miércoles, 30 de septiembre de 2015

EFEMERIDES CANARIAS






UNA HISTORIA RESUMIDA DE CANARIAS
PERIODO COLONIAL 1501-1600
DECADA 1551-1560

CAPITULO IX-LXVIII



Eduardo Pedro García Rodríguez

Viene de la entrega anterior

1568
El personal que intervenía en las labores previas a la plantación eran trabajadores asalariados contratados para tareas específicas y temporales, mientras que los que intervenían en el proceso de plantación lo eran habitualmente mediante contratos de complantación. Disponemos de algunos contratos para plantación de cañas como el llevado a cabo entre Diego García Viejo, propietario de tierras y aguas, y Juan Sánchez Tornero, que tenía arrendadas la mitad de las tierras de Diego, en el barranco de Aumastel, en Gran Canaria en el año 1522-27, en el que se especifican minuciosamente todas las labores que debe efectuar: tras el corte, se ara y surca la tierra y se planta28; especifica este contrato las condiciones de cada una de las partes y el reparto final a medias entre ambos.

Una vez que se había procedido a la plantación encontramos a uno de los principales trabajadores de las plantaciones de caña como era el cañavero. Sus funciones estaban estrictamente reguladas por el ordenamiento local y el pago a su trabajo se abonaba con una parte de la cosecha, abundando los contratos a partido. La contratación del cañavero podía durar varios años debido a la mayor duración del ciclo productivo, y se ocupaba de todo el proceso de “cura del cañaveral”. Las labores de cura de cañas generalmente se especifican en cada contrato, así en el firmado entre Andrés Suárez Gallinato y Martín Yanes se establecía que correspondía por estas labores: “escardar, desgusanar, cavar, regar, bien labrar, armar a los ratones y hacer todas las bienhechorías que el buen cañavero debe hacer, envarar las madres si fuere necesario y hacer los otros beneficios que convengan”29. Estos acuerdos de cura implicaban la entrega de tierras ya plantadas para que el cañavero realizase todas las labores necesarias a cambio de una parte de la cosecha. En Gran Canaria el pago era en una proporción del 10% con la salvedad que en una ocasión sólo afecta al azúcar blanco y en Tenerife la proporción era menor pero se compensaba con mayores prestaciones en metálico y en otros géneros30. Através de los contratos para la cura de cañas de los que tenemos constancia documental para esta época, sabemos que generalmente los cañaveros contrataban sus servicios por el total de los productos y con posterioridad pagaban un número determinado de arrobas de azúcar.

Sirva como ejemplo el llevado a cabo entre Lucano de Riberol y Diego Ruiz, por el que el primero le da una suerte de caña de azúcar de hoja en Firgas para que Ruiz las cure “fasta tanto que esten de sazon para se moler”, regándolas, escardándolas y armando los ratones y conejos y envarando las cañas por sus madres con sus varas y horquetas. El pago por este trabajo, aparte de proporcionarle las varas y las horquetas y cinco doblas de oro para ayuda de la cava, era de diez arrobas por ciento del azúcar blanco, quebrado o de cualquier otro que procediese del azúcar, y Diego Ruiz pagará el diezmo correspondiente31.

çLas referencias a los cañaveros son abundantes en la documentación notarial, al ser imprescindibles en las plantaciones, pero también a través de procesos inquisitoriales tenemos constancia de su actividad. En este último caso las referencias a estos trabajadores venían determinada por los problemas planteados no con los propietarios de la tierra sino con la justicia, debido a acusaciones que nada tienen que ver con su trabajo, como es el caso de un cañavero de Firgas, Antón Ortiz, quien habiendo estado hacía unos cuatro años en Tirajana “buscaba un gato negro para ser querido de mujeres y una abubilla para sanar y curar…”, por lo que fue procesado en el año 152432.

