miércoles, 4 de noviembre de 2015

AFRICA VERSUS AMERICA LA FUERZA DEL PARADIGMA




Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de MedinaSidonia

CAPITULO XXII



LA CORONAS DE AFRICA

La corona de Africa nquietos los Católicos por el giro que tomaba la cuestión de Indias, quisieron afianzar las "tierras adyacentes" a las Canarias, con la Mar Pequeña, consiguiendo de Alejandro VI, la resbaladiza bula "Ineffabilis", firmada a 13 de febrero de 1495. Sin apelar a "causa eficiente", pero mencionando los servicios que premió el Altísimo, en la "Intercaétera", el Pontífice echó mano del "propio motu", para investir a Isabel y Fernando, reyes de "las tierras y posesiones de ellos", que estuviese en los países sarracenos e "idólatras" de Africa [1]. En 1496, Isabel quiso hacer valer esta corona, llamando Santa Cruz "de Africa" a la torre, levantada entre Gran Canaria y Lanzarote, a la que dio por término la Mar Pequeña [2], pero se impuso el sentido común, quedando en intento sin continuidad. Terminada la segunda conquista de Tenerife por Alonso de Lugo, nombrado Alonso Fajardo gobernador de Gran Canaria y teniendo las Indias cerradas al intruso, desde que se iniciaron los viajes de Colón, Isabel las abrió a 10 de abril de 1495, dando al traste con la facultad, otorgada al Almirante, de que nadie pudiese acercarse al continente, sin su consentimiento. Naturales y residentes en Castilla, fueron autorizados a "contratar" y asentarse en Tierra Firme, sin más requisito que el de enunciar su nombre y lugar de origen, ante oficiales de la corona, que lo asentaban en los libros [3].

Como en otro tiempo, cada nao llevaría uno o dos escribanos, cuyas mercancías serían francas de tasas y fletes. Encargados de inventariar las ajenas, en el viaje de ida, recaudaban el quinto, durante el regreso. La corona se reservó el 10%, de la capacidad de carga, en todos los navíos. Gratuito el flete de lo que llevase, habrían de tocar en la Española, para entregarlo al factor real [4]. Libres de derechos los mantenimientos, destinados a población de cristianos, se incidió en la obligatoriedad de cargar y descargar en Cádiz, donde se acopiaba el quinto, cobrando la "avería" de Indias, ya controlada por la corona. Quedó al alcance de cualquiera, la licencia para descubrir "otras islas e Tierra Firme, a la parte de las Indias, en el mar Océano, demás de las islas e Tierra
Firme, que por nuestro mandado se han descubierto", pudiendo los mercaderes rescatar o instalarse, en la "isla" que mejor les pareciese, descubierta o por descubrir, admitiendo la reina que a causa del "vedamiento, que por nuestro mandado fue puesto, para que ninguna persona fuese a las Indias, sin nuestra licencia", se estancó la población de la Española, "que está descubierta e hallada"[5].

Repartidos los pobladores en dos categorías, los que percibiesen sueldo de la corona, a más de entregar la décima parte de lo que rapiñasen o produjesen, carecían de privilegio de labranza y crianza, otorgado con carácter hereditario, a los que se instalasen en Indias, a su cargo y cuenta. Propiedad de los monarcas dos tercios del oro, el tercio restante quedaba al poblador. El emigrante que eligiese la Española, como lugar de residencia, sería alimentado un año a cuenta del fisco, pudiendo tratar los mercaderes con cristianos cualquier género, con exclusión de oro, pero no rescatar con naturales[6]. Esperaba Isabel que sus disposiciones provocasen movimiento migratorio, pero no se produjo. Buscando clientela, el 2 de junio de 1496, concedió "omecillo" al delincuente, que residiese un año en la Española, a su cuenta. De quedarse una vez cumplido, tendría derecho al tercio del oro. Acogido fríamente el indulto, la reina forzó la emigración, mandando a los jueces castigar a los delincuentes, cualquiera que fuese el delito, con 200 azotes, aplicados con blandura, pues seguiría destierro a Indias[7] por diez años, de no poder recetarlo a perpetuidad. Sería aplicada sin distinción de sexos, por ser tan útil la mujer como el hombre, en "la labor de metales". Los condenados aguardarían en la prisión local, siendo trasladados a la de Sevilla, cuando se anunciase barco para Indias en Cádiz. El reo que tuviese caudal, pagaría el pasaje, corriendo el del indigente, a cargo de las penas de cámara [8]. La sucesión de provisiones, justifica la presunción que se atribuye
a Colón, al final de su vida, de haber despertado la fiebre viajera, consiguiendo que "hasta los sastres" quisiesen descubrir.

