miércoles, 30 de septiembre de 2015

LEYENDAS GUANCHES CANARIAS




 

 LA CREACIÓN DEL HOMBRE
 En un principio era Achamán, dios poderoso y eterno que se bastaba a sí mismo. Antes de él sólo había la nada y el vacío, el mar no reflejaba el cielo y la luz aún carecía de colores. Achamán también se llamaba Abora y también Alcorac. A él debían su existencia las criaturas, pues creó la tierra y el agua, el fuego y el aire, y toda la vida que en ellos cabía. Achamán habitaba las alturas y a veces las cumbres de las montañas para regocijarse contemplando lo que ante su mirada se avivaba.   Un día se detuvo Achamán en la cima de Echeyde. Desde allí su obra le pareció más bella y perfecta, como si la descubriese por vez primera, y pensó que debía compartirla. Entonces decidió hacer a los seres humanos para que también ellos admirasen lo creado, para que de ellos hicieran uso y para que lo conservasen…

 LA LEYENDA DE LA REINA ICO
 Reinando Zonzamas en Lanzarote llegó a la isla una embarcación española al mando de Martín Ruiz de Avendaño. Al ver la nave a distancia los isleños se aprestaron para el combate. Transcurrido el tiempo, Ruiz de Avendaño decidió ir a tierra en son de paz, llevando consigo rico vestido que regaló al rey como muestra de amistad. Zonzamas aceptó el regalo y, en muestra de amistad, entregó al recién llegado ganado, leche, queso, pieles y conchas, invitándolo a descansar en su morada de Acatife.

Allí eran esperados por la reina Fayna y sus hijos, Timanfaya y Guanareme. Como huésped de los reyes pasó Avendano varios días en Mayantigo. Mas tarde retornó a su barco y partió.
A los nueve meses la reina Fayna dio a luz una niña de tez blanca y rubios cabellos, a la que puso por nombre Ico. El pueblo murmuraba y renegaba de la princesita y de su origen. Así transcurrió el tiempo, y la niña creció sana y hermosa al cuidado de Uga, su aya.
Transcurrido el tiempo Zonzamas y Fayna murieron. Los Guaires, reunidos en asamblea, proclamaron rey a Timanfaya. Con el paso de las estaciones Ico se fue convirtiendo en una bella joven. Guanareme se enamoró de ella y acabó por hacerla su esposa.
Tiempos después otras naves vizcaínas y sevillanas llegaron a las costas de Lanzarote en busca de esclavos. Los lanzaroteños se aprestaron para la defensa. En la lucha muchos isleños murieron, otros fueron hechos prisioneros y encadenados como esclavos para ser vendidos en la Península. Entre estos últimos estuvo Timanfaya.
Desaparecido el rey, los guaires se reunieron otra vez para elegir nuevo soberano. Este debía de ser Guanarteme, pero nadie osó pronunciar su nombre, pues si era elegido su esposa, Ico, debería ser reina y su nobleza, origen y sangre eran discutidos. Su piel y sus rubios cabellos recordaban demasiado la lejana llegada de Ruiz de Avendaño y si Ico no era hija de Zonzamas, no podía llevar la corona, así que tuvo que huir.
   Deliberaron largamente los Guaires. Finalmente decidieron que, para llegar a la verdad, la princesa fuese sometida a la prueba del humo. Quedaría encerrada en una cueva acompaña de tres mujeres no nobles. Después se llenaría el aposento con un humo espeso y continuado; si la sangre de Ico no era noble, perecería como las otras mujeres. Si sobrevivía sería signo inequívoco de su nobleza. El día siguiente sería testigo de la prueba.
Por la noche Uga, la niñera de Ico, la visitó con el pretexto de animarla, pero nada más quedar a solas, la vieja aya le dio una esponja a la princesa diciéndole que al llegar la hora de la prueba, la empapara de agua y la pusiera en su boca, con lo cual saldría viva de la cueva. Ico hizo caso. Cuando fue abierta la cavidad las tres mujeres villanas yacían muertas, mientras que ella salió con vida. En Adelante sus súbditos no dudaron de su nobleza.
MAYATIGO, PEDAZO DE CIELO
Doce eran los reinos de la Palma. Sobre el de Aridane reinaba Mayantigo, cuyo nombre significa “Pedazo de Cielo”.
Un día el soberano del reino Ahenguareme, Echentive, hizo caso omiso de un antiguo pacto de paz que estableció con Mayantigo y entraron en guerra.
