miércoles, 4 de noviembre de 2015

AFRICA VERSUS AMERICA LA FUERZA DEL PARADIGMA






Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de MedinaSidonia

CAPITULO XXVIII



LA ADMINISTRACION PORTUGUESA

Firmado el tratado de Cintra, Manuel I se dispuso a rentabilizar el Cabo de Guee o Aguer, instalando factoría. Aprovechando estancia en Lisboa de Estavaô de Vaaz, factor en el Safi, recabó información, recibiendo extenso memorial, de 27 de febrero de 1510. Tenía Vaaz barco en Flandes, con carga de pimienta molida, valorada en un millón de reis. Se invertiría en adquirir paños para el Safi, cubriendo la demanda de un año, que "no sería poca". Hubiese preferido comprarlos en Flandes, por tener precio fijo, pero moros y alárabes los querían de Inglaterra, donde era variable. Exigente la clientela, rechazaba los que no tenían la "fineza" y color de su gusto. Preferido el azul oscuro, seguían el verde y el rojo, gozando el amarillo de aceptación moderada. "Anseses" y buenas "antonas", se vendían ente 18 y 20 meticales - oro, reportando la pieza, incluidos fletes y riesgos, un beneficio 3.290 reis, aunque se vendiese a 16 meticales. En la "peçeta", a metical y medio o dos, se ganaban 300 reis, teniendo mejor salida los paños redondos. Para el consumo de un año en el Cabo, el factor aconsejó adquirir 100 piezas de antonas y 2.000 peçetas de las mejores, pues se competía con la importación de "Callez"[1] y otros lugares de Castilla, que recibían "mucha mercancía de Inglaterra", vendiendo de contrabando en Berbería [2].

Carta de Ignacio Martines, mercader residente en Taludamte, informó al factor de disturbios en Fez. Habiendo nombrado el Xarife justicia mayor, a su primogénito, por ser cargo incompatible con la corona del Sus, que quería para un hijo menor, con 16 años, el mayor arrastró con la gente de guerra, dejando Fez desamparada y sin control. Castellanos y franceses aprovecharon el vacío de poder, para instalar factorías en el cabo de Aguer o "Guee", "muy llenas de mercadurías". Moderada la actividad de los franceses, los españoles tenía "gran trato", exportando los Pardos de Burgos, cada año, 600.000 cruzados en azúcar. Cercanas sus factorías a la portuguesa, sin más protección que 10 o 12 moros, Vaaz aconsejó a Manuel I ocuparlas, consiguiendo un "trato" en Berbería, superior al del Xarife[3]. Al no acceder el rey, creció el contrabando. Urca con pasaporte del Emperador, apareció en el Cabo. Consignada carga de paños, desembarcó estaño para bombardas, trocándolo por azúcar. Nao francesa sacaba especiería, clavo y otros géneros, monopolizados por la corona. Le siguieron la pista, llegando a Lopo Martines, residente en Tavira, criado de Duarte Alvarez, mercader de Lisboa, que despachaba a Francia una carabela al mes, con azúcar, especies y otros géneros de Berbería. Para mayor vergüenza, vendió barco de armada portugués con su carga, capturado por los corsarios del capitán Barbote d'Alcunha, bretón de la Rochella. Profesional, hizo cortar la cabeza a los tripulantes, respetando a nieto del maestre Rodrigo. Lo llevó a Francia, por ser niño [4].

Entretanto, los vecinos de Meça padecían a Sequeiras. Habiendo sellado "las plumas... por escrito", la amistad de los "habitantes" del reino de Messa con el "rey de dos continentes y de los climas de las Indias"[5], se renovó el vasallaje, dado en 1497, quedando la tierra "bajo la protección de Dios y bajo la vuestra". Expulsado Fernández de Lugo y recibido el factor, obedeciendo al rey, esperaban buena administración y mejor justicia, pero amparado en su torre se dedicó a la trata, a expensas de sus administrados. Quejosos mandaron embajada a Lisboa, encabezada por el jeque Ba'Azzi. Expuso ante Manuel I, que por su real prestigio, debía meter en cintura al subalterno, porque habiéndose puesto voluntariamente en manos de cristianos, sus vasallos eran el hazmerreír de los musulmanes, al verles reducidos a esclavitud, sin tener de qué "enorgullecernos". Respondió el monarca con carta contundente, dirigida a Sequeiras. De regreso en Meça, el Xeque transmitió su contenido al factor. Replicó mandando cuadrilla de árabes, a robar esclavo negro en el campo, que metió en la torre. Con ayuda del portugués Joâo Rodríguez, que vivía entre los naturales, escribieron a Sequeiras "en escritura de cristiano". La respuesta no pudo ser más desabrida. Tras jurar por Dios que no les daría el negro, aunque lo pagasen, lo facturó a Madeira, para que no pudiesen recuperarlo.