Muerto Juan II en el Algarbe, antes de terminar el año, al parecer envenenado, al no dejar hijo legítimo, pues murió su heredero, quedando Jorge de Lancaster, que lo era natural, la Católica albergó la esperanza de disturbios sucesorios, que le permitiesen pescar en río revuelto. Diciéndose
partidaria del hijo del Infante D. Fernando, ordenó levantar hueste, al duque de Medina[9], innecesaria al darle las cortes la razón, proclamando a Manuel I. Entretanto los andaluces, continuaron practicando el corso. Juan Serrano, caballero de Setúbal, iba con carga de plata y bastimentos, para "ciertos lugares... de allende", "veniendo fasta el Cabo de Aguer a... rescatar con los moros", pasó por la pesquería "que avían" Juan Alonso Quintero y Martín de Sevilla.

Deteniendo el navío con sus carabelas y "catada" la gente, encontraron en pasajeros musulmanes, el pretexto para capturarlo, aplicando ley de Castilla, que prohibía recibir infieles a bordo. Dieron los portugueses "mala respuesta", pues "comenzaron a lombardealles" con "tiros de pólvora". Expeditivos los paleños, hundieron la carabela de Serrano. Salvado de milagro, su denuncia [10] provocó serio incidente diplomático.

Al crecer la presión de Portugal, sobre la cuestión de las fronteras, se hizo imposible la continuidad de Isabela la Nueva. Buscando pretexto para repatriar a Colón, disimulando la causa, a 9 de abril de 1496, los Católicos nombraron juez de residencia a su repostero, Juan de Aguado, para tomarla a cuantos ejercieron función publica, en la población americana, seguros de encontrar razones sobradas, para procesar al primer responsable del enclave y a quien mejor les pareciese. Ignorando el "descubridor" que se preparaba su relevo, mandó a la corte protesta, por la violación de su derecho a cerrar las Indias, en carabela que se cruzó, con la que traía al juez. Embarcado Colón rumbo a Castilla, navegaron en su compañía Fray Buil y Pedro Magerite, como testigos de cargo en su primer proceso[11]. Inconveniente publicar que el virrey, gobernador de todas las Indias y muchas cosas más, viajaba arrestado, se contó que traía "cierta muestra de oro", que deseaba entregar en mano a los monarcas[12]. No teniendo casa propia en Sevilla, se alojó en la del cronista Bernáldez, primer narrador oficial de su aventura.

La Peraza intentó hacer torre, en la linde de Lanzarote con Gran Canaria y Juan de Guzmán, alterado por laS noticias, que llegaban de Indias apoderó a Bernabé Pinelo y Francisco Castellanos, para tomar posesión de las "Islas del Cabo de Aguer". Desembarcados en el puerto de Zebedique, el 5 de agosto de 1496, los alformares, "cabdillos" y "cabeceras" de los lugares y cabilas de la provincia y la de Tilit, hablaron por boca del alfaqueque Abrahen Guraheyun, para decir que habiendo consultado entre ellos y con los vecinos del común, acordaron ponerse bajo el "señorío e amparo e defendimiento" del Duque de Medina Sidonia y así lo escribieron, en nombre de la generación presente y las venideras, prometiendo que a cambio de defenderles, ampararles y abastecerles, le obedecerían y servirían, como "buenos e leales vasallos moros, lo devían facer", porque "a ellos les plazia de recebir e tomar e aver por señor" a Juan de Guzmán, "como de su parte le avía sido dicho". Le entregaron tierra, personas, hijos y bienes, prometiendo pagar parias puntualmente. "Subjetos a su merced e mandamientos", harían la guerra cuándo y dónde les mandase, conquistando provincias para él. Terminados los discursos, pusieron "en todos los lugares convenientes las ynsinias de sus armas.., para que dende en adelante los oviesen de tener en su poder e con su vandera e apellido". Izado "en una lanza" pendón "colorado, con las armas e devisa" del Guzmán, formaron cortejo de alformares y "cabeceras de cabila", corriendo la provincia de "una parte a otra", al grito de "Niebla, Niebla", prueba de tradición vetusta, con los apoderados en cabeza. En su papel Pinelo y Castellanos, mudaron piedras "de una parte, echándolas a otra, cortando hierbas y ramas", sin tropezar con oposición de "persona alguna". Para terminar, juraron "los dichos moros por Mahomat e por su Alcorán e Alquabra", tener por señor al duque y sus sucesores, dando palabra "de no se le rebellar ni alçar ni yr ni venir contra esto". En coletilla redactada en árabe, llamaron al lugar Azebedik, repitiendo el deseo de que la tierra y cuanto produjese o sustentase, perteneciese a los Guzmanes [13].