 En una feroz batalla se enfrentaron los dos reyes y sus hombres. En la primera contienda Mayántigo fue derrotado y, malherido en el brazo, tuvo que huir. Pese a las curas pronto vio cómo la gangrena se extendió por el miembro dañado, entonces él mismo se lo corto por el codo.
Una vez curado, Mayántigo continuó la lucha contra Echentive al que acabó venciendo, obligándolo a firmar la Paz. Pero desde estos sucesos, Mayántigo, “Pedazo de cielo”, también sería llamado Aganeye, “Brazo cortado”
DARGOMA, GUAIRE DE GALDAR


Cada Guanarteme o rey de Gran Canaria contaba con seis Guaires en su corte, elegidos entre los nobles de su reino. De entre los de Galdar destacó por su corpulencia y fortaleza Adargoma.
 En cierta jornada Adargoma sostuvo un combate con Gariraigua. Guaire de Telde, en el valle de Tenoya. En el fragor de la lucha cayó Adargoma bajo su adversario, quedándose en una situación que era considerada como de derrota. Pero en esta posición logró estrechar con manos y piernas el cuerpo de su enemigo, con tanta fuerza que al final Gariraigua se rindió. Jamas mencionó Adargoma que ganó la lucha, pues había caído debajo de su rival.
APARICION DE LA VIRGEN DE CANDELARIA

 En la playa de Chimisay, en la desembocadura del barranco de Chinguaro, dos pastores cuidaban sus rebaños. Cuando oscurecía observaron como los animales corrían inquietos, no haciendo ningún caso de sus ordenes. Pronto quedaron sorprendidos cuando mirando hacia la costa cercana, vieron sobre un pequeño risco la presencia de una figura de mujer, que sostenía un niño en sus manos y que portaba una candela en la otra.

Probaron a hacerle señas, puesto que tenían prohibido hablar a cualquier mujer en un paraje desierto, intentando pedirle que les dejara pasar. Como quiera que no lo consiguieron, uno de los pastores intentó tirarle una piedra, mas, de inmediato observó con gran espanto que no solo no podía lanzar piedra alguna, sino que en su intento se dislocó el hombro.
Con gran cuidado se fueron acercando hasta la mujer, admirando con gran sorpresa su fisonomía y sus vestiduras. Entonces el otro, queriendo comprobar si el niño que tenia en sus manos era humano, intentó hacerle unos cortes con su tabona sin lograrlo pues para mayor maravilla y sin saber como, vio como aparecían unas heridas en sus manos.
   Estos sucesos atemorizaron a los pastores, los cuales rápidamente marcharon a su pueblo a fin de relatar a su rey, el Mencey de Güimar el extraño episodio. A la mañana siguiente el rey acompañado de su corte bajó hasta las playas de Chimisay. Allí pudo ver un imagen de piedra, maravillándose mucho de su parecido con una mujer viva. Ordenó que la llevasen de inmediato a su cueva, pero nadie osaba cogerla por el temor que les inspiraba.
Finalmente los dos pastores se atrevieron a tocar la imagen, y al momento sanaron sus heridas en el hombro y en la mano. Atónito por lo sucedido, el Mencey de Güimar quiso ser él quien la llevara, pero no pudo por la grande de su peso. Entonces todos los que habían venido ayudaron en el traslado hasta el sitio de Chinguaro, donde la colocaron sobre pieles curtidas.
 LAS PITONISAS DE FUERTEVENTURA
Dos reinos, separados por un larguísima pared de tierra, dividían la Isla de Fuerteventura. Uno, Majorata, era gobernada por Guize, otro, el de Jandía tenía como rey a Ayoce. Ambos monarcas tenían gran fe en Tibiabin y por su hija, Tamonante, las dos adivinadoras, las dos pitonisas, cuyas profecías siempre se habían visto confirmadas.
Guize y Ayoce pidieron a Tibiabin y Tamonante por el futuro de sus reinos. Después del sacrificio de una baifa, en sus entrañas leyó Tibiabin:
“Llegarán gentes poderosas por el mar en sus casas blancas. No temáis ni les tratéis con violencia. Antes bien, recibidles con alegría y entregaros a sus designios, pues sólo beneficios traerán a nuestra tierra”.
 LAS PROFECÍAS DE GUAÑAMEÑE
Bencomo, el más terrible de los menceyes, hizo matar a Guñameñe, el adivino, pero sus vaticinios no se acallaron, y el tiempo los vio cumplidos.