La figura del cañavero era esencial en la fase de plantación, de ahí los impedimentos existentes para que abandonase la plantación, la prohibición de tener otras tierras salvo las que quedaban estipuladas en el contrato, entre otras. Si la labor del cañavero era fundamental, aún antes de llegar la caña al ingenio encontramos otros trabajadores especializados que desarrollaban su trabajo en la plantación como eran los desburgadores, cuyas tareas también aparecían recogidas en las ordenanzas. Su función
principal era la de preparar las cañas para la molienda, tanto el corte como la limpieza de las puntas y las hojas y atar los manojos o los flejes antes de ser trasladados el ingenio, estando obligados cada día a tener preparada la caña suficiente para ocho calderas que era la medida que se utilizaba para calcular su trabajo33. Su labor estaba estrechamente vigilada, al igual que la del resto del personal del ingenio y así, por ejemplo, en el momento de fijarse las proporciones que correspondían al trabajador y al dueño de ingenio, se prohibía estrictamente “que ningún desburgador venda cogollos sin licencia de su dueño” y así evitarían negocios fuera de control por parte de este oficial. La finalidad de los cogollos era sobre todo como alimento34.

En contadas ocasiones encontramos algunas referencias a trabajadores no cualificados que desempeñaban sus tareas en los cañaverales, como en el caso de los regadores de las cañas, entre éstos figura, por ejemplo, el gallego Rodrigo Pérez, labrador, que moraba en Tazacorte desde hacía 16 años y era este su oficio en la citada plantación35. Traemos a colación este caso concreto porque la mayor parte de las veces esta tarea de regar las cañas competía a los esclavos y son abundantes las referencias sobre los mismos.

También en estrecha relación con las plantaciones, citar a los almocrebes, una de cuyas funciones era trasladar la leña desde las zonas de bosque a las plantaciones o al ingenio. Este transporte se hacía a lomos de camellos, su importancia está constatada por ejemplo en el ingenio de Tazacorte, como también de otros animales como podían ser las recuas de bueyes. El acarreo de leña se medía en tareas que, por regla general, era la cantidad de caña necesaria para ocho calderas, aunque a veces también se utiliza como medida el fleje. Sirva como ejemplo el contrato efectuado en el año 1508 por Diego Sardinha de 4000 carretas de leña a 4 maravedís cada una para la fábrica de Tasautejo. Pero junto al traslado de la leña también era competencia de los almocrebes el acarrear la caña desde las plantaciones al edificio de molienda,así conocemos algunos contratos para el transporte de caña “para ocho calderas por 15 reales de plata” en el año 1514, o para servir “20 tareas de cinco a siete calderasa cambio de ½ dobla cada una” en el año 1521. Normalmente los almocrebes eran contratados junto a los animales de carga y la percepción de su salario podía ser por tareas y por animales, más la comida correspondiente para ambos.

La ganadería fue, por tanto, otra de las inversiones de los ingenios, no sólo para las labores de transporte como hemos reseñado, sino para el arado de las tierras y para el consumo interno, estando su volumen en consonancia con la extensión de la plantación.

En cuanto al elemento humano que trabajaba en el ingenio propiamente dicho36, el ordenamiento local fijaba con precisión las labores que competían a cada uno de los oficiales, tanto sus obligaciones como sus derechos, así se estipulaba que no pudiesen desempeñar más de un oficio, lo que no siempre se cumplía, y todos los oficios especializados debían pasar previamente un examen por el Concejo, tanto los maestros de azúcar como los refinadores, purgadores y escumeros.

El control sobre este personal cualificado llegaba al extremo que los aspirantes a oficiales que trabajaban junto al maestro, cuando concluía su período de formación debían pasar el examen correspondiente ante un jurado, designado por el regimiento, que les confería la licencia para ejercer el oficio. Tenemos constancia de algunos de estos contratos, y genéricamente en todo este tipo de conciertos de aprendizaje se fija el tiempo, unos cuatro años en que el aprendiz aprenderá el oficio y se le dará además vestido, calzado, casa y cama y también cierta ropa al finalizar el contrato.