El 14 de agosto, los apoderados estaban en Turucuco. Reunidos los representantes de la provincia, con los de Benitemer, el alfaqueque Çidi Alí, tres alformares principales, otros menores, caudillos y los inevitables cabeceras de cabilas, repitieron la ceremonia, recibiendo las insignias del Guzmán, "por ser ya del duque y avérselas cedido", antes de que llegasen los apoderados. Firmó la escritura, en nombre de la colectividad, Aly Ben Alkasem[14]. El 18 mojaron en el puerto de Galebarba. Les aguardaban los alformares y cabeceras, "de todas las cabilas de los dichos lugares", su provincia y la de Caçima. Dieron vasallaje por los "habitadores" y sus sucesores, declarando haber llamado al Guzmán de su voluntad, sin padecer presión alguna, por ser general el deseo, de "estar debaxo de su señorío e amparo e defendimiento e en todo reconoçello por tal, para le servir e estar obedientes a sus cartas e mandamientos". Repetidas las protestas de rigor, cerraron el acta, con posdata en su lengua: "Amigo de ellos el Duque", estaba obligado a darles protección, velando por que no les faltase el abasto: "te diseron esta región tuia y territorio tuyo e hijos tuyos y bienes tuyos y los separamos para tí, antes que conociésemos la equidad". Enterada Isabel de los actos, respondió a través del Consejo de Castilla, con "remisión de la posesión" de estas provincias[15]. La pérdida del documento, cuyo recibo se registró en el Archivo de Simancas, en los años sesenta del siglo XX, pudiera tener por causa descripción de las provincias, excesivamente explícita, para ser ubicadas en la costa reseca de Agadir.

A 13 de septiembre la reina se dirigió al Guzmán. El obispo de Badajoz, Juan de Fonseca, le informaría de los daños "que ficieron en esa costa de la mar, ciertos navíos de franceses, que allá parecieron", siendo de "mucho servicio" que le escuchase. Encargado el de Medina de limpiar aguas y tierras de enemigos, pasó a Cádiz [16], interviniendo en guerra contra Francia, con eco en la Mar Pequeña, pues Diego de Cabrera perdió la carabela, con que servía en la torre de Santa Cruz, a manos de franceses, en aguas de Lanzarote. No hay constancia de que se formase la comisión, encargada de encontrar las fronteras del reino de Fez, por la parte de Meça, pero sí de que la población de Monte Juan fue desmantelada, antes de que entrase en vigor el Tratado de Tordesillas. Cuidadosa la corona portuguesa, en las relaciones con su "conquista", por no tener Manuel I, rey "dos Algarves, d'aquem e d'alem mar en Africa, senhor de Guiné", aspiraciones a cabeza de imperio universal, recibió en Lisboa a los embajadores de los "xeques" de Meça y Azamor, devolviendo la visita su apoderado, a principios de 1497. Celebrada ceremonia, similar a la que se desarrolló el año anterior, en presencia de los apoderados que mandó el Guzmán, xeques, regidores, cabeceras de villas y lugares, dieron vasallaje al monarca, en nombre de los nacidos y por nacer, prometiendo pagar parias y tributo anual de dos caballos, puestos en barco del rey, cuyos navíos no pagarían derechos ni ancoraje, pero sí sus vasallos, beneficiados con libertad de comercio, seguro y buena acogida. Recíprocamente, los nuevos súbditos pagarían, en Portugal, los mismos derechos que los naturales, a más de disfrutar de la protección del almirante y capitanes, en mar y tierra, para que pudiesen transitar y comerciar en seguridad, por todo el imperio. Obligado el particular que fuese a la metrópoli, a viajar en navío de la corona, que le mantendría gratuitamente durante la travesía, habría de proveerse de licencia del factor, pues "de otra manera", no sería recibido.

