miércoles, 4 de noviembre de 2015

AFRICA VERSUS AMERICA LA FUERZA DEL PARADIGMA




Luisa Isabel Álvarez de Toledo, Duquesa de MedinaSidonia

CAPITULO VIII


LA CABALGADA DE PEDRO DE VERA

Estrepitosamente derrotados los Católicos en Guinea, se vieron obligados a consentir en el reparto del reino de Fez, decretado por los pontífices. Firmado el tratado en septiembre de 1479, quedaron adjudicadas, a su corona, las "islas" de Lanzarote, Palma, Fuerteventura, Gomera, Fierro, Graciosa, Gran Canaria, Tenerife "e todas las otras Yslas de Canaria comarcanas, ganadas e por ganar"[1]. Relanzada la conquista de Gran Canaria en 1480, buscaron fondos comercializando la bula, obtenida años atrás. Suprimidos los topónimos Guinea y Portugal, quedó circunscrita a la conversión de los canarios, reaccionando los puristas por la tremenda: "algunas personas" eclesiásticas, declararon las bulas "revocadas e suspensas", prohibiendo "la recaudación de los maravedís", pues se hacía, "a fin de meter las manos en la dicha limosna e gastarla e desviarla, en otros usos y gastos"[2].

Públicas las "colusiones", persistentes en la historia del país, Fernando calmó los ánimos, nombrando tesorero general de la Santa Indulgencia, a Pedro de Setién, "hombre caudaloso e fiable e de conciencia", que al no necesitar de lo ajeno, se abstendría de tomarlo. Al Nuncio le convenció saber que las islas, estaban controladas por el Islam. Reaccionando a la amenaza religioso - ideológica, declaró la bula de adquisición obligada, "fasta que las dichas yslas sean tomadas e convertidas e redusidas a la dicha nuestra santa fe", quedando bautizado, "por fuerza de armas", el último canario[3]. Iniciada la distribución de indulgencias, no estando la población para invertir en parcelas de paraíso, fueron muchos los morosos, que pararon entre rejas, culpables por incumplir la obligación de pagar, que a los ojos de un rey, justifica la existencia del súbdito.

No estando "acabada" la conquista, por persistir los canarios en su "rebeldía", los Católicos buscaron capitán experimentado, encontrando a Pedro de Vera, caballero 24 de Jerez y disciplinado. Seguidor de Enrique IV y Juana, estando al servicio de Beltrán de la Cueva y Rodrigo Ponce, cambió de campo con el último, sin un gesto. Suponen los cronistas que Vera fue seleccionado, al encontrarse en las Canarias desterrado, por haber matado a Basurto, alcaide de Medina Sidonia. En verdad, el 4 de febrero de 1480, día en que se extendió el nombramiento, se encontraba en su casa de Jerez. "Acatando como la conquista" de las "Yslas de la Grand Canaria e Tenerife nos pertenesce", para que pudiese llevarla a cabo, sin tropezar con oposición, acumuló los cargos de alcaide de Villa Real de las Palmas, gobernador, capitán mayor y corregidor de Gran Canaria. Pedro de la Algaba[4] o quien la tuviese, le entregaría la fortaleza y los justicias sus varas, siguiendo "ynquisiciones". Descubiertos los culpables de "los escándalos e ruydos e diferencias", que cristalizaron en "divisyones", enfrentando a milites, caballeros y escuderos, los enredadores pararían en la cárcel, siguiendo juicios sumarísimos. Ejecutadas las penas de destierro y muerte, en orden cabildo y milicia, iniciaría la tarea de "sojuzgar" a los naturales de la isla, "a nuestra santa fe católica", "fasta la ganar e vos apoderar"[5], continuando en "Tenerife y la Palma", también en "poder de ynfieles"[6].

