lunes, 28 de septiembre de 2015

GUANCHES MEXTURADOS





1568, Siendo inquisidor en la colonia de Canarias Ortiz de Funes, se pidió de nuevo por la Suprema de Sevilla de la Inquisición española una nota de los canarios convertidos y entonces, consultando los escasos antecedentes que aún se conservaban, se encontró copia de la carta dirigida por Tribaldos a la Inquisición de Sevilla, acompañando el expresado padrón, en cuya carta decía que en aquel año (1504) había en el Archipiélago 1.200 familias canarias «fuera de otras muchas -añadía-, que estaban mexturadas con ellas, pues con los conquistadores vinieron muy pocas mugeres y éstas casadas, por lo que la mayor porción de los conquistadores casaron con las desta tierra, habiendo también principalmente en las islas de Lanzarote y Fuerteventura muchos moriscos y descendientes de ellos». En este notabilísimo documento se añade que, los isleños descendientes de canarios, ocultaban cuidadosamente su filiación por las razones que antes hemos expuesto. (Ver efemérides de 1504)


El célebre cronista Núñez de la Peña, que, tanto se dedicó a escudriñar las oscuras y enmarañadas alianzas de nuestros principales conquistadores y sobre cuyo asunto dejó tan curiosas noticias, nos asegura que no siempre se debía dar crédito al apellido para deducir por él si la persona era descendiente español, porque sucedía entonces que no sólo cada hijo tomaba el que entre los de sus abuelos le parecía más sonoro y brillante, sino que los mismos canarios y esclavos moriscos, al ser bautizados, adoptaban los nombres y apellidos de sus señores y padrinos. Había además, añade, otra costumbre impuesta con frecuencia por los fundadores de vinculaciones y mayorazgos para perpetuar sus nombres y apellidos, y era la de obligar al sucesor de sus bienes a abandonar el que tuviese y adoptar el que la fundación le imponía. A este propósito, el mismo cronista nos refiere un ejemplo curioso del estas suplantaciones. Al ocuparse del vínculo fundado por el licenciado Andrés Xuarez Gallinato, pone al pie de su árbol genealógico estas curiosas palabras: «El capitán Andrés Xuarez Gallinato de Fonseca, regidor, que antes se llamó Pedro de Ponte, casó con doña Isabel Abarca de las Cuevas, hija de Luis Benítez del Hoyo y de Elvira de Vergara». Váyase luego a adivinar
que Andrés Xuares Gallinato se había llamado en otro tiempo Pedro de Ponte.

Demostrado queda, pues, que la raza indígena no desapareció nunca del suelo afortunado y que sus rasgos más característicos se descubren todavía en una parte muy considerable de la población actual, especialmente en aquellas comarcas apartadas de las costas donde las fusiones con extraños elementos se repiten con menos frecuencia.

Estas islas han obedecido a la ley fisiológica del movimiento ascensional de la especie.

Los adelantos de la civilización, perfeccionando las razas, tienden a nivelarlas, y cuando a ellos son refractarias sufren la absorción completa de la una por la otra. Obedeciendo dicha ley vemos el tipo primitivo, representante de la Edad de Piedra, tender a elevarse al contacto de la raza semítica que lo compenetra, y ésta a su vez, con su tipo mixto, producto de aquella fusión, envolverse en las corrientes del progreso al recibir en su seno los elementos vivificadores de la raza ibérica.

De aquí ha resultado una población morigerada, laboriosa e inteligente que ha dado a
La metrópoli hombres eminentes en todos los ramos del saber humano.



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