miércoles, 4 de noviembre de 2015

AFRICA VERSUS AMERICA LA FUERZA DEL PARADIGMA




Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de MedinaSidonia

CAPITULO XIII



El preludio de Enrique IV

En 1610, Muley Xeque se titulaba rey de Marruecos, Fez y Sus [1]. En 1637, Muley Muhamad el Çex, se decía emperador de Marruecos, rey de Fez, Sus, Dará, Tafilete, "con sus reinos de Guinea", Gago, Tumbuctú, las provincias de Haha o Haxa, Duquela o Ducala y Tamizna o Misna. Dos años más tarde, estaban "a su obediencia real... los polos del Poniente", habiéndose "humillado a su mando... nuestros vasallos de los polos de la morisma", con los "poderosos reyes de la Guinea y sus polos lexanos y cercanos"[2]. En 1640, "se omillaron a su bendición, los poderosos reyes de la Guinea, de polo a polo"[3]. El único continente, que corre del Artico al Antártico, es el americano. El rey de Portugal lo era de "aquende y allende la mar en Africa", señor "da Guinee", "da conquista, navegaçao e comercio de Etiopía, Arabia, Persya e la India"[4] y de los Algarbes, siendo el hijo de Juan III, el primero que se tituló Príncipe de Brasil. Los Católicos fueron reyes de las Islas Canarias, Islas de Indias, sus posesiones en Africa y Tierra Firme. Y Felipe II de las Islas de Canaria, las Indias Orientales y Occidentales, Islas y Tierra Firme del Mar Océano.

Superpuestos los poderes, mezclados los seguidores de diferentes religiones, no es fácil delimitar el territorio controlado por el Xerife, ni la ubicación de musulmanes, judíos, adoradores del sol, animistas y cristianos, más o menos heterodoxos y originales. Libres los vasallos de monarca islámico y del rey de Portugal, de creer cómo les daba la gana, en Canarias y las Indias de Castilla, el bautismo se impuso por el chantaje. Si no libraba al sujeto de la encomienda y la mita, le puso a resguardo de la esclavitud. Converso fácil el animista, no debió serlo tanto el musulmán. De no tener amplia población islámica, Carlos V se hubiese ahorrado la cédula de 1540, prohibiendo reducir a cautiverio a los seguidores de Mahoma, que hubiesen dado vasallaje a rey cristiano.

En tiempo del Emperador, se admitió esta presencia, sin caer en que ponía en entredicho la "Intecaetera", de 1493, soportando la Iglesia que el Corán, hubiese penetrado en la gran isla americana, antes que el Evangelio. Pero descubierta la fuerza de la propaganda, en el curso de la lucha contra las diferentes formas de protestantismo, tanto la Iglesia como las testas coronadas implicadas, acordaron erradicar el pasado del continente, disolviendo en una nada insondable, la historia que precedió al descubrimiento. Destruidas las muestras de las culturas autóctonas, en cuanto fue materialmente posible, se impuso el paradigma, pasando desapercibidas afinidades del arcaico americano, con el de Oriente Medio, absteniéndose el arqueólogo de comparar lo americano, con las estatuillas de Mari o el Egeo. Si el consciente del investigador no detecta las formas de un Buda rechoncho, de rasgos orientales, en figura olmeca, o la gravedad atenta del Escriba, en cabeza azteca, se debe a que el subconsciente ha sido informado, de que antes de 1492, los pueblos de los tres continentes, conectados por tierra, ignoraban la existencia de la gran isla americana.

No cayó en el absurdo Maquiavelo. Con naturalidad, nos dice que terminada la conquista de Granada, el Católico emprendió la de "Africa", porque así se llamaba el escenario de la conquista de Alonso Fernández de Lugo y del "descubrimiento" de Colón. Demasiado inteligente para asimilar la patraña colombina, pero sin pruebas documentales a la mano, Voltaire avanzó por complicado laberinto intelectual, hasta descubrir la mecánica, que aplica el ortodoxo castellano, para adaptar la realidad a su conveniencia, demostrando que el pretendido descubrimiento, era racionalmente imposible. Pero al ser el español obstinado y enemigo del análisis crítico, pues le deformó la teocracia, impuso su ideal, destruyendo pruebas de lo real, fiando en la cortedad de la memoria colectiva. No se equivocó. El paso por la historia de una autoridad, implacable y censora, fue suficiente para que mudados los topónimos, el nieto olvidase lo que supo el abuelo. Y se omitió que en América, como en el "viejo mundo", naciones y topónimos se superpusieron sobre un mismo territorio, desde mucho antes de que apareciesen los conquistadores. Sabemos que las Fortunadas no fueron las Hespérides, porque Ulises navegó 30 días, entre los dos archipiélagos. Pero se nos hace cuesta arriba admitir que Cartago y Mauritania, nacieron de la muerte de Tharsis. O aceptar que en las antípodas de las Molucás, había una Etiopía, que fue Guinea, llamada Tierra de Negros, por serlo los naturales, como en la otra costa. Y Berbería, porque dominó el Islam. Conocidas por Asia e Islas de Indias las regiones donde imperaron las razas, de color "loro" o cocho, las partes o quizá el todo, para algunos o en algún momento, se llamaron Canarias y Madeira, surgiendo más tarde, por razones de geografía política, el topónimo Cabo Verde, con sus Islas. Como todos los
pueblos, los americanos estuvieron sometidos a reyes, caudillos y señores, autóctonos o extranjeros. Colón práctico el "rescate", a imitación de cuantos pasaron por Indias y Canarias, percibiendo los reyes de Castilla y Portugal parias y quintos, como el Xarife.