Necesario núcleo de pobladores castellanos, a más de los que estaban en la isla, la reina dio por supuesto, "que algunos caballeros e escuderos e marineros e otras personas", de las que "van" o "fueren" a Gran Canaria, querrían "bevir e morar en la dicha Ysla e faser su asyento en ella", con mujer e hijos. Deseando que tuviesen "más gana", les serían repartidos solares y "heredamientos", dando a cada uno "aquello que viedes, que según sus merecimientos e estado, aya menester". Distribuida la tierra, se formaría nuevo cabildo, expropiando las varas compradas y cesando a los justicias, con excepción de los nombrados por la corona [7]. Los cargos podrían ser "cadañeros", vitalicios o hereditarios, designando Vera jurados y candidatos al "regimiento", para que el pueblo pudiese elegir, sin salirse de madre. Ignorada la identidad de los alfabetizados, llevó en blanco el título de notario público y escribano de cámara, "en las islas de Canaria e Tenerife e en los mares e en los puertos della"[8].

Para proveer a los hombres embarcados y la gente que estaba en la isla[9], sacaría de Andalucía 450 cahíces de trigo, 220 de cebada[10] y todo el bizcocho que quedase en el reino[11], reclutando en término de Sevilla, 100 ballesteros de monte "muy escogydos", que ayudarían a derrotar a los canarios, "más prestamente". Asentado el salario, serían pagados al término de la guerra, con cargo al botín[12]. Honrado Juan de Lugo como servidor "principal" de la corona, porque continuaba financiando "navíos e gentes de caballo e de pie", Vera le compensaría con "heredamiento tal e de tanta mejoría", que cantase la generosidad del propietario. Bien no embargable, "como tierra a los enemigos ganada", conservaría la cualidad, aunque fuese vendido a tercero[13]. Apartado Pedro de la Algaba del poder, Juan de Lugo le relegó del negocio de la orchilla, inquietando el cambio a no pocos. Fernando de Rueda y Martín González de Vitas, vecinos de la "villa de Gomera", pidieron real seguro, que les ampararse del nuevo gobernador de Gran Canaria, concedido a 20 de febrero de 1480[14].

Según costumbre, los cronistas contradicen a la historia documental. Pulgar nos dice que la Canaria Grande, hubiese sido "difícil de ganar", de no estar enemistados los príncipes de los dos reinos. Aliado "el uno" de los castellanos, les ayudó a sojuzgar "toda la isla", "por haber venganza del otro". Pedro de Vera le recompensó, remitiéndole a Castilla con esposa y séquito. Recibido en Madrid por los Católicos, "le mandaron proveer de todas cosas necesarias", deslumbrándole antes de devolverle a la patria, para que continuase sirviendo [15]. Bernáldez recoge la versión, nominando a los reyes rivales. Poderoso Telde, se enfrentó a los castellanos. Habiendo dado Galda vasallaje a la corona, Vera le mandó a la Península, "donde el rey y la reina le ficieron mucha honra e lo vistieron e fizo con ellos su amistad". Tras jurar lealtad a los monarcas regresó, para rematar la conquista [16].

El fondo de verdad, que encierra esta leyenda, se llamó Michel de Monxica, canario, "pardo" de tez, es decir, negro. Sin más categoría que la de ciudadano, ofreció sus servicios a "ciertas persona de los dichos cristianos", que lo agregaron a cargamento de esclavos, siendo adquirido por un jerezano. Esteban Pérez Cabitos, que terminada la pesquisa en Lanzarote, ejercía de alcalde mayor en Gran Canaria, tuvo noticia del suceso, informando a los reyes de la entrega voluntaria de "un canario, de los ynfieles de la ysla". Y de su destino. Publicitario el gesto, los Católicos lo aprovecharon. Estando Vera en Jerez, por carta de 14 de abril de 1480, le encargaron el caso: si "fallades quel dicho canario vino a los cristianos, que están en la dicha ysla y venido lo prendieron y vendieron", lo haría secuestrar, obligando al vendedor, a restituir lo cobrado[17].