Normalmente los aprendices se concertaban, por término medio, por tres zafras a cambio de la manutención y la posibilidad de ser colocados como maestros al finalizar el aprendizaje.

La estrecha vigilancia sobre quienes desempeñaban estos oficios cualificados llevó a dictar grandes penas para quienes vulneraran las mismas, de 5000 maravedís al oficial que ejerciera su oficio sin ser examinado además de la pérdida del mismo por un año y al señor de ingenio que lo contratase 6000 maravedís de multa, en el caso de Gran Canaria. En esta Isla, aparece de forma muy precisa la separación entre las obligaciones de los maestros y el resto de los oficiales del ingenio, mientras en Tenerife no es tan clara.

Este personal cualificado tenía unas condiciones aceptables de trabajo dentro del proceso de transformación del azúcar, aunque también tenía una gran responsabilidad.

En los primeros momentos la mayoría del personal cualificado de los ingenios eran originarios de otros territorios y, por su labor en los ingenios, algunos adquirieron carta de naturaleza, como fue el caso del portugués Lorenso Fernandes, a quien se le concedió en recompensa por haber sido de los primeros en hacer azúcar en Gran Canaria y haber enseñado a muchos a hacerla, ya en el año 1502. Gran parte de los maestros de azúcar procedían de Madeira, aunque también encontramos algunos que señalan que eran portugueses como fue Juan Rodríguez que, en el año 1515, figura como maestro de azúcar en el ingenio de Daute37.

La realización de contratos entre el dueño del ingenio y los maestros de azúcar son abundantes en los protocolos notariales, aunque las proporciones estipuladas cambian por islas y por épocas, pero siempre cumpliendo estrechamente los requisitos impuestos por la legislación vigente. Veamos una serie de escrituras de esta naturaleza en las que podemos percibir lo que acabamos de exponer, e incluso en algunos casos cómo correspondía al maestro de azúcar, templar el producto en exclusiva, mientras el temple de las escumas y rescumas era efectuado por el escumero y en otros contratos el maestro de azúcar era el encargado de todo el proceso directamente sin mencionar a otros oficiales.

En el caso del ingenio de Taganana, la finalidad son las mieles y las rescumas y el propietario efectúa el contrato con un maestro para templar y refinar los mieles y escumas de dos zafras al precio de “5 ducados mensuales más una arroba de azúcar de cada 11 y una arroba de escumas de cada cinco”.

Este tipo de contratos es bastante frecuente en todos los ingenios de las islas, así en el ingenio de Tazacorte encontramos, por ejemplo, el concierto entre Adrián González, maestro de azúcar, con los dueños del ingenio, los hermanos Monteverde, obligándose a “hacerle templar las escumas de la zafra de 1554 y hacerlas buenas, limpias y lavadas…”, percibiendo por el trabajo 40 doblas, comida y bebida, “como es costumbre y se da en dicha hacienda a semejantes oficiales”38.

En Gran Canaria tenemos algunas referencias a los contratos realizados por ejemplo, “para templar todas las escumas del ingenio durante un año a cambio de una arroba de cada 100, además de comida y bebida”, así lo podemos ver en el contrato de Andrés portugués que se concertó con el mayordomo del ingenio de Fernando de Santa Gadea, para templarle todas las escumas a cambio que le dieran de comer y de beber: pan, carne, pescado y un cuartillo de vino al día, más una arroba de azúcar de cada 100 que se hicieran39. Prácticamente el mismo tipo de contrato encontramos para el ingenio de Cosme de Riberol. Estos maestros debían templar el azúcar cada dos días, lo mismo el escumero, especialista encargado del templado de las escumas y rescumas que se realizaba en la casa de calderas, tachas y calderas y el purgador dé los barros necesarios.

Las labores del maestro de azúcar y el escumero, en ocasiones, son desempeñadas por la misma persona y suponemos que ello dependería del volumen de caña llevado a la molienda y la rentabilidad de la misma, pues si la producción no era muy elevada el maestro de azúcar podría asumir todo el proceso: azúcar, escumas, mieles, etc., y en caso contrario necesitaría mayor cantidad de personal y mucho más diversificado.