Ya sus palabras habían sido pronunciadas cuando Guetón, el heredero del Mencey de Güimar, fue hecho prisionero por Bencomo.
Pretextando unos robos de ganado Bencomo invadió Guimar, haciendo prisionero a Gueton y también a Guañameñe. Llamó Bencomo a su presencia al adivino y le pregunto por el futuro; esto fue lo que le dijo:
“Llegarán aves blancas y grandes alas por el mar, extrañas huellas cubrirán las arenas de las playas y se cuajará la tierra suelta de los montes. Estará todo dispuesto entonces para que se escuche el cruel sonido de la batalla. Arduo y prolongado será el combate. A su término sólo un terrible despojo será la isla, amargo, como la derrota”.
Bencomo no aceptó aquella profecía que hablaba de derrota, por eso mandó a matar a Guañameñe, el adivino. Sin embargo, pronto llegarían a las costas de Añaza galeones de guerra, y la sangre comenzaría a correr.
 LA LEYENDA DEL GAROÉ
Cuentan numerosos historiadores que en tiempos de la conquista hubo en la isla de Hero, (Hierro en la actualidad) un árbol al que los naturales llamaban Garoé, y no conocían los estudiosos otro árbol similar en todo el archipiélago o tierra conocida. Este era capaz de destilar el agua de las brumas que llegaban a él, por sus grandes hojas, siendo esta recogida en unas oquedades hechas en el suelo por los naturales de la tierra. No había más agua en Hero que la que destilaba el Garoé. Era por ello que los Bimbaches adoraban a este árbol como si de un dios se tratase, velando siempre por su bienestar y seguridad.
No obstante cuando vieron llegar a los conquistadores al puerto de Tecorone (hoy de “La Estaca”), temieron por su propia libertad y reúnen en Tagoror a toda la isla, pues no era la primera vez que los barcos piratas llegaban a aquellas islas para diezmar a su población vendiéndola como esclavos en países allende el mar. En dicha asamblea se llega a la resolución de que se deben cubrir las copas del Garoé para que no sea descubierto por los extranjeros, ya que de no encontrar agua posiblemente se fueran, abandonando la empresa de conquistar la isla.
 Todo se hizo según lo acordado, y habiendo guardado reservas de agua lo suficientemente importantes como para no volver al Garoé en varias semanas e imponiendo la horca a quien revelase tan preciado secreto, vieron como la expedición franco-española de Maciot Bethencourt comenzaba a sufrir las penalidades de la sed. Fue entonces cuando una aborigen, Agarfa, se enamoró de un joven andaluz de dicha expedición, y dejándose llevar por el amor que le profesaba reveló el valioso secreto del Garoé sin pensar que con ello estaba condenando a todo su pueblo a perder la libertad.
Estando Maciot al tanto de la buena nueva, sabía que la conquista de la isla estaba próxima. Por contra los bimbaches, viendo como su árbol sagrado estaba en manos extrañas decidieron ajusticiar a Agarfa secuestrándola del campamento extranjero en donde se encontraba, ahorcándola el rayar el alba del día siguiente.
Días más tarde Armiche (Mencey, Rey de Hero) rinde homenaje al conquistador Maciot de Bethencourt y al poco tiempo fue cautivo junto a sus más fieles vasallos, por los mismos que le habían prometido amistad y cordialidad, marchando con él, la libertad y majestad del último mencey de Hero.
LA MUERTE DE HERNAN PERAZA
Por su proceder tiránico Hernán Peraza era odiado por los gomeros.Tales fueron sus tropelías que, a poco de comenzar su gobierno en La Gomera, tuvo que hacer frente a una sublevación de los isleños. Tal fue su magnitud que debió pedir ayuda a Gran Canaria, en concreto a Pedro de Vera, para poder sofocarla y, cuando lo hizo, mas de doscientos prisioneros, entre ellos mujeres y niños, fueron reducidos a la esclavitud.
La tiranía volvió entonces a la isla y el odio de los gomeros se hizo mayor cuando se enteraron de sus amores ilícitos con la princesa Iballa. En la cueva de Guahedum los amantes ocultaban sus amores y allí tendrían lugar el drama.
En el risco de Tagulache, Hapalupo, el padre de Iballa, junto a su hijo Calahuige y el valeroso Hautacuperche planearon la venganza. Mas, sin embargo Calahuige juró y tuvo miedo de que los planes fuesen descubiertos. Su padre le atravesó el corazón con un dardo por su muestra de cobardía y tiró su cuerpo al mar.