Remitido el presunto salvaje a la corte, se reveló alfabetizado, políglota y honrado, virtud rara en Castilla. Tratándole de "nuestro criado", los monarcas acumularon responsabilidades en su persona, por sucesión de albalas, fechadas a 30 de abril. Sería "cogedor" o recaudador de los quintos "e otros precios e derechos, a nos pertenecientes en la dicha isla"; administrador del botín y cuantos dineros se acopiasen, que los castellanos habrían de entregarle, incluido Pedro de Vera, careciendo de valor las libranzas y recibos, que no llevasen su firma [18]. Receptor y custodio del "pan o maravedís, así lo que agora mandamos enviar e llevar, como de lo que de agora en adelante mandaremos, para proveimiento de la dicha gente e paga del sueldo", tendría los libros a su cargo, con la distribución de munición de boca, guerra y pagas[19]. Detectada "alguna desorden", en los repartimientos que se hicieron en Gran Canaria, pues los que "han trabajado e han de trabajar en la tomar", quedaron excluidos, en beneficio de quienes no participaron, "confiando" en la honradez del canario, al término de la guerra secuestraría los heredamientos, concedidos indebidamente, para darlos a quien los mereció, quedando la intervención de Pedro de Vera, en mera presencia[20].

La armada zarpó del pequeño puerto jerezano de Alventos, en julio de 1480[21]. Apenas en Villa Real, Vera reanudó la guerra, con los soldados de Juan Rejón[22]. Conquistó "muchos pueblos" de Gran Canaria, padeciendo grandes "penalidades", pues los socorros llegaban tarde o nunca[23]. Terminada la conquista a finales de año, Juan de Lugo, a más de no cobrar, perdió la orchilla, siendo concedido el monopolio a Gonzalo de Cárdenas, comendador mayor de León, en la isla y las islas, "que están por conquistar". Género de difícil manipulación, Cárdenas hubo de acudir al despreciado Juan de Lugo, que para colaborar, exigió ser reconocido, en real provisión, dirigida a Pedro de Vera, como el único que podría "comprar y sacar" orchilla de las islas, sin más carga fiscal que el quinto[24].

Alonso Fernández de Lugo sirvió en la conquista, pues participó del repartimiento de Gran Canaria [25], pero su papel distó de ser relevante. No aparece en la documentación, ni al texto de Pulgar, pero hechos posteriores, aconsejaron a Bernáldez, repartirle papel estelar. Episodio central de la contienda, la batalla de Ventegay, se cuenta que los cristianos atacaron a Telde, con ayuda de Galda. Emboscados los canarios en sus riscos, los honderos causaron 200 bajas en las filas cristianas, cerrando la jornada vergonzosa retirada [26]. Apurados Vera y Lugo, negociaron tregua. Ultimada a la puesta del sol, dormían los canarios en sus alturas, confiando en la palabra de los castellanos, cuando fueron atacados, a traición y con nocturnidad. Muerto Tedle a manos de Galda, los supervivientes dieron vasallaje. Bautizados por el obispo Juan Frías[27], algunos por tercera vez, aparece mencionado, como muerto, un Michel de Muxia, vizcaíno de nación[28], "que era capitán bajo Pedro de Vera"[29], sin duda el canario Michel de Monxica, al que convenía desintegrar. La batalla, si la hubo, tuvo lugar, necesariamente, en diferente lugar o momento, pues en 1483, había terminado la conquista de Gran Canaria. Necesitando más gente de la que "allá está", para "acabar de ganar" a los canarios, a "nuestra santa fe", el 12 de diciembre, Isabel ofreció perdón de culpa y pena, a los "omicianos" de las Cuatro Villas y la Merindad de Trasmiera, a cambio de servir a su costa, durante seis meses, contados desde el día en que se presentasen ante Monxica y Vera, en la conquista de Gran Canaria, "que está en poder de ynfieles". Siendo el indulto premio suficiente, no participarían del botín, ni del reparto de heredades[30]. Antes de terminar el mes, Fernando de Cabrera [31], receptor general "que fue", en las "Yslas" de Gran de Canaria, rindió cuentas a Michel de Monxica, "mi receptor que agora es de la dicha Gran Canaria", porque la isla estaba conquistada [32].