Si importante era la figura de los maestros de azúcar, cuyo salario estaba estipulado a principios del siglo XVI en “seis arrobas por ciento”, también es necesario destacar otra figura clave como eran los purgadores, a quienes los dueños de ingenio no podían despedir una vez comenzado el año o con mayor precisión la zafra, aunque esta protección no era por el mantenimiento del empleo sino que era una garantía para los proveedores y clientes. Entre las muchas obligaciones de este oficial estaba la de sacar ocho días antes de la llegada del lealdador los azúcares de sus recipientes, a cuyo cargo estaban las formas. Tenemos constancia de la existencia de este oficial en todos los ingenios, como es el caso de Juan Gómez, purgador de azúcar en el ingenio de Telde40, o Gonzalo Fernández, portugués en el ingenio de Daute41.

En todo el proceso de refinado42 en el que se eliminaba la suciedad existente y se blanqueaba con cal, lejía y ceniza, hay que señalar que éste no sólo afectaba al azúcar sino también a las mieles y remieles, pues tenemos constancia de algunos contratos a partido entre un refinador de azúcar para el ingenio del Adelantado en Los Realejos por dos años, al precio de una arroba de cada diez que refinase, más el mantenimiento para él y su ayudante43. También encontramos otro contrato para el mismo ingenio y para la misma función por cinco años, para el refinado de todos los azúcares de los dos ingenios, llevando una arroba de cada diez, más comida y bebida para él y para los hombres que necesitase, fechado en el año 1509.

Antes de la obtención de los azúcares, mieles o derivados, encontramos otro grupo que formaba parte del personal de los ingenios como eran: los cocedores, moledores y bagaceros, aunque en estos últimos casos estas labores podían ser ejercidas por personal no cualificado bajo la vigilancia de los oficiales, pues en el caso de los cocedores, la mayor parte del personal era esclavo que resistían mejor este duro trabajo a temperaturas muy altas, pero siempre bajo estrecha vigilancia. En el caso de los cocedores eran contratados para ocuparse de las calderas de cocer y melar “a razón de nueve diarias durante toda la zafra por 1300 maravedís mensuales, más la alimentación, comida y vino, y la ayuda de tres negros, dos caldereros y un acarreador bagacero”44. En este contrato que nos está sirviendo de referencia la figura del bagacero se incluye como personal auxiliar de los cocedores, pero siempre figura en esta dependencia. Los bagaceros eran los encargados de recoger los deshechos de la caña una vez prensada y retirar el bagazo de los molinos. Este proceso ha quedado patente en la toponimia de las islas: La Bagacera, entre otros. Los contratos con este personal de los que disponemos son menos numerosos, pero suprecio oscilaba en torno a los 1250 maravedís, más la alimentación.
En los contratos relativos a los cocedores generalmente figura junto al contratado un personal auxiliar, como por ejemplo en el efectuado en el ingenio de Santa Gadea en Gran Canaria en el año 1513 por el que Miguel Moros portugués, se comprometió a hacer este trabajo “con tal que le diesen dos negros que se encargaran de hervir y otro para transportar el líquido”45.

Por lo que respecta a los moledores, en el año 1517, percibían por la molienda de cañas de toda una zafra entre 1500 y 1750 maravedís al mes, sirva como ejemplo la carta de soldada de Antón de Zamora a Juan Plasencia por el tiempo de una zafra, por la cual este último, moledor, se compromete para el año 1523 a moler en el ingenio de Juan Marcel de Arucas y percibirá por su trabajo 1400 maravedís mensuales, más comida y bebida.