Autorizado Manuel I a construir fortaleza, que sirviese de almacén y residencia a su factor, mandaría de Portugal maestros y caleros, porque al no utilizar cal los naturales, no sabían cocerla. Percibiendo salario y materiales, al precio que corriese, aportarían peones, medios de transporte, arena, agua y piedra. En garantía de que no interrumpirían la obra, entregaron al rey 15 muchachos, hijos de notables, que al residir en la corte de Lisboa, mientras durasen los trabajos, importarían, al regreso, la lengua y costumbres de Portugal, a imitación de los hijos de señores periféricos, educados en el entorno de los emperadores de Méjico y Perú. Juraron los vasallos entregar la fortaleza, a quien ordenase Manuel I, prestando casa al factor, suficiente para albergar familia, criados y mercancías, hasta que estuviese habitable, prometiendo hacer cuantos caminos quisiese Manuel I, siempre y cuando les pagase su jornal. Acordadas algunas cosas más, las quinas portuguesas se pusieron en los sitios de costumbre, corriendo por toda le tierra el pendón real, "puesto" en una lanza [17].

Reino Azamor, dos siglos después quedó en puerto de Marruecos. Fue centro comercial, frecuentado por europeos, en especial genoveses, tan molesto para los historiadores postcolombinos, como las "escalas de mercadores". Negada la existencia del Dorado, situado por los geógrafos, a orillas del lago Perimée, junto al Orinoco [18], lo es igualmente la de Meça, Meta o Massa. En 1447, castellanos y portugueses frecuentaban su puerto, consiguiendo los últimos, a cambio de 18 moros, 51 negros guineos y león de regalo, que Enrique el Navegante mandó a Irlanda. En 1532, moros y turcos formaban armada, intentando su conquista Pedro de Limpias, en 1539. Fracasado, Ordás repitió, entrando por el Huyapari, que es el Orinoco, pero salió a La Trinidad, por la boca de Cabo Verde, en las inmediaciones de una San Miguel, recién fundada. Regresó a Cumana, costeando Porto Santo y la "isla" de Cáliz”. Empeñado en su conquista, pasó a Coro. Preparada una segunda expedición, remontó el río Oppia, hasta salir al Meta. Navegando contra corriente, durante 14 días, dio en el monte donde estaba su nacimiento, entre yacimientos de un oro de 22 quilates. Ricos los naturales, pero hábiles en el manejo de la honda, el dardo y la hierba ponzoñosa, el reino de Meça, que alcanzaba el Amazonas, estuvo cerrado a los castellanos.

Penetraron esporádicamente, encontrando o creyendo encontrar poblados, de mujeres guerreras que considerando superfluo al varón, no los admitían en su compañía. La Casa de Meta albergó ídolos de oro, hasta que los robaron los de Santa Marta, cargándolos en costales, cuando fueron a descubrir el valle de Alcázares[19]. Afluente del Orinoco, el río Meta sigue corriendo al sur de Venezuela. Su cauce, las sierras de Opón y el reino de Vélez, fueron sus entradas, en tiempo de la conquista.

La toma de posesión de Meça y Azamor, por Manuel I, aceleró el traslado de Isabela o la Española, reflejándose en la biografía de Colón. Necesario su concurso, a 23 de abril de 1497, fue agraciado con confirmación de todos sus privilegioS, cargos y prebendas, con licencia añadida para fundar mayorazgo, que le puso en puertas de la nobleza titulada. En el mismo día, los reyes firmaron instrucciones, con visos de carta puebla. A su cargo convertir a los naturales de Indias a la fe hispana, manteniéndoles en paz, "so nuestro señorío e subjeçión", habría de hacer "en la isla Española una otra población o fortaleza, allende de la que está fecha de la otra parte de la ysla, çercana al minero del oro". Buscaría 330 pobladores, ofreciendo salario de 12 maravedís y una fanega de trigo al mes. Para que pudiesen sembrar, recibiría cada uno 50 fanegas de trigo y cebada, a devolver con el diezmo, cuando recogiesen la cosecha, repartiéndoles 20 yuntas, a más de "vacas e yeguas e asnos, sobre las vacas e yeguas, que están en las dichas Indias", como principio de sus haciendas. Repartidos por profesiones, se procuraría 40 escuderos, 100 peones de guerra, 30 marineros, 30 grumetes, 20 labradores de oro, 50 labradores y hortelanos, 20 oficiales de todos oficios y 30 mujeres, proporción que indica su destino. Hipócritas los tiempos, pero no estúpidos, al estar los aborígenes demasiado enteros, para permitir a los castellanos, tomar sus féminas por la fuerza, los muy católicos reyes, las mandaron de servicio. Contratados los artesanos por asiento, escogería personas "llanas y abonadas", cuidando a los sastres, indispensables para conservar el vestuario. Los técnicos superiores, como físico, boticario y eurolario o especialista en vientos, serían objeto de contrato especial, por escasos. Separadamente", coptaría armadores, que llevasen desde Andalucía, las "cosas necesarias" a los pobladores, con regularidad [20].