Años después, el canario Juan Manuel, recordaba a los Católicos, que los naturales de Gran Canaria, nunca fueron "vencidos", pues dieron vasallaje voluntario, contra la promesa de que sus personas y bienes, serían respetados, por lo que "no son ni pueden ser esclavos"[33]. Confirma el supuesto Juana Canaria. Sometida la isla a "nuestro servicio", quedó en libertad "con los otros canarios, que nos mandamos que fuesen libres", por haberse dejado bautizar, sin resistencia. Preparándose "para yr a la Ysla de Tenerife", cuando Vera invitó a los varones a seguirle, prometiendo que saldrían aprovechados. Barruntando que terminarían en el mercado de esclavos, rechazaron la oferta. El gobernador quiso capturarlos, pero "se absentaron", echándose al monte. Huido el marido de Juana, fue acusada de recibirle de noche, prestándole ayuda. Condenada a cautiverio, en Andalucía la compró un jerezano, destinándola a esclava doméstica [34].

Probablemente sin saberlo, Bernáldez corroboró la declaración de Juana. A punto de salir hacia Tenerife, no queriendo dejar a su espalda 600 hombres "de pelea", Vera aplicó el arma del político español, que es el engañó. Asegurando a cuantos le siguiesen, que "ganarían para vestirse", consiguió embarcarlos por su pie. Encerrados "debajo de la tilla", para que no se orientasen por el sol o las estrellas, les llevó a Cádiz y Puerto de Santa María. Puestos en venta, los barcos regresaron, en busca de las mujeres y los hijos. Subieron a bordo sin chistar, con decirles que las llevaban, donde estaban sus maridos. Superada la demanda por la oferta, los invendidos quedaron abandonados en libertad, por no alimentarlos, permitiendo que se alojasen extramuros de Sevilla, junto a la puerta de Milhojar. Muertos los más, al no aclimatarse, otros se desperdigaron por el reino, regresando a Gran Canaria los menos, para formar núcleo de población castellanizada [35]. Condicionado por la extraña interpretación de la ética, que impera entre españoles, el cronista celebró la felonía, declarándola virtud, porque se perpetró por razón de estado, en aras de la "pacificación" de la isla [36].

Por si lo había olvidado, el Católico recordó a Vera el deber de continuar la guerra, conquistando Tenerife y la Palma [37]. En albalá dirigida al provisor de Villafranca, la reina expuso los planes para 1481: "los concejos de las behetrías de mis regnos", darían "todos los galeotes e marineros que son obligados a me servir, cada e quando fisiere o mandase faser armada". Remitido un tercio para transportar la primera cosecha de "omicianos", los restantes quedarían en reserva, con destino a la armada "gruesa", que se proyectaba para abril [38]. Recién terminados los movimientos de Galicia, contra el Obispo de Santiago, abundaban caballeros inculpados, a causa de la guerra. El 17 de enero de 1481, Isabel les invitó a servir "por su persona" y a su costa, "con la gente" y durante el tiempo que acordasen con el Justicia Mayor, nunca inferior a seis meses: "sepades que después que yo mandé conquistar la Isla de la Gran Canaria, e por la gracia de nuestro señor se ganó e los infieles della se convirtieron a nuestra santa fe católica", Pedro de Vera y "mis gentes e capitanes, que están en la dicha costa", emprendieron la conquista de "Tenerife y la Palma", igualmente "en poder de ynfieles". Imposible "reducir... las dichas islas, sin que aya de yr e vaya más gente", para que los naturales fuesen "convertidos" o "lançados" de la tierra, apelaba a los "omicianos"[39], por ser sus vasallos reacios al servicio en las armas y caro el soldado profesional. Cumplido el tiempo asentado, certificado de Pedro de Vera y Michel de Monxica, les haría libres de culpa y de acudir a la guerra, por los días de su vida [40].