La estricta regulación del azúcar prácticamente no dejaba lugar a improvisaciones y la aplicación de la normativa junto al análisis de los contratos para cada una de las operaciones ha permitido establecer unas tablas de salario para todo el personal cualificado del ingenio. El correspondiente al ingenio de Agaete en el año 1504que sus dueños debían abonar era el siguiente:

Maestro de azúcar: 2000 mrs., moledor: 1500 mrs., purgador: 1200 mrs., cocedor: 1100 mrs., mozo del purgador: 600 mrs., tacheros: oscilaban entre 600, 583 y 541 mrs., molinero: 500 mrs.; los mayordomos percibían entre 1500 y 1100 mrs., los desburgadores entre 666 y 800 mrs., el herrero calderero y el despensero: 800 mrs.46, pero de todos ellos el de mayor responsabilidad y nombrado por el regimiento era el lealdador, cuyo oficio encontramos en Tenerife desde el año 1507, y cuyo salario se estableció en 20.000 maravedís anuales. Este no era un oficial del ingenio, pero sí quien controlaba el producto final y era responsable de autorizar las exportaciones.

Estos eran los salarios medios percibidos por el personal del ingenio, sin contar evidentemente los esclavos, pues en el caso de que fueran alquilados, la remuneración era para su dueño. Los precios de estos últimos se fijaron, por ejemplo, para un esclavo alquilado en el ingenio de Agaete en el año 1504, en 600 maravedís y estos salarios se abonaban, teóricamente, en azúcar para evitar la salida de numerario de las islas. Si bien esta parece ser la normativa general, tenemos referencias de algún caso en que encontramos la prohibición de abonar los salarios en azúcar, lo que no siempre se cumplió. Las ordenanzas de Gran Canaria prohibían pagar a los empleados del ingenio con azúcar para evitar su reventa y provocar una caída de los precios, pero en Tenerife el valor del azúcar como moneda sólo excluye a los prestamistas de dinero y a los mozos de soldada que servían fuera de los ingenios, el resto del personal del ingenio recibía su soldada en azúcar. Sin embargo, a partir del año 1507, los jornaleros consiguieron que se les eximiese de cobrar en azúcar, pues según argumentaban la “tenian que malvender para comer”.

Estrechamente vinculado al personal cualificado del ingenio, encontramos artesanos de diversos oficios, sobre todo especialistas en construcción, mantenimiento y reparación, que realizaban sus trabajos en el complejo industrial mediante contratos de ejecución de obra. Entre éstos eran significativos los maestros de hacer ingenio, sirva como ejemplo, el concierto de los Ponte, en 1553, con Antón Blas maestro de hacer ingenios, para la edificación del ingenio de Adeje utilizándose para su edificación madera de las montañas de Daute, además se llevaron para el citado ingenio 7000 formas y 300 signos al puerto de “la Ramada” en Adeje y, con posterioridad, una vez levantado el edificio principal se construirá la casa de prensas, la de calderas, etc.47o el ya mencionado ingenio de Taganana ejecutado por Diego Sardinha, citar también al maestro de ingenios Gonzalo Díaz, portugués, a quien encontramos en Daute en el año 1501, por sólo citar algunos casos. La edificación de estos complejos estaba a cargo de personal cualificado, generalmente portugueses que dirigían la obra en la que intervenían albañiles y carpinteros.

Otro personal cualificado, cuya presencia en los ingenios no era circunstancial eran los herreros, indispensables para la producción de herramientas y accesorios para el ingenio, como se observa en el contrato efectuado para el ingenio de Taganana entre los herreros Gonzalo Yanes y Francisco Bernal48. Junto a ellos encontramos, entre otros, a los caldereros especialistas en el montaje y mantenimiento de las piezas metálicas de los ingenios, etc. Las piezas de hierro eran uno de los bienes preciados del ingenio, de ahí la importancia de su mantenimiento, pues la compra de este instrumental suponía unos gastos significativos, así por ejemplo en el ingenio de Agaete se gastaron 12.500 maravedís por “veynte çinco achas de fierro que se gastaron en el corte de leña en Tamadava” o también 800 maravedís en seis libras de alambre, entre otras49. Los denominados en la documentación trabajadores de los cobres o caldereros constituían otro grupo importante dentro de los oficios relacionados con los ingenios, siendo su función principal la de ocuparse del buen estado y mantenimiento de las piezas de cocción, pailas, calderos, así como velar por la adquisición de fondos de calderas que generó un importante comercio con el exterior sobre todo con Flandes. La importancia de los caldereros se observa, por ejemplo, en los Acuerdos del Cabildo de Tenerife, quienes toman medidas para que el calderero Martín López no abandonase la isla “porque era un buen oficial para los ingenios”50.