Los del Cabo se dirigieron nuevamente al rey, dando cuenta del suceso. Al no haber respuesta, Sequeiras se envalentonó. Yendo el judío Ben Zamirun, hombre respetado en el país, al territorio de los Beni Tamer "para sus negocios", en compañía de cierto musulmán, le hizo raptar, quedando el moro sobre el terreno, porque intentó defenderse. Encerrado el judío en la fortaleza, el factor pidió rescate. Creyéndose en un estado de derecho, los de Meça formaron delegación de 10 caballeros. Marchando al frente el xeque Ba'Azzi, con el estandarte real y el "dahír" o carta de Manuel I, se encaminaron a la torre. Recibidos en el interior, tras escuchar la lectura de la real misiva, Sequeiras hizo traer a Ben Zamirun. Declarando nulo el vasallaje, que a su tiempo dio a Manuel I, le obligó a renovarlo, antes de iniciar conversaciones. Enunciaron los delegados argumentos legales, que hacían al secuestrado acreedor a la libertad, respondiendo el factor que siendo suya la tierra y la torre, pues las ganó "con su brazo y con su dinero", "este judío no saldrá y no obtendréis nada de nosotros.., aunque el rey viniese en persona con vosotros", porque no tenía "autoridad ni medio de acción"[6].

Los moros clavaron el "dahir" "en un lado de la casa", acampando en las inmediaciones, estandarte al viento, a la espera de que el factor reflexionase. Pasados tres días, "viendo la causa perdida nos hemos vuelto, sin haber obtenido nada". Ben Zamirun se rescató "por 30 meticales y dos grandes volúmenes, de los libros de los judíos", corriendo "entre los mercaderes genoveses, que están en el país y entre los musulmanes.., que el rey no tiene poder ni autoridad sobre la casa y que ésta pertenecía a los que eran rebeldes". Sinceramente despechados, los vasallos añadieron: "nuestro odio y nuestra vergüenza en este asunto de judíos, se han visto aumentados", haciendo notar su fidelidad, pues no habiendo cristiano que se ocupase "de nosotros y hablara con nosotros.., no nos hemos separado de vos". Conocido que la más firme de las lealtades se desvanece, si tropieza con deslealtad, añadieron: "estos son procesos vejatorios por parte de vuestra gente. ¿Cúal sería nuestra situación con otros?". De no poner coto a Sequeiras, "nuestro hermano Ba'Azzi" devolvería al rey estandarte, carta y las llaves de la casa, "que vos poseéis en nuestro país", por no querer señor, incapaz de cumplir sus promesas, representado por factor, que amenazaba "con apoderarse de Ba'Azzi o de Hammu ben Barka o de algunos niños"[7].

Sancho de Vargas, castellano residente en Canarias, llevó a Lisboa una segunda carta, no menos dolida: "con vuestro escrito y en vuestro estandarte que hemos escogido, nos creíamos seguros de todo acto de hostilidad". Pero los que en otro tiempo circularon por la tierra, "libres de todo temor", desde que se hicieron vasallos de Portugal vivían hostigados, incluso por las "tribus aliadas", no atreviéndose a "lanzarse a la mar", por haber sufrido desagradables experiencias: "algunos de los nuestros.., viniendo de Safi" en la barca de Diego de Mouta, fueron despojados por castellanos. Acudieron a Abd al Rahamân, caudillo musulmán que estaba en la ciudad. Recuperó la presa, reservándose una parte por el servicio, dando otra al barquero, en pago de flete y daños y la tercera a los mercaderes. Ricos y profesionales, repusieron la carga, en la esperanza de resarcirse. Regresando a Meça en dos barcos del mismo Mouta, fueron asaltados por otros castellanos: "nos hemos convertido en objeto de burla en el país de los musulmanes. Estas gentes, dicen, pretendían estar bajo la protección del cristiano... y han llegado a ser lo que veis: ya no tienen sus bienes ni su religión"[8].