San Borondón, el monje irlandés que cruzó el mar, para visitar el reino de las Siete Ciudades, contó su periplo. Los lectores postcolombinos, lo interpretaron como descripción mística del paraíso. A consecuencia, normandos y otros viajeros, que siguieron sus pasos, fueron remitidos, por la historia, a la costa frontera, que hoy llamamos Guinea. De sus armadas conservamos recuerdos dispersos. Hay noticia de la que zarpó de Dieppe, con dos navíos, en 1365. Tocó en Cabo Verde, siguiendo a Petit Dieppe. Fue el uno a la Costa de la Manegueta, en busca de guindilla y el otro a Santo Tomé y "Minas", acopiando oro y marfil. La de 1374, salió en noviembre. Hicieron aguaje en Canarias, arribando en Navidad a Cabo Verde. Continuaron por la Costa de la Manegueta, hasta Río Fresco[5], adjudicándose la fundación de factoría en Petit Dieppe. Completaron la carga, en la Guinea "del oro". La de 1382, llevó cuatro navíos. Separándose en Cabo Verde, el San Nicolás rescató en Cabo Corso[6] y Mouré, "encima" de la Mina; el Esperanza en Fantín, Sabú y Cometín, alcanzando "mina" rica en oro. A su regreso, tras 10 meses de navegación, el consejo de la ciudad acordó fundar factoría, mandando armada en 1383, con materiales de construcción, herramientas y albañiles, que hicieron torre en Akkara, dejando guarnición de 10 a 12 hombres. A su sombra surgió aldea, dotada de iglesia. Los normandos recorrieron la costa de Africa Occidental, de Cabo Lope a Cabo Frío[7], llegando a los "confines" de Mauritania, centro comercial del mundo islámico. Se dice que a imitación de los vikingos, fueron desalojados por la peste. Pero puede que les afectase el abandono, efecto de las guerras de Carlos VI y el avance portugués. Francia conservó Nueva Francia, repartiéndose Bacalaos con Nueva Anglia y Nueva Suecia. Según Hurtado de Mendoza, geógrafo del siglo XVII, la costa se llamó "Mediterránea", por ser la más próxima a Europa.

Escarmentado Juan I, tras el patinazo de 1411, conquistó Ceuta en 1415. Cabeza eclesiástica de la diócesis de Marruecos, bajo los godos[8], la posesión le dio fuerza moral. En 1416, los Caballeros de Cristo rebasaron las Canarias, arribando al Cabo de Naam. Dos años después Martín V, papa único tras prolongada bicefalia eclesiástica, concedió a Portugal cruzada en un reino de Fez, que tuvo su frontera oriental en Melilla y la occidental en Cabo de Bojador, comprendiendo el reino de Meça. "Descubiertas" las islas de Madeira en 1418[9], el Pontífice concedió cruzada en el reino al portugués, procediendo al reparto de 1430. Investido Juan I como soberano de la conquista de Fez, las Canarias quedaron a Castilla. Descubiertas oficialmente las Azores por Gonzalo Velho, en 1431, doblado el Cabo Naam por Gomes Pireis, en 1434, las islas fueron adjudicadas a Portugal en 1435[10]. En 1436, el papa Eugenio IV, cansado de las quejas de Juan II de Castilla, devolvió a Portugal las Canarias, cuyos naturales no hubiesen sido convertidos. Partida Palma por el Cabo de Bojador, el sur portugués se llamó San Miguel, siendo incluido, alternativamente, en las islas de Madeira y Cabo Verde e incluso en la Tercera. Era Madeira centro de mercaderes, que "descubrían" a Poniente y escala de los barcos de Lisboa, camino de Cabo Blanco y Río de Oro[11].