Llamamos la atención, asimismo, sobre los oficios de carpintería, pues a través de los aprecios de los ingenios tenemos constancia de su trabajo y de las piezas de carpintería necesarias, así por ejemplo en la casa de mieles y de granel del ingenio de La Orotava51 figura la carpintería que llevaba y su precio. El papel de los carpinteros era muy importante, pues la mayor parte de las dependencias del ingenio eran de madera, como se deduce por ejemplo del contrato efectuado en 1506 por el vizcaíno Pedro de Unçella, estante, quien se obliga como Tomás Justiniano a armarle de madera y tablazón una casa de ingenio y casa de purgar “de 130 pies de luengo, la casa de ingenio y 200 pies la casa de purgar y el ancho necesario”. Ha de armarlas sobre paredes de tijera y cubiertas de su tablazón, con sus puertas y ventanas52.

Las labores de los carpinteros abarcaban también la fabricación de las diferentes piezas de la maquinaria del ingenio como los ejes, entre otros, y, por supuesto, las cajas de azúcar para la exportación del producto, como se observa en el contratoefectuado entre Álvaro Fernández, carpintero, y Jaime Joven para construir “100 cajas de azúcar para tres andamios, con dos palmos y tres dedos de alto y 10 maravedís por caja”53.

Junto a este personal cualificado existía en el ingenio una masa importante de trabajadores libres y esclavos; no abundan los contratos en la primera época de este tipo de personal libre, pues la mayoría de ellos serían verbales. Estos hombres libres ligados a los trabajos del azúcar residían en casas o chozas cercanas al ingenio, así en el ingenio de Los Sauces contamos con la enumeración de las casas de los trabajadores y quiénes eran sus moradores, como eran las de Inés la Gallega, otra en la que mora Antonio de Sequera portugués trabajador, Gaspar Díaz trabajador, entre otros 54, e incluso tenemos referencias de algunos de estos trabajadores libres que fueron a su vez propietarios de solares y casas como fue el de un mulato, vecino de los Llanos de Jaraquemada, que vendió un solar a un vecino del lugar, con toda la piedra que tenía dentro, o el caso de la negra María Linda que adquirió una casa con su corral, cocina y horno55.

Los tipos de contratos de los que tenemos constancia señalan, por ejemplo, el de algunos mozos para servir en el ingenio, sin especificar sus labores, como sucede en el ingenio de Taganana, en que se arrienda un mozo y dos caballos, figurando la indemnización prevista para los caballos, pero del mozo no se dice nada. También podemos intuir la contratación de trabajadores temporales para una labor concreta como ocurrió en el año 1506 en el ingenio de los Romano en Güímar que se contrató como capataz a Alvarianes, portugués, y a 20 peones al tiempo de la cosecha por un salario de 11.000 maravedís, posiblemente para el pago del salario del capataz y de los obreros contratados.

Junto a los trabajadores libres del ingenio, el personal más numeroso estaba formado por esclavos, difíciles de cuantificar pues su número es variable y fluctuante, pero sin duda constituyeron una de las bases materiales que permitió la alta rentabilidad de los ingenios azucareros, pues el binomio azúcar-esclavitud fue una realidad, aunque en el caso de Canarias, como ya hemos mencionado en páginas precedentes, este personal se combina con un importante número de trabajadores asalariados al ser el tipo de explotación prioritario de manera directa con contratos a partido y por supuesto contando con la existencia de personal esclavo.


Ana Viña Brito
En la España Medieval
2006, 29 359-381
ISSN: 0214-3038

Universidad de La Laguna. Tenerife

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