Murieron Abd al Rahaman y Diego de Mouta, sin que llegase respuesta. Cada día más molestos, los de Meça se dirigieron otra vez a Manuel I. Recordaron que le dieron vasallaje, "por Dios y por justicia", aceptando "su noble estandarte" en lo particular y lo público, porque les ofreció amparo para poder comerciar, "en el país que quisieran"[9]. Pero no podían salir de su término, donde soportaban vejaciones y calumnias de Joâo Lopes: "dicen que estas cosas son babeadas por un perro que nos amenaza, nos gobierna y relata cosas de nosotros, de las que el sí sería capaz". Sospechando que había connivencia entre el rey y su factor, lanzaron ultimátum: si Manuel I deseaba conservarlos por vasallos, tendría que cumplir. Y "si los rechazaba ¡alabado sea Dios!, separémonos sin mal", quedando el monarca libre de vender la casa de Agadir o darla a quien mejor le pareciese, pues es "vuestro bien y vuestra propiedad... Buscaremos lo que necesitamos en quien tenga fuerza y poder, ya sea judío u otro cualquiera". Pero al ser diplomáticos, matizaron a renglón seguido: lo dicho "nos ha sido sugerido por la cólera y porque tenemos el corazón roído, a causa de lo que nos ha ocurrido a nosotros, que estábamos orgullosos de estar a vuestro servicio". Recordaron que un rey "se debe estrictamente a sus promesas", pues de no cumplirlas, los vasallos buscarían mejor señor. Y añadieron coletilla: "no os fiéis del judío que nos ha humillado y que ha usurpado vuestra autoridad". Fechada la misiva a 6 de julio de 1510, la llevó Ba'Azzi, con licencia y pasaje, facilitado por Nuño de Freitas, factor en el Safi, embarcando "en el navío de otro servidor vuestro"[10].

Presentes intrusos con posibles, en las inmediaciones de Aguer, Manuel I comprendió que urgía sacar a Sequeiras. Civilizado, acudió al trato, comprando torre y tierra en 5.000 cruzados, pagaderos en dos plazos: el primero de 3.000 cruzados en azúcar, a la firma del contrato, el segundo de 2.000, en pimienta, cumplido el año. Destinada la suma a la restitución de la dote de Beatriz, mujer de Sequeiras, pues la invirtió en Santa Cruz, el marido recibió, a título de tenencias, renta de 100.000 reis anuales, a percibir desde primero de enero y dos vidas, siendo libre de legarla al hijo o hija, que designase en testamento. La pólvora y artillería de la torre, fue valorada en 347.000 reis, que pagó el rey, corriendo la corona con los impuestos, generados por la operación. El 12 de noviembre de 1512, el factor, alcaide - propietario de Santa Cruz del Cabo de Guee, con su mujer, traspasó a Manuel I lo alto y lo bajo de la fortaleza, pertenencias y tratos, con exclusión de las "alcaiçerías" de Santa Cruz. Se las reservó el vendedor como bien transmisible, por línea directa, masculina y de primogenitura, con prohibición de ampliarlas.[11].

Despedido el desalmado, la corona se desinteresó de Arguím, centrándose en el Cabo. Los nuevos factores llegaron a 10 de diciembre de 1513, encontrando el puerto de "mala desembarcanza neste tempo". Les recibió el capitán Jam Ferreira. Estaba en la fortaleza desde mayo, con 10 espingarderos y personal civil, sin ver paga desde hacía siete meses. Saldada la deuda, quedaron en caja 180.000 reis y dos arcas de plata. Al no producirla la región, trocarla por oro, generaba un beneficio del 14%. Suspendido el "trato", a causa de las maneras de Sequeiras, en los almacenes quedaba algo de plata y "bordates", en regular estado. El del edificio era lamentable. En plena temporada de lluvias, el agua entraba en toda las salas. Para preservar las pipas de harina y pólvora, se metieron en rincones resguardados de la iglesia, que "tamben chove como na rua". Sin tejas para tapar las goteras, las pidieron de urgencia a Portugal, aconsejando mandarlas en chalupas de los pescadores, que frecuentaban el Cabo de Aguer, ahorrando tiempo y dinero. A cuatro palmos la obra de chapar y contrachapar la "cava", por la parte del muro, que batía la mar, no se podían subir los seis y medio previstos, por falta de andamios, pues los operarios no se atrevían a utilizar los que había. Agotada la madera labrada, sin herramientas ni personal para prepararla, la pidieron a la metrópoli, reclamando oficiales que supiesen cocer cal. Con piedra sobrada y "muy buena", no la tenían, porque al no usarla los naturales, no sabían hacerla. Demasiado pequeña la fortaleza para guardar las mercancías, que exigía el trato previsto, se habría de reconstruir casa ruinosa, adosada el muro, como almacén auxiliar, a más de hacer viviendas, pues los oficiales carecían de albergue [12].

