, aunque exigiéndole el cumplimiento de la promesa hecha al Rey de contribuir a sus expensas a fortificar Santa Cruz de La Palma. Sin embargo, don Juan López de Cepeda no juzgó oportuno el cumplimiento textual del compromiso, sino que eximiéndole de levantar en La Caldereta una nueva fortaleza (por juzgar aquella parte defendida con los tiros de la torre de San Miguel), le exigió, en cambio, dar fin y remate a su costa al castillo de Santa Catalina. Dicha solución tampoco satisfizo a los regidores palmeros, pues aseguraron que no era justo que habiendo gastado la ciudad, en más de cuarenta años que llevaba la edificación, cerca de
3.000 ducados, se beneficiase con la alcaidía de la misma Juan de Monteverde.

Poco antes se había recibido en La Palma la Real cédula de 8 de abril de 1554, por la que el Emperador autorizaba a la isla para repartir 3.000 ducados entre los vecinos, con objeto, de reparar las fortificaciones después de la invasión de los franceses. Con tal fin se reunió el Cabildo el 4 de mayo de 1554 para acordar la distribución de dicha cantidad en proporción a la cuantía de las fortunas; y aunque la nobleza se opuso a participar en el repartimiento general de los 3.000 ducados, alegando sus privilegios, fué obligada a la postre a contribuir gracias a la enérgica actitud del regidor don Pedro de Alarcón.

De esta manera se pudo iniciar con ahínco y empuje la fortificación de la ciudad, aunque con las mutaciones impuestas por las circunstancias, pues ni Juan de Monteverde edificó el nuevo fuerte autorizado de La Caldereta, ni el Cabildo de la isla gastó los 3.000 ducados en dar remate al castillo de Santa Catalina-conforme indicaba la Real cédula de 8 de abril de 1554-, sino que se empleó aquel caudal en el reparo de la torre de San Miguel y en otros gastos de fortificación.

Con objeto de artillar estas nuevas construcciones, el Cabildo hizo infonnación pública el 13 de agosto de 1554, ante el gobernador López de Cespeda y a pedimento del jurado Francisco de Belmonte. De ella resulta que estaban faltas las dos fortalezas de doce "piezas gruesas" de artillería, necesarisimas por ser Santa Cruz de La Palma "el puerto más frecuentado de Canarias por navíos que en él se detienen para sus cargazones y refrescos...". La isla decidió enviar un mensajero al Rey acompañando la mencionada información, y para ello fue escogido el regidor Domingo García.

Este arduo problema de artillar las nuevas fortificaciones construidas o en construcción, que afectaba principalmente a Gran Canaria por el número de ellas, trató diferentes veces de resolverlo por sus propios medios don Rodrigo Manrique de Acuña, conocedor mejor que nadie de los atrasos y urgentes apremios de la Corona para atender a tan distintos y diversos escenarios de guerra. En 1552, siendo por primera vez gobernador Manrique, se habían encargado varias piezas de artillería: a Málaga y Flandes; pero con tal desgracia, que cuando venían de camino se hundieron unas en el estrecho de Gibraltar (las malagueñas) , siendo capturadas las otras por los piratas franceses. Ahora, en 1554, se volvió a repetir, con feliz resultado, lá demanda por medio de un mercader flamenco, saliendo fiador del pago, con su fortuna, don Pedro Cerón; así pudo recibir la isla ocho cañones nuevos e infinidad de arcabuces, mosquetes y otras armas. Las demás islas procuraron imitarla en el camino emprendido.

Don Rodrigo Manrique de Acuña podía estar contento de su labor, que en pocos meses había colmado todas las esperanzas en él puestas y logrado que por segunda vez los franceses pasasen de largo sin molestar las costas canarias. (En: A. Rumeu de Armas, 1991)

1552. La colona Margarita de Acevedo, hija de Gómez de Acevedo y de Onés Borges, pasó con su padre de Lisboa a Tenerife. Casada con el capitán Pedro Méndez. Su marido la mató cuando la sorprendió culpable de adulterio.

1552. Una  Flotilla francesa de 5 navíos al mando de Pierre Rubin y Guillaume Maron, se sitúa entre las islas de Chinech (Tenerife) y Tamaránt (Gran Canaria) al acecho para interceptar las embarcaciones que navegan entre las dos islas. Para el 3 de Abril ya habían capturado 8 buques.

Unos días después, juzgando la situación insostenible, el Gobernador español en Tamaránt (Gran Canaria), Rodrigo de Manrique, arma varios buques mercantes canarios en Winiwuada (Las Palmas) con las piezas de las Fortalezas y se enfrenta a los piratas a la vista de la misma ciudad de Winiwuada (Las Palmas). El 19 de ese mismo mes, Manrique los obliga a rendirse, capturando cuatro de los navíos corsarios y entrando en triunfo en la ciudad con los prisioneros franceses.

1552. En Garafía, isla de Benahuare (La Palma) El templo de una nave de la secta católica que, por mandato del obispo, se levantó cerca de la costa, lo fue para trasladar a ella la parroquia de San Antonio. En efecto el santo y los ornamentos sagrados fueron traídos a la nueva iglesia, que se bendijo, aún inconclusa, a principios de 1552, y en la que se dio culto católico al santo de Padua.

Pero los vecinos del monte no se conformaron; y cuando el visitador del obispado  Luis de Padilla estuvo en Benahuare (La Palma) (Luis fue visitador, con intervalos, desde 1532 hasta 1557), a petición de los moradores de arriba envió un clérigo católico a Garafía con el mandamiento de que volviera la imagen de San Antonio y los ornamentos sagrados a la iglesia del monte. En esta situación, Diego Yanes (apellido tipicamente portugués, pues el castellano correspondiente es Yáñez) pidió al visitador que esta iglesia, ahora sin titular por el traslado de San Antonio a su ubicación primitiva, se dedicara al culto de la Virgen, en su advocación de Nuestra Señora de la Luz, petición a la que accedió el visitador. Naturalmente esto sucedió mucho antes de 1557. Así nació la parroquia de Nuestra Señora de la Luz. A instancia de los vecinos, para evitar, competencias, en el verano de 1558 se crearon los curatos de que el mismo párroco sirviera las dos iglesias. Los libros sacramentales se llevaron sólo por el curato de la Luz, y se iniciaron en 1560.


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