Cuando Hapalupo y Hautacuperche regresaban, vieron tras un frondoso árbol a la vieja Tixiade, la Mujer Sabia, la cual dijo conocer sus planes. Convino con ellos en aprovechar las visitas amorosas de Hernán Peraza a Iballa, comprometiéndose a darles aviso cuando el castellano fuese a la cueva de Guahedum. La señal sería un silbido prolongado.
Sin sospechar nada llegó Hernán Peraza a su cita amorosa. Despidió a sus servidores. Mientras los amantes se encuentran en su lecho de pieles, se oyó un prolongado silbido. Era la señal convenida. De inmediato Iballa sospecha lo peor y alerta a Peraza. Incluso le presta sus vestidos para que así, disfrazado de mujer, pueda huir en la confusión. Pero la estratagema no da resultado y Hernán Peraza tiene que volver al refugio de la cueva. Allí recoge sus armas y sale al exterior donde le esperaba Hautacuperche quién, encaramado en la entrada de la cueva, arrojó su dardo contra su enemigo, atravesándole el cuello. Al mismo tiempo hapalupo dio cuenta de los criados que acudieron a defender a su señor.

Silbó entonces Tixidae para llevar la noticia a todos los rincones de la isla, y su silbido, como un eco, se propagó.
LA MUERTE DE DORAMAS
Desde las alturas de Arucas, Doramas, el Guanarteme de Telde hostigaba sin cesar las tropas de Pedro de Vera. El conquistador español, dispuesto a terminar cuanto antes con esta situación, desplegó a sus hombres en un cerro cercano a donde Doramas tenía sus guerreros. Desde allí ambos ejércitos se contemplaban en espera de la batalla decisiva.
Fue entonces cuando se oyó a Doramas lanzar un grito poderoso, desafiando a Pedro de Vera, invitándole a luchar entre ellos de modo que aquel singular combate dirimiera el resultado de la lucha sin derramar la sangre de más isleños o más castellanos.
Sin embargo, Pedro de Vera, aconsejado por sus hombres, desestimó el desafio, pero no impidió que uno de sus hombres, el hidalgo Juan de Hozes, abandonara sus filas y se lanzara en caballo en contra de Doramas. No tardó mucho tiempo el caudillo canario en frenar la acometida, pues con un certero lanzazo lo mató.
Ante esto, Pedro de Vera, cegado por el furor, arremetió contra Doramas. Lucharon ambos durante rato sin que la lid pareciese tener un claro vencedor. De repente, en uno de los lances de la batalla, uno de los escuderos del castellano hirió a Doramas por la espalda, el cual cayó a tierra sangrando y moribundo. Desde allí increpó con desprecio al conquistador por su traición.
Pedro de Vera ordenó entonces que le cortaran la cabeza y la clavaran en un pica. Así la llevaron al Real de las Palmas, exhibiéndola como un macabro trofeo.
TANAUSU, EL INDÓMITO
A poco de desembarcar Fernández de Lugo en la isla de La Palma, todos los soberanos de la isla habían pactado con él o habían sido reducidos, todos menos Tanausú, soberano de Aceró, “el lugar fuerte”, la Caldera de Taburiente.
Era éste un lugar casi inexpugnable, rodeado de escarpados cerros, al que sólo se podía acceder por dos pasos: el barranco por donde se perdían en el mar las abundantes aguas de la Caldera, y otro, menos difícil, el llamado Adamacansis. Por este último paso decidió Fernández de Lugo penetrar en el reino de Tanausú. Sin embargo, enterado el rey pálmense de este movimiento, apostó a sus hombres en el mismo y obligó a los conquistadores retirarse.
Desistió entonces el castellano de este intento. Al poco tiempo intentó una nueva penetración, esta vez por el barranco, el cual estaba menos custodiado por entender el rey pálmense que era prácticamente inexpugnable. Enterado, sin embargo, de este osado movimiento, trasladó a sus guerreros al lugar haciéndoles frente con bravura tal que los hombres de Lugo volvieron a desistir del empeño.
Convencido de la dificultad de vencer a Tanausú en su terreno, Fernández de Lugo envió a un isleño amigo, Juan de Palma, a parlamentar con el bravo caudillo palmero, solicitando por su boca una entrevista para concertar una paz aceptable para todos. Respondió Tanausú afirmativamente al ofrecimiento. El conquistador pareció aceptar tales condiciones. Cumplidas éstas, Tanausú salió de la Caldera en dirección del territorio de Aridane, acampando en la Fuente del Pino.