El factor repasó el personal: el cristiano "nuevo" encargado de los rescates, era un incapaz y el portero un irascible, que trataba con altivez a los moros, despidiendo clientes. Requiriendo el cargo individuo "sofrido" y paciente, habría que reemplazarle, junto con los inútiles notorios, que completaban el elenco, siendo indispensable subir los salarios, pues mientras se pagasen de miseria, no se encontraría hombre capaz. Compró Ferreira batel, para abastecer a la casa de pescado, pero faltaba pescador. Al no querer servir los vecinos, pues pescaban "a la puerta" de sus casas, lo tendrían que mandar de Portugal. Indispensables caballos, para acarrear leña, habría de adquirir media docena[13]. Enumeradas las carencias, Rodrígues describió Santa Cruz como factoría prometedora. Apenas corrió noticia de su llegada, acudieron "cabezas" de la cabila de Cacima. Amigos de Ferreira y de la casa, se ofrecieron a traer "mantenimientos" y hacer caminos, a cambio de salario y subvención regular, para mantener caballos y contratar espingarderos, por si el Xarife tomaba a mal su relación con cristianos. Querían además regalo de vestidos, para cinco o seis moros "principales". Prometieron divulgar la novedad del cambio de factor, por todas las cabilas, hicieron algunas compras, más por educación que por deseo, dejaron provisión de leña y pidieron entregar en la factoría algunos de sus hijos, a título de rehenes, prueba de buena voluntad que rechazó Rodrígues, por no alimentarlos, arriesgándose a ofender a unos señores, que consideraban promoción social, tener vástago alojado en la fortaleza [14].

Cuando se retiraron a comer, Ferreira aconsejó a los factores dar esperanzas a los padres, pues era gente susceptible, que al menor recelo dejaba de aportar vituallas. A la puesta del sol apareció un tal Meyman, padre de dos muchachos que se llevó Sequeiras, en garantía de préstamo de 50 onzas. El factor aconsejó a Manuel I rescatarlos, aunque fuese a fondo perdido, pues teniendo el padre ascendiente en la región, rentabilizaría su agradecimiento. Importante la oferta de oro, las arcas de plata se vaciaron en días, siendo desviada a los rescates, la destinada a las pagas. Cargado el producto en carabela, con destino a Portugal, Rodrigues pidió 150.000 reis de urgencia[15], paños y plata, para poder continuar el negocio, pues teniendo los moros por costumbre presentarse graneados, el almacén debía estar provisto, para que la clientela no saliese chasqueada, pues irían en busca de dos mercaderes de Cádiz, establecidos en Tamaraque y Taludamte desde 1510, que reponían existencias en Calez, rescatando una media anual de 2.000 meticales de oro, con "cantidad" de cera y corambre[16]. Con la instructiva misiva se mandó muestra de cobre. Sin atender al Xarife, que prohibió la exportación, los naturales ofrecían servirlo a 5 meticales quintal, de 100 libras castellanas [17].

Carta fechada en Lisboa, a 14 de abril de 1514, fue recibida en Santa Cruz el 9 de mayo, indicando que con buen tiempo, estaba a 25 días de Portugal. La contestó Alfonso Rodrígues, el 4 Junio, acusando recibo de 2.000 piezas de "bordates" y 100 "quoartylhas", oportunas pues se había terminado el género. Desde su llegada, el factor no dejó de comer un solo día, a las dos de la tarde, con visitantes "moros" y judíos. Trocadas las mercancías que entregó Juan Ferreira, se metieron en la carabela, "que algunas veces viene de la Mina", 2.600 meticales de oro de "toda sorte", 640 arrobas de cera y algo de corambre, lamentando el factor que la "ropa" hubiese llegado "rota": "con todo creo que no durará nada, según se gasta", pero convenía ofrecerla "buena", pues mientras persistiese el contrabando, el monopolio de Manuel I era pura ficción. La propia carabela que trajo los paños, encontró dos o tres navíos cargados de "ropa", que se dirigían Taracuquo. No habiendo bombarda gruesa ni tiros de metal en la plaza, pues los "de coronahas", que dejó Sequeiras, estaban embarcados en barcos del rey, la carabela Santa Cruz quedó tan mal armada, que de no insistir Ferreira, no hubiese salido en busca de los mercaderes. Encontraron el barco de Francisco de Minho, vecino de Calez, descargando en Taracuquo, pero no pudieron atraparle. Expuesto el fracaso, Rodrigues pidió carabela de armada, para cerrar el puerto musulmán, acabando con la competencia [18].