Ocho delincuentes gallegos de alcurnia, fletaron carabela, con intención de ganar el omecillo. Yendo "por la mar adelante", a vista de Lanzarote, primera isla en la ruta de Gran Canaria, les sorprendió la tormenta. Obligados a desembarazarse de armas y despensa, regresaron para reponer existencias. Otra vez a punto de tocar en destino, el tiempo les devolvió a Sanlúcar del "Marisco". Inútil la tercera intentona, por haber terminado la contienda, consiguieron el perdón el 30 de mayo de 1486, en atención a su buena voluntad[41]. Falto de influencias el omiciano Gonzalo Carrillo, vecino de Pontevedra, fue llamado a pelear contra los "enemigos de nuestra santa fe", en el sitio de Málaga. Manifestando la falta de entusiasmo habitual, aportó certificado de Monxica y Vera, que le declaraba cumplido, habiendo dejado atrás una Gran Canaria conquistada[42]. Ferrand Coyceyro, vecino de Santiago de Castello, se libró de ir a la guerra de Granada, porque sirvió 8 meses con Pedro de Vera, hacía 11 años, "principalmente en las Islas de Tenerife y la Palma", dejando la Gran Canaria sojuzgada[43]. Encendida la guerra en Palma, en 1481, no es de extrañar que Alfonso V se alarmase, ordenando a su arquitecto, Diego Pireis, hacer fortaleza, para defender su demarcación y la Mina, por la parte de Cabo Bojador. Desembarcó mediado enero de 1482, edificando en eminencia, sobre sillares antiguos. Grabado en uno año del siglo XIV indeterminado, por ser ilegibles las dos últimas cifras, es probable que la fortaleza de San Jorge, se construyese sobre las ruinas, de la Akkara normanda.

Gobernador de las tres islas mayores [44], Pedro de Vera prolongó la conquista de Tenerife y Palma, para prolongar la comercialización de esclavos, ganados en "buena guerra". Pasaron los Católicos por alto la irregularidad, pero la intuyeron las víctimas. Habiendo descubierto que los castellanos les provocaban, para justificar la represión, acordaron tomarles la delantera. Cierto día, "los vecinos e avitantes en las islas de Tenerife e la Palma", pidieron conversión a "nuestra santa fe católica e estar a mi obediencia, como súbditos e naturales.., conosciendo el yerro grande en que estaban". Imposible desoír tan sentida y pública petición, formulada por "islas de nuestra conquista", el 27 de julio de 1488, Fray Antón Cruzado, maestro de teología de la orden de San Francisco, fue nombrado cura de sus almas, presentándose con cortejo de clérigos. Que tanto Pedro de Vera como los Peraza, madre e hijo, recibiesen orden de respetar a los religiosos, permitiéndoles bautizar cuanto les viniese en gana, indica unidad del territorio [45].

Pedro de Vera se inmiscuyó en las islas de señorío, decretando levas en Lanzarote, Fuerteventura, Gomera y Fierro. Protestó Inés, en nombre propio y de su marido, siendo "amonestado" el gobernador [46], pero la cuestión no pasó a mayores, preocupando a los reyes la tendencia de los vasallos de la Peraza, manifestada a principios de 1484, de mudarse a "la Ysla de la Gran Canaria". Libres los castellanos de trasladar su domicilio, dónde y cuándo les viniese en gana, los reyes aplicaron el "imperio absoluto", nueva modalidad del "propio motu", para prohibir a los vecinos de las islas menores, que "vos vades a vivir e morar... a la dicha Ysla de Grand Canaria", bajo amenaza de secuestro de bienes, quedando prohibido a Pedro de Vera recibirlos, porque estando las islas "cercanas a los moros, enemigos de la nuestra santa fe católica", de faltar la población cristiana, serían conquistadas[47]. Es probable que los desertores acudiesen al realengo, al olor de las gangas, que siguieron a la conquista. No queriendo los soldados cobrar en esclavos, temiendo que se los secuestrase el obispo, Vera les pagó en propiedad inmobiliaria. Deseando regresar a la patria, vendieron por lo que les daban. Al quedar recluidos en sus islas los vasallos de la Peraza, desaparecieron los compradores, dirigiéndose los milites a la corona, en busca de solución. La respuesta, fechada en 1485, es modelo de desfachatez: si "non fallays quien las compre", se partirían casas y tierras, para que cada cual pudiese disfrutar de lo suyo [48]. Así nos enteramos de que los canarios tuvieron casas de material. Y de que fueron expropiados.