Nada más concertar la entrevista comenzó a Fernández de Lugo a urdir la traición. Cuando en la mañana del día acordado el caudillo pálmense se dirigía al lugar previsto, los españoles, emboscados en el paso de Admacansis, iniciaron el ataque. Poco pudieron hacer los palmeros ante una estratagema tan inesperada. Numerosos fueron los muertos isleños y la victoria traicionera de los castellanos se consumó. Tanausú fue hecho prisionero y, cargado de cadenas, lo condujeron a bordo de sus barcos para llevarlos a España.
Se cuenta que el rey palmero, al ser encadenado gritó: ¡¡Vacaguaré!!, es decir, ¡Quiero morir!. Cuando el barco que lo conducía a España se alejaba más y más de que querida tierra, más profunda era la tristeza del prisionero. Nada dijo, nada bebió. Nunca llegó a la Península el mar fue su tumba.
LA LEYENDA DE LA ISLA DE SAN BORONDON
A lo largo de los tiempos se ha hablado en las Islas de la existencia de una octava isla, llamada de San Borondón en honor a San Brandano, monje irlandés que la encontró, según la leyenda, en uno de sus viajes por estos lugares del Atlántico.
Al parecer fue el ermitaño Barinthus quien le habló de una tierra maravillosa, lugar donde Dios permitía vivir a sus santos Delicias, y resaltó la abundancia de vegetación y de frutos, así como de otros productos como las piedras preciosas. Por allí vagaron maravillados hasta que un ángel se les apareció y les ordenó que embarcaran de nuevo.
San Brandano quedó fascinado por tal relato, así que sin perder tiempo propuso a San Maclovio y a catorce discípulos suyos iniciar un viaje en busca de ese paraíso.
Durante siete años de travesía, avistaron muchas islas, pero ninguna como la que descubrieron en un día de Pascua. Sucedió que los monjes llevaban navegando largo tiempo sin que divisasen tierra alguna. Oró entonces San Brandano al Señor para que le permitiera celebrar misa en tierra firme. Dios oyó sus plegarias y, milagrosamente, surgió del mar una isla. Allí desembarcaron, erigieron un altar y celebraron la Pascua. Cuando terminados los oficios, se dispusieron a comer, la tierra comenzó a temblar y a moverse, alejándose del barco. Rápidamente entonces los monjes embarcaron de nuevo y desde la nave observaron como la isla iba desapareciendo como una ballena.
    Este es el relato que da pie a la leyenda de la existencia de una isla al oeste del Archipiélago que aparece y desaparece regularmente, de tal manera que, aún en nuestros días hay quien asegura haberla visto.
LA LEYENDA DEL DRAGO MILENARIO
Otra leyenda que vincula la tradición mítica-clásica en el Drago Milenario, y que relatan con entusiasmo y convicción los viejos marineros del litoral es la siguiente:
Una tarde en la remota antigüedad, cierto navegante mercader llegaba de las costas mediterráneas en busca de sangre de Drago producto muy en boga y de gran importancia en la elaboración de ciertas preparaciones de la farmacopea, y desembarcó por la playa de San Marcos, de Icod de los Vinos para llevar a efecto su lucrativo propósito.
Estando ya en la playa sorprendió allí a unas infantas o damas de esta tierra, que conforme al rito tradicional se bañaban solas en el mar aquella tarde veraniega. El intruso navegante las persiguió, logrando apoderarse de una de ellas. Esta trató astutamente de conquistar el corazón del extraño viajero para mejor buscarlo y lograr huir, y mostrándoles signos de consideración y amistad les ofreció algunos hermosos frutos de la tierra. Para aquel navegante que venía detrás de la sangre del Drago, y traía metido en la imaginación y en el alma el mito helénico de las Hespérides, los frutos que aquella dama de esta tierra le ofreciera, pudieron muy bien parecerle las manzanas del mítico jardín. Mientras él comía gustosamente desprevenido, la bella aborigen saltó ágil al otro lado del barranco, y a todo correr huía hacia el bosquecillo cercano escondiéndose tras la arbólela. El viajero sorprendido en principio trató de perseguirla de cerca, pero vio con sorpresa que algo se interponía en su camino, que un árbol extraño movía sus hojas como dagas infinitas, y que el tronco parecido al cuerpo de una serpiente se agitaba con el viento marino y entre sus tentáculos se ocultaba la bella doncella guanche. El navegante lanzó el dardo que llevaba en sus manos, contra lo que a él se le figuró un monstruo, con gran miedo y asombro  y al quedarse clavado en el tronco, del extremo de la jabalina empezó a gotear sangre líquida del Drago.