En 1441, Antâo Gonsalvez navegó a Poniente, en busca de negros y lobos marinos. Tocando en el Puerto de la Galea, costa de alárabes, mandó esclavo de esta raza, embarcado como interprete de "morisco", a negociar la compra. Al no poder entenderse con los naturales, porque hablaban "azanegue", los portugueses concluyeron la operación por las bravas, capturando alárabes. En el lote cayó Adahu, hombre viajado, que dominaba el árabe. Con las presas a bordo, mandaron al esclavo - interprete, para tratar del rescate. Regresó en calidad de prisionero, rodeado de 150 moros, 35 montados, a caballo o camello. Excesivos para entablar pelea, Gonsalves salió a la mar, no parando hasta Lagos. Presentado al infante D. Enrique, Adahu prometió 5 o 6 moros negros, por azanegue, si les devolvían a la patria. Ventajoso el trato, el Infante les remetió en carabela. Guiados por Adahu, los portugueses remontaron un río 4 leguas, ancorando a la espera de interlocutor. Pasados 7 días sin que asomase bicho viviente, se preparaban a levar anclas, cuando apareció montado en camello blanco, seguido de cien moros y moriscos de a pie. Martín Fernández, alfaqueque del Infante, que hablaba azanegue, consiguió 5 negros por alárabe, con regalo suplementario de huevos de avestruz y polvo de oro [12]. Entretanto López de Almeida y un compañero, desembarcaron en Angra de Caballos. Bajando el istmo por tierra, amparados por las carabelas, pelearon a los nueve días con 22 naturales. En la jornada 21 dieron en Río de Oro, estando entre Cabo Bojador y la Tierra Alta [13].

Conquista de Castilla la Tierra Alta, se menciona en dos albalas, otorgadas por Enrique IV, en 1463, año de cambio de dinastía en Marruecos, pues cayeron los Benimerines. En la primera, de 10 de enero, declara el rey que cuanto había entre los cabos de Ajer y Bojador, con "dos ríos" y la Mar Pequeña, al "ser de mi conquista pertenece a mí e a la corona real de mis reinos", recordando que Diego de Herrera, "cuyas son las islas de Canaria", tomó posesión "en mi nombre", de "todas las dichas tierras e ríos e pesquerías"[14], acto que parece haber tenido lugar en 1461, sin duda por haber muerto Enrique el Navegante en 1460, al que respondió Alfonso V de Portugal, reforzando el castillo de Arguim, que estaba caído. En la historia de Marruecos, se consigna la toma de posesión, por Herrera, de Tedler y Guardar, provincias de este reino, suponiendo que la hizo en nombre propio. Los historiadores españoles, deseando olvidar, extrapolan el acto a la Gran Canaria castellana, mutando los territorios en príncipes rivales.

Al no haberse producido la estampida de pescadores, mercaderes, señores y otros intrusos, que deseaba el rey, determinó acogerse a la eficacia de la iniciativa privada, concediendo el predio, en señorío y proindiviso, a Diego de Herrera y Gonzalo Saavedra [15], ambos informados, el uno por residir en Canarias y el otro por tener Tarifa, puerto de pescadores y mercaderes, que frecuentaban el poniente Atlántico. Pero al presuponer el monarca, que las tierras comprendidas en la concesión, eran las que "asy a la parte de las dichas yslas de Canarias, se han descubierto"[16], los interpelados mandaron a los flamantes señores a otra parte, por ser imposible declarar recién descubierto, lo sobradamente pateado.

Sin solución Herrera y Saavedra, fueron en busca del rey, encontrándole en Lirín, a consecuencia de entrada en Navarra, en el marco de la guerra con Aragón, iniciada a principios de año. En la villa y a 10 de agosto, reparó el error, mintiendo como sabe hacerlo quien puede castigar, por delito de lesa majestad, al que le contradiga. Diciendo reproducir la albalá anterior, "de palabra a palabra", omitió toda alusión a "descubrimiento", para echar mano del "propio motu, cierta ciencia y poderío real absoluto", fórmula que ponía la palabra del rey, sobre todas las leyes, dando a Herrera y Saavedra la facultad de cerrar tierras y mares. Podrían expulsar, por la fuerza, al intruso, juzgando, sentenciando y ejecutando las penas, sin apelación, incluidas las de muerte y destierro, en cuantos se opusiesen a su voluntad. Admitida la presencia de comendadores y subcomendadores de órdenes militares, propietarios de "castillos y casas fuertes o llanas"; de particulares, dueños de bienes inmuebles, por compra o concesión, señores locales, pescadores, mercaderes, tratantes y cuantos "andan por los mares de mis reinos", a más de desposeerlos, como al Almirante, les ordenó colaborar con los señores, en la posesión del predio, como a los justicias del reino, en especial los
de Canarias. Conveniente identificarlo, en las nuevas circunstancias, el rey incluyó accidentes geográficos, no mencionados en enero. Señalando abundancia de "ríos", "playas", "islas" y "puertos", nombró el de Mogodor, junto al Cabo de Ajer o Aguer [17], límite del señorío.

La concesión implicaba el segundo despojo de Juan de Guzmán, en menos de 12 meses. En las crónicas aparece conquista de Gibraltar detallada, porque se extrapola, de 1456 a 1462. En la de Miguel Lucas de Iranzo, olvidada por los correctores de la historia, se cuenta que en 1456, tras correr Granada, despedida la hueste en Estepona, Enrique IV salió de tierra de moros por la costa, con un puñado de caballeros. Informado de estar indefensa Gibraltar, ocupó el caserío. Habiéndose encerrado los vecinos en la fortaleza, mandaron emisarios, con recado de que "se darían" a Juan de Guzmán "y no a otro... Y desta manera se ganó"[18]. El "Memorial de diversas hazañas", de Diego de Valera, calla la entrega de la plaza, pero lleva a Enrique IV a Gibraltar. El alcaide Aben Comixa, le recibió con presentes y cortejo de caballeros, permitiéndole pasearpor murallas y defensas, en alarde de imprudencia. Más cauto el Trastamara, se alojó en la torre de Cartagena, que estaba extramuros, donde le visitó el Conde Oudemira, capitán de Ceuta. Invitado a visitar la plaza, el monarca quiso ir "más allende, por ver el reino de Fez".

Prácticos en la travesía, Gonzalo de Saavedra y Juan Fernández Galindo se opusieron, pues un rey sin descendencia no debía exponerse a tan "gran peligro", porque "la vía del mar era dudosa" y cambiante, lo que no hubiesen aducido, de estar la costa de Fez al otro lado del estrecho, pues bastaba asomarse a la mar, para verificar su estado. Tozudo el Trastamara, navegó en el mejor barco de Oudemira, no pudiendo "correr monte de leones" en destino, porque los moros se presentaron de cabalgada, ante los muros de la plaza. Al regreso se hizo preceder de barco de avisos, ordenando a Gonzalo de Saavedra aguardarle en Tarifa, donde se proponía desembarcar. Imposible prever el tiempo atmosférico, a larga distancia, Enrique IV arribó con mala mar. Entregada la alcaidía de Tarifa a Saavedra, en detrimento del Almirante Fadrique Enríquez, propietario de la villa, siguió hacia Sevilla [19].

Señor de Gibraltar el duque de Medina, por derecho propio, pues se lo dieron los moros, Enrique IV quiso incorporarla a su corona, en 1462. Cedió el Guzmán, a condición de que no fuese otorgado en señorío. Molesto por la intervención de Herrera y Saavedra en su conquista, Alfonso V se quejó al rey de Castilla. Fijada la entrevista en Gibraltar. En 1463, el Trastamara pasó de Sevilla a la plaza, atravesando el portugués desde Ceuta. Concertado matrimonio de Juana, heredera de Castilla, con el Príncipe de Portugal y de la infante Isabel, con el rey viudo, quedó solventado el problema. Aprovechando la estancia, Enrique IV dio Gibraltar a su favorito, Beltrán de la Cueva, haciendo comprender al duque de Medina, que su desgracia era irreversible. Dispuesto a recuperar las "Islas del Cabo de Aguer", por vía tan ilegal, como la utilizada por el monarca, para apropiárselas, pero más contundente, hecho testamento traspasó bienes y estados al hijo, con reserva discreta de usufructo vitalicio. En el otoño, pertrechado de préstamo, concedido por sus vasallos andaluces, que le permitió levantar hueste, se dio por muerto, por no pagar las consecuencias de sus actos. Mal recibidos Herrera y Saavedra por el Almirante de Castilla, privado por la concesión enriqueña, de quintos sustanciosos y otros ingresos, procedentes de la tierra, que le permitían adquirir la herramienta de guerra y cobrar sus emolumentos, peor considerados por la pléyade de propietarios, mercaderes y pescadores a expulsar, al ser hostigados por los naturales, que azuzó el Guzmán, declararon la tierra "peligrosa de moros", admitiendo que "pertenece más a vos el dicho señor Duque, por ser como soys gran señor, para lo poder defender e conquistar, que no a nosotros, que no lo podemos asy faser"[20].

Reforzado el argumento con cuento y medio de maravedís, entregados por Gómez de León, en nombre de Enrique de Guzmán, a título de indemnización, Herrera y Saavedra aceptaron renunciar al regalo, sin más condición que la de ser provistos de documento, que les pusiese al amparo de la real cólera, al tener la merced por fin, sacar de su señorío a los Guzmanes. No habiéndolo, pues lo otorgaron xeques y vasallos locales, por ser de behetría, se acudió a falsificador, por cierto mediocre, que confeccionó albalá de Juan II, haciendo la misma concesión al duque D. Juan. Esgrimiéndolo, Herrera y Saavedra pudieron aducir temor a "pendencia" jurídica: "vos el dicho señor duque nos contradezís, disiendo quel dicho señor rey don Juan, de gloriosa memoria, fiso primero merced de la dicha tierra e mar al señor duque don Juan, vuestro padre, que santa gloria aya, de que mostrasteys una cédula, firmada del señor Rey don Juan". Y añadieron que Enrique IV "non nos fisiera la dicha merced y donación", de haber tenido noticia. La cesión de lo contenido en las albalas de 1463, cuyo original se conserva, fue firmada a 16 de febrero de 1464, por Pedro Vasques de Sayavedra, alcaide de Tarifa, hijo de Gonzalo, casado con hija de Diego, estando presentes padre y suegro y ausente el de Medina, representado por Gómez de León[21].

Falto de espacio el archivero, incluyó el privilegio de Juan II, fechado en 1449, en el "inventario viejo" del archivo, tras las albalas de 1463. Al tanto de interioridades, comentó el concierto de las "yslas del Cabo de Aguer", dando por vivo al difunto: el duque D. Juan "quedó con ellas"[22]. Hizo posible la trapisonda, el haber sido el primer duque señor de las "Islas", quizá por herencia. Es probable que pusiese a Juan II en relación con su señorío, en torno a 1449, siendo indicio el oro, que apareció en los reales documentos, aunque quizá procediese de las Canarias, propiamente dichas. Sea como quiera hubo reacción de Alfonso V, pues precisamente en 1449, concedió el comercio de Canarea e do Cabo do Bojador", desde Cabo Cantim, a Enrique el Navegante [23].

De no aparecer nuevas pruebas, será difícil determinar cuál fue el primer Guzmán, señor en el Cabo de Aguer. En albalá de 1288, otorgada por Sancho IV, que se conserva en el convento de Santa Inés de Sevilla, Alonso Pérez de Guzmán aparece como "vasallo" del rey. Basta repasar relación de confirmantes, en cualquier privilegio del reinado, para observar que el tratamiento quedaba reservado al extranjero, que dio vasallaje al rey de Castilla. Autorizándole a llevar pan terciado "a Allén Mar, do él es", hace clara referencia al lugar de origen del beneficiario. No siendo costumbre de hispanos, educados en la ortodoxia religiosa, confundir el "ser" transcendental, con el "estar" circunstancial, el "do él es" ha de ser entendido como indicativo de naturaleza y Allén Mar como topónimo, pues de significar "al otro lado del mar", se hubiese omitido la preposición "a".

La Punta de Allende, Alinde para los portugueses, estaba en la costa del Marañón, a 1 1/3º de latitud sur, acordándose la demanda de Guzmán el Bueno, a las características de la tierra. Al no producir el trópico trigo, cebada ni olivo, los naturales, que parecen acostumbrados a consumirlo, hubieron de procurárselos de importación. La afición manifestada por el héroe de Tarifa, a conseguir puertos en la costa del Algarbe; el cambió del señorío de Alcalá de Sidonia, hoy de los Gazules, por la tierra de pan de llevar y olivos de Monteagudo y la compra del Alijar, generoso en cereales, de donde habría de sacar los 300 cahíces, destinados a la patria, pudiera indicar que pasó a Castilla como agente y proveedor, del reino de Marruecos, explicando la presencia de su primogénito, junto al Infante D. Juan, que sitió Tarifa, apoyado por tropas de Abeacob, la costumbre de garantizar la fidelidad de servidores, destacados en el extranjero, reteniendo al familiar más apreciado, en calidad de rehén. El nieto de este Guzmán, fue señor de una misteriosa isla de Ardiles, su bisnieto de las Islas de Canaria y el tataranieto de las Islas del Cabo de Aguer. Del hijo que heredó al fundador de la casa, sólo sabemos que nació en Marruecos y pleiteó junto con su convento de Santiponce, contra los almojarifes de Sevilla, para poder continuar sacando por mar, el aceite de la cosecha.

Densamente pobladas las "islas del Cabo de Aguer" e inestables los topónimos, comprendían las provincias de Tedler y Guardar o Galdar, para unos en Gran Canaria, y para los de Gran Canaria, en Berbería; el puerto y provincia de Zebedique, con la de Tilit, a 8 días del puerto de Turucuco, con su tierra y la provincia de Benitemer, cuyo puerto estaba a tres días de navegación del de Galebarba, con la provincia de Caçima[24], llamándose la tierra, por otros nombres, reinos de Meça y Azamor; Vutata, con la ciudad de Tagaoz, donde estuvo la fortaleza de Agaoz y la casa de Agadir, el puerto de Nul, el de Yfini, con su castillo, Ufrán, Tamamarte, Tagamarte, Tiçigune y Auladamar[25], todo en el Cabo y las "Islas" de Aguer, como el puerto Gugarti y la provincia de Tufani, a ocho días del puerto de Aytudel, provincia de Cataleat, con "la Ysla e términos e cabo de Mogodor", en el "reyno de Marruecos", a más de Talgilt, Tiredi y Tetenezt[26].

Los naturales de Vutata, prometieron a la Católica pagarle los tributos, que dieron a los
"reyes antepasados"[27], no siendo de excluir que el señorío de los Guzmanes, fuese reminiscencia de parentesco, con familia reinante. No parece referirse, la Católica, a su propia estirpe, en 1473, al señalar a Enrique de Guzmán, como "persona de real linaje"[28], ni éste a la casa de Castilla en 1478, jurando por "mi fe como quien soy e del linaje e estirpe real do vengo"[29]. Exótico y dudoso el origen, el VI duque de Medina Sidonia quiso borrarlo, junto con el recuerdo de una Isabel de Fonseca o de la "Fuente Seca", conocida popularmente como "Duquesa de las Rocinas". No casó con el primer duque de Medina, pero fue madre del segundo, campeando sus armas en patio del convento de San Isidoro, en Santiponce: dos calamares, separados por una daga, en campo de púrpura violácea, en losange, símbolo de mujer libre, porque no quiso casar en "faz de la Iglesia". Lo enmarcan plumas de avestruz, como el de su compañero, que reemplaza los castillos y leones de la casa real, por orla con cuatro leones en cruz, de muy distinto origen, como el que incluyo bajo las calderas guzmanas, en portada de iglesia sanluqueña [30].

Documentada la Fonseca en la contabilidad, hasta su fallecimiento en 1494, cuatro anotaciones en el inventario viejo, escandalosamente tachadas, revelan que el Guzmán, fallecido en 1468, no legalizó la relación. Se refieren a bulas y letras de Inocencio VIII, extendidas en 1491, por las cuales se absolvía al difunto y su pareja, del concubinato en que vivieron, pero sobre todo, borraban la bastardía del hijo. Escabroso el tema, Pedro Barrantes, hagiógrafo de la casa, hace contraer matrimonio el primer titular del ducado, en 1468, a días de su óbito, con una inexistente Isabel de Meneses, que se atribuye por madre al sucesor. Redactada la escritura en pergamino, por falsario de élite, de no haber sido incluida en el inventario, tras documento de 1541, cuando se redactaba la falsa crónica, hubiese pasado por autentica [31].

Recuerda Alonso de Palencia que en 1454, fueron a Lisboa embajadores de Juan II, para protestar ante Alfonso V, porque teniendo la corona de Castilla y León, "la antigua y exclusiva facultad de navegar a los mares de Guinea y hacer la guerra a los moros y otras gentes de Africa", "la desidia de los castellanos", permitió al rey de Portugal hacer la guerra en Marruecos, expulsando de sus mares y costas al extraño. Es probable que llevada la protesta a Roma, estuviese en el origen de la ratificación del reparto del reino de Fez, de Martín V y Eugenio IV, que hizo Nicolás V aquel año, permitiendo al portugués, cerrar a cal y canto su conquista. Recurrente el argumento de la "debilidad", lo retomó Enrique IV: "por debilidad" y miedo a los portugueses, que "los mutilaban y mataban, entre crueles tormentos", si se aventuraban a rebasar las Canarias, los castellanos se abstenían de navegar por los mares de las "Islas", o pescar con jábega, en sus costas y las africanas, sin tener licencia del rey de Alfonso V, que habiéndose erigido en señor del litoral "etiópico", hizo de un reino pobre, "patria opulenta", fletando flotas para importar etíopes cautivos, pimienta y oro[32]. No sospechaba el Trastamara que su hermana Isabel, continuando la tradición, le colgaría la acusación de "debilidad", por idéntica causa.

En el falso fechado en 1449, que en 1464 se atribuyó a Juan II, se reservaron a la corona, mineros, moneda forera y mayoría de justicia o derecho de apelación, como era costumbre, limitación inocua, pues los Guzmanes adquirieron el predio, en las condiciones en que lo recibieron Herrera y Saavedra, añadiendo ciertos detalles oportunos. Recogidos los topónimos y accidentes, que aparecen en las albalas de 1463, se incluye conquista "tierra adentro" y la "Tierra Firme"[33]. Provincia de Portugal, lindaba al oeste con la Tierra Alta española y al este con Arguim, principio de la Guinea, teniendo al norte las Islas de Cabo Verde. Señorío del infante D. Fernando, condestable del reino y maestre de Avis, confunde a los historiadores la frase, incluida en los acuerdos de Santa Fe: "después que hayades descubierto e ganado las dichas islas e Tierra Firme...".

Los testigos que deponen en los pleitos colombinos, son unánimes: siempre oyeron "llamar... Tierra Firme" a la costa, que corría de Paria a Veragua, no habiendo escuchado jamás, "que hubiese otra Tierra Firme", porque "no hay otra costa que se llame Tierra Firme", unitaria aunque la poblasen "diversidad de lenguas y de personas", dispares[34] porque al carecer de embarcaciones, como sucedía en las Canarias, no se comunicaban entre sí[35]. Según Rodríguez Simón, Colón recorrió lo que "agora dicen Tierra Firme", en su cuarto viaje, pudiendo constatar que de Honduras a Retrete, era todo una costa, "sin brazo de mar o estrecho", que comunicase los Mares del Norte y el Sur[36], lo cual significa que se conocía la existencia del Pacífico. Cristóbal Rodríguez supo del descubrimiento de tres provincias de Tierra Firme, "en la isla de Guanabo, estando en la guerra", prestando Diego Prieto a Colón, dotes premonitorios: cuando iban "a descubrir" la primera vez, le oyó decir que buscaba una "Tierra Firme", en la que "había mucho oro y aljófar y que si allí fuesen, que les faría Dios mucha merced"[37]. Antonio Quintero, hombre de Indias, incluyó en Tierra Firme la Isla de Pirto[38], Cuba, Higueras[39], la Bahía de Concepción y Golfo Dulce, sin caer en que la insularidad, rompía la unidad de la costa. Diego Soto llevó el topónimo hasta San Juan de Ulúa, mientras otros le hacían rodear el continente: "todo se llama Tierra Firme", por ser una costa "a la luenga, tanto a la parte del Mar del Norte, como del Mar del Sur"[40]. Velando por los intereses de Francia, el cosmógrafo Sebastián Caboto, lo detuvo en el río Santi Espíritus, de la Florida, excluyendo Bacalaos [41]. Francisco de Bobadilla fue contundente: las dos costas de Nicaragua, eran una misma Tierra Firme [42].

Sometida toda transmisión de propiedad, aun de mediana importancia, a real consentimiento, los Guzmanes presentaron la concordia de Tarifa, en la real chancillería, acompañada de la falsa albalá de Juan II. Entendiendo que al admitir por origen del señorío, concesión de un rey de Castilla, los Guzmanes reconocían, implícitamente, el derecho de la corona a despojarles de unas "islas", en las que no tenía arte ni parte, a 16 de abril de 1464, Enrique IV, dando por vivo al padre, declaró a los dos Guzmanes señores propietarios de la tierra y mares, que hubiese entre los dos cabos, aplicando la fórmula mágica: "de mi propio motu e cierta çiencia y poderío real absoluto, de que en este caso quiero usar e uso..."[43].

Los Guzmanes solventaron su problema en Tarifa, pero no los restantes afectados, por la concesión de 1463. Concertados muchos, los disturbios estallaron en Valladolid, el 14 de septiembre de 1464, día de la Santa Cruz, encabezados por el Almirante, como era de esperar. En inferioridad Enrique IV, arrumbó las pretensiones ultramarinas, para conservar el trono. Deseando los grandes por rey, a su hermano Alfonso, pero no crear futuros conflictos sucesorios, el monarca hubo de deshacer el matrimonio portugués, para casarle con su hija Juana, a la que nadie consideraba espuria. Calmados los ánimos, el rey cometió la torpeza de modificar las leyes del reino, por "sentencia" dictada en enero de 1465. Obligados moros y judíos a llevar señales y recluirse en guetos, los cristianos, sometidos a "inquisición", serían castigados, de no vivir como tales. Al ser muchos los conversos, fieles a su tradición, empezando por Juan de Guzmán, las cortes se autoconvocaron, por última vez. Reunidos los procuradores de las ciudades en Avila, derrocaron a Enrique IV en efigie, el 25 de junio de 1465, proclamando al hermano menor, como Alfonso XII. Enriqueños Gonzalo de Saavedra y Esteban de Villacreces, alcaides de Tarifa y Gibraltar, el segundo por Beltrán de la Cueva, interceptaron las comunicaciones de Alfonso por mar, con los centros de avituallamiento y del oro[44], quedando a cargo de Enrique de Guzmán, tomar la plaza. Conseguido tras largo asedio, la recibió en señorío.

En agosto de 1467, Enrique IV fue derrotado en Olmedo. Prisionero en Bejar y más tarde en Plasencia, sería liberado por los condes, sus guardianes. Proclamado nuevamente en Toledo, a primeros de junio, el 5 de julio moría Alfonso XII en Cardeñosa, dejando la corona a su hermana Isabel, proclamada en el mismo real. Con seguidores mermados, deambuló por los campos, procurando no topar con la hueste del hermano. Sitiada en Cadalso, a principios de 1469, bajó a la Venta de los Toros de Guisando, para dar obediencia a Enrique, siendo arrestada. Camino de Ocaña, se celebró consejillo en Villarejo. Perdonados los isabelinos, el rey restableció los casorios de Juana, con el heredero de Portugal y de Isabel con Alfonso V [45]. De no haber errado Baltasar Bellerino de Villalobos, autor de rotario en 1592, Enrique IV aprovechó la paz para reanudar la aventura ultramarina. Escribió con todas sus letras, apuntando a operación de corte colombino, que Vicente Yáñez Pinzón "descubrió" el San Juan de las Amazonas, "el año de mil y quatrocientos y sesenta y nueve"[46]. En cualquier mapa, con dos siglos de antigüedad, encontramos el río de Vicente Yáñez Pinzón, en la provincia de Paria, a 1º, latitud norte. Estaban los reyes en Extremadura, entregando a Juana a la familia del esposo, cuando el partido de Juan II, al que pertenecía el Arzobispo de Toledo, ayudó a escapar a Isabel, que abandonó Ocaña, malcasando en Dueñas o Valladolid, con el príncipe de Aragón, para iniciar nueva guerra.