Cuando Pedro de Vera inició su conquista, los castellanos no tenían más población que Villa Real de las Palmas, fundada por Rejón. Francisco Fernández de Arévalo, nombrado escribano con carácter vitalicio, el 15 de julio de 1485, ejerció "donde vos en persona estovieres e presente fuerdes", teniendo escribanía "do quier que vos vivierdes e morades". Cuando "nos mandamos partyr la dicha tierra de la dicha ysla", le sería adjudicada la provincia, "donde asentaredes a vivir y avesindáredes"[49]. En 1490, el notario mayor Luis Sepúlveda, traspasó jurisdicción, que comprendía Villa Real de las Palmas, la de Galdar y la ciudad de Telder[50], poblada de antiguo por cristianos, el vecino Benito de Arévalo, muerto en 1491, "en una armada que fiso para la Isla de Tenerife, puede aver tres años, pocos más o menos", era propietario en Telder de fortuna, hecha en la "isla de Gran Canaria"[51].


[1] SRGS. III.1480.302.

[2] SRGS. XII.1479.33/34. [3] Ibídem
[4] Pedro de la Algaba y Juan Rejón, vivían en 1480. [5] SRGS. II.1480.11.
[6] SRGS. V.1486.194. [7] SRGS. II.1480.174. [8] SRGS. II.1480 1 y 2. [9] SRGS. II.1480.154. [10] SRGS. II.1480.155. [11] SRGS. II.1480.154. [12] SRGS. II.1480.2. [13] SRGS. IV.1480.18. [14] SRGS. II.1480.58. [15] Pulgar cap. XVIII.
[16] Bernáldez cap. LXVI. [17] SRGS. IV.1480.136. [18] SRGS. IV.1480.139. [19] SRGS. IV.1480.205. [20] SRGS. IV.1480.183.
[21] Bernáldez cap. XXXV. SRGS. II.1478.88 Meandro del Guadalquivir, en término de Trebujena. Juan de Guzmán, primer duque de Medina Sidonia, lo cedió a la ciudad de Jerez, separando la aldea de la jurisdicción de Sanlúcar, por no tener problemas en Bonanza.
[22] SRGS II.1492.207.
[23] Pulgar cap. XVIII. [24] SRGS. IV.1480. 135. [25] Pulgar cap. LXXVI. 330.
[26] Bernáldez cap. LXVI. [27] Bernáldez cap. LXVI.
[28] F.O. T. III pág. 34. Refiriéndose a las Canarias, el autor dice: "Pedro de Vera, noble caballero de Jerez de la Frontera e Miguel de Moxica, conquistaron la  Gran Canaria en nombre de los Católicos Reyes... y las otras islas, excepto la Palma y Tenerife". La salvedad tiene por fin justificar la guerra de Lugo. [29] Bernáldez cap. LXVI.
[30] SRGS. XII.1480.50.

[31] El apellido Cabrera es constante: Andrés de Cabrera, casado con Beatriz de Bobadilla, colaboró con Isabel la Católica en 1473. Alcaide de Segovia, le franqueó la entrada en la ciudad, haciéndola proclamar heredera de Enrique IV. Y a la muerte del rey, para proclamarla reina de Castilla. Alonso de Cabrera aparece como alcaide de Diego de Herrera, en la torre de Galdar; Diego de Cabrera, factor de Inés de Peraza, pasó al servicio de la corona en 1496. Alcalde mayor de Gran Canaria, salió mal parado de juicio de residencia, en 1499; en 1505 Ginés de Cabrera, hijo de Juan Fernández, puso el barco de servicio, en la
torre de la Mar Pequeña. Diego Martín de Cabrera, experto en las costas de Indias, fue a poblar con Nicuesa, en 1510.
[32] SRGS. XII.1480.86. [33] SRGS. IX.1499.494. [34] SRGS. II.1491.96.
[35] SRGS. 31.5.1486.194 Bernáldez, caps. LXIV. LXVI. [36] F.O. T. III.
[37] SRGS. II.1480.11. [38] SRGS. XII.1480.85. [39] SRGS. V.1486.194. [40] SRGS. XII.1480.50. [41] SRGS. V.1486.194. [42] SRGS. IV.1487.129. [43] SRGS. XI.1493.47. [44] SRGS. XI.1483.219. [45] SRGS. VII.1488.220. [46] SRGS. XII.1483.227. [47] SRGS. 5.1.1484.6. [48] SRGS. II.1485.14. [49] SRGS. VII.1485.2. [50] SRGS. XII.1490.20.
[51] SRGS. XI.1494.293. Sus hermanos eran Pedro González, mercader y María.


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