Confuso y atemorizado el hombre huyó laderas abajo, se metió en su pequeña barca y se alejó de la costa; porque iba pensando en su corazón,que había sorprendido en el jardín a una de las Hésperides a la que salió a defender el mítico Dragón. Esta narración no tiene, como es lógico, ningún valor histórico, pero como toda leyenda, resulta poética y encantadora.
LA LEYENDA DE AMARCA
En viejos romances canarios corría de boca en boca la triste historia de Amarca, la celebrada doncella indígena. Tan gallarda era su figura, tan peregrina su belleza que llegó a ser envidiada de todas las doncellas. Tenía su morada en las bellas alturas de Icod. Su rústico albergue parecía como un nidal colgado en las crestas de la montaña, para sustraerse a las miradas y a la ambiciones esas aves rapaces, embaucadoras, que se llevan a las muchachas guapas.
 Hasta el rústico hogar de la doncella llegó un día Belicar, el último Mencey , Rey y señor de estos dominios de Icod y quedóse atónito y deslumbrado ante la extraordinaria belleza de la joven. Desde aquel día memorable acrecentóse su fama y corrió como fausta noticia por todo el Menceyato. Una condición tenía la moza que contrastaba con lo humilde de su linaje: su natural altivo y desdeñoso. Amarca veiáse continuamente asediada de amores por muchísimos hombres y otras tantas sembró el dolor y la decepción en sus amantes. ¿A quién amará Amarca?, preguntabánse intrigada los zagales. ¿Para quién será el corazón de aquella belleza hija del Teide?. Guarecida a las faldas del coloso siempre entre las nieves.
Lo Sorprendente nueva no se hizo esperar mucho tiempo. Uno de los más aguerridos vasallos del Reino, Garigaiga, el pastor, había enloquecido por Amarca. Amarca esquivaba su cariño; repudiaba su pasión local, desenfrenada. Repelía al hijo del Volcán, el de la tez hirauta y morena y los brazos recios como robles.
Enloquecido por el dolor de verse desdeñado, una tarde mientras los horizontes teñíanse de sangre y el sol moribundo plateaba las aguas del Océano como un riera de luna en una noche de misterio, vióse que Garigaiga, en el borde de un alto precipicio, agitaba sus brazos como banderas en la premura.
Vióse arquear el cuerpo hacia delante, hundir la cabeza sobre el pecho y partir veloz hacia el abismo. La noticia del trágico suceso no tardó en extenderse por todas partes. Las mujeres, culpaban su egoísmo, y a sus desdenes atribuían la muerte del pastor.
   De pronto Amarca desapareció, nadie sabía cual había sido el destino de la doncella. Sólo un anciano que una mañana la había visto descender de las cumbres y caminar como una sonámbula hasta las orillas del mar, hallabase en posesión del secreto. Qué no la buscasen, más parecía decir sus labios fríos y trémulos plegados para siempre y el anciano aquél lo contó todo. Una semana al brillar los primeros destellos del sol, vio que Amarca se arrojaba al abismo, y después de luchar con el bravo oleaje, llevábasela mar adentro una ola alegre y corretona como un niño.
Era la época del “Beñesmen”, de la sazón y de la riqueza de las mieses, eran los días de placidez y de luz, y todo sumióse en sombras y lágrimas… Amarca había aparecido muerta sobre las arenas de la playa, la habían matado un remordimiento muy hondo. El Mencey Belicar mandó que se cantasen tristes endechas; que se encendiesen luminarias en los cerros, y que los más fornidos mozos, como real costumbre en los días aciagos, azotasen con sus varas las aguas del mar. Mandó también que se ungiese su cuerpo con los más olorosos perfumes, que no en vano era la flor más preciada de la comarca.
   Al cabo de los años cuando algún nocturno caminante cruzaba las cumbres del Teide, un lamento extraño escalofriante, deteníale acongojado. Era una voz débil, apagada, dolorida, que se aparecía surgir del fondo del barranco. Era aquel mismo clamor de súplica, de pena, de trágica agonía que tantas veces balbucearan los labios febriles de Garigaiga, el loco: “Amarca……hermana Amarca”.
Tomado de: https://laciudaddeldrago.wordpress.com/losguanches/

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