Días más tarde moro de Taracuquo, trajo aviso de navío de arribada, "muy cargado de ropa". Le esperó la Santa Cruz, disfrazada de pesquero. El mercader se acercó confiado. Los portugueses le mandaron amainar, obedeciendo al ver batel, con gente preparada al abordaje y "un tiro de fuego.., para tirarles". Capturados los intrusos, resultaron ser genoveses con intención de instalarse entre moros. Habían comprado la carabela a compatriota, para ir y venir a Calez, en busca de genero. Decomisada la carga, pasó a los almacenes de la fortaleza, insistiendo el factor en que tener corsarios residentes, tan cerca de Santa Cruz, devaluaba la factoría, pues no era posible competir, con quien vendía libre de impuestos. Rodrígues recordó por enésima vez, a Manuel I, que al ser escasos los ríos y abras practicables, bastaría una buena carabela de armada, para controlar toda la costa. Con tenerla y abastecer Santa Cruz regularmente, sería puerto provechoso, con villa aceptable [19].

Volviendo a la realidad, lamentó que no hubiese llegado dinero ni plata para pagas, obras y trueques, estando en deuda con el capitán Ferreira, que prestó para continuar los trabajos, por no fiar los naturales, material ni trabajo, amenazando la falta de leña, al haber advertido que de no pagarles los atrasos, dejarían de servirla. Arduo el problema, el factor señaló que de no haber mandado a Lisboa el procedido de los rescates, tendría fondos, así como la desgracia de que tres esclavas, estantes en la factoría, careciesen de parientes, dispuestos a rescatarlas. Pidió permiso para venderlas, más por ahorrarse tres bocas, que por el precio. Urgente la presencia de pescador, por ser caro el pescado, lo era la de operarios y materiales, estando parado el muro y el puente de vigas, sin que se hubiese puesto una piedra, en las viviendas del personal. En cuando a los vecinos del
poblado, que creció en torno a la fortaleza, los más era personas "muy poco necesarias"[20], que convendría repatriar cuanto antes.

En pleno desarrollo el "negocio con los moros", se contrató encargado de mantenimientos y almacenes, alquilando un segundo bodegón y las casas de la alcaicería, para "agasajar" a los mercaderes moros y judíos, que comían y cenaban con los factores, pues para conservar su fidelidad, mitigando la decepción de no encontrar lo que buscaban, era imprescindible invitarlos. Interesantes las pieles, con buena salida en Europa, consiguió rescatar algunas, pero quienes las llevaron, quisieron recuperarlas. Cicateros los sueldos que daba Manuel I, la mercancía era
demasiado preciosa, para quien no estaba "con ellos en deferencia". Rodrígues las retuvo, exigiendo que las rescatasen a su vez. Y aconsejó al rey generosidad, si quería que las trajesen[21]
. Prohibido a los musulmanes vender grano a cristianos, el Xarife aceptó servirlo a las plazas del rey de Portugal, a cambio de 50 onzas anuales, en concepto de subsidio o parias. No las pagó Manuel I, corriendo entre musulmanes que los portugueses, "por un lado lo prometen y por otro lo niegan", política deleznable, en opinión de Rodrígues, pues "los moros quieren que siempre les hablen verdad", siendo "hombres que llevan cuenta de las mentiras". Dependiente la plaza de lo que aportaban al mercado a diario, si desertaban, la guarnición y los residentes en el enclave, habrían de elegir entre abandonar o morir por inanición, temor doblado estando a la espera del "almançor do Xarife", apoderado por Mahamete para solventar el problema. Escasos de reservas Santa Cruz, Manoel Jorge, factor en Meça, se presentó buscando trigo para darlo a los moros, a cambio de tranquilidad, quedado grano para quince días en Safi, enclave primordial para "tener abierto este camino". Y conservar el resto[22].


[1] Según Fernández de Oviedo, Caliz o Calez era una isla o tierra. Estaba entre Porto Santo, que terminaba en la boca de Cabo Verde del Huyapari u Orinoco de la Trinidad y la provincia de Cumana, donde se situaba una "Nueva Cádiz".
[2] R.A. doc. XCIII.

[3] R.A. doc. C. [4] Ibídem.
[5] En otra parte: "de los dos continentes, así como de los climas y de las regiones que Dios ha colocado bajo su dominio". [6] R.A. doc. XCVIII.
[7] R.A. doc. XCVIII. Carta a Manuel I. 6 de julio de 1510. [8] R.A. doc. XCVIII.
[9] Ibídem. [10] Ibídem.
[11] R.A. doc. CVII.

[12] R.A. doc. CVIII/CIX.
[13] R.A. doc. CVIII/CIX.

[14] R.A. doc. CVIII. [15] Ibídem.
[16] R.A. doc. CVIII/CIX.

[17] R.A. doc. CIX. [18] Ibídem.
[19] R.A. doc. CIX. [20] Ibídem.
[21] Ibídem.
[22] R.A. doc. CIX.

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