Dada la naturaleza de la expedición, se cargaron azadones, azadas, picos, almádanas y palancas, a más de "aparejos", piedras de molino y tahona. Para abasto de pan, mientras se hacía la obra, se destinaron 50 cahíces de harina y 1.000 quintales de bizcocho. No pensaron los monarcas en libros, ni aun de religión, pero se ocuparon de entretener a los colonos. Se llevarían instrumentos de música, que les ayudasen "pasar" el tiempo. Vanidosa la sociedad castellana y apreciado el signo externo, 20.000 maravedís fueron destinados a dos tiendas de campo, residencia provisional, que permitiría a los jefes, probar su condición superior. El Almirante podría autorizar la venta a crédito, fijando los precios a su antojo, salvo los del trigo, que sería el de la tasa, el vino, puesto por los reyes a 15 maravedís azumbre y la libra de tocino o carne, que se vendería a 8 maravedís. Fácil la travesía, le mandaron comprar nao vieja, para llevar los bastimentos. Desguazada en destino, tablas y clavazón servirían en las obras [21]. Por obviar complicaciones, los que fuesen a Indias, seglares o clérigos, serían advertidos de que no podrían regresar sin licencia. Los sacerdotes impartirían sacramentos a los colonos, convirtiendo aborígenes, exentos, por el momento, de pasar por el bautismo, siendo suficiente que diesen vasallaje y parias, para librarse de la esclavitud. Los morosos serían descubiertos por piezas "o señal de moneda", de latón o plomo, con cuño o "figura", cambiada cada año. Obligados a llevarla al cuello, el que no la tuviese actualizada, sería castigado con pena "liviana", por no soliviantarlos. Deseando recaudador incentivado, tendría por salario el 20%. Para evitar que el oro de rescates, minas y parias se escurriese, Colón llevo los cuños y aparejos, para convertirlo en excelentes [22] "de Granada".

La panoplia de provisiones, que pergeñaron la nueva fundación, se completó a 6 de mayo de1497, eximiendo de impuestos a las mercancías, destinadas a la población [23], manifestando la reina el deseo, de alcanzar los 500 vecinos. Obligada a recurrir a voluntarios, que se mantuviesen a sí mismos, ofreció "omecillo" a los delincuentes de ambos sexos, que residiesen dos años en la nueva Española, excluidos como de costumbre, los que hubiesen incurrido en delito de "aleve", traicionando a la corona [24]. Dotado el "descubridor" de poderes, para repartir heredamientos, en la tercera Isabela y en cuantas poblaciones fundase, daría tierra para huertos, algodonales, linares, viñas, árboles, caña dulce y otros cultivos, con permiso para traer el agua necesaria, tomándola donde quisiese el propietario, sin perjudicar a tercero. A los que se estableciesen "de asiento", les daría solares para casas, molinos e ingenios, dotando a los pueblos de "propios", o tierra de propiedad común y baldíos, de libre uso, para los comarcanos[25], forma de propiedad, dedicada generalmente a pastizales, que no tendría sentido, de no haber ganado. A 22 de junio, se confirmó la orden, dirigida el Almirante, de regresar a las Islas, la Española y Tierra Firme, siendo nombrado Bartolomé Colón, Adelantado en Indias [26]. Fijada la provisión de grano en 550 cahíces de trigo y 50 de cebada, el mes de abril, el 15 de junio se ordenó sacarla de los pósitos de Sevilla y Cádiz, del remanente de las tercias de 1496. Y el 22 de julio los reyes ordenaron, que el "proveymiento de las Yslas de Yndias", fuese sacado del reino en un plazo de cinco meses, fijando la partida de la armada, antes del 22 de noviembre, de 1497[27].