[1] ADMS. 2408.

[2] ADMS. 2417. Año 1637 [3] ADMS. 2418.
[4] ADMS. 925.

[5] Petit Dieppe y Río Fresco, pudieron estar en Cayena y San Luis.

[6] Chaves menciona un Cabo Corzo, en la costa de Marañón. Equivocados los grados, al estar al extremo este de Brasil, 2º al sur del punto en que baja la costa, viene a coincidir con Natal.
[7] Cabo Frío, al norte de Río de Janeiro, conserva su nombre.

[8] En el siglo XVI, lo fue de Santo Tomé y Cabo Verde.

[9] En mapas del Siglo XVI, encontramos un río y Cabo Deserto, en el Nuevo Reino o Colombia, Chaves menciona un Cabo Deserto en Nueva España.
[10] “Crónica de Guinea”. Gomes Eanes de Zurara. Cap. IX. Se dice que Enrique el Navegante, a su muerte, dejó descubierta la costa, de los 22º a los 8'5º, donde estuvo Sierra Leona.
[11] C.G. [12] C.G. [13] Ibídem.
[14] ADMS 2478.

[15] Comendador de Montalbán. Enrique IV le dio la alcaidía de Tarifa, en 1457. Controló la villa, en detrimento del almirante Fadrique Enríquez, que la tenía por mayorazgo. Siendo el año de cortes, el rey indicó a Sevilla, que le designase procurador. Juan de Guzmán le trató de "hermano" a 27 de marzo de 1459, en carta dirigida al cabildo de Medina Sidonia, pidiendo que le permitiesen meter su ganado en el término ("Medina Sidonia en la baja Edad Media" L. Rodríguez Liáñez. Ana María Anasagasti. Doc. nº 135). Fue firmante de la "sentencia" de 1465, origen de la guerra civil. Enriqueño bajo Alfonso XII, a la muerte del rey, siguió a Juana. No queriendo rendirse a los Católicos en octubre, continuó la guerra por su cuenta, capturando navío en Cádiz. Arrestado en el otoño de 1477 y llevado a Jerez, donde estaban los reyes, se publicó que fue perdonando y dio vasallaje. Cuatro días más tarde, los Católicos se dirigieron a su esposa, Inés de Rivera, tratándola de viuda. [16] ADMS 2478.
[17] ADMS. 4278. La "isla de Mogodor" aparece como provincia de Marruecos.

[18] Prueba el hecho concesión de la barca de Santi Petri, que cruzaba de Chiclana a Cádiz, otorgada en 1459 por Juan de Guzmán. Encabezando como señor de Jimena y Gibraltar, menciona a los gibraltareños como vasallos propios, con derecho a pasaje gratuito, para sus personas y mercancías.
[19] SRGS. II.1475.184. "Memorial de Diversas Hazañas". Mosén Diego de Valera. Confirmación en la posesión de estados y derechos, en favor de los Guzmanes, padre e hijo, firmada por Enrique IV en Sevilla, a 27 de junio de 1456, ratifica la salida del rey por la costa, recogida por el biógrafo de Lucas de Iranzo y Mosén Diego de Valera, en contra de Castillo, que le hace salir de tierra de moros por Córdoba.
[20] ADMS. 4278. [21] Ibídem.
[22] ADMS. 4045. [23] R.A. doc. II.
[24] Simancas. Depósito de Medina Sidonia. [25] R.A. doc. XXXI/XCVIII.
[26] Simancas. Depósito de Medina Sidonia. [27] R.A. doc. XXXI.
[28] Depósito Medina Sidonia. Simancas. [29] ADMS.926.
[30] Las armas de ambos se encuentran en el Patio de los Muertos, de San Isidoro del Campo (Santiponce). [31] ADMS 4045.
[32] "Crónica de Enrique IV". Alonso de Palencia. Década III. [33] ADMS. 4278/4045.
[34] P.C. T. IV. T. VIII. T. IV. [35] P.C. T.IV.
[36] P.C T. VIII.
[37] P.C. T.III.

[38] Hubo tres isletas a una legua de Tierra Firme, al este de río Oynari, llamadas Pititu, no Pirto.

[39] En el Golfo de Honduras, sobre el solar de Cartago. Chaves menciona Higueroto a 9º 1/3 grados. Era puerto de Tierra Firme, 8 leguas al oeste del Oynari. [40] P.C. T. VIII.
[41] P.C. T. VIII. [42] P.C. T. VIII.
[43] ADMS. 4278. Simancas. Depósito Medina Sidonia. [44] SRGS. VIII.1477.370.
[45] "Crónica del Rey Don Enrique el Cuarto". Cap. CXXI. Diego Enríquez del Castillo.

[46] "Luz de Navegantes". Baltasar Bellerino de Villalobos. Manuscrito 1592. Ed. V Centenario.



No hay comentarios:

Publicar un comentario