Que la torre de Colón se llamase Santo Tomé, es indicio de que su Monte Juan o Isabela, estaba a dos pasos de la Mina de Oro, en lo más granado de la conquista de Portugal. Reguladas las comunicaciones, la población no debió permanecer, en ausencia del poblador. Pero al ser necesario disimular saca de pobladores intempestiva, de la que se conservaba el recuerdo, Fernández de Oviedo supone que entre el segundo y tercer viaje de Colón, "no venían navíos de España ni de acá iban a ella", padeciendo tanto los pobladores, que el Almirante los encontró mermados, macilentos y "con tales gestos, que me paresce que aunque el rey me diera sus Indias, quedando tal como aquellos quedaron, no me determinara venir a ellas". Esta sería la causa de que mandase tres carabelas a Castilla, que regresaron con 300 condenados a destierro, repoblando el caserío[28]. Es probable que el traslado de la Isabela o Española, "çercana al minero del oro", a Santo Domingo, Española insular, se saldase con no pocas muertes de colonos, fortuitas o provocadas. Es de notar que Isabel aprovechó la ocasión, para probar su respeto a los difuntos, ordenando pagar a los herederos del Abad Gallego y Andrés de Salamanca, los toneles y pipas que les fueron embargados, por "haber ydo a las dichas Indias, contra nuestro defendimiento". Como norma general, mandó cumplir los testamentos de los que falleciesen en la conquista, aunque no estuviesen registrados en protocolo de escribano, nombrando para que velasen por ello a un Escobar, vecino de Sevilla y a Juan de León, residente en Isabela [29].

Decretado el monopolio de la corona, sobre los metales y piedras preciosas, en 1497 se amplió a la madera de brasil y el índigo. A 27 de junio se agregaron los múrices y el 25 de agosto la orchilla. Enterada Isabel de "que en la tierra de Africa, que es de nuestra conquista, es hallada cierta urchilla", cosechándola "algunas personas", en su provecho, prohibió "ir a cogerla ni traerla, la que oviere en las partes de Africa", porque "pertenesce a nos e es nuestra". Solamente el arrendatario de la corona, podría tener cogedores en la Mar Pequeña, Tagaoz y el Cabo de Aguer. Muerto Gutierre de Cárdenas, se agregó la producción de las tres Canarias mayores [30], al tiempo que se desarrollaban los "rescates" en la Mar Pequeña y la fortaleza de Santa Cruz.

[1] R.A. Doc. XVII.

[2] R.A. Doc. XXXIII.
[3] P.C. T.I.

[4] Colón tenía derecho a ocupar el 8%, pagando el porte, como todo hijo de vecino. [5] P.C. T.I.
[6] Ibídem.

[7] "Norte de la Contratación de las Indias Occidentales". José de Veitia. Ed. de 1671. [8] P.C. T.I.
[9] ADMS. 2395.

[10] SRGS. I.1496.26/VIII.1495.263. [11] F.O. T.I.
[12] P.C. T.III.

[13] Simancas. Depósito Medina Sidonia. [14] Ibídem.
[15] Simancas. Depósito Medina Sidonia. [16] ADMS. 2395.
[17] R.A. doc. XIX.

[18] El Lago Perimeé, formado por el Río Carón, está cerca de Sto. Tomé de la Guayana, hoy Ciudad Guayana. Diego Méndez, vecino de la Isla de la Palma, compro la nao Santiago, de 220 toneladas a Francisco Duarte y el Gobernador de El Dorado. Se vendió en Sanlúcar por 1.100 ducados, el 2.8.1569 (ADMS 3986). [19] F.O. T. III.
[20] P.C. T. I. [21] P.C. T. I.
[22] A 23 de mayo de 1475, Isabel ordenó hacer excelentes de oro, en la casa de la moneda de Toledo. Con peso de 2 castellanos "e no menos", el cuño llevaba los "bultos" del rey, con espada desnuda en la mano y la reina con cetro y corona, "asentados en sillas" y mirándose. Al reverso, el águila de San Juan. Bajo sus alas, se pusieron a la derecha los castillos y leones y a la izquierda, las armas de Aragón e Italia. En el filo del "excelente entero" se leería: Fernandus e Elisabet dei graçia et regina Castelles et regno Siçilia". Habría monedas de medio y un cuarto de excelente (SRGS. V.1475.468).
[23] P.C. T. I. [24] P.C. T. I. [25] Ibídem. [26] Ibídem. [27] Ibídem.
[28] F.O. T.I. Recordemos que Alonso de Lugo convocó 300 omicianos para poblar Tenerife, en 1494.
[29] P.C. T. I En 1489 aparece un Juan de León, heredero de los reinos de Taugaute en la Berbería, príncipe de todos los alárabes. (SRGS. I.1489.175).
[30] R.A. doc